Capítulo 26: "La astucia de Kikyo"
Miroku volvió a levantar la vista y contempló en silencio el rostro sereno de la sirvienta que comía apenas como un pajarillo, sin embargo también escuchaba al niño a su lado, que comía como si el mundo se fuera a acabar. Sango levantó el rostro sospechando que estaba siendo observada y en cuanto sus ojos se detuvieron en los azules de él, sus mejillas se tiñeron de un rubor inevitable y sólo fue en ese momento que su se mente preguntó ¿pero qué hago comiendo con un extraño!. Dejó entonces el cubierto sobre la mesa y desvió la mirada hacia su hermano.
El joven sonrió levemente y luego dirigió su mirada hacia la puerta en donde acababa de llegar su pequeño amigo pelirrojo, que en cuanto lo vio, corrió hacia él.
-¿Se quedó con el capitán?- Preguntó Miroku poniéndose de pie y enseguida Sango se levantó como un resorte y reconoció al niño que se había llevado a Kagome.
-Miroku! Te estado buscando como media hora... - Gruñó el pequeño rojo de cansancio y jadeante que apenas podía respirar. Sin lugar a dudas parecía que había corrido bastante y estaba extenuado.
-Lo siento Shippo... debimos ponernos de acuerdo... - Sonrió el joven y llamando a un camarero.-... Siéntate, puedes pedir algo para comer también.
Shippo lo miró como si estuviera hablando en un idioma extraño, luego se sentó y ladeó el rostro y solo ahí se dio cuenta que su amigo no estaba solo.
-Es Shippo, un amigo nuestro... - Murmuró Miroku de pie mirando a Sango que lo observaba aún en silencio- y ellos son amigos de la señorita Kagome... - Dijo mirando al pequeño. El pequeño pelirrojo miró a Sango y se dio cuenta que la muchacha era hermosa y que tal vez era el motivo de tanta atención del segundo a bordo, luego miró al niño de cabellos castaños que le sonrió alegre, Shippo también sonrió... bueno, si todos eran amigos...
En cuanto terminó de comer, acordaron que sería el niño quien esperaría a Kagome en el pueblo y que la trajera de inmediato a la taberna. Otra vez casi solos y sin las voces de los niños a su alrededor, ambos jóvenes permanecieron en un silencio que a Miroku le provocaba gracia, contrario a la joven sirvienta que solo deseaba que Kagome llegara pronto para sacarse de encima aquella insistente y atrevida mirada azul, pero no lo podía negar, era bella realmente.
Kagome volvió al cabo de un buen rato acompañada del niño, en nada se parecía a la joven de unas horas antes, esta vez su rostro era sonriente y sereno y Sango se alegró por ella. Los vio despedirse y murmurar que ya no sería necesario que la volvieran a guiar, ella volvería sola donde Inuyasha mañana mismo.
Pero tal y como la sirvienta lo sospechaba, la madre en cuanto las vio les dio un sermón por la tardanza, pero al ver el canasto casi vacío de Sango pareció que echaba humos de su cabeza. Kagome se interpuso, aludió a que ella había decidido ir a casa de unas amigas y que se le hizo demasiado tarde que ya no alcanzaron a comprar nada. La mujer calló, ya no quería discutir con su hija porque deseaba no tener más problemas con ella.
La felicidad de Kagome era infinita, su corazón había vuelto a la vida y rebozaba de alegría y entusiasmo, que de vez en cuando recordaba y reaccionaba para no llamar la atención de la casa. Era ya de noche y las mujeres permanecían en la sala, Kagome con un libro en las manos y Kikyo al lado de la ventana observando la oscuridad de la noche pensando en una manera rápida y fácil de salir de aquel maldito pueblo. Sus ojos castaños y fríos parecían perdidos en la negrura de la noche, de pronto ladeó el rostro y observó a su hermana pequeña, que tras el libro esbozaba una pequeña sonrisa y luego parecía que retomaba la lectura. Kikyo creyó que estaba loca y movió la cabeza fastidiada. Pero de pronto un pensamiento se cruzó por la cabeza ¿por qué Kagome se había quedado tan tranquila después de haber ido a buscar a Inuyasha?... ¿Y si en realidad lo había encontrado?... ¿Y si Inuyasha realmente estaba en el pueblo? De otra forma Kagome jamás de quedaría tan tranquila, sabía lo persistente que era... la miró Kikyo con rencor mordiéndose el labio, los ojos brillantes y alegres de Kagome la delataban, ella estaba feliz... y la mujer estaba segura que era por Inuyasha...
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La muchacha se encontraba en el jardín como generalmente lo hacía en las mañanas cuando sintió las voces alegres y juveniles a su espalda que la llamaban. Kagome se irguió pasando el antebrazo por la frente y vio a sus amigas a las cuales no había visto desde hacía bastante tiempo.
-¿Kagome?... ¿Eres tu?- Preguntaron casi al unísono. Ella sonrió y se acercó hasta las muchachas que la miraban sorprendidas. Hacía bastante tiempo que ellas no tenían noticias de la joven y sólo sabían por los carteles que Sesshoumaru había mandado poner en las calles, que había sido secuestrada por un pirata y la recompensa que se ofrecía. La Kagome que venía hacia ellas era diferente y eso las confundía, la sonrisa que solía estar perdida en sus labios aparecía ahora en su rostro irradiando una inusitada alegría. La cabellera la llevaba suelta y más corta, se veía más juvenil y tranquila y aunque el vestido que portaba era el mismo que solía usar antes y la hacía lucir como una novicia, ahora resaltaba en el, a pesar de lo mucho que cubría, sus formas algo más desarrolladas. ¿Tanto había cambiado?... ¿Era posible eso?
-Amigas... - Dijo la joven abrazando a cada una y besando sus mejillas. Las dos la miraron aun sorprendidas, tenían mil preguntas que hacerle, los datos que tenían sobre su rapto aun le eran confusos, así como a la mayoría del pueblo.
-Oh, Kagome... - Musitó Ayumi sintiendo lástima por ella y sin poder decir nada. Kagome sonrió en cambio y le hizo mil tipo de preguntas.
-Oh, ha sido bastante tiempo... ¿Cómo están?... ¿Qué han hecho?... las he extrañado... ¿qué ha sucedido con ustedes?...
-No es importante lo que nos ha pasado... que por cierto no es nada... - Murmuró Eri, a su lado. Kagome ladeó la cabeza y frunció el ceño.-... comparado con tu desgracia...
-¿Desgracia?- Repitió Kagome.
-El secuestro... lo lamentamos tanto... debió ser horrible... Sesshoumaru estuvo muy preocupado por ti ¿lo sabías?..
Kagome retrocedió y calló sólo para escuchar de sus bocas la confusión que ellas tenían. Al parecer ahora se enteraba que todos conocían su "secuestro", pero parecía que nada más.
-Ese hombre merece la horca... - Gimió Ayumi apretando los labios y su amiga asintió compartiendo sus pensamientos. Kagome arrugó más el ceño y habló con voz demasiado seria.
-Estan equivocadas... él no me secuestró... nosotros... nos habíamos casado... él no merece un castigo por eso...
Ambas la miraron atónitas, Eri giró el rostro hacia Ayumi que la miró unos segundos y luego miró a Kagome que parecía demasiado tranquila.
-¿Casados?... pero... ese hombre es un pirata Kagome... - La verdad es que creyeron que le estaba jugando una broma, pero el rostro serio de la chica las hizo sentir escalofríos.- ¿Lo dices en serio? Pero... porqué!- Gimió finalmente como si ella hubiera cometido un acto tan horroroso que las obligaba a pedir por su alma perdida.
-No es cierto... estas bromeando... - Musitó Ayumi.
-Sí, lo es... nos casamos... la boda fue precipitada, lo siento... pero... - Y luego levantó su mano mostrando en su dedo la sortija con la perla de color rosa-... este es mi anillo de bodas... – Ambas abrieron los ojos inmensamente y se quedaron con la boca abierta-... sólo regresé porque mamá esta algo enferma... pero volveré a su lado... como debe ser...
La tarde volvía a ser tediosa y las tres mujeres se encontraban en la sala principal. Kikyo observaba ahora con más atención a Kagome, que sentada sobre el sillón movía su pie insistentemente mientras sus ojos se volvían varias veces a mirar el reloj que colgaba sobre la chimenea. De pronto se levantó y ella se atrevió a preguntar.
-¿Adónde vas?
Kagome se volteó y su madre que dormitaba abrió los ojos al fin. La joven se mordió el labio y luego respondió serena.
-Daré un paseo... hace demasiado calor aquí.
-Te acompañaré.- Respondió Kikyo poniéndose de pie, Kagome tembló y no pudo evitar sentir algo de miedo.
-No!- Dijo precipitadamente. La mujer la miró fingiendo estar desconcertada.
-¿No?- Repitió levantando una ceja, sintió que el corazón se aceleraba y su más grande temor se estaba confirmando... su hermana se estaba viendo a escondidas con el pirata... - ¿porqué no?
-Es que... iré primero donde mi amiga Eri... hace tiempo que no la veo... ya sabes, somos amigas y tenemos muchas cosas de qué hablar... te aburrirás... siempre me has dicho que ella no te simpatiza.- Respondió finalmente y entonces miró de reojo a su madre que parecía volver a su acostumbrada siesta.
-Oh... entiendo... tienes razón... - Respondió la mujer sentándose nuevamente en su silla. Kagome salió y en unos instantes la vio cruzando el jardín mientras se anudaba su sombrero blanco al cuello. Se levantó nuevamente, no se quedaría sin hacer nada, tenía que saber y confirmar sus sospechas, pero su madre en ese instante la llamó.
-Kikyo... ¿puedes ayudarme?... necesito ir a mi habitación... - Musitó aún media somnolienta. La joven se detuvo en seco y se mordió el labio de indignación. Le dio una mirada rápida y luego miró hacia la ventana en donde ya no estaba Kagome.
-Pero...
-Kikyo... - Volvió a repetir la mujer mirándola ahora con seriedad y extrañeza, porque se suponía que su hija mayor era la más atenta.
-Si mamá... - Murmuró llena de rabia apretando los puños... y mientras guiaba a la mujer hasta el segundo piso se decía una y mil veces que la próxima vez Kagome no se escaparía...
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-El acta de nuestro matrimonio... ¿esta aquí o en la goleta?- Preguntó Kagome alzando la vista hacia él que la tenía tendida sobre la cama.
-Se la entregué a alguien que la cuidará tanto como yo... es de mi confianza... el anciano Myoga... ¿lo recuerdas?... el médico... - Murmuró el hombre con pereza porque estaba más preocupado de rozar su nariz contra los negros cabellos de la muchacha.
-Sí... – Musitó Kagome volviéndose a recostar entre sus brazos-... es mejor así... - Cerró los ojos sintiendo que los labios del hombre se posaban sobre su hombro desnudo- Oh!... Sabes?- Dijo de pronto y volvió a incorporarse. Él cayó recostado ante el inesperado movimiento de ella, es que estaba comenzando a sentir excitación nuevamente pero aquello había sido involuntariamente interrumpido.-... Van a hacer una fiesta... dicen que es por mi vuelta a casa...
-¿Quién va a hacerla?- Gruño él irguiéndose y arrugando el ceño.
-Sesshoumaru- Respondió la joven y vio como los ojos del hombre brillaban de forma inusitada.- No te enojes... te aviso porque... quiero que lo sepas...
-Eso sucede porque eres... tal vez... demasiado amable con ese idiota... - Gruñó nuevamente levantándose de la cama y comenzado a vestir los pantalones que yacían sobre el suelo. Kagome lo miró sorprendida, alzando la sabana sólo para cubrirse lo necesario, se acercó a él desde atrás y tocó su hombro.
-No es eso... él esta... no sé qué le sucede ahora... antes ni siquiera me veía como una mujer... sino como una niña...
Inuyasha se volteó y la miró con seriedad aún.
-Tal vez... – Musitó y solo pensar en que estuviera enamorado de Kagome le hervía la sangre.
-Pero él no me importa... lo sabes... yo soy tuya... sólo tuya... - Murmuró la joven levantándose de la cama desnuda y abrazándose a él. Y sólo en ese instante se sintió seguro como jamás lo había sido. Porque aquella muchacha que él un día conoció en los acantilados, que la salvó de morir por un hombre que era su medio hermano, aquella joven que también se había interpuesto entre él y el arma de Sesshoumaru que quiso matarlo, la misma que lo salvó de la muerte nuevamente aquella vez con el bucanero Bankotsu, le daba su amor y su entrega total. Y su semblante cambió otra vez, los ojos retomaron su brillantez normal, dorados, puros, y enamorados, como jamás lo había estado en su vida.
En cuanto entró a su casa pasó rápidamente por fuera de la sala, pero la voz de su madre que la llamaba la hizo detenerse en seco sintiendo que el corazón comenzaba a acelerarse en su pecho. Retrocedió lentamente y en ese momento vio a las madres de Ayumi y Eri sentadas no muy lejos, cada una con una taza de café. Ella las saludó con una pequeña reverencia a ambas mujeres asintieron con la cabeza, mirándolas muy seria.
-Mi hija ha estado un poco enferma... pero pueden estar seguras que las cosas que dijo no son ciertas... sólo fue una broma... - Dijo su madre levantándose de su asiento y dando una mirada de hielo a Kagome- ¿Verdad que era una broma?
-De qué hablas mamá... - Musitó Kagome asustada aún, dando medias miradas a aquellas mujeres que la observaban casi asustadas esta vez.
-De las tonterías que le dijiste a tus amigas esta mañana... que estabas casada con ese... con ese asqueroso pirata... eso es mentira, confírmaselos a ellas...
Kagome abrió la boca sorprendida y luego arrugó el ceño, miró a las mujeres con decisión y respondió.
-No, no es mentira... yo me casé y mi mamá fue testigo de ello.
Las escuchó exhalar un grito y luego ambas comenzaron a murmurar. Su madrela tomó fuertemente del brazo y la miró casi con odio.
-Eso es mentira... mentira ¿qué te sucede Kagome?
-Tal vez su hija... - Dijo de pronto la madre de Ayumi, poniéndose en pie-... estuvo demasiado tiempo prisionera de ese bandido...
-No, yo soy su esposa- Repitió Kagome ignorando la mirada casi asesina de su madre. La mujer volvió a respirar fuertemente, esta vez Kagome la observó algo más asustada y entonces en cuanto ella se acercó la mujer la rechazó murmurando con rabia.
-Mi hija esta desquiciada... perdónenla... la pobrecita ya no sabe ni lo que dice...
-Mamá!- Gimió Kagome y la miró con los ojos llorosos. Las mujeres la miraron pasmadas. Ella jamas creyó que la trataría de esa forma, y el dolor que sintió fue tan grande que lo único que pudo hacer fue escapar a su habitación.
Sango se acercó al rato después golpeando suavemente la puerta, al no recibir respuesta entró con una bandeja en su mano y una taza de té de hierbas. La vio tendida en la cama pero no lloraba como pensó. Se acercó y dejó la bandeja a los pies mientras Kagome tenía la mirada perdida hacia el ventanal que aún tenía las cortinas descorridas, a pesar de la oscuridad de la noche.
-No se ponga así... - Murmuró finalmente. Kagome ladeó el rostro y la miró.
-No... no te preocupes... lo siento... sólo estaba pensando... - Murmuró inclinándose y quedando sentada en la cama. Sango sonrió y corrió algunas mantas sobre sus pies.
-Yo... lamento que tenga que pasar por estas cosas... - Dijo la sirvienta mirándola con tristeza- pero... no quisiera alarmarla... todos en el pueblo creen que usted tiene problemas... de la mente...
-¿Creen que estoy loca?- Gimió Kagome y la vio asentir apenas. La joven reprimió su rabia porque la sorpresa era más grande. Se tapó el rostro sintiendo el dolor que la embargaba de solo pensar que aquella mentira había sido ideaba por su propia madre, lo más seguro que las madres de sus amigas se habían encargado de difundirla por el pueblo entero.
-Yo creo que es mejor dejar las cosas así... - Dijo Sango y Kagome levantó el rostro mirándola sorprendida-... se esta metiendo en más líos de los que pueda manejar...
-Pero es la verdad! Y no lo callaré, aunque digan que estoy loca!- Gritó Kagome con desesperación.
Sango no dijo nada porque imaginaba el dolor terrible que debía estar sintiendo la joven al ser catalogada por todo un pueblo de una demente y no poder demostrar, tanto por la salud de su madre y su reputación, como porque el esposo no podía aparecer en público sin arriesgar la cabeza, que ambos estaban casados...
Otra vez Kagome se escabulló corriendo por el jardín, pero esta vez Kikyo estaba preparada. Se puso el sombrero amplio que ocultaba parte de su rostro y una capa de tela delgada siguiendo los pasos desde bastante lejos de su hermana pequeña. A veces creía que la perdía, pero en cuanto se dio cuenta que tomaba el rumbo hacia la caleta se sorprendió. ¿Acaso Inuyasha estaba en la misma casa?. Sin embargo la muchacha pasó de largo y rodeó la playa. La vio subir los peñascos y caminar por los acantilados. Ella se mordió el labio, ahora lo comprendía, Kagome se dirigía al otro lado de la playa, el lugar menos concurrido de la isla. Sus guantes se rompieron al escalar las rocas, un jirón de su vestido quedó semi enredado entre aquellas inmensas moles filudas y las rodillas rasguñadas al caer más de una vez en el lugar, realmente estaba cruzando el infierno pero no le importó. Finalmente bajó a la playa, vio la goleta que descansaba tranquila sobre las aguas azules y caminando un par de pasos más allá la cabaña entre el bosque. Sonrió feliz... lo sabía, al fin lo había encontrado...
Continuará...
N/A: Uff, este cap. salió en una tarde, no me pregunten cómo... se los dejé gracias a la gran cantidad de reviews que recibí y que agradezco mucho, más que eso, enormemente, como siempre... espero que lo disfruten y muchas gracias por todo ;)
Lady
