¿Crees en el destino?
Por Chiisana Minako.-

Capítulo I: Remembranza.

Los semáforos, aún estando en rojo, no eran respetados por un auto azul que iba como un bólido a través de las calles. Era a plena luz del día, y ya habían causado más de algún accidente, sin embargo quien lo conducía seguía haciendo maniobras peligrosas y violentas, alejándose, pero siempre manteniendo el control del automóvil, o al menos eso era lo que parecía. Sólo unos botes de basura se interpusieron en el camino y fueron aplastados bajo las ruedas, derramándose los desperdicios y creando un caos parecido al sucedido en la ciudad, con los autos volcados.

- ¿¡Pero qué te pasa, te has vuelto loca!? -un joven de corto cabello negro intentó arrebatarle el control del manubrio a la histérica mujer.

- ¡Suelta el volante! -lo giró para hacer que lo soltara- ¡Que lo sueltes, maldito mentiroso! -sus ojos no podían ver bien a causa de unas lágrimas de ira que se agolpaban en sus ojos. ¿Cómo había podido…?

Los chirridos de las llantas en tan cerrada curva cegaron el sonido del resto de los gritos provenientes de ambos jóvenes. El automóvil se alejaba veloz de la ciudad, con un destino desconocido para sus dos ocupantes. Uno, no dejaba de pensarlo, intentando tomar el control del vehículo, y la otra, no le importaba a dónde se dirigiera, estaba fuera de sí.

- ¡¡No sé de qué estás hablando!! -insistió el muchacho, poniendo énfasis en cada una de sus palabras, si realmente ella hubiera visto los dorados ojos de él, quizás, y sólo quizás sabría que él no estaba mintiendo. InuYasha no es un mentiroso.

- ¡No me vengas con ésas ahora! -la mujer giró el manubrio con brusquedad inusitada en ella, haciendo que hasta su largo cabello negro volase con ligereza dentro del auto.

Se estaban saliendo del camino principal, yendo ya más a terrenos rurales, donde la vegetación impedía el normal paso, pero el ya muy abollado auto no tenía más que obedecer las órdenes de quien lo manejaba. El vehículo saltaba a cada piedra que pasaba debajo de sus ruedas, las ramas gruesas de los árboles golpeando con violencia los vidrios amenazando con romperlos, las raíces sobresalidas del suelo casi haciendo volar el automóvil al ir a una velocidad tan elevada. InuYasha logró tomar el volante, haciéndolo a un lado, intentando volver a la ciudad, pero la mujer lo tenía sujeto del otro lado, y no era nada débil. El maltratado medio de transporte avanzaba en zigzag todo el tiempo, las tapas de las ruedas rayándose y algunas perdiéndose, el vidrio lleno de grietas…

De pronto, había tranquilidad. Hasta podían sentir el aire fresco que se colaba por los agujeros de las ventanas y el parabrisas. El auto no vibraba, no saltaba, sólo… volaba. El final del bosque estaba al borde de un enorme acantilado. Sólo la sensación del vacío en el estómago, la sensación de ir cayendo, fue lo que pudo sentir aquel joven de corto cabello. Tan sólo tenía dieciséis años.

- Kikyô.. -fue el último sonido, un suave murmuro proveniente de él. La imagen se fue apagando con el sonido del agua al salpicar hacia todas direcciones, estallando la superficie del lago bajo el precipicio, junto con el sonido burbujeante del agua entrando al auto.

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- ¿Ya ves lo que tengo que hacer por ti, Buyo? -el gato sólo soltó un maullido ronco en respuesta a lo que le decía su dueña- ¡Servicio comunitario! ¿Puedes creerlo? -la muchacha seguía limpiando el piso con energía, con ayuda del trapero; pese al disgusto que su mascota le había dado cuatro días atrás, y que no fuera ésta la forma en que pretendía pasar sus vacaciones antes de entrar a la Universidad, no le era desagradable hacer las tareas varias de lo que un hospital necesitara. Se sentía bien de ayudar a la gente, aunque fuera algo mínimo, era algo que alguna persona tenía que hacer. Aunque no le pagaran nada.- ¿Qué no te he dicho ya muchas veces que en templos no se juega? -el gordo felino, de manchitas canelas y cafés, sólo la miró algo arrepentido, como un cachorro regañado.

- Kagome, ve por favor al cuarto 511, ya sabes qué hacer -le anunció una rubia enfermera a la chica que hablaba animadamente con su gato como si se tratase de una persona. Ella asintió con una sonrisa y se puso en camino. Se recogió su ondulado y negro cabello en una cola de caballo y acomodó su flequillo para que no le molestara en la visión.

"Sí… ya sé lo que debo hacer" Se repitió en su mente, avanzando a paso firme entre los concurridos pasillos del hospital. Iba repasando sus 'tareas' una a una en su mente. No eran muchas, ni tampoco eran muy difíciles. Por un motivo en particular, no le gustaba entrar a las habitaciones con gente enferma. No porque fuera escrupulosa o temiese contagiarse de algo, sino que no le gustaría encontrarse con la figura de una persona sufriendo o agonizando. Por suerte lo que le había tocado hasta el momento eran personas convalecientes de operaciones exitosas. La mayoría niños hiperactivos y alegres, que convertían el lugar en uno en que se respirara aquella inocencia infantil, y esa felicidad interminable. Le llenaba de energías ver cosas así.

Súbitamente su sonrisa desapareció. Levantó el rostro para ver la alta placa colgada de esa blanca, grande y tétrica puerta. '511' Murmuró casi inconscientemente, sus ojos color chocolate fijos escudriñando los números con detenimiento. No sabía por qué, pero tenía un presentimiento que le decía que algo iba a suceder. Kagome no suele ser paranoica, de hecho no lo es, pero… hasta un escalofrío la ha invadido. Su mano llegó hasta el pomo de la puerta, el cual crujió algo sonoramente, girando, antes de dejar que la puerta se abriera. La joven observó a su alrededor… algo le decía que ella era la primera persona que entraba en mucho tiempo, al menos para algo más que para cambiar el suero que alimentaba al enfermo. La capa de polvo no era gruesa, pero sí se notaba que ha de tener como mínimo unos ocho o diez meses que alguien no hacía una buena limpieza. Unas flores magulladas y mustias que descansaban sobre un velador era lo único que le daba algo de vida al lugar. El aire estaba viciado, por lo que se apresuró a abrir más la ventana y también las cortinas, dejando entrar la luz en la penumbra de la habitación.

Le costó un poco acostumbrar su vista a la brillante luz que emanaba el soleado día y que ahora se filtraba por la ventana. El aire fresco.. "Que delicia" se le pasó por la cabeza, sintiendo el viento jugar con su cabello y escurrirse por su rostro. Fue cuando se recordó mentalmente que no estaba ahí para disfrutar de lo maravilloso del clima, que reparó en el cuerpo que yacía en la cama, con apenas signos vitales registrados en el electrocardiógrafo. Un muchacho… estaba tan pálido que de no ser por el constante y débil sonido que emanaba la máquina que registraba los latidos de su corazón, ella habría podido jurar que estaba muerto. A pesar de eso, tenía una expresión tranquila. Su cabello negro era más largo que el de ella, y caía sin ningún orden sobre sus hombros y por los lados de su cama. "¿Qué acaso no tiene a nadie que lo visite…?" Kagome se olvidó de su 'misión', que ya estaba casi completa, y se dedicó a escrutar al muchacho que estaba allí. Su rostro, aún con los ojos cerrados, aún pareciendo no tener vida, no podía negar que le era muy atractivo.

"¡Es cierto!" Un chispazo le trajo el recuerdo de lo que había oído, hace días. Una conversación de tres enfermeras.

- ¿No es una pena? -se lamentó una chica morena, dejando unos papeles dentro de una carpeta.- Y siendo que es tan guapo…

- Lo sé, sé a lo que te refieres. Si tan sólo despertara.. -se relamió los labios, una muchacha algo más alta que las otras dos, sonriendo con cierta lujuria.

- Dicen que no tiene familia, así que nadie puede pagar su estadía, aunque la doctora Yoshimitsu tiene razón, no podemos desconectar a alguien por algo así, aunque digan que no despertará del coma. -citó la otra, de vivaces ojos color verde, guardando y archivando la carpeta que su compañera le entregó.

Luego había tenido que ocultarse ya que casi la descubren, por lo que no pudo oír nada más. "Así que era de este joven de quien hablaban.." ¿Qué no tenía familia? No dejaba de preguntarse el porqué, aunque otra parte de su mente le gritara que era una entrometida metomentodo. Intentaba en su mente idear posibles razones para su estado. No sabía por qué, pero… tenía el extraño deseo de tocarlo… alargó sus dedos hasta que pudieron casi tocar su rostro, pero se detuvo unos segundos antes de lograrlo. ¿Qué sucedía con ella? ¡Él era un extraño! Muy bien parecido; ¡Pero un extraño al fin y al cabo! Sintió el ligero calor en sus mejillas y suspiró algo encaprichada. Se sentó en una silla baja que había junto a la cama, apoyó uno de sus codos en ella y sostuvo su dubitativa cabeza con esa mano. La otra… amenazaba con tocar el rostro de él, pero… aunque el chico no pudiera despertar, le daba vergüenza. Cerró los ojos volviendo a suspirar, preguntándose el porqué de la extraña sensación. Las yemas de sus dedos rozaron con suavidad una mejilla del muchacho, siguiendo el contorno de su rostro.

- ¿Pero qué es lo que estás haciendo aquí? -una chillona voz sobresaltó a Kagome, a tal punto que casi se cae al suelo, pero alcanzó a sostenerse de la cama- Si ya terminaste tu trabajo vete a hacer otra cosa, este cuarto se supone que debe permanecer cerrado -reprendió una castaña doctora, mirándola severamente- Es un paciente en estado crítico. ¡Vamos, muévete!

"Pero qué carácter.." La muchacha sólo tomó algunos de sus artículos de aseo y se dirigió a la puerta, con la mirada en alto ".. sólo tenía que decírmelo, no necesitaba ofuscarse de esa manera" pasó al lado de la mujer, quien la miró de mala forma y cerró la puerta.

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- ¡Buyo! ¡Buyo! -Kagome ya se había quitado ese uniforme provisional que le entregaban para que hiciera sus obligaciones, reemplazándolo por su ropa típica: una blanca blusa holgada que le dejaba los hombros al descubierto y una falda corta negra, de muchos pliegues- ¿En dónde te metiste? ¡Bu-yo! -y ahora, que era el momento de regresar a casa, no podía encontrar a su gato. Estaba segura de haberlo visto durmiendo con la panza al sol casi toda la tarde, sobre el marco de una ventana. ¿Dónde podría estar?

Ya había revisado la cafetería, la recepción y la mayoría de los pasillos y de los ventanales. En estos momentos se encuentra en el jardín del hospital, revisando algunos matorrales, pero como ha anochecido, no es tarea fácil. "Oh Buyo… no comerás del pescado que te gusta por una semana" Quien no tiene una mascota no sabe los problemas que pueden dar; y más aún su gato: tiene una especial capacidad para meterse en lugares donde no debe. Un maullido ronco le llama la atención, es el sonido que Buyo suele hacer cuando teme que ella lo regañe. Kagome volteó a ver, encontrándose cara a cara con su gato, sólo que los separaba el cristal de una ventana. "¡Buyo! ¿¡Dónde te metiste ahora!? ¡Es la habitación de un paciente!" La chica tiene la boca abierta pero no puede gritar, las manos fueron automáticamente a su cabeza por un segundo, antes de volver a entrar a toda prisa al edificio.

Tuvo que eludir a unos cuantos doctores, a dos enfermeras que iban conversando y a un señor que estaba limpiando una ventana. Suerte que su sentido de la orientación era bueno. "¡Ése es el cuarto!" Divisó a lo lejos la puerta cerrada, su destino. Su rostro se relajó por un momento, iluminándose una sonrisa en su rostro, que desapareció en el preciso instante en que vio a la doctora que la había regañado horas antes, caminando por el pasillo en donde estaba el cuarto en donde tenía que entrar. ¡Bien! Tendría que hacer uso de sus habilidades adquiridas en las clases de deportes de su escuela. ¡En sus marcas… listos…! "¡Ya!" Se dio la señal de partida, corriendo de forma silenciosa y rápida, logrando abrir la puerta y cerrarla con sigilo y velocidad, una vez se halló dentro del cuarto.

"¿Eh?" Le sorprendió incluso a ella el que antes no hubiera notado la similitud del camino tomado para llegar al lugar. La habitación era… la misma a donde había entrado horas atrás, y había encontrado a ese muchacho.

- ¿Buyo? -le llamó en susurros, todo estaba envuelto en la penumbra, la única luz que entraba era la de los faroles de la calle, que se filtraba por la ventana. El ambiente le era algo tétrico… el particular sonido del electrocardiógrafo le helaba la sangre. Kagome escuchó algo, como si algo se estuviese moviendo.- ¿B-Buyo? -insistió, intentando convencerse de que sólo su gato podría hacer los ruidos que escuchaba. Sólo era su gato, debía mantener el control. Pudo ver parte de la cola del felino y ya harta de los problemas que le hacía pasar, decidida alargó la mano con rapidez para agarrarla. "¡Te tengo! Estás en graves problemas…"

En aquel momento no reparó en comprobar que la textura no era la misma que la de pelaje de animal. Quizás por la conmoción.

O quizás sólo el destino ya estaba preparado para ellos.

El frágil tubo que estaba conectado con el cuerpo que yacía en la cama, se rompió al agarre de su mano. "¡¡Oh por Dios!! ¿¡Qué fue lo que hice!?" La muchacha estaba aterrada. ¿Y si el electrocardiógrafo marcaba que ya no había pulso? ¿Y si ella lo había matado? Sólo podía rogar porque lo que hubiera hecho no tuviera importancia. Intentaba encontrar los dos extremos para hacer alguna reparación… ¡Estaba en coma! ¡Una condición delicada! ¡Y ella con sus torpezas! Ya ni recordaba a Buyo, en esos momentos sólo le preocupaba el chico. ¿Qué tal si moría? El ir a la cárcel es lo menos… el cargo de conciencia nunca la dejaría en paz. ¡No podía ser! ¡Él tenía que vivir! ¿Qué tal si…?

- ¿Qué demonios es lo que estás haciendo aquí, Kikyô? -inquirió una voz sumamente varonil, casi causándole un ataque cardíaco a Kagome, que cayó sentada en el piso, con una mano en el pecho como sosteniendo su corazón, y mirando incrédula, anonadada, a los dorados ojos que parecían resplandecer parecido a los de un felino en la oscuridad.

- ¿Ki… kyô? ¿Quién… quién es ella…? -preguntó aún atontada y sin creérselo. ¿De verdad era el muchacho que antes se veía tan apacible? ¿Y de qué estaba hablando? No podía ver nada salvo un leve destello de sus ojos, estaba muy oscuro.

- No te hagas la tonta, sabes muy bien que es de ti de quien estoy hablando -bufó con molestia él, mirándola fijamente, intentando incorporarse para poder quedar sentado- O qué, ¿acaso te dio amnesia, señorita? -su sarcasmo en la última oración era evidente. La poca luz que había iluminaba parte de la muchacha que estaba cerca de él. Estaba seguro de que se trataba de Kikyô. ¿Por qué se hacía la que no sabía?

- ¡Oye! ¿Pero quién te crees? -la culpabilidad y angustia que había sentido en un primer momento se había desvanecido al comprobar la falta de modales que tenía él- ¡No soy Kikyô! Mi nombre es Kagome. ¡Kagome Higurashi! -ya se encontraba de pie, y había pronunciado su nombre de forma lenta, como para que su interlocutor pudiera procesar la información.

- ¿¡Crees que podría confundirme tan fácilmen… -su voz se apagó cuando ella prendió la suave luz de la mesita de noche. Era suficiente luz para poder verla bien. Kagome le veía algo expectante, como diciéndole "¿Lo ves?" con la mirada.- No… no eras ella.. -murmuró en un tono bajo, abriendo un poco sus ojos sin darse cuenta, por la sorpresa. Hubieron unos cuantos segundos de silencio.

- … ¿te encuentras bien? -le oyó decir a ella. Ahora que la veía mejor… no sabía cuánto tiempo había estado inconsciente, pero definitivamente la primera vista que tenía no le era desagradable… del todo, complementó su mente al instante. Pero muy dentro de él no podía negar que esa chica… Kagome, realmente era…- Oye.. ¿me estás escuchando? -interrumpió ella sus pensamientos- ¿Y tu nombre? Debo avisarle a un doctor que has despertado…

- ¡Feh! ¿Y eso qué te im… -él detuvo a su impulsiva boca, al ver la mirada asesina de ella. Bah.. después de todo… ¿qué había de malo en decirle su nombre? Sea como fuere.- Soy InuYasha.

- Un placer conocerte, InuYasha… -hizo una pausa, como esperando a que él le dijera su apellido. Su sonrisa había vuelto a sus labios.

- Sólo InuYasha. -respondió algo cortante, desviando la mirada. Pero luego vio, de reojo, que ella le extendía la mano para que él la estrechara, y pese a que muchas veces en el pasado había simplemente dejado a la persona que lo hacía con la mano estirada, en esta ocasión se sintió mal de hacerlo.

Kagome sólo sonrió sin poderlo evitar, soltando ya su mano. No sabía por qué… pero el mal presentimiento que tenía aún no se iba, sin embargo… algo dentro de ella, le presagiaba otra cosa buena, que quizás contrarrestaría a la otra y con creces. Habían sido demasiadas coincidencias. Ante lo descolocado que él estaba, le indicó lo que ella hacía allí, y que él había estado en coma por tres años (información que había obtenido de los chismes de las enfermeras). Ahora sostenía a Buyo en sus brazos, y apagando la luz para que él pudiera descansar, sólo le anunció que iría a avisarle a un doctor del gran acontecimiento, su despertar.

"Kagome Higurashi…"

La puerta se cerró con suavidad tras ella.

"Algo me dice que nos volveremos a ver."

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- Fin del capítulo I -

¡Hey! ¿Qué tal? Hacía tiempo que me había entrado el caprichito de hacer un Universo Alterno, pero fue hace poco donde más ideas se moldearon en mi medio-muerto cerebro y me decidí a comenzarlo, descubriendo que era más que un capricho, el proyecto me emocionó.

Esta vez, quisiera dedicarlo muy especialmente a Sis. También a todas mis estrellitas y gente especial, pero más que nada a la que ya mencioné. Para que ojalá todo salga bien… ahora y siempre.

Me ha dado la locura por escribir. Ya saben, siempre hay como tres meses de por medio entre mis actualizaciones… ¡Creo que es un buen presagio! nn

Cualquier comentario, idea, patada o lo que sea, pueden hacer click en "Go!" y decirme su opinión. Esta historia aún está en pañales… por eso son importantísimos sus comentarios.

¡Se me cuidan mucho!

Chiisana Minako.-