- Ingríd! - gritó Alberich tomándola del brazo.

- Suéltame desgraciado...- murmuró ella tratando de soltarse.

Alberich la sujetó con fuerza frente a la mirada atónita de los soldados,hombres,mujeres y niños que habían acudido a oír las palabras de Hilda; algunos conocían el vínculo que ambos tenían pero otros entornaron los ojos con malicia preparándose para presenciar otra de las disputas del famoso pelirrojo y otra de sus amantes.

- Quiero que me escuches, hermana.

Ella se volteó y lanzándole una mirada de odio lo siguió de mala gana, él la metió al interior del Valhalla y ahí entre los pasillos sombríos y rodeados de antorchas se enfrentaron mientras Siegfried se despedía de Hilda y avanzaba abriéndose paso a viva fuerza por entre sus asombrados compañeros.

- ¿Por qué me deseas la muerte? ¿perdiste el juicio? - murmuró Alberich apoyándose en el muro.

Ingríd volteó y lo miró a los ojos, observándolo como si lo viese luego de largos años, ya no eran niños y él era lo más amado y a quien mas odiaba ahora.

-¿Recuerdas la primera vez que lo vimos en el bosque,Alberich? - ella sonrió y se limpió una lágrima furtiva - tú ni reparaste en él, conocías a Cyd y tanto él como su familia siempre recibían visitas...ni siquiera lo viste pero yo sí, yo lo vi y su imagen jamás se borró de mi corazón y cuando él dijo que se casaría conmigo fui la mujer más feliz de Asgard...porque así lo hubiese querido nuestra madre.

Ella se detuvo y él bajo la cabeza, Ingríd mirada los reflejos que se escapaban de sus alborotados cabellos rojizos, él siempre había llamado la atención y lo admiraba por ser bello y endemoniadamente inteligente. Sonrió con tristeza y acercándose susurró remarcando bien las últimas palabras.

-¿No dirás nada? Debes tener algo que decir tras haberme traicionado acostándote con él anoche...y pensar que la culpa no es solo tuya, él estaba tan preocupado por ti.

Alberich palideció y desviando la mirada dejó de apoyarse y la encaró.

-Jamás entenderás porqué lo hice, pero nunca quise hacerte daño y al estar con él te lo estoy evitando aunque ahora no lo comprendas.

-No, no lo entenderé porque no soy una genio como tú y nunca te perdonaré: oraré a los dioses para que te maten y no volver a verte.

Ingríd volteó y se encontró con los hirientes ojos de Siegfried, los miró a ambos y esbozando una sonrisa sarcástica salió del Valhalla.

- ¿Estás bien? No aceptó que la abandonara esta mañana...como decirle que tú eres más interesante, déjala ya se olvidará de todo...tenemos que ir a Midgard, Alberich.

Se acercó a él y lo besó suavemente en los labios y poniéndole una mano en el hombro se alejó dejándolo solo y sin ver a Hagen que también se acercaba preocupado por el otro extremo del Palacio.

Afuera Mime y los otros celebraban bebiendo hidromiel en honor a los dioses.

-¿Estás bien? - Hagen escrutó con preocupación el rostro de Alberich mientras que este la miraba fastidiado por ser segunda vez que le preguntaban lo mismo.

- Si...pero me arrepiento de haber ...- se detuvo avergonzado y volvió a apoyarse en el muro como buscando ahí el apoyo para sostenerse a sí mismo. Alzó la mirada y una honda tristeza apareció en esos soberbios ojos verdes y Hagen comprendió que el orgulloso pelirrojo se estaba derrumbando como lo había hecho él tantos años atrás allí morir sus padres.

"De no haber sido por las señoritas Hilda y Flare hubiera terminado suicidándome deshonrando con ese acto a los dioses y a mis padres" - pensó el muchacho rubio sin saber como reaccionar ante la pesadumbre de su compañero y amigo.

-Mi madre murió hace poco tiempo y lo hizo feliz porque Ingríd estaba con el mas alto héroe de esta tierra y todas las siguientes, ese hombre al que todos veneran...el...me folló como a una ramera cualquiera ese día que nos conocimos y luego fue a dormir junto a mi hermana como hacía todos los días sin que a mi padre le importara en lo más mínimo.

Hagen apretó los puños y su bella piel color canela palideció, se imaginaba que algo así pero una parte de él no había querido creerlo y menos al sentirlos a ambos unidos horas mas tarde.

-¿Perdiste el juicio? - exclamó con calor - ese monstruo abusa de ti...y tú...tu luego vuelves a él, eso es retorcido y enfermo deberías matarlo.

Alberich sonrió y avanzando lentamente sonrió con la mirada perdida.

- Tal vez lo esté..tal vez si sea un condenado insano.

- Perdóname, no debí hablarte así, entonces lo hiciste por tu hermana ella debería entenderlo, ella tendría que saberlo.

-No me creería Hagen, tu lo hiciste y me ayudas ¿por qué? ¿por mi fama, mi inteligencia? ¿porqué lo haces?-.

Hagen tembló ligeramente al sentir esos ojos verdes y respondió:

- Por tu mirada alberich, no puedes esconder la desesperación y yo no puedo ignorar que reconozco en ti un igual.

El agudo sonido de las trompetas les interrumpió, el ejército se retiraba, unos pasos rápidos se dejaron sentir en el pasillo y un guardia les dijo algo perplejo al verlos tan cerca:

-El ejército saldrá al amanecer, todos han marchado a reclutar hombres y las provisiones están casi listas...hubo una oración para que los dioses les acompañen, el señor Siegfried me envió a buscarle - agregó mirando a Alberich.

Este le agradeció y exclamó apenas el hombre desapareció:

-No puedo regresar a la mansión...hay una cabaña en el bosque dónde mi madre y yo solíamos pasar días tranquilos, dormiré ahí esta noche.

-No puedes hacerlo solo, él te seguirá. - murmuró Hagen con vehemencia.

Alberich rozó su mano y acercándose lo besó lentamente dejándolo completamente sorprendido.

-¿Quién dijo que estaré solo?.

Phenrill se acercó a su manada de lobos, la luna alumbraba todo en un cielo extrañamente azul y acariciando a jinx con cariño susurró con su voz ronca:

-Mañana partiré a la batalla, tú debes cuidar a los demás...si quiero ser un guerrero divino tengo que cumplir como tal y está será la prueba decisiva para saber si los dioses me quieren entre los suyos.

El lobo aulló lúgubremente y a él se le sumaron todos los que allí estaban Phenrill inclinó la cabeza con tristeza, les extrañaría pero regresaría por ellos, en la batalla dejaría la tristeza de haber perdido a sus padres y el odio contra todos los que lo abandonaron, renegaba de su linaje aristocrático y mataría contento desatando ese salvajismo innato en él. Acarició una vez mas a su fiel compañero y tendiéndose en el hierba cerró los ojos soñando con la victoria.

Alberich abrió la puerta y haciéndose a un lado invitó con cortesía a su amigo, Hagen avanzó lentamente y se estremeció al sentir cerrarse la misma tras de él.

-¿Alberich? - susurró tratando de ocultar su nerviosismo.

-Aquí estoy...a tu lado.

Los ojos del pelirrojo parecían destacar en su fosforescencia y sin encender el fuego ni las lámparas a gas lo atrajo tomándolo con rudeza por las caderas y besándolo intensamente. El calor se apoderó de Hagen y sintió la sangre subírsele al rostro al sentir esos labios ardientes sobre los suyos ¿cómo confesarle que esos eran sus primeros besos? La atracción que ejercía su compañero sobre él era tan grande que ni siquiera se cuestionaba que fuera de su mismo sexo y que con su voz eclipsara por completo la imagen de la dulce Flare.

-Eres tan hermoso e inocente...- susurraba Alberich estremecido acariciando su espalda y empujándolo inexorablemente a la cama mientras ambos en un ardiente juego de besos y caricias iban dejando sus prendas regadas por todo el lugar.

- Dioses...Alberich - susurraba Hagen sin dejar de repetir como una letanía su nombre asombrándose ante todos los matices que adquirían sus ojos, el desorden estudiado de sus cabellos, su voz lenta y cargada de significado y sus manos impacientes y conocedoras que lo arrastraban al mismísimo Valhalla.

"Te haré olvidar...a Siegfried, a tu hermana y a todos los que hayan tenido la suerte de tocarte, seré tan íntegro para ti que no necesitarás a nadie mas en tu vida, yo ansío serlo todo así como tu estas demostrando serlo todo para mí en este instante".

Su amor y pasión de desarrollaba como una marea y los iba absorbiendo en su tranquila complacencia, para Hagen era la primera vez que le hacían sentir tal deseo y para Alberich,que se estaba entregando por completo, era su primera vez que dejaba al amor posesionarse de él y sus actos: aquí no había venganza ni dolor, solo un deseo casi sádico de poseer a alguien que sin conocerlo lo estaba apoyando en uno de los planes mas macabros de su vida.

Siegfried miraba por los amplios ventanales del Valhalla, se sentía inquieto y extrañaba a Alberich cosa que no dejaba de provocarle desazón, era tan extraño y encantador...podía ser el amante mas tierno y desarmarlo con una mirada y al minuto siguiente enloquecerlo con su frialdad o herirlo con palabras destinadas a clavarse en su pecho aniquilándolo moralmente.

-¿Dónde estás? - susurró mientras fumaba mirando las estrellas mas inquieto por su ausencia que por la batalla que librarían al día siguiente.

La puerta se abrió suavemente y con sigilo una figura emergió desde las sombras desconcentrándolo.

-¿Quién es? - exclamó sacando la Balmung.

Hilda se adelantó y quitándose la túnica con rapidez musitó acercándosele:

-Los dioses desean premiaros en el preludio de la batalla y mandan a su representante en esta tierra a complaceros, a vos el guerrero mas fuerte del mundo.

Siegfried la vio con incredulidad mientras se acercaba completamente desnuda y la espada hizo un ruido sordo al caer sobre la alfombra.