KYU: NUESTRO MUTUO ENEMIGO.

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¿En serio hace falta que ponga el disclaimer? ¡Ya lo he hecho en los otros ocho capítulos! Bueno, valeee... RK y todos sus personajes son de Watsuki. Hikaru es de Sony. La Hermandad del Hacha Sangrante es de Wolfstone. Hagane, Amemaru, Rodriguez, Miho y unos cuantos más son de mi depravada mente. ¿Contentos? Pues hala, ya podéis seguir.

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Misao dio un paso hacia atrás de manera involuntaria, apartándose del caído y su verdugo. Este solo le dirigió una fugaz mirada antes de girarse y encararse al resto de los ninjas, un total de ocho. Cinco de ellos estaban rodeando a Hikaru, que ahora se encontraba de espaldas a la pared del pequeño cuarto, mientras que otros tres se enfrentaban a los recien llegados. El hombre soltó una queda maldición, dado que, incluso teniendo en cuenta que el cuarto era amplio, no había mucho espacio para maniobrar y realizar un combate decente.

Pero entonces Hikaru cambió la situación de manera drástica.

A pesar de estar acorralada y en una situación bastante lamentable, la muchacha podía ver a Misao y Aoshi, junto al resto de habitantes del Aoiya, en la puerta, con uno de los atacantes, o al menos ella pensaba que era uno, al lado de su más reciente amiga. Sabía que iban a por ella, y que si se quedaba allí, probablemente tendrían graves problemas, así que realizó un movimiento desesperado que, por fortuna, ninguno de sus adversarios tenía previsto: saltó hacia uno de ellos, con el tanto alzado y un grito de guerra saliendo desde el estomago. El ninja reculó, y Hikaru hizo un barrido, obligándole a esquivarla, perdiendo por un momento su equilibrio. Antes de que pudiera reaccionar, la muchacha ya estaba de pie, clavándole el talón en el estómago con una patada circular cuya inercia hizo que el atacante cayera al suelo. De un salto, Hikaru atravesó la ventana rota y aterrizó sobre el tejadillo que separaba la planta baja del primer piso del Aoiya, antes de salir a escape.

-¡Fuyuzuki-san!- llamó la voz profunda del ninja de la máscara de metal.

Cuatro de los ninjas atacantes ya habían salido detrás de ellas, mientras que los tres que se encaraban a ellos permanecían a modo de barrera entre sus compañeros y los amigos de la muchacha y el octavo aún se recuperaba de la patada tan bien dirigida de Hikaru. El hombre de la máscara de metal dio un tremendo salto por encima de los tres hombres, lanzando un tajo de su ninjato al tiempo que hacía una voltereta, apartando a los otros, aterrizó sobre el estómago de que continuaba tirado (quien no debió agradecer mucho aquella maniobra) y salió detrás de los otro cinco personajes.

Hubo un momento de sorpresa entre los que quedaban en el interior del albergue, hasta que alguien decidió abrir las hostilidades: uno de los atacantes se abalanzó contra Misao, kama en mano, dispuesto a cortarla en dos. Por supuesto, como era de esperar, el golpe nunca llegó ni a rozar a la muchacha, porque Aoshi no iba a permitir ni de lejos que algo le ocurriera a la chica.

-Ve tras Hikaru- le ordenó, y Misao no dudó ni un momento. Pisando ella también al ninja que se removía de dolor todavía en el suelo, quién después de eso decidió que no se iba a meter en más pelea por lo que quedaba de noche, saltó en persecución de los demás, dejando a los otros encargados de acabar con los tres ninjas.

Y no cabía duda de que no serían gran problema para ellos, estando Aoshi en la batalla.

Hikaru había corrido toda la distancia del tejadillo del Aoiya, una descarga de adrenalina dándole alas a los pies. Al alcanzar el borde del mismo dio un portentoso salto que la dejó en el tejadillo del edificio de al lado y, con otro salto, se agarró al tejado del mismo, aupándose y corriendo por el tejado superior. Sin embargo, al alcanzar el final de este, se encontró con un salto imposible. Segura que en su estado físico no podía conseguir semejante hazaña, se dio la vuelta, y esperó.

Los ninjas habían esperado que la muchacha continuara corriendo, por lo que, cuando saltaron al tejado, habiendo recorrido una buena parte del trayecto por el tejadillo, se encontraron con que Hikaru ya estaba corriendo hacia ellos, con un grito de guerra en los labios y su tanto brillando a la escasa luz de las estrellas, casi pegada al suelo. Cuando alcanzó a los cuatro atacantes hizo un barrido bajo, más para separarles que para derribar a ninguno. Los cuatro ninjas se dispersaron, tal y como ella había previsto, y Hikaru escogió al que parecía más decente y se lanzó contra él cuando este todavía no había recuperado el equilibrio.

Lanzó dos tajos, una patada, un par de puñetazos y otro tajo. El ninja retrocedía, parando y esquivando los golpes. Hikaru intentaba concentrarse en la pelea, aún a sabiendas de que, por detrás, se estaban acercando los otros tres.

El golpe de una espada al contactar con carne le dijo que alguien había venido en su ayuda. ¿Shinomori-san, tal vez? Hikaru no tenía tiempo para comprobarlo, simplemente lanzó una andanada de tajos y puntadas con el tanto y, cuando tuvo al hombre dónde quería, le dio una patada lateral. El ninja alzó los brazos, con lo que el ataque no le afectó demasiado, pero le hizo resbalar un par de centímetros por el tejado... Para caer al vacío. La kunoichi se despreocupó del hombre. Probablemente habría aterrizado casi ileso, pero tardaría su tiempo en subir de nuevo, si es que subía. Se volvió para ayudar a su salvador, y se encontró con una sorpresa.

Su "salvador" no era, como había pensado, Shinomori Aoshi, sino el ninja que había aterrizado al lado de Misao, el hombre de pelo corto negro cuya cara estaba parcialmente oculta por la máscara con forma de hocico de tigre. Este se había lanzado a un frenético ataque, y mantenía a raya a sus tres adversarios con una habilidad poco común. Aún así, Hikaru sabía que aquello no bastaría para que les venciera, y con un "abunai!" de advertencia, saltó.

El ninja no la vio venir, pero no le hizo falta. Apenas escuchó el aviso, se agachó, esquivando una kama, y lanzando una patada, medio para desequilibrar a su adversario, medio para agacharse aún más bajo. Hikaru pasó por encima de él con la pierna adelantada, y golpeó a uno de los otros ninjas en la cara, haciéndole recular unos cuantos pasos, mientras ella aterrizaba por detrás de los otros dos atacantes. Estos hicieron ademán de volverse, pero una serie de tajos rápidos y particularmente bien colocados hicieron que volvieran su atención al otro defensor.

Al poco, una sexta persona se unió a la refriega, anunciando su llegada con una andanada de kunais. Misao había subido al tejado del Aoiya en lugar de hacer el trayecto que habían seguido los demás, justo a tiempo para ver que el ninja de la máscara de metal estaba colaborando con Hikaru, en lugar de atacarla. Por ello, cuando se lanzó de un tejado a otro, lanzando sus cuchillos, estos pasaron a los lados del extraño que las estaba ayudando, hiriendo a los dos atacantes. Con la colaboración de Misao, los tres fueron rápidamente reducidos.

Pero no hubo un momento de descanso. Apenas estos tres fueron derrotados, otros diez saltaron al campo de batalla, rodeando a los tres defensores.

-¡Kuso!- exclamó el ninja de la máscara de metal, en posición de guardia, con la espalda contra las de ellas-. Parece que han dejado de subestimarte, Fuyuzuki-san.

-¿Tú de que conoces a Hikaru-chan, si se puede saber?- interrogó Misao, sus manos llenas de kunais preparados para ser lanzados.

-No es momento para discutir esas cosas- repuso Hikaru, sus instintos de kunoichi atentos a todo movimiento-. Hablaremos cuando salgamos de esta.

-Apruebo la moción. ¿Acabamos rápido con ellos para empezar con asuntos más serios?

Hikaru casi se rió ante el tono despreocupado de su reciente aliado.

-Adelante, pues, que no se diga que no podemos con ellos.

Y los tres saltaron hacia delante, lanzándose contra sus adversarios.

El ninja de la máscara de metal lanzó un tajo cruzado con su ninjato a la altura del pecho de dos de sus adversarios. Estos retrocedieron de un salto, y un tercero se decidió a atacar por uno de los laterales, solo para encontrarse con su kama detenida por un tanto que había salido de los kamis sabían donde. El ninja efectuó un barrido que derribó a este contrincante y, con un movimiento instintivo, lo remató cuando aún estaba en el suelo. Se enfrentó a los otros dos, observando que uno de los recién llegados se había quedado atrás. Esto le preocupó, pero tenía otras cosas más acuciantes que atender.

Hikaru había corrido casi pegada al tejado, como era su costumbre, y dio un salto hacia delante y arriba con voltereta cuando alcanzó a sus atacantes, esquivando las kamas. Su ligero cuerpo se alzó sobre las cabezas de los tres y, con un equilibrio digno del mejor de los ninjas, aterrizó sobre la cabeza de uno de los hombres, colocando todo el peso en sus piernas casi de inmediato y arrodillándose sobre la cara de su víctima, escuchando una vez más el crujido insano de un tabique nasal partiéndose en pedazos. Tomó impulso y saltó hacia un lateral, realizando una patada giratoria en pleno aire, golpeando a otro en la nuca. De nuevo con los pies sobre las tejas del tejado, Hikaru se lanzó contra el tercer ninja tanto en mano. Entablaron un rápido intercambio de golpes, paradas y respuestas que, al parecer, no tenía pinta de acabar pronto.

Misao había lanzado una andanada de kunais, dirigidos a piernas y brazos. Los afilados cuchillos hicieron blanco en dos de los hombres, a uno en las piernas y otro en el brazo de la kama. El primero se dejó caer, incapaz de moverse, pero el segundo simplemente cambió la kama de mano. Al tercero los kunai solo le pasaron bufando. Ignorando este hecho, la joven líder de los Oniwabanshuu salió corriendo y, juntando su peso con la inercia de la carrera, esquivó la kama del tipo al que había herido y le dio un golpe con el brazo. Este se dolió y no atendió a su atacante, quien dio un pequeño salto atrás, y luego le golpeó con una patada lateral que le dio en la cabeza, y que le envió volando diez centímetros hacia atrás y a una buena caída. Una vez eliminados dos de sus contrincantes, se volvió hacia el tercero de los mismos. Sin embargo, este era bastante mejor, y acosó a la muchacha casi de inmediato, lanzando tajos con la kama, obligándola a retroceder. En un momento dado, el hombre lanzó una patada al costado de Misao y, aunque esta fue capaz de detenerla, se encontraba desequilibrada, y cayó por el borde del tejado, consiguiendo a duras penas agarrarse al borde del tejado.

Un grito de angustia proferido por Hikaru, que observaba la escena a pesar de encontrarse en combate con otro hombre, hizo que su aliado girara la cabeza por unos instantes y viera la situación. Maldijo por lo bajo, comprendiendo que, encontrándose en liza con otros dos, no podía apartarse el tiempo suficiente como para alcanzar a la muchacha morena sin peligro a que los otros le atacaran, y aunque pudiera eliminarlos rápidamente, no conseguiría llegar a tiempo.

Hikaru, en cambio, no tenía tanto problema. La kunoichi pelirroja lanzó un tajo, haciendo retroceder al tipo con el que se enfrentaba, y luego le hizo un barrido, tumbándole. Con un aullido salvaje que despertó a la mayor parte del vecindario, la muchacha echó a correr y se tiró sobre el hombre que se cernía sobre su amiga. Más pensando en la efectividad que en la gracia, la muchacha le hizo un placaje, sin notar que su tanto le abría una herida al ninja, y le derribó. Ella cayó por completo sobre el tejado, soltando sin querer su arma, que cayó al suelo... junto con el ninja al que ella había placado. Lejos de interesarse por cosas tan nimias, Hikaru se puso en pie y corrió al lado de Misao, agarrándola de las muñecas y comenzando a izarla.

Con un fluido movimiento, el enmascarado abrió un tajo profundo en el vientre de uno de sus dos adversarios y, casi de inmediato, le dio una patada en la misma herida, lanzándolo hacia atrás. Detuvo con el tanto un ataque del otro, y lanzó un barrido. El ninja saltó sobre él, y lanzó un tajo dirigido a la cara, que resbaló por la máscara de metal. El enmascarado aprovechó la oportunidad para clavar el tanto entre su tercera y cuarta costilla, hundiéndolo hasta la empuñadura, y luego sacándolo. Un géiser de sangre salió disparado del pecho del ninja condenado a muerte. Se volvió hacia las dos muchachas, y fue a gritar una advertencia al observar que el adversario restante de Hikaru se había puesto en pie y se dirigía hacia ellas cuando el ninja que se había quedado atrás se abalanzó sobre él. Tuvo serias dificultades para defenderse, y comprendió que este era mucho mejor que el resto de morralla que se les había tirado encima.

El sonido de espadas hizo que Hikaru se girara y viera al último ninja sobre ellas. Misao lanzó un grito de angustia. Hikaru no podía defenderse del ataque sin soltar a su amiga, y estaba claro que si no detenía el mismo, Misao caería de igual manera. La muchacha pelirroja cerró los ojos, pero el golpe no llegó. Cuando los abrió de nuevo, sorprendida, se encontró con que el hombre tenía clavadas dos kodachis a la altura del pulmón derecho, cayendo hacia atrás al tiempo que se asfixiaba con su propia sangre. Aoshi apareció casi de inmediato, pero no se preocupó en recuperar sus armas, sino que directamente fue a ayudar a Hikaru a izar a Misao al tejado. Los tres se quedaron agazapados, observando el combate entre los dos ninjas.

El ninja de la máscara de metal había asumido casi de inmediato la postura defensiva, y se contentaba en detener los ataques de su adversario, aunque sabía muy bien que no podría continuar mucho más tiempo con ese ritmo. Paró, paró, esquivó y realizó una tercera parada. El otro pareció realizar un ataque por un lado, y el hombre apenas tuvo tiempo de prever la finta, esquivando por los pelos un ataque de la kama que le habría cortado el cuello. En lugar de ello, el arma le arrancó la máscara, y el hombre retrocedió con una voltereta, en guardia con el tanto y el ninjato, su rostro descubierto.

Hikaru lanzó una exclamación ahogada, antes de sentir un trallazo de dolor súbito en su cerebro. Se cogió la cabeza con las manos, intentando aplacar la sensación de agujas clavándose en su cráneo. Era una sensación que le era conocida, pero esta vez cesó casi de inmediato, y sus ojos de color azul verdoso se clavaron en el rostro atractivo de rasgos suaves y serenos de la cara del ninja. Los rasgos que se correspondían, con una exactitud demasiado preocupante, con los de su maestro.

Hubo solo un momento de pausa, antes de que los dos ninjas saltaran y se encontraran en el aire, lanzándose furiosos tajos, golpes y patadas. El atacante parecía muy seguro de sí mismo, obligando constantemente a su adversario a detener sus golpes, ora con el tanto, ora con el ninjato. Y, en un momento dado, pisó la espada del defensor. Hubo un sonido como un estallido, y la ninjato se partió en dos. Varias exclamaciones ahogadas surgieron del grupo al borde del tejado cuando el defensor retrocedió, su arma principal quebrada. Este dio un par de saltos atrás, cambió la posición de la mano con la que cogía el ninjato y arrojó los restos de su arma contra su adversario. Este simplemente apartó el proyectil con un movimiento de su kama, y se mantuvo a la defensiva, para detener el siguiente ataque de su enemigo. Hubo un par de golpes, un salto hacia atrás, y el defensor cayó al tiempo que arrojaba algo... Algo tan pequeño que el intento de desviarlo con la kama llegó tarde. El hombre se llevó las manos a la garganta, soltando su arma, y trastabillo durante unos momentos antes de caer, una pequeña aguja asomando entre sus dedos.

El superviviente del combate se puso en pie, pareció tropezar y finalmente mantuvo el equilibrio. Luego se giró hacia el resto del grupo y se encaminó hacia ellos, recogiendo de pasada la máscara de metal, observando los cordones rotos. Cuando volvió a mirar a los otros tres, Hikaru estaba de pie, mirándole con ojos como idos, mientras Misao la sacudía en espera de que reaccionara. Aoshi había ido a recuperar sus kodachis, y ahora esperaba en silencio a un lado.

-¿Fuyuzuki-san, Makimachi-san? ¿Va todo bien?- preguntó.

-¿Sensei?

A la palabra pronunciada en tono interrogativo por la muchacha pelirroja siguió un silencio absoluto, al tiempo que se escuchaban voces por debajo de ellos, observando a los ninjas menos afortunados del ataque y llamando a la policía. La cara del reciente aliado era de absoluta incomprensión, mientras que Misao miraba a Hikaru con una expresión de sorpresa. Aoshi, en el lateral, simplemente entrecerró los ojos un poco.

-Esto... Fuyuzuki-san... ¿Qué has dicho?- interrogó el más joven de los dos hombres, todavía incapaz de analizar lo que acababa de escuchar.

Pero Hikaru no contestó. Se llevó de nuevo las manos a la cabeza cuando de nuevo cientos de agujas se clavaron en su cerebro por la tensión de recordar. Dio un paso hacia atrás y pisó aire.

Misao lanzó un nuevo grito de angustia, intentando agarrar a Hikaru y viendo como la tela de su chaqueta se le escapaba entre los dedos. Aoshi dio un salto hacia delante, extendiendo el brazo, pero estaba demasiado lejos como para alcanzarla a tiempo. El otro ninja, en cambio, consiguió agarrarla del cinturón, pero ambos cayeron del tejado. Retorciéndose en el aire, el hombre logró frenar su caída agarrándose del tejadillo inferior con la mano libre, sintiendo un intenso dolor en el brazo, a la altura del hombro. Observó a la muchacha que sujetaba, y comprobó que estaba inconsciente. Preocupado, se dejó caer entre la multitud espantada y curiosa de vecinos cuyas miradas se habían visto atraídas por el grito de Misao. Tras un rápido chequeo, llegó a la conclusión de que todo estaba en orden, dentro de lo que cabía.

Misao aterrizó a su lado.

-Está bien- contestó él antes de que preguntara-. Solo ha sido el shock de antes.

La kunoichi morena soltó un suspiro de alivio.

-¡Menudo susto me habéis dado!- exclamó. Luego, volviéndose hacia el resto de vecinos, añadió-. ¡Todos tranquilos! ¡Hemos solucionado el problema! ¡Llamad a la policía para que se lleven a estos tipos, nosotros nos ocuparemos del resto!

-Muy bien, Misao- respondió una voz.

La muchacha miró hacia arriba en busca de la figura de Aoshi, pero este ya había desaparecido, seguramente de vuelta en el Aoiya avisando del percance. Vio como el extraño hombre cargaba a Hikaru como si fuera una pluma y la miraba.

-Vamos dentro- dijo ella-. Creo que tienes muchas cosas que explicar.

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En Tokyo, al día siguiente, y ajenos a lo que había ocurrido aquella noche en Kyoto, Yahiko hacía sus tareas con el ceño más fruncido de lo habitual. No era que le doliera ya la herida que recibiera en la espalda, esta estaba ya curada por completo desde hacía un par de días, y se encontraba en plena forma. No, lo que le enfadaba era que, a causa de todo aquello, Hikaru había desaparecido. Pero, lejos de las expectativas de la muchacha, el dojo había sido atacado una vez más. Yahiko estaba furioso. Furioso consigo mismo porque pensaba que había sido su falta de fuerza lo que había causado la huida de Hikaru.

-¿Ya de pie?- preguntó una voz seca y conocida.

El chaval alzó la vista y clavó sus ojos en Saito. Por alguna extraña razón, ni se molestó siquiera. Tenía demasiadas cosas en mente.

-Hai. ¿Y a qué ha venido? Supongo que querrá ver a Kenshin.

Saito encendió el cigarrillo que llevaba y soltó una bocanada de humo.

-Me alegra ver que no tienes tan poco cerebro como Sagara. Ahora, si no te importa, creo que tengo información sobre tu amiga Fuyuzuki.

Yahiko, que a punto había estado de explotar ante la cuchillada verbal, se aplacó en cuanto escuchó la posibilidad de averiguar algo sobre Hikaru. Se levantó, sacudiéndose su hakama.

-Un momento- le dijo, y luego se introdujo en el dojo, llamando a grito pelado-. ¡¡Kenshin! ¡¡El policía psicópata está aquí! ¡¡Tiene noticias de Hikaru!

Fuera, Saito simplemente se encendió un cigarrillo, haciendo caso omiso de la exclamación del muchacho. Unos instantes después, Kenshin había salido al patio, acompañado de Kaoru y Yahiko.

-¿Y bien?- interrogó el samurai pelirrojo.

-Supongo que sabrás que le están siguiendo la pista a la chica.

Kenshin entrecerró los ojos, y no dijo nada. Kaoru y Yahiko permanecieron en silencio, sabiendo que si alguien sabía como tratar con el Lobo de Mibu, ese era Kenshin. Tras una pequeña pausa, el policía prosiguió.

-Podría decirte que la muchacha está con Shinomori y la chica comadreja en Kyoto. También podría decirte que el primer grupo que la está buscando ha enviado un agente en su búsqueda que probablemente ya se habrá puesto en contacto con ella. Probablemente el segundo grupo haya enviado muchos más efectivos, y para ellos será igual de fácil localizarla.

Los rostros de los miembros presentes del Kenshingumi, que se había iluminado ante la mención de que Hikaru estaba bajo la protección de los Oniwabanshuu, se oscurecieron rápidamente. Menos el de Kenshin, que parecía tranquilo y sereno, confiado de que, estando con amigos, nadie podría tocarle un pelo a la kunoichi pelirroja.

-¡Un momento!- exclamó Kaoru de pronto-. Entiendo que sepa que Hikaru-san está en Kyoto, porque Cho está ahí, ¿pero cómo sabe que uno de los grupos ha mandado un hombre tras ella?

Saito dejó escapar una nube de humo de su boca.

-Si esperas, te lo contestarán los del mismo grupo.

Kaoru iba a decir algo, pero en ese momento una voz la cortó de raíz.

-Me alegro de verles, Himura-san, Kamiya-san- Date Amemaru apareció desde un recoveco del camino, seguido del hombre occidental con el que le había visto Kaoru la primera vez-. Veo que su alumno ya se encuentra recuperado, me alegro de ello. Saito-san...

Kenshin miró al muchacho con una de sus famosas expresiones idiotescas.

-Oro?

La sonrisa de Amemaru se torció ligeramente en una expresión sarcástica, al ver que los otros dos también lucían expresiones de sorpresa.

-No esperarían que uno de los miembros de la policía gubernamental no supiera quién es su jefe, ¿verdad?

Hubo una pausa y...

-NANI?

-¿De la po-policía gubernamental?- interrogó Kaoru, incrédula.

-¿Saito es tu jefe?- preguntó Yahiko, mirando al recién llegado bajo un nuevo punto de vista.

El joven asintió, de vuelta a su sonrisa tranquila habitual.

-Me puso al cargo de esta operación, antes de que la muchacha se viera envuelta en el asunto. Después de eso, nos pareció preferible mantenernos en dos frentes distintos. Pero las cosas se han complicado. Himura-san, Kamiya-san, quiero presentarles a nuestro... patrocinador, si podemos darle ese nombre- continuó, y se apartó para dejar paso libre al occidental.

-Encantado, señor Himura. Mi nombre es Jorge Rodríguez de las Heras, y soy miembro del cuerpo de seguridad nacional de Su Majestad Alfonso XII, rey de España.

A aquello siguió un revuelo tremendo. Por supuesto, Katsu había dejado entrever que el grupo que perseguía a Hikaru era de aquel país europeo, y también que la estaba persiguiendo otro grupo, pero nadie podía figurarse que el segundo grupo se trataba de un grupo que trabajaba bajo el auspicio de los gobiernos japonés y español. ¡Aquello tomaba un cariz totalmente distinto! ¡Estaban hablando, probablemente, de una emergencia internacional!

-Querría añadir- dijo Amemaru- que he recibido esta mañana a primera hora un telegrama de nuestro agente en Kyoto. Ha localizado a Fuyuzuki-san.

-¿En serio? ¡Genial!

-¿Cómo está? ¿Se encuentra bien?

-Todo a su debido tiempo. Hay muchas cosas que discutir, y este no es el lugar- dijo Rodríguez-. ¿Podríamos pasar a su hogar, señorita Kamiya?

-¡Sí, claro!

Kaoru abrió la puerta, dejando entrar a los tres visitantes. La maestra del dojo no estaba del todo segura de lo que iba a acarrear aquella conversación, pero esperaba averiguarlo... Pronto.

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A media mañana, Hikaru se despertó. Al principio se sintió confusa, todos los sucesos de la noche anterior le habían parecido un sueño, pero cuando el hombre que había estado luchando junto con ella y Misao volvió de hacer unos cuantos "recados", vestido con una yukata y sin su máscara de metal, Hikaru comprendió que, de estar en una pesadilla, esta era muy real. Una vez el extraño personaje volvió, todos se reunieron: Aoshi, Misao, Okina, Hikaru y el mismo ninja.

-Mi nombre es Fuma Hagane, del clan Hojo- comentó este cuando todos se hubieron acomodado-. Hace cosa de unos pocos meses, un viejo amigo mío, un samurai de Yokohama, vino a pedir ayuda a mi clan. Una sociedad secreta europea que se dedica sobre todo al tráfico de armas había llegado hasta Japón en busca del arma definitiva, un arma mortal que matara a miles en un instante. Un arma como esa podría valer millones de dólares en el mercado negro, y sería nefasta para la humanidad.

Mi clan investigó, y descubrió que el secreto de dicha arma lo ocultaba un clan perdido cuya aldea se creía localizada cerca de Tokyo. Avisamos a mi amigo, pero cuando llegó, era demasiado tarde: la aldea estaba destruida, quemada hasta los cimientos, todos sus habitantes muertos... Pero en aquella catástrofe encontraron que era posible que hubiera un superviviente. Nuestra investigación nos hubiera llevado hasta Fuyuzuki-san tarde o temprano, pero las cosas se aceleraron... Tal vez demasiado.

Hagane sacudió la cabeza, pero detuvo el gesto bruscamente cuando vio a Hikaru moverse, incómoda.

-El asunto se nos escapa de las manos. La Hermandad del Hacha Sangrante siempre va un paso por delante de nosotros. Fue puro milagro que pudiera alcanzar el Aoiya en el preciso instante del ataque, y que pudiera ayudaros. Si esa gente consigue el arma...- hizo una pausa que al resto de los presentes les pareció ominosa-. Tenemos que impedirlo. Pero solo podemos contar con Fuyuzuki-san para que nos ayude a localizar dicho secreto.

-Eso sería difícil, Fuma-san- comentó Hikaru-. No recuerdo nada de mi vida previa al ataque que destruyó mi aldea.

-Mi amigo me informó de ello- asintió Hagane-, pero ellos no lo saben. Mi interés particular en todo esto es que esos tipos no se salgan con la suya.

-¿Y qué piensas hacer para lograrlo?- preguntó Misao.

-Mi prioridad es mantener a Fuyuzuki-san a salvo, y lejos de las manos de esos tipos. Después de eso, tengo que ayudar a mis colaboradores a encontrar ese arma. Pensaba, si Fuyuzuki-san así lo quiere, llevarla hasta Tokyo, donde estaría bajo mi protección y la de mi clan, así como la de mis aliados.

-¿A Tokyo?- preguntó Hikaru con desmayo.

-He oído lo que ocurrió, pero es la única manera. Estamos en una situación crítica, Fuyuzuki-san, todos nosotros. Eres necesaria en Tokyo.

-¡Hey, Hikaru-chan! No tienes por qué seguir los consejos de este hombre, si no quieres. En cuanto a protección, nosotros podemos protegerla perfectamente- declaró Misao.

-Podemos protegerla- asintió Okina, serio-, pero tenemos que pensar también en el asunto de ese arma que supuestamente está oculta en el poblado de Hikaru. Si sigue oculto allí y no fue destruido, y esos tipos lo encuentran...

-También eso es cierto...

-Algunos de los míos están vigilando el camino que dirige a la aldea. Por ahora no ha habido movimiento, pero si Fuyuzuki-san se uniera a nosotros, o escapara durante demasiado tiempo, probablemente enviarían a gente a buscar, y solo sería cuestión de tiempo que encontraran una pista primordial, caso de que la hubiera.

-Una pregunta, Fuma-san- dijo Hikaru-. Si esta gente que me persigue proviene de Europa, como dices, ¿qué tienen que ver con ellos los ninjas que nos atacaron esta noche?

-Lo más que puedo suponer es que hicieron un pacto con ellos, al igual que sucedió con mi amigo y sus aliados. No tienen ningún escrúpulo, aunque no comprendo que podrían haberles ofrecido los europeos que les interesara tanto como para colaborar con ellos.

Misao se quedó pensativa durante un rato.

-Recuerdo que Cho me pidió información sobre un clan ninja...

-¿El clan Iga?

-¡Justo! ¿Cómo...?

-Durante las últimas décadas, ha habido una guerra encubierta entre el clan Hojo y el clan Iga. Parece que al destino le gusta jugar malas pasadas, como puedes observar, ya que ellos son los ninjas que colaboran con la Hermandad.

-Así que tu clan tiene interés especial en apoyar a su bando...- comentó Aoshi.

-Así es- respondió Hagane-. Como representante de mi familia y mi clan, tengo mucho interés en que el clan Iga fracase. Esto los debilitaría y los alejaría de nosotros durante un tiempo. Las cosas están cambiando rápidamente, y los clanes ninja están perdiendo su poder y su asidero con el mundo fuera de sus fortalezas. Dentro de poco, no habrá cabida para nosotros en este mundo nuevo que se acerca. El clan Hojo está dispuesto a adaptarse a este cambio, siempre que mantengamos nuestras raíces... No sé que esperan los Iga, pero me temo que no aceptan esta nueva era.

-¿Y qué piensas tú?- preguntó Hikaru-. No como representante de tu clan, sino como individuo.

Hagane parpadeó, para luego sonreír, una sonrisa sincera y sencilla.

-Opino que esta es una era de paz, y eso me gusta. No puedo permitir que los Iga se salgan con la suya, aunque solo sea porque son incapaces de comprender esa verdad y quieren echarla abajo. Se necesita gente que defienda la paz de estos tipos. Si uno de ellos he de ser yo, que así sea.

Hikaru respondió a la sonrisa de él con una propia, amplia y alegre.

-Así sea, como has dicho, Fuma-san. Iré contigo a Tokyo.

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NOTAS DE LA AUTORA: Y van nueve. Detro de poco tendré a todo el mundo junto, y podré empezar a mostrar al verdadero enemigo. Puff, esto está siendo complicado, pero me siento feliz de poder estar montando este tinglado. Me quedé de piedra cuando comprobé que la pelea del inicio duraba... ¡tres páginas y media! OO Generalmente eso es lo que me ocupa una batalla final narrada. No quiero saber lo que va a ocupar la batalla final de este fic... Por cierto, dije que Saito y Amemaru tenían sorpresas guardadas, ¿no?

A ver, en este capítulo hablaré un poco de Amemaru. Al contrario que Hagane, Amemaru es todo original, salvo el apellido. Que por cierto, dato real, es el apellido de un famoso general japonés, cosa que quedó reflejada en el fic, si os habéis fijado. Amemaru si estaba preparado al principio del fic, salvo por el nombre, que no surgió hasta que me vi en la necesidad de escribirlo. Me acordé, cuando lo hice, de un comentario que me hicieron respecto a que el "maru" final es una partícula de los nombres que es completamente masculina. Elegí entonces Ame (lluvia), y le puse el maru. Y ya tenía a mi samurai.

Amemaru es, en personalidad, un tipo que lo tiene todo siempre controlado, por eso odia que las cosas no salgan como él tenía planeado. Dentro de lo que cabe es flexible, pero le fastidia que le desorganicen por completo. Siempre sonríe, pero más por poner una fachada amable que otra cosa. De vez en cuando se le escapa alguna sonrisa más lobuna. A Amemaru le dejé con rienda suelta, al igual que a Hagane, pero a este le controlo más que al ninja, no sé por qué. Se me hace curioso.

Y en el próximo capítulo, Rodríguez desvela al Kenshingumi todo lo que queda por descubrir. Y tal vez, solo tal vez, empecemos a ver al enemigo de manera personal.