SAN: FALSA PAZ.
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Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki. Hikaru pertenece a Sony. Yo no gano ni un puñetero céntimo con esto, pero sí puedo hacer un pelín de campaña y publicidad: ¡chicos, decid que sí a que vuelva a poner el rating NC-17! ¡No os dejéis atropellar por lo "políticamente correcto", ni por los padres que son incapaces de decirles a sus hijos lo que está mal y lo que no! ¡Por un mundo más inteligente! Vale, ya dejo de rayarme U
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Hikaru abrió los ojos, y miró el techo sobre su cabeza. No era, ni de lejos, la pequeña tienda de campaña en la que estaba habituada a dormir. Cerró de nuevo los ojos con fuerza, intentando quitarse a base de fuerza de voluntad el pequeño dolor de cabeza que tenía, y lanzó un ligero suspiro.
-¿Hikaru-oneesan?- preguntó una voz conocida.
La muchacha giró su cabeza para que sus ojos del color del océano se encontraran con unos marrón oscuro engastados en una cara oscura.
-¿Yahiko-kun?- interrogó ella pesadamente.
Se vio recompensada por una enorme sonrisa de parte del muchacho antes de que este saliera como alma que lleva al diablo, chillando a toda potencia.
-¡¡Megumi! ¡¡Hikaru-oneesan se ha despertado! ¡¡Megumi!
Hikaru parpadeó y gimió, antes de intentar erguirse. Se sentía horriblemente pesada, como si le hubieran dado alguna droga y su cuerpo no la hubiera acabado de eliminar de su organismo. No era capaz de recordar nada, fuera de los acontecimientos inmediatos de aquella mañana, y dudaba que con semejante escándalo consiguiera despejar su cabeza lo suficiente como para pensar con coherencia. La única idea que parecía pasarle por el cerebro era que estaba en una clínica y que tenía que averiguar qué demonios le había pasado para que la arrastraran hasta allí.
-Tranquila, Hikaru-chan- dijo una voz de mujer tranquila y triste-. Todavía estás bajo los efectos del sedante.
-Megumi-san... ¿Sedante? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estoy aquí?
-¿No recuerdas nada?
Hikaru forzó a su cerebro a ponerse a trabajar como era debido, e intentó rememorar los hechos del día anterior. Encontró un punto de partida y decidió tirar del hilo desde aquel punto.
-Himadera-san, el patrón, nos había dado una hora libre. Fui a dar un paseo y a comprar cosas para coser- musitó la muchacha. Megumi se sentó a su lado en el borde de la cama-. Llegaba con media hora de retraso... Quería llegar pronto, pero no conseguía encontrar la tienda, y al final me retrase bastante. Había mucha gente alrededor de la carpa y...- de pronto de detuvo, y se puso pálida.
-¿Hikaru-chan?
-¡Oh, Kami-sama! ¡Otra vez!- Hikaru se echó a llorar, desconsolada-. ¿Por qué ha pasado otra vez? ¿Es que no hay felicidad para mí? ¿Es que solo traigo muerte a quienes quiero?
Megumi la miró con lástima reflejada en sus ojos y pasó un brazo confortante por encima de los hombros de la muchacha. Pero, en lugar de relajarse, Hikaru saltó como si el brazo fuera una cobra y se enfrentó a Megumi, con los ojos muy abiertos y la espalda contra la pared de madera.
-No... No te acerques...
-Pero, Hi...
-¡¡NO ME TOQUES!
La noche anterior, Megumi y Kaoru le habían cambiado a Hikaru las ropas mojadas por un kimono para dormir, así que la doctora se quedó completamente sorprendida al ver a la joven kunoichi dar un bote como el de un gamo y salir corriendo en dirección a la puerta, huyendo de ella, antes siquiera de poder reaccionar. Al llegar a la puerta, la muchacha tropezó con Yahiko, quien había ido en busca de su ropa, y ambos cayeron al suelo en un montón de brazos, piernas y tela. Hikaru reaccionó con su habitual velocidad y salió disparada por el pasillo, sin preocuparse en recuperar sus posesiones o en mirar a quién había derribado, solo buscando la salida. Estaba a punto de alcanzar la puerta cuando una mano firme le agarró por el cuello del kimono, tiró de ella y la elevó cinco centímetros en el aire.
-¡¡SUÉLTAME!- chilló-. ¡¡DEJA QUE ME VAYA!
-¿Y a dónde piensas ir, si se puede saber?- interrogó Sanosuke, malhumorado ante la forma de actuar de su amiga-. ¡Ni siquiera sabes que te está persiguiendo!
-¿¿Y qué más me da?- le espetó ella, forcejeando para soltarse-. ¡No hago más que traer desgracias a la gente que quiero! ¡Si me quedo, os volveré a dar problemas! ¡Déjame ir!
Y, para darle fuerza a su frase, le propinó una patada a Sanosuke en sus partes más sensibles.
El golpe, por supuesto, fue sumamente efectivo, porque Sano la soltó de inmediato y se dobló sobre sí mismo, con las manos protegiendo la dolorida parte de su anatomía que Hikaru había atacado, mientras la joven kunoichi escapaba por la puerta, esperando no tener más problemas.
Mal asunto, porque en aquel momento Kenshin y Kaoru, que habían oido todo el follón y habían llegado a la conclusión de que la clínica estaba bajo ataque, acababan de llegar a la carrera, con lo que Hikaru se dio de bruces con el samurai pelirrojo. Tan sumamente desesperada estaba por alejarse de aquel lugar y poner tierra de por medio entre ella y sus amigos, que la muchacha lanzó varios ataques bien mesurados hacia Kenshin, para hacer que retrocediera un par de pasos, lo suficiente como para tener una vía libre para escapar. Sin embargo, Kenshin, que había medio desenvainado su sakabatou, acabó de sacar su espada para clavarla en el dobladillo del kimono de Hikaru justo cuando esta huía, de forma que la kunoichi cayó al suelo de bruces.
-¿Hikaru-dono?- preguntó el espadachín, que aún no acababa de comprender que era lo que estaba pasando.
-¿Por qué?- preguntó la aludida-. ¿Por qué me mantenéis cerca? Os iría mucho mejor si desapareciera de vuestras vidas...
Kenshin parpadeó.
-¿Oro?
-¡Maldita sea! ¡Contesta!
-Pero, Hikaru-dono, no hay nada que contestar- Kenshin y Kaoru se dirigieron miradas preocupadas-. Eres nuestra amiga, dejarte de lado cuando estás en problemas no sería justo.
La muchacha dejó escapar una risa amarga.
-La vida no es justa. No tengo memoria de mi vida anterior, y sin embargo me persigue día tras día. No quiero hacerle daño a nadie, pero no hago más que traer desgracias. ¿Justicia? No hay justicia en este mundo. Tal vez en el otro, pero no en este.
Hubo una pausa.
-Suéltame- dijo al fin Hikaru-. No huiré.
Kenshin y Kaoru se miraron de nuevo, y finalmente el antiguo miembro del Ishinshishi liberó a la muchacha y envainó la sakabatou. Hikaru se irguió, y se quedó sentada sobre sus muslos. Aunque parecía calmada, sus ojos mostraban la verdad de los pensamientos que pasaban por su cabeza. Ella quería correr, correr y alejarse, dejar atrás a sus seres queridos en la esperanza de que aquello que la perseguía le prestara atención a ella y dejara a aquellos a los que apreciaba atrás.
-Aunque lo hicieras, ya no hay más escapatoria- musitó el pelirrojo, sin saber cuan ciertas eran sus palabras.
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A bastante distancia de la clínica Genzai, en aquel mismo momento, el hombre que había intentado secuestrar a Hikaru estaba pegado a una pared, esperando mientras un sudor frío le recorría todo el cuerpo. Había mantenido toda la noche un juego del ratón y el gato con su perseguidor y, al llegar la mañana, se había refugiado en aquella pequeña cabaña en medio de los bosques que rodeaban Tokyo. Y ahora esperaba.
Su perseguidor estaba jugando con él, y lo sabía. No había nadie en aquella zona, podía perfectamente acabar aquella persecución. Fuera cual fuera el resultado, el cadáver resultante no sería descubierto en mucho tiempo... Si es que era descubierto.
No ayudaba a su tranquilidad el hecho de que conociera a su atacante.
Apretó con fuerza la kama, la hoz que era la única defensa que había podido encontrar. Él era un ninja, no muy brillante, pero ninja a fin de cuentas. Pocos podían realizar algunas de las proezas que él hacía normalmente. Pero para su perseguidor, esas mismas proezas eran no solo un juego de niños, sino el pan de cada día. Miró a un lado y al otro, esperando...
-Si hubiera querido, llevarías muerto ya varias horas- dijo una voz, ligeramente distorsionada.
El hombre alzó la vista y sus ojos se encontraron con dos iris negros, profundos y penetrantes. Su cuerpo tembló tan violentamente que casi dejó caer la kama al suelo.
-Ha... ¡Hagane-sama!
El ninja que respondía a ese nombre estaba encaramado en una viga, en perfecto equilibrio, con una ninjato a la espalda y un tanto en la mano. Tenía el pelo negro y corto, apartado de la frente con una cinta de color azul marino apenas distinguible en la penumbra. Vestía ropas ajustadas y negras, y una máscara de acero forjada en el aspecto de la boca de un tigre ocultaba la parte inferior de su rostro, dejando solo a la vista los ojos de color negro. Unos ojos en los que brillaba la certeza de un conocimiento: la muerte había llegado a aquella cabaña y estaba muy claro que no iba a ser él el que se fuera con ella de la mano.
-Interesante ataque a la clínica Genzai, Getsu. Interesante- musitó, y una sonrisa sardónica curvó sus labios bajo la máscara-, y penoso.
-¡Y-y-y-yo no sabía que la chica fuera amiga de esos tipos!- tartamudeó el aludido-. ¡Dadme otra oportunidad, os lo ruego!
Una carcajada surgió de la garganta de Hagane.
-¿Oportunidad? ¡No estoy aquí por tu fallo, inepto! ¡Ese ataque fue por tu cuenta y riesgo, ahou, deberías ser tú el que se diera muerte por tu estupidez! Yo vengo por un pago mucho más serio.
-¿De que estáis hablando? ¡Estoy haciendo un servicio al clan!
-¿En serio? Que curioso...- la voz del ninja aupado en la viga desprendía una cantidad de veneno pocas veces igualada-. Yo también le estoy haciendo un servicio al clan.
Getsu, que en toda la conversación había estado blanco como la porcelana, adquirió una tonalidad gris macilenta, y el ninja intentó escapar por uno de los laterales.
De nada le sirvió, porque Hagane dio un salto desde la viga y cayó sobre él, derribándole e inmovilizándole contra el suelo, con la punta del tanto rozando la fina piel del cuello del otro hombre.
-¡Dime quién ordenó ese ataque! ¡Dímelo y tal vez te permita morir con honor!
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Saito se había dirigido a la puerta de atrás del dojo Kamiya, en donde encontró a Kenshin atareado lavando los platos del almuerzo. No sabía si la escena era humorística o lamentable, ni tenía interés por averiguarlo. El que había sido capitán de la tercera compañía del Shinshengumi simplemente tiró el cigarrillo y lo aplastó con el pie para apagarlo. En ese corto espacio de tiempo, apenas un par de segundos, Kenshin se había erguido, había liberado las mangas de su camisa, y estaba ya en guardia.
-Takani me dijo que encontraría a la niña aquí. He de suponer que ya está repuesta.
-Te lo advierto, Hikaru-dono está ahora bajo mi protección. No está en condiciones de someterse a un interrogatorio, y menos si el que lo dirige eres tú.
-Tu preocupación por la niña es encomiable- dijo Saito en un tono de voz que no denotaba si le parecía realmente bien o si se estaba riendo de Kenshin-, pero tengo un caso entre manos, y algo de prisa. ¿Dónde está?
Kenshin, todavía en guardia, le indicó al policía que le siguiera. Ambos entraron en el dojo, y el espadachín pelirrojo condujo a su viejo rival hasta una puerta que daba a una pequeña sala. Kenshin dio un par de golpecitos en la madera antes de abrir.
-¿Hikaru-dono?
La muchacha, que estaba arrodillada delante de una pequeña mesita jugando un solitario con piezas de mah-yong, vestida de nuevo con sus ropas habituales, se giró para mirarle.
-Hay alguien que quiere verte. ¿Crees que estarás bien?
Una pequeña sonrisa, muy similar a la que en otras ocasiones había lucido para ellos, curvó los labios de la joven kunoichi.
-Daijobu, Kenshin-san. En seguida estoy con él, en cuanto recoja esto.
-No hará falta- dijo Saito, pasando a la habitación. El policía se volvió hacia Kenshin-. Preferiría hablar a solas con ella.
El espadachín miró primero a Saito con mala cara, y luego a Hikaru, quien miraba al policía con el ceño ligeramente fruncido. Finalmente, la muchacha le hizo un asentimiento a Kenshin, antes de comenzar a recoger las piezas a toda velocidad. Kenshin, muy a su pesar, se alejó, y Saito cerró la puerta tras él, observando la fluidez de movimientos de la kunoichi. Probablemente había sido entrenada hasta alcanzar aquel límite. En poco tiempo la mesa estaba despejada y todas las fichas de mah-yong en su caja, en perfecto orden.
-Supongo que estará aquí para preguntarme por lo que pasó ayer, ¿verdad?- el tono de voz de Hikaru era agrio, y denotaba que el policía no era de su confianza. Chica lista, se dijo Saito, sonriendo sardónicamente en su interior.
-Principalmente- le tendió a la muchacha la tablilla de madera que, la noche antes, le había enseñado a Katsuhiro-. ¿Reconoce algo?
Hikaru tomó la pequeña tablilla y la miró. Saito observó que al cabo del tiempo, y a pesar de su calma aparente, tenía los nudillos blancos de tanto apretar el objeto.
-Mi nombre- murmuró ella-. Fuyuzuki Hikaru- y le tendió la tablilla.
-Fuyuzuki... No he oído nunca de ese nombre familiar.
-Tal vez sea porque me lo inventé yo. ¿Va a coger la tablilla, sí o no?
-Sólo ha mirado por un lado.
Hikaru le dio la vuelta, miró lo que había y se la volvió a tender.
-Dibuja tan mal como escribe. O eso, o es un tallador pésimo. Yo apostaría por las dos cosas.
-¿No le suena?
-¿Por qué habría de sonarme?
-No sé. Tal vez fuera algo de su pasado. Battousai suele meterse en problemas por eso mismo.
-¿Pasado? ¿PASADO? ¿Quiere que le diga a qué se reduce mi pasado? ¿Quiere que se lo diga?- Hikaru se puso en pie, rápida como el rayo- ¡Mi memoria más antigua se remonta a hace menos de un año! ¡No tengo casa, ni familia verdadera, y ahora ni siquiera tengo familia adoptiva! ¡Hable de problemas del pasado cuando tenga uno, por ahora tendrá que buscarse la vida!- y arrojó la tablilla al suelo-. ¿Tiene algo más que preguntar? Porque si no, podemos ir dando por zanjada esta conversación.
Saito se inclinó para recoger el objeto, que por sorprendente que pareciera estaba indemne, le sacudió el polvo y lo guardó en su bolsillo. Luego cogió algo que llevaba escondido a la espalda, debajo de la chaqueta de su uniforme y se lo mostró a la chica.
-Encontraron esto en su... "habitación", por llamarlo de alguna manera. ¿Lo reconoce?
La cara de Hikaru mostró una expresión de desesperación y nerviosismo al ver el sencillo tanto.
-¿No pensará que fui yo quien les mató, verdad?
-Lo dudo mucho- contestó Saito, con una sonrisa lobuna-. ¿Lo reconoce?
-Es mío- admitió ella-. Un trozo de mi pasado perdido- la muchacha frunció el ceño, reconociendo los comienzos de un incipiente y repentino dolor de cabeza. ¡Oh, por todos los kamis! ¿Es que nunca se iba a librar de aquella pesadilla?
Saito observó que la muchacha empezaba a frotarse la cabeza con suavidad, como si hubiera algo que la molestara o sufriera de una jaqueca.
-¿No guardará algo más de ese pasado perdido por un casual?
Hikaru se apretó subitamente la cabeza con las manos. Los ojos se le estaban nublando por momentos, y sentía un dolor tal que parecía que su cráneo iba a estallar. Empezó a respirar rápidamente, sintiendo que se ahogaba por momentos.
-Déjeme... en... paz- jadeó ella.
-Será mejor que...
-¡¡HE DICHO QUE ME DEJE EN PAZ!
Y la muchacha salió corriendo, agarrándose todavía la cabeza y pasando al lado de Saito como la brisa. Abrió la puerta de golpe y siguió corriendo por el pasillo. El policía se quedó allí, como si no hubiera pasado nada, dejó el tanto sobre la mesilla, justo encima de la caja con las piezas de mah-yong, sacó un cigarrillo y lo encendió.
-¡Hikaru-san!- llamó la voz de Kaoru-. ¡¡¡Yahiko! ¡¡¡Tenemos un problema!
El muchacho pasó por delante de la salita a toda velocidad.
-No, si ya sabía yo que tarde o temprano lograrían que le diera la migraña a la pobre otra vez...- iba musitando-. No tienen ni una pizca de sensibilidad.
Saito arqueó una ceja al escuchar el comentario y salió de la habitación.
-¿Son habituales los ataques de tu amiga?- le preguntó a Kenshin, que se apresuraba por el mismo camino que Yahiko. Este frenó en seco y miró a Saito con una cara que no presagiaba nada bueno.
-Solo cuando alguien intenta hacer que recuerde- contestó al final-. Megumi dijo que era de tipo psicológico. ¿Has acabado ya, o piensas seguir torturándola?
-Por ahora la dejaré tranquila- contestó el policía, soltando una voluta de humo-. Pero dile que no salga de Tokyo en los siguientes días. Podríamos necesitarla. Le he dejado un regalo- añadió, saliendo de la casa y encaminándose de vuelta a sus tareas, fueran estas cuales fueran. Kenshin le vio alejarse con los ojos convertidos en finas rendijas, hasta que la llamada de Kaoru hizo que pusiera de nuevo la atención en el problema inmediato.
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-¡Ese tipejo!- exclamó Megumi-. ¡Le dije que Hikaru-chan no estaba en condiciones!
-¿Desde cuando se ha preocupado Saito por la salud de nadie?- interrogó Kaoru a su vez, irritada de manera bastante visible. Golpeó con el puño la mesa, y varios palillos largos y coloreados salieron volando y volvieron a caer.
Hikaru parpadeó.
-Aaaah, Kaoru-san, Megumi-san, no os preocupéis más- dijo, mientras observaba la nueva disposición de los palillos-. ¿Qué podía saber de mis dolores de cabeza?- sonrió al coger un palillo pintado con una espiral azul sin mover a ninguno de sus compañeros del montón-. ¡Tengo al Mikado!
Las otras dos mujeres gimieron.
-Es ya la cuarta vez...- musitó Kaoru.
-Pero eso es porque no os concentráis en el juego- le respondió Hikaru-. De todas formas, ¿está bien esto? Quiero decir... ¿No debería hacer algo por ayudar en el dojo? No soy buena cocinera, pero podría ayudar limpiando o...
-¡Ni se te ocurra pensarlo!- Kaoru volvió a golpear la mesa y los palillos volvieron a volar. Hikaru se echó un poco hacia atrás, agarrando unos poco palillos, incluido el "Mikado", con cara de susto.
-Tranquila, Kaoru- dijo Megumi-. De todas formas, como tu médico, no puedo permitir que hagas grandes esfuerzos- añadió, dirigiéndose a Hikaru-. Así que tu hazme caso, descansa tranquila, y aprovecha la ocasión, que te puede durar poco, ¡Ohohohohohoho!- y dos orejillas de zorro parecieron asomar por encima del pelo de la doctora.
"Si esta mujer no es una kitsune, yo dejo de llamarme Hikaru," pensó la pobre kunoichi, que estaba meditando seriamente en la posibilidad de ir a la comisaría del tipo que la había visitado antes, rogándole que, por favor, que respondería a todas las preguntas que quisiera, pero que la ocultara en lugar seguro lejos de aquel par de locas.
-Kaoru-san...- murmuró ella-. Quería preguntarte algo.
-Dime.
-¿En serio no os importa?
-¿Importarnos? ¿El qué?
-Que me quede aquí hasta que todo esto pase... Os estoy poniendo en peligro a todos- la muchacha se mordió el labio inferior-. Puede que suene egoísta, pero si perdiera a alguien más, me volvería loca.
-Nada de eso, Hikaru-san. Me alegra ver que te preocupas por nosotros, pero por una vez, preocúpate por ti misma- observó el montoncito de palillos y cogió uno sin mover los demás-. ¡Ja, mira eso! Tu turno, Megumi-san.
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-Lo único bueno que sacamos de que Jo-chan esté jugando con Hikaru-chan es que Kenshin es el que cocina.
Sano estaba sentado en el porche del dojo, mientras que Yahiko yacía en medio del mismo, completamente molido de trabajar.
-Calla, que tú no has estado aquí currando.
Kenshin asomó la cabeza por la ventana de la cocina.
-Luego nos pedirá que calentemos el agua del baño.
Yahiko lanzó un gruñido.
-Si no fuera porque será para que Hikaru-neesan se bañe, la mandaba a paseo.
-Oye, en serio, comprendo que a la pobre le han dado un palo de los gordos, pero, ¿realmente tenéis que ser tan delicados con ella?
-Cuéntaselo tú, Kenshin.
-Bueno, Hikaru-dono ha tenido una recaída con las migrañas...
Sano se puso pálido.
-¿Otra vez? Oye, yo no estoy dispuesto a que vuelva a soñar con mi pasado. Ya fue bastante malo cuando lo hizo la primera vez.
-Nah, esta vez le toca a Aoshi- anunció Yahiko.
-Menos mal. Aunque me hubiera gustado verle la cara cuando Hikaru le hubiera preguntado al respecto.
-La de siempre.
-¿Y no creéis que esta chica tiene algo raro? Con todo lo de las migrañas, los sueños... ¿Creéis que antes practicara mahou o algo por el estilo?
-¡Venga ya!
-¿No crees que es un poco improbable, Sano?
-¡Y yo que sé! Es más rara que un perro verde con motas rosas. Y lo personajillos que iban detrás de ella eran de similar calaña. Solo había que ver a las tres locas esas de los colorines...
-Daban grima.
-¿No sois un poco exagerados los dos?
-¡Pero si tú no las viste!- exclamaron al mismo tiempo Sano y Yahiko.
-¡Pregúntale a Hikaru-neesan si no!- añadió este último.
-¿Se puede?- preguntó una voz conocida desde la puerta de la valla de atrás.
Sano levantó la vista y Kenshin se asomó por la ventana de la cocina. Yahiko ni siquiera se inmutó.
-¿Tsukioka-dono?- interrogó el espadachín pelirrojo-. Adelante, pasa.
El joven abrió la pequeña puerta y pasó dentro del recinto.
-¿Qué haces aquí, Katsu?- preguntó Sano-. Pensaba que estarías en tu casa...
-He venido solo un momento. He estado investigando un poco más sobre esa sociedad de la que os hablé a ti y al policía ese.
-Venga, di.
-Estuve hablando con un amigo vuestro... el cónsul holandés. Me sorprendió averiguar que os conocía. El caso es que me comentó que la organización es conocida solo en ciertos círculos, y que está considerada como peligrosa. A pesar de que el gobierno español está intentando poner fin a estos tipos en silencio no están teniendo mucha suerte. Parece que están muy extendidos.
-¿Y a qué se dedican que dicen que son tan peligrosos?
-Trafico de armas y esclavos, pirateo, robo, extorsión, asesinato...
-¡Fuh! Menudos angelitos.
-Al parecer están metidos hasta el cuello en la mitad de las guerras europeas, vendiendo armas a uno y otro bando... Y según he oído están buscando algo aquí en Japón que podría llenarles los bolsillos en menos de lo que te puedes tragar un tazón de arroz.
-Tratándose de Sano, eso es muyyyyy rápido- comentó Yahiko.
-No sé que relación puede tener todo esto con Hikaru-san, o para que demonios la quieren, pero...
-¡Vaya, Tsunan-san!- exclamó la voz de Kaoru desde la puerta, y Katsu enmudeció, lanzándole una mirada interrogativa a Sano. Este vio a Hikaru detrás de la kendoka, observando al recién llegado con cara de curiosidad, y sacudió su cabeza en una negativa-. ¿Vienes de visita?
-Tenía que comentarle una cosa a Sanosuke- contestó él-. No pensaba quedarme demasiado.
-¡Ni hablar! Ya que te has tomado la molestia de venir, al menos quédate a cenar. Y hablando de la cena, Kenshin, ¿necesitas ayuda?
-No hace falta, Kaoru-dono, en seguida estará lista.
-Menos mal, ya solo me faltaba tener una indigestión- comentó alegremente Yahiko.
El batacazo de respuesta mandó volando a Yahiko un metro en dirección a Katsu, quien lo esquivó por los pelos y observó la trayectoria del muchacho hasta que este cayó al suelo, fuera de juego. Hikaru, detrás de la sumamente enfadada Kaoru, había dado un paso atrás, espantada.
-Tiendo a olvidarme de lo peligroso que puede resultar meterse con las personas menos adecuadas- musitó Katsuhiro, intentando mantener una expresión seria, y lográndolo de algún modo. Luego, se volvió hacia la kunoichi pelirroja y se inclinó ligeramente-. Me alegro de volver a verte, Hikaru-san.
Una sonrisa asomó al rostro de la muchacha, quien se inclinó en respuesta.
-Yo también me alegro, Tsunan-san- la sonrisa de Hikaru se agrió ligeramente-. Es un mal momento para encontrarse con viejos amigos.
Antes de que nadie pudiera hacer un solo comentario en respuesta a la frase de la chica, la voz de Kenshin surgió de la cocina.
-¡La cena está lista!
Dicha frase revivió en un momento a Yahiko y puso en movimiento a Sanosuke, que pasaron como exalaciones por el pasillo. Hikaru, con el pelo alborotado por el aire que habían movido los dos, parpadeó rápidamente.
-¡Eh, vosotros dos! ¡Primero los invitados!- rugió Kaoru, yendo detrás de ellos.
Megumi sacudió la cabeza y puso una mano en el hombro de Hikaru.
-Vamos, hay mucho que contar. Y nada de cosas malas por hoy, ¿de acuerdo?
Hikaru iba a decir algo cuando un gruñido surgió de sus tripas, y se puso roja como un tomate.
-Parece que hay alguien que tiene hambre... ¡Ken-san, asegúrate que esos dos monstruos no se comen la cena de Hikaru-chan!
Katsu estaba haciendo un visible esfuerzo para no empezar a reírse a carcajadas, y Hikaru tenía la cara casi tan roja como su pelo, lo que era una mala señal, teniendo en cuenta el color de su cabello. Megumi medio empujó, medio arrastró a la muchacha de camino al comedor. Kenshin salió haciendo equilibrios con las bandejas de comida y el cubo con el arroz, y Katsuhiro cogió varias de las raciones en previsión de algún desastre.
-¿Qué ibas a decir de los que persiguen a Hikaru?- preguntó el samurai de pronto, con un tono de voz serio que contrataba con el que había usado momentos antes.
-No quiero preocuparos más de lo necesario, Himura... Pero no es solo un grupo.
Kenshin papadeó.
-Hay dos- finalizó Katsu.
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NOTAS DE LA AUTORA: No me acaba de convencer como sigue el capítulo, la verdad, pero es lo mejor con lo que he podido salir, hasta la próxima parte. Siempre es necesario un poco de relleno, y tenía que darle un respiro a Hikaru U. Hagane, el recién llegado, es además el último personaje que he unido a la trama previa, por ahora. ¿Quién sabe lo que habrá más adelante? En ciertos aspectos, el pobre es un remiendo de ninja. Si sacáis los personajes que he usado (todos), os ganareis mi entero respeto.
El juego al que están jugando Megumi, Kaoru y Hikaru se llama "Mikado", y consiste en ir cogiendo palillos de un montón sin mover el resto. Dependiendo de la coloración de los palillos, estos tienen una puntuación. El más valioso es el "Mikado", y quien lo consigue puede, además, usar el palillo como ayuda para coger otros palillos. Los palillos que usan las chicas son los de mi juego de Mikado, que lleva criando polvo desde hace algunos años en un cajón de mi escritorio U
Jockerita: la verdad es que enlazar a Hikaru, ya la tenía enlazada. Todas sus relaciones con el Kenshingumi y compañía están en el videojuego, y aunque no entiendo una palabra de japonés, creo que puedo hacerme una idea de cómo van. Respecto a no ser tan cruel con Hikaru... Bueno, solo puedo decir que tengo un sistema para escribir que viene a ser el siguiente: cuando más hecho puré tengo a un personaje, más posibilidades tiene este de salir con bien. Además, la trama me exige torturar un poco a la chica. Y no os creas que es la única que va a salir escaldada.
Rin: No, me temo que Hijiri, la contrapartida masculina de Hikaru no saldrá. Principalmente porque me resulta imposible cruzarlos. La razón es simple: en el videojuego, el Kenshingumi era fijo en el argumento, pero dependiendo de si escogías a Hijiri o a Hikaru, podías llevar a Saito (en el caso de Hijiri) o a Aoshi-sama (en el caso de Hikaru). Juntarles a los dos y cruzar sus tramas iba a ser un poco complicado (según tengo entendido, Saito te prepara el antidoto para Yahiko, mientras que en el caso de Hikaru, tienes que derrotar a Aoshi para que este te diga el orden en que tienes que mezclar las hierbas). Así que en este fanfic tomo la versión "femenina" del videojuego.
En el próximo capítulo, un poquito de verdadera acción, para variar un poco.
