Capítulo 27: "Arriesgando la vida"
Kikyo caminó con lentitud acercándose más a la cabaña, mientras rodeaba inspeccionándola sintió que su corazón latía demasiado alterado dentro de su pecho. Se mordió el labio, podía escuchar la voz de Kagome hablando quizás de que tontería y de pronto se detuvo al escuchar la voz ronca y varonil del hombre. No supo hasta ese momento lo mucho que lo extrañaba. La mujer se acercó nuevamente al frente y se posó junto a las ventanas. Aún los escuchaba hablar y de pronto reír y entonces ella miró por entre las cortinas. La imagen de Kagome sentada en una cama con el hombre a su lado la hizo maldecirla en ese instante. Se escondió rápidamente y sólo en ese instante se dio cuenta de lo demasiado que le impresionaba verlos tan juntos ahora... su hermana pequeña se arriesgaba para estar con él... tal y como un tiempo atrás ella lo había hecho. Los mimos que de pronto llegaron a sus oídos la hicieron estremecerse, volvió a erguirse con lentitud y sus ojos escudriñaron el interior. Su corazón se paralizó al ver al pirata tendido sobre Kagome, una de sus manos sujetaba la muñeca de la joven contra la cama, se besaban con inusitada pasión. Kikyo pudo sentir que las lagrimas se asomaban a sus ojos, se volvió a morder el labio sintiendo de pronto que hasta le costaba tragar. Se escondió nuevamente y ocultó el rostro con sus manos. La conmoción de verlos en esa actitud tan cariñosa le quemaba hasta las entrañas. Cayó sentada sobre la arena, ni siquiera podía pensar... pero si Inuyasha era suyo... ¿En qué momento lo había perdido?... tal vez nunca la había amado... sus ojos se cristalizaban cada vez más, la tristeza estaba presente en su ser, como hacía tiempo no lo hacía. Se quedó quieta, inmóvil, apenas podía asimilar lo que había visto, más no contaba con que de pronto los gemidos del que una vez fue su amante llegó tan claro a sus oídos mezclados con los de Kagome. Abrió los ojos enormemente sin atreverse siquiera a mirar, pero cada vez eran más fuertes, el ruido de la cama que se movía con cada embestida. La mujer se mordió los labios tan fuerte que no se percató que ya la sangre comenzaba a brotar de ellos. Se levantó tambaleando y luego se alejó, primero a paso lento, después cada vez más rápido, cayendo en un trecho y luego volviendo a retomar la carrera, con el único fin de querer escapar de aquel maldito lugar.
Se detuvo justo sobre la roca más empinada, mirando de pronto con ojos hipnotizados el remolino espumoso y oscuro de las aguas, un par de metros más abajo. La brisa fresca golpeó con fuerza su rostro y el sombrero voló a las aguas. Sólo en ese instante se percató del peligro que corría, pestañeó confundida sintiendo la humedad de sus lagrimas en las mejillas, y bajó nuevamente al otro lado de la playa. Caminó sin rumbo unos momentos, ni siquiera podía pensar bien, pero pronto se recuperó, la tristeza que sentía fue disipada por la furia y la venganza. Sus puños apretados y también sus labios impasibles no eran nada comparado con aquellos ojos castaños siempre fríos y difíciles de predecir, con ahora un brillo temible. El brillo del despecho.
Kagome acomodó sus cabellos y mientras caminaba a paso lento por el pueblo pronto se dio cuenta que la miraban y cuchicheaban. Se detuvo sintiendo la incomodidad que le causaba, la breve sonrisa de sus labios desapareció de inmediato. Un niño que pasó corriendo por su lado pero fue llamado casi histéricamente por su madre, que lo tomó del brazo y luego lo regaño. Kagome alcanzó a escuchar la palabra "loca".
La rabia que sentía era indescriptible, no sólo por lo que la gente creía de ella, sino porque el rumor había salido nada más y nada menos que de su propia madre. Subió las escaleras corriendo y abrió precipitadamente la puerta de la alcoba de la mujer, que permanecía quietamente sentada frente a la ventana. Ella volteó y la miró sin entender, Kagome tenía las mejillas encendidas y sus propios ojos estaban a punto de verter lagrimas. La joven la miró al principio con rabia y luego su rostro cambió a tristeza, corrió a su lado y se arrodilló a sus pies, sin poder evitar el llanto que ya tenía atragantado en su garganta.
-¿Porqué mamá?- Gimió con el rostro oculto aún- ¿Qué quieres de mí?... ¿Porqué me haces esto!
-De qué hablas Kagome!- Preguntó la mujer sin entender. La joven levantó el rostro hacia ella y la miró dolida.
-Todos en el pueblo creen que estoy loca!
La mujer se quedó en silencio unos instantes, la muchacha la miraba esperando una respuesta, lo que fuera, que le dijera que arreglaría el malentendido, que no les hiciera caso, un rayo de esperanza, porque era su madre.
-Fue tu culpa, si no hubieras dicho semejante barbaridad...
La joven sintió nuevamente la angustia sobre todo en su garganta, se levantó apenas y la miró triste aun.
-Pero... sabes que lo quiero... - La vio fruncir el ceño y voltearse enojada-... no me hagas infeliz... te lo suplico...
-No sé de qué te quejas... - Dijo de pronto la mujer volteando nuevamente y mirándola con dureza-... ese hombre no te quiere, ni siquiera esta aquí... quien sabe en brazos de qué perdida esta!... ¿qué no te das cuenta?... Te abandonó! Eres libre ahora.
Kagome la miró con sorpresa y de sus labios estuvo a punto de revelar que su amado pirata no se había ido como ella creyó, sino que estaba en el pueblo, sólo esperando, con paciencia que hasta ella misma se extrañaba que tuviera, por ella. Se mordió el labio y no respondió, desviando la mirada y sintiéndose impotente.
-Será mejor que te vistas...
-No tengo deseos... - Murmuró finalmente.
-Es en tu honor... Sesshoumaru lo hizo por ti... deberías ser más agradecida... él te quiere mucho... - Dijo la mujer cambiando de pronto el tono de su voz-... si no quieres que el pueblo te trate como loca... entonces no te comportes como tal.
-No sé a qué se refiere madre- Respondió la muchacha con seriedad.
-A que no rechaces a Sesshoumaru... él no lo merece...
Kagome se quedó en silencio, no sabía por qué de pronto le pareció que la mujer hablaba con dobles intenciones. Sintió el frío en su piel pero no se atrevió a seguir preguntando.
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Kikyo se levantó de la arena y exhaló un fuerte suspiro. Quitó los restos de lagrimas que sentía aun húmedas en sus mejillas y dirigió sus ojos hacia el otro extremo de la playa, más allá de los acantilados. No podía darse por vencida, no así nada más. Acomodó sus cabellos lacios y negros y el faldón de su vestido y se encaminó nuevamente hasta la cabaña. Habían pasado varias horas y esta vez él se encontraba en la playa cortando leña, vestido únicamente con sus pantalones negros y las botas de marinero, completamente solo. El torso desnudo la hizo recordar con nostalgia los momentos de intimidad que habían tenido y también no pudo evitar recordar los gemidos de él mezclados con los de su hermana menor. Sintió deseos de arañarle la cara, pero reprimió nuevamente la ira y caminó con lentitud hasta él. El hombre se encontraba de lado, y ella tomó la ventaja de caminar hasta atrás y luego de unos segundos en que él bajó el hacha, abrazarlo por la cintura con inusitada fuerza, acomodando la mejilla en aquella espalda tan amplia y cálida, sintiendo el corazón se rebozaba de alegría, por tenerlo cerca una vez más. Inuyasha se quedó inmóvil y luego sonrió, el hacha cayó a la arena y pasó sus manos por sobre las pálidas de ella, la falta de calor le extraño, volteó rápidamente para quedar de frente a la mujer que se incorporaba ahora y lo miraba desde la profundidad de sus ojos, como siempre, difíciles de predecir.
-Kikyo... - Murmuró. Se alejó un pasó atrás y ella ladeó el rostro, esbozando una pequeña sonrisa, pero herida.
-¿Creíste que era otra?
Inuyasha arrugó el entrecejo y la miró casi con exasperación.
-Eres astuta... - Respondió en cambio. La mujer sonrió más aún y se acercó a él, posando ambas manos sobre su pecho y mirándolo herida.
-Sospechaba que estabas en la isla... ¿porqué no me buscaste?... estas tan solo aquí...
-No necesitaba buscarte... ya sabes que lo nuestro hace mucho acabó- Respondió él con seriedad, posando ambas manos sobre las de ella que lo miraba con los ojos vidriosos-... y no he estado solo... si es eso lo que te preocupa.
-Sí, lo sé! Kagome viene a verte ¿no es verdad?- Gimió mordiéndose los labios de rabia. Él la observó y apartó finalmente las manos de si.
-Veo que... como siempre... has hecho un buen trabajo.
-No fue necesario hacer nada en especial... Kagome se delató sola!- Gritó con veneno. Se alejó y miró la cabaña con rencor.-... mediocre... como siempre... el nidito de amor...
-¿Qué es lo que quieres?... ¿vas a delatar a tu hermana?- Preguntó fastidiado el pirata.
-¿Te preocupa ella?... deberías preocuparte por ti... de tu vida...
El hombre que ya le había dado la espalda volteó y la miró sorprendido, enseguida adoptó una actitud serena, no quería delatarse, pero sabía que con aquella mujer había que tener cuidado, mucho cuidado.
-¿Mi vida?- Repitió el capitán levantando una ceja. La mujer lo miró temerosa pero luego se acercó nuevamente a él.
-Sesshoumaru es capaz de matarte si te encuentra aún aquí... él quiere a Kagome... y hará lo que sea por ella.
-Yo también haré lo que sea por ella.- Respondió enojado, sus ojos nuevamente fulguraron como un demonio, Kikyo lo notó, otra vez volvía a ver en su rostro el rastro de la venganza.
La mujer volvió a acercarse a él y lo miró cambiando la expresión de su rostro.
-No hace falta que hagas nada... podemos irnos... y así te ahorrarás más pleitos...
El hombre se alejó comenzado a reír estruendosamente, la mujer lo observó al principio impresionada luego cuando vio que la risa de él ya era fastidiosa, apretó los puños de sus manos y su rostro se tiño de rojo.
-Jajaja ¿Pero en qué piensas?- Preguntó al fin el hombre-... ¿Crees que me iría contigo?
-Tú me lo propusiste hace unos meses atrás... ¿lo recuerdas?- Preguntó ella con seriedad. El hombre finalmente dejó de reír y se pasó la mano por los cabellos.
-Ahhh... sí, claro... recuerdo habértelo propuesto... y también recuerdo la forma que ideaste para desligarte de mi proposición.
-Pero ahora he cambiado!- Musitó acercándose a él y abrazándolo con fuerza.- Perdóname... yo si te amo... siempre te he amado... - Las lagrimas comenzaron a brotar de forma inesperada y eso a él le sorprendió, jamás la había visto tan débil, nunca.-... no me odies... aquella vez... tuve miedo...
-Las cosas han cambiado ahora... antes... - Y ella levantó el rostro hacia él que la observaba con seriedad-... antes yo te quería a mi lado porque quería recuperar parte de mi pasado... pero ahora... ahora soy feliz... inmensamente feliz, por primera vez en mi vida... y no quiero nada más...
La mujer lo miró con los labios entreabiertos y luego arrugó el ceño.
-¿Eres feliz por Kagome?... ¿es eso?...
-Sí - Respondió resuelto. La mujer entonces se alejó sintiendo la rabia que invadía su cuerpo.
-No deberías confiar tanto... sobre todo sabiendo que ella jamas te podrá amar... siempre ha estado obsesionada por Sesshoumaru... - Dijo con sarcasmo sin dejar de mirar a los ojos del pirata, para ver su reacción, pero contrario a lo que pensó, él estaba tranquilo, y sólo se encogió de hombros.
-Nada de lo que digas me hará desconfiar de Kagome... conozco tu veneno... sé que siempre quieres salirte con la tuya.
La mujer apretó nuevamente sus puños mirándolo con odio, y se pasó luego los dedos por las mejillas quitando el rastro de lagrimas de ello. Ahora sentía el gusto amargo de la derrota y el desamor.
-Lo que digo es verdad... - Musitó apenas. Inuyasha volvió a encogerse de hombros y retomó su caminata hacia la cabaña. Kikyo lo miró sin creer el rechazo.
-Pues si quieres ve a la hacienda esta noche! Él pedirá su mano y ella aceptará!- Gritó antes de perderlo de vista. Miró unos instantes la cabaña pero no se produjo movimiento alguno, así que finalmente volteó herida y se marchó.
Inuyasha se quedó en la puerta afirmando la espalda en el madero y apretando los labios. Claro que sabía que esa noche precisamente era la fiesta de cual Kagome le había hablado... pero... ¿compromiso?... eso no era posible.
Suspiró intentando que las venenosas palabras vertidas por Kikyo no lo incomodasen, se acercó a paso lento y abrió el alhajero extrayendo el rosario de cuentas blancas que lo hizo sonreír. Lo llevó a su nariz sintiendo de inmediato el aroma de la muchacha y sólo pudo pensar que Kikyo estaba loca si creía que desconfiaría de su pequeña.
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Kagome se miró en el espejo, no sabía cómo era que su madre ahora compraba ropajes tan caros para ella. La seda rojo vino contrastaba con el pálido de su piel y el negro de sus cabellos que ahora Sango había peinado con dóciles bucles amarrados a una cinta del mismo color de su vestido. La sirvienta miró de reojo el anillo de bodas pero no dijo nada, sólo pudo esbozar al final una sonrisa amplia de satisfacción y admiración.
-Luce muy hermosa... parece una reina...
-Una reina loca... - Musitó Kagome mirándose al espejo con tristeza.
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Inuyasha terminaba de comer cuando llamaron a la puerta, no le sorprendió que fuera su amigo Miroku, que tenía extrañamente el semblante alterado y algo agitado, entró de inmediato y luego de dar un par de vueltas por la casa miró al capitán que lo observaba muy callado.
-He estado en el pueblo... andan rumores muy siniestros en contra de tu bella esposa.
-¿Rumores?- Repitió el pirata levantando una ceja.
-Dicen que esta loca... - Respondió con seriedad. Inuyasha arrugó la frente y lo miró turbado.
-¿Y porqué dicen eso?
-Porque asegura que esta casada... contigo... y nadie cree eso... por supuesto...
Inuyasha suspiró fastidiado y posó ambas manos en su cintura mirándolo exasperado.
-La tratan de demente porque una señorita como ella no puede enamorarse ni menos casarse con un ladrón como yo¿verdad?
Miroku no respondió, pero bien sabía que eso era cierto. Inuyasha se movió inquieto y volvió a suspirar fastidiado.
-No sé como su propia familia puede negar la boda... prefieren mil veces que los demás crean que esta loca y no... - De pronto se calló y miró a Miroku.-... a menos que... quieran chantajearla...
Miroku sacudió la cabeza y se acercó a él más asustado.
-¿A qué te refieres?
Inuyasha caminó hasta un baúl sacando una camisa y pantalones limpios y comenzó a vestirse.
-A que una madre prefiere mil veces encerrar a su hija en un manicomio que ver que ella haga algo en contra de su voluntad...
-¿Vas a ir a la hacienda?- Preguntó Miroku ya más alterado.- pero... arriesgas la cabeza hombre!
-La arriesgo a ella también... ya basta de tantas tonterías, esto lo terminaremos aquí!- Respondió con brusquedad y saliendo ahora de la cabaña montó al caballo alejándose de él sin remordimientos, porque su único propósito era, tal y como lo había dicho, acabar de una vez por todas con las rencillas.
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Sesshoumaru sonrió admirando la belleza de Kagome, que tenía enfrente y tomaba una de sus manos enguantadas en seda blanca hasta los codos, besándolos con suavidad y galantería extrema, haciendo ruborizar a la muchacha que desvió la mirada y luego la mano. Kikyo miraba la escena desde al lado de su madre, sonriendo con sorna ante el espectáculo y luego sacando una copa de champán de unas de las bandejas que eran ofrecidas por algunos esclavos vestidos esta vez con mejores ropas.
Estaban todas las mejores familias, la pequeña recordaba perfectamente que era casi igual a la fiesta de compromiso de su hermana mayor con el hacendado. Caminó alejándose de las miradas de las personas que le daban y se acercó al ventanal. La casa estaba bellamente decorada con flores y la vajilla de plata deslumbraba a cuanto la vieran. Unas horas mas tarde estaban comiendo, las notas suaves de una canción se dejaban escuchar en la sala, el ambiente se hizo más ameno, ya no la miraban con tanta insistencia. Sesshoumaru se levantó de su asiento y llamó la atención de todos haciendo sonar la copa de cristal entre sus dedos con una cuchara. La conversación cesó poco a poco y entonces él habló.
-Todos saben que esta fiesta, es en honor de una doncella que... - Miró a Kagome que bajaba la vista fastidiada-... estuvo prisionera pero que afortunadamente ya esta con nosotros... sana y salva... Kagome... por favor... - Tendió su mano hasta la joven que se encontraba a su lado, ella alzó la vista y miró la mano que le tendía y luego el rostro del joven. Sesshoumaru la observaba con una sonrisa cálida y serena, la joven ladeó el rostro hacia su madre que se encontraba a su lado y la mujer hizo un gesto para que aceptara su mano, a lo cual ella obedeció y se levantó.- Brindemos por Kagome- Dijo el hombre alzando su copa y la mano de la muchacha- Brindemos también porque... quiero que todos sean testigos... Kagome... - Dijo de pronto y ella que evitaba mirarlo por fin lo enfrentó, sintió los dedos de él que se acariciaban más a su mano, aquello le provocó escalofríos, lo miró con pánico ¿qué estaba sucediendo¿Porqué se comportaba de esa manera?- ... acepta ser mi prometida...
Kagome entreabrió los labios y lo miró como si el que en realidad estaba loco era él... y su madre... ¿es que acaso se empeñaban en casarla si ella ya estaba casada!. Ladeó el rostro hacia su madre que la miró con severidad y el gesto minúsculo que le hizo le dio a entender que debía sólo acatar. Sesshoumaru extrajo un anillo e intentó ponerlo en su dedo, los demás cuchichearon, sabían que era inevitable puesto que hacía muy poco la misma persona se había comprometido con la hermana, aunque tampoco aquello no era de extrañarse, las cosas funcionaban así, al fin y al cabo, sabían que lo que el hacendado buscaba era la reputación del buen apellido.
-No!- Gritó Kagome alejando su mano de la de él y mirándolo impresionada- ¡Pero qué haces?... estas loco! Todos estan locos!
-Kagome... cariño, por favor... - Musitó la mujer tocando apenas el faldón de la muchacha pero Kagome ni siquiera la miró.
-Sabes que no puedo aceptar... lo sabes y me haces esto!- Gimió la joven con desesperación. El hombre la miró incómodo, luego trató de esbozar una sonrisa.
-Pequeña... no...
-No me digas así! Tu no!- Volvió a decir Kagome.
-Kagome... compórtate... - Murmuró con rabia su madre esta vez poniéndose de pie y tomándola del brazo.- acepta el anillo...
-No! No! Cómo puedes obligarme a esto?- Dijo la joven ya fuera de si, mirando a la mujer y luego a Sesshoumaru.- Saben que estoy casada y aunque no lo estuviera... tampoco aceptaría!
Los murmullos se volvieron a escuchar dentro de la habitación, la mujer miró con pánico a las personas, jamas creyó que su pequeña hija se revelaría de esa forma, hasta el ultimo momento pensó que haría su voluntad. Apretó su brazo y la miró sin expresión.
-Acepta esa sortija Kagome... si no quieres que te interne en un manicomio... - Murmuró muy bajo y la chica abrió los ojos sin creer.
-¿Qué!
-Acepta... porque soy capaz de internarte en un manicomio y no dejarte jamas en manos de ese sucio pirata... lo juro... - Volvió a decir muy bajo, sólo para ser oída por la joven que sintió el corazón casi salía de su pecho, pero el dolor era aun más grande de verse acorralada de esa forma. Miró luego a Sesshoumaru que parecía de piedra esta vez y luego su mirada de alternó a la de la gente que aún cuchicheaba mirándola también de forma extraña.
-No! No!... ¿Porqué no quieren aceptarlo? Inuyasha es mi esposo!
La mujer la miró y luego se sentó en calma.
-Creo que mi hija esta más enferma de lo que creí... - Murmuró. Kikyo permanecía impasible, la verdad es que ahora bien poco le importaba la situación de ella ni menos de la de Sesshoumaru. Kagome en cambio tuvo deseos de llorar pero sólo pudo mirarla sin poder decir nada.
-¡Usted sabe que su hija no esta demente!- La voz que pareció como un trueno se hizo de pronto a sus espaldas al tiempo que todos volteaban para mirar al hombre que había hablado. Las carabinas sonaron de inmediato, puesto que un grupo de hombres liderados por el anciano Jaken parecían que lo venían persiguiendo, le apuntaron desde atrás y todos miraron aterrorizados. Kagome sintió que moriría al verlo así, corrió a su lado y lo abrazó con fuerza.
-No debiste venir... no debiste... - Sollozó. El hombre acarició su cabello admirando en breves instantes lo hermosa que lucía y luego miró a su hermano.
-Ella dice la verdad... es mi esposa... y la familia lo sabe, pues fueron testigos de la ceremonia...
-Desgraciado... - Regañó Kikyo poniéndose de pie.
-No! Mentira!- Volvió a decir la señora Higurashi, pero palideció al ver que el joven capitán alzaba la mano mostrando un documento que de inmediato supo de qué se trataba.
-Inuyasha... por favor... - Suplicó la joven alzando sus ojos hacia él en una suplica, él bajó la vista y susurró.
-¿Crees que te dejaría sabiendo lo que traman?
La joven permaneció en silencio y entonces él prosiguió.
-Vuelva a decir que es mentira... a ver si tiene ese descaro... este es el acta de nuestra boda... aunque el sacerdote que lo ofició ya no este, tuve la precaución de tomarlo y guardarlo en un lugar seguro, sabiendo lo que se proponían...
-Sesshoumaru lo miró con odio en ese momento, los ojos dorados de ambos hermanos se miraron directamente con odio.
-Creo que... fue suficiente... - Murmuró la mujer indignada. Se produjo un silencio horroroso, Kagome se abrazó más fuerte a él y de pronto, la voz de Sesshoumaru rompió la quietud del lugar.
-Esta bien Inuyasha... ¿y qué quieres ahora?
El capitán lo miró con seriedad.
-Necesitamos hablar... nada más...
Continuará...
