NANA: CERTEZAS.

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No, Rurouni Kenshin no es mío. Tampoco lo es Hikaru. Por serlo, seguro que ni Hagane lo es U Y si creéis que yo me llevo dinero con esto, es que estáis más locos aún que yo.

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Kaoru estaba observando los destrozos que se había producido en el patio trasero, y lanzó un suspiro de resignación. Los agujeros que había abierto la munición del rifle de caza del occidental iban a tardar un buen tiempo en ser reparados, por no hablar del dinero que dicha reparación costaría. No ganaba para disgustos. Además, pensó la maestra de kendo volviéndose hacia una parte del patio en el que se veía la marca de perdigones, tendrían que comprar una cuba nueva para la colada. Dio un nuevo suspiro. Vaya un fastidio.

No había escuchado al hombre acercarse a la puerta trasera, así que cuando oyó la voz de este lanzando un sonoro juramento dio un bote y se volvió.

-¡Chikuso! ¡Se nos han adelantado de nuevo!

Kaoru observó al joven samurai que miraba con los ojos como platos los agujeros en la pared del dojo, y le reconoció como el japonés que había estado acompañando al otro hombre occidental, preguntando por Hikaru. Con un rápido movimiento, y haciendo caso omiso del dolor que le producía la herida del hombro, sacó su boken de prácticas y se puso en guardia. El joven la miró con expresión sorprendida.

-¡Así que ha vuelto!- exclamó ella-. ¡Pero se equivoca si piensa que vamos a ser víctimas fáciles! ¡Sus compañeros ya están en la cárcel!

-¿Compañeros?- el joven pestañeó-. Oiga, no sé que impresión se habrá hecho de mí de la vez que nos encontramos, pero le aseguro que esto no tiene nada que ver conmigo o con la gente con la que trabajo. Si hubiera sido alguno de ellos no tendrían agujeros de arma de fuego, sino una bonita colección de shuriken y kunai clavados en la pared.

Kaoru bajó el arma, pero siguió en guardia, desconfiando de aquel joven. Este mostró una sonrisa inocente.

-Verá, ¿se acuerda de la chica por la que pregunté? Bien, esos tipos vinieron a averiguar cosas sobre ella. Supongo que se encargó Battousai de ellos, ¿no?

De nuevo Kaoru tenía el boken levantado.

-¿¿Cómo sabe eso?

-Me trato con un clan ninja, tienen redes de información y todo eso. Además, he escuchado suficientes historias del Bakumatsu no Douran como para reconocer al mismísimo Okita si su fantasma se me apareciera, ¿sabe?

-¿Y qué es lo que quiere usted, si se puede saber?

-Pues información.

-¿De que clase?

-Vamos, vamos, tampoco hay que ponerse así. Voy desarmado, ¿ve? He venido en son de paz. Hago unas preguntas inocentes, me contesta como tenga a bien y, si en algún momento se siente amenazada, solo tiene que darme una tunda o, en caso necesario, llamar a su amigo de la espada de filo invertido. Una katana sorprendente y una verdadera obra de arte, si me lo permite decir.

La maestra del dojo estaba realmente confusa. No sabía que hacer con respecto a aquel hombre. Parecía amigable y, como el mismo había dicho, no llevaba ningún arma, al menos visible. Pero había algo en él que no acababa de encajar, y no podía evitar colocarle en la misma categoría de peligrosidad en la que, en su momento, había colocado a Saito. Volvió a bajar el boken, aunque no las tuviera todas consigo. La oferta, en ciertos aspectos, le parecía razonable, y siempre podían sacar algo de información respecto a lo que perseguían aquellos tipos.

-Supongo que no le importará que mi "amigo de la espada de filo invertido" participe en la conversación, ¿verdad?

-De hecho me interesaría que así fuera.

Kaoru miró al joven de arriba abajo.

-Espere aquí.

Pocos instantes después, el joven samurai, Kenshin y Kaoru estaban sentados alrededor de una mesa, con tres tazas de humeante té verde sobre la misma. El samurai tomó un sorbo de su bebida antes de comenzar a hablar.

-Siento mi descortesía al no haberme presentado. Mi nombre es Date Amemaru.

Kenshin arqueó una ceja. Aquel apellido...

-¿Date?

-Ajá.

-¿Relacionado con la familia de militares y estrategas?

-Hai- dijo Amemaru con una sonrisa-. En realidad, pertenezco a una rama secundaria que se acomodó en Yokohama y comenzó a hacer tratos con los comerciantes occidentales. De hecho, esa tradición de comercio con los gaijin es lo que me lleva a esta situación.

-Supongo que se referirá al asunto de la hermandad del Hacha Sangrante.

-Oh, ¿ya les han hablado de ellos? Supongo que sí, tengo entendido que su amigo Sagara es antiguo compañero de fatigas de Tsukioka Tsunan.

Kenshin miró a Amemaru con los ojos violetas entrecerrados.

-Verán- continuó Amemaru, haciendo caso omiso de la mirada del samurai pelirrojo-, en principio todo esto era mucho más sencillo. Nosotros no teníamos intención de meter a nadie en este asunto salvo a Fuyuzuki-san, su amiga, quien, por desgracia, ya estaba metida. Pero nuestros adversarios, la hermandad a la que ha mencionado antes, nos llevan una buena delantera. Sabemos que la muchacha ha dejado Tokyo. Cogió la ruta Tokai hacia Kyoto, y esta noche fue atacada por un grupo de ninjas.

-NANI?- exclamó Kaoru, poniéndose en pie.

-Tranquilicese, Kamiya-san. Su amiga está bien, de hecho bastante mejor que el agente de nuestro grupo que la estaba siguiendo, cosa loable, dado que nuestro agente compitió con menos atacantes que ella, según sus palabras. Sin embargo, tras el combate la perdió de vista, y por ahora no tenemos noticias suyas, aunque creemos que está a salvo.

Kaoru lanzó un suspiro.

-Yokatta...

-Ahora que les he tranquilizado respecto a su amiga, ¿podría hacerles algunas preguntas? No tienen por qué responder, aunque nos solucionarían algún que otro problema.

-Haga las preguntas- contestó Kenshin-. En cualquier caso, ya se verá si tenemos respuestas a ellas.

Amemaru asintió.

-Lo primero es lo primero. Sé que el nombre familiar de su amiga no aparece en ningún registro oficial dado que se lo inventó ella. Tengo mis fuentes- añadió con una sonrisa ante la mirada pasmada de sus dos interlocutores-. Lo que quisiera saber es si conocen de la existencia de algún registro de ella o de su pueblo natal.

-No, que yo sepa no existe ninguno.

Amemaru se quedó pensativo.

-Eso dificulta las cosas...- musitó-. ¿Qué conocen del pasado de su amiga? ¿Hay algo que puedan decirme?

Kaoru pareció a punto de saltar, pero Kenshin la detuvo antes de contestar.

-No sabemos nada, realmente, a parte de que la aldea en la que vivía fue atacada, y sus habitantes aniquilados. Al parecer, perdió la memoria durante el suceso, y no sabe absolutamente nada de lo que la ocurrió.

Amemaru parpadeó.

-¿Tiene amnesia?

-Hai. Cada vez que alguien intenta hacerle recordar algo, sufre un fuerte dolor de cabeza.

El joven samurai de cabellos negros lanzó una maldición por lo bajo.

-Esto no estaba en los planes... ¿Y respecto a la aldea? ¿Han estado alguna vez allí?

Kenshin dudó durante unos instantes antes de contestar.

-Hai.

-¿Hubo algo que les pareciera fuera de lugar? ¿Alguna cosa que se salvara de la quema, lo que fuera?

-Iie. No quedaban más que ruinas.

Los dos samurais se miraron fijamente a los ojos y, finalmente, Amemaru asintió.

-Comprendo. Gracias por sus respuestas, aunque no hayamos adelantado nada. Como bien les dije, no era nada tan terrible.

El joven japonés de cabellos negros se puso en pie.

-Una última cosa. El Hacha Sangrante quiere eliminar todo rastro del pasado de la muchacha, asesinando a todos aquellos que la han conocido en persona. En nuestra situación, lo único que podemos hacer es enviar a alguien para que avise a Fuyuzuki, pero la seguridad de ustedes y sus amigos es cosa suya. Nunca tuvimos intención de que ustedes entraran en este asunto, especialmente usted, Himura-san, pero me temo que el Hacha Sangrante es de otra opinión. Cúbranse las espaldas y con probabilidad podamos conseguir que Fuyuzuki-san vuelva a ustedes, aunque sea huyendo de nosotros.

Y con un simple gesto como despedida, Amemaru salió de la habitación y del dojo.

Kenshin y Kaoru, que habían seguido al hombre, se miraron mutuamente, con preocupación en el rostro.

-¿En que lío nos hemos metido ahora?- preguntó la maestra del dojo.

-A saber. Solo espero que Hikaru-dono salga bien de esta- contestó el samurai.

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Horas más tarde, Fuma Hagane salía de Tokyo, tomando una ruta alternativa hacia Kyoto, en la esperanza de alcanzar a la muchacha Fuyuzuki antes de que pasara algo desagradable. Amemaru le había contado su encuentro con Himura Kenshin, y el ninja supo que estaban en serios apuros. Había dejado a Miho al cargo de la investigación sobre los traidores, confiando en que su amada podría con todos los problemas que se presentaran. Sólo podía confiar en ella, y prefería que se recuperara de sus heridas mientras él hacía el viaje.

No iba a ser sencillo, ni falto de peligros.

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Días más tarde, Hikaru llegó a Kyoto.

La joven kunoichi habría quedado fascinada por la antigua capital de Japón de no ser porque se encontraba francamente mal. La última etapa de su viaje le había costado horrores, y no había dejado de toser en todo el día anterior. Por mucho que se arrebujara en su chaqueta, no podía evitar sentir frío, y había llegado a la conclusión de que se había puesto enferma. Pero, aunque sabía que en aquel estado no podría hacer mucho, se negaba a detenerse. Comenzó a atravesar la ciudad, sintiéndose realmente miserable. Apenas había probado bocado en los últimos días.

Caminó sin dirección aparente durante un tiempo, perdida por completo. Se detuvo de pronto ante un pequeño albergue de aspecto acogedor. El aspecto que daba es que había sido derruido en parte por un terremoto y reconstruido recientemente. Hikaru casi podía olfatear el aroma de la comida y antes de darse cuenta había dado ya varios pasos hacia el lugar. Se detuvo, sorprendida, y sacudió la cabeza.

"No," pensó. "Este lugar parece fuera de mi presupuesto, por muy respetable que sea, y aún me queda mucho camino que recorrer. Aunque..." Hikaru alzó la vista hacia el signo con el nombre del establecimiento.

"Aoiya... ¿Dónde he oído eso antes? Creo recordar que Kaoru-san lo mencionó... ¿con respecto a quién? Si no me sintiera tan cansada sería capaz de recordarlo... En cualquier caso, no creo que deba quedarme aquí."

Se giró y dio un par de pasos hacia delante, sin ver ni a dónde iba ni lo que la rodeaba. Sentía la cabeza pesada, y como si todo su cuerpo se fuera a derrumbar. Trastabilló y tropezó con alguien más o menos de su altura.

-¡Hey! ¡Mira por dónde andas!- exclamó una voz femenina bastante malhumorada.

-Gomen... nasai...- fue a decir, pero su voz se quedó en un susurro. Sus piernas no podían aguantar el peso del resto de su cuerpo. Y cayó...

-¡¡¡KYAAAAAAA! ¡¡¡¡Jiya! ¡¡¡Alguien! ¡¡¡Ayuda!- llamó la voz femenina de antes.

Fue lo último que escuchó Hikaru antes de caer inconsciente.

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Misao y Okina miraron al doctor mientras este salía de la habitación en la que habían acomodado a la joven que se había desmayado delante del Aoiya.

-Me temo que la chica ha cogido alguna afección pulmonar- dijo el hombre-. No es grave, por ahora, pero su estado podría empeorar. Parece que no ha comido nada decente en los últimos días, y eso repercutirá en su estado de salud. Tiene además algunas contusiones, y le he tenido que entablillar el brazo izquierdo. El hueso no está fracturado, pero al parecer tiene una fisura, y tendrá que mantenerlo inmóvil durante un par de días si quiere que se le ponga bien.

Misao se encogió ante la lista de problemas de la muchacha. ¿Cómo demonios había podido acabar así?

El doctor le tendió un pequeño sobre de medicina a Okina.

-Disuelva una pizca de estos polvos en un vaso de agua y déselo a beber, un vaso cada doce horas, durante seis días. Puede disolverlo en té, si se resiste a tomar la medicina. Ayudará a que su cuerpo se recupere del resfriado. En cuanto a los golpes, probablemente esté bien en dos o tres días; vendré a verla en ese espacio de tiempo.

El anciano asintió, y acompañó al médico a la salida. Misao, mientras tanto, se asomó a la habitación. La muchacha estaba tumbada en un futón, arropada. El brazo entablillado estaba por encima de la cobertura del futón. En su rostro, en la mejilla, se veía un manchón de colores amarillentos y violáceos de color enfermizo, y su aspecto en general era horripilante. Parecía dormir apaciblemente, aunque de vez en cuando se removía, como si no se encontrara a gusto. Misao cerró la puerta y se volvió hacia Okina, que estaba subiendo de nuevo las escaleras.

-¿Qué vamos a hacer?

-De momento se queda con nosotros.

-No me estoy refiriendo a eso, Jiya.

Okina sabía muy bien a lo que Misao se estaba refiriendo.

-Está claro que el lío en el que se haya metido tiene que ser gordo, pero no creo que sea algo que no puedas manejar, Misao-chan. En cualquier caso, solo ella podría decirnos quién la atacó, y no creo que sea conveniente alterarla tan pronto. Dejémosla descansar.

Misao asintió.

-Le pediré a Omasu que se ocupe de ella, y que nos avise cuando se despierte.

Dicho esto, ambos se separaron a continuar con sus respectivas labores, temiendo que aquella inesperada visita les fuera a traer mayores complicaciones de las que habrían creído posibles.

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Hikaru abrió los ojos y vio un techo de madera sobre su cabeza.

"¿Dónde estoy," se preguntó. "¿Me han cogido esos tipos? Malditos cobardes aprovechados..."

Entonces un rostro asomó a su campo de visión. Era una mujer joven, con el cabello castaño recogido en un sencillo moño y ojos grandes y apacibles.

"Vale, creo que me he precipitado un poco."

Entonces recordó haber estado delante de un albergue antes de tropezarse con alguien y caer al suelo.

-¿Dónde estoy?- preguntó en un susurro.

-Estás en el albergue Aoiya- anunció la mujer-. Te desmayaste justo frente a la puerta. Has debido de pasarlo realmente mal. Espera un momento, enseguida vuelvo.

Y con esas palabras, la mujer desapareció de su campo de visión.

Hikaru parpadeó ligeramente, tosió un par de veces e intentó erguirse. Descubrió que su brazo izquierdo carecía de gran parte de su movilidad y levantó lo levantó a la altura de los ojos. Lo tenía entablillado y sujeto firmemente. Al parecer había recibido la visita de un médico. Intentó erguirse de nuevo, y consiguió quedarse sentada en el futón, pero a aquello le siguió un terrible ataque de tos. Consiguió calmarse poco a poco, aunque se sentía sin fuerzas.

Al momento entró la mujer a la que había visto al despertar, seguida de un anciano apoyado en un bastón, con una barba de chivo adornada con un lacito rosa, y una chica de más o menos su edad con el pelo negro, recogido en una larguísima trenza. La chica de la trenza llevaba en las manos un vaso con un líquido humeante, y a Hikaru se le subió el ánimo cuando reconoció la bebida como té verde.

-No deberías estar levantada- dijo la muchacha-. Anda, bébete esto- añadió, tendiéndole el vaso.

Hikaru lo cogió con una leve sonrisa y murmuró un suave "domo arigato" antes de beberse el contenido del vaso de tres tragos. La bebida le dejó un regustillo amargo, pero casi de inmediato pareció sentirse algo mejor, y la kunoichi se dijo que lo más probable era que hubiesen añadido algún tipo de medicina.

-Domo arigato- repitió, esta vez más vivo, y le devolvió el vaso a la chica a su lado.

Esta sonrió de oreja a oreja.

-Iie. ¿Cómo te encuentras?

-Como si me hubiera pasado todo un ejercito de infantería por encima de las costillas, pero bien.

El anciano se arrodilló junto a la muchacha de la trenza.

-Bienvenida al Aoiya- dijo-. Yo soy Okina, y esta es Misao.

Misao hizo una rápida y vivaz inclinación de cabeza.

-Me llamo Hikaru- contestó la chica de cabellos rojizos. De pronto se sintió nerviosa. Por alguna extraña razón le preocupaba el hecho de estar allí y darse a conocer a los habitantes del albergue. La sensación de que algo iría mal si se quedaba era tremenda.

-Yo... No debería quedarme aquí- dijo la joven kunoichi-. Tengo que seguir mi viaje.

-¿En ese estado?- preguntó Misao-. Creo que no. El médico ha dicho que tienes que descansar un mínimo de seis días, y pienso encargarme de que hagas eso mismo, Hikaru-chan.

-Pero no tengo dinero con el que pagar...

-Eso no es problema.

Hikaru parecía desarmada ante la seguridad que rezumaba Misao, y en aquellos momentos lo último que quería era discutir.

La mujer del pelo castaño, que se había ido de nuevo poco después de que Okina y Misao entraran en la habitación, volvió con un cuenco de arroz y unos palillos. Era una ración mínima, pero a Hikaru, que estaba muerta de hambre, aquello le pareció el paraíso. Misao la ayudó a ponerse en pie y avanzar hasta una pequeña mesilla, donde le resultaría más fácil comer, mientras Okina abandonaba la habitación, con una excusa que Misao tradujo rápidamente como: "va a ir a molestar a alguna chica de la ciudad". Hikaru pronto aprendió que la chica del cabellos castaño se llamaba Omasu, que en el albergue había otra mujer más, de nombre Okon, y que había otros dos hombres, Kurojo y Shirojo.

-Aunque puedes llamarles Kuro y Shiro, no les molesta en absoluto- añadió Misao, que se había autoasignado como la guía particular de Hikaru en la vida del Aoiya.

Y, claro, llegó el punto en que Misao comenzó a hablar de su Aoshi-sama.

En aquel momento la mente de Hikaru se desembarazó de su pesadez y lanzó llamadas de alarma por toda su cabeza. Aoshi era precisamente el nombre Shinomori-san, se dijo la kunoichi pelirroja, aterrada. Una parte de su mente comenzó a objetar en un intento de tranquilizarla. A fin de cuentas, Aoshi no era un nombre tan raro. Tal vez no tan común como Hikaru o Misao, pero desde luego no era especialmente extraño, y aquello podía ser tan solo una simple coincidencia, ¿verdad?

Le vino de nuevo a la mente el hecho de que Kaoru había mencionado el nombre de aquel albergue, pero, ¿a santo de qué? Si al menos recordara el momento en que lo había nombrado...

-¿Te encuentras bien, Hikaru-chan?

Hikaru miró a Misao, que lucía una cara preocupada y decidió que no se encontraba nada bien.

-Un poco mareada y cansada, Misao-chan. Tal vez debería dormir un poco...

-¡Por supuesto!

Misao ayudó a Hikaru a volver al futón y echarse la manta por encima.

-Si necesitas algo, llámanos, ¿de acuerdo? Volveré a la hora de la cena.

Hikaru asintió con la cabeza, y vio como Misao se marchaba cerrando tras de sí la puerta de la habitación, y se acomodó en el futón. Al menos, pensó, por ahora todo parecía ir bien, pero estaba segura de que pronto todo acabaría mal. A fin de cuentas, los que habían matado a Himadera-san y a los feriantes y habían atacado el dojo Kamiya no se iban a rendir así como así.

Cerró los ojos, deseando que para cuando la encontrasen, al menos estuviera lejos de aquella gente que la había acogido.

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Hagane había avanzado rápidamente por aquella ruta, adelantando varios días, pero a aquellas alturas, salvo que hubiera ocurrido algo durante el camino y él no lo hubiera sabido, Fuyuzuki debería haber alcanzado ya la ciudad de Kyoto. A él todavía le quedaba regresar a la ruta Tokai para alcanzar en dos días su destino. Una vez más, salvo que hubiera habido algún problema, o la muchacha sintiera que era más seguro quedarse en aquella zona durante un tiempo, cosa harto improbable, llegaría tarde para alcanzarla. Por suerte, se dijo, todavía contaba con ciertos contactos en la zona.

El ninja avanzaba con rapidez, en la esperanza de acortar las distancias lo más posible. En algún momento, se dijo, la muchacha tendría que dejar de huir o la alcanzarían sus adversarios, y desde luego el no estaba dispuesto a darse por vencido.

No escuchó ningún ruido, ni vio nada por el rabillo del ojo, pero aun así supo que algo andaba mal, y esquivó.

Una andanada de shuriken se clavó en el suelo justo en el lugar en el que había estado antes. Hagane bufó, descontento por el retraso. El tiempo que perdiera en la pelea era tiempo que Fuyuzuki le sacaría de ventaja. Con un suave y rápido movimiento, desenvainó su ninjato.

-¡Salid de una vez!

Tres hombres surgieron de entre las sombras de los árboles, saltando y aterrizando grácilmente en el camino. Todos iban armados: uno llevaba dos tantos, otro dos kamas, y el último una ninjato. Tras un momento de pausa, en el que los contrincantes se observaron, los tres ninjas atacantes saltaron sobre Hagane, sin un solo grito ni sonido.

El ninja Fuma dio un salto y una voltereta hacia atrás, esquivando al ninja de las kamas, alzó su espada para protegerse del que llevaba la ninjato y, con una patada, derribó por un momento al que iba armado con los tantos. Lanzó varios tajos bien modulados hacia su más cercano adversario, intentando poner algo de distancia entre los dos, pero pronto se unió el ninja de las dos hoces, y a Hagane no le quedaba ninguna duda de que el tercer atacante pronto estaría detrás de él. No podía defenderse de tres personas a la vez, por bueno que fuera. Y, de pronto, tuvo una idea.

Comenzó a moverse mientras esquivaba y atacaba, manteniendo siempre a sus adversarios frente a él, en la esperanza de poder controlar durante tiempo suficiente la ofensiva enemiga. Pudo notar al tercero de los ninja poniéndose a su espalda, y casi pudo adivinar la sonrisa de los otros dos al ver a su compañero unirse al ataque. Hagane esperó al momento en que el ninja de los tantos se lanzara hacia delante...

Justo en ese instante, lanzó tajo que abrió la guardia del ninja de las kamas y, con un salto, consiguió apoyar sus pies en el cuerpo del individuo, saltando de nuevo y elevándose por encima de los tres. El movimiento fue tan rápido y sorprendente que ninguno de los tres atacantes pudo evitar lo que siguió. El atacante armado con los dos cuchillos siguió hacia delante en su carrera, sin tiempo ni espacio para frenar, y cayó sobre su compañero, clavándole los tantos en el pecho y produciéndole heridas que, si no eran mortales, seguro que sí que causarían su muerte si no era atendido.

Hagane no pensaba darles esa opción.

Cayó en picado, con su ninjato apuntando hacia abajo, y la espada se hundió profundamente en el cuerpo del hombre que había herido a su compañero. El ninja oyó el gorgoteo de su adversario al intentar respirar, y ambos, el cadáver y Fuma, cayeron al suelo. Hagane se dio cuenta entonces de un pequeño problema, al intentar arrancar esta del cuerpo de su víctima: no conseguía moverla de su sitio. Maldiciendo, se volvió hacia el último de los atacantes. Este parecía estarse planteando muy seriamente la sabiduría de seguir con el combate pero, tras sus momentos de duda, se arrojó contra Hagane, con la ninjato alzada.

La hoja comenzó a caer hacia el cuerpo del ninja Fuma, pero este no estaba dispuesto a que le mataran. Se agachó ligeramente y elevó las manos, atrapando la espada entre sus palmas enguantadas. Rápidamente, sin que le diera tiempo a reaccionar a su adversario, echó la hoja hacia su izquierda, girando el cuerpo mientras lo hacía, y lanzó un codazo a la cara del hombre. Escuchó el sonido de la nariz de su adversario al romperse, y sonrió bajo su máscara.

Cogió la ninjato de su adversario.

-Debería haber supuesto que intentaríais detenerme antes de que llegara a la muchacha.

El otro ninja le miró con los ojos muy abierto, y una mano en la nariz, doblada bajo la máscara de tela. El hombre vio la ninjato clavada sobre uno de sus compañeros e intentó sacarla del cuerpo, en un futil intento de obtener un arma con la que defenderse.

Hagane entrecerró los ojos.

-Ya está bien, es hora de zanjar este asunto. Dura ya demasiado.

Y con un suave y rápido movimiento, lanzó un tajo con la ninjato. Su adversario cayó al suelo, agarrándose la garganta. En pocos instantes ya no respiraba. Hagane volvió hacia su ninjato y, tras un par de tirones, la recuperó.

-Hora de moverse, esto se está poniendo verdaderamente interesante.

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Cuando Misao le trajo la cena a Hikaru aquella noche, le dijo que cenaría con ella. Hikaru, que aún seguía abrumada por la cordialidad de aquella gente, para los que era una completa extraña, no sabía muy bien que hacer. Estaba claro que, durante al menos una semana, tendría que retrasar su viaje hacia el sur, lo cual la aterraba. Sabía que la estaban buscando, y que si no escapaba deprisa, la encontrarían de nuevo. La idea de que mataran a alguien más por su culpa se había convertido en su mayor pesadilla, una pesadilla muy real. El hecho de que Misao la estaba bombardeando a preguntas no ayudaba demasiado a mejorar su situación.

En aquellos mismos instantes, sin que ninguna de las dos muchachas lo supieran, Shinomori Aoshi había vuelto al Aoiya. Okina fue el primero en verle llegar, y le saludo tranquilamente, a lo que Aoshi respondió, como era habitual en él, con un simple asentimiento de cabeza.

-Esta mañana hemos tenido que dar alojamiento a una chica- anunció el anciano, sin esperar más palabra del anterior okashira-. Se desmayó en la calle delante de la puerta, y Misao-chan la encontró. Ahora está con la chica. ¿Qué tal si vas a echar un vistazo? La cena estará servida dentro de unos minutos, te da tiempo a hacerlo ahora.

Aoshi simplemente asintió y subió las escaleras hacia los cuartos de los invitados. Casi de inmediato escuchó la voz de Misao, en su alegre tono habitual, y otra voz, femenina y ligeramente apagada... Una voz que le resultaba muy familiar. Se acercó a la puerta, y golpeó suavemente la madera con los nudillos.

Hubo unos murmullos al otro lado de la puerta.

-¡Adelante!- contestó al fin Misao.

Aoshi deslizó la puerta hacia un lado y miró a las dos muchachas. Y por primera vez en mucho tiempo a punto estuvo de perder la compostura.

Los ojos de Hikaru se abrieron como platos al reconocer al hombre que estaba de pie en la puerta. Paralizada, no se dio cuenta de que el tazón de arroz había caído sobre la mesita ante la que las dos chicas estaban cenando, desparramando su contenido por toda la superficie de la mesa. Finalmente, la pobre muchacha pudo pronunciar un par de palabras, las que indicaban que sus peores temores con respecto a aquel albergue se habían hecho realidad.

-Shi-shinomori-san...

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NOTAS DE LA AUTORA: Odio tener un bloqueo mental a la hora de escribir, pero al menos ha salido este capítulo ya de una vez. No estoy nada satisfecha con la escena de acción de Hagane, pero más adelante tendrá una medianamente decente... Y seguro que también dejaré que Amemaru meta un par de tortas por ahí. En cambio, me encanta la reacción de Hikaru ante Aoshi xDDDD Aunque mejor será lo que tengo planeado para el siguiente capítulo xDDDD Soy malaaaaaaaaa...

Bueno, parece ser que la afluencia de reviews ha decaído, y mucho. ¡Venga, dejad alguna, que así posteo más rápido y escribo con más ganas!

En el siguiente capítulo, las penalidades de Hikaru para escapar de una casa repletita de ninjas, y Hagane llega al fin a Kyoto, pero puedo jurar que eso va a traer muchos más problemas de lo que se puede pensar.