Capítulo 12: "Abriendo los ojos"
Aún tenía los ojos cerrados y pensaba que tal vez todo había sido un sueño, cuando finalmente decidió a abrirlos, vio que estaba en el camarote del capitán y que era la cruel realidad. Sus ojos escudriñaron con pesar y desilusión el lugar hasta reparar, algo sorprendida, que en la mesa había una bandeja con comida, frutas y un tiesto de agua. Sacó sus manos de entre las colchas y vio el rosario enredado en varias vueltas en una de sus muñecas. Aún llevaba aquel vestido de novia lo que significaba que en verdad se había casado con un pirata. Puso sus pies lentamente en el suelo y caminó hasta el tiesto para las lavar su cara y manos y salió a cubierta, sólo para recibir de lleno en la cara el sol brillante ya en lo alto y la brisa fresca golpeando su rostro, trayendo hasta sus sentidos el olor a sal y yodo y desordenando aún más sus largos cabellos.
-Al fin despertó!- Gritó el pequeño a su lado, mirándola con una sonrisa sincera. Kagome le devolvió la sonrisa y se agachó a su lado.
-¿He dormido mucho? Veo que el sol esta en lo alto.
-Claro que sí, pero el capitán dijo que no debíamos molestarla.- Respondió. Kagome se levantó y miró hacia el timón en donde estaba Miroku a cargo.- usted es simpática... no como la otra señorita- Dijo de pronto el pequeño. Kagome volteó el rostro, confundida.
-¿Quién?- Preguntó sin medir su curiosidad.
-No lo sé, pero iba cada tarde a ver a Inuyasha a la cabaña allá en la isla... era alta y tenía el cabello liso, era muy blanca, casi como el color del plumaje de las gaviotas.
Kagome arrugó el ceño, pero no le hizo mucho caso.
-¿Dónde esta el capitán?- Preguntó cambiando de tema.
-En las bodegas... creo- Murmuró rascándose la cabeza. Kagome asintió y se alejó de él. En cuanto vio las escaleras que conducían a las bodegas se detuvo titubeante. Luego se armó de valor, sintiendo extrañamente que el corazón latía aprisa, bajó con lentitud hasta que lo vio sentado sobre una pequeña mesa, mirando un mapa que estaba desplegado sobre esta.
-Perdón... - Susurró la joven y el capitán levantó el rostro y se levantó de su silla torpemente.- no quise molestarlo... - Acotó la chica desviando la mirada intensa del hombre y sintiendo que las mejillas se sonrojaban al recordar el beso del día anterior.
-No te preocupes... no me molestas.
Kagome se acercó más clavando su vista en el mapa y posándose frente a él, sintiendo que temblaba demasiado.
-¿Has comido ya?- Preguntó el capitán de pronto, entonces ella levantó la vista hacia él y volvió a esquivarla al ver de nuevo aquellos ojos dorados tan intensos.
-No aún... enseguida lo haré.- Murmuró intentando esbozar una sonrisa pero la verdad es que estaba demasiado nerviosa ¿porqué?. Respiró hondo, muy hondo y al fin volvió a posar sus ojos en los suyos- yo... quería agradecerle... por lo que hizo... estuvo en peligro... nadie había hecho algo tan temerario por mí...
-Bueno... no podía dejarte en manos de otro pirata... bastante tienes conmigo¿no?- Su tono era burlón y ella sonrió levemente, dando gracias en silencio que rompiera el incómodo momento con una de sus tontas bromas.
-¿Y su hombro?- Preguntó ella volviendo a retomar la conversación, mirando con seriedad el lugar en que se suponía debía haber una herida. Inuyasha movió el brazo y sonrió.
-Fue sólo un rasguño, nada importante.
El joven capitán volvió a sentarse en la silla y Kagome miró el mapa.
-Puedo... ¿puedo saber dónde vamos?- Preguntó.
-A Santa Esmeralda- Respondió con prontitud clavando ahora sus ojos en el mapa.
-¿Santa Esmeralda?... ¿dónde queda?- Se aventuró a preguntar.
-Aquí- Dijo el joven apuntando con su dedo un pequeño pedazo de tierra en medio del océano. Kagome se inclinó levemente y lo observó, arrugando el ceño.
-No conozco esa isla.- Murmuró la joven volviéndose a erguir. Inuyasha levantó el rostro hacia ella.
-Te gustará... es donde vivo... ya verás... en un par de horas más estaremos ahí... es mi hogar.- Dijo con una sonrisa sincera. Ella se detuvo en su rostro sintiendo algo extraño en el estómago, como si sintiera cosquillas.
Kagome observaba atenta desde la ventana del camarote el poblado. Era pequeño pero tenía un puerto en donde habían varios barcos. La isla era más pequeña que la que donde vivía ella, pero las aguas que bañaban sus costas eran de un tono verde esmeralda y no azul intenso como la suya, de ahí el nombre de la isla. Cuando la goleta finalmente tocó a puerto, Miroku deslizó la rampa para que Shippo saliera sujetando con fuerza al caballo. Seguidos de ellos, Inuyasha y Kagome tomándole el brazo, sin preocuparse de la incomodidad que le causó al principio cuando él se lo ofreció porque miraba con curiosidad el poblado.
-La gente de aquí es, en su mayoría, nativos y descendientes de ellos- Dijo Inuyasha mientras ya caminaban hacia la calle.- que me acogió cuando fui expulsado de la isla.
-Kikyo dijo que usted se fue porque creía que su padre le dejaría una herencia.- Mencionó de pronto Kagome. Inuyasha se detuvo arrugando el ceño y ella lo miró contrariada.
-¿Eso dijo Kikyo?- Preguntó y luego su rostro se relajó- ¿qué mentiras más ha dicho de mí?
-¿Es acaso una mentira?... no creo que mi hermana haya inventado algo así... o tal vez no sabe bien la historia - Murmuró Kagome como buscando una excusa para ella. Inuyasha rió de buena gana y ella volvió a mirarlo sonrojada- no se burle de mí- Le reprochó.
-Lo siento... pero es que eres tan ingenua pequeña.- Dijo el capitán sin tono de malicia. Kagome se soltó del brazo y lo encaró.
-No, no soy ingenua, usted siempre me trata como si fuera una tonta. Si digo esto es porque Kikyo es mi hermana y confío en ella.- La fuerza de sus palabras dejaron algo sorprendido al capitán, de inmediato borró la sonrisa de su rostro y la miró.
-Mi intención no es hacerte sentir mal... sólo que abras los ojos... y al fin y al cabo... tendrás que tú juzgar... si crees en las palabras de tu adorada hermana o en las mías...
-Kikyo tal vez se confundió... - Respondió altanera-... pero eso no amerita que sea una mentirosa como sugiere... ¿o acaso es mentira que fue novio de ella hace unos años atrás?.- Lo miró desafiante. Esperaba una oportunidad como ésta para escuchar de sus labios aquello que tanto le molestaba desde el día en que lo supo de los labios de su hermana. Se produjo un leve silencio, ella clavó su mirada sobre la suya, esperando la respuesta ansiosa.
-No, eso no es mentira- Respondió finalmente él. Kagome tragó como pudo sintiendo el gusto amargo en la garganta, sólo asintió levemente y desvió su mirada al fin. Ya estaba dicho. Ellos dos estaban unidos por un antiguo sentimiento y eso la entristecía enormemente. ¿Porqué Kikyo lo tenía todo?... ¿porqué?- así que te contó eso... que extraño... - Murmuró el joven mirando atento a la chica que esquivaba enfada su mirada.- Creo que hay muchas cosas que debemos hablar... pero no aquí y no ahora.- Ofreció nuevamente su brazo con gracia y Kagome lo miró sin muchos ánimos por unos leves segundos, finalmente lo aceptó. Caminaron en completo silencio por el pequeño poblado, ella tenía la vista concentrada en el empedrado de la calle.
-Ey, Inuyasha!
Ambos voltearon y vieron a Shippo que traía el caballo tirado de las riendas.
-Miroku dijo que te lo trajera... me quedaré un rato con él en la casa de Moushi... nos veremos más tarde.
Ambos vieron al niño correr hasta donde el amigo de Inuyasha lo esperaba, en las afueras de una pequeña casa baja cerca de la playa.
-Es que Miroku tiene un amigo que se llama Moushi y Shippo le tiene mucho cariño... - Dijo Inuyasha. Kagome se detuvo entonces a contemplarlo, de pronto ya no estaba enfadada, el hombre hablaba con cariño cuando se expresaba del niño. – vamos...
En un segundo él se apeaba al caballo y tendía la mano a Kagome. Ella suspiró levemente y tendió su mano para estar, en segundos, sentada de medio lado frente a él.
-¿Dónde vamos?- Preguntó al fin. Inuyasha sonrió. Sabía que ella estaba enfada pero parecía que pronto se le había quitado el disgusto.
-Ya veras... – Murmuró él cerca del oído. Kagome sintió de pronto escalofríos. Estaban ahora solos, ni el niño ni el otro los acompañaban, pero... de alguna forma debía confiar en él... ¿acaso no se lo demostró al rescatarla y arriesgar su vida?. No pudo dejar de sentir miedo, se alejaban del poblado rodeando la costa, el único paisaje ahora era el bosque a un lado y el mar al otro que los acompañaba a su destino. Ahh, si su hermana no le hubiera contado aquellas cosas seguiría siendo una confiada con todos, como lo fue con Inuyasha al principio y no sentiría el miedo que tenía ahora cada vez que estaba a su lado.
De pronto subieron una pequeña loma, con la vegetación más exótica que jamás había visto, había escuchado que las islas del Caribe tenían vegetación propia y única y esta isla no era la excepción. Las cercas de madera al final del camino de tierra los recibieron con el sol aún en lo alto. Kagome arrugó el ceño pero no dijo nada, estaba demasiado intrigada a donde iban, porque estaban cruzando los terrenos de lo que parecía una hacienda, claro que no tenía plantaciones, sino que pasto reseco y descuidado. Al fin divisó la casona de dos pisos. Cuando llegaron a las escaleras de entrada Inuyasha bajó de un salto y tendió la mano a la joven para que descendiera. Ella lo hizo y en el momento en que estuvo a tierra alzó la vista mirando la casa, de paredes blancas y estilo europeo, como la hacienda de Sesshoumaru, pero bastante más pequeña. Tenía un jardín con unas flores que ella jamás había visto, eran extrañas y hermosas a la vez y el aroma de ellas llegaba hasta su nariz.
-¿Dónde estamos?- Preguntó al fin mirando a Inuyasha. Lo vio sonreír y subir las escaleras.
-Es mi casa- Dijo al fin con una sonrisa. Abrió la puerta y esperó a que ella entrara. Kagome estaba impresionada, no sabía si estaba bromeando o en verdad era ese su hogar ¿qué no era un pirata?- ¿Toutoussai?- Gritó de pronto, a su espalda. Ella miró a su alrededor. La casa era bastante lujosa... para un pirata ¿cómo era posible? Ya comenzaba a sentir verdadero miedo.- ¿dónde estas?
-¿Amo Inuyasha?
Era un anciano de cabello lacio, bastante delgado que entraba a la sala con una pequeña hacha en la mano, miró al joven y este se acercó a él abrazándolo fuertemente.
-Vaya, creí que esta vez si estabas muerto- Dijo Inuyasha burlón y el anciano respondía con una ancha sonrisa de sus arrugados labios.
-Eso quisieras, muchacho mal educado- Murmuró el anciano en el instante en que se separaron- ha sido bastante tiempo esta vez ¿no? Un año casi...
El joven suspiró encogiéndose de hombros, luego el anciano posó su mirada en Kagome que miraba atenta la escena, el anciano abrió los ojos inmensamente.
-Oh... lo siento señorita... señora- Cambió luego de opinión al notar que llevaba un traje de novias. Ella sonrió levemente, algo incómoda, tenía muchas preguntas pero ahora no era el momento. El anciano giró hacia Inuyasha con una mirada interrogativa y el joven entonces se acercó a Kagome.
-Toutoussai... ella es Kagome Higurashi... mi esposa.
El hombre entreabrió los labios mirando pasmado a Inuyasha, sin creer que lo que estaba diciendo era realidad o broma. Y Kagome también se estremeció, sintió algo extraño cuando él dijo "mi esposa".
-Ahhh, muchacho, tú quieres matarme... - Regañó. Kagome enrojeció bajando la vista e Inuyasha se cruzó de brazos.
-Si es verdad, me casé... - Sonrió divertido, luego el rostro del joven pareció ponerse serio- aunque ni anillos de bodas le regalé- Masculló.
-¿Es cierto eso?- Preguntó el anciano mirando incrédulo aún a Kagome.
-Si, lo es- Murmuró la joven con la cabeza gacha. Se produjo un silencio y luego entonces el anciano carraspeó.
-Bueno entonces... me iré a cortar leña... y no los molestaré por un buen rato... - Dijo no muy convencido mientras se rascaba la cabeza.
-No le hagas caso, es algo obstinado- Dijo de pronto Inuyasha. Tomó la mano de la joven y la instó a seguirlo subiendo las escaleras.- puedes descansar en esta habitación si quieres, mientras esperamos la cena... perdona el polvo... ya vez que hace un año que no pongo los pies en esta casa.- Sonrió haciendo un gesto y bajó para luego desaparecer. Kagome se quedó quieta unos instantes. ¡Pero qué extraño le resultaba todo! Abrió la puerta y entró a un cuarto que la sorprendió más aún. Era una gran habitación, lujosa y muy iluminada. Ella cerró la puerta y de inmediato aplicó el seguro. Se giró ya más tranquila y comenzó a caminar. Una cama grande de esas que se usaban en París donde dormían sus amigas, abarcaba buena parte de la habitación. Había un tocador muy femenino blanco, con un espejo grande en donde ella se miró y vio las profundas ojeras de sus ojos, sin contar con lo despeinada que estaba. A un lado un armario de color ébano y junto a la cama una mesa. La habitación contaba con un baño, el cual tenía una tina que ella agradeció enormemente. El lugar era realmente hermoso, pero aún estaba intrigada ¿porqué Inuyasha vivía en una casa así?... ¿y entonces porqué era un pirata?. Caminó luego hacia la cama, una cubierta de polvo estaba impregnada en la ropa y ella arrugó el ceño, comenzando a sacar una a una las frazadas y luego, abriendo las ventanas de par en par caminó hasta el balcón en donde las sacudió.
El sol casi se ocultaba en el horizonte del mar y ella al fin tenía la habitación completamente limpia. De pronto sintió pasos en el pasillo y vio la perilla de la puerta que se movió un par de veces, enseguida tocaron a la puerta con sutileza.
-¿Kagome?
Era la voz del joven que sonó preocupada. Ella avanzó rápidamente y abrió.
-Lo siento... - Murmuró la joven. Inuyasha dio un paso dentro de la habitación comprendiendo lo que ella había hecho, seguro que aún no confiaba en él... que tonto... y él preocupándose por ella... - estaba limpiando- Acotó la joven mirando el rostro desilusionado del joven. El capitán carraspeó y adoptó una postura orgullosa.
-Bueno, te traje un par de vestidos del pueblo... lamento que tengas que usar ropas que no son muy de tu estilo, pero aquí es escaso... aquí estan tus cosas... - era el cepillo, el velo de novia y la horquilla de mariposa.-... sé que también deseas darte un baño, hay algo de jabón junto a la tina... y cuando bajes podemos cenar, la comida esta lista.- Entregó un fardo de ropas en sus brazos y salió. Kagome ni siquiera había tenido tiempo para dar las gracias.
El joven estaba sentado en la cabecera de la mesa con los brazos cruzados y sus ojos dorados concentrados en las llamas de los candelabros que tenía enfrente. Todo era silencio ahora y a lo lejos se podía escuchar el sonido las olas del mar que reposaban en la arena color oro.
-Inuyasha... - Murmuró ella. El joven levantó la cara casi pegando un brinco, se sorprendió de verla de pie, casi a su lado, mirándolo turbada porque el vestido que llevaba ahora dejaba al descubierto gran parte de su cuello y el escote terminaba casi justo en el nacimiento de sus senos, realzándolos más. El verde esmeralda de su traje contrastaba con la piel tan blanca y el cabello negro que ahora lo tenía completamente trenzado. Se levantó torpemente de la silla sin dejar de mirarla.
-Luces... her... muy bien- Corrigió antes de ceder a su impulso. Ella sonrió a medias y miró el puesto que estaba a su lado. Inuyasha caminó presuroso y cedió su silla.
-Gra... gracias.- Murmuró. Él sólo sonrió y volvió a su puesto.
-Es pescado asado con patatas... ojalá te guste.- Dijo intentando parecer despreocupado.
Kagome llevó el tenedor a la comida y lo probó, luego sonrió.
-Esta muy bien... ¿quién lo preparó?
-Yo, Toutossai esta sólo para cuidar la casa- Dijo comiendo con ahínco y luego dándole un sorbo a la copa de vino que tenía a su lado.
-¿Y esta es en verdad su casa?- Preguntó Kagome comiendo aún. Inuyasha sonrió cruzándose de brazos y acomodándose en la silla, sabía que eso le intrigaba.
-Debes estar preguntándote como un sucio ladrón como yo tiene una casa tan lujosa¿verdad?... Pues te lo contaré... – Dijo burlón-... siempre me gustó esta isla porque es muy pacífica y no hay nobles que discriminan a los pobres... pero aquí vivía un ermitaño... un rico de Inglaterra que empobreció... yo hace dos años vine hasta aquí nuevamente y me enteré de su desgracia... - Kagome había dejado de comer y escuchaba atenta, mirándolo de pronto a los ojos y luego bajando la vista cuando él la miraba a los suyos-... no me dedico siempre a la piratería... soy un navegante, como mi padre y he hecho algunos negocios... así pude comprarle esta bella casa... me recuerda a la que tuve yo, en tu isla... y que me arrebató Sesshoumaru...
Comieron en absoluto silencio, ella ni siquiera levantaba la vista, Inuyasha daba de vez en cuando un par de miradas y luego bajaba hasta el escote sin poder evitar sentir algo de deseo por ella.
-Yo... - Dijo de pronto el capitán mirándola con seriedad-... necesito saber cuales fueron tus razones para que te casaras conmigo.
Ella dejó de comer y apretó la servilleta de genero que tenía en su regazo nerviosamente.
-¿No me lo quieres decir?- Interrumpió el joven al notar que ella no respondía.- ya veo... - Murmuró haciendo una mueca de desprecio.- significa que valgo tan poco que ni siquiera merezco una explicación ¿no?
-No... no es... - Murmuró ella asustada. Lo vio levantarse de la mesa enojado.
-Tú y tu hermana querían que me apartara de Sesshoumaru¿es eso?
-Sí- Respondió ella levantando la vista y mirándolo desafiante. Así que era eso, ella sacrificándose por aquel maldito- sí, lo hice por él... y por Kikyo... - Acotó ella mirándolo intensamente. Inuyasha la miró confundido.
-¿Kikyo?... ¿para que no supieran que era mi amante?- Preguntó Inuyasha inesperadamente. Kagome lo miró sorprendida y sintió el pecho latir con fuerza.
-¿Qué?... ¿amantes?
-No pongas esa cara de no saber nada, tu hermana te contó lo que tenía con ella y por eso decidiste ayudarla... y también para que Sesshoumaru no se enterara- Bufó el joven cruzándose de brazos.
-¿Amantes?- Murmuró Kagome sin creer. De pronto sintió que las mejillas se encendían aún más. ¿Cómo había sido tan ciega acaso?. ¿No era por eso que estaban a solas en el cuarto el mismo día del compromiso?. ¿No era por eso que el niño había dicho que una mujer lo iba a ver en las tardes? En las tardes, precisamente cuando su hermana se desaparecía por horas... era Kikyo!. No pudo evitarlo y se cubrió la cara con ambas manos ocultando la tristeza que la embargaba.
-Acaso... - Inuyasha la miró turbado- ¿ella no te dijo eso?- Murmuró al fin. Kagome comenzó a llorar y movió la cabeza. Inuyasha tragó con dificultad. ¿Pero qué demonios había sucedido entonces!- Kagome...
-Dijo que usted quería secuestrarla... lo hice por eso... lo hice por eso... pero que... que tonta fui... - Sollozó con desesperación.
-Secuestrarla... no... yo sólo le pedí que nos fuéramos juntos... - Murmuró Inuyasha. Kagome se levantó más dolida aún y corrió subiendo las escaleras, seguida de él, antes de abrir la puerta de la alcoba él posó su mano sobre la suya impidiéndole la entrada.- Kagome...
Ella estaba medio encogida ocultando una mano sus lagrimas, no quitó su mano de la suya, sino que se giró lentamente quedando aprisionada por él y la puerta. Sollozó levemente, no podía creer en las mentiras de su hermana y menos que le hubiera hecho eso. Inuyasha la miró unos segundos con la cabeza inclinada, sintiendo demasiada congoja que percibía se destrozaba el alma. Apartó la mano de ella que ocultaba sus lágrimas y la miró.
-No llores pequeña... - Murmuró sin saber que más decir. Kagome tragó con dificultad acallando el llanto poco a poco y de pronto sus ojos se alzaron y quedaron sobre los dorados de él, tan peligrosamente cerca, ahora podía admirar el bello color de ellos que la miraban de una manera extraña, como si quisiera descubrir su alma- no llores... – Volvió a murmurar, desviando su mirada a su cuello blanco, estaban tan cerca el uno del otro que sólo ahora el capitán se daba cuenta de la forma en que casi la tenía entre sus brazos. Bajó su mano de la cara, lentamente hasta su cintura y ahí la aprisionó más fuerte contra sí. Ella dejó de respirar, lo miró de pronto asustada pero no dijo una sola palabra. Inuyasha se acercó despacio, pero no la besó como ella creía, sino que desvió sus labios hasta el cuello, rozándolos al principio y dándose la libertad de aspirar el delicioso perfume de ella. Kagome comenzó respirar con dificultad, sintió escalofríos al percatarse que los labios varoniles se rozaban contra su piel, y el estómago se encogía más aún.- eres tan... tierna... suave... pequeña... - Lo escuchó murmurar sintiendo el aliento cálido de su boca en su oído, él había dicho aquel comentario espontáneamente. Soltó al fin la mano que sujetaba la suya, sobre la perilla de la puerta y comenzó a besar su cuello ahora con algo de pasión, bajando cada vez más. Subió su mano para descorrer la tela de su vestido más abajo dejando al descubierto sus hombros y besando aún, dejándose llevar por el delirio. Kagome jadeó de pronto, sintiendo que apenas podía sostener las piernas, el calor de su cuerpo le era de pronto insoportable, y el capitán parecía no detenerse ¿qué estaba haciendo¿Ella le estaba permitiendo hacer lo que quisiera?. No puede ser, él se iba a ir con Kikyo, se iban a fugar y ella ahora sólo estaba con él producto de un engaño, nada más!. Tanteó rápidamente la perilla de la puerta hasta al fin alcanzarla y la abrió entrando rápidamente en ella y cerrando otra vez con seguro. Inuyasha ni siquiera alcanzó a reaccionar, pestañeó confundido y luego suspiró hondo, dejando caer la frente en la madera helada.
Continuará...
