El tintineo de las tazas resonó en la claridad matinal. Hinata dejó escapar un resuello al ver el té derramado expandiéndose lentamente sobre el tatami.

-Perdóname-dijo, buscando con la mirada algo con que secarlo-No sé qué me pasa hoy. Esta mañana estaba dándole de comer a Ryu y he roto dos platos.

Sakura agitó la mano, sonriendo.

-No te preocupes. En esta casa todo es centenario, pero esa taza no. Me la regaló mi madre cuando me casé- sonrió Sakura, inclinándose trabajosamente hacia delante con un trapo.

-No hagas esfuerzos- la reprendió Hinata dulcemente, deteniéndola- En tu estado casi ni deberías moverte. Vamos, dámelo- le quitó el trapo y limpió el charco.

-Oh por Dios, ya pareces tu primo-bufó Sakura, poniendo los ojos en blanco- No me deja hacer nada. A veces creo que piensa que estoy enferma en vez de embarazada. Para que lo sepáis, puedo moverme, aunque no lo parezca- añadió, acariciando su vientre hinchado, oculto bajo el kimono blanco.

Hinata rió al imaginar a su primo ejerciendo de marido abnegado y sobreprotector.

-Cuando me quedé embarazada de Ryu, Naruto se pasaba horas mirándome fijamente, como si estuviera esperando que el niño naciera en cualquier momento-dijo- Me seguía a todas partes, y me ponía tan nerviosa que al final tuve que asegurarle que hasta que pasaran por lo menos siete meses, no iba a perderse nada.

-Con lo nervioso que es, lo que me extraña es que no te apretara la barriga para que saliera antes- Sakura se echó a reír e imitó la voz de Naruto- "Quiero verlo, quiero verlo"

Hinata sacudió la cabeza, riéndose. El nacimiento de su hijo había sido uno de los momentos más felices de su vida.

-Se echó a llorar- sonrió. Los ojos le brillaban al hablar de Naruto con el mismo candor que cuando tenía doce años y apenas osaba despegar los labios- Se echó a llorar cuando vio a Ryu. Le temblaban los brazos. Tuvieron que quitarle al niño por miedo a que se le cayera. Fue muy emocionante. Yo creo que ningún padre ve al recién nacido como su hijo hasta que lo coge en brazos. Hasta ese momento, el niño para ellos es para ellos un ser extraño, ajeno, que sólo conoces tú y que debes presentarles. Sólo cuando lo cogen en brazos comprenden que ésa es su carne y su sangre, y que bajo esos párpados cerrados están sus ojos. Y entonces es cuando se reconocen como padres.

Sakura sonrió y meneó la cabeza.

-La verdad, no me imagino a Neji llorando.

Hinata se tapó la boca con la mano, sin poder contener la risa ante la idea de su severo primo llorando de emoción.

-Bueno, yo tampoco. Cada uno tiene sus propias maneras de expresarse.

-Que en el caso de Neji a veces son desesperadamente mínimas- Sakura frunció el ceño, disgustada- Lleva dos meses fuera de casa en una misión y cuando me escribe, parece que se dirija a su capitán de escuadrón. Mira- metió la mano en el bolsillo de la manga del kimono y extrajo una cuartilla cuidadosamente doblada, manchada con la impecable caligrafía de su esposo. La abrió y se la tendió a su amiga- Esta me llegó hace dos semanas.

Hinata tomó la carta. Sólo contenía cinco líneas.

-"He recibido tu carta y como siempre, mis compañeros se han reído de tu manía de echar en el sobre pétalos de cerezo. Espero que escribirme sea lo único que hagas. Si cuando vuelva Shikaro me dice que te has fatigado haciendo algo que no deberías, me enfadaré. Ya no me duele la rodilla Volveré pronto. Neji"- Hinata levantó la vista y sonrió- Vaya, lo de la rodilla es especialmente romántico.

-Y es su carta más extensa- apuntó Sakura, arqueando una ceja con ironía. Dejó escapar un hondo suspiro y añadió- A veces me gustaría que fuera más cálido por carta, como cuando estamos solos. Él es tan diferente cuando está conmigo…

Hinata sonrió con dulzura y le estrechó la mano suavemente.

-Le echas mucho de menos¿verdad?

Sakura asintió con la cabeza.

-Me cuesta dormir cuando él no está. Por las noches, haga calor o haga frío, me abraza por detrás, cubriéndome entera, y siento su respiración contra mi espalda, sus rodillas plegadas encajando con las mías. Es como si yo fuera un dibujo a medio hacer y él me completara, me cerrara.-bajó la vista. Sus dedos se aferraban al dobladillo del kimono.-Cuando él no está, siento frío, aunque sea primavera. Siento que la cama es demasiado grande, que la habitación no tiene límites. Suelo empujar el futón hasta una esquina y duermo con la espalda pegada a la pared, intentando imaginar que ha vuelto. Todo cuanto hago me parece provisional cuando él no está.

Hinata asintió. Aquella era la parte amarga de la gloria de un ninja; las interminables horas de soledad a la espera de una carta, de una señal, de volver a sentir la calidez piel contra piel. Aquel trago sólo lo conocían ellas, ninjas esposas de ninjas.

-Lo peor de todo-siguió Sakura, mirándola con tristeza- Es que no hay nada que pueda hacer para apartar de mi mente su ausencia. En mi estado, no puedo salir a dar un paseo largo porque me canso. No puedo leer, porque me da sueño. No puedo ocuparme del jardín, porque me da el sol. Y no sé coser- concluyó, como colofón de sus desgracias- Todo cuanto puedo hacer es esperar…y esperar -sus ojos volvieron a la carta y musitó-Y esa espera se vuelve infinitamente más larga cuando no recibo noticias suyas. Ésta es de hace dos semanas. Debería haberme escrito ya- se le llenaron los ojos de lágrimas.

-Oh, Sakura- Hinata se inclinó hacia ella y la abrazó, meciéndola ligeramente- No llores. Ya conoces cómo funciona lo del correo. Es posible que no haya echado la carta para no delatar su posición. Seguro que te la hará llegar cuando pueda.

-No puedo más- lloró Sakura, aferrándose a la ropa de Hinata- Me siento muy sola. No hay nada que pueda mitigar su ausencia. Cada minuto es una herida abierta, y siento que me extingo lentamente, que desaparezco.-inspiró trabajosamente- Le echo tanto de menos.

-Lo sé- susurró Hinata contra la cabellera de madreperla de Sakura- Pero debes ser fuerte, por ti y por…- se interrumpió al ver a Shikaro entrar en la habitación.

El viejo criado se detuvo en el dintel al contemplar la lacrimógena escena, y carraspeó, sin decidirse a avanzar o retroceder. Optó por lo primero.

-Lamento interrumpir, Hinata-sama- murmuró- Pero ha llegado una carta…

Al oír la palabra "carta", los ojos de Sakura se abrieron de par en par y saltó con pasmosa agilidad de los brazos de Hinata para abalanzarse sobre el anciano.

-Una carta- repitió, sintiendo que el corazón le brincaba en el pecho.

-Acaba de llegar- dijo Shikaro, aún asustado por la ardiente reacción de su señora. Llevaba dos años conviviendo con ella y aún no se había acostumbrado a su efusividad.

Sakura asintió y le despidió con un gesto de cabeza. Con las manos trémulas, abrió la carta y sus ojos hambrientos recorrieron las líneas con avidez. Una vez la hubo leído, sus hombros se relajaron visiblemente. Se volvió hacia Hinata con una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja.

-Es de Neji- gorjeó.

-¿Qué te dice?-preguntó Hinata, aliviada.

-Que vuelve el viernes- respondió Sakura, acariciando la carta.

-¿Y qué más?

-Nada, sólo dice eso: que vuelve el viernes- repitió, enseñándole aquella única línea en el papel.

Hinata se echó a reír al ver la radiante expresión de Sakura.

-¿Lo ves? Te dije que la recibirías tarde o temprano- se levantó, sacudiéndose el kimono, y dijo-¿Qué te parece si vamos a visitar a Ino? Shikamaru también está ausente y debe estar aburrida en casa con el niño.

Sakura sonrió.

-Claro. Además, ahora no hace tanto calor, y le debo una visita. Lee, ella y tú sois los únicos que venís a verme.

Hinata arqueó las cejas.

-¿Lee viene a verte?

Sakura asintió, satisfecha.

-Cada mañana, cuando sale de la Academia-informó.

-¿Y… qué opina Neji al respecto?

-Oh, le parece bien. Lo que no le gusta es que me bese al despedirse. Dice que eso alimenta sus expectativas.

Hinata se echó a reír.

-¿Qué expectativas? Estás felizmente casada y embarazada de ocho meses y medio. No creo que estés planeando fugarte en secreto con Lee.

-Eso le digo yo-asintió Sakura-Pero lo cierto es que para esos temas, Neji es bastante posesivo, incluso tratándose de su compañero de equipo.

-Bueno, Lee siempre ha estado enamorado de ti- apuntó Hinata, recordando aquel Matsuri en que Lee hincó la rodilla en el suelo y se declaró a Sakura por sexta vez, para ser rechazado automáticamente.-Quizá persiste en él algo de eso. Además, es de los pocos solteros que quedan de nuestra quinta.

-Kakashi decía que Lee sólo podría casarse con Gai- bromeó Sakura.

-No va muy errado- convino Hinata con una risita.

La campanita de la puerta se meció, tintineando, cuando cerraron la puerta tras ellas.

El viernes llegó como todos los viernes: después del jueves. Pero para Sakura, fue como si la espera se hubiera prolongado setecientos años. La víspera apenas durmió, dando vueltas ansiosamente en la cama hasta que el primer rayo de sol la encontró despierta y eufórica. Saltó de la cama y se dirigió rápidamente a bañarse con la misma energía que si hubiera dormido largo y tendido. Ni siquiera esperó a que Shikaro se levantase para atenderla. Neji era todo cuanto ocupaba su pensamiento, y el corazón le latía regocijado al contar las horas que faltaban para verle de nuevo.

Llega hoy. Llega hoy, se repetía, como si no pudiera creérselo. Su estómago era un furioso hervidero de mariposas. No había conseguido desayunar, pese a que Shikaro la había instado a hacerlo.

Cuando tuvo seco el pelo, se dirigió nerviosamente al amario y comenzó a revolverlo buscando algo que ponerse. Algo que le gustara a Neji, y que le sentara bien a su vientre.

Hasta el cuarto mes de embarazo había podido vestir de jounin, pero luego se había visto obligada a recurrir a los kimonos, que eran mucho más holgados y más frescos.

Éste, dijo, eligiendo uno de algodón en un pálido tono rosado. Se lo puso con cuidado de no apretar demasiado el vientre, que se henchía redondo y compacto bajo sus senos. A veces se miraba en el espejo y se deprimía al verse tan oronda. Tsunade le había dicho que era normal, como también lo era que su ánimo fluctuara y se sintiera irritable y sensible a menudo. También era normal que el pecho le hubiera aumentado varias tallas. Pero esto no le parecía mal. Y a Neji tampoco. La manera en que la miraba y murmuraba que el embarazo le sentaba bien no dejaba lugar a dudas.

Se pasó el obi de color amarillo por debajo del pecho y se lo ató por delante, dejando que la lazada cayera sobre el vientre.

Frunció el ceño y sacudió la cabeza.

Oh no. Parezco un huevo de Pascua.

Se quitó el obi y volvió a anudárselo, esta vez por detrás y suspiró con resignación al ver aquel nudo desangelado Seguía sin tener ninguna gracia para los lazos. Normalmente, era Neji quien se los hacía, rememorando así el ritual que les uniera por primera vez cuatro años atrás, en la fiesta de cumpleaños de Hinata. Y Sakura debía admitir que si bien aquel primer lazo había sido espantoso, Neji había mejorado notablemente, hasta el punto de que los hacía mejor que cualquier intento suyo. Seguía gustándole sentir cómo deslizaba sus fuertes manos por su cintura, fijando suavemente la tela, y cómo al tirar de ella, su cuerpo se inclinaba contra el de él, como la vela de un barco se frunce contra el mástil al ser arriada.

En público, Neji mantenía siempre una perfecta compostura, dirigiéndose a todos con cortesía pero sin grandes efusiones. Ni siquiera con ella variaba. En público, era el patriarca de la casa Hyuuga y ella era su mujer y madre del heredero, y ambos se comportaban como tales, observando el protocolo propio de una familia de su posición. Sin embargo nada más traspasar aquel fresco umbral de madera que unía el mundo exterior con la intimidad del mundo familiar, Hyuuga-sama desaparecía y en su lugar sólo quedaba Neji, su Neji.

Cuando llegaba a casa después de una misión, Neji siempre se dirigía directamente al baño, a quitarse el sudor y el polvo de la jornada. Llenaba la gran sauna de madera con agua caliente y se sumergía hasta medio pecho, extendiendo los brazos en los bordes y echando la cabeza hacia atrás. Entonces ella llegaba con las esponjas y los aceites y él comenzaba a explicarle la misión: qué había ocurrido, quién había sido herido, lo mal que cocinaba Shikamaru. Ella le escuchaba y se reía mientras le frotaba la espalda en círculos, bruñendo su hermosa piel como si fuera a sacarle brillo. En la claridad del agua, el tatuaje de su espalda parecía cobrar vida, como si aquellas carpas relucientes pudieran escapar de su piel en cualquier momento y comenzar a nadar en círculos.

Cuando él acababa, ella comenzaba a relatarle la misión que hubiera tenido mientras él había estado fuera, pero casi nunca lograba acabar su narración. El brazo de él emergía repentinamente del agua y la rodeaba por el talle, precipitándola dentro de la bañera con gran estrépito sin importarle que ella estuviera vestida. Ya era casi una tradición.

Sakura se estremeció.

No podía vivir sin él. No era sumisión, ni siquiera era ya fascinación. Era simple y llana necesidad. Como se necesita beber y respirar, ella necesitaba a Neji. Necesitaba sus besos, sus brazos oprimiéndola como si fuera a romperla; sus ojos en la oscuridad, cuando la acariciaba, su pelo oscuro derramado sobre la almohada, como un tesoro que la noche se hubiera olvidado. Él lo era todo.

Y volvía hoy.

Para mantener su mente ocupada hasta el crepúsculo, que era la hora habitual de llegada de las misiones, se dedicó a recoger la casa, desoyendo las protestas y consejos de Shikaro, y sólo a las cuatro consiguió tranquilizarse lo suficiente para comer algo del arroz y pescado que le habían preparado. Conforme los minutos pasaban, el nudo en su estómago se estrechaba, estremeciéndola de nerviosismo.

Finalmente, el reloj dio las siete.

-Shikaro, Neji vuelve hoy- le dijo nerviosamente al criado, mientras se atusaba el pelo frente al espejo antes de salir.

-No lo había notado- repuso éste, lacónico.

Sakura le miró arqueando una ceja.

-A que viene ese tono?-preguntó distraídamente- Creí que te gustaría saber que vuelve hoy.

-Si el señor volviera todas las veces que me lo habéis repetido, gastaría la puerta- replicó Shikaro, pero su viejo rostro insinuó una sonrisa.

-Ojalá no tuviera que irse nunca. Así no tendría nada que repetirte-deseó Sakura, alisándose la ropa con leves palmaditas.

-Qué vacía sería mi existencia entonces –terció él. Se adelantó y le abrió la puerta- No no se apresure usted. Ya sabe que su esposo llega hoy- añadió, socarrón.

Sakura le lanzó una mirada cargada de suspicacia pero sonrió, meneando la cabeza, y no dijo nada. Había cosas que nunca cambiaban. Podía estar casada con el patriarca, pero a ojos de Shikaro, seguía siendo la insolente joven que un día exigió ver a Hinata sin cita previa. Y ya no necesitaría pedirla nunca más, de hecho.

Las calles estaban tranquilas. Sólo algunas familias disfrutando de un paseo se cruzaron en su camino. La saludaron respetuosamente, inclinando sus cabezas, y Sakura les correspondió haciendo otro tanto, a pesar de que no recordaba sus nombres. Desde que se casó con Neji, su status en la villa había cambiado, para bien o para mal, y aunque llevaban casi dos años de matrimonio, le seguía resultando extraña la reverencia con la que la gente se dirigía a ella sólo por ser su esposa.

"Es normal" solía decirle él cuando la gente inclinaba su cabeza a su paso por la calle. "ahora no tienes diecisiete años, ni te has casado con Naruto. Yo soy el líder de mi clan, y tú eres mi mujer. Para esta villa eres alguien importante y así debes sentirte"

A medida que se acercaba a la entrada de la villa, aumentaba su nerviosismo y también el número de personas allí congregadas. Varias mujeres, algunas encintas como ella, otras con los niños en brazos. Familias enteras esperando la vuelta del padre. El sol agonizaba ya entre los árboles, devorado por su fresca penumbra. En una hora, sería de noche. Algunos niños estaban sentados en el bordillo de la acera, jugando distraídamente mientras aguardaban el retorno de la misión. La mayoría de las madres se conocían y se pusieron a hablar entre ellas. Sakura no tenía demasiado trato con el resto de la villa, y su posición seguramente les imponía demasiado respeto como para acercarse a darle conversación. Así, con el labio inferior nerviosamente mordido y una mano tensa sobre el vientre abultado, Sakura permanecía allí, inmóvil con la mirada clavada en el bosque, esperando verles aparecer en cualquier momento.

¿Cúantas veces le había despedido allí mismo jurándose que era la última vez que le dejaba marchar¿Cúantas veces había tenido la súplica en la punta de la lengua, el estómago anudado por la angustia?.

La sombra alcanzó sus pies y oscureció parcialmente el cielo. Una brisa fresca se levantó, haciendo susurrar los árboles impasibles. Sakura los miraba como si pudiera ver a través de ellos. Aunque sabía por experiencia que aquello que esperas siempre aparecerá en el segundo en que apartas la mirada, temía que dejar de mirar fuera un mal presagio. Por algún motivo, todas las supersticiones, por estúpidas que fueran, le imponían especial respeto en aquellos momentos.

-Ya vienen! -gritó uno de los niños, haciendo aspavientos desde su improvisado puesto de vigía en la torre.

Automáticamente, el semblante de todos los que estaban allí se iluminó. Las mujeres llamaron a los niños nerviosamente y se atusaron el pelo. Los dedos de Sakura apretaron la tela del kimono fuertemente.

En sus sienes, el corazón marcaba los segundos.

Los árboles que marcaban el final del bosque se estremecieron y entre ellos emergió una silueta que caminaba lentamente, fatigada. Sakura se sintió desfallecer. Por la altura era imposible que fuera Neji. Detrás de ella, una mujer dejó escapar un grito de alegría y corrió hacia el exhausto ninja.

Sakura cerró los ojos con fuerza. ¿Por qué de repente le parecía que el aire olía a tragedia?

Vuelve, repetía obsesivamente para sus adentros.

A su alrededor, las familias se reunían con los recién llegados. Sakura no osaba abrir los ojos, incapaz de afrontar la desgracia. No podía estar muerto. Era imposible. No podía derrumbarse todo su mundo sin haber tenido antes un mal presagio. No se había preparado para morir en aquel instante; su ánimo aún no estaba de luto. Pero olía a muerte.

Sakura abrió los ojos, extraordinariamente secos y drenados de toda emoción, y los clavó en la línea cerrada de árboles. A sus espaldas se perdía el eco de las risas y los gorjeos de las familias reunidas, que se marchaban a sus casas. ¿Por qué nadie se le había acercado¿Les habría resultado demasiado penoso decirle a una mujer embarazada que el bosque no le devolvería a su hombre?. No había querido ver sus miradas de conmiseración. Sakura se cubrió la boca con la mano, ahogando un sollozo de desesperación.

No había error posible. Un capitán jamás se separaba de su escuadrón, y entraba siempre el primero.

Se quedó inmóvil, contemplando el cielo oscuro, intentando encontrarse. El corazón le latía ahora muy despacio, muy pesadamente. Tuvo la certeza de que se extinguiría en poco tiempo.

¿Era así?

¿Era así como uno moría?

En su interior, el niño se movió suavemente. Sakura se miró el vientre como si no fuera suyo; como si fuera parte de otra persona, parte de alguien vivo. Ella ya se sentía cadáver. Comenzó a caminar lentamente, automáticamente, hacia la casa. Tenía los ojos muy abiertos, pero no veía nada. En su cabeza, se repetía obsesivamente la misma perorata.

Está muerto.

No volverá.

Muerto.

Se llevó una mano al corazón y su rostro se contrajo con un gemido.

Oh, Neji…

Empezó a llorar silenciosamente, de perplejidad, de dolor, de rabia, porque sentía que debería haberse preparado para el golpe, y sin embargo, lo había encajado con la inocencia de un parroquiano convencido de la providencia divina. Ahora, con los ojos hinchados y los labios susurrando su nombre sin cesar, caminaba lentamente hacia una casa cuyas luces adivinaba ya, esperando al menos tener la fortaleza de mantenerse en pie cuando franqueara el umbral.

Las lágrimas, que brotaban sin cesar, habían empapado ya el cuello del kimono. No podía dejar de pensar en el momento en que le despidió antes de marcharse para no volver. ¿Por qué no le besó más¿Por qué no le miró más? Así la pérdida no le hubiera parecido tan injusta, tan repentina.

Se detuvo frente a la puerta de la casa y apoyó la frente temblorosa contra el muro.

Sólo dos pasos más, se dijo.

Le daba vergüenza morir de pena allí mismo. Quería que sucediera en su cuarto, donde él la había amado tantas veces. No podía ser en otra parte.

Pero no podía moverse. Todo su cuerpo temblaba, se convulsionaba por el llanto. ¡Si al menos hubiera ruido, gente en las calles! Pero la casa Hyuuga estaba lejos del bullicio, y ahora estaba lejos de la vida. Sakura nunca había sentido tan intensamente el silencio, la oscuridad, como en aquel momento en que la estrella de su vida se había apagado por completo.

Dos pasos más, volvió a decirle aquella voz dulce de su interior.

De repente, pensó en la vida que llevaba dentro y no pudo evitar chillar de dolor. ¿Por qué había tenido que quedarse embarazada¿Cómo iba a morir, ahora que llevaba lo único que le quedaba de él en sus entrañas?

Con la mano contra la boca, lloró arrepintiéndose de haber deseado morir. Era todo cuanto le quedaba: su hijo, aún por nacer. ¿Qué habría dicho Neji¿Qué habría pensado si supiera que quería quitarse la vida porque sin él ya nada merecía la pena?

Dio un paso vacilante hacia la puerta y la abrió. Sólo seis metros la separaban del pórtico de entrada, pero nunca habían estado más lejanos.

Sigue caminando, se obligó, sin preocuparse de la profunda oscuridad. Conocía los pasos. Los había contado.

Tres…

Cuatro…

Cinco…

De repente, sus pies tropezaron con algo blando y salió despedida para caer de bruces al suelo con un alarido.¿Qué era aquello? Con el corazón disparado, retrocedió torpemente por el suelo, asustada.

Se oyó un quejido, tan perceptible como la fractura de una ramita.

-Sak..ura…

Sakura se quedó paralizada. La sangre le abandonó el rostro, y sintió que las sienes se le helaban al oír la voz de un fantasma. Una voz que conocía tan bien como la suya propia.

Se echó a llorar histéricamente, creyendo que había perdido el juicio.

Atraído por el alboroto, la puerta de la casa se abrió y apareció Shikaro, pertrechado con un palo y un farol.

-¡Señora!- gritó sorprendido, distinguiéndola a la luz- ¿Qué ocurre?- entonces movió el farol, iluminando la silueta de un Neji empapado en sangre. Los ojos de Sakura se abrieron de par en par. Shikaro soltó el farol y corrió hacia ellos, gritando.

-SEÑOR! SEÑOR!

Sakura miraba la figura tendida de su esposo como si no pudiera creérselo. Se levantó torpemente, ansiosa, enloquecida.

-Neji! NEJI!- gritó, echándosele encima y abrazándole como si fuera a escaparse- OH, DIOS!- rompió a llorar, mientras se mecía , sin soltarle- Oh, Neji, Neji…Neji…

-Sa…k..ura- gimió él débilmente- Mm...me.

-Le está ahogando, señora!- exclamó Shikaro, intentando desasir a Sakura del cuerpo de su amo.

Pero Sakura no escuchaba a nada ni nadie. Tenía la cabeza de Neji fuertemente oprimida contra su pecho, y lloraba furiosamente. Shikaro tuvo que emplear toda su fuerza para que le soltara.

-¡Cálmese, por favor!- gritó, intentando mantener el orden- ¡Está vivo! Vivo!

-Vivo- exhaló ella, como un autómata.

VIVO.

VIVO!

-Voy a ir a buscar ayuda-dijo entonces Shikaro, mirándola con desconfianza- No le toque-advirtió- Enseguida le meteremos en casa.

Sakura no podía apartar sus ojos de Neji. Tenía el rostro tan mugriento que sólo distinguía sus ojos de plata semicerrados, como dos medias lunas. A la pobre luz del farol, sus ropas aparecían totalmente manchadas de sangre y de barro.

-Oh, Neji…- susurró, limpiándose con una mano sucia las lágrimas. Alargó una mano temblorosa hacia sus cabellos y los rozó con la punta de los dos. Quiso decirle que acababa de salvarle la vida, pero no sabía por dónde empezar. Sólo podía repetir estúpidamente una y otra vez lo mismo- Oh, Neji…Neji...

Le oyó toser. Su mano avanzó hacia la suya débilmente. Sakura la asió con fuerza y cerró los ojos, estremeciéndose de alivio.

-¿Crees…no…teng..o..una razón…para volver… a casa?- masculló, tan entrecortado y bajo que a duras penas era comprensible, pero Sakura lo había entendido.

En ese momento llegó Shikaro con uno de los otros criados. Ambos tomaron el pesado cuerpo de Neji por un brazo y le izaron, sosteniéndole apenas en pie. A la mortecina luz del farol, Sakura percibió como los sucios rasgos de su esposo se contraían en una imperceptible sonrisa.

-Tonta- le oyó musitar, antes de la cabeza se le desplomara sobre el pecho, inconsciente.

Sakura sonrió. No podía dejar de llorar. Esta vez, era de pura felicidad.

Y justo en ese momento, y sólo porque el destino tiene sentido del humor, Sakura rompió aguas.