Los caballos galopaban por las campiñas nevadas de Asgard y a medida que se acercaban a la ciudad de Midgard oían el fragor de la batalla, la ciudad se veia casi intacta y solo algunas cortinas de humo que se elevaban dispersas permitían apreciar que allí había un combate. Siegfried ordenó un alto y reuniéndose con sus capitanes y mas cercanos les informó sobre las estrategias de guerra:

-No hay tiempo para planificar así que nos dividiremos en cinco cuadrillas, los atacantes son hombres fuertes y salvajes que nuestros antepasados enfrentaron alguna vez y cuyo nombre asustaría a cualquiera que no fuésemos nosotros: los hunos.

Los hombres callaban expectantes, rápidamente Cyd extendió un mapa y marcando las 5 posibles entradas a Midgard exclamó:

-Cada cuadrilla entrará por una de las cinco entradas: el valle, el bosque de hierro, los páramos de hielo, la entrada principal de la Ciudad que está tras este camino - indicó un serpenteante sendero entre la niebla y agregó:- y las colinas que se alzan al fondo.

Siegfried le dio una palmada en el hombro y mirando a Tholl le dijo:

- Tú entrarás con 30 hombres por el bosque de hierro, sigue el sendero principal y de allí dobla a la derecha en la entrada hay una estatua de madera representando a Frigg ese es tu camino.

Tholl asintió y abriéndose paso entre la multitud se reunió con los hombres entre los que se contaba Mime y tomando los caballos salió el primer grupo.

- Cyd tu ve por los páramos de hielo, llévate a los hombres que gustes y que Odin te acompañe.- Siegfried le dio un abrazo y vio como su amigo se perdía entre la niebla.

Alberich se acercó a Hagen y esbozando una sonrisa le dijo mientras ambos veían como Phenrill salía rumbo al valle.

- En el siguiente grupo iremos ambos.

Hagen asintió y Siegfried mirando a Hagen dijo en voz alta:

- Hagen la princesa Hilda me dijo que eras un gran guerrero así que irás en el siguiente grupo a las colinas, por ser el área mas peligrosa Gernot mi hombre de confianza ira contigo. Los que quedamos ingresaremos por la entrada de la Ciudad, vamos el tiempo apremia.

Gernot era un hombre rudo de largas barbas rubias y una enorme cicatriz que le cubría el lado derecho de la cara, le sonrió con violencia a Hagen y tomándolo del hombro iba a llevárselo consigo pero Alberich lo detuvo:

-Espera...- se acercó a Hagen y mientras todos se preparaban y sonaban las trompetas lo abrazó y le susurró al oído: - Nos veremos al terminar la batalla, búscame en el templo dedicado a Thor.

- Allí estaré Alberich, cuídate.

Alberich se dio la vuelta y asiendo con firmeza la espada se acercó a su grupo, Siegfried ya estaba en su caballo y al verlo esbozó una irónica sonrisa y le dijo:

-El regresará, hay peligros mas grandes que una simple batalla, vida mía.

Sin decir más todo el ejército se dispersó yendo a cubrir todos los puntos estratégicos señalados por Cyd, Midgard era una enorme Ciudad llena de Templos y rodeada de bosques y enormes páramos, la construcción era colosal y su magnificencia recordaba al dios del trueno Thor, el enorme templo dedicado al dios se veía desde cualquiera de las cinco entradas.

Hilda descansaba en el trono con una mano en la barbilla y los pies descansando sobre un cojin rojo y esperaba el regreso de Siegfried y de los demás, su expresión de ensoñación y un ligero rubor que teñía sus mejillas contrastaba con la palidez de Flare, la que pasando los días adquiría una expresión mas trágica.

De vez en cuando llegaban mensajeros anunciando las victorias o derrotas, el ejército había avanzado desde 4 de los 5 puntos y el grupo de Siegfried ya estaba acampando en el medio de la ciudad. La batalla era encarnizada y los heridos llegaban en carretas a diario contando las hazañas de Siegfried para regocijo de Hilda.

En medio del pueblo había un hospital improvisado y entre las que mas trabajaban se destacaba Ingríd que con su pálida belleza hacia suspirar a los heridos y a los aldeanos., repartiendo sonrisas y cuidados. Nada en su apariencia hacía presagiar el verdadero debate interior que sentía por haberse enemistado así con su amado hermano.

"No debí decirle eso, fui muy severa con él...¿y si en realidad no regresa? Nunca me perdonaré el haberle deseado la muerte" - pensaba con la vista fija en las carretas que llegaban trayendo nuevos heridos.

En la plaza mayor se alzaba la enorme y llamativa tienda de campaña de Siegfried, su grupo había sido el primero en franquear la Ciudad y bajo la Balmung no había mucha resistencia, sus bajas eran mínimas y allí aguardaban a los demás mientras vigilaban el área y enviaban mensajeros de Asgard para anunciar la buena nueva.

Los hombres charlaban despreocupadamente como en una taberna cualquiera y Cyd un poco mas allá se hallaba enfrascado en el estudio del mapa de la Ciudad. Ni el grupo de Hagen ni el de Tholl regresaban aún y algunos hombres patrullaban las calles adyacentes para sofocar cualquier foco de rebelión, no se habían tomado prisioneros y los muertos fueron apilados y quemados. Por órdenes directas del capitán, quería enseñarles con esto a sus potenciales enemigos que bajo su mando no habría piedad ni errores.

El líder no se veía preocupado y se adentró en su tienda, lo que pasara sería pan comido para él. Se sentó en un amplio sitial digno de un rey y cavilaba en silencio cuando Alberich entró.

-Vaya, pensé que me ignorarias todo el tiempo - le dijo a modo de saludo.

-Nadie puede hacerlo - respondió Alberich.

Siegfried rió sombriamente y levantándose acarició su rostro.

-¿No estarás preocupado por el sirviente, verdad vida mia?.

Un destello de furia paso por los ojos verdes y en un rápido avistamiento de la situación Alberich se enfrentó a la posibilidad de asesinarlo ahí mismo y rozó su espada.

-No es un sirviente...si lo estoy es por otra causa, esta guerra es una gran mentira, no hay invasores solo unos rebeldes y no me extrañaría que fueran tus propios hombres ¿qué quieres ocultar en toda esta escaramuza? Mi padre combatió junto a los hunos y no eran así, estos hombres solo desean la muerte y son mas diestros con la espada que con las flechas, como sus antepasados.

Siegfried se apartó de él y lo estudió, todo el sentido del humor pareció desaparecer de su rostro y sacando una pequeña daga se puso a juguetear con ella ante la impasibilidad de Alberich.

- Mi padre siempre me previno, todas las rameras y niñatos que he follado no tenían ni una pizca de cerebro, no soportaría a alguien mas inteligente que yo: pero tú Alberich sobrepasas eso y no deja de incomodarme el hecho que prefieras acostarte con un sirviente antes que conmigo, es como despreciar a un rey por un simple bufón...no olvides que tu hermana aun me ama y ella es tu punto débil.

Alberich sacó su espada y poniéndola delante de sí masculló:

-No hables de mi hermana...no lo hagas o te juro por mi madre que te mato aquí mismo.

Una gran carcajada escapó de labios del otro y abriendo los brazos dijo en tono burlón:

-¿Matarme? Inténtalo, anda sólo tengo una pequeña daga.

Alberich avanzó con la espada en alto y ladeándola le asestó un golpe con la mano izquierda, Siegfried lo esquivó con la daga y con la otra mano lo golpeó en el rostro y con una gran patada lo derribó al suelo y tomando la daga se agachó a verlo y se la puso en el cuello.

- Cuando te entrene serás mas hábil con ella amor...querías saber que oculto, toda esta batalla es solo una prueba para ustedes, los hombres son míos en eso tienes razón pero no será una fachada mis órdenes son matarles y solo los que sobrevivan serán dignos de llamarse guerreros de Odin, ¿quien crees que caerá en tierra primero? Los salvajes atacarán a los vigilantes y Gernot gracias a sus largos años de entrenamiento sobrevivirá y nos dará la cruel noticia: Merak nunca mas vera la luz del sol, ni a ti.

Alberich se revolvió y la sangre se deslizó por la pálida piel del cuello, Siegfried sonrió y quitándole la daga lo miró apreciando su belleza.

-Que bello eres pero sigues siendo un cardo y ya me estoy cansando de ello, podría matarte aquí asi no serias de nadie mas y yo guardaria un lindo recuerdo tuyo. - Tomó la espada de Alberich y se la puso en el cuello y tomando una moneda de oro la hizo girar en el aire. - Escoge si sale sello te mato y si es cara te follo.

Gernot espoleaba su caballo a toda velocidad seguido muy de cerca por Hagen el que se preguntaba porqué no oía el fragor de la batalla, todo era silencio y acercándose al hombre le dijo:

-Vamos muy rápido y todo está muy silencioso esto puede acabar en una emboscada.

El hombre gruñó y replicó sin aminorar el paso:

-El capitán quiere que todo se desarrolle rápido, así que no hables y sólo sígueme, ten tu espada lista.

Hagen miró a todos lados, aquella acción era casi absurda teniendo en cuenta el número de guerreros que habían salido de Asgard y las palabras de Siegfried resonaban en sus oídos. Las calles estaban completamente vacías, las casas destrozadas y ni un alma viviente en ningún lado, un frío presentimiento se apoderó de él, el olor acre de la madera quemada y ni una brisa no auguraban nada bueno. Midgard en comparación a Asgard no era tan imponente a pesar de ser la morada de un dios pero a Hagen le pareció un pueblo sin vida, en las colinas se apreciaban mas casas ¿dónde demonios estaban sus moradores?.

-¿Acaso llegamos demasiado tarde? - gruñó Hagen.

Gernot no le respondió, era un hombre fiero y parco de palabras, su mirada denotaba desconfianza y rascándose la barba detuvo el caballo y ordenó un alto.

- Esto me huele mal...muy mal, llegamos apenas se nos alertó y aquí vive mucha gente, no puedo creer que estén todos muertos...significaría que el fuego que se eleva de las piras en las colinas corresponde a cadáveres quemados.

Hagen refrenó su caballo y se llevó la mano a la boca totalmente impactado, una flecha pasó silbando por su oído derecho y bajándose a toda prisa se cubrió entre los escombros mientras de todas partes salían hombres fuertemente armados. Gernot organizó rápidamente la cuadrilla y los hombres sacaron sus lanzas y escudos para repeler el ataque que caía sobre ellos desde lo alto de las colinas, éstas se alzaban puntiagudas como largos dientes afilados y un olor pestilente espantaba los caballos.

-Estamos muertos - murmuró Gernot sacando sus dos espadas - muchacho si sabes pelear demuéstralo aquí.

Alberich vio girar la moneda en el aire, Siegfried la tomó y mostrándosela sonrió:

-Adivina...salió cara, que suerte tienes, sin duda los dioses te aprecian no como a tu noviecito que debe estar pudriendose atado a unos maderos con las tripas colgando...asi dejan los hunos a sus muertos.

-Así les habrás enseñado tú, hijo de puta...¿ por qué no mandas a buscarles o a ayudar? Sabias que teniendo estos cuatro puntos daba igual quien fuera a las condenadas colinas y en vez de preocuparte por ellos estás aquí tranquilamente.

- Aquí estoy mas a gusto...- Siegfried sonrió y empezó a romper uno a uno los botones de la casaca de Alberich, éste se removió desesperado al no poder hacer nada y en vez de estar auxiliando a Hagen se encontraba a merced del hombre mas despreciable de Asgard.

"Esta vez no te saldrás con la tuya, primero muerto a que me pongas las manos encima otra vez"- pensó mirando la hoja de la espada.

Tholl luchaba si cuartel derribando a los hombres que se subían furiosos a su espalda y le lanzaban cuerdas tratando de derribarlo, a su lado Mime daba uso a su espada sin acordarse del temor o el miedo, lentamente los hielos se iban tiñendo de sangre y ante la visión de sus hachas los últimos acabaron por huir despavoridos prefiriendo enfrentarse a los gigantes de hielo que a ese hombre inmenso y ese muchacho de apariencia inofensiva. Ambos vieron que habían logrado entrar por esa vía y abrazándose llenos de júbilo se encaminaron al centro de la Ciudad junto a los hombres que habían quedado vivos, siendo recibidos con vítores por parte de los sobrevivientes y asombrándose ante la verdadera ruina que era Midgard; casas quemadas, destruidas y sólo junto a la plaza mayor se alzaba una fuente de tres puntas como la única cosa intacta.

Cyd los recibió en la plaza mayor y frunció el ceño con preocupación, solo faltaba un grupo, los hombres instalaron sus tiendas de campaña y lentamente fueron retornando los lugareños, con desconfianza y temor. Los soldados estaban hambrientos y fatigados, Siegfried no daba señales de vida y nadie osaba irrumpir en su tienda, Mizar retornó a sus cavilaciones pasando alrededor de los heridos sin fijarse en uno que era atendido por Phenrill y hubiera podido decirse que era él mismo.

- Peleaste con valentía ¿cómo te llamas? - sonrió Aliotho realmente admirado.

- Bud...- éste levantó la cabeza y sonrió, frente a él se hallaba Cyd con su amplía capa y su aspecto siempre impecable, ni su espada estaba mellada ni su armadura, por un momento todo lo demás desapareció y se le quedó viendo con rencor, sabía quién y qué era, de pronto este se volteó y bud bajó la cabeza y se ajustó más la venda alrededor del brazo.

Cyd observó a Phenrill y al hombre que estaba a su lado y un extraño presentimiento se apoderó de él, caminó hacia ambos pero antes de llegar fue interceptado por uno de sus compañeros de cuadrilla.

-Falta una cuadrilla, la que enviamos a las colinas...¿iremos a buscarles? -.

- esa orden debe darla Siegfried...- respondió Cyd.

-Deben estar muertos My lord...ha transcurrido mucho tiempo.- respondió el muchacho mirando admirado a su señor.

- Ojala que no - exclamo Tholl llegando junto a Mime - ese chico es muy valeroso y la joven señorita Flare se moriría de tristeza, deberíamos ir a buscarles.

Todos asintieron y miraron preocupados hacia el sendero que conducía a las colinas lugar.

La revuelta era horrorosa, los hombres aparecían de todos lados y sólo Hagen quedaba en pie junto a cuatro hombres más, a sus pies Gernot yacía con el cráneo abierto y tanto atacantes como atacados se contemplaban conteniendo los deseos de violencia, muchos contemplaban al chico rubio con admiración, era casi el más joven de todos y peleaba de un modo asombroso además de estar dotado de unos nervios de acero.

- Nos matarán - siseó un hombre tras Hagen.

-Si nos rendimos pero aún estamos con vida y su fuerza merma, ten fe pronto llegarán los demás.- respondió éste lleno de valor.

El otro asintió esperaba que el muchacho que habían enviado al campamento llegase pronto así podrían resistir hasta que llegaran los refuerzos. La tregua momentánea no duraría para siempre.

Hagen se atrincheró tras unas rocas y les susurró:

-Si el tiempo pasa y no llega ayuda, el río puede ser nuestra salvación.

Los hombres otearon por detrás y comprendieron a que se refería, tras unas rocas y rodeado de inmensos árboles corría un río, no parecía ser muy profundo y su corriente descendía al valle de Midgard.

"No olvido la promesa Alberich, y estaré en el templo de Thor." - pensó Hagen asiendo su espada.

Siegfried besó lentamente a Alberich saboreando sus labios sin descanso y recorriendo su tersa piel sin pensar en nada más, éste lo observaba con cansancio y aburrimiento lo que no dejaba de incomodarle.

- Parece como si te estuviera torturando - masculló Siegfried apartándose.

Éste no respondió y escrutó a lo lejos, compartiendo sin querer de la preocupación de los demás, sus pensamientos no se apartaban de Hagen y cada vez que sentía esos labios en su piel la sensación de asco aumentaba.

- Alberich, serás mi pupilo así que vete acostumbrando a mi presencia, ¿sabias que muchos besarían el suelo que mis pies pisan? - exclamó indignado.

-Pues búscate a uno de ellos y follatelo - replicó con violencia el pelirrojo.

Siegfried se levantó con furia y apretándole el cuello susurró:

-No colmes mi paciencia, te haré arrastrarte a mis pies como hacia tu hermana y me suplicarás que te toque, no sabes con quien te metes.

De pronto una voz se hizo oír del otro lado de la tienda, Siegfried se puso la camisa y saliendo con enfado dejó a Alberich sólo, el que aprovecho para tomar sus ropas y salir de allí.

- ¿Adonde vas? - le preguntó Siegfried con un dejo de sarcasmo.

-Adonde no te incumbe -.

-Pero esto nos incumbe a ambos - Siegfried empujó suavemente al muchacho y le dijo: - repite lo que acabas de decir.

El chico lo miró al borde de las lágrimas y fijando sus ojos oscuros en los verdes de su nuevo interlocutor repitió con voz trémula:

- Están todos muertos...en las colinas, acabaron con ellos y lanzaron los cuerpos al río, yo escapé a nado...llegué hasta aquí.

Alberich lo miró consternado y tomándolo de los hombros exclamó:

-¿Estás seguro que nadie más sobrevivió? ¿estás seguro?-.

El chico asintió, Siegfried lo apartó con suavidad y ordenó que le diesen alimento.

-No pensarás quedarte con su testimonio ¿verdad? Habían hombres de tu confianza allí, la misma princesa Flare deseará ver a Hagen. - susurró Alberich apelando a la hermana de Hilda.

Siegfried se apartó un mechón del rostro y con aire pensativo respondió:

-No, sería demasiado sufrimiento para ella.

-Maldito, si no vas tú iré yo y que Loki se lleve tu alma.- Alberich lo miró con odio, había lágrimas en sus ojos y Siegfried alzó una ceja admirado, ahora no era un cardo mas bien parecía un chico derrotado y dolorido, pese a eso Siegfried se inclinó para abrazarlo mientras la noticia volaba por el campamento provocando gran aflicción.

-Tu amante está muerto,acéptalo.si quieres ir a buscar su cadáver yo mismo puedo acompañarte...no soy del todo desalmado.

Las lágrimas corrían por las mejillas de Alberich el que no intentó zafarse simplemente, ya había lo perdido todo.

Cyd se acercó y al ver la consternación en el rostro de su compañero lo comprendió y bajando la cabeza se quedó allí totalmente apesadumbrado.

-Cyd, la princesas deben saberlo: parte de inmediato a Asgard llévate a todos los hombres contigo, yo me quedaré con Alberich y mis hmbres de confianza para llevar su cuerpo al Valhalla y que allí le rindan honores, ya recuperamos la ciudad y si quedan enemigos en las colinas daremos buena cuenta de ellos.

-Como digas...nos veremos en Asgard, lamento ser yo quien les de esa horrible noticia pero lo haré.- respondió éste y se perdió entre los demás.

Hilda aguardaba en el balcón del Valhalla, el ejército se había marchado hace cuatro días y aún no tenían noticias, el pequeño hospital improvisado se encontraba vacio y por el pueblo cundía el rumor de que la victoria estaba lograda, a su lado se encontraba su hermana Flare y tras ellas algunas damas de la corte que estaban reunidas comentando la buena nueva.

Por todas partes la gente preparaba alimentos y entonaban himnos a los gloriosos combatientes, trenzando flores y preparando hidromiel para recibirles. Flare aguardaba con el corazón dolorido, le había herido en lo mas vivo de su ser que su amado Hagen no le hubiese dicho adiós pero nada importaba y verlo nuevamente curaria todo su resentimiento.

- Ya vienen. Ya se acercan! - gritó una mujer y todos corrieron a las calles chillando entusiasmados.

Hilda corrió a recibir a Siegfried pero sólo se encontró con Cyd el que mirándolas a ambas se apeó del caballo e inclinándose les dijo:

-Hemos vencido, nuestras pérdidas han sido pocas...sin embargo, hay posibilidades de que Hagen esté muerto...lo siento mucho princesa Flare.

Flare se inclinó, no le había escuchado por el barullo de la gente, pero al ver las miradas de compasión que le dirigió Cyd y las lágrimas que aparecieron en los ojos de su hermana lo comprendió y retrocediendo se llevó la mano a la boca para ahogar un grito de desesperación.

-No puede estar muerto...no él. - susurró y cayó al suelo perdiendo la conciencia.

Todos callaron y un impresionante silencio sobrecogió hasta al mas valiente, todos conocían a ese rubio y tímido muchacho que siempre andaba con la pequeña princesa y las lágrimas no tardaron en brotar en los ojos de todos.