¡MIL perdones por la tardanza! Más notas y razones después del capítulo...

¿Crees en el destino?
Por Chiisana Minako.-

Capítulo III: Orgullo

"¿Kikyô…?"

La imagen de la muchacha de melancólicos y cristalinos ojos marrón era rodeada por una densa niebla, la que poco a poco iba rodeándola para luego hacerla desaparecer, y en el mismo lugar aparecer su hermana ya algo mayor; Kaede.

- … ella está muerta, InuYasha… -

Fue justo el momento en el cual despertó, en medio de un suspiro ahogado. Se reincorporó, recordando que se había quedado dormido sobre el escritorio donde guardaba sus recuerdos. Sentado en la silla frente a él, InuYasha volvió la vista al portarretrato que había sobre la mesa, dibujándose con gran facilidad la expresión de tristeza.

- ¿Así que se murió? –el joven de largos cabellos miró a Kaede con una expresión arrogante- Debí suponer que no lo resistiría –añadió con desdén.

Pero ahora que se encontraba en su soledad, no podía evitar mirar esa fotografía. Se la había tomado a escondidas aquel día, cuando salieron al borde de un río a hacer un pequeño picnic. En el instante en el cual Kikyô luego de lavarse el rostro, alzaba nuevamente su cabeza con algunos mechones de cabello de su flequillo destilando agua, y sus ojos cerrados, mostrando su lindo perfil, había sido perfecto, no se percató de la cámara. A ella no le gustaba que le tomaran fotos… por eso era la única que tenía. Quién diría, que se convertiría en su único recuerdo.

El día pasado, luego de discusiones múltiples con la gerente de ventas de nombre Kaede, acordaron… No, ella exigió que ambos jóvenes trabajaran tiempo indefinido en la empresa para reparar el daño, sin mencionar el hecho de que cuando las mujeres hubieron llegado, misteriosamente la perla hubiese desaparecido, le costó a InuYasha casi una úlcera, realmente no tenía paciencia para esas cosas.

- Ya, ya… está bien… -aceptó el joven, mirando ahora a Kaede, fastidiado- ¿Y se puede saber qué demonios es lo que me ves? –inquirió sin ninguna clase de modales.

- Me pareces… familiar… -murmuró ella, como si estuviera hablando para su mente y no para él.- ¿Cómo te llamas, muchacho?

- … InuYasha –contestó a regañadientes, luego de un sutil codazo por parte de Kagome, que ya veía venir su 'respuesta'.

A partir de allí, la expresión de la mujer le demostró que le había reconocido, explicándole que era la hermana mayor de Kikyô. Fue como una respuesta del destino, ante su constante divagar acerca de ella desde que volvió a abrir los ojos.

Sin embargo, era algo que no esperaba oír.

- Mi hermana Kikyô… ella… está muerta, InuYasha –pronunció con cierta lentitud.

- ¿Por qué no podemos llevarnos bien? –preguntó por segunda vez Kagome, sólo que en esta ocasión en voz alta. La muchacha llevaba unos fajos de papeles recién impresos, destinados a la oficina de Kaede, sin embargo se había detenido cerca de los estantes con archiveros que InuYasha revisaba.

Él ni siquiera se tomó la molestia de responder.

- Después de todo, vamos a tener que trabajar juntos… -al ver la mirada enfadada que él le dirigió, se limitó a suspirar resignada, para agregar finalmente:- … y te guste o no… –volteó su rostro hacia él- … yo no soy Kikyô –murmuró, sus pasos perdiéndose en los pasillos de la empresa.

Los dorados ojos de InuYasha miraron de reojo la puerta, ahora cerrada, por donde había salido recientemente la joven mujer. Lanzó un bufido y siguió con su labor.

Noche de luna llena, perfecto escenario de una típica película de terror. Cielo levemente estrellado, y una atmósfera oscura y tétrica. Kagome se había retrasado considerablemente, ya desde hace rato que debía haberse marchado, su turno nocturno en la empresa no empezaba hasta dentro de unos días, pero no pudo evitar quedarse conversando con Kaede por unas cuentas horas. Se sentía responsable de lo ocurrido con la perla, y llegó a descubrir que la mujer ya mayor no era una mala persona, en lo absoluto. Le recordaba incluso a su propio abuelo.

Cerró la puerta de la entrada principal, su otra mano cogiendo su mochila amarilla. Solía hacer deporte antes de pasar a trabajar, ahora que tenía que hacerlo. Ya eran dos días desde que iba a la oficina, y su mochila parecía ser mágica para guardar su equipo y además las cosas necesarias para su labor en la empresa. El eco de sus propias pisadas era lo único que parecía hacer ruido en la silenciosa calle. Quizá, demasiado silenciosa.

- ¡Que me dejes en paz! –escuchó un grito que reconoció como el de su no muy colaborador compañero de trabajo. Con sigilo, fue acercándose a donde supuso se originaba el ruido.

- Tú tienes algo que me pertenece… ¿por qué no me lo quieres dar? –una femenina voz era claramente irónica, como si estuviera haciendo mofa de él.

- No tengo tu estúpido fragmento, ahora lárgate y déjame seguir mi camino –espetó con molestia InuYasha, y cuando intentó hacer a la mujer a un lado, ésta le tomó la mano de una forma muy poco sutil, y, silbando en una clase de señal, apareció un hombre de tamaño colosal, seguido de una bandada de cuervos negros, quienes aletearon como alabando el primer golpe, que azotó al joven de cabello negro contra la pared del callejón.

La mujer se dedicaba tranquilamente a mirar el espectáculo, sacando un cuchillo de entre sus ropas y lamiendo el filo en medio de una sonrisa sádica; algo que iba muy bien con ella. Toda vestida de negro, botas largas y negras, que delineaban sus piernas antes de llegar a su minifalda de cuero, cinturón con puntas y una prenda superior con un escote muy pronunciado. Jugó un poco con su corto cabello de negra coloración, sus ojos cafés rojizo brillando con maldad, pasando el filo de la daga entre sus dedos y asegurándose de que InuYasha la viera, entre los golpes y ataques de los que era víctima, sin poder defenderse debido a la supremacía de fuerza y masa corporal.

- ¿Estás seguro de lo que dices? –preguntó, sonriendo perversamente la mujer- Como que mi nombre es Yura Sakasagami, tu sentencia será la muerte… –pronunció, como si le causara diversión aquello- Es una lástima, tratándose de un chico tan guapo… -murmuró con sorna.

InuYasha cayó al suelo por fin, luego de haber sido golpeado sin piedad en el estómago. Miró a la mujer con rencor. Su boca sangraba de un lado, al igual que su frente, el vital líquido dificultándole la visión al querer caer en sus ojos. El agresor de InuYasha sólo sonrió con maldad, le causaba verdadera gracia que el joven intentara golpearlo sin resultados. De un último puñetazo lo mandó de bruces al suelo, manchando éste con sangre.

- ¡Déjalo en paz! –la voz de Kagome fue como un destello, antes de que se le viera intentando derribar a Yura. Lamentablemente, no llegó siquiera a tocarla, puesto que el hombre que antes golpeara a InuYasha, con asombrosa rapidez la sujetó de los brazos, inmovilizándola.- ¡Suéltame! –intentó pegarle un codazo pero no sirvió de nada, no logró quitárselo de encima.

- Oh, pero qué tenemos aquí… -sonrió Yura, volteando a ver al sangrante y agotado InuYasha, que yacía sentado en el suelo, exhausto y herido- Tu chica ha venido a salvarte… lástima que no lo ha logrado –carcajeó, sarcástica.- Aunque ahora, podrá presenciar el verdadero infierno… -tomó un mechón del largo cabello negro del muchacho- … de labios de su propio novio –se relamió la boca, antes de reír maquiavélicamente.

"¡Qué…?" Kagome estaba inmóvil, sus brazos doblados tras su espalda, siendo sujetados sin mayor esfuerzo por el agresor de InuYasha. Estaba conmocionada todavía como para moverse, en el momento en que quiso ayudar al joven de larga cabellera no se había detenido a pensar… simplemente no pudo aguantar ver cómo abusaban de él de esa manera. "¿Qué es lo que pretende esa mujer?" Se preguntó asustada, sus labios emitiendo un grito ahogado y sus ojos abriéndose de sorpresa al ver cómo Yura tomaba el rostro de InuYasha entre sus manos y comenzaba a besarlo.

El joven no pudo sino quedar pasmado, al parecer su cabeza trabajaba más lento por los golpes recibidos. Una vez reaccionó, de forma brusca empujó a la mujer, la que no retrocedió demasiado, aún con una sonrisa arrogante en su rostro.

- Entrégame el fragmento –ordenó Yura, divertida por la molestia que él reflejaba en su rostro. Pero fue cuando éste aprestaba un puño para golpearla, que se adelantó bloqueando el golpe, y añadiendo:- Tsk, tsk… pero qué chico más maleducado. ¿Que nunca te enseñaron cómo tratar a las mujeres? –murmuró con sorna- Además… vuelve a hacer un movimiento como ése, y despídete de tu novia –señaló con su dedo pulgar tras ella, al sujeto que ahora tenía un brazo sobre el cuello de Kagome, perfectamente pudiendo partírselo.

- Maldición… -masculló él por lo bajo, rebuscando entre sus bolsillos, al tiempo que Yura volvía a acercársele, pronunciando un perfectamente audible y altanero 'Quiero divertirme un rato contigo', soltando unas risas al hacerlo. Amenazaba con enterrarle una daga si se movía.

Fue el instante en el cual se oyó el ruido característico de un cuerpo caer al suelo, en medio de sonidos que parecían ser lamentos, lo que distrajo a Yura e impidió un nuevo contacto con el rostro del muchacho, al hacerla voltear.

Mejor no lo hubiera hecho.

El golpazo que recibió de la enorme mochila amarilla de Kagome tuvo la suficiente fuerza para mandarla de bruces al suelo, golpeando su cabeza contra éste. Kagome rogaba porque quedara inconsciente, pero la mujer seguía moviéndose en el suelo. Asustada dio algunos pasos para acercarse a InuYasha, que aún miraba todo demasiado sorprendido como para hablarle. Finalmente, Yura quedó inconsciente.

- … ¿Te encuentras bien? –preguntó Kagome, preocupada, recordándole a él las mismas palabras que hubo pronunciado aquella noche en el hospital. La muchacha se arrodilló a su lado, y él sólo asintió a forma de respuesta.

- ¿Cómo…? –él aún no se explicaba cómo se las había arreglado la chica para tumbar al suelo aquel enorme monigote. Aunque le bastó enfocar su visión en él. El hombre que antes lo golpeó tan duramente yacía en el suelo, con ambas manos sujetándose la entrepierna, y por la nariz brotando algo de sangre.

- Digamos que llevar tacones me favoreció –sonrió, ya más calmada- Y mi mochila pesa unos cuantos kilos… -explicó como si se tratara de algo común, mientras que él ya se imaginaba cómo habría de doler la maniobra que ella hubo efectuado; una patada… que consumó aprovechando la posición del hombre tras ella, flectando una rodilla hacia atrás y dando justo en… donde era necesario. Y con esos tacones.

InuYasha ya había cogido su chaqueta, a unos metros de él, cargándola a su hombro con un brazo, haciendo de cuenta que no tenía ninguna clase de herida. La joven utilizó su teléfono celular para avisar a la policía.

- Vámonos, Kagome. –ante la expresión algo sorprendida de ella, preguntó:- ¿Qué sucede? –volteó a verla.

- Es la primera vez… que me llamas por mi nombre –murmuró a modo de respuesta, volviendo su sonrisa característica a sus labios.

- ¿Y eso qué? –dijo restándole importancia.

- ¿Será que empiezas a considerarme tu amiga? –inquirió sonriente. Su sonrisa pareció acentuarse al oír una respuesta que ya sabía que vendría, su ya típico "Feh".

- No digas sandeces¿Cómo crees que yo voy a…? –se vio interrumpido por la muchacha, quien le dio una palmada amistosa en el hombro, diciéndole que a final de cuentas ella había salvado la situación. El rostro de él se contorsionó de dolor, ya que el sector que ella había tocado era uno de los que más le habían golpeado. Por poco y se cae al suelo.

- ¡Por qué no reconoces que te duele? –le reprochó Kagome, tomándolo del brazo para que no perdiera el equilibrio.

- … -El joven sólo pudo mascullar un 'cállate' entre dientes, la verdad era un golpe tremendo para su orgullo el que una chica le hubiese salvado.

Pronto las sirenas características se dejaron oír en el lugar, fastidiando a InuYasha, que se quería marchar antes de que la policía llegara, nunca le había agradado –lo más probable porque de niño era ladrón- y no tenía tiempo para esas tonterías. Como fuera, ya estaban ahí, y no había escapatoria.

Era una mañana preciosa, con el cielo de un tono celeste tan limpio que llegaba a sorprender que Tokio fuera una metrópoli tan activa. Sólo unas cuantas nubes poblaban esa gran inmensidad, y para coronar ese día de cosas que parecían inverosímiles, Kagome iba con tiempo de sobra hacia la oficina. Caminaba con calma, ya que iba perdida en sus pensamientos. Su traje era formal, una blusa, chaqueta y una falda ligeramente ajustada hasta un poco más arriba de la rodilla, habían dicho que aquel día habría una reunión, y si bien su pequeño desempeño en la empresa no era demasiado relevante, quería lucir lo mejor posible, y le había pedido prestado el traje a su madre.

Pero no era ése el tema de sus pensamientos. Éste, más bien, era… un muchacho de largos cabellos negros, y mirada dorada desafiante. Se había prácticamente desaparecido poco tiempo después de que la policía se llevara a Yura Sakasagami y a ese otro sujeto. De un bolsillo secreto –de aquellos internos- de su chaqueta, sacó una pequeña bolsita de terciopelo, y se quedó mirándola.

Ahí estaba el fragmento de Shikon.

Intuyendo cómo era aquél muchacho, no dejaba de preguntarse por qué no la delató cuando pudo y se evitó problemas. Pudo haber dicho que quien portaba el fragmento era ella y no él, y así podría haber salido ileso. ¿No decía detestarla? Volvió a guardar el pequeño tesoro en su escondite. ¿Por qué lo hizo…¿Por protegerla? Ahora le parecía una persona aún más compleja, aparentaba una cosa y actuaba bajo ciertas circunstancias, de forma distinta. Sonrió. Sería interesante llegar a conocerlo.

Prefirió tomar las escaleras para llegar al segundo piso, su lugar de trabajo. Pasó antes por el baño, donde había un pequeño botiquín, el cual cogió en sus manos, para luego dirigirse a su oficina. Bueno, la compartía con InuYasha.

Ya no le sorprendió verlo ahí antes que ella, considerando incluso el hecho que ella hubiese llegado con antelación, él siempre llegaba temprano. Tal como se lo esperaba, no se había tomado la molestia ni de limpiarse el rostro manchado de sangre seca, ni de hacerse una curación decente e higiénica para sus heridas. "Hombres" Suspiró con resignación.

- Hey, InuYasha… -como no le prestó atención, subió el tono de voz- ¡Hey! Baja de ahí, necesito curarte esas heridas –pronunció en el mismo tono, hablándole al chico que estaba sobre una escalera, bajando unos libros que estaban en la parte alta de una estantería.

- No lo necesito –le cortó, cogiendo un libro sin preocuparse siquiera en mirarla.

- Pero si ayer tenías unas heridas horribles… -dijo con preocupación, él sólo lanzó un 'Feh'- Baja –ordenó ella, todavía en un tono amable.

- No –negó, arrogante. Pero pronto intentó sujetarse bien de la escalera, ya que ella la estaba sacudiendo. Suerte que no estaba muy alto, porque no alcanzó a afirmarse bien y cayó justo arriba de un sofá para dos personas que estaba abajo- ¡Pero qué demonios te cre…? –su rostro enrojeció notablemente cuando vio a la muchacha subirse sobre él. Cada vez entendía menos.

- A ver si así te quedas quieto –murmuró con cierta seriedad, pero pese a la vergüenza, él no le estaba haciendo las cosas fáciles, cuando ya por fin logró desabrochar dos botones de su camisa, él le tomó las muñecas para detenerla. Kagome arrugó el ceño, molesta de la terquedad de InuYasha. ¿Qué le costaba quedarse quieto? Nada. Pero claro, tenía que dar problemas.

- Buenos días muchachos, sólo quería avisarles que… -Kaede aún tenía el pomo de la puerta (ahora abierta) en la mano, mirando atónita y aún sin cerrar la boca la escena frente a sus ojos. Nadie se movió. Carraspeó con incomodidad, haciéndoles ver a los petrificados jóvenes que sus posiciones no eran las más adecuadas. InuYasha se levantó bruscamente, tirando a Kagome en el proceso, la que sólo murmuró insultos por lo bajo y miró completamente nerviosa a su jefa delante suyo.

- N-No es lo que piensa… -se disculpó Kagome, con las mejillas rojas de la vergüenza. Rogaba al cielo porque le creyera, ahora que comenzaba a llevarse bien con su jefa no quería que la tomara por algo que no era, un malentendido…

Continuará…

Verán, esto lo tenía escrito hace mucho, pero no me convencía del todo publicarlo así nada más. Los reviews no los puedo contestar por razones relacionadas con las simpáticas reglas que a este sitio se le ocurre imponer.

Había pensado en hacer una página web pequeña para poner las respuestas a los reviews, pero no sé si realmente una cantidad considerable de gente –por no decir nadie- las considere tan importantes como para darse el tiempo de ir a checar a una página externa a ésta. Denme sus opiniones por favor.

Siento que actualmente he perdido mi vena escritora. Esto lo tenía de más tiempo… ¡Pero igual! Lo que pude haber mejorado siento haberlo perdido… ¡Me siento muy mal por ello!

Ojalá les haya gustado, y puedan decirme qué tal n.n

¡Muchísimas gracias a todos los que dejan review!

Realmente sirven para subirle el ánimo a una enferma x.x como yo..

Chiisana Minako.-