Capítulo 18: "Separados".
Y es que sintió verdadero dolor al verla cada vez más lejos ¿qué era ese sentimiento?. Había retenido su respiración y sólo lo notó cuando sus labios exhalaron fuertemente el aire retenido, casi le dolió el corazón, o más que eso, el alma.
-Deberías haberla traído con nosotros- Dijo el segundo a bordo posando una mano amiga sobre su hombro. Inuyasha no pareció mover un solo músculo de su cuerpo.
-Eres malo Inuyasha¿porqué la señorita Kagome no vino? Egoísta, nunca nos dejas hablarle- Gruñó el pequeño Shippo desde el timón.
Inuyasha entonces al fin despegó sus botas desde la proa y caminó con lentitud hasta la popa para no escuchar las niñerías del chico, sin evitar que un suspiro se escapara de sus labios. Miroku lo siguió en silencio y cuando Inuyasha se recostó casi sobre la baranda de la goleta notó la evidente melancolía que lo embargaba.
-¿Porqué la dejaste sola?... ella quería venir- Murmuró mirando de reojo al capitán.
-Es mejor que este en la isla y no venga... puede ser peligroso... tu sabes los peligros que corre una mujer en el mar- Respondió con extrañada calma pero con un dejo de dolor.
-¿Vas a deshacerte de ella?- Preguntó evitando sonar ansioso, era una preguntaba que quería formular hacía bastante tiempo, pero apenas había visto a su amigo en el pueblo en todo el tiempo que estuvieron en la isla.
-No.- Respondió tajante. Miroku levantó una ceja. No sabía si era correcto seguir preguntando, pero tenía curiosidad, además, jamás había visto a su amigo con esa melancolía.
-¿No?... – El joven se rascó la cabeza algo confundido- ¿y porqué no?
-Porque... - Inuyasha volteó el rostro y lo miró con seriedad. Los ojos de Miroku trataban de escudriñar en los suyos, él era así, podía casi ver los sentimientos de las personas a través de sus ojos, siempre decía que eran los espejos del alma, y sabía ahora Inuyasha que la manera ansiosa en que lo observaba era para descubrir sus propios sentimientos. Aquellos sentimientos que lo confundían y que no se atrevía a reconocer, porque para ser sincero, tenía miedo.
-Te enamoraste de ella¿verdad?- Dejó escapar el segundo a bordo levantando una ceja, sin tener en consideración aquella revelación que oprimió el estómago del joven capitán, lo hizo abrir sus ojos dorados llenos de sorpresa y luego arrugó el ceño, volteando el rostro hacia el mar.
-¿Enamorarme? No creo... - Respondió con la voz ronca. El rostro de Kagome se apareció en su mente, el sabor de sus labios los sintió tan claramente sobre los suyos, el tacto de su suave piel lo pudo sentir sobre la suya. Sacudió la cabeza como si quisiese deshacerse de aquellos pensamientos, pero no podía evitarlo.
-¿Y entonces porqué estas aún con ella?... no te entiendo... ¿en verdad vas a construir un hogar a su lado?- Preguntó casi consternado. La noticia de que iban de viaje precisamente para proveerse de artículos y algunos animales para comenzar una nueva vida al lado de Kagome lo había, por que no decirlo, consternado.
-Claro, se lo merece ¿no?- Dijo volteándose y apoyando ahora su amplia espalda en la baranda.- ella se lo merece...
-¿Y vas a perder tu libertad sólo porque ella se lo merece?
-Sí. También quiero estar a su lado.- Respondió, sin mirarlo. Miroku tragó saliva observándolo unos segundos y luego movió la cabeza.
-Inuyasha... - El capitán enfocó sus ojos y lo miró con seriedad- amigo... estas enamorado... y no quieres aceptarlo...
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El capitán estaba con las manos sobre el timón recibiendo la caricia de la brisa de mar de lleno en su cara, sus cabellos negros danzaban al aire y sus ojos perdidos en el horizonte. Las palabras de Miroku sólo le confirmaban sus sospechas, pero era tan arriesgado volver a creer en alguien... y más aún saberse que estaba completamente prendado de aquella muchachita. Tal vez tenía su amigo razón... no quería aceptarlo... pero ahora que estaba lejos de ella, a pesar de que se habían separado hacía un par de horas, la extrañaba demasiado...
-Eres una bruja, Kagome Higurashi... - Rezongó con una leve sonrisa-... una hermosa bruja porque haz hechizado mi corazón...
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Kagome caminaba de un lado a otro en la casa, inquieta. Los latidos de su corazón aumentaban cada vez y estaba nerviosa. El anciano Toutoussai se encontraba en el patio de la casa cortando leña y a pesar de que sus conversaciones eran entretenidas, no podía tranquilizar su estado de ánimo.
-Debe calmarse señora... la isla de Martinica queda relativamente cerca, el amo estará pronto de vuelta en casa. - Murmuró el anciano cuando entró en la casa. Ella suspiró y se sentó suavemente en el sillón.
-Si... - Musito apenas poniendo atención. El anciano dejó algunos leños en la chimenea que aún no había sido encendida.
-Aunque es comprensible que este así... apenas estan en su luna de miel... - Murmuró. Kagome no respondió. Luna de miel, aquel era un ritual de los recién casados, algo que todas las parejas llamaban al hecho de estar juntos con el único fin de compartir y amarse. Ella bajó la vista con deseos de llorar. ¿A qué la llevaría todo esto?... podría ser absurdo el hecho de estar casados y ni siquiera haber dormido juntos, pero el amor también podía expresarse de otras formas... ¿o no?- Él la quiere mucho... - Acotó el anciano mientras arreglaba los leños en una pila.
-¿Cómo lo sabe?- Preguntó Kagome al fin. Presentía que el anciano daba por sentado que el matrimonio había sido por amor... Toutoussai se levantó pesadamente y la miró a través de sus añosos ojos.
-Porque nunca lo había visto tan feliz... si supiera... él ni siquiera sonreía... - Murmuró. Kagome ladeó la cabeza completamente asombrada.
-¿De verdad?
Él ha vivido siempre maldiciendo su vida y albergando una venganza contra su hermano por muchísimos años...
-¿Lo conoce hace mucho?- Preguntó Kagome intrigada. El anciano asintió.
-Yo era uno de los marineros de su padre... del señor Inu no Taisho... estuve a su lado cuando él nació en la hacienda... su infancia fue triste, siempre fue humillado por Sesshoumaru y la gente en general, nunca lo vieron como hijo del señor Taisho, sino como el bastardo...
Kagome sintió que el corazón se oprimía de dolor. Imaginarlo tan solo un niño y el vivir en un lugar donde era constantemente lastimado psicológicamente debió haber sido devastador.
-Pero no fue nada, comparado con lo que sucedió el día en que el amo falleció. Inuyasha apenas era un adolescente... medio débil. Su padre dejó un testamento con la hacienda para Inuyasha, pues sabía que Sesshoumaru, que ya era un hombre, tenía bastante con la herencia que su mamá le había dejado... pero en cuanto el amo dejó este mundo Sesshoumaru le arrebató todo... amenazado con los guardias de la hacienda lo sacaron con las armas apuntándole siempre... era casi un niño... llovía muchísimo, pero lo expulsó de la hacienda... nadie quiso darle albergue, recuerdo que todos fueron amenazados... y el pobre chico desapareció... yo también me fui de la hacienda al día después, si mi amo ya no estaba no me quedaría para recibir las órdenes de un engreído jovencito...
Kagome no lo podía creer, ahora podía ver el verdadero rostro de Sesshoumaru, aquel rostro intachable y educado, cortes y puro del cual la primera vez la cautivó... sólo para darse cuenta con las palabras del anciano lo que Inuyasha intentaba explicarle todo este tiempo. Sesshoumaru no valía nada.
-Dios!- Gimió, y se tapó la cara con las manos.
-Y nos encontramos hace un par de años en Japón... casi no lo podía creer al ver aquellos ojos dorados tan iguales a los de su padre, incluso es un marinero, igual que él... yo pensé que estaba muerto... y creo que todos en la isla deben de haber imaginado lo mismo...
-Nunca imaginé... - Sollozó -... todo el daño que le había causado... cómo me duele...
-Por eso le digo que la quiere mucho... usted ha sido, tal vez, su salvación...
Kagome recordó una pequeña conversación:
-¿Aun sientes algo por Sesshoumaru?
-¿Porqué siempre me haces la misma pregunta?
-Necesito escucharlo de tus labios para que mi alma atormentada pueda descansar...
El anciano se retiró en silencio dejando a Kagome completamente desolada. Ella se quedó quieta mientras escuchaba el trino de los pájaros que daban la bienvenida al atardecer. Se abrazó a sí misma sintiendo escalofríos, lo extrañaba, cuanto deseaba estar ahora mismo entre sus brazos protectores y fuertes, recibir una caricia, escuchar el sonido de su voz. La noche cayó de pronto y dormitaba en el sillón sin haber probado bocado en todo el día, cuando llamaron a la puerta impetuosamente. Ella se levantó asustada de un brinco, escuchaba el resoplar de varios caballos allá afuera y las voces de algunos hombres. La joven miró con pánico alrededor de la casa ¿y el anciano donde estaba?.
-Señor Toutoussai?- Gritó temblando. Otra vez golpearon con fuerza la puerta- Señor Toutoussai! - Volvió a gritar casi desesperada. Se dio cuenta que estaba sola, el silencio era abrumador dentro de la casa. Miró con rapidez hacia la chimenea que estaba ahora encendida y vio un fierro para recoger las cenizas, el cual tomó con fuerza y dándose valor avanzó con paso dubitativo, abriendo la puerta lentamente y cuanto vio el rostro del hombre de cabellera clara y ojos dorados mirándola con el ceño fruncido, sobre un caballo negro, el fierro cayó de sus manos al suelo produciendo un estrepitoso ruido.
-Se... Sesshoumaru... - Musitó Kagome.
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Cargaba los baúles y cajones con ropas, algunos muebles para la casa, ropa de cama, una infinidad de objetos del quehacer diario todo escogido por Inuyasha con el único propósito de comenzar una nueva vida al lado de aquella jovencita que había cautivado su corazón. En cuanto el barco zarpó una inesperada punzada en el corazón le dolió tanto que emitió un pequeño quejido, llevándose la mano al pecho. Miroku lo miró curioso y luego sonrió.
-Tranquilo amigo... ya estarás pronto en casa... - Miró risueño a Shippo quien le guiñó un ojo y escondió la risa tras su mano. Inuyasha sentía palpitar como loco el corazón, dirigiendo su mirada a través de la espesura de la noche en dirección a donde se encontraba la Isla de Santa Esmeralda.
-Si... - Murmuró apenas el joven capitán, con el único e incontrolable deseo de volver tan pronto como pudiera.
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-Sesshoumaru?- Volvió a gemir ella, mirando al hombre que le daba una mirada severa, apretando los labios fuertemente y luego bajando del caballo.
-Kagome... al fin... - Murmuró él como si hubiera salido del estado de shock que le había causado ver nuevamente a la joven. No era la misma chiquilla que él conocía, Kagome ahora era otra.
-Pe... pero ¿qué haces aquí?- Preguntó ella sorprendida aún mirando por sobre el hombro del hacendado y dándose cuenta del enorme séquito de hombres llevaba armas en sus manos.- ¿qué significa todo esto?
-Vine a rescatarte- Respondió el hombre plantándose delante de ella y en un inesperado acto, la abrazó con fuerza. Ella se quedó paralizada ¿rescatarla había dicho?- rescatarte de las manos de ese sucio ladrón... cómo pude entregarte a él... perdóname Kagome... perdóname... pero la culpa no sólo la tuvo él... - Se separó y miró de frente el confundido rostro de ella-... la culpa también es de la mentirosa de tu hermana... lo supe todo... todo...
Kagome entreabrió los labios pestañeando confundida, retrocedió un paso sin saber si estaba soñando o era realidad.
-¿Qué?...¿lo sabes?
-Debes haber sufrido mucho... lo siento tanto... tanto... y pensar que hiciste ese sacrificio... por mí...
Kagome enrojeció súbitamente desviando la mirada avergonzada ¿pero cómo él sabía todo eso?. El hombre tomó una de sus manos y la miró con ternura.
-No debes avergonzarte... debí haberme fijado en ti y no en Kikyo... debía ver tu alma noble en vez de dejarme seducir por las artimañas de ella...
-Yo... - Tragó saliva con dificultad mirando al hombre.- yo... yo antes tenía esos sentimientos pero ahora... - Lo vio arrugar el ceño enojado, recorriendo la casa con su mirada severa y luego sus ojos se detuvieron en Kagome.
-¿Inuyasha no esta? Porque sea como sea te regreso a casa.
-¿Qué?- Ella retrocedió nuevamente mirándolo casi con odio- ¿pero cómo te atreves?... estoy casada ahora, no puedo abandonarlo así como así!
Sesshoumaru se dio cuenta que las cosas eran diferentes ahora. Kagome lucía diferente, más hermosa, deseable, más mujer, y estaba casada con su hermanastro, justo ahora que se daba cuenta de lo ciego que había sido al fijarse en su hermana y no en ella, justo ahora que sabía que la menor de los Higurashi lo amaba en secreto, ahora veía que todo cambiaba radicalmente... y la culpa de todo la tenía Inuyasha!. Apretó los puños de rabia y rencor y su mirada gélida paralizó el corazón de la joven.
-¿Deseas permanecer a su lado!- Preguntó casi encolerizado. Ella lo miró con decisión.
-Sí, soy su esposa, es mi deber.
El hombre respiró con dificultad, sus ilusiones de estar con ella se hicieron trizas en sólo segundos, después de tanto buscar, de una desesperada búsqueda en donde no había escatimado en recursos, no, no podía perderla ahora, Kagome Higurashi era una joven demasiado valiosa como para dejarla en las garras del maldito Inuyasha. Arrugó el ceño y tomó con rudeza la muñeca de la joven,
-Deber o no, vas a volver a tu casa- Gruñó descontrolado. Ella se resistió mirándolo con rabia.
-Déjame! Déjame! No puedes obligarme! Soy su esposa, no puedes separarme de él!- Gritó con rabia intentando sin éxito soltarse del duro y casi fiero agarre. Sesshoumaru entonces hizo un pequeño ademán y ella cayó fuertemente aprisionada en sus brazos. El hombre bajó la vista furioso y con el entrecejo endurecido le habló.
-Tu niñera ha muerto y tu madre esta enferma ¿acaso no te das cuenta que este matrimonio fue un error?
La joven se quedó paralizada abriendo con sorpresa sus ojos, Sesshoumaru notó el temblor inesperado del cuerpo de la joven y la soltó.
-¿Qué? Kaede... ¿murió?- Gimió sin creer mientras las lagrimas se agolpaban en sus ojos. Sesshoumaru la miró quietamente ahora.
-Murió de dolor... de horror, desesperación... por ti... – Murmuró el hombre. Kagome se tapó el rostro llorando amargamente.- es mejor que vuelvas... tu madre también esta enferma...
-No... Kaede... Kaede... – Sollozó con dolor. Ahora veía el rostro de pánico de su niñera el día de la boda, sí, ella había sido casi su madre y estaba en contra de aquel enlace... le temía a Inuyasha, pero era porque se había dejado llevar por aquellos rumores infundados.- Dios... Kaede...
En ese instante el anciano Toutoussai entró a la habitación desde la cocina y vio la escena. Sus ojos se agrandaron enormemente al ver al mayor de los Taisho precisamente en la casa de Inuyasha. El hombre miró al anciano haciendo una mueca de desprecio, luego bajó el rostro hacia la muchacha que aún lloraba amargamente.
-Pero... ¿qué quieres Sesshoumaru?- Preguntó el anciano acercándose sin una pizca de temor.
-Kagome... volvamos a casa... tu madre te necesita... ¿la dejaras a también como a Kaede?
-¡No puedes llevarte a la señora del amo!- Gritó el anciano. Sesshoumaru levantó el rostro hacia él y le dio una mirada de hielo.
-Kagome... - Volvió a llamar mirando a la joven tomando las manos de su cara. Ella levantó el rostro bañado en lagrimas y luego de unos segundos asintió.
-Llévame a casa... - Musitó aún entre lagrimas.
Sesshoumaru esbozó una pequeña sonrisa subiendo al caballo y luego ayudando a Kagome, que estaba tan pálida como el papel y titiritaba por completo, se alejaron todos de la hacienda, sin embargo, luego de unos instantes Toutoussai vio con horror como unos hombres con antorchas se acercaban y las lanzaban a la casa, propagándose de inmediato el fuego, en solo segundos la vivienda ardió en llamas.
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El alba apenas se hacía presente cuando Inuyasha corrió a pequeña hacienda, alertado por su mal presentimiento. Se quedó paralizado al ver que buena parte de lo que era su casa estaba destruida por el fuego. Aún el humo salía por entre los leños. Sin embargo el lugar no estaba completamente destruido. Corrió gritando de desesperación.
-Kagome! Kagome! Donde estas? Kagome!- Gimió sintiendo el dolor en el pecho y con la voz casi como un sollozo. Imaginó lo peor. De pronto vio a Toutoussai que lo miró con tristeza e Inuyasha se detuvo en seco, mirándolo con desesperación.- ¿Dónde esta Kagome?
-Se fue... se fue con Sesshoumaru... él hizo esto...
Continuará...
