Pasado I
Siegfried espoleaba su caballo con mano firme y segura, a su alrededor los árboles se alzaban enormes como queriendo impedirle el paso pero hasta el momento nadie ni nada lo había logrado, era hijo único de dos poderosos reyes, era hermoso y mujeres y hombres se le ofrecían a diario, y más importante que todo: era inmortal.
A sus 17 años ya lo había conquistado todo y a todos, su familia era de una antigua estirpe de la cual se decía estaban protegidos por Odin, Sigi el miembro fundador era hijo del poderoso dios, gracias a éste conquistó un reino junto a Renir, su único descendiente, el que no podía tener hijos y le rogó a Odin que le concediera esa gracia, la deidad le envió una manzana a la mujer de Renir y está quedo embarazada dando a luz a Sigmund, padre de Siegfried.Sigmund siendo ya adulto se hallaba un día acompañado de otros guerreros cuando vio acercarse un viejo cubierto por una capa, su rostro estaba cubierto por un sombrero de ala ancha, llevaba una espada y, ante la estupefacción de los presentes la hundió en el tronco que servía para sostener el techo de la sala y murmurando con voz cavernosa anunció que la espada sería para quien lograra sacarla de allí.Todos los guerreros lo intentaron pero solo Sigmund consiguió arrancarla y se quedó con ella.Gracias a la espada fue de victoria en victoria. Ya anciano un día que estaba en plena lucha apareció de nuevo el viejo que le proporcionó antaño la espada. Llevó su lanza hacia Sigmund y este golpeó con su espada la lanza del viejo. La espada se rompió en dos. El viejo era Odín que quería su muerte y empezó por desarmarle.Sigmund fue herido en la batalla, y cuando su esposa Hjordis quiso curarle, él se negó afirmando que Odín quería su muerte y que lo único que tenía que hacer era recoger los trozos de su espada para soldarlos algún día.Siegfried sonrió y levantó orgulloso la Balmung, con mucho dolor habiase despedido de sus padres: esas fronteras ya no tenían nada para él y se dirigía a Asgard, tierra de mitos y héroes allí pondría su espada al servicio de quien fuese. Tenía hambre de batallas y retos de probar esa inmortalidad de la cual gozaba, no conocía el miedo ni la prudencia, era un héroe ¿quién podría decirle que no?.La luz del sol bañaba su rostro y la nieve se derretía a su paso, sus cabellos color arena ondeaban y su traje estaba exquisitamente bordado, de pronto advirtió que al final del camino empezaba el bosque y que éste se desviaba, oía el chapoteo del agua y se encaminó hacia allá deseoso de apreciar mas la belleza de Asgard.Se apeo de su corcel, la hierba crecía en abundancia y distinguió dos figuras, una de ellas conocida, la muchacha era esbelta y de largos cabellos negros pero no era diferente a otras que hubiese visto ya y quizás su única novedad eran sus cabellos demasiado oscuros para alguien de ascendencia nórdica. Se apoyó en un tronco y entonces se quedó boquiabierto, junto a ella se encontraba un muchacho, casi un niño, de resplandecientes cabellos rojos; tan bello que opacaba todo a su lado, con una sonrisa en los labios se aproximó.-Hola...vuestros rostros me parecen conocidos -.Ingríd se volteo y un inmenso rubor apareció en sus mejillas, era el chico del bosque, balbuceando torpemente respondió:-Ho...hola, soy Ingríd encantada de conoceros...¿vos sois?.-Siegfried rió y replicó sin apartar los ojos de ambos.-¿No sabéis quien soy? Mi nombre es Siegfried yo soy el que dio muerte a Fafnir y he venido a defender vuestra tierras.Un murmullo de admiración se escapó de labios de la joven, Siegfried parpadeó perplejo ¿sería mudo?.-Vos no habéis pronunciado palabra...-Alberich lo miró, le detestaba desde esa tarde en el bosque, su hermana no hacia mas que hablar de él y hacer castillos en el aire. Lo había observado desde que se apeó del caballo y fichado a primera vista: era un arrogante y seguro sería un ignorante preocupado solo de luchar en vez de instruirse.-No tengo nada importante que decir ¿de que podría hablarle un simple mortal a un héroe? -.Ante el asombro de Siegfried el joven dio media vuelta y se marchó.-¡Alberich! No seas mal educado...Alberich - exclamó Ingríd consternada."Vaya petulante, tan espinoso como un cardo" - pensó Siegfried y acercándose a la joven musitó:-Perdonad que haya hecho enfadar a vuestro novio, no quería importunaros...-.-No lo hacéis y no es mi novio, es mi hermano menor -ella sonrió -disculpadlo no es así, mi hermano es una persona muy especial, le gusta leer y no ve muy bien a los guerreros como vos.Él entornó los ojos, nunca había tomado un libro mas que para echarlo al fuego, era hombre de acción y no de palabras, miró a la joven, la que no le apartaba los ojos de encima. Era hermosa pero no tenía nada de especial, domaría a ese cardo y para eso la necesitaba.-Lo entiendo -se sentó en la hierba y le hizo un gesto a la muchacha para que se sentara junto a él.Ingríd se sentó con gracia, sus cabellos brillaban como el azabache bajo la luz del sol y su corazón palpitaba a mil, era tan hermoso y atento y no se parecía en nada a los jóvenes de Asgard, además sus hazañas a su corta edad la impresionaban.-¿Estáis solo de paso,Siegfried? - murmuró.El negó con la cabeza y le explicó que se alojaba en casa de Cyd de Mizar, no dejaba de mirarla apreciando los cambios de su rostro que se iluminaba al ella gesticular o sonreír.-Sois hermosa jamás vi dama igual en mi tierra. -Siegfried sonrió y poniéndose de pie le tendió la mano -¿Queréis cabalgar conmigo?.Alberich se paseaba furioso por la biblioteca, Mime lo observaba en silencio ya estaba acostumbrado a los arranques de su temperamental amigo y aguardaba a que Ingríd llegase para practicar el arpa, así engañaba a su padre diciendo que iba a estudiar y practicar esgrima a la mansión de los Megrez.-¿Tu le has visto? Es un petulante Mime y mi hermana no le apartaba los ojos de encima, debí haberme quedado por Hel soy un idiota.-Pero Alberich...tengo entendido que es alguien increíble - exclamo Mime bajándose del taburete al que se había subido - Cyd le tiene en gran estima y las princesas comentan a diario sobre él, incluso le he pedido - añadió con timidez - que me enseñe esgrima, así si mi padre me pregunta sabré enseñarle algo.Alberich lo miro de hito en hito.Afuera se oyó llegar un caballo, Ingríd se apeo ayudada por Siegfried, traía las mejillas sonrosadas y su aspecto era radiante.-Gracias por traerme.Siegfried se inclinó para besarla suavemente, ella tembló al sentir sus poderosas manos en su grácil cintura, en ese instante las puertas se abrieron y por ella salieron Alberich y Mime.-Hermana...- exclamó éste ásperamente, a su lado Mime no pronunció palabra, se le veía compungido y sostenía algo tras de el.Ingríd rió y tomando a Siegfried de la mano exclamó:-Hermano, te presento a mi novio. -pasó entre ambos y agregó: -debo presentárselo a nuestros padres, mamá estará feliz. -De pronto su rostro se tornó preocupado y se dirigió a Mime.-¿Por qué estas tan serio, Mime? Podemos practicar igual...-.Por toda respuesta Mime le mostró el arpa destrozada e indicando a Alberich sollozó:-Tu hermano es un bruto me la rompió en la cabeza por que dije que...-se interrumpió ante la mirada de advertencia de Alberich y sin decir palabra se marcho.Siegfried rió divertido no le quedaba duda que ese chico era especial tal como su "novia" decía, estaba conforme con la decisión tomada ya que al saber que tenía novia la princesa Hilda no se mostraría tan esquiva con él, eso de la virginidad era una tontería.Durante las dos semanas siguientes iba a diario a la mansión Megrez y su compromiso se comentaba en toda la aristocracia, no había mujer que no envidiase a Ingríd, pero su objetivo principal no cedía ni un ápice y esto comenzaba a atormentarle.Cyd sonreía y charlaba con despreocupación mientras alimentaba su conejo, su madre comentaba junto a algunas mujeres los últimos hechos acontecidos en Asgard y solo Siegfried parecía totalmente ajeno a toda la plática.-¿Qué sucede amigo mío? estas con la joven mas hermosa de Asgard y la princesa dice que te nombrará primer caballero, Odin te favorece y sin embargo te veo preocupado.El rubio muchacho observo al enorme conejo blanco dando saltitos por la hierba y moviendo la mano se retiró, necesitaba caminar.Cyd lo miró preocupado y lo dejo hacer.El pueblo bullía de animación y las gentes le cedían el paso, por todas partes la música resonaba con fuerza y las mujeres se inclinaban mostrándole el escote y sus pechos jóvenes y firmes, Alberich siguió caminando sin querer pensar ni recordar la terrible discusión con su hermana y entrando una taberna aislada pidió un jarro de hidromiel y se sentó en un rincón a leer.Las voces se mezclaban y las mujeres bailaban riéndose a viva voz, el cantinero se le acerco y le dijo en tono de confidencia:-Es una verdadera lástima y entiendo vuestra preocupación milord.Alberich alzó una ceja, ¿cuándo entenderían esos ignorantes que no era un lord?.-No se de que habla.- respondió con aspereza.El hombre se encogió de hombros y mirándolo con doble intención solo dijo: -la segunda habitación a la derecha.Éste levanto la cabeza, no buscaba rameras ni parecido, lo observo irse intrigado e intentó seguir leyendo pero habían picado su curiosidad, de un golpe se bebió todo el hidromiel y algo tambaleante subió las escaleras tropezándose con algunas busconas y esquivándolas cayó de bruces frente a la puerta, se puso de pie algo mareado y sin tocar la abrió.-¿Qué demonios es esto? -exclamo al ver a Siegfried completamente borracho sentado en la cama.Éste rió y poniéndose de pie se acercó a él.-Yo le pedí que te enviará hasta acá, se por tu hermana que siempre frecuentas este lugar.-¿No te basta con pasar en mi casa que ahora me sigues?.Siegfried avanzó hasta él y un vago temor se apoderó de Alberich, se veía tremendamente seductor con ese aspecto desaliñado y él mismo se sorprendió de tener esos pensamientos hacia el que mas odiaba.-No se que quieras y no me quedaré a averiguarlo -frunció el ceño y abrió la puerta pero Siegfried la cerró con un fuerte golpe.-Te quedarás porque yo lo quiero. -susurró Siegfried y tomándolo por un brazo lo apartó con violencia de la puerta situándose entre él.Alberich lo miró sorprendido y la furia se retrato en su rostro, verlo así lo excitaba aún mas y abriendo los brazos lo desafió:-Sal si puedes, veremos quien vence si tú y tus condenados libros o yo.-Estás ebrio...no soy ningún maldito idiota y se que no puedo ganarte -replicó Alberich preguntándose que era lo que tramaba Siegfried, no le gustaba para nada esa actitud y esa mirada.Éste rió y lanzando la botella al suelo se acercó amenazante, Alberich no le quitaba esos hipnóticos ojos verdes de encima y veía su piel entre la camisa, se veía tan frágil y hermoso.-No estamos en tu casa, no estamos ni siquiera en Asgard, Alberich...tal como suponía eres un cobarde hoy veremos que tus libros no te han servido de nada, a menos que me atacaras con todos los que tienes -rió.Ambos estaban frente a frente, Siegfried lentamente acercó su mano al rostro de Alberich.-¿Qué quieres? Estás haciendo perder mi tiempo, si vas a disculparte por lo que le hiciste a mi hermana es a ella a quien debes decírselo no a mi. -respondió este viendo como la mano de Siegfried se aproximaba a su rostro.-Decirle a tu hermana... decirle qué si ya sabe que es una ramera.Alberich le apartó de un manotón la mano y mascullando una maldición le asestó un puñetazo en el mentón, Siegfried sonrió y golpeándolo en el estómago siseó al tiempo que lo empujaba sobre la cama.-Vaya, pero si sabes pelear muchachita.-Cállate maldito hijo de la gran puta, tu no vendrás a insultar a mi hermana-.Alberich intentó incorporarse pero Siegfried se situó encima de él inmovilizándose los brazos.-Que boca tienes...me gustaría saber que mas sabes hacer con ella -y antes de que el otro replicara lo besó salvajemente, sus labios tenían gusto a hidromiel y se excitó con solo tocarlos. Por fin tenía a ese cardo bajo su poder. Sin contenerse lamió sus labios y los mordió totalmente fascinado con ellos.-Eres hermoso, me fascinaste desde el primer momento en que te vi Alberich, por eso me acerqué a tu hermana para tenerte a mi lado.Siegfried besaba su cuello mientras sus manos acariciaban su miembro, Alberich se sentía extraño: nunca había estado con un hombre, su respiración se aceleraba y lentamente fue abatiéndose bajo el empuje del otro.