Siegfried observó el cuerpo inerte de Ingrid y algo se le revolvió muy adentro.

-Fuiste una tonta desde el principio, un hombre como yo no se conformaría jamás con algo tan pequeño e insignificante como tú ¿qué fuego impulsaba tu vida? ¿qué motivaciones tenias? Eras mujer pero la vida es algo mas que casarse y tener hijos...ni siquiera pedías que fueran guerreros, ninguna estrella brillará por ti en el ocaso.

El guerrero recordó ese día cuando vio por primera vez a los hermanos Megrez, la rabia por el desdén mostrado por el pelirrojo no acababa de consumirse y solo el rumor de las aguas aquietaba su indómita alma.

"-Quiero tener hijos...- musitó la joven mirándolo con expresión radiante y agregó agachándose a coger una flor:- Se que sería una buena madre y los criaría gozando de la tranquilidad de Asgard. Soy una persona pacífica y ni siquiera aspiro a ser una Valkyria, Alberich tiene mas ambición yo solo deseo tranquilidad ¿y vos? - finalizó oliendo una margarita.

Siegfried fijó en ella sus profundos ojos azules, era bella y delicada como los juncos que crecían en su tierra, pero no tenía chispa ni ese fuego interior propios de los de su raza, recordó esos cabellos encendidos y sus palabras...conocería a ese muchacho y lo haría por el camino fácil.

- Es mi sueño también. - respondió mirándola, quiso decirle que él había nacido para morir bajo una espada, que conquistaría y lucharía hasta que no quedara un pedazo de tierra inhóspita por conquistar pero mintió, si ese era su sueño sería el suyo también y sonrió como un león ante un pequeño conejito.

- Aparecisteis como caído del cielo, los dioses os llamaron a esta tierra - la muchacha le tomó la mano tímidamente.

Él bajó la mirada, sus cabellos jugaban con el viento y parecía que Balder había bajado de Breidablik para visitar a los mortales, ella sintió ensancharse su corazón y se sentó junto a él. "Encontré al hombre que me sacará de esa mansión" - pensó apoyando la cabeza en su hombro."

Se bajó de su caballo y contempló ese cuerpo frágil muerto, asesinado bajo la espada de un díos manejado por el guerrero mas diestro.

-Tonta - apretó los dientes y aspirando hondo montó y espoleando su caballo se dirigió al centro de la ciudad donde los aldeanos daban batalla y contempló a sus propios hombres, por primera vez en su vida se arrepintió de su accionar pero ya tenía el plan para que nadie nunca informara a Asgard de la masacre de Midgard.

Miró a su hombre mas cercano y alzando la mano derecha le dijo:

- Prendan fuego en los sitios estratégicos, que nadie quede vivo...es un pueblo de traidores y Odín los quiere en el Hell, maten a los que se resistan -.

El hombre parpadeó pero su líder no admitía apelación y doblando por las calles laterales anunció a grandes voces la orden mientras la gente estallaba en gritos y llanto.

- Alberich! - gritó Hagen sosteniéndolo.

- No puede ser...estás equivocado, mi hermana se encuentra en Asgard...ella no tenía nada que venir a hacer aquí, la ceguera te acabó - exclamó éste soltándose del agarre de Hagen y zamarreando a su antiguo tutor.

El anciano no respondió seguía llorando y Alberich miró a Hagen y sin tomar su espada saltó por encima del anciano y empujando a algunas mujeres y hombres que se acercaban pidiendo refugio corrió por la calle lateral recordando las sonrisas, los reproches y el temperamento tranquilo de su amada hermana.

-Espera...espera Alberich por todo el panteón nórdico! - gritó Hagen sujetándole con fuerza.

-Suéltame, ni se te ocurra pedirme que me quede quieto - exclamó Alberich mirándolo con ferocidad.

-No te lo pediré, solo te guiaré hacia dónde está...tu tutor me lo dijo. - y sin decir más le tendió su espada y le indicó que lo siguiese.

Hagen se adentró moviéndose elegantemente entre la gente, un fuerte olor a madera quemada comenzaba a extenderse por toda la ciudad, su compañero lo siguió como un sonámbulo, el viejo lloraba con el alma partida en dos y su corazón le decía que su hermana jamás volvería a pisar Asgard.

Niños y mujeres corrían advirtiéndoles a gritos que no se acercaran a ese lugar, que los invasores quemaban todo y mataban a todos pero ambos continuaban y el rubio se detuvo en seco al ver una figura en medio del empedrado, muchas veces la vio y ahora solo era un cuerpo más como los que le rodeaban. Miró con tristeza a su amante y éste comprendió.

-Espérame aquí...si los asesinos andan por ahí es mejor que te salves - exclamo éste adelantándose.

-¿No quieres qué vaya contigo? - susurró Hagen.

-No...me despediré de ella.

Mientras caminaba la risa de Ingríd resonaba en sus oídos, la gente huía de ese lugar empujándolo pero siguió adelante mientras las lágrimas brotaban de esos ojos verdes, sus cabellos estaban desparramados por la calzada y su figura blanca resaltaba entre los demás cuerpos inertes.

-Ingríd...- dijo agachándose a su lado.

Las lágrimas caían por su mentón y apoyó la mano en la frente de su hermana, deseaba decirle tantas cosas, pedirle perdón y decirle que la amaba pero de nada serviría, con un gesto suave le cerró los ojos evitando mirar la sangre que manchaba su rostro y ropas. Por la magnitud del golpe su muerte había sido instantánea.

- Que los dioses...te guarden allá en las alturas.

"-Corre Alberich mamá trae regalos del pueblo y me comeré todos los dulces si no dejas ese libro - rió su hermana mostrándole las golosinas -.

Su madre rió abanicándose mientras bebía zumo de frutas,Alberich frunció el ceño pero siguió leyendo.

-Oh...¿no los quieres? Entonces me los comeré yo ñam ñam...-"

- Que pasees por los jardines floridos.

"-Ves esa constelación que se alza allí entre las nubes.

Alberich abrió los ojos tratando de distinguirla mientras el viento movía las hojas de los árboles.

-Sí, sí allí la veo...es hermosa - exclamó asombrado

Ella desparramó esos cabellos rojizos y rió apoyándose más en el balcón.

- Es la osa mayor y cuando seas un guerrero una de esas estrellas será tu regente, diablillo"

-Que custodien...-sollozó - tu alma en la eternidad, Odín así lo quiera.

El guerrero de Megrez inclinó la frente y besando suavemente los labios de Ingríd lloró amargamente.

Hagen se acercó y le puso una mano en los hombros, limpiándose algunas lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos.

-Odín tendrá su alma en paz, vino aquí a buscarte.

Siegfried observaba la escena y acercándose agregó:

- Era una buena mujer...acabo de asesinar al que lo hizo, Alberich debes irte de aquí está infectado de enemigos y han acabado con casi todos mis hombres.

Hagen le dirigió una mirada de odio pero éste la obvió y se agachó junto al pelirrojo. Le dolía verlo destrozado pero ella también le había hecho daño al desearle la muerte y eso, ni muerta como estaba, se lo perdonaría. Nadie sabría que él la mató ya que no quedaban testigos con vida, se había encargado de matarles a todos y la balmung goteaba sangre.

- La llevaré en mi corcel para que reciba sagrada sepultura en Asgard - Siegfried la tomó en brazos mientras Hagen se apresuró a acercarse a Alberich, no le creía ni una sola palabra pero ya se encargaría de averiguar bien.

Éste no dijo nada parecía totalmente ido y siguió así hasta llegar a Asgard.

La princesa menor se hallaba en el jardín deshojando margaritas en una letanía interminable, no comía ni dormía y su hermana se hallaba desesperada tratando de calmar su dolor, el joven Mizar la acompañaba pero ni siquiera hablaba y parecía haber perdido las ganas de vivir.

Era el mediodía cuando toda la gente del pueblo comenzó a agitarse, Hilda miraba con preocupación por las amplias vidrieras del salón del trono.

-Flare ¿ha dicho algo? - le preguntó a Cyd.

Éste negó con la cabeza y siguió observándola con tristeza, Siegfried tampoco regresaba ni Alberich y los rumores de lo cruento de la batalla llegaban a todas horas más no podía ir al estar cuidando a la señorita Flare y se sentía impotente.

- Tendrá que recuperar la alegría de vivir, aunque sea por Hagen. - exclamó Hilda bajando los brazos y sentándose en el trono.

De pronto las puertas se abrieron y Mise me inclinó mientras gritaba:

-¡Han regresado! Siegfried está en el pueblo y la gente no los deja pasar...-.

Hilda se paró y dirigiendo una mirada de felicidad a Cyd se acercó a Mime.

-¿Están ambos bien? ¿no están heridos?-.

- Están los tres bien, sanos y salvos - respondió éste.

Cyd se acercó mirándolo extrañado y preguntó:

-¿Los tres? ¿Siegfried,Alberich y quién más?.

Mise se rascó la melena cobriza y poniéndose de pie rió:

-Hagen por supuesto...-.

Flare soltó las guirnaldas de flores y corriendo bajó por los escalones del palacio mientras su hermana y los demás la seguían.

- Flare! Flare espera, los escalones están empinados, puedes resbalar - gritaba Hilda.

Las gentes se apartaban respetuosas y se descubrían la cabeza en señal de respeto al ver la pequeña carreta que traía los restos de la joven Ingríd de Megrez mientras Hilda y Flare salieron gozosas del Valhalla a recibir a Siegfried y a Hagen preguntándose extrañadas al no ver a Alberich allí.

- Está en su mansión hablando con su Padre.- respondió escuetamente Siegfried.

-¿Hablando? ¿de qué? - preguntó Hilda sorprendida.

Flare no se enteraba de nada sólo abrazaba a Hagen que no dejaba de mirar hacia el área Delta y parecía algo incómodo mientras los demás le pedían que contara cómo había sobrevivido.

Siegfried bajó la mirada y cruzándose de brazos respondió:

- De la muerte de su hermana, la señorita Ingríd.

Hilda lo miró perpleja y se llevó la mano a los labios.

Alberich se bajó del caballo, los sirvientes se apresuraron en recibirle retrocediendo al verlo en un estado deplorable y acercándose con curiosidad a la carreta estallaron en lamentos al descubrir el cuerpo de la muchacha.

-Por todos los dioses ¿qué pasó? - gritó la más anciana de la casa.

Éste no respondió y subió los escalones con lentitud, estaba pálido y apenas parpadeaba, los sirvientes sollozantes lo siguieron hasta que entró en la enorme biblioteca, Baldrick dejó el libro que sostenía al verlo todo sucio y demacrado.

-No estás hecho para la guerra - exclamó poniéndose de pie.

-Mi hermana está muerta, debemos enterrarla junto a mi madre...- dijo Alberich sin mirarle.

Baldrick frunció el ceño y mirando por la ventana vio la carreta y como las mujeres limpiaban su cuerpo, retrocedió temblando y mirándolo le gritó:

-¿Cómo fue? ¿por qué no la protegiste? Eres un inútil y un descerebrado, nunca has sido un buen hijo, lárgate de aquí bastardo ya no te reconozco, solo has traído la desgracia a esta casa...muérete hijo del demonio -.

Alberich no le respondió y ante esto Baldrick lo golpeó ferozmente en el rostro y en el abdomen gritándole como un loco, los sirvientes envalentonados irrumpieron en la biblioteca y arrebatándoselo lo alejaron de allí.

-Lo matará - susurraban asustados - hay que sacarlo de aquí.

- Tengo una hermana en el bosque de hierro - sollozó una de las mujeres - podemos llevarlo allí, mírenlo pobre muchacho acabará por volverse loco.

En eso se oyó galopar un caballo y una de ellas salió a abrir.

-Joven Merak, los dioses lo amparen - sollozó.

Hagen la miró asustado, la mujer le contó lo sucedido en la biblioteca y lo llevó a la habitación de Alberich mientras se oía un gran estruendo en la biblioteca.

-El señor ha enloquecido, llora y golpea todo lo que encuentra...esta casa es la desdicha misma. - susurró abriendo la puerta. Éste entró una anciana curaba las heridas de Alberich que ardía en fiebres y divagaba retorciéndose de dolor en el lecho.

Las lágrimas resbalaron por su rostro al verlo así y las mujeres salieron dejándoles solos.

-Hablé con la sacerdotisa de Odín, tu hermana cuidó a mucha gente aquí y le harán un homenaje...se que eso no te alegrará pero no eres el único que sufre Alberich - se inclinó a acariciar su frente.

Éste jadeó y el paño que cubría su frente resbaló, Hagen lo sumergió en el agua y se lo puso para refrescarle las sienes. Aún estaba extrañado del recibimiento de Flare y ese amor que nacía en el pecho de la joven por él, él amaba a ese pelirrojo que moría lentamente ante sus ojos.

- Alberich aún podemos irnos de aquí, saca ese dolor...deja fluir todo lo que sientes o te matarás lentamente. - le rogó mirándole.

Los ojos verdes se abrieron y la voz salió de sus labios.

- Murió odiándome, mi padre casi me mata ya no queda nada para mí...aquí, Hagen.

Hagen estrechó su mano y acercándose susurró en su oído: - Entonces veámonos después del entierro de tu hermana y nos fugamos de Asgard hasta que compongas tu alma, seamos libres.

Alberich asintió y ambos se unieron en un abrazo.

Los funerales de Ingríd de Megrez fueron a la mañana siguiente, Hilda asistió acompañada de su hermana y todos sus caballeros, las gentes del pueblo trenzaron guirnaldas de flores blancas y adornaron su tumba.

Hagen se quedó hasta el final y Alberich junto a él.

-¿Estás listo? - murmuró el rubio.

-Si, mi equipaje está en el establo junto a los caballos.

Hagen rió acariciando sus cabellos y ambos caminaron lentamente hacia allá sin notar a Siegfried que los miraba desde los árboles maldiciendo que Hagen estuviera vivo, de ser distinto Alberich reposaría en sus brazos y lo amaría.

Los caballos relincharon y la mujer vestida de negro salió con una cesta llena de alimentos.

- Muchacho cuídese mucho, al llegar allá pregunten por la fregona y díganle que yo les envié, nosotros cuidaremos a su Padre él lo perdonará solo debe pasar tiempo.- la anciana se inclinó y tras besarlos en la frente desapareció.

Ambos subieron a sus caballos y galopando se alejaron de la mansión mientras un par de ojos azules no les perdía pisada.