Madoka terminó la pieza.
-Tocas tan bien- Shido suspiró.
-Gracias, Shido-kun.
Kun...Shido-kun. Esta expresión de cariño lo había hecho sentir regocijo, y un vuelquito en el estómago que no sentía desde sus años de adolescente.
-Sientate- la invitó, tomandola de la mano y conduciendola hasta el sillón.
Madoka sonrió de pronto.
-¿Que pasa?- Shido devolvió el gesto.
-Hay algo en tu voz- explicó con un tono dulce -que no estoy acostumbrada a escuchar. Shido solo la miró.
-Suena suave- prosiguió, apuntando sus ojos hacia el infinito -Me gusta.
-Tienes muy buen oído- dijo el Maestro de las Bestias como respuesta.
-No hace falta tener buen oído para entender tu voz, Shido- Madoka vaciló antes de seguir -No se si lo transmites con tu apariencia, pero lo haces con tu voz: eres...especial.
-¿Especial?- murmuró el chico, fascinado ante la idea de ser consdierado especial.
-Aja- la muchacha largó una risita -La primera vez que te conocí te sentí fuerte, leal, honesto. Sobre todo fuerte. Pero ahora se que eres mas sensible de lo que esperaba.
Shidó suspiró.
-Tienes debilidades, de eso estoy segura- Madoka tanteó con su mano el sillón, en busca de Shido. Cuando encontró su mano, la acrició -No se cuales son, pero ya lo averiguaré.
-Tengo una debilidad- asintió SHido, correspondiendo la caricia -Y esta sentada a mi lado.
Un ruborcito recorrió las mejillas de Madoka, quien largó una risita, algo cohibida.
-Quizas no lo veas, pero siempre sonrío cuando estoy contigo.
-No lo veo- reafirmó ella -Pero lo siento. Y cuando hablas, lo percibo en tu voz. Como recién.
-Eres tan hermosa- susurró Shido, acariciando la mejilla de la chica con el dorso de su mano.
Madoka estiró su propia mano y encontró el hombro de Shido. La paseo por allí, hasta llegar al rostro el muchacho. Acarició su mejilla, su nariz, su menton, recorrió todas sus facciones, terminando con unos roces delicados de sus dedos contra los masculinos labios.
-Te imagino- dijo ella, aún proporcionandole caricias -Creo que puedo verte.
Tomandola por sorpresa, Shido acercó su rostro al de Madoka. Se sentía raro. Era la primera vez que sus labios se conocían en un suave juego. Ella, por su parte, disfrutaba el contacto de su piel con la suya. Si había algo que le gustaba, eran los besos, los cuales para ella significaban mucho. El roce de los labios, el contacto de las lenguas al profundizar los movimientos... Uno saboreaba al otro, fundiendose entre si la fortaleza, y la debilidad.
Al separse, Madoka rió ligeramente, sonrojada.
Shido sonrió, y sintió la necesidad de abrazarla. Asi lo hizo.
Despues de todo, la fortaleza no tenia gracia sin una debilidad.
