NI: SOMBRAS QUE MERODEAN.

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Rurouni Kenshin y todos sus personajes son propiedad de Nobuhiro Watsuki. La Hermandad del Hacha Sangrante es copyright de Lone Wolf/Darkfire. Esto se hace sin ánimo de lucro y a fin de practicar el método y estilo de escritura, así que ya sabéis, nada de denuncias y ponedme un par de comentarios. Hay que limar vicios.

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Un cuarto de hora después, Megumi había conseguido meter a Hikaru de nuevo en la cama, y le había obligado a beber un somnífero lo suficientemente potente como para mantenerla en la tierra de los sueños sin pesadilla hasta más o menos la mañana siguiente, momento en el que sería mucho más fácil tratar con todo lo que se le había venido encima. Yahiko se había ofrecido voluntario para velar a la muchacha mientras los otros discutían que hacer con ella.

Yahiko miró a la chica con tristeza. Le dolía ver a Hikaru, una de las pocas personas a las que realmente admiraba, en aquel estado. Ella le había salvado la vida cuando le habían envenenado por segunda vez en su vida, buscando las plantas que eran necesarias para el antídoto. En general, Hikaru negaba ser la única artífice del suceso, asegurando que Kaoru le había ayudado mucho y que, de no ser por Shinomori Aoshi, ellas no habrían sabido hacer la mezcla exacta para crear el antídoto. Pero en el fondo el muchacho se sentía en deuda con aquella chica, tanto o más que con Megumi, Kaoru o Kenshin.

¿Qué demonios habría sucedido? Era, y Yahiko lo sabía, la pregunta que todos se estaban haciendo en aquel momento. Lo que Hikaru había dicho bajo la lluvia no había tenido demasiado sentido para ellos, y esperaban a que Saito llegara con las noticias. ¡Oh, no quedaba duda que el lobo de Mibu vendría! Ahora Hikaru era su presa, en el modo de ver del policía. Era la única superviviente, y la única que podría dar pistas respecto a lo sucedido. Tarde o temprano aparecería, pero Yahiko no creía que nadie de la casa estuviera dispuesto a dejar a la pobre muchacha de cabellos rojizos a merced de Saito Hajime después de haber pasado por un shock.

Hikaru se movió ligeramente en la cama y dejó escapar un suspiro, asustando por un momento al chaval de algo más de diez años. Yahiko se la quedó mirando un momento, a punto de ponerse en pie de un salto y llamar a Megumi, pero la muchacha permaneció dormida. Se relajó y siguió observando a la chica. Yahiko esperaba, y temía, el momento en que ella tuviera que levantarse, porque su estado quería decir que algo estaba ocurriendo y, de nuevo, todo el Kenshingumi se vería lanzado de cabeza a ello.

Al otro lado de la puerta, en la sala de las consultas, Kenshin, Kaoru y Megumi hablaban en voz baja, aunque no era probable que Hikaru pudiera despertarse. Había algo en todo ello que les hacía sentir la necesidad de imprimir algo de secretismo a su charla.

-Sea la que sea lo que ha ocurrido, no pasará desapercibido por mucho tiempo- dijo Megumi-. La feria era la noticia del día, y mañana averiguaremos lo que haya sucedido.

-Hikaru podría decírnoslo...

-No creo que sea apropiado preguntárselo a ella, Kaoru-dono. Hikaru-dono es una chica fuerte, pero me temo que ha llegado al punto de ruptura del muro.

-De todas formas, ¿quién podría estar interesado en unos feriantes? Son gente sencilla, y si Hikaru estaba con ellos es poco probable que hubiera nada sucio en el grupo.

-No le veo la explicación, a menos que...

-¿A menos que qué?

-A menos que estuvieran detrás de Hikaru-dono.

Kaoru ahogó una exclamación de sorpresa.

-¡Pero eso es imposible, Kenshin! Todos los que iban detrás de Hikaru o están muertos o bajo vigilancia. Además, ¿para qué la querrían? Apenas recuerda nada de su vida pasada.

-Tal vez no sepan que Hikaru tiene amnesia- ofreció Megumi-. Y teniendo en cuenta lo escondida que estaba su aldea, es probable que guardaran algunos secretos interesantes... Y peligrosos.

-Es lo más probable. De todas formas no podemos saberlo hasta que Hikaru-dono se despierte y esté con ánimos de hablar.

-No sé si tendrá ganas de contarnos algo del tema en un futuro próximo. ¿Qué hay de Saito?

-Mal que me pese, es muy probable que venga pronto en busca de noticias. Y no creo que sea tan sensible a los sentimientos de Hikaru-dono.

Megumi lanzó un suspiro.

-El doctor Genzai no vendrá hasta mañana, así que me quedaré en la clínica- dijo-. Será mejor que vosotros volváis al dojo. ¿Se lo contareis al gallo de pelea?

-Probablemente- contestó Kaoru-. Se llevaba bastante bien con ella, así que le interesará saberlo.

-Bien, supongo que mañana lo tendré aquí montando un escándalo. Tomaos un descanso, ¿de acuerdo? Tengo la sensación de que se acaba de liar una de las buenas.

Kenshin y Kaoru asintieron. La maestra de kendo se acercó a la puerta que daba a la habitación donde Yahiko estaba vigilando a Hikaru.

-Yahiko, nos vamos.

-¿Puedo quedarme aquí esta noche?- preguntó el muchacho con un tono de voz poco habitual en él.

Kaoru dirigió una mirada a Megumi, y esta asintió con la cabeza.

-Muy bien- contestó Kaoru al fin-. Te dejo al cuidado de Hikaru. Como le pase algo te espera una buena.

-¡Déjame en paz, tanuki!- soltó Yahiko, pero lo hizo en voz baja, como para no levantar a la dormida muchacha a su lado. Kaoru dejó pasar el insulto, y se volvió a Kenshin.

-¿Nos vamos?

Kenshin volvió a asentir, y al poco los dos, samurai y kendoka, estaban camino del dojo. Megumi los vio alejarse y, con una sonrisa, cerró la puerta de la clínica. Sabía desde hacía bastante que la batalla por Kenshin estaba perdida. Él no tenía ojos más que para Kaoru. Se dirigió al cuarto en el que estaban Hikaru y Yahiko y se dirigió al muchacho, que miraba intensamente a la chica.

-Vamos, vete a dormir- dijo la doctora-. Yo cuidaré de ella la mitad de la noche, y tú te encargas del resto, ¿de acuerdo?

Yahiko miró a Megumi.

-Debe ser horrible lo que le ha pasado a Hikaru-chan. Quiero decir, ella... Durante todo el viaje, se mostró fuerte, incluso cuando encontró la aldea. ¿Quién haría algo así?

La mujer suspiró. No tenía respuestas a esas preguntas, y probablemente pasaran muchas cosas antes de tenerlas.

-Vamos, a dormir. Luego te despierto.

Sin una queja, Yahiko se dirigió a una habitación acondicionada para el caso de que alguien quisiera quedarse velando a su familiar enfermo y se acostó en un futón. Estaba seguro de que Megumi le llamaría en cuanto fuera necesario.

En el otro cuarto, Megumi apartó un mechón de pelo rojizo de la carita acorazonada de Hikaru.

-Vamos, Hikaru-chan, muéstrame tu fortaleza una vez más...

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Sagara Sanosuke no solía hacer muchas visitas a Tsukioka Katsuhiro, pero de vez en cuando iba a ver a su reclusivo amigo de la infancia, a fin de mantener viva aquella llama. Aquella tarde Sano había ido a visitarle, y se había visto atrapado allí por la tormenta, así que ambos habían decidido que no había mejor forma de pasar el tiempo que tomando sake y compartiendo memorias comunes y aventuras en solitario.

-¿Y bien? ¿Te traes algo nuevo entre manos?- interrogó Sano tras dar un largo sorbo a la jarra de sake de la que estaba bebiendo.

-Bueno, ahora mismo estoy investigando a un grupo extraño- contestó Katsu, que sabía que podía contar con la ayuda de Sanosuke para cualquier problema, si le ponía al corriente-. Es una de esas sociedades comerciales europeas... Pero es un poco rara.

-¿Por qué es rara?

-Sabes que en general los extranjeros que vienen a Japón son norteamericanos, ingleses u holandeses, pero esta compañía es española.

-¿Espaqué?

-E-su-pa-ni-a. España. Es un país europeo- el bueno de Katsuhiro tenía una paciencia infinita a la hora de explicarle las cosas a Sano-. Aunque son buenos marineros, en estos momentos son una potencia de segundo orden. En Asia, sus colonias se reducen al archipiélago de las Islas Filipinas. La verdad, no tienen ningún interés financiero aquí en Japón. Pero aquí tienes a esa compañía.

-¿Y qué sabes de ellos?

-Bueno, en apariencia se dedican a comerciar con alimento y tejidos autóctonos, pero...- la respuesta fue cortada por una llamada a la puerta.

-¿Quién demonios puede ser a estas horas?- se preguntó Katsu, poniéndose en pie y dirigiéndose hacia la entrada de su pequeña vivienda en los arrabales. Tras dar un último trago a su jarra de sake, Sano se levantó y siguió a su amigo.

Katsu abrió la puerta, y por poco a ninguno de los dos le dio un síncope.

Un bonito efecto que solía causar la insólita, y en muchos casos insospechada, visita de Saito Hajime.

-Sa-sa... ¡SAITO!

-Más bajo, ahou, ahora estoy de servicio- dijo el policía, sin inmutarse ni hacer caso de la lluvia.

-¿¿Se puede saber que demonios estás haciendo TÚ aquí?

-He venido a hacerle unas preguntas a tu amigo aquí presente.

Katsu arqueó una ceja, mientras meditaba sobre la sabiduría de dejar pasar dentro de su casa a un hombre al que estaba claro que su amigo Sano odiaba con todas sus fuerzas. Finalmente, su parte curiosa, la que mantenía, los kami sabían como, una tremenda red de información a fin de sacar todos los datos posibles, decidió que aquello era cosa suya, que podía sacar algo de aquel tipo que en aquellos momentos parecía un lobo pasado por agua, y que ya habría tiempo para explicarse más tarde.

-¿En qué puedo ayudarle?- preguntó, intentando parecer lo más neutral posible. Sano estaba a punto de subirse por las paredes.

Saito entró en la casa y, con toda la parsimonia del mundo, sacó un cigarrillo y lo encendió.

-¿Ha oído lo de la feria?

-Sí, por supuesto... Sano no ha parado de hablar de ello en toda la tarde. Parece que van a tener un éxito tremendo.

-No- dijo de pronto el policía.

-¡¿Cómo que no!- exclamó Sanosuke, cada vez más cabreado.

-Porque la feria ha sido atacada, y solo ha habido un superviviente.

Saito había empleado su tono normal y su manera de ser fría en aquella frase, pero la noticia tuvo el efecto de un mazazo en la cabeza para los dos compañeros, que miraron a Saito, sorprendidos y horrorizados.

-¿Los feriantes...?- fue lo único que pudo decir Katsu. Incluso en sus más radicales planes, nunca, en ningún momento, el joven especialista en explosivos había pensado en acabar directamente con la vida de lo que consideraba inocentes: los hombres y mujeres que luchaban día tras día por salir adelante. No acababa de cuadrarle que alguien pensara siquiera en aniquilar a unos inofensivos feriantes.

Sano, finalmente, reaccionó como era habitual en él.

-¡¿Quién! ¡¿Quién ha sido el cabrón!

-Eso es lo que estoy intentando averiguar. Ahora cállate y déjame hablar con tu amigo, ahou.

Katsu, viendo que aquello iba a acabar mal si no intervenía, salió de su estupor y consiguió pronunciar palabra.

-Ha dicho que ha habido un superviviente- comentó-. ¿Podría decirme su nombre?

El Lobo de Mibu hizo una pausa, a fin de ver los pros y los contras de anunciar semejante información. Finalmente llegó a la conclusión de que, si daba información, conseguiría más a cambio.

-No lo sé realmente. Es una chica de cabello rojizo.

Hubo un unísono suspiro de alivio por parte de los antiguos miembros del Sekihoutai, suceso que Saito anotó en su mente como un extra que debería tener en cuenta. Katsu se volvió hacia Sanosuke.

-Sigue siendo una mala noticia, pero al menos Hikaru-san está bien.

-Aa. Espero que se encuentre bien...

-Si te preocupa la muchacha, está con la doctora Takani. Ahora, espero que pueda ayudarme en mi investigación, Tsukioka-san.

Katsu asintió. Sentía que aquello era algo personal. Había conocido a Hikaru pocos meses antes, y le había resultado una muchacha agradable y simpática, quizá algo melancólica, pero quién podía echarle la culpa de ello. Si alguien iba tras ella, o si alguien la hacía daño, intentaría por todos los medios encontrar al culpable y hacerle pagar, como haría con cualquier otro amigo.

Saito, sin decir una palabra más, le tendió una pequeña tablilla de madera, como las que se colgaban en algunos sitios para dejar mensajes. Una de las partes tenía escrito tres kanjis con una caligrafía horrorosa, pero reconocibles, a pesar de todo. Invierno, luna, luz. Katsu le dio la vuelta, y sus ojos se abrieron de par en par.

-¿Dónde ha encontrado esto?- interrogó.

-Lo encontramos cerca de la feria.

Para sorpresa de Sano, y sumo interés de Saito, el periodista lanzó una sonora maldición.

-¡Los muy bastardos! ¡Sabía que andaban detrás de algo sucio!

-¿Qué demonios ocurre?- interrogó Sanosuke.

Su amigo le mostró la parte de la tablilla que le había llamado la atención. Grabado con un cuchillo había un diseño bastante tosco de un hacha y un escudo.

-La compañía comercial de la que te hablaba... Este es su símbolo.

-¿Esa?

-Aa- el periodista se volvió a Saito-. Sé que se están moviendo por los bajos fondos. El nombre oficial de la compañía es, más o menos, "compañía española de importación de productos del lejano oriente", pero son solo la tapadera de un grupo más peligroso.

-¿En serio?- interrogó Saito, sin moverse un ápice.

-El grupo se hace llamar la Hermandad del Hacha Sangrante.

Katsu iba a añadir algo más cuando la sonrisa sarcástica de Saito le dijo que sabía muy bien a que grupo se refería. El periodista sintió un tirón, y de pronto se vio enfrentado a un muy cabreado luchador.

-¡¿Me estás diciendo que unos asesinos están detrás de Hikaru, y que ella está en la clínica con Megumi!

-¡Sano...!- fue a decir Katsu, pero no tuvo mucho más tiempo. Sanosuke le había soltado y había salido de la casa a escape, en dirección a la clínica como alma que lleva el diablo.

-Ahou...- musitó Saito al verle desaparecer.

-Parece no importarle la posibilidad de que maten a su único testigo...

-No me importa porque sé que no van a matarla.

Katsu se quedó de piedra.

-NANI?

Pero Saito ya se había ido.

El joven se quedó mirando las calles bajo la lluvia, intentando colocar todas las piezas de información en su sitio. Todo había pasado tan deprisa que aún no acababa de comprenderlo todo, pero tarde o temprano lo haría. Y entonces pondría en marcha su red de contactos, esta vez al servicio exclusivo de Sanosuke y sus amigos.

No iba a permitir que aquellos tipos se salieran con la suya. Aquello era una cuestión de principios.

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Megumi apartó un mechón de pelo de la carita acorazonada de la muchachilla que dormía frente a ella y le aplicó una compresa fría sobre la frente. Hacía poco que a la pobre muchacha le había subido la temperatura, y su sueño se había vuelto intranquilo. No era demasiado, apenas un poco de fiebre, tal vez por haber cogido frío, pero Megumi sabía mejor que dejar a la pobre muchacha desatendida. Por tonterías como aquella, Hikaru bien podía coger alguna enfermedad de tipo pulmonar.

Una desgracia más que añadir a la lista.

-A veces parece que el destino se burle de nosotros...- musitó la doctora-. Amontonando todo lo malo, una cosa encima de la otra... Tanto que a veces ya no sabes ni que salida te queda.

Megumi tenía una ligera idea de cuales podrían ser los sentimientos de Hikaru, una vez despertara de aquel sueño febril. Ella misma había pasado por incontables penurias, y solo la ayuda de los que ahora eran sus amigos había podido salir adelante. Esperaba, quería esperar, que pudieran hacer eso mismo con ella. A fin de cuentas, ¿no se merecía Hikaru un futuro alegre, una vida normal? ¿No era ya suficiente todo lo que le había ocurrido? Solo le quedaba esperar que alguna conciencia superior, la que fuera, tuviera a bien darle alguna alegría a la chiquilla.

En ese mismo momento, Megumi oyó un tremendo portazo en la puerta de entrada, y se puso en pie de un salto. Temerosa de que quien fuera que había causado lo de la feria hubiera vuelto para acabar con Hikaru, agarró lo que más a mano tenía, es decir, la palangana con agua, y se preparó para defenderse. Los pasos se acercaron con rapidez, y la puerta de la habitación en la que Hikaru dormía se abrió de repente.

Megumi, con una capacidad de reacción asombrosa, tiró el agua encima del recién llegado.

El consiguiente resultado fue que Sanosuke, ya de por sí mojado a causa de la incesante lluvia, quedó empapado desde la punta del pelo hasta el dedo gordo del pie.

La doctora, dándose cuenta de su error, escondió ligeramente su rostro tras la ahora vacía palangana y soltó un "ups" casi inaudible. Hizo un esfuerzo terrible por no echarse a reír, puesto que Sano, completamente empapado, con su puntiagudo pelo caído y cara de muy pocos amigos resultaba, dentro de lo que cabía, una visión realmente humorística.

-¡¿Se puede saber que es lo que te he hecho ahora!- interrogó el luchador.

-Es culpa tuya por entrar de repente sin avisar. ¡Parecías un ejercito que venía a la carga! ¡Deberías tener más cuidado, tengo una paciente aquí dormida!

Sanosuke iba a responder cuando otra puerta se deslizó, esta silenciosamente, y un adormilado Yahiko asomó la cabeza.

-¿A qué viene ese escándalo? Vais a despertar a todo el vecindario. Deberíais tener más consideración por Hikaru-oneesan.

Y sin decir nada más, volvió a meterse en el cuarto y cerró la puerta tras de sí. Sano y Megumi se quedaron mirando en aquella dirección como si hubiera sido un fantasma y no Yahiko el que les hubiera reprendido. Algo más calmado, el luchador se giró.

-¿Yahiko estaba aquí?

-Se empeñó en quedarse. No le culpo, Hikaru-chan montó una escenita preciosa cuando volvimos- Megumi sacudió la cabeza-. No sé que demonios habrá visto, pero lo que sea le ha afectado profundamente.

-Ese cabrón de Saito vino en busca de información a casa de Katsu- comentó el luchador-. Creo que Hikaru-chan está metida en un lío de tres pares de narices.

-¿Es por eso por lo que has entrado en la clínica como un elefante en celo?

-Oye, kitsune, yo solo he venido a haceros de guardaespaldas, así que bien podrías agradecérmelo, ¿no crees?

-Si hubiera necesitado protección, ya me habría preocupado de pedírselo a Ken-san o a Kaoru. No necesito...

Megumi se calló de pronto al ver que Sanosuke se ponía en guardia, indicándole con su mano derecha que guardara silencio.

-Hay alguien cerca...- musitó.

-Despertaré a Yahiko.

-¡No!- chistó el luchador-. Asegúrate de que no hay nadie en su cuarto. Si tienes problemas, grita.

Megumi le miró con cara de pocos amigos, pero decidió seguir el consejo (a su parecer poco apropiado) de Sano, y se dirigió al cuarto en el que dormía Yahiko, abriendo y cerrando la puerta con un sonido apenas audible. Una vez se hubo asegurado que la kitsune estaba lejos de la acción, se volvió hacia la ventana del cuarto en el que él y Hikaru se encontraban.

-Eres el cabrón al que han contratado para matar a Hikaru-chan, ne?

-Creo que te has confundido- respondió una voz al otro lado de la ventana-. No he venido a matarla. He venido a recuperarla. Pero no puedo dejar testigos, así que comprenderás que tengo que matarte a ti y a los demás, ¿verdad?

-Inténtalo, a ver si eres capaz.

Apenas hubo pronunciado Sano estas palabras, el personaje, fuera quien fuera, atravesó la ventana con un portentoso salto, pasando por encima de Hikaru y en trayectoria de colisión con el luchador, con un tanto por delante brillando en la penumbra. Sano, que no estaba muy dispuesto a ser cortado en pequeños trocitos tan pronto, simplemente saltó por encima del personaje y le propinó una patada en la espalda. El atacante, apenas distinguible por las ropas negras, acabó chocando contra el suelo a causa del cambio de trayectoria y dio un par de vueltas de campana por la habitación hasta chocar contra la pared. Pero el individuo se puso en pie como si aquello no hubiera sido nada.

Sanosuke pudo escuchar una conmoción en el cuarto en el que había estado durmiendo Yahiko, y temió que hubiera un segundo atacante que él no hubiera percibido. Volvió a mirar a su adversario, en la esperanza de poder acabar con él con rapidez e ir en ayuda de sus compañeros. Ya tendrían tiempo para meditar lo que acababa de descubrir gracias a aquel tipo.

El susodicho no parecía tener mucha paciencia, o tal vez carecía de tiempo, así que se lanzó al ataque, esta vez con los puños, pues su tanto había desaparecido en el anterior encontronazo. Sano no se preocupó ni en evitar los ataques, pues era perfectamente capaz de resistir aquellos puñetazos. Solo tuvo que esperar unos segundos para ver una abertura en la guardia de su oponente, y lanzó un potente golpe contra el individuo.

Este esquivó con facilidad, apartándose del luchador de un salto y, con el mismo impulso, saltó de nuevo hacia delante para reanudar su ataque.

El combate siguió de la misma manera, con Sano soportando los golpes e intentando colocar alguno suyo, y el misterioso atacante dedicándose a esquivar los poderosos puñetazos y patadas de su adversario para después volver a la carga con una andanada de golpes. Sanosuke estaba empezando a hartarse de aquel juego, pero al parecer no tenía nada que hacer.

Eso fue hasta que el atacante escuchó un aviso en forma de grito "do!", y recibió el golpe de un shinai en esa zona. Se tiró y rodó por el suelo, apartándose de la zona de peligro, para encontrarse con que a su adversario se le había unido ahora un chaval de piel oscura, pelo puntiagudo y negro, ojos marrones, vestido con un ge amarillo y verde, y armado con un shinai. En la puerta estaba la doctora que atendía la clínica, seria, agarrando con fuerza el tanto que se le había caído. Empezó a retroceder hacia la ventana.

Y en ese mismo momento, y para sorpresa de todos los presentes, Hikaru se despertó, se irguió y se quedó sentada en la cama.

La muchacha de cabellos rojizos, en apariencia medio adormilada, y probablemente muy poco consciente de lo que sucedía a su alrededor, miró a un lado y a otro, fijó sus adormilados ojos en Megumi, y preguntó:

-¿Megumi-san? ¿Ocurre algo?

Megumi, que tenía una capacidad de reacción que haría palidecer a muchos guerreros, sonrió nerviosamente.

-Nada, Hikaru-chan, no pasa nada- contestó-. Anda, vuelve a dormir, no te molestaremos más.

Hikaru logró evocar una pequeña sonrisa, y estaba dispuesta a seguir el consejo de la doctora, más debido a que todavía había una buena cantidad de somnífero en sus venas que por otra cosa, cuando el atacante se lanzó hacia ella, dispuesto a cogerla y salir con ella a escape, ahora que estaba medio adormilada.

Pero había que tener en cuenta una cosa. Hikaru había sido educada como ninja, y por lo tanto, sus técnicas de lucha habían sido entrenadas hasta llegar a reacciones instintivas más que otra cosa. Por eso precisamente las había mantenido a pesar de haber perdido la memoria de su pasado. Así que, cuando vio que algo o alguien se le tiraba encima, reaccionó por instinto y, usando la cama de apoyo, golpeó con los dos pies al atacante en el estomago, y con su impulso sumado al del tipo, le arrojó a través de la ventana, dando una grácil voltereta y aterrizando en cuclillas sobre la cama, sin ni siquiera inmutarse ante la mirada de muda sorpresa de Yahiko, Sanosuke y Megumi.

-¿Qué era eso, Megumi-san?- preguntó Hikaru, que seguía medio dormida.

Sano saltó a través de la ventana, sin pararse a preguntarle a Hikaru. Y Megumi hizo, una vez más, gala de sus capacidades de reacción e interpretación.

-No es nada, Hikaru-chan. Uno de los amigotes de Sano, que estaba borracho. Vuelve a dormir, no te molestaremos más, te lo aseguro. Venga, venga, haz caso a tu médico.

Hikaru le hizo caso y volvió a caer redonda en la cama. Megumi y Yahiko se miraron antes de acudir a la cama de la muchacha.

-¿Cómo ha hecho eso? ¿No debería estar completamente dormida?- preguntó Yahiko.

-Eso mismo me digo yo. Seguro que hay una explicación- contestó Megumi, arropando a su paciente y tomándole la temperatura con el ceño fruncido-. Esperemos que esto no repercuta en su estado de salud.

Sano asomó por la ventana, dándoles un susto morrocotudo a los dos que se habían quedado en la clínica.

-Se ha escapado.

-¡Maldita sea, Sano!- siseó Megumi-. ¿Es que no puedes tener un poco más de tacto? Y de todas maneras, ¿cómo es que sabías que iban a atacar?

-Presentimiento. Ya te dije que el policía psicópata había estado en casa de Katsu.

-¿Saito? ¿En casa de Tsukioka?- interrogó Yahiko sorprendido.

Sano asintió con la cabeza.

-Hai. Estaba buscando información sobre un grupo raro- el joven luchador miró a la ahora dormida Hikaru-. Al parecer, alguien mató a todos los feriantes con los que viajaba Hikaru-chan.

Megumi se llevó las manos a la boca, y Yahiko dio un respingo. La noticia cayó sobre ellos como un jarro de agua fría.

-¡Pobre niña!- musitó Megumi-. Ahora lo entiendo... ¿A qué ha venido entonces, a matarla a ella también?

-No. Al parecer se la quería llevar.

-¡Eso nunca!- exclamó Yahiko-. ¡Antes pasarán por encima de mi cadáver!

El muchacho fue rápidamente acallado por las miradas de advertencia de Sanosuke y Megumi.

-Parece que nos hemos metido en un buen lío esta vez- comentó la médico.

-Sí, pero, ¿qué quieres que te diga? Por mis amigos hago cualquier cosa. Y Hikaru es amiga mía.

Megumi suspiró.

-Parece que hemos firmado un contrato de desesperación con el diablo, ne?

Sano simplemente se encogió de hombros.

-Mala suerte.

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En una callejuela en un lateral, dos personas observaban la clínica, y como el atacante salía en escapada.

-Menudo imbécil- musitó uno de los observadores.

-No podía figurarse que la chica tuviera tan poderosos aliados.

-¿Y se hace llamar ninja? Vamos, hombre...

La otra figura se encogió de hombros.

-¿Qué hay de...- hizo una pausa-... Rodurigezu-san?- hizo un esfuerzo considerable para pronunciar el nombre.

-Rodríguez- corrigió el otro-. Yo le informaré. Tú encárgate del indeseable.

-Muy bien. De todas formas no me gusta tratar con gente cuyo apellido no puedo pronunciar- y con eso dio un salto, se adentró más en las sombras, y desapareció.

El que quedaba lanzó un suspiro.

-Ninjas...

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NOTAS DE LA AUTORA: Ya empiezo a meter demasiados personajes secundarios... -- Creo que no me siento a gusto a menos que esté manejando sopotocientos (Roke dixit) personajes al mismo tiempo, una tramoya de espanto y un guión mezcla de acción y misterio. Tengo ya las ideas claras de lo que quiero hacer, lo cual no me viene mal, y tengo muchas ganas de continuar con este fic, que me está llevando un montón de tiempo. Tanto es así que el segundo personaje en la calleja no estaba en los planes iniciales del fic. Claro que entonces no tenía el Onimusha 2 xDDD Ya conoceréis a estos dos muchachos, al tal Rodríguez, y a unos cuantos personajes más. Ahora, lo que tengo que hacer es repasar un par de libros de historia para rememorar la situación política de España en aquella época. ¡Tiempo al tiempo!

En el próximo capítulo, Hikaru-chan por fin despierta completamente, y conoce en persona al Lobo de Mibu. ¡Presentación oficial de uno de los secundarios! Y, por si no estaba liado el argumento, preparaos para unos cuantos nudos más. ¡Temblad! ¡Yuko Hoon ha vuelto!