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¿Crees en el destino?
Por Chiisana Minako.-
Capítulo II: De coincidencias y empleos.
- .¡Te digo que regreses aquí!. -rugió una voz ronca perteneciente a un alto sujeto. Seguido de eso, volvió a tomar la botella por el cuello y a beber un gran sorbo de licor, luego limpiándose la boca que aún chorreaba líquido con la manga de su camisa.- .¡Cuando me termine esta botella, me encargaré de partírtela en la cabeza para que entiendas, engendro!
Un pequeño niño de un pelo negro que le llegaba hasta los hombros, sólo se quedó oculto tras unos botes de basura. Inconscientemente sus manos y todo su cuerpo temblaban. Ya vio que aquel violento hombre había desaparecido tras la puerta de su casa, y ahora podía volver a respirar. Le guardaba un inmenso rencor, pero era el miedo lo que le hacía tiritar. Cualquier movimiento cercano a sí mismo le provocaba un respingo. La nariz aún le sangraba, pero él no sabía cómo hacer que eso se detuviera. En sus manos observó nuevamente su tesoro: una sencilla y gastada pulsera verde.
Sólo se quedó viéndola, ocultándose aún más y queriendo protegerse de la lluvia, con unos trozos de cartón y cajas viejas que había en el callejón. Ese sujeto quiso arrebatarle aquel accesorio tan preciado para él. Todo, para venderlo por unas cuantas monedas en el mercado. Sabía a lo que se enfrentaba, pero nadie se quedaría con eso excepto él. Era su objeto más querido, le traía tantos recuerdos… esa pulsera… era de su madre. "Mamá…" Sólo abrazó la pulsera entre sus dedos y contra su pecho, como si con eso pudiera abrazar el cuerpo de su amada protectora. Las lágrimas son rápidamente quitadas con su brazo, y se jura a sí mismo que no volverá a llorar. Los hombres son fuertes, muy fuertes. Aunque por ahora… sólo puede cobijarse del chubasco que no tiene piedad con su pequeña figura.
Ahora el crecido joven enfrenta las tibias gotas que caen con fuerza sobre su rostro. Por suerte, el agua tiene la capacidad de suavizar sus recuerdos y hacer que pueda olvidar los momentos que es mejor no recordar. InuYasha cerró la llave del agua, cogiendo una toalla y saliendo de la ducha. Se apoyó en el marco de la puerta, que ahora también dejaba escapar el vapor de agua, sólo observando el resto del sitio con una mirada que parece transmitir un sentimiento de añoranza.
Las gotas de agua se deslizaban sensuales por su bien formado cuerpo, el largo cabello azabache pegándosele a la espalda y el cuello. Sólo una pequeña toalla recién amarrada en su cintura lo cubría, mientras él estrujaba su larga melena, quitando el exceso de agua, que caía al suelo sin demora.
Su viejo apartamento… aún no sabe cómo se ha conservado. Aunque no está muy seguro de usar el verbo "conservar", ya que la habitación es un desastre, se encuentra en un estado bastante precario. Pero, irónicamente, es tal cual él lo había dejado tres años atrás. Está justo como lo recordaba, incluso con ropa suya a medio salir de los cajones de algunas cómodas, latas de bebida y una que otra cerveza, todo detalle. No podía creer que nadie lo hubiese arrendado desde entonces, sólo por una estúpida superstición.
- Hey. ¿Tiene algún departamento disponible?
- Buenas tardes señor. La verdad… es una temporada alta, y usted sabe, las mejores habitaciones son las que primero son ocupadas, por lo que… -se apresuró al ver la mirada impaciente de él- … sólo tenemos una, pero todos aseguran que cuando han querido ir a limpiarla, unos misteriosos ojos rojos aparecen de la nada, junto a unos chillidos que no son humanos, ni las ratas se han acercado a ese cuarto pese a los años que han pasado, y nadie se ha atrevido a…
- Sí, sí, sí -bufó con fastidio, interrumpiendo el relato del hombre¿Entonces está disponible?
- Bueno, sí, pero…
- Oiga.. ¿quiere el dinero de la renta sí o no?
Pese a todos los balbuceos del recepcionista, ha logrado obtener su cuarto de vuelta. Aquel edificio está a cargo de un solo dueño, que ofrece para el arriendo todos los cuartos que hay. "Es increíble que haya gente tan cobarde" pensó una vez ya estuvo vestido, aunque con el cuello de la camisa entreabierto.
Este sitio le da un poco de nostalgia. Más, cuando ha vuelto a recordar aquel escondite. Bajo una tabla suelta cerca de uno de los muebles, había un pequeño cofre. Una vez logró abrirlo su mirada fría se suavizó. Ahí estaba aquella pulsera, entre otras cosas. Un deje de tristeza invadía todo su rostro, por el solo hecho de mirar una simple imagen. Una simple fotografía. Una hermosa mujer de larguísimo cabello negro y ojos azulados, sonriendo con una ternura infinita, abrazando a un pequeño niño con el mismo color de cabello y ojos dorados, que también sonreía. Vio también una foto de su madre y su padre. A él no lograba recordarlo, ella siempre le dijo que su padre lo amaba mucho, y que no alcanzó a conocerlo porque él murió cuando él era apenas un recién nacido. El ver sus expresiones felices sólo le hizo esbozar una sonrisa melancólica.
- .¡Uuuy, me pone enferma!. -Kagome colgó el teléfono inalámbrico que aún tenía en la mano con rabia, sorprendiendo a su recién llegado hermano menor.
- .¿De qué hablas, Kagome?. -el pequeño Sôta se dio cuenta de inmediato de que no debería haber hecho ninguna pregunta. La mirada furiosa de su hermana se clavó en él, dejándolo helado.- Esto… ¿sabes? Tengo mucha tarea que hacer… y… y yo… er… nos.. ¡Nos vemos!. -antes de que sucediese cualquier cosa, Sôta estaba metido en su cuarto. Nunca las matemáticas le habían parecido tan interesantes.
Mientras tanto, la muchacha no podía estar más enfadada. ¡Vaya día! Y menos mal que era su cumpleaños (número dieciocho), un día en que supuestamente te la pasas bien con tus amigos y tu familia. Pero no, ella tuvo que levantarse temprano y recibir los muy breves saludos de su madre y su hermano, antes de tener que irse a toda prisa a cumplir la pequeña condena que Buyo le hizo tener que pagar; el servicio comunitario. No le molestaba hacerlo, pero… ¡Ese InuYasha!. ¡Si le volvía a ver la cara…!."Será mejor que me vaya a dormir… después de todo mamá seguramente llegará tarde hoy" Kagome subió las escaleras que llevaban al tercer piso de la casa rápidamente, hacia su cuarto. Se dejó caer en la cama, cansada, harta, echando un último vistazo a unos recortes de periódico, y sólo apagando la luz para intentar dormir y tragarse la rabia.
InuYasha miró el amplio letrero frente a él con fastidio. Ya no era un niño, ya no podía seguir robando comida para alimentarse. Y ya ni recordaba cómo era cuando ya cumplió los trece años -edad en que se hacía mayor, según él- para conseguir alimento. Ahora, con sus diecinueve años, debía… trabajar. Hacía cuatro días que había despertado de lo que se suponía sería un sueño eterno, y fue cuando recordó que el dinero que logró encontrar en una de sus chaquetas no le sería suficiente para sobrevivir el mes, y mucho menos para pagar la renta.
En aquella compañía se necesitaba un asistente de ventas, o al menos eso era lo que sabía. Entró despreocupadamente al modesto edificio, haciendo sonar una leve campanita que colgaba de la puerta. Dentro, habían unas cuantas secretarias tecleando datos sin parar, algunos hombres buscando papeles en archiveros, y quizás cuántas personas más haciendo quién sabe qué cosas. Pero él estaba ahí para hablar con quien estaba a cargo. Una vez supo donde estaba la oficina, se dirigió allí, utilizando las escaleras que siempre le parecieron más prácticas, los ascensores iban llenos la mayoría de las veces. Se contuvo de entrar de una sola vez al cuarto, recordando las lecciones que su madre le daba acerca de la 'cortesía', como ella le decía a esas molestas costumbres. Tocó a la puerta, recibiendo un suave 'Adelante' como respuesta afirmativa. Una vez ésta se encontró cerrada, pudo observar que no estaba sólo la que parecía ser la jefa, sino que había otra muchacha más, sentada en una silla, de espaldas a él. De una forma u otra, le pareció conocido ese cabello azabache y ondulado. Y fue cuando ella se volteó, curiosa de saber quién había entrado, que pudo comprobarlo; Kagome Higurashi.
- .¡Tú!. -el grito de ambos al unísono fue automático, señalándose el uno al otro como no pudiendo creerlo. Aunque el gesto de ella pasó rápidamente a ser uno de profundo enfado, para cierta sorpresa del joven que acababa de entrar.
- Oh, veo que se conocían -pronunció algo risueña la mujer, volviendo a llamar la atención de ambos jóvenes- Como le decía a la señorita, mi nombre es Kaede, soy la gerente de ventas de esta prestigiosa compañía, y el puesto al que ambos aspiran no es algo demasiado difícil, sólo consta de… -comenzó a explicar los pormenores del trabajo, las obligaciones y todo aquello. Ella tenía una expresión tranquila, ya era una mujer madura, o al menos aparentaba más edad de la que estaba dispuesta a admitir. Sus cabellos blanquecinos y largos le daban cierto toque al estar amarrados en una simple coleta baja. Le daban cierto aire de simpleza.
"Señora Kaede, la necesitan un momento en el primer bloque, dicen que es urgente" anunció una máquina sobre su escritorio, con la voz de alguna de las secretarias que estaban en el primer piso. Kaede se disculpó por dejarles solos, y diciéndoles que volvería enseguida, cerró la puerta. Ambos se veían como buenos chicos, de seguro no causarían ningún problema.
Oh… no sabía cuán equivocada estaba.
- .¿Qué es esto?. ¿Por qué estás en este sitio también?. -interrogó InuYasha, entre confundido y algo molesto por encontrar competencia para el puesto. Para ella ya fue más que suficiente el tener que aguantar su tono altanero, que le insistía en que ella le diera una respuesta a sus preguntas. Se había estado conteniendo para no quedar mal enfrente de la señora Kaede, pero…
- .¡Pero quién te crees para exigirme respuestas?. -le clavó la vista encima, haciéndole preguntarse a InuYasha acerca de qué era lo que tenía su mirada que logró intimidarlo.- .¡No sabes todos los problemas que he tenido por tu culpa!. -ahí fue cuando el carácter explosivo de él estalló¿quién demonios se creía esa chiquilla para hablarle de esa forma?.
- .¡Se puede saber de qué demonios estás hablando?. -se paró de su silla, como enfrentándola, y ella lo imitó al instante, enfureciéndose cada vez más.
- .¿Y todavía lo preguntas?. -Kagome respiró profundo, asesinándolo con los ojos, caminando con cierta lentitud hacia él, que inconscientemente iba retrocediendo poco a poco.- .¡Te parece que escapar del hospital es una buena idea?. -ella siguió avanzando hacia el muchacho como lo hace un felino a su presa, pero él aún tenía la mirada en alto e intentaba gritarle cosas (pero Kagome de verdad gritaba fuerte), aunque fuera retrocediendo con disimulo- .¡No sabes todo lo que me ha costado el convencer a los encargados del hospital que yo no te rapté ni hice nada extraño!. -los dos estaban demasiado enfocados en su pelea personal como para notar que había una pequeña mesa con una vitrina que encerraba algo, en la habitación.
- .¡Es mi vida y hago lo que se me plazca!. -espetó InuYasha encarándola, pero no logrando hacerla retroceder, haciendo que sus rostros quedaran uno bastante cerca del otro, pero a ninguno pareció importarle, ella estaba furiosa y él también, ya que nadie osaba hablarle de esa forma.
Kagome estaba poniéndose roja de la rabia. Había pasado toda la noche de su cumpleaños y los días posteriores respondiendo llamadas, hablando con personas que la vieron salir de ese cuarto o que estuvieron con ella en el tiempo en que él desapareció casi testificando a su favor, ya que como fue la última que lo vio, la bombardearon de preguntas. Y por último, consiguiendo el mal grabado vídeo de seguridad, en el que si bien no se veía con claridad el momento en el que el muchacho se marchó, al menos tenía la imagen de ella saliendo de la habitación. ¿Y todavía tenía el descaro de ser grosero con ella? Mucha paciencia tenía, pero había un límite para todo.
- .¡Eres un idiota!. -le insultó, las palabras casi saliéndole del alma, estaba realmente saliéndose de sí. InuYasha tuvo que sostenerla por los hombros, pensando en que quizás de otro modo, ella lo mordería… ¡Vaya mujer! Era la primera que le hacía retroceder. Al último grito suyo, el muchacho dio un paso más hacia atrás, y sus piernas enredándose con algo, acabaron por tropezar con una mesa.
Sí. La misma mesa que tenía la vitrina.
InuYasha alcanzó a soltar a Kagome antes de que ésta le cayera encima por llevársela con él abajo, pero de igual modo ella acabó sentada en el suelo, mientras que el chico, aún sobándose la cabeza medio tendido de espaldas, casi no se había percatado de que tras de él había una gran cantidad de vidrio roto, y por un muy leve desnivel en el piso, el tesoro cobijado en la vitrina rodaba peligrosamente lejos de la pareja.
- .¡Ah!. ¡La Shikon no tama!. -la chica miró con temor cómo se alejaba aquella rosada joya, que antes tanta atención le había llamado. Kaede le había explicado, ante sus preguntas, que se trataba de una reliquia familiar muy valiosa. Si habían roto la vitrina, lo menos que podía hacer era entregarle la perla sana y salva en sus manos.
"¿Shikon no Tama?." Un destello pareció aparecer en la mente del joven, había escuchado varias veces rumores acerca de esa joya, que valía millones y millones. Siempre se preguntó cómo podían darle tanto valor a un trozo de vidrio o de material extraño, pero como fuera… ¡debía ser suyo! Era la mejor manera que tenía de solucionar todos sus problemas. Kagome había intentado ponerse de pie, pero entre los nervios por el desastre ocasionado (que seguramente le costaría el no obtener el empleo), se tropezó con las piernas del muchacho y acabó por caerle casi encima, frustrando también el intento de InuYasha por pararse.
- .¡Quítateme de encima¡. ¡Debo alcanzar esa perla!. -ordenó intentando hacerla a un lado, pero sólo consiguiendo empeorar la situación. Cualquiera que los hubiese visto desde fuera… quién sabe qué cosas pensaría.
- .¡Es lo que intento!. -la muchacha estaba sonrosada de la vergüenza. Sólo podía rogar porque no entrara nadie a la oficina o su reputación quedaría por los suelos. Pero tal cual ocurren cosas cuando menos se quiere que sucedan, su blusa se enganchó con la cremallera de la chaqueta que él llevaba puesta. Entre su desesperación por salir de tan vergonzosa escena, recién se había dado cuenta que el forzar la tela de su ropa para poder levantarse, pronunciaba el pequeño escote que su blusa tenía. Y como lo temía…
- .¡Pero qué es lo que miras, pervertido?. -su voz sonó sumamente avergonzada y molesta, complementándose muy bien con sus mejillas ahora rojas. InuYasha sólo volteó la mirada, su rostro había ganado algo de color también al verse descubierto medio segundo después de haberlo hecho ¡Pero era culpa de ella!. ¿Quién la mandaba a hacer… las cosas que hacía?
- No te estaba vien… -la respuesta orgullosa del muchacho no se hizo esperar, sin embargo se vio interrumpida por el sonido de algo chocar contra un vidrio. Eso también llamó la atención de ella.
Al voltear a ver el origen del sonido, se encontraron con la perla, que había rodado hasta la entreabierta puerta de un pequeño balcón que daba a la calle. Aún los dos pasmados, viendo el ahora rápido rodar del redondo pero valioso objeto, sólo reaccionaron en el momento en el que éste estuvo al borde de caer.
El sonido de algo cayendo y de un vidrio rompiéndose, unido a los gritos, fue lo que impulsó a Kaede a volver más aprisa a su oficina, pero no había podido hacerlo de inmediato y se tardó unos minutos más. El ascensor tardaba demasiado, así que utilizaría las escaleras. No hubo dado ni medio paso para ir hasta ellas, cuando los jovencitos que había dejado en su oficina casi le arrollan, pero por suerte se detuvieron antes de lograrlo. La miraban con… ¿miedo? Bueno, más que nada ella.
- .¿Qué sucedió? Escuché mucho ruido, aún desde aquí… -inquirió la mujer, intentando mantener la calma, pues se gestaba poco a poco un temor en su interior. ¿Sería posible…?.- .¡Hey-llamó Kaede, ya que InuYasha pareció hacer caso omiso a sus preguntas y avanzar presuroso por los pasillos, hacia la salida principal. Entonces volvió su mirada a Kagome, quien parecía sudar frío.
"Tiene que estar por aquí…" Pensaba una y otra vez el chico, repitiéndose que una bola de vidrio no podía haberse ido volando, tenía
que estar cerca. Ojalá no se hubiera roto, así le costaría más
venderla. Pero por más cuidadoso que fue en buscar, no halló nada más
que un diminuto trozo de piedra rosada, que se asemejaba demasiado a la
redonda joya que había visto antes. ¿Acaso sí se había roto?. ¿Pero y
los demás fragmentos? Cuando Kagome y Kaede llegaron a escena a paso
rápido, espantaron a una bandada de negros cuervos que se encontraban
cerca del lugar. InuYasha tragó saliva con cierta dificultad; olía a
problemas.
.
.
.
- Fin del capítulo II-
¿Qué tal? Todo este capítulo fue escrito en momentos en que no tuve internet.. el mismo motivo por el que me tardé más en poner algo nuevo, aunque los que ya me conocen… sabrán que un par de semanas no es demasiado en cuanto a mis actualizaciones se trata, jejeje (sorry…). Pero parece que mi reformación en esta ocasión sí está dando resultados… aunque de eso, ustedes tienen la última palabra
Una cosita… si no actualicé antes, es porque no tenía Inter en casita y mis diskettes andaban rebeldes igual que mis neuronas :Minako mira feo a su maltrecho cerebro:
Quisiera, también, agradecer a quienes dieron su opinión y/o apoyo a "Entre la Niebla", el último oneshoot publicado. Como es sólo de un capítulo no tuve momento de agradecerles, a todos, aunque si puedo contarles un secreto, os diré que tengo una pequeña sorpresita en cuanto a eso se trata. Sólo espero que les guste, porque irá con todo mi cariño y dedicación, como lo que suelo escribir.
Una última cosita… me gusta y tengo planeadas muchas cosas que se relacionan con la serie, pero de todos modos no todo será tan-tan igual, o de ese modo se volvería demasiado predecible.Se me cuidan mucho, y ya saben, esta insegura muchacha estará ansiosa esperando sus opiniones, sugerencias y tomatazos.
04:03 Am - 7 Febrero del 2005.
Chiisana Minako.-
PD: Nuevamente, me he visto en la obligación de poner un punto tras muchos de los signos de exclamación/interrogación, para que esta página no se los coma. :Suspiro resignado: Cuando coloco la interrogación y la exclamación juntas en una oración, coloca uno de cada uno, uno al final y otro al principio. ¿Quién entiende este sitio?
