Siegfried movió la lámpara y caminando hacia ambos les sonrió con cinismo.

-Parece como si hubieran visto un fantasma y es imposible que yo lo sea porque jamás moriré.

Alberich se puso lívido y la furia dominó a Hagen el que avanzó pero la mano de su compañero lo retuvo. Éste avanzó y pasando al lado de Siegfried murmuró:

- Nunca hay que decir jamás, la gracia de los dioses es enorme en Asgard...vete a dormir tranquilo, mi padre puede pasar semanas encerrado sin preocuparse de que un bastardo seduzca a su hija. - sus miradas se encontraron mientras los sirvientes observaban atónitos y sin osar abrir la boca ante tan inusual encuentro.

- Que gusto me da verte fuera del Valhalla, Hagen. - exclamó Siegfried a modo de despedida y sin decir nada más salió de la sala.

Hagen se apresuró a sostener a Alberich que estuvo a punto de irse de bruces al suelo y sosteniéndolo llamó a uno de los criados para que le ayudara a subirlo.

- Rápido, está enfermo...- musitó Hagen y acercándose al atemorizado hombre agregó:- ¿Visita a menudo esta casa el señor Siegfried?.

-Todos los días...y eso que dicen en el pueblo que tiene amores con la princesa Hilda...pero de eso vos sabréis mas.- respondió el criado.

Hagen no respondió y entre ambos llevaron a Alberich a su habitación y tras despedir al hombre el rubio prorrumpió en insultos hacia el que había admirado hasta hace unas horas antes.

-¡Es un bastardo! ¿cómo se atreve a esperarte después de lo que te hizo? -.

Alberich se sentó en la cama y llevándose las manos al rostro suspiró en silencio y mirando en derredor señaló con dificultad:

-Pediré que te preparen la habitación de ...- se interrumpió y con una débil sonrisa agregó:- puedes dormir en el sofá, no podré dormir solo sabiendo que él está aquí.

- Lo entiendo, no te preocupes puedo dormir cómodo dónde sea. - Hagen se acercó y sentándose al lado le acarició el cabello arrepintiéndose de inmediato ante eso.

Alberich lo miró sorprendido y Hagen se ruborizó hasta la raíz de los cabellos y poniéndose de pie murmuró torpemente:

- Lo lamento...es que tu cabello es como...como plumas.

Por toda respuesta el pelirrojo rió divertido y tendiéndole una manta se dirigió a cambiarse.

- Siegfried ¿no piensas dormir hoy? - musitó Ingríd mirando como su amante se paseaba de un lado a otro por la habitación y al no recibir respuesta se envolvió en las mantas ofendida sin dirigirle la palabra, al verla Siegfried salió del cuarto y sentándose en las escaleras se puso a fumar mientras pensaba en lo extraño que era ver a Hagen en la mansión de los Megrez.

Conocía a ese chico desde que había llegado al Valhalla e Hilda le hablaba muy bien de el, era un muchacho ejemplar que vivía allí y se encargaba de cuidar a Flare, por ser huérfano le tenían especial consideración pero lo cierto era que tenía méritos suficientes para hacerse querer. A él le había parecido natural que las admiración se reflejara en sus ojos azules y ni siquiera se halagó al conocer que el muchachito le adoraba y lo tenía por héroe personal.

"¿qué hará aquí, jamás le vi frecuentar el pueblo y justo tenía que hacerlo hoy...si me hubiera seguido nada de esto estaría pasando...Alberich no debe haberle dicho nada, es demasiado orgulloso y ¿quién me creería capaz de algo así?" - pensaba inquieto.

La noche transcurría con pasmosa lentitud y Alberich no lograba conciliar el sueño, la imagen de Siegfried se le aparecía una y otra vez y el sudor le empapaba la camisa. La nieve caía con furia y Hagen dormía sin mayores problemas, lo miró con gratitud extrañado de no haber reparado nunca en él en sus esporádicas visitas al Palacio.

Se puso de pie y echándose una manta encima caminó hacia fuera, no sin antes detenerse y mirar una vez mas a su nuevo amigo.

-Gracias Hagen...- susurró y acariciando uno de sus cabellos salió de su habitación.

Los criados dormían y las farolas estaban apagadas, la amplía escalera describía una elegante curva y ascendía, se detuvo y miró hacia arriba donde se encontraba la enorme biblioteca y los aposentos de su terrible y siempre ausente padre.

Bajó en silencio y sufrió un sobresalto al verle.

- ¿Aún no te vas de esta casa? - susurró y su propia voz le sonó ajena.

Siegfried se puso de pie y tomándolo por los hombros lo empujó hasta el barandal replicándole:

- Esta será casi mi casa no olvides que me casaré con tu hermana.

- Que extraño yo creí que te casarías con Hilda, se bien que la cortejas.

Una sonrisa torcida se dibujó en el bien parecido rostro de Siegfried y acercándose a él susurró al tiempo que acariciaba su rostro con lascivia:

- Así como tu cortejas al paje de la hermana menor...ambos tenemos asuntos en el Valhalla, al parecer no eras tan inocente como yo creía.

Alberich lo miró con odio y escupiéndole al rostro se soltó con un ademán furioso:

-No te atrevas a mencionar algo así nunca más o juro que haré que todo Asgard sepa la clase de hijoputa que eres.

Siegfried se limpió y tomándolo del cuello siseó:

- Entonces tú no te atrevas Alberich a desafiarme, eres mío y no quiero verte cerca de nadie mas, ya sabes porqué me caso con tu hermana...- lo besó con fuerza y acariciando sus labios agregó: - esos labios no besarán a nadie que no sea yo, los dioses deben quererte para hacer que yo esté loco por ti...tanto como para tomarte a la fuerza y sacrificándome al estar con una mujer que no vale nada al lado tuyo. - lo soltó y se sentó en los escalones mirándole.

Alberich respiró ahogadamente y una extraña luz apareció en sus ojos, se sentó junto a él y con un tono de voz que no parecía el suyo se esforzó por hablar.

- ¿Acaso dices que...me amas?.

- ¿No eres tan astuto? - replicó Siegfried apartando la vista.

- No te cases con Ingríd, si me amas y quieres que sea solo tuyo deja a mi hermana en paz...nunca mas vuelvas a acercártele.

Una risa amarga brotó de labios del otro y poniéndose de pie murmuró bajando las escaleras: - No soy estúpido.

Alberich tragó saliva y bajando en pos de él lo tomó de un brazo y empujándolo al escritorio de su padre cerró la puerta y acercándose lo besó apasionadamente, Siegfried jadeó sorprendido.

- Si yo no te amara ¿habría podido besarte después de lo que me hiciste? El paje y mi hermana duermen, los sirvientes duermen - apartó con mano convulsa la manta y quitándose la camisa le sonrió y sentándose sobre el escritorio susurró:- tómame y compruébalo.

Siegfried se acercó fascinado por aquella visión mientras que Ingríd cerraba la puerta de su cuarto y apretando los dientes se echaba a llorar de manera convulsa sobre la cama.

Al día siguiente todos los aspirantes a guerreros fueron convocados por Hilda al Valhalla, Midgard estaba siendo atacada por un ejército invasor y los llamaban a combatir.

- Midgard también es parte de nuestro reino - Anunciaba Hilda cubierta con su traje de guerrera - y por lo tanto debemos ir a ayudar a los que nos necesitan dejando en alto el nombre de los aspirantes a guerreros de Odin.

Los hombres y mujeres del pueblo la aclamaron, a su lado y sentada en un sitial Flare observaba a Hagen el que no dejaba de mirar a Alberich preguntándose porqué no lo encontró a la mañana siguiente y en cambio se topó con esa hermosa mujer que tenía el semblante cubierto de lágrimas.

-Siegfried comandará el ejército y el os escogerá para esa hazaña digna de un Edda -.

Todos aclamaron al héroe de Worms y las filas para inscribirse y combatir se hicieron interminables, Hagen se apartó y tomando del brazo a Alberich lo llevó aparte.

- ¿Qué pasa? -.

Alberich sonrió y musitó:

- Ya no se casará con mi hermana, le hice creer que lo amo pero lo siguiente que verá es a mi espada.

Hagen abrió la boca sorprendido y antes de que pudiera decir nada Alberich lo besó y abrazándole exclamó:

- Estoy loco...amigo mío, pero confío en que tu sabrás llevarme por la senda de la cordura.

- Apenas te conozco pero te ayudaré, cuenta conmigo.

Cyd se acercó y pasándoles un cuenco con hidromiel les dijo:

-Brindemos, vamos a la guerra.

Se veía espléndido con su traje de combate y hombres y mujeres se inclinaban al pasar admirarlo a ese joven bien parecido y todo un noble que se ganaba tantos corazones con su sinceridad. Tras de el Mime no parecía muy feliz y menos al lanzar miradas de temor al lobo que uno de los suyos llevaba.

- Muerde solo si doy la orden - decía el orgulloso guerrero que parecía tan indómito como su mascota-.

Un clamor inmenso se dejó oír y Siegfried apareció atrayendo todas las miradas, en especial la de Hilda.

- Amigos míos los dioses están de nuestro lado, he llamado a mi ejército y mañana estarán aquí: haremos temblar a los invasores y nos coronaremos como guerreros dignos de Odin, la Balmung no permitirá que perdamos y menos si la mano que la empuña es firme.

Cyd lo abrazó calurosamente y todos se animaron mientras Siegfried lanzaba una significativa mirada a Alberich y Hagen sonreía entre dientes.

Hilda y Flare se acercaron luciendo orgullosas los atuendos de guerra junto a un enorme muchacho.

-El es Tholl y sus martillos son tan mortíferos como los del dios legendario -sonrió.

El enorme guerrero se adelantó y tendiéndole la mano a Siegfried miró a los demás sin decir nada.

Flare se acercó a Hagen y tomando una de sus manos musitó tímida:

-Hagen,cuidate por favor...regresa sano y salvo.

- Lo haré señorita Flare no se preocupe.

Alberich se había retirado a un rincón de la tienda y observaba a lo lejos sin ver meditando en el camino que acababa de tomar cuando una voz se dejo oír tras de él.

- Espero que te maten, hermano mío.

Se giró sorprendido y se encontró con los fríos ojos azules de Ingríd la que tomándole la mano se la besó y sin decir nada más se alejó entre los soldados que silbaban admirados ante su hermosura. Alberich se abrió paso a viva fuerza mientras Siegfried no le quitaba los ojos de encima y trataba de apartarse de las princesas y de Cyd que charlaban ajenos a todo.