El poblado se alzaba ante ellos en un valle bajo rodeado por altas cumbres, las casas eran de madera y un poco mas allá se hallaba el puerto donde los Drakkar descargaban sus mercancías y provisiones que cambiaban con otras latitudes siendo ese medio la única manera de abastecer ese pueblo indómito y lleno de hechiceros.

-Se ve más tétrico bajo la luz de la luna – susurró Hagen en voz baja como para no turbar la quietud y el silencio del lugar mientras lo observaban desde un sitio más elevado.

-Ese es el único camino y es demasiado angosto para el caballo – señaló Alberich indicando un camino bajo con el dedo.

Hagen frunció el ceño, la senda era bastante angosta y su compañero había tenido razón pero ya habían perdido un caballo y no estaba dispuesto a perder al único que les quedaba.

-Lo cruzaremos a pie y llevaré al caballo de la brida – Desató las alforjas y dándoselas a Alberich se adelantó conduciendo al animal.

El pelirrojo lo siguió sujetando con firmeza las provisiones y tratando de no mirar hacia abajo, admiraba los nervios de acero de su compañero pero se estremecía cada vez que el animal resbalaba y deseaba llegar cuanto antes al otro lado donde algunas mujeres algo desarregladas los miraban con abierta curiosidad, y los hombres con franca hostilidad.

El tiempo le pareció eterno y lanzó un suspiro de alivio al tocar tierra firme y ancha bajo sus botas de cuero, Hagen le sonrió y en ese instante sólo deseaba abrazarlo cuando un hombre fornido se les acercó balanceando como un péndulo una enorme hacha que cargaba en las manos.

-Aquí no aceptamos extranjeros – susurró con tono áspero mirando con desaprobación la brillante cabellera de Alberich.

Hagen se puso por delante y le respondió en el mismo tono:

-Buscamos a la fregona.-

El hombre los miró de arriba abajo, Alberich sonrió y agregó:

-Vinimos de parte de Eadiel, trabaja en mi mansión y tiene una hermana en este pueblo.

Algo indeciso aún el hombre se apartó molesto por la mirada de hielo de Hagen y la jactancia del muchacho pelirrojo. Se abrieron paso entre la multitud y las mujeres los contemplaban con descaro sopesando la riqueza de sus trajes y al elegante corcel que cabeceaba con orgullo, los escoltaron hasta la misma casa de la mujer que salió con los ojos como platos al ver a tan distinguidos invitados.

- Tu hermana nos envía –exclamó Alberich.

La mujer abrió su boca desdentada y ante un respingo de Hagen abrazó a Alberich con reconocimiento, éste la miró turbado y la fregona susurró entre sollozos.

-Su Señoría estuvo aquí una vez, con vuestra madre y mi hermana pero erais un niño en esa época y ahora sois todo un hombre.-

-¿Hay un lugar dónde dejar mi caballo? – preguntó Hagen interrumpiéndoles.

Un niño pecoso de caballos mas anaranjados que los de Alberich salió desde el interior y por medio de aspavientos le indicó que lo siguiera, entretanto el pelirrojo miraba a la mujer pero no la recordaba y le agradeció con una sonrisa su generoso gesto a lo cual ella se le quedó mirando en silencio y cerrando la puerta susurró:

-¿A que debo vuestras visitas?.-

Este palideció y estuvo unos minutos sin responder, afuera Hagen y el muchacho llamado Andrik charlaban animadamente y la normalidad iba volviendo a ese pueblo de ermitaños.

-Mi hermana…Ingrid murió y mi padre no quiere verme en la mansión – explicó Alberich abatido.

La fregona juntó las manos y sonriendo con ternura se acercó a él y lo abrazó dejando que soltara toda su tristeza, desde la ventana Hagen les vio y una leve punzada de envidia ardió en su interior ya que hubiese preferido que Alberich se desahogase con él y así tener un lazo de intimidad más poderoso.

"Al menos poco a poco irá sanando su alma y cuando esté bien regresaremos para ser divinos de Odín, él ya tiene la marca y yo sólo debo perfeccionar mis golpes" – pensó.

- ¿Ustedes son caballeros sagrados? – preguntó de pronto Andrik.

Hagen sonrió e inclinándose para estar a su altura respondió con interés:

-¿Por qué lo crees? -.

El chico se ruborizó y apretujándose los dedos respondió con desgana:

-Pues…porque…lo parecen, traen ropas caras y parecen dioses, eso murmuraban las mujeres al verlos llegar.

La sonrisa se amplió en labios de su interlocutor y mirándole con atención, pensó unos instantes y dijo:

- Mis padres murieron cuando tenía aproximadamente tu edad y mi fortuna se acabó en corto tiempo así que entré a servir al Palacio Valhalla siendo pobre y sin tener donde dormir, y no aún no soy un divino de Odín pero es algo que deseo con todas mis fuerzas – Al ver que el chico lo miraba boquiabierto añadió:- En desear está el poder, si deseas algo con toda tu alma eso que quieres vendrá hasta tu corazón.

En ese instante Alberich salió del interior de la casa y aspiró con el corazón más alegre el aroma de los árboles frutales contiguos al establo.

-¿Él también es como tú? – susurró el muchacho.

Hagen miró a Alberich con reconocimiento y amor y con aún más suavidad respondió incorporándose:

- No, él tiene mucho dinero y jamás podría ser como yo, de dónde venimos era elogiado por su inteligencia y belleza y está destinado a llegar muy alto…él ya es un guerrero divino y yo…-agregó más para sí:- lo deseaba con toda la intensidad de mi alma y mi corazón y aquí está – sonrió mirando la cicatriz en la palma de su mano.

Andrik miró con la boca abierta a Hagen y pasando la vista de uno a otro dijo seriamente observando los rojos cabellos de Alberich:

-Se parece a mí-.

Tanto Hagen y el mismo Andrik estallaron en carcajadas ante la perplejidad de Alberich que no sabía de qué hablaban.

- Parecen llevarse bien – comentó la fregona saliendo y dirigiéndose a ambos dijo: - Andrik es mi único hijo tiene 9 años y sueña con ser un guerrero de dios, mi nombre es Adinett y pueden quedarse aquí el tiempo que gusten, en las noches el portón de madera de la entrada de la ciudad se cierra y casi no admitimos extranjeros y llamamos así a todo aquél que no es de éste lugar, los lobos son nuestra principal preocupación llegan matando el ganado y saqueando todo, vienen desde el Hell. – la mujer hizo la señal contra el mal augurio y ambos se miraron recordando el incidente del camino.

Alberich se estiró, se sentía mas relajado y deseaba sinceramente recuperarse y habitar allí un tiempo en compañía de Hagen, al que notaba menos frío de lo habitual como si secretamente se hubiese hecho el mismo propósito. Recordó lo desolado que se había sentido cuando en Midgard lo dieron por muerto y cómo había llorado sin reparos al saberlo vivo. Notó que Andrik los miraba y se sonreía y no pudo evitar ruborizarse ¿tanto se notaba, mientras la mujer volvía a entrar en la casa llevándose al chico Alberich se acercó a su compañero y ambos caminaron en silencio hasta llegar a los pies de un nogal.

- ¿De qué hablabas con el muchacho? – preguntó con disimulo.

Hagen sonrió con malicia y apoyándose en el tronco repuso:

-¿Qué tanto deseas saber?

El tono no le pasó inadvertido y sonriendo se apoyó a su lado, nada más verlo le alegraba pero seguía sintiendo ese sordo dolor dentro de su pecho.

-Depende, si hablaban de mí me interesa – rió pero su rostro seguía siendo algo abatido y suspirando calló bajando la mirada hasta que tuvo que volver a alzarla viendo que su compañero lo observaba seriamente y tosiendo agregó: - ¿Qué sucede?...¿el chico…sabe que?.-. Se sentía como un colegial pillado en falta y no atinaba a terminar la frase para su asombro Hagen rió y echándole los brazos encima lo besó lentamente, Alberich sintió que un escalofrío lo recorría de los pies a la cabeza, nunca antes se habían besado en público y esto era como un apoyo para él. Al separarse interrogó a su amigo con la mirada.

Hagen se alisó el cabello y mirándolo con ternura le explicó:

-No estamos en Asgard y no somos malhechores Alberich, y yo te amo de verdad…he aprendido a conocerte y con Andrik hablábamos de los guerreros divinos y de ti…creo que el chico te admira ¿ves que no eres tan malo como quieres aparentar?.

Para su asombro su compañero se encogió y apoyando los brazos en las rodillas guardó silencio, de nada le había servido que en realidad no fuera tan malo puesto que su hermana y padre así lo habían creído pero mientras las lágrimas brotaban de sus ojos se sentía feliz de tener alguien que lo apoyara pese a todo.

-Gracias – murmuró.

-No tienes que darlas – replicó su amante abrazándolo y consolándolo en silencio.

Desde la ventana Eadiel sonreía, mientras el joven Megrez estuviera acompañado por ese muchacho sus heridas sanarían. Andrik los miraba con admiración mientras ayudaba a su madre a cocinar y por primera vez no se oían aullidos de lobos en el Bosque de Hierro.

Flare caminaba como sonámbula, ni los cuidados de su hermana ni la compañía de Siegfried la aliviaban, ella sólo quería a Hagen y sólo él la comprendía una parte de ella odiaba a Alberich por quitárselo de esa forma y sabía que entre ellos había alguna especie de relación, aunque su hermana y el nuevo líder de los futuros caballeros divinos lo negaran.

- Princesa Flare yo traeré a Hagen de regreso y os aseguro que podrá explicaros el porqué se fue así con Alberich – insistía Siegfried tratando de consolarla.

Pero ella no le respondía, estaba sumida en su mutismo y en su dolor.

Siegfried se marchaba ofuscado, tenía el apoyo de Hilda pero era Flare quién debía luchar por Merak y estar dispuesta a acogerlo en su regazo, como si fuera una oveja herida.Alpha veía que los días pasaban y aún no tenía la excusa ideal para ir a separarlos al bosque.

Para él saberlos juntos y en ese nivel de intimidad era un verdadero castigo y un desafío abierto a su orgullo y a su persona. Y decidió que con o sin el consentimiento de la hermana menor de Hilda iría, tenía bajo su mando un pequeño grupo de guardias que estaban dispuestos a acompañarlo y acusar a Merak de dejar a Flare abandonada pero con eso no bastaba para separarle de Alberich y se preguntaba por qué esa unión tan repentina y sólida, debía inventar algo creíble para que Megrez le siguiera e Ingrid era la excusa perfecta, una amplia sonrisa iluminó su rostro otorgándole encanto y saliendo de sus estancias privadas se dirigió al despacho de Hilda.

Ésta observaba los copos de nieve que caían sobre Asgard de un tiempo a esta parte se sentía algo culpable por no sentir tristeza alguna a causa de la muerte de Ingrid de Megrez e internamente le rogaba a sus dioses que la ayudaran a luchar contra todos los sentimientos que el amor le causaba.

-Hilda, esta tarde partiré al Bosque de Hierro…cumpliré tu deseo. – anunció Siegfried cerrando rápidamente la puerta.

-Mi hermana peleará por él, por Hagen – replicó la sacerdotisa saliendo de su ensueño y mirándolo con una ligera alegría.

"Irás a verlo..a él, Siegfried cada vez que mencionas su nombre me dañas nunca podré luchar contra Alberich de Megrez, tiene suerte, tiene todo lo que quiere y lo aman y odian pero siempre acuden a él, ¿Qué le hiciste a Hagen? ¿Qué le hiciste a Siegfried? Qué tienes maldita sea" frunció el ceño y apretó los puños, Alpha se dio cuenta de su accionar y acercándose la tomó por los hombros, ambos se limitaron a observarse en silencio y así los vio Flare, al entrar con las mejillas arreboladas a causa del frío y tendiéndole una guirnalda de flores a Hilda le dijo:

- Mira Hilda, las trencé especialmente para ti – los vio y calló turbada, sabía que su hermana amaba a ese extranjero pero no sabía si era correspondida.

- Gracias Flare, son hermosas – Hilda se las colocó en el cabello y sonrió – Nomeolvides mis favoritas.

Flare sonrió y Siegfried se inclinó galantemente ante ambas y salió.

-¿Llegué en mal momento? – susurró mirando a su hermana con sus luminosos ojos verdes.

-No, él va a un viaje…- respondió Hilda relajándose.

-¿un viaje? Que emoción ¿adónde va? – replicó su hermana entusiasmada.

-A recuperar a tu amor y a devolverme el mío.

Flare se llevó las manos al rostro y una remota esperanza renació en ella,

Hagen observaba a Alberich y sonreía sentado en una banca de madera, a su lado las vacas pastaban rumiando de vez en cuando, era primavera y el pelirrojo había recuperado parte de sus ánimos.

- Date prisa – rió Alberich sentado en una de las ramas más altas de un abeto.

Andrik resopló y siguió tratando de trepar más alto, admirada sinceramente al pelirrojo que era muy inteligente y de un carácter único. Alberich sonrió y le lanzó una manzana a Hagen mientras miraba hacía el este, habían llegado rumores de que en las aldeas cercanas había ocurrido una revuelta que Siegfried se encargó de sofocar, sabía que Alpha se dirigía a buscarlos y posiblemente Hagen sería castigado por abandonar sus deberes en el palacio y dejar a Flare.

-Ya estoy…- siseó el chico sentándose a su lado, ahora tendrás que contarme la historia que me prometiste.

En ese momento la madre los llamó desde la cabaña, la comida estaba lista. Andrik se olvidó de la historia y bajó corriendo ante la palabra "comida" Alberich lo siguió encontrándose con Hagen.

-Mi comida favorita eres tú – susurró el pelirrojo abrazándolo. – vamos antes que se enfade.

-Te noto recuperado, y se que tendremos que irnos un día de aquí – respondió Hagen mirándolo a los ojos.

-Siegfried viene a buscarnos, pero ya sabes que haré cuando eso pase. – respondió Alberich y fijando sus ojos verdes en los de su amante agregó: - Matarlo.