Epílogo IV: El Trial

Siegfried avanzaba confiado por los eriales, había llegado a Asgard para intensificar su fama y conocía cada paraje prohibido de las tres grandes ciudades, incluido el lugar al que ningún guerrero por más hábil que fuera deseaba ir: Niflheim. En su cabeza evocaba ese infierno de hielo y locura una y otra vez, no sentía la pesadez del viaje ni oía a sus hombres murmurar acerca de los peligros del camino, preocuparse por ellos sería un absurdo, su honor y su espada jamás volverían a estar puras y tendría que vivir con eso por toda la eternidad.

- Hay lobos…atacan por la espalda – comentaba en ese momento uno de sus segundos temeroso de los peligros del camino.

Alpha se giró y poniendo su caballo al paso replicó con voz cáustica:

- No sólo los lobos lo hacen, amigo mío ¿A qué le temes? No hay nada que se resista a mi espada, prosigamos que hay mucho por hacer, ya hemos sofocado varias revueltas y la misión sólo es llevar de regreso a Asgard a Merak y Megrez.

Sus hombres lo miraron unos segundos con perplejidad y se abstuvieron de responderle, pero pensaban en lo mismo: la inutilidad de aquél viaje, si el vástago de los Megrez y el empleado del palacio real estaban unidos nada podrían hacer. Ninguno quería regresar al lugar dónde habían derramado tanta sangre y menos aventurarse en el último poblado antes de lo desconocido.

Hagen se apartó unos mechones del rostro, el viento no le dejaba tranquilo, deteniendo a su amante lo interrogó en silencio, Alberich esbozó una sonrisa y exclamó:

- La comida se enfriará, de mí no vivirás eternamente…- Acarició con ternura su rostro – Hablo en serio, lo mataré por todo el daño que nos ha hecho ¿crees que él no lo haría? Hace mucho que ambos cruzamos la línea sin retorno, el recuerdo de mi hermana ya no me apuñala el alma, pero que él viva sí, esa certeza me enferma Hagen.

- Sabes que estoy contigo y sospecho que algo tuvo que ver, pero si lo matas jamás podremos regresar a Valhalla ni seguir siendo dioses guerreros, ¿estás consciente de eso? – replicó con calma el guerrero rubio.

Los ojos verdes se endurecieron:

- Si eso es lo que te preocupa no me apoyes, a mí no me importa no volver a ese lugar ni dejar de ostentar la armadura, no fue por mi voluntad que decidí obstenerla.

Merak bajó la mirada y trató de explicarse pero su amante ya se había ido, suspirando miró hacia el cielo y entró en silencio. Andrik comía con glotonería, Alberich parecía ausente y ni siquiera probó bocado, la mujer los observaba con preocupación y deseó que el corazón del muchacho pelirrojo volviera a ser el mismo algún día; Aún pensaba en eso cuando tres golpes secos los sobresaltaron a todos, poniéndose de pie y secándose el sudor de las manos en el delantal, en un gesto maquinal, la mujer abrió y se encontró con los ojos enormes y asustados de una de las jóvenes del lugar.

- ¡Unos guerreros vienen subiendo la colina! – atropellándose al hablar les indicó el lugar con el dedo mientras les relataba en ademanes nerviosos que venían precedidos por una terrible fama. Atrás de ella se oyó el piafar inquieto de un caballo y la mirada de Alberich se topó con los ojos color acero de Siegfried, antes de que dijera palabra alguna éste se adelantó y empujando con la mano a ambas mujeres extendió un papel y mirando sin disimular su odio a Merak susurró:

- Esta es una orden para llevarte de regreso a Asgard, tienes deberes que cumplir y al parecer has olvidado por completo la hospitalidad que tanto la sacerdotisa como su hermana te brindaron al recibirte, si es así como les vas a pagar deberías decírselo a ellas – Haciendo un gesto a sus hombres los obligó a adelantarse y sonriendo con triunfo agregó:- Debo llevarte a la fuerza si es necesario, esas damas merecen respeto y cualquier persona íntegra piensa lo mismo, eres sólo un rebelde, un evadido.

Hagen se adelantó pero Alberich se interpuso entre ambos y sin mirar a su amante exclamó:

- Si él ha olvidado sus deberes se debe únicamente a mi culpa, no necesitarás usar la fuerza ya que él regresará a Asgard por su propia voluntad. Yo también pero, antes me gustaría hablar a solas contigo.

Merak entreabrió los labios y mientras Alberich se alejaba con su maestro sintió que la incertidumbre se apoderaba de él, recordó su amenaza y supo que pensaba ejecutarla ahora allí, mordiéndose el labio inferior se cruzó de brazos y observó con aparente tranquilidad a sus dos custodios rastreando el cosmos de su amante para conocer sus intenciones.

Siegfried avanzaba detrás de Alberich y sus sentimientos fluctuaban como la marea viéndolo delante de sí, sus cabellos rojos se alborotaban con el viento y parecía un niño como si el dolor o el auto exilio le hubieran restado madurez dejándolo indefenso, con deseo se lamió los labios, eso era aún más propicio para él. De pronto éste se detuvo, los latidos de su corazón parecían un potro a punto de desbocarse ¿sería capaz de asesinarlo, un sudor frío corrió por su cuerpo y sintió dos brazos poderosos enlazarle el cuello, Alberich tembló mientras los labios de Siegfried se deslizaban hambrientos por su nuca en un gesto que éste interpretó erróneamente como deseo al sentirlo temblar.

- Te extrañé pelirrojo…- jadeó Alpha asiéndolo de los cabellos, aspirando profundamente su aroma y recordando cuando lo hizo suyo a la fuerza en la posada.

Alberich se removió con inquietud y levantando el brazo iba a girarse para repelerlo con violencia cuando una silueta acaparó su atención, arrastrando los pies y dejando una mancha marrón a cada paso una mujer se acercaba a él, a su paso las hojas de los matorrales no se mecían ni tampoco sus cabellos al viento.

- Hermano – La voz parecía venir desde el centro mismo de la tierra.

El pelirrojo no respondió, parecía como hecho de piedra, ante él tenía la imagen desgarrada de Ingrid, los ojos se le llenaron de lágrimas viendo los cabellos revueltos y la mirada perdida de ella y con voz apenas audible jadeó sin saber si Alpha la vería también:

- ¿Qué quieres?...-.

Siegfried rió y abrazándolo con más fuerza suspiró besando su oído:

- Lo que quise desde que llegué a Asgard, a ti, por supuesto.

Ingrid abrió la boca, un círculo perfecto y un alarido salió de su garganta mientras indicaba con el dedo a su asesino, pasando junto a su hermano lo miró y agregó:

- Que sufra.

Alberich contuvo las lágrimas y Siegfried se apartó violentamente de él, sorprendido por el hálito frío que lo atravesó, su compañero lo enfrentó y marcando lentamente cada palabra le dijo:

- Regresaré contigo, te he extrañado – Su voz era opaca y carente de emoción, sin terminar las palabras lo asió por el cuello y lo besó apasionadamente mientras pensaba que cada día y a cada instante le haría pagar sin ningún remordimiento. El odio había escogido un camino por él y la venganza lo llevaba de la mano, Alpha sufriría y ese placer sólo lo tendría él.

Hagen se estremeció al verlos regresar y advertir cierta complicidad entre ambos, buscó la mirada de su amante sin hallarla, Alberich se acercó a Andrik y a su madre y se despidió de ellos con un tierno abrazo mientras los hombres de Siegfried salían a buscar sus cosas.

- Los caballos están en el establo…- susurró Alberich, Alpha asintió y fue a buscarlos, aprovechando eso éste se acercó a Hagen y exclamó en voz baja: - Fue él, él asesinó a Ingrid…la he visto y por Odín que lo pagará.

- ¿Lo mataremos en el camino de regreso? – susurró Hagen sorprendido pero sin vacilar.

Su amante negó con la cabeza, aún veía a su hermana hecha pedazos delante de sí ¿Estaría en el reino de Hel?.

- No, lo haré pedazos lentamente ¿Aún me ama? Pues sufrirá – su mirada era demencial y apenas sintió el agarre de Hagen.

- ¿Te volviste loco? No puedes, será una tortura para ti y…también para mí.

Alberich lo besó furtivamente y jadeó en su oído:

- Un año…dame un año, regresarás con Flare y cuando sea el momento volveremos a encontrarnos. Te llevas a mi corazón y sabes que siempre eso será tuyo aunque mi cuerpo – se estremeció – Sea de otro.

Hagen abrió la boca atónito pero en ese momento los dos guardias aparecieron llevando sus alforjas y Siegfried les señaló sus caballos. Sólo Alberich podía osar pedirle algo semejante con la absoluta confianza de que cumpliría, sonrió y asintió estaba seguro de que por mucho que Alberich odiara a Siegfried no podría estar mucho tiempo a su lado y tarde o temprano lo buscaría. Sin sospechar del acuerdo que acababan de hacer en su ausencia el capitán de los divinos miró con su altanería habitual a ambos muchachos, ya se imaginaba a Alberich compartiendo su lecho una vez más y poco le interesaba como se las arreglara Hagen, lo único que despertaba sus sospechas era la rapidez con que Alberich había vuelto a su lado pero eso sin duda seria por que lo amaba y Merak había sido un mero capricho.

Sujetando a su caballo con fuerza realizó todo el trayecto de regreso en compañía del pelirrojo que parecía más animado que nunca, en cambio Hagen meditaba en silencio sobre que nueva locura se había apoderado de su amante, si es que aún lo era. No le resultaría sencillo fingir que amaba a Flare pero la timidez de la jovencita sería de buena ayuda por un tiempo.

Cada uno estaba sumido en sus propias evocaciones y el ánimo de todos mejoró al distinguir los torreones del Valhalla, Alberich observaba a los lugareños y a las mujeres y nada parecía haber cambiado, todos continuaban respirando y haciendo sus vidas en esa ciudad del demonio, se subió la capucha para evitar el aire frío y todo su ser se heló al distinguir en una de las torres a Flare, ésta miraba con los ojos llenos de lágrimas a su amado Hagen, de improviso sintió deseos de que realmente ellos fueran felices pero por desgracia alguien siempre tenía que sufrir y nadie mandaba sobre las emociones ni menos sobre el corazón, con algo de culpa miró de reojo a Hagen quién también había visto a la hermana de Hilda, su rostro era una máscara y sus miradas se cruzaron sólo por unos segundos.

- Bienvenidos al Valhalla – La voz de Hilda era seca y su apariencia distaba mucho de ser la de antaño, por una venganza Siegfried tendría que estar junto a Alberich sin saber que lo mismo deseaba el corazón de éste.

- Hilda…-Alberich se apeó y se arrodilló ante ella, al mismo tiempo Flare corría a abrazar a Hagen – No culpes a Merak el haber faltado a sus deberes, sólo me protegía por una promesa hecha a Ingrid…hoy ambos estamos de regreso y se que el no volverá a apartarse de Flare.

La sacerdotisa lo miró con frialdad y le indico que se pusiera de pie, sus ojos claros se posaron en Hagen, al que su hermana había tomado de la mano en un gesto de protección y lo interrogó en silencio, éste observó a Alberich y titubeó lo que no pasó desapercibido para nadie.

- Él tiene razón, debí explicar mis razones antes de dejar a la señorita Flare…pido disculpas, no volverá a suceder.

- ¿Lo ves, hermana? Yo sabía que Hagen regresaría – Rió Flare volviendo a abrazarle.

Hilda sonrió y les invitó a pasar, adentro sus compañeros les esperaban y oyeron con ansías sus aventuras, por encima de la mesa los ojos de Alberich y Hagen se cruzaron en variadas ocasiones y en la cabeza del rubio Merak pasaban una y otra vez las palabras de su amante.

"Un año…fingir durante un año, ojalá que valga la pena, Alberich".