Capítulo 11: "Rescatándote"

Entreabrió apenas los ojos sintiendo un dolor extremo en todo el cuerpo y luego volvió a escuchar los gritos que Shippo le daba desde hacía algún rato. La oscuridad era total y pestañeó varias veces hasta darse cuenta que ya era de noche y que el barco estaba en completa penumbra. Se incorporó y sintió crujir sus costillas, junto con un dolor tan agudo que se llevó la mano al estómago intentando calmarse.

-¿Inuyasha?... ¡Inuyasha!

Inuyasha que se encontraba ahora arrodillado, tosió y escupió algo de sangre para luego levantarse definitivamente y enfocar sus dorados ojos en la voz de su pequeño amigo. Finalmente los vio amarrados, Shippo y Miroku, y sonrió con sutileza para ir donde ellos como pudo y arrodillarse a su lado.

-Ay amigo... creo que esto fue pura suerte... - Suspiró Miroku cuando Inuyasha desanudaba las cuerdas de sus muñecas.- Pudieron matarnos... - Acotó en cuanto Inuyasha finalizó. El capitán parecía no escucharlo y luego comenzó a ayudar a Shippo.

-¿Dónde esta Kagome?- Preguntó como si de pronto recordara algo que no quería, se puso de pie y vio con horror la puerta derribada.

-Se la llevaron Inuyasha... aquel bucanero dijo que un hombre buscaba a tu esposa... había una recompensa por ella.- Respondió el niño mientras desanudaba las cuerdas de sus tobillos.

-Maldito!- Gruñó recordando los últimos acontecimientos antes de caer inconsciente por la golpiza y de pronto se irguió recuperando la fuerza perdida. Caminó a zancadas hasta la recámara, aún podía sentir la esencia a violetas de los cabellos de Kagome. El cepillo sobre la mesa hizo que sentiera un nudo en la garganta y luego escuchó la voz de Miroku a su espalda.

-¿Qué harás?

Tomó el cepillo que aún tenía algunas largas hebras de color ébano enredadas y apretó el mango fuertemente.

-Ella esta indefensa... - Murmuró. Luego dejó el cepillo en el mismo lugar y caminó con el rostro contraído por la rabia.

-Pero ¿cómo vamos a encontrarlo?- Preguntó el joven siguiendo los pasos del capitán hasta la cubierta de donde él recogió su espada y la acomodó en su cinto.

-No estamos lejos de Saint Andrew y deben haber ido hacia allá para abastecerse y tal vez para dejar a Kagome... tomaremos ese rumbo... y rápido, no quiero que este bastardo la toque.

Navegaron ayudados por la brisa nocturna hacia el noroerste en la cual se localizaban un conjunto de islas, la más grande e importante era Saint Andrew. El día estaba aclarando en el horizonte e Inuyasha se encontraba en la proa de la goleta con una pierna flexionada sobre un madero y en sus manos un catalejos que sus ojos dorados escudriñaban ansiosos en la vastedad azul del mar el barco de aquel canalla, y la isla de Saint Andrew. Miroku iba a cargo del timón con la vista clavada en el horizonte y Shippo se encargaba de cambiar la posición de las velas para tomar la brisa marina que los impulsaba con rapidez a su ansiado destino.

-Kagome- Murmuró Inuyasha mientras quitaba el catalejos de su vista y lo apretaba con fuerza bajo su mano.- en dónde estas...

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Escuchaba a los hombres que preguntaban una y otra vez a su líder cuándo ella sería entregada a la tripulación para su "entretención" y el hombre nunca respondía. De eso ya varias horas y a cada instante Kagome comenzaba a temblar de terror. Encerrada en un lujoso camarote intentó escapar por la ventana, que aunque era pequeña, podía servirle de algo, pero ésta se encontraba demasiado apretada. La puerta estaba con seguro y ya no había nada dentro de la habitación que le pudiese servir para salir. Las condiciones eran distintas al del barco de Inuyasha, porque ahora sí creía que éste sería su fin, aunque había escuchado al bucanero que ella estaba siendo buscada por un hombre que pagaría una recompensa, nada le impedía primero hacer lo que quisieran con ella. ¿Cómo había caído en tan horrible lugar?... ¿porqué se sentía tan terriblemente desdichada?. Si antes temía por su honra, esta vez también temía por su vida, aquellos marineros eran demasiados rudos y ruines.

-Dios... ayúdame... te lo suplicó.- Imploró cayendo de rodillas con lágrimas que caían fácilmente por sus mejillas y luego el recuerdo de Inuyasha tirado en el suelo del "Viento Cortante" la hizo dejar de respirar, abriendo más los ojos, asustada- que no le haya pasado nada... - Rogó con fervor como si se olvidara de pedir por su propia vida.

La puerta se abrió de pronto y entró el hombre de cabellos oscuros y una larga trenza que colgaba por su espalda. Sonrió con una mueca y se arrodilló junto a ella.

-No debe llorar tanto preciosa... su marido estará aquí dentro de un par de días sin lugar a dudas. Enviaré un hombre en cuanto pisemos tierra a darle noticias suyas y usted quedará libre...

La joven lo miró esperanzada.

-Siempre y cuando traiga la recompensa que prometió... - Acotó el hombre poniéndose de pie y sonriendo más aún. Kagome bajó de inmediato la vista, confundida. Ese hombre creía que Inuyasha la había secuestrado del altar... -... porque o sino... usted será juguete de mi tripulación... – ella dejó de respirar- y mía también, por supuesto.

Rió de buena gana y salió dejando a la pobre chica en shock. Esta vez si no tenía escapatoria, se tapó la cara y rogó que nada malo sucediese.

Los hombres bajaron contentos de tocar al fin tierra y la gran mayoría, sedientos de vino y mujeres, corrieron a las tabernas para atiborrarse de ellos. Bankotsu de quedó a bordo junto con dos guardias, Renkotsu y Mukotsu, para vigilar a la prisionera, pero el bucanero ansiaba tener entre sus manos aquella hermosa joven antes que se la entregasen al novio y estaba controlándose enormemente para no ceder a sus impulsos.

Ya era de noche e Inuyasha junto a sus amigos recalaron en la parte sur de la isla de Saint Andrew para no ser vistos, una pequeña bahía solitaria en donde el capitán esperaba pasar inadvertido. Primero debía ir al pueblo para ver si los hombres del desgraciado bucanero estaban allí y luego buscar a su líder y a Kagome.

-Volveré dentro de una hora- Dijo el joven mientras amarraba sus cabellos y luego colocaba un sombrero negro de ala ancha.

-Déjame acompañarte, tal vez necesites de mi ayuda.- Dijo Miroku mientras apretaba con su mano la empuñadura de su espada colgada en su cintura.

-No... déjame esto a mí... Bankotsu me las pagará muy caras- Gruñó-... tengan todo listo para partir, esta gente es muy astuta.

Shippo y Miroku asintieron y luego vieron bajar al joven en un pequeño bote que en instantes estuvo en la orilla de la playa. El joven capitán bajó al agua que ya le llegaba a las rodillas de sus botas negras y arrastró el bote hasta la orilla para luego rodear la costa y llegar finalmente al pueblo. Como ya era de noche todo estaba oscuro, sin embargo las tabernas estaban atiborradas de marineros y el joven, ayudado de su sombrero, pudo entrar en una de ellas sin ser reconocido. Vio a varios hombres de Bankotsu con mujeres y completamente ebrios, y mientras el camarero traía un vaso de ron a su pedido notó que el bucanero no estaba con ellos, lo que significaba que tal vez el maldito estaba con Kagome...

-El barco... tal vez aún estan en el barco... - Murmuró. Antes que pudiera irse llegó a sus oídos la conversación, que aunque no quería escuchar para perder su tiempo, le fue inevitable.

-Una gran recompensa nos espera... ese hombre debe tener mucho dinero y debe amar mucho a esa joven como para pagar un barril de lingotes de oro.

Inuyasha casi se atraganta con la noticia ¿había dicho un barril de oro?... ¿Sesshoumaru iba a pagar esa cantidad por Kagome?... pero... ¿porqué ahora la buscaba?

-Maldito desgraciado... me la das y ahora me la quieres arrebatar... – Murmuró para finalmente salir de la taberna. Sus ojos localizaron enseguida el puerto en donde estaba el barco, camuflado entre los otros navíos. Dos hombres caminaban por cubierta, estaban bastante enfadados seguramente porque no podían divertirse como el resto. De pronto lo vio, a Bankotsu afirmándose en la baranda del barco y mirando hacia tierra con una mueca.- imbécil... por tu vida más vale que no la hayas tocado...

-Se quedan a vigilarla, yo iré a la taberna un momento- Dijo Bankotsu a los hombres. Estos se miraron con una semi sonrisa. Era la oportunidad que estaban buscando- y a la mujer más les vale que no le hagan nada- Acotó el bucanero. Los otros dos sonrieron más aún.

-Claro que no Bankotsu, quédate tranquilo, ni Renkotsu ni yo le haremos nada a la dama- Respondió con voz que rayaba en lo burlón Mukotsu.

-Pues... más les vale... si quieren ser parte de la repartición del barril de oro.- Respondió Bankotsu dándoles una mirada de hielo.

Lo vio descender por la escalerilla y posar sus pies en el muelle, caminando arrogante con su gran espada al cinto, el muy maldito estaba celebrando antes de tiempo la riqueza que iba a obtener de parte de Sesshoumaru.

Si una vez yo pudiera llegar

a erizar de frío tu piel

a quemar, que sé yo, tu boca

y morirme allí después

Y si entonces

temblaras por mí

y lloraras al verme sufrir

ay sin dudar tu vida entera dar

como yo la doy por ti.

Los dos hombres vieron alejarse a su capitán y enseguida caminaron hasta el camarote que se encontraba con llave, lo que los hizo pronunciar un par de maldiciones contra Bankotsu.

-Pero es fácil abrir una puerta como ésta- Sonrió Renkotsu mostrando un pequeño alambre medio oxidado entre sus sucios dedos. El otro sonrió complacido y entonces lo introdujeron en la ranura, después de un par de vueltas esta se abrió.

Kagome que se encontraba de pie sobre la cama mirando a través de la pequeña ventanilla escuchó de pronto que la puerta se abría y para su sorpresa eran dos rudos y toscos marineros que la miraron con malicia. Ella abrió los ojos con sorpresa mientras los otros entraban a la recámara cerrando la puerta tras su espalda.

-Anda muchacha, acércate a nosotros- Murmuró Renkotsu caminando hacia ella que los miró paralizada sintiendo que se le helaba la sangre, el otro marinero reía y de quedó en la puerta, tal vez para vigilar que no fuesen sorprendidos.

-No se acerque!- Gimió la joven con miedo pero el marinero sonrió y se acercó a ella sacando una pequeña daga del bolsillo de su corto pantalón.

-Vamos novia... sé buena con nosotros como lo debes de haber sido con el otro pirata... - Dijo desde la puerta Mukotsu.

-No me toque! Su jefe no lo permitirá! - Gritó Kagome ahogando la última palabra cuando el hombre la tomó con rudeza de la cintura y la bajó de la cama.

-Demasiado tarde para cuando lo sepa... y nosotros ya estaremos satisfechos... - Sonrió y Kagome luchó con todas sus fuerzas a pesar que la pequeña daga estaba ya cerca de su cuello. De pronto la puerta se abrió y el que estaba próximo a ella recibió de inmediato un solo puñetazo en la cara que cayó inconsciente al piso.

-Inuyasha!- Gritó Kagome con los ojos brillantes de alegría. Él le dio una media sonrisa y Renkotsu soltó de inmediato a Kagome al piso.

-Maldito, creíamos que estabas muerto.- Gruñó.

-Kagome, aléjate!- Gritó Inuyasha. La chica sólo atinó a subir a la cama y apegar la espalda a la pared, mirando como el marinero se abalanzaba desenfundando la espada que llevaba al cinto y chocar con la espada de Inuyasha haciendo que algunas chispas salieran de ella.

Si pudiera ser tu héroe

Si pudiera ser tu Dios

que salvarte a ti mil veces

puede ser mi salvación.

-Inuyasha... - Murmuró Kagome con angustia mientras se llevaba las manos al pecho y miraba temblorosa el combate. Ambos hombres batían sus espadas con destreza y Kagome creyó morir cuando Renkotsu pasó el filo de la suya por el hombro del capitán saliendo un hilillo de sangre a través de la tela de su camisa. Inuyasha apretó la mandíbula indignado y con una rapidez asombrosa chocó su espada contra la suya hasta acorralarlo y golpear la empuñadura haciendo que cayese al suelo, antes que el otro la recogiese Inuyasha pasó el filo por su mano y el hombre se encogió mirándolo con odio, pero derrotado.

Inuyasha tomó unas cuerdas y lo amarró de pies y manos junto con el otro, casi de la misma forma en que lo hicieron con él. Volteó algo exhausto para mirar a Kagome, la chica estaba paralizada aún en el mismo lugar, con la espalda apoyada a la pared y mirándolo incrédula.

Si supieras

la locura que llevo

que me hiere

y me mata por dentro

y que mas da

mira que al final

lo que importa es que... te quiero

-Viniste... a salvarme... – Murmuró al fin. Inuyasha sonrió apenas y se aproximó a ella, Kagome también y antes de bajar de la cama el joven capitán la tomó por la cintura y la besó en los labios. Ella sintió que su corazón latía desesperado, abrió los ojos sorprendida mientras lo único que podía ver era que él tenía los ojos cerrados y posaba con fuerza sus labios contra los suyos, labios demasiados cálidos y suaves que ella jamas había experimentando ni probado. Antes que Kagome pudiera reaccionar él la soltó y la miró sin expresión. Las mejillas de ella estaban sonrosadas y su mirada castaña clavada sobre la suya, como si no comprendiera qué estaba sucediendo, que de qué trataba todo esto. De pronto los ojos de ella se desviaron e Inuyasha volteó para observar lo que ella miraba. Era Bankotsu en el umbral de la puerta que ya desenvainaba la espada.

-Maldito!- Gritó abalanzándose con rapidez e Inuyasha se aproximó con ira hacia él evitando que se acercara hasta Kagome. La pelea estaba casi del lado de Bankotsu, Kagome veía con horror como los movimientos de Inuyasha eran más lentos y la herida en su hombro tampoco ayudaba. El bucanero sonrió con malicia, sabía que tenía la ventaja.- esta vez si morirás!.- De pronto la espada de Inuyasha cayó al piso y Kagome, sin pensarlo, bajó corriendo de la cama y con todas sus fuerzas tomó el brazo del bucanero.

-No! Déjelo!- Gritó. El hombre hizo un ademán violento con su brazo y la muchacha cayó un par de metros más allá en el suelo. Sólo en esa fracción de segundos Inuyasha alcanzó su espada y para cuando el otro volteaba el joven capitán enterraba el filo de la suya en el estómago de su rival.

-Se acabó Bankotsu.- Murmuró el capitán de pie, mientras el otro caía de rodillas sin creer en su derrota. Caminó hasta Kagome mirando en todo momento al bucanero que cada vez se tendía en el suelo hasta quedar totalmente recostado sobre el piso de madera. Se agachó hasta la muchacha y la miró con preocupación.- ¿estas bien?

-Sí... sí... gracias... - Murmuró ella poniéndose de pie ayudada por él.

Si pudiera ser tu héroe

Si pudiera ser tu Dios

que salvarte a ti mil veces

puede ser mi salvación

-No... esta vez debo agradecerte yo... tú me salvaste... - Dijo Inuyasha con seriedad. Ella sintió que el pecho se oprimía y no respondió. - Vámonos... - Acotó el joven tomando la mano de ella y saliendo rápidamente de la nave.

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Al fin Kagome dormía relajadamente bajo las fundas de su propio camarote, tranquila ahora, con los labios sonrosados semi abiertos y los cabellos negros que caían a un costado hasta llegar al suelo. Inuyasha la observó a través de la penumbra unos instantes.

Déjame tocarte, quiero acariciarte

una vez mas, mira que al final

lo que importa es que... te quiero.

-Qué me has hecho... - Murmuró el joven sintiendo que su pecho se oprimía, recordando nuevamente como sus labios en un impulso de alegría y desesperación se posaron inesperadamente sobre los cándidos de ella.- por Kami... qué estoy sintiendo...

Si pudiera ser tu héroe

Si pudiera ser tu Dios

que salvarte a ti mil veces

puede ser mi salvación

Cerró la puerta tras de si con sutileza y suspiró agobiado. Miroku se encontraba a cargo del timón ahora y el joven caminó hasta él con las manos en los bolsillos.

-¿Duerme al fin?- Preguntó el segundo a bordo.

-Sí... – y pensó que ella era como un ángel.

-¿Retomamos entonces el rumbo a las Antillas?- Preguntó Miroku dando un vistazo a su amigo. Inuyasha que miraba el horizonte delante de él, bajo el cielo plagado de estrellas iluminando la noche movió negativamente la cabeza.

-No, vamos a Santa Esmeralda... regresemos a casa...

Continuará...


N/A: Lamento lo corto del capítulo esta vez, mi salud me esta jugando malas pasadas de nuevo, ha sido involuntariamente. Bueno, como siempre digo, yo no busco las canciones, ellas vienen a mi para que las coloque en los fics, así sucedió con ésta que aparece en cursiva. Iba en el bus y de pronto salió en la radio, sé que ya tiene su tiempo al aire pero la verdad es que bien poco la conocía porque casi nunca escucho música en español. Se llama "Héroe" y es de Enrique Iglesias. Muy bonita. Absolutamente recomendable.

Lady