Capítulo 13: "Juegos de Seducción"

Esa noche fue la noche más larga que hubiera tenido. Lloró hasta que ya no tuvo más lagrimas y también maldijo a Kikyo por lo que le había hecho. Había sido egoísta, mala, poco sincera y cruel con ella, cuando su intención sólo fue ayudarla. Pero su odio no duró demasiado, no podía sentir odio en su corazón aunque fuera por su hermana. Al fin y al cabo, había hecho algo que le pareció justo... y además... estaba Inuyasha... ¿porqué le dolía más saber que se iba a ir con su Kikyo? Tal vez él la amaba, como Sesshoumaru también la amaba ¿qué tenía su hermana que siempre lo tenía todo?... ¿Porqué?

Al fin amaneció y como un consuelo los rayos de sol entraron por las cortinas de la habitación hasta su cara. Se incorporó apenas y dio un suspiro. El dolor de cabeza se dejó notar de inmediato.

-Tonta, eso sucede por llorar toda la noche.- Se reprochó. Salió de la cama vestida con la enagua que completaba el conjunto de novia, era lo único que había encontrado como ropa para dormir. Descorrió las cortinas y miró el verde esmeralda del océano tan limpio y tranquilo... era bello, pero extrañaba tanto su casa. A Kaede, su madre, Sesshoumaru... incluso a la pérfida de Kikyo. De pronto de asustó al verlo pasar allá abajo. ¿Era él? Estaba tan lejos la orilla de la playa, pero sin dudas era Inuyasha que cabalgaba sobre aquel caballo negro, con rumbo seguramente al poblado. Sintió el corazón latir aprisa ¿porqué estaba sintiendo cosas tan raras cuando lo veía ahora?. El recuerdo de sus labios sobre su cuello hizo que la piel se erizara en segundos, el corazón latió con más fuerza, casi hasta doler. Su mano que descorría la tela de su vestido para besar su hombro y aquellas extrañas sensaciones que tuvo mientras él lo hacía... otra vez sentía que el estómago se encogía y tuvo dificultad para respirar. Sacudió la cabeza intentando borrar aquellos recuerdos pero llevó ambas manos a sus mejillas sorprendiéndose por el calor que ellas emanaban.

-¿Porqué me hace esto?- Murmuró dolida. ¿No se suponía que él ama Kikyo! – Tal vez sólo quiere satisfacer sus instintos- Musitó asustada. Tapó su cara con ambas manos, tenía miedo, miedo de lo que pudiese pasar ahora... tal vez lo mejor sería que el "matrimonio" concluyera, ahora que ambos sabían que habían sido engañados por su hermana no había más razón para ello... pero estaba Sesshoumaru... oh, Sesshoumaru, que no dudó un segundo en entregarla a Inuyasha como esposa... sin siquiera preguntar... - Oh, Dios... ¿qué haré?- Suspiró con desesperación.

Bajó con lentitud las escaleras apoyándose en el pasamanos de madera y observó cada detalle de la casa. ¿Hubiera traído a su hermana acá?... ¿Estaba su alcoba destinada a ella tal vez? A los dos... mejor dicho... Se mordió el labio sintiendo algo de molestia nuevamente. Sólo recordar que ellos compartían una historia la hacía sentir triste... y tonta. Con sus pies desnudos caminó hasta cruzar el comedor. La mesa estaba ahora completamente arreglada, sin rastros de la noche anterior. Tal vez él quería esta casa después de todo, tal vez era cierto, le recordaba la hacienda de Sesshoumaru. Finalmente llegó a la cocina. Era un lugar espacioso y que a pesar del abandono, habían unas cuantas cosas en la despensa. La fruta fresca sobre la mesa la hizo abalanzarse a ella y coger una manzana. Ahora sabía que estaba hambrienta. ¿No sería algo bueno preparar el almuerzo? Así, de alguna manera, agradecería la cena de la noche anterior... otra vez sintió que el corazón comenzaba a latir con fuerza... pero ¿porqué?.

Las clases de cocina aprendidas en los años en el internado de monjas le servían ahora, porque con unos cuantos alimentos había preparado una comida que al menos, olía bastante bien. Un par de tortillas de verduras con algo de arroz sería suficiente para ellos dos. Inuyasha entró a la casa sintiendo el delicioso aroma a comida, extrañado, se preguntaba cómo era que Toutoussai había vuelto si el viejo estaba desaparecido desde el día anterior.

-Ah... ¿Desde cuanto te dedicas a cocinar Toutoussai?- Se detuvo en seco cuando vio a la joven que volteaba pasándose el dorso de la mano por la frente para quitar un mechón rebelde de su flequillo y sonrió levemente. – Kagome...

-He preparado algo para el almuerzo... no sé si le gusta... - Dijo ella mientras volteaba sintiendo la mirada penetrante en su espalda. – es... - Volteó con las tortillas sobre un recipiente- esto... también preparé arroz...

Inuyasha sonrió y asintió.

-Claro... prepararé la mesa... - Murmuró apenas. Salió de la habitación algo contrariado. Ella parecía comportarse como si nada ¿Acaso el saber que fue engañada no le haría ahora pedir que se separaran? Porque luego de la confesión de anoche, su temor, sí, su temor fue ese. ¿No sería mejor que terminaran con la farsa?

Ella subió a cambiarse, miró los vestidos cual de todos más escandalosos para ella, parecían de cortesanas. ¿Pero de qué lugar los había traído? Miró el azul por largo rato y finalmente decidió ponérselo, con pesar nuevamente porque el escote quedaba demasiado debajo de las clavículas de su cuello. Se miró en el espejo y estiró como pudo la tela más arriba, pero era casi imposible. Bueno, tendría que lidiar con estas cosas por un tiempo. Miró su cabello y eso la hizo sonreír. El cabello largo que Kaede insistía en no cortar ahora le ayudaría.

Cuando se aproximó a la sala con las bandejas de comida en sus manos, él pudo notar de inmediato lo perfecto que el vestido le quedaba. El largo apenas rozaba el suelo y la cintura se apegaba como un guante a su talle. Cuando su vista subió más arriba se encontró con el cabello ébano que cubría buena parte de su pecho. El peinado estaba sujetado desde la mitad en una semi coleta ajustada con la horquilla, dejando que el resto del cabello cayera con gracia sobre su pecho sin dejar de admirar mucho. Sonrió malévolamente al ver que Kagome le daba una rápida mirada, sonrojada, sin dudas ella sabía lo que estaba pensando, que el peinado fue echo a propósito.

-Gracias... – Murmuró cuando ella dejó la comida frente a él, con la voz demasiado sensual que hasta él mismo se extrañó que sonara así. Kagome se estremeció y se alejó rápidamente.

-Espero que le agrade- Dijo llevándose el tenedor a la boca sin mirarlo.

-Pues... - Dio un bocado a la comida y levantó el rostro- tienes mano de monja... - Sonrió. Kagome también sonrió, más relajada. – Supongo que te enseñaron en el internado ¿no? - Kagome levantó el rostro y lo miró fijamente, el joven quedó con el tenedor a medio camino, la miró intrigado.- ¿qué sucede?- Preguntó preocupado.

-No... no es nada... sólo que... me sorprende que lo haya recordado... - Lo vio entonces sonreír ampliamente y ella bajó de inmediato al vista. Otra vez temblaba bajo su mirada, sentía de pronto que desfallecería.

-Yo... - Interrumpió luego de un profundo silencio cuando ambos ya acababan su comida.- Kagome... - La llamó al ver que ella aún no levantaba el rostro. Ella dejó el tenedor sobre el plato y lo miró expectante pero sin dejar de respirar algo entrecortado. Ah! Ahora le faltaba el aire.- Bueno... yo quiero... pedirte mis más sinceras disculpas... - Dijo el joven y ella entonces se tranquilizó, la mirada se volvió interrogativa, pero no dijo nada- por lo... que intenté hacerte aquella vez, cuando llegamos al barco.- Kagome enrojeció súbitamente y bajó la vista-... estaba muy disgustado contigo, con Kikyo... con todos... y... lo lamento mucho.- Dijo finalmente mirándola a los ojos en todo momento aún cuando ella ya no lo miraba.

-No... no se preocupe... lo entiendo.- Musitó ella.

-No haría nada que te lastimara... y no volveré a tocarte... a menos que tu quieras... - Acotó él sintiendo que su pecho se oprimía. Kagome dejó de respirar y tembló en su silla ¿qué había dicho! La vio levantarse de pronto y tomar el plato.

-No se preocupe. Eso no sucederá- Salió con pasos vacilantes sin dejar de sentir aquella mirada que la seguía hasta salir de la habitación. Cuando estuvo en la cocina se afirmó en la mesa y respiró con dificultad ¿pero porqué sus palabras la confundían tanto?... ¿Cómo podía decir todo eso si él mismo quiso fugarse con su hermana?... ¿Estaba jugando?... ¿Se estaba burlando de ella?... ¿Era una venganza?...

-¿Porqué eres así?- La voz la hizo voltear sorprendida. Lo miró desafiante.

-A... ¿A qué se refiere?- Respondió mirándolo a los ojos.

Inuyasha se afirmó en el umbral de la puerta cruzándose de brazos y levantó una ceja, mirándola casi de manera descarada, ella enrojeció nuevamente turbada intentando escapar de su vista, pero estaba acorralada, la única manera de salir de su alcance era por la puerta que él ahora obstruía con su presencia.

-A esto que estoy viendo en ti. – Se acercó hasta ella, Kagome volvió a temblar cuando él se puso frente a ella. Era tan alto y su cuerpo musculoso, se sentía indefensa frente a él. Levantó su mano hasta su rostro muy lentamente, entonces Kagome antes que él la tocara se alejó asustada, retrocediendo un paso. Inuyasha arrugó el ceño.- ¿Ves?... ¿Porque huyes?

-No quiero que me toque- Respondió ella enojada. Lo vio abrir los ojos, impresionado, luego sonrió con burla, mirándola de forma despiadada.

-Oye pequeña... tú decidiste casarte conmigo ¿No sabías lo que todo eso implicaba?... ¿No escuchaste al cura que nos casó los deberes que nos une? Aunque este matrimonio fue una farsa ¿cómo aceptaste unirte a mí?

-No... no... - Musitó Kagome desviando la mirada.

-Bueno tranquilízate- Gruñó de pronto él al ver que estaba alterada.- vine aquí sólo para preguntar porqué te ocultas de esa forma. Ocultas con tus cabellos tus encantos... te molesta vestir así, te molestas cuando digo que te vez hermosa... recuerdo cuando te conocí allá... parecías tener miedo de mostrarte... de mostrar que eres bella.

Kagome tragó con dificultad, alzó de pronto la vista a él sin creer en lo que había dicho.

-Sí, eres hermosa... más hermosa que tu hermana porque tienes cualidades que realizan tu persona... - Le habló casi como un susurro, su mirada cambió, más dulce, conciliadora. Sonrió levemente al ver que ella estaba casi pasmada ¡Qué nadie demonios le había dicho que era bonita!

-Bueno... – Dijo ella finalmente devolviéndole la mirada, agradecida- gracias... - Murmuró.

-Sé que te juzgué mal... - Siguió él acercándose más. Kagome se encontraba paralizada por sus palabras, ni siquiera se percató que él la tenía completamente acorralada contra la mesa-... es cierto, creí que eras una mentirosa y arpía como tu hermana... pero ahora me doy cuenta que sólo lo hiciste por ayudar a alguien... - él pareció ensombrecer su rostro, la miró con seriedad- con alguien que no se lo merece, esta vez me refiero a Sesshoumaru...

-No! No diga que no se lo merece- Interrumpió Kagome. Él la miró sin expresión unos segundos, luego pareció tensar la cara.

-¿Ves que tengo razón? Eres una ingenua.

Kagome enrojeció pero esta vez de molestia. Todo pareció cambiar de pronto de rumbo. Lo miró enojada entreabriendo sus labios, pero finalmente no dijo nada.

-Lo siento... pero lo digo porque él te entregó sin titubear a mi, sin pensar en tu bienestar... con el odio que me tiene... y tu lo defiendes... - Dijo enojado. Kagome bajó la vista.

-Eso... ya lo sé... - Murmuró muy bajito. Él sintió que el corazón se le destrozaba ¿por qué tenía aquellos sentimientos por ella? Era como si a pesar de todo, siempre la lastimaba de alguna manera y no quería hacerlo.

-Y a pesar de todo eso... ¿lo amas?- Preguntó consternado. -Yo... creo... - Murmuró levantando los ojos, recién ahora se daba cuenta lo demasiado cerca que estaba, casi podía respirar su mismo aliento. Intentó esquivarlo, la mesa estaba chocando atrás suyo. Él vio ahora la ventaja que tenía y posó ambas manos a su lado, impidiéndole cualquier escape.

-Anda pequeña, dime... tengo curiosidad... ¿aún lo amas? – Sonrió al verla asustada. Sabía que la ponía nerviosa, no era tonto, y eso -lo entusiasmaba más para hacerle esa clase de juegos. Es que jamás se había encontrado con una joven así, como ella, parecía tan pura e inocente.

-Yo... - Titubeo apenas sintiendo que el estómago le hacía cosquillas- yo... no sé...

Inuyasha arrugó el ceño, no era la respuesta que esperaba, esbozó una pequeña sonrisa inclinándose más a ella. Kagome bajó el rostro sintiendo ya escalofríos.

-¿No lo sabes?... ¿no sabes si lo amas?- Alzó la voz al preguntar. Kagome enrojeció más aún ¿porqué le hacía esa clase de preguntas tan privadas?- mmmm... bueno... te creeré... - Murmuró al fin, apartando ambas manos de la mesa y retrocediendo un paso. Kagome se alejó de inmediato, vio su rostro, él parecía a punto de estallar en carcajadas.

-¡Es usted un tonto!- Respondió enojada.

-Jaja, tranquila, tranquila... - Sonrió el joven capitán viendo que ella lo miraba ya casi con odio.- lo siento... no quise incomodarte...

-No!- Respondió rencorosa- No! Usted sí quiere incomodarme, siempre lo hace! Siempre se burla de mí ¿porqué? Porque me ve como una niña y no lo soy!- Se volteó dejándolo solo en la cocina. Él se afirmó en la mesa esbozando una pequeña sonrisa, mirando el lugar donde ella había estado la última vez.

-Claro que sé que no eres una niña... – Murmuró.

Ella se asomó por la ventana y lo vio cabalgar. ¡Pero qué se creía al tratarla así?... ¿En hacerla sentir siempre mal? Y eso de decirle "pequeña"... claro, como él era un pirata quizás cuantas mujeres pasaron por sus brazos. Y a ella ahora la trataba como una tonta. Bajó corriendo las escaleras hasta la cocina, abriendo los cajones de la alacena y encontrando al fin un par de tijeras.

-No soy una niña... - Regañó, y tomando sus cabellos sueltos que casi llegaban al piso, comenzó a cortar sin remordimientos hasta la espalda baja. Siempre le incomodó que la vieran como la "pequeña", como Sesshoumaru, que la veía casi como su hermana menor y no como una mujer, por eso tal vez se había fijado en Kikyo y por eso ella intentaba vestir y aparentar más edad de la que tenía. Aunque Kaede se esforzaba en decir que era su "niña", no lo era, no lo era.

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Caminó el mismo pequeño camino de tierra por donde ellos habían galopado anteriormente hacia la pequeña hacienda. Decidió partir al pueblo y comprar algo de alimentos con el dinero que encontró en un cofre en la sala. El sol brillaba con fuerza posándose sobre su piel que ya casi ardía y si no fuera por la brisa fresca marina seguro caía desmayada a mitad del camino. La próxima vez iría en caballo, aprendería a montar de una vez por todas. Cuando llegó finalmente miró a su alrededor buscando una verdulería que no demoró en encontrar.

-Hola! Se cortó el cabello!

Kagome mientras pagaba al vendedor se volteó al escuchar la voz infantil y vio al pequeño pelirrojo que llevaba un caramelo en su mano.

-Hola Shippo.- Saludó ella con una amplia sonrisa mientras se agachaba a su lado.- ¿cómo has estado?

-Bien señorita.- Respondió mientras se llevaba el caramelo a la boca sin dejar de mirarla algo extrañado. Kagome ladeó la cabeza.

-¿Porqué no has ido a dormir a la casa?... creí que ustedes llegarían por la noche.- Preguntó Kagome.

-Nooo, Inuyasha dijo que no debíamos molestarlo porque los recién casados debían estar solos.- Respondió el niño y Kagome lo miró pasmada, el corazón comenzó nuevamente a latir con violencia y se levantó lentamente, con el rostro enrojecido.

-¿Qué?... ¿eso dijo?- Murmuró asustada.

-Shippo!... Oh, buenas tardes señora.- Saludó el joven de ojos azules con una reverencia.

-Buenas tardes- Respondió ella cortante. Miroku sonrió levemente y posó una mano sobre el hombro del pequeño.

-Nosotros debemos ir donde Moushi... él no quiere que lo dejemos solo, pobre hombre, usted entiende... la edad... - Sonrió el segundo a bordo excusando de alguna manera lo que el niño había dicho ya que había alcanzado a escuchar la revelación, que por cierto era cierta.

-Claro... - Murmuró Kagome clavando sus ojos castaños en el joven quien se excusó rápidamente alejándose con el niño de su lado. Ella caminó molesta ¿pero que era lo que pretendía?... ¿seducirla?... había leído algo así en aquellas novelas rosa de sus amigas, seducir era algo así como el cortejo... ¿sería posible?... pero entonces... ¿porqué?... se detuvo en medio de la calle sintiendo aquellas cosquillas en el estómago... ¿podría ser que... estuviera interesado en ella?...- No! Él ama a Kikyo, se iba a fugar con ella- Murmuró enojada retomando el paso. Escuchó las risas de una mujeres algo escandalosas cerca suyo, levantó el rostro y vio a unas jóvenes con el rostro muy maquillado y peinados medio elaborados, que se reían al verla. Kagome enrojeció y arrugó el ceño. Intentó seguir su camino pero las risas eran más estridentes ¿acaso se burlaban de ella?.

-Ey, pequeña!- Gritó una, que vestía un traje de color naranja, con bastantes vuelos y encajes.- oye!- Gritó a viva voz. Kagome dudó unos instantes y luego caminó hasta el grupo mirándolas expectantes mientras las otras no quitaban la risa burlona de sus rostros.

-¿Desean algo?- Preguntó ella intentando aparentar tranquilidad y mirando fijamente a cada uno de los rostros. La de vestido naranjo sonrió y estirando su bronceado brazo alcanzó con sus dedos la tela del vestido de Kagome, haciendo que la muchacha reaccionara de inmediato retrocediendo un paso.

-Pues sí muchachas! Es éste!- Rió y todas rieron más. Kagome enrojeció enojada.

-¿Qué es lo que tanta gracia les causa?... ¿Acaso este vestido no es igual al que usan ustedes?

-Pues así es... es como el que nosotras usamos... es más... ese vestido junto con otros los compré a unos mercaderes aquí hace un par de días, ni siquiera alcancé a usarlo porque Inuyasha me los pidió... y nadie puede negarse a un hombre como ese... - Sonrió la mujer con malicia. Kagome pareció no entender.

-¿Así que los quería para ti?...- Preguntó otra afirmando sus manos en su cintura y comenzando a caminar alrededor de Kagome, como inspeccionándola.-... creo que él debe haberlos llevado a una costurera, porque tú eres más alta Natsumi... y más desarrollada...

-Dime pequeña... ¿qué eres de Inuyasha?... ¿su hermana acaso?- Preguntó Natsumi ya adoptando una actitud de pocos amigos.- desde que volvió no ha querido nuestra compañía... ¿no lo dejas venir con nosotras?

Kagome las miraba con seriedad a cada una de ellas casi mordiéndose el labio, intentando parecer tranquila pero aquellas mujeres le daban mal presentimiento ¿porqué decían todas esas cosas?

-Yo no mando en él... ¿es usted algún pariente?- Preguntó Kagome. Las demás rieron estruendosamente. Natsumi tapó su risa bajo su mano y luego se inclinó a Kagome.

-Mmmm... digamos que soy... una amiga... una muy buen amiga... - Murmuró. Kagome la miró disgustada. No alcanzó a abrir la boca cuando un hombre tomó de un brazo a una de las jóvenes y casi la arrastró hacia dentro.

-Vamos preciosa, no tengo mucho tiempo!

Y entonces Kagome comprendió, levantando el rostro hacia el letrero del lugar claramente vio las palabras "Taberna" y aquellas mujeres eran las tal y desvergonzadas "cortesanas" con las cuales había escuchado nombrar a su madre y Kaede allá en la isla. ¿Inuyasha con cortesanas?. Volteó enojada y chocó con él. Kagome levantó el rostro y lo vio muy serio, con la mirada dorada clavada sobre las mujeres, que de pronto callaron su risa.

-Hola Inuyasha ¿Cómo estas?- Preguntó la irritante voz de Natsumi. Kagome intentó marcharse del lugar tan rápido como sus piernas se lo permitieran pero no alcanzó a dar un paso porqué el capitán la sujetó con fuerza de un brazo.

-Kagome no te vayas- Dijo él dándole luego una mirada de súplica. Ya conocía a esas mujeres como eran de hirientes y sabía que Kagome descubrió el origen de sus vestidos.

-¡Déjeme!- Regañó furiosa mientras intentaba soltarse pero le fue imposible.

-¿Porque no dejas que se vaya a preparar la cena y te quedas mientras tanto... conmigo?- Preguntó Natsumi acercándose hasta él. Inuyasha tensó la mandíbula y la miró con seriedad.

-Lo siento Natsumi... no puedo. Estoy casado y ella es mi esposa.

Las mujeres lo miraron incrédulas y Natsumi, luego de unos instantes de perplejidad se mordió el labio y miró de reojo a Kagome que aún intentaba zafarse de su agarre.

-¿Estas bromeando?... no... ella no es tu esposa... no PUEDE ser tu esposa- Recalcó. Kagome le dio una mirada de hielo, finalmente sacudió el brazo e Inuyasha la soltó.

-Sí, soy su esposa... pero no se preocupe, puede estar con él, a mi no me interesa!- Respondió con rabia y volteó alejándose de ellos. Quería llorar, quería estar en cualquier lugar menos en esta isla, menos cerca de aquellas espantosas mujeres. Todas parecían tener de alguna forma a Inuyasha... Kikyo... las cortesanas... pero ella jamás dejaría que le hiciese algo, jamás!. Caminó a tropezones sin poder evitar pasarse la mano por las mejillas rojas y húmedas. – Lo odio, lo detesto!- Gimió. Finalmente se sentó sobre una roca a la vera del camino y sacudió la cabeza. ¿Porqué le dolía tanto?... ¿qué estaba pasando con ella?... Se tapó la cara con ambas manos llorando con desconsuelo. Inuyasha la vio de pronto y bajó del caballo de un salto, corriendo a su lado.

-Kagome ¿te dijeron algo?... ¿te lastimaron?- Preguntó agachándose a su lado. Ella se sobresaltó al escuchar su voz y luego negó con la cabeza.- ¿porqué lloras?- Preguntó angustiado. Kagome detuvo el llanto y se levantó mirándolo furiosa.

-¡Que le importa!- Gritó. Él abrió los ojos sorprendido.

-¡Porque te enojas conmigo?- Preguntó algo herido. Kagome intentó marcharse pero luego se detuvo y volteó mirándolo furiosa.

-Usted! Usted sólo me hace sentir mal... se burla, me humilla, me compró vestidos de cortesanas sólo para burlarse... ¿porqué no de deja en casa? Si tanto lo molesto lléveme a casa, pero basta de humillaciones¡No lo soportaré¡No lo haré!.

Inuyasha entreabrió los labios sorprendido pero a pesar de todas las palabras vertidas por la joven, aún no sabía por qué estaba tan disgustada.

-Pero... yo no te humillo, Kagome... – Murmuró más dolido.

-Sí, lo hace... me detesta¿No es eso?- Gritó casi fuera de control, ahora si lo miraba directo a los ojos, no tenía vergüenza de esquivar su mirada- debería haberme dejado con el bucanero aquella vez! O haberme rechazado cuando lo obligaron a casarme conmigo! Así estaría ahora, junto a Kikyo o alguna de esas horribles mujeres de la taberna!

Él la miró pasmado, luego de unos segundos comenzó a esbozar una sonrisa ¿estaba celosa?... ¿podría ser eso?

-Tonto!- Masculló Kagome mirándolo con odio al ver que él esbozaba una sonrisa.- Idiota! cretino!

-Ya, ya... tranquila... - Sonrió Inuyasha acercándose a ella- no manches tus puros labios con agravios tan duros... qué dirían las monjas que te enseñaron protocolo... - Tomó su brazo con delicadeza pero vio la mirada de fiereza en sus ojos castaños.

-Aléjese! Le dije que no me tocara!

-Ya basta Kagome!- Gruñó de pronto dándole una mirada temible. – ¡Te comportas como una chiquilla!

-Suélteme le dije!- Gritó intentado con fuerza deshacerse de su agarre. Ella parecía otra ahora, estaba tan disgustada, tan alterada, que él apretó más su brazo. Kagome lo miró con odio y lo apartó bruscamente y con un fuerte golpe de su otra mano, le dio en el pecho. No supo como, tal vez estaba demasiado confiado pero el golpe fue sorpresivo, perdió el equilibrio y cayó sobre la roca con tan mala suerte que se pegó en la cabeza, cayendo luego a tierra pesadamente. Kagome retuvo el aire ahogando un grito de pánico con su mano y rápidamente se arrodilló a su lado, para ver un hilillo de sangre en la sien del capitán.- Oh! No, Dios, que he hecho! Lo siento! Lo siento!- Gimió tomando la cabeza entre sus temblorosas manos y notar que él no reaccionaba- capitán... Inuyasha!... por favor... Inuyasha... - La desesperación la tenía al borde del colapso, él no reaccionaba y era su culpa!- Dios... no... - lloró afirmando la cabeza en su robusto pecho.-... no quise dañarlo... perdón... perdón... Inuyasha... despierta... - Gimió. Levantó la cabeza y miró su rostro inconsciente. Casi no lo pensó, acercó sus labios a los de él como si intentara revivirlo brindándole de su aliento, pero pronto notó una mano en su espalda y los labios de él se movieron levemente. Kagome abrió enormemente los ojos y lo vio sonreír a través de su beso. Ella enrojeció dándose cuenta del engaño pero al intentar separarse él tomó su muñeca con fuerza y la mano en la espalda la presionó más fuerte, Kagome cayó sobre él y antes que pudiera hacer otro movimiento, el capitán entreabrió sus labios y los atrapó en los suyos, eran tan suaves como una caricia que la dejaron paralizada. Su corazón latía tan fuerte que casi dolía, sin contar con el nudo en el estómago. Se estremeció por completo, hubiera querido separarse, pero los labios del capitán eran irresistibles, suaves y cálidos, que se movían muy despacio hasta que de pronto abrió su boca introduciendo su lengua. Kagome creyó morir en ese instante. La sintió moverse explorándola por completo, rozando cada rincón con el ápice de ella y dejando a la joven casi sin respiración. Finalmente Kagome cerró los ojos y se estremeció. Él soltó su muñeca y subió hasta cogerla por el cuello para profundizar el beso, ella al fin comenzó a imitarlo, respondiendo de igual manera como él lo hacía, sus labios temblorosos parecían tener miedo de moverse, su lengua algo esquiva se unió finalmente a la suya. Se sentía tan bien ¿eso era un beso?... era dulce, cálido, tierno, osado... era como si de pronto el tiempo se detuviera. Separaron sus bocas sin dejar de mirarse, como si intentaran descubrir sus sentimientos. A ninguno de los dos le importó estar tendidos en el camino de tierra, con el sol rojizo casi ocultándose en el horizonte del esmeralda mar. Inuyasha esbozó una pequeña sonrisa y se acercó nuevamente a la cara de la joven para depositar un agradecido y sincero beso en su frente. Ella cerró los ojos con el corazón desbocado y el pecho oprimido... ¿era amor lo que sentía?... ¿estaba enamorada?...

Continuará...


N/A: Alguien me odia y ha puesto veneno en mi comida porque no me he podido recuperar nn' no, en serio, lamento la tardanza pero esto no se me quita. En fin, gracias por esperar, intenté hacer mi mejor esfuerzo a pesar de los malestares jeje... es que con un Inuyasha así, me es imposible dejar de escribir aún con fiebre, jajaja. Okis, nos vemos entonces y muchas gracias a todas por dejarme sus comentarios, créanme, son importantes para mi.

Lady Sakura