Sus labios se acercaban mientras lo embriagaban con hidromiel y sus manos le arrancaban la camisa acariciando con un deseo tan intenso que, por un momento, pensó que su piel se quemaría bajo el embate de esa pasión sorda y desesperada, breves jadeos se escapaban de sus labios y el sudor humedecía sus cabellos cosa que no sucedía ni aún entrenando en el volcán, allí se preparaba en secreto pero ahora todas esas ideas se esfumaban difuminándose en unos cabellos rojizos bajo ardientes besos y caricias apremiantes; nunca había conocido amor mas autodestructivo e intenso, nunca antes se sintió tan dichoso y mientras rogaba pidiendo siempre más iba entregando su corazón y alma.
-Alberich - jadeó Hagen viendo sus ojos y acariciando su pecho.
El otro no respondió y lo besó brutalmente mientras lo poseía centrándose en su amante, en su hermosura y pureza, parecía que sus células se desintegraban con su toque y no podía separarse de él. Sabía que tenían que salir de allí y necesitó de toda su voluntad para apartarse.
-Hagen...-susurró mirándolo con satisfacción - por todos los dioses nórdicos tenemos que ir justo ahora a Midgard.
El rubio sonrió y lo besó suavemente mientras se quedaban un instante abrazados, enredados entre las sábanas.
-Debemos y matarlo allí si es posible - susurró Hagen aspirando su aroma.
Alberich asintió, solo sentía tristeza por Ingríd pero ya ni recordaba a Siegfried...había olvidado todo en sus brazos, ya no sentía dolor ni vergüenza. Se levantó de la cama y tendiéndole la mano le sonrió con total entrega.
-Vamos, no daremos un buen baño...y luego iremos directo al Valhalla.
Hagen se puso de pie y lo enlazó por la cintura y entre besos y risas se dirigieron al cuarto de baño.
- Ya es hora...-
Cyd miró a su madre y asintiendo se lvantó de la butaca donde había pasado toda la noche, tenía su armadura puesta y las ganas de ir a combatir pero el alma se le cayó a los pies al ver su rostro apesadumbrado.
-Madre no es la primera guerra a la que va alguien de nuestra familia, regresaré con la victoria. Nadie ha derrotado a un Mizar jamás y yo no seré el primero.
Ésta asintió y se borró con el dorso de la mano las lágrimas,estaba tan orgullosa de su hijo y...quería decirle algo que él debía saber pero, prefirió que lo averiguara por si mismo.
"Tu hermano...sería igual que tú, tu viva imagen y así no te sentirías tan solo hijo mio.Quizas en tu corazón sabes que ese vacío del cual tanto te has quejado es por no tenerle a tu lado pero no pude impedir que se lo llevaran, ni siquiera se si aun vive...no mereces saberlo si ni yo misma,que lo di a luz, lo sé".
Cyd abrazó a su madre y caminando con paso firme hizo lo mismo con su padre y los criados, para él no existian las distinciones de estrato social y por eso nadie lo odiaba y nunca existiría otro guerrero como él.
-Regresaré e iremos todos al lago en primavera - sonrió y haciendo un gesto de adiós con la mano ensilló su caballo y salió al palacio.
Sonó la primera campanada e Hilda despertándose asustada alzó la cabeza, Siegfried se estaba vistiendo con parsimonia y lentitud y apenas si la miró al incorporarse ella y rozarle el rostro con sus labios.
- Aún es temprano...es la primera campanada de doce. - susurró con voz cargada de emoción.
Siegfried se ajustó la pechera y dándose la vuelta para ir a buscar su cinto respondió:
- Debo estar alli para cuando lleguen todos, soy el capitán...vos misma lo dijiste ayer.
Hilda asintió y comenzó a vestirse, extrañada de su comportamiento y atribuyendoselo a los nervios antes de un combate.
-Luchareis bien, los dioses están con vos y no os abandonaran, así como yo tampoco - la sacerdotiza sonrió y sus ojos brillaron al recordar la intensa noche en que por fin decidió dejar a la sacerdotiza a un lado dejando paso a la mujer que habitaba en ella.
El guerrero se dio la vuelta y con una cautivante sonrisa se le acerco, ella se estremeció y procurando mantener la calma no le apartó la mirada.
- Los dioses aman a los ganadores, no os preocupeis por mí nada ni nadie puede matarme traeré la victoria y os la adjudicaré - la besó en la frente y añadió: - Antes quisiera pediros algo, deseo tomar un pupilo al cual formar en el arte de la espada y ya tengo su nombre.
Hilda lo observó, seguro sería Hagen lo que podría feliz a su hermana.
-Hagen es un buen muchacho a estado aquí desde que era un niño y tanto Flare como yo lo queremos mucho.
Siegfried alzó una ceja y con un leve desdén en la voz caminó hacia la ventana mientras se dejaba oír la segunda campanada.
- No hablo de Hagen, sino que de Alberich de Megrez el chico pelirrojo, es un verdadero problema y sera un reto para mí hacerlo todo un guerrero.
-Pero...él no ha dado muestras de desear ser un guerrero de Odin, cuando viene acá solo lo hace a la biblioteca, no creo que esté capacitado para...-.
Siegfried le puso ambas manos en los hombros.
-Corresponde al futuro líder buscar los caballeros mas acordes, él posee una enorme inteligencia y esa será un arma que podremos usar para defender esta tierra, no os preocupeis de mas y dejadmelo a mi.
La besó en los labios y tomando su capa salió de la habitación mientras la tercera campanada vibraba en el aire.
Mime abrió los ojos y se sintió realmente enfermo ¿por qué tenia que ir? El detestaba pelear y aunque admiraba a Siegfried e irían casi todos los nobles sentía desgarrarse su corazón, las campanadas eran lentas y su sonido le molestaba, su aya entró con suavidad y posando la mano en esos cabellos anaranjados musitó:
- Todos estan saliendo de sus casas para acudir a la llamada -.
- Lo sé - respondió débilmente el muchacho.
La mujer sonrió y siguió:
- Pues así como van ellos asi acudiras tu también hijo mio y deja las tristezas en el campo de batalla, haz que tus padres estén orgullosos de su hijo ¿no quieres ser un guerrero de dios, Mime?.
El chico asintió.
- Pues ve y demuestratelo a ti mismo, nadie te obliga a ir y yo no te forzaré...es tu decisión y tu destino.
Mime sonrió y ocultando su rostro en el pecho de la buena mujer dejó atrás todos sus temores.
Phenrill caminó por última vez por lo que alguna vez fue el señorio de su familia a su lado los lobos no le perdian pisada y solo las cabezas bajas permitian abandonar su pesadumbre, a lo lejos en el palacio las campanas tañían mas rapido llamándoles a todos, la sangre hervia en las venas del último de los Aliotho e inclinandose al lado de Jinx exclamó:
- Volvere y no seremos unos proscritos, lo juro...cuidalos a todos Jinx, voy a cortar cabezas extranjeras.
El pueblo se volcaba a las calles gritando y ofreciendo regalos a los guerreros, las mujeres se arremolinaban alrededor de Cyd besándole una y otra vez las manos en muestras de verdadero afecto y los niños chillaban al ver venir a Tholl, demasiado alto para su edad, con su enorme martillo y un inmenso morral mientras los guardias corrían de un lado a otro buscando un corcel que pudiera soportar su peso.
Alberich y Hagen llegaron casi sin aliento al Valhalla, un poco mas allá Phenrill miraba sin emoción alguna a un chico exactamente igual a Cyd al que su padre despedía con lágrimas en los ojos.
Siegfried salió al balcón y sus ojos se fijaron en esa cabellera rojiza, la multitud lo vitoreaba como a un dios y sus hombres levantaban las espadas en señal de respeto, bajó lentamente las escaleras y llegó hasta su lado mirando con rencor a Hagen que se apartó rápido a su paso.
- Que los dioses te guarden,Merak - exclamó al verle.
-Igual a ti, Siegfried.
-Los dioses ya están conmigo tú los necesitarás más.
Hagen se quedó atónito ante la velada advertencia, Siegfried miró a Alberich y tomándolo de un hombre le dijo:
- Serás mi pupilo al terminar la batalla.
Se apartó de él y sonriendole a un asustado Mime subio a su caballo y alzó su espada, la multitud enmudeció y su grito se oyó fuerte y claro :
- Hermanos, vamos a la guerra.
Todos alzaron sus espadas y gritando entonaron un cántico a Odín mientras sus caballos provcaban un ruido ensordecedor e iban saliendo en filas. El silencio era total y solo sus recias voces se escuchaban hasta en el Valhalla donde dos mujeres cavilaban ajenas por completo a todo.
Flare estaba sentada en la escalinata y no podía creer que Hagen no se hubiese despedido de ella, mientras que Hilda de pie junto a la multitud veia marcharse al que amaba y rezaba internamente para volver a verlo.
