JU NI: MOVIENDO LAS PIEZAS DEL TABLERO.
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No, no tengo derechos de autor sobre Rurouni Kenshin. No, no gano dinero con esto. Y podríais denunciarme, pero no creo que a Watsuki le mereciera la pena dado que no hay un duro de por medio, cuando por 18 páginas a la semana se debe de forrar.
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Amemaru era tan calmado y estable que sus emociones, al menos en lo que al exterior se refería, nunca eran extremas. Pero para los entrenados ojos de Miho, estaba claro que el joven estaba en un tris de perder los nervios y montar una escabechina de mil demonios. Estaba sentado tras una mesa llena de papeles, libros y registros, con el ceño fruncido, la mano apretando con demasiada fuerza una hoja de papel.
-Veo que Sen ya ha hablado contigo- dijo la kunoicihi.
-No me esperaba que esos tipos hubieran preparado una emboscada. Pensaba que solo nosotros y las personas que habías escogido sabían lo del viaje.
-En principio, así es.
-¿Qué sabes de los dos que han sobrevivido? ¿Son de tu entera confianza?
-El hombre, Hojo Mamoru, es uno de mis amigos más cercanos, y pondría mi vida en sus manos- contestó Miho-. En cuanto a Fuma Sen, es leal hasta la médula a Hagane-sama, y de su entera confianza.
-Aún así, el informe debió llegar a nuestros contrarios- la mueca de Amemaru se hizo más marcada-. ¿Vas a concederle a esa chica, Sen, los refuerzos?
-Es lo que haría Hagane-sama.
-Bien, acompañarán a los policías hasta la aldea, y luego irán al campamento base en la aldea oculta- una pausa-. ¿Has recibido alguna noticia de...?
-Ninguna.
-¡Maldición! ¡Deberíamos haber recibido alguna respuesta al mensaje de Himura-san ya!
Así que eso era lo que le tenía nervioso, pensó Miho, no había recibido noticias de Kyoto en los últimos días. En parte, ella también estaba preocupada por no saber nada de Hagane y de la chica, pero tenía confianza en que el líder de los ninja Hojo llegaría sano y salvo. Contaba con ello.
-¿Seguiremos con el plan original de abastecimiento?- interrogó la kunoichi, a fin de mover la mente de Amemaru en otra dirección.
-Sí, pero cambia la ruta- Miho fue a abrir la boca, pero Amemaru la cortó-. Que nadie se entere. Ni siquiera los hombres que vayamos a enviar, hasta el último minuto.
-¿Y tú?
Amemaru pensó durante un rato.
-La misma mañana que vayan a partir, y me lo dirás directamente a mí, en este despacho.
-¿Algo más?
-No, creo que eso es todo. Si necesitas algo, sabes dónde estoy.
-Muy bien- y con una reverencia, Miho salió de la habitación, cerrando la puerta.
Amemaru siguió con el ceño fruncido. El pensamiento que estaba dando vueltas en su cabeza no le hacía ninguna gracia, sobre todo porque sus implicaciones eran muy graves para los ninjas Hojo. Necesitaba pruebas, y dudaba que fuera a encontrarlas... A menos que tuviera suerte.
Eso le hizo fruncir el ceño. Odiaba depender de la suerte.
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-¡Esto es completamente estúpido, Mifune-sama! ¡Estos tipos no nos consideran más que herramientas! ¡La mitad de los muertos lo están porque recibieron balas de los gaijin!
La chica estaba furiosa. Nunca las había tenido todas consigo respecto a lo que estaba teniendo lugar en el clan Iga, pero ahora que había visto a camaradas suyos caer a manos de aquellos europeos, que les habían asesinado sin que siquiera les temblara la mano, estaba realmente enfadada. ¡Aquello era una ignominia!
-Desde siempre, los ninjas hemos sido herramientas de aquellos que contrataban nuestros servicios- repuso el hombre-. Tsubaki, tu comportamiento ralla en la insubordinación.
La kunoichi apretó los dientes.
-Mifune-sama, con todo el respeto, debo deciros que nuestra alianza con los gaijin nos costará muchas más bajas por un premio que no las merecerá. Vuestras decisiones serán obedecidas, pero no me fío de esos europeos, y no creo que estén dispuestos a cumplir su parte del trato.
-Eso es lo que menos debería preocuparte. Estás agotando mi paciencia, Tsubaki. Marchate.
La ninja apretó de nuevo los dientes, hizo una inclinación y salió de la vista del líder del clan Iga.
Unos pocos pasillos más allá la esperaba un hombre que salió de entre las sombras como un espectro. Aquello no asustó a Tsubaki, que le saludó con una inclinación.
-¿Qué tal ha ido?- le preguntó él.
-Mal- respondió Tsubaki-. Mifune-sama no atiende a razones, está demasiado centrado en obtener la gloria del clan que no se da cuenta de lo que está sucediendo... No quiere darse cuenta, mejor dicho.
-¿Piensas hacer algo al respecto?
-¿Qué puedo hacer? Es mi líder y tengo que obedecer las ordenes que me dé. Eso no quiere decir que...- un gesto repentino del hombre la silenció.
Junto a los dos pasó el ninja que se había infiltrado en el clan Hojo, que les saludó con una inclinación de cabeza y siguió adelante.
-¿Qué hace aquí?- preguntó suavemente el hombre.
-Habrá descubierto algo- la voz de Tsubaki sonaba amarga-. Desde que nuestra guerra con los Hojo incluyó a los gaijin, se ha abierto paso hasta lo alto del clan.
-¿Tanto te disgusta?
La mujer se mordió el labio.
-Shin-sama... Si dijera lo que callo, probablemente no saldría viva de aquí. ¿Me permitiréis un consejo?
-Adelante.
-Vigilad y cuidad a vuestro padre. Puede que me equivoque, pero creo que a esos gaijin ocultan algo. Cuando logremos lo que ellos andan buscando, estad en guardia. Y, por favor, recordad que lo único que siento hacia el clan es lealtad.
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-¿Iremos a rescatar a nuestros hombres?- preguntó el joven de pelo castaño corto con desinterés.
-Por ahora no- respondió el hombre de cabellos acerados-. La fuerza de policía enviada a recogerlos es importante, y dos de los japoneses que se han aliado con ese tipo del gobierno español se han quedado atrás, si los informes que se me han pasado son ciertos.
-Doy fe de su fiabilidad- repuso Bellaneda, el hombre de pelo negro y barba elegante.
-No me explico como pudieron derrotar a un grupo que les superaba en una proporción de tres a uno- musitó un hombre de cabellos castaños, algo más mayor que el primero que había hablado.
-Te recuerdo que históricamente España ha sido testigo de victorias similares- aseguró una mujer de ensortijados cabellos negros-. Tengo entendido que estos... ¿ninjas dices que se llaman?... consideran a uno de esos hombres una especie de leyenda viva.
-No son más que salvajes que intentan imitar a la civilización.
-No estamos discutiendo eso- cortó el hombre de cabellos grises-. Mingo, Elena, centraos en la tarea que tenemos entre manos.
El hombre lanzó un gruñido, pero cumplió la orden. La mujer simplemente hizo un gesto de asentimiento.
-Volvamos a nuestros hombres.
-¿Vamos a dejarlos en la cárcel, entonces?- interrogó el joven.
-Solo lo suficiente para que esos policías se confien. Luego mandaremos a unos de esos ninjas a sacarlos de la prisión. ¿Crees que podrán llevar a cabo al menos esa tarea, Bellaneda?
El aludido se mordió el labio ante el tono de su superior.
-Lo harán- respondió.
-Bien. Palacios, tú también hablas con estos nativos. Te dejo encargado de las acciones posteriores contra ese perro gubernamental. ¡Y ten mucho cuidado! No pienso permitir un fallo como el de la última vez.
-Haré lo que esté en mi mano- respondió el joven con una sonrisa de confianza.
-Mingo- continuó el hombre de cabellos blancos-, ayudarás a Palacios, ¡y esta vez que tus hombres se abstengan de disparar a nuestros aliados! Tal vez sean salvajes, pero siguen siendo los que conocen la zona y las costumbres, y dependemos de ellos, ¡no quiero tener problemas con ellos!
El aludido gruñó por lo bajo.
-¿Qué hay de mí?- interrogó la mujer.
-Prefiero mantener tus talentos ocultos por ahora, Elena. Mantente a la espera hasta que te necesite.
-Como quieras, tío.
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Cuatro días después de la emboscada en el pueblo, Sanosuke estaba que echaba humo. Habían pensado que un pequeño batallón de tiradores gaijin se presentarían dispuestos a salvar a sus compañeros, pero no se había presentado ni un alma. Katsu le había intentado calmar diciéndole que una fuerza decente para rescatar a un grupo capturado requeriría algo de tiempo. Aún así, Sano estaba lamentando haberse quedado a la espera. Aunque la verdad es que el quedarse en el campamento de la aldea oculta tampoco parecía muy prometedor. En aquellos momentos, los dos estaban sentados en el tejado de una de las casas al borde del pueblo, desde la que se podía observar el camino, el bosque y toda la aldea. Katsu estaba sentado con el rifle que le había arrebatado a los gaijin preparado para cualquier ataque. Sano, al otro lado de la calle, estaba tumbado, refunfuñando.
-Pensaba que al menos los que ya teníamos intentarían ALGO- dijo.
-Casi todos ellos estaban bastante heridos, tardarán en recuperarse- repuso Katsu, sin perder de vista el camino-. No creo que hagan mucho hasta que estén recuperados.
-Soy un tipo de acción, esto de esperar me saca de quicio.
-Me lo puedo figurar. Pero tengo que admitir que yo prefiero que no nos metamos en líos, al menos por ahora.
-Pche.
Katsu iba a hacer un comentario cuando de pronto algo saltó del árbol que se alzaba al lado de la casa, poniéndose frente a él sin previo aviso. El joven dio un soberano respingo, saltó hacia atrás y apuntó el rifle a toda velocidad contra lo que había aterrizado en el tejado. Al mismo tiempo, Sano se había puesto en pie, y tomaba carrerilla para saltar la calle. En ese momento, la chica de pelo largo recogido en coleta y vestida con un ge ninja sacudió los brazos ante el rifle de Katsu, desesperada.
-¡Espera, no dispares! ¡Soy Sen! ¡Fuma Sen!
Katsu parpadeó y bajó el rifle, suspirando aliviado, completamente lívido. Sano había saltado y aterrizado a duras penas en el tejado en el que estaba Katsu.
-¡Joder, chica, que susto nos has metido!- La riñó.
-Lo siento- repuso la kunoichi-. Pensaba que ya me habríais localizado. Me he adelantado al grueso para avisaros que viene un contingente de la policía, junto con algunos de los míos.
-¿Alguna noticia de Tokyo?- preguntó Katsu.
Sen negó con la cabeza.
-Hace ya tiempo que Hagane-sama no envía mensajes. Date-san y Miho-san están preocupados por ello, pero creo que Hagane-sama y la chica estarán bien.
-Entonces, ¿ya no es necesario que permanezcamos en el pueblo?
-Una vez se lleven a los gaijin, algunos de los policías y unos cuantos de los míos se quedarán aquí a modo de protección. Aunque no creo que los míos pasen directamente por el pueblo, los suministros tendrán que llegar por algún lado.
Sano bufó.
-Bueno, parece que nos tendremos que ir a la aldea.
-No sé que le ves de malo- se burló Katsu.
-Si lo que quieres, Sagara-san, es acción, tienes más probabilidades de tenerla en el campamento base que en este pueblo.- le aseguró Sen-. Una vez los gaijin estén en la cárcel, el pueblo no tendrá importancia para ellos, pero no creo que quieran perder la posición en la montaña.
-Puesto así...
-Bien, entonces será mejor que nos vayamos mañana por la mañana- dijo Katsu-. Solo espero que esto se acabe pronto.
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Los siguientes días fueron tranquilos. Sano, Katsu y Sen habían llegado al campamento base sin problemas, y Sen había enviado a Hojo Mamoru con el mensaje de que todo iba sobre ruedas. Inmediatamente después, Amemaru había dado la orden de que se iniciara el abastecimiento del campamento. El primer grupo llegó sin contratiempos. El segundo tuvo un pequeño accidente, pero nada de gravedad.
El tercero, sin embargo, fue mucho más problemático.
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Rodríguez estaba preocupado, Kenshin podía verlo claramente. Podía figurarse el porqué. El tercer envío se estaba retrasando, mucho más de lo razonable, y el español, que ya de por sí estaba nervioso con lo pasado en el pueblo y la falta de noticias de su agente en Kyoto, estaba perdiendo la paciencia por momentos. Fuma Sen, la kunoichi que había sobrevivido a la emboscada en el pueblo, también parecía preocupada por algo, aunque mantenía una aura de serenidad sorprendente, y había sido nombrada líder de los ninjas del campamento de manera casi inmediata. La muchacha permanecía al lado de Rodríguez en todo momento, y ahora permanecía al lado de Kenshin, en espera de que alguien dijera algo.
Por fin el español habló.
-Tardan demasiado. Esto no es normal.
-Habrán tenido un accidente- repuso Kenshin.
-¿Tan grave?
-Tal vez debamos buscarlos.
-La señorita Shogo cambió la ruta, y solo ella, el señor Date y los que realizan el viaje saben cual es- Rodríguez se mesó el bigote, nervioso.
-Puedo enviar un mensaje a los que están en el pueblo, que realicen una batida a ver si los encuentran- ofreció Sen-. Por ahora, han permanecido tranquilos, y los policías podrán mantener la paz y defender a la gente.
-Hazlo.
La chica se inclinó y se deslizó en las sombras a llevar a cabo su tarea.
Rodríguez volvió a mesarse el bigote.
-Lamento haber metido en esto a su gente, señor Himura- le dijo a Kenshin-. Me hubiera gustado que esto hubiera quedado entre esa muchacha y yo.
-No debe darle importancia- repuso el samurai con una sonrisa tranquila-. No podía figurarse que fuera a llegar a esta situación.
-Ciertamente. Hay mucho en juego, más de lo que usted piensa- Rodríguez se derrumbó en una silla improvisada-. Algo se está preparando en Europa, ¿sabe? Hay muchas guerras y tensiones. Es un continente viejo lleno de rencillas tan antiguas como el mismo tiempo. No es extraño que gente como la Hermandad del Hacha Sangrante haya prosperado en el Viejo Mundo. Pero si consiguen un arma tan poderosa como parecen estar buscando, se desatará un torbellino de violencia que probablemente hunda a Europa en la mayor de las miserias.
-Dijo que su gobierno quería ese arma.
-Todos los gobiernos buscan nuevas armas para derrotar a sus enemigos. Por mi parte, estoy en contra, pero tengo ordenes que cumplir. Las ordenes fueron encontrar el arma para nosotros, y en caso de que no pudiera ser nuestra, destruirla. Aunque prefiera la segunda opción, no tengo más remedio que buscar ese arma para mi gente.
De pronto hubo un grito de horror, y se produjo una conmoción. Al instante, Fuma Sen entró en la tienda, pálida y nerviosa.
-¡¡Rodríguez-san, Himura-san! ¡¡El grupo de suministros! ¡¡Los Iga los han atacado!
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Amemaru estaba muy intranquilo. No recibía noticias de Kyoto, y tampoco sabía nada del grupo de suministros que iba a abastecer al campamento que estaba en la aldea oculta. Lo último que había escuchado era que había llegado el segundo grupo, y que habían dividido ya el terreno por cuadrículas para realizar una búsqueda metódica, un sistema que había decidido Rodríguez y que había sido aceptado rápidamente entre los ninjas por su aparente efectividad. Pero después de eso, nada, ni una palabra.
No le gustaba nada. Había pensado enviar un mensajero hacia el pueblo por el camino de montaña que supuestamente habían seguido Rodríguez y Kenshin, pero temía que un mensajero solo pudiera ser fácil víctima de cualquier ataque que se produjera, incluso siendo un ninja.
Llamaron a la puerta.
-Date-san- dijo la voz de uno de los hombres de Saito que habían quedado a su cargo-. Hay alguien en la entrada que quiere verle. Lleva una máscara de metal.
Date abrió repentinamente la puerta, dándole un susto de cuidado al pobre policía que se había acercado a anunciarle la visita.
-¿Una máscara de metal? ¿Tiene la forma del hocico de un tigre?
-Eh... Hai, Date-san.
-¿Va acompañado?
-Ha-hai...
Con un rápido gracias, Amemaru salió disparado en dirección al hall de entrada del edificio. Esperaba buenas noticias. Cuando entró en la sala, sin embargo, se llevó una sorpresa. Ciertamente, era Fuma Hagane el que estaba allí, pero a su lado solo se veían dos figuras que no se correspondían con la muchacha Fuyuzuki. Uno era un hombre alto, más aún que Hagane, moreno, con fríos ojos azules, y la segunda era una muchacha bajita con largo pelo negro recogido en una trenza y brillantes ojos del color de los zafiros.
-¡Fuma-san!- exclamó Amemaru-. ¡Maldita sea! ¡No sabía que venías! ¿Has recibido el mensaje?
Hagane parpadeó, pillado de improviso por un momento.
-¿Mensaje?
-Himura-san envió un mensaje a unos amigos suyos en Kyoto para que te lo pasaran.
-¿Himura nos envió un mensaje?- interrogó la muchacha de cabellos negros.
Amemaru la miró y luego se dirigió a Hagane.
-¿Quiénes son?
-Te presento a los okashira de los Oniwabanshuu, Shinomori Aoshi y Makimachi Misao. Son amigos de Himura-san y de Fuyuzuki-san.
El apellido le recordó a Amemaru la persona a la que su amigo había ido a buscar.
-¿Y Fuyuzuki? ¿Dónde está?
-Aquí- respondió una voz a su lado, en una esquina cubierta por las sombras. Hikaru dio entonces un paso hacia la luz, y sus enormes ojos azul verdosos se clavaron en el joven-. Tú ibas con el gaijin cuando hablasteis con Kaoru-san.
-Rodríguez-san. Sí. Esperabamos poder contactar contigo antes de que las cosas se complicaran. Por desgracia esto se ha puesto más difícil de lo que podíamos imaginar.
-¿A qué te refieres?- preguntó Hagane.
-Recibimos tu telegrama y nos pusimos en contacto con Himura-san a fin de recabar su ayuda, caso de que la Hermandad hiciera un movimiento desesperado ahora que Fuyuzuki-san estaba bajo tu protección, pero apenas habíamos puesto a la gente del dôjo al corriente de lo que ocurría, nos llegó un mensaje de que los Iga se estaban moviendo ya hacia la aldea, así que alguien de los Iga había averiguado lo que ponía en tu telegrama. Himura-san nos dijo que había un modo seguro de contactar contigo a través de unos amigos suyos en Kyoto, supongo que se refería a las personas que van contigo.
-No serían palomas por un casual, ¿verdad?
-Eh... Creo que sí.
-Entonces es obvio que esos tipos se te adelantaron. Pasaron a cuchillo a todos los del puesto de Kyoto.
-¿Qué?
-Date-san, cálmate. La histeria no nos conviene en estos momentos.
-¡Hey, un momento!- exclamó Misao-. ¡¡No me estoy enterando de nada! ¿Alguien hace el favor de explicármelo como es debido?
Amemaru inspiró profundamente y exhaló el aire despacio. Después pareció muchísimo más calmado.
-Supongo que Fuma-san os habrá contado ya la situación en la que estamos.
-Más o menos, pero no sé que pinta cada cual en esto. Para empezar, ¿quién demonios eres tú?
-Es Date Amemaru- contestó Hagane-. Miembro de la policía gubernamental japonesa. Hace poco le pusieron a las ordenes de Fujita Goro... Aunque creo que vosotros le conocéis por su antiguo nombre: Saito Hajime.
Hikaru abrió mucho los ojos al recordar al tipo de ojos ambar y rasgos lobunos. A Misao casi le dio un ataque.
-¿¿Trabajas para el policía psicópata?
-En este caso, sí. En general no coincido con él y llevo mis propios asuntos, pero Saito-san está por encima de mí, y a fin de cuentas tiene mucha más experiencia, así que en este trabajo él es mi superior.
Misao pareció estar al borde del desmayo. Esto era superior a sus fuerzas.
-¿Himura está envuelto en esto?- interrogó Aoshi, como si aquella noticia no le hubiera afectado en lo más mínimo.
-Desgraciadamente- respondió Amemaru-. No queríamos que se mezclara en esto. Por una parte, era necesario que el mínimo número de personas supiera lo que estaba pasando, y por otro, no sabíamos por qué camino podría optar. Hay mucho de leyenda en la reputación de ese hombre, y no sabemos muy bien que es cierto y que no.
-Bien, pero, ¿qué demonios ha pasado mientras he estado fuera?- preguntó Hikaru.
-Atacaron de nuevo el dôjo Kamiya, pero Himura-san se encargó de los atacantes- Amemaru vio como la chica se mordía el labio-. Esos tipos quieren deshacerse de todos los que puedan poner en peligro sus planes. Querían eliminar a los testigos. No te culpes por lo que no tiene relación contigo.
Hikaru sacudió la cabeza.
-Hubiera preferido que solo yo hubiera sido la afectada.
-Yo hubiera preferido que nadie hubiera sido afectado por esto- replicó el samurai.
-¿Dónde está Himura? Tendríamos que hablar con él- dijo Misao.
-Himura-san se ha marchado con Rodríguez-san a la aldea oculta. Ya llevan unos cuantos días ahí.
-¿Quiénes están con ellos?- preguntó de inmediato Hagane.
-Saito-san, la maestra del dôjo Kamiya y su alumno, y un par de amigos suyos, Sagara Sanosuke y Tsukioka Tsunan.
-¿Sano y Tsunan-san también están allí?- interrumpió Hikaru.
-Aa.
-¿Quién es ese Tsunan? Ya lo habías mencionado antes- interrogó Misao.
-¡Ah! Es un amigo de Sano. No sé mucho sobre él, pero es un tipo simpático.
-¿Y de los nuestros?
-Un pequeño grupo iba con Rodríguez, pero hubo una emboscada... Ninjas Iga y gaijin con rifles. Solo salieron con vida dos.
-¿Quiénes murieron?
Amemaru sacudió la cabeza.
-Miho-san no quiso decírmelo. Sé los nombres de los dos que sobrevivieron: Fuma Sen y Hojo Mamoru.
-Ah... Sen-chan está bien- Hagane parecía tremendamente aliviado.
-Sí, está en estos momentos en el campamento base con Rodríguez y unos diez más de los tuyos. Hay otros seis en el pueblo, junto con un pequeño contingente de la policía. Estamos interrogando a los que atrapamos, todos gaijin, pero no parece que sepan el idioma.
-¿Y Mamoru?
-Sen-san lo envió de vuelta con un mensaje, y Miho-san ha decidido mantenerle aquí.
Hagane asintió.
-Hubiera preferido que Sen-chan se quedara aquí hasta que volviera y luego fuera conmigo, pero supongo que era lo mejor. Es buena estratega, pero es más nerviosa que una ardilla.
-¿Quién es esa Sen?
-Es mi prima... Aunque es como una hermana pequeña para mí.
-¡Un momento!- exclamó de pronto Hikaru-. ¿Qué hay de Megumi-san? ¿También ha ido al campamento?
-No, Takani-san se ha quedado al cuidado del dôjo, aunque no parecía muy complacida.
-Probablemente esté preocupada por los demás. Tal vez deba ir a decirle que estoy bien... Aunque me va a echar una bronca de mil demonios.
Amemaru hizo un gesto de asentimiento.
-Sería mejor que fueras con tus amigos, si no es mucha molestia para ellos- un gesto por parte de Aoshi y Misao le indicó que no era molestia alguna-. ¿Irás con ellos, Fuma-san?
-Iie. Tengo asuntos por resolver con mi clan, y tengo que hablar con Miho. Pienso salir mañana hacia el campamento base, y quiero darle instrucciones precisas.
-Bien, entonces yo también tendré que dar unas cuantas órdenes a mis hombres... Porque pienso acompañaros al campamento.
-¿¿NANI?
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El dôjo Kamiya parecía bastante triste y desolado sin la presencia de sus habitantes. Megumi no había querido desatender la clínica, pero en parte se sentía incómoda al haberse quedado atrás mientras los demás estaban fuera, intentando salvar el mundo, o al menos una pequeña parte del mismo. Los echaba de menos: Ken-san, Kaoru, Yahiko, incluso a Sanosuke (tal vez incluso a este más que a nadie). En cierta medida, la vida era bastante más aburrida y gris sin ellos alrededor. Además, le preocupaba que ese cabeza de pájaro que era Sanosuke se hiciera de nuevo trizas la mano sin ella estar alrededor. Era tan sumamente tonto que sería incapaz siquiera de dejar que se la arreglaran como era debido, incluso si uno de aquellos ninjas tenía conocimientos en medicina, cosa que dudaba mucho.
Megumi se detuvo por unos instantes delante de la puerta del dôjo, viéndola sin observarla, solo pensando. De pronto, se dio cuenta de que estaba abierta. Por un instante, pensó que Ken-san y los demás habían vuelto, pero su mente rechazó enseguida esa idea. No era posible que hubieran encontrado lo que buscaban tan pronto, si tenía en cuenta que probablemente se iban a meter en líos. Pero no creía que nadie, por muy buen espía y asesino que fuera, se atrevería a meterse en un dôjo a plena luz del día. Aún así, con cuidado y sin hacer mucho ruido, Megumi traspasó la puerta y se dirigió a la entrada de la casa. Esta también estaba abierta. La doctora entró, y se quedó quieta como una estatua al ver quien estaba allí.
De espaldas a la puerta estaba Shinomori Aoshi.
No llevaba la gabardina que había sido como su marca de identidad, sino un traje onmitsu muy similar al de Kuro y Shiro, los chicos del Aoiya. Sin embargo, sí portaba sus dos kodachis, y por lo general parecía igual que siempre.
Aoshi se giró y se la quedó mirando con aquellos ojos que parecían dos trozos de hielo azul. Y un pensamiento recorrió la mente de Megumi:
"Tengo la sensación de haber vivido esto antes..."
La expresión de Aoshi no lo reflejaba, pero estaba pensando exactamente lo mismo.
El momento fue interrumpido por Hikaru, que venía cargando un pequeño paquete, y Misao. Megumi se giró y una expresión de alegría iluminó su cara.
-¡¡Hikaru! ¡¿Dónde estabas! ¡¡Nos has tenido a todos preocupados!
Una expresión culpable asomó al rostro de Hikaru, pero Megumi se alegró de ver que la depresión que había estado reflejada en los rasgos de la kunoichi pelirroja, si bien no había desaparecido, al menos sí había remitido visiblemente.
-Lo siento- dijo la muchachilla-. En aquel momento pensé que era lo mejor para vosotros.
-¡No seas tonta! Puede que Sano no sepa lo que es lo mejor para él, pero los demás nos hacemos una buena idea de ello. Aunque Ken-san y los demás no están ahora...
-Lo sabemos. Date-san nos lo dijo, así que solo pensábamos ir a saludarte, pero como estábamos pasando delante del dôjo, pensé que podría recoger algo que me dejé cuando me fui...
-¿Te dejaste algo? ¿El qué?
Hikaru se puso roja, como si todo aquel asunto le diera vergüenza.
-Mis cosas de costura.
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Apenas dio noticia de su presencia, Hagane empezó a recibir informes de todo tipo de lo que había pasado en el clan. Aunque un buen número de dichos informes provenía de Miho, y ésta había tenido buen cuidado en llevarlo todo con una exactitud milimétrica, la mayoría de los informes se referían a sucesos menores. Hagane, que partía a la mañana siguiente al campamento, pensó que había sido un error anunciar su momentánea vuelta. Aún así, leyó todos los informes que pudo, se las arregló para que Miho quedara al cargo una vez más y se preparó para el viaje. Al atardecer, lo único que el ninja deseaba era acostarse, descansar, y pasar por el trago del segundo viaje lo antes posible.
Observaba la ciudad de Tokyo desde la ventana de la habitación que Amemaru le había adjudicado mientras estuviera allí. A aquellas horas de la noche era una ciudad adormecida, solo con unas pocas luces titilando aquí y allá. En otros tiempos, tiempos que Hagane no había visto, al menos no como guerrero, esta era la hora de los ninjas y los asesinos, la hora en que las conjuras políticas se llevaban a cabo y la gente como él combatía.
Hagane no echaba de menos ese tiempo. Japón, el país que habitaban, no era más que una pequeña parte de un mundo lleno de intrigas, y en el que las espadas habían dejado de ser un arma de guerra hacía ya mucho tiempo. Entendía que Japón, para conservar su libertad y su propia forma de ser, tenía que adaptarse a los cambios. Se preguntaba, y aquella no era la primera vez, por qué había gente que quería volver a los tiempos antiguos. Hacerlo era esconder la cabeza. Pensar en un Japón poderoso atado a las antiguas tradiciones en un mundo que cambiaba a su alrededor rápidamente era algo no solo irrealizable, sino que peligroso para el propio país. Hagane sabía que, para que todo aquello por lo que habían luchado pudiera cumplirse, debían estar dispuestos a realizar el sacrificio del cambio.
Ellos lo aceptaban como el destino de todas las cosas. Nada permanece, todo cambia, esa era la armonía del mundo. Los Hojo lo sabían y estaban dispuestos a cambiar su modo de vida, puesto que aquello significaría su supervivencia.
Alguien llamó a la puerta. Hagane se apartó de la ventana y se volvió.
-Adelante.
Entró Miho, pálida y hermosa como un campo de nieve virgen. No llevaba sus ropas de combate, como era habitual en ella, sino un sencillo kimono. La suave luz de la luna y las estrellas parecían envolverla en un halo de secretismo.
-Miho...
-Puede que esta sea la última noche que podamos estar juntos en un tiempo- susurró ella-, y aunque tengo confianza en tu vuelta, y sé que necesitas descansar para el viaje, me gustaría que estuviéramos juntos... Solos tú y yo.
Bajo la máscara de tigre, Hagane sonrió.
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Todo estaba en orden. Amemaru suspiró, satisfecho. Al menos su despacho ya no era un caos. Era increíble, pensó, que hubiera perdido el control incluso de ese espacio que era tan importante para él como su propia casa. Suponía que se debía a su estado emocional. Durante muchos días, su psique había sido tan caótica como el despacho. El ordenarlo había tenido un efecto simpático en su mente: todo parecía más claro y estructurado que antes. Al menos, había podido pensar con claridad, y ahora tenía una idea aproximada de lo que quería y debía hacer.
Seguía temiendo que la idea que le había asaltado en la entrevista con Shogo Miho hacía algunos días fuera cierta. Quería pensar que la confianza de Hagane no podía ser quebrantada con tanta facilidad, pero tenía que recordarse también que mucha gente carecía de escrúpulos. Sabía que debía contarle sus sospechas a Hagane, pero temía que este se tomara su advertencia a mal y se enconara contra él, cuando lo que les convenía a ambos era mantenerse unidos hasta que aquello terminara. Había optado por hablar con él del tema durante el trayecto, en algún momento en que pudieran hablar en privado. En parte porque era un tema muy delicado, y en parte porque no quería alarmar más a Fuyuzuki.
Fuyuzuki Hikaru... Era la primera vez que la veía en persona. Era curioso que le preocupara tanto una muchacha a la que había conocido aquel mismo día, aún cuando había estado buscándola durante tanto tiempo. Pero había una tristeza en aquellos ojos del color del océano que le atraía y al mismo tiempo le daba miedo. Era la tristeza de aquellos que lo han perdido todo y aún así no caen en la oscuridad absoluta de los que se dejan llevar por la desesperación. Había todavía un tinte que indicaba que la muchacha había seguido por ese camino de perdición durante unos cuantos pasos, antes de volver atrás y caminar de nuevo bajo la luz de la esperanza. Se preguntaba si la coincidencia que la había llevado a caer en manos de los amigos de Himura en Kyoto había sido su salvación. ¿Era realmente coincidencia, o intervención divina? En cualquier caso, Amemaru agradecía que aquello hubiera sucedido, y que aquellos ojos no estuvieran apagados y oscuros.
Sabía lo que la desesperación podía hacerle a un ser humano.
Silenciosamente, abandonó su despacho, cerrando la puerta tras de sí. Aún quedaba mucho trabajo por hacer, y la noche era corta.
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Delante de la puerta del edificio de la policía gubernamental, cuando los primeros rayos de sol empezaban a asomar, Amemaru y Hagane se encontraron con Hikaru, Aoshi, Misao y Megumi. Los dos amigos mostraron su sorpresa ante la presencia de la doctora.
-¿Cuál es la razón de su visita, Takani-san?- interrogó Amemaru-. ¿Viene a despedirse de sus amigos? No es que vayamos a hacer un viaje muy largo...
-Pienso ir con ustedes.
-Pero, Takani-san, creía que la clínica...
-El doctor Genzai podrá arreglárselas durante mi ausencia, y probablemente me necesiten en ese campamento suyo, ¿o piensan enviar a todo el que coja un simple catarro de vuelta a Tokyo?
Hagane miró al trío de ninjas. Hikaru se encogió de hombros.
-No ha habido forma de convencerla de lo contrario- comentó Misao-. Es casi tan cabezona como Sano.
-Haré caso omiso de esas palabras, comadreja.
-¿¿Cómo que comadreja?
-¡OOOOOHOHOHOHOHOHOHO!
Ambos Amemaru y Hagane lanzaron desesperadas miradas a Aoshi, pero este simplemente se giró, dispuesto a marcharse, solo deteniéndose lo justo para que Hikaru reaccionara y los guiara. Hagane soltó un suspiro.
-Y aquí vamos de nuevo.
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NOTAS DE LA AUTORA: Lo que puede hacer el aburrimiento. Me tiro meses sin escribir y de pronto me hago dos capítulos con la gorra. Casi todos los personajes nuevos que salen en este capítulo (algunos de los cuales hicieron aparición estelar en el anterior, como en el caso de Sen y de Tsubaki) aparecieron de pronto en mi cabeza, a modo de "compliquemos la trama un poquito más". Cuando idee a Sen y a Mamoru, la verdad es que ni les puse nombre porque no creía que aparecerían más, pero de pronto se me ocurrió que Sen podría ayudarme. Lo mismo con la chica contra la que se enfrentó Yahiko, Tsubaki. Ya he dicho que no estoy contenta si no manejo a cien mil personajes. Sen, Mamoru, Tsubaki y Shin todavía tienen que desarrollarse un poco más, pero espero que den muchas sorpresas y animen un poco más la trama.
Hablaré hoy de Bellaneda. Cuando me lo imagino, me recuerda a Slayer, del Guilty Gear, pero con el pelo negro. Curioso, porque esa imagen es anterior a cuando conocí a dicho personaje. Resulta divertido. Bellaneda es un tipo inteligente, y en realidad todo le estaría saliendo genial de no ser porque se ha topado con el Kenshingumi y compañía. Se da cuenta de que ha subestimado al adversario, pero no consigue nunca medir la verdadera fuerza del mismo. Es un tipo serio, elegante, y un buen soldado. Por desgracia, sus ideas respecto a los japoneses son bastante xenofóbicas. Sin embargo, se guarda muy mucho de que esas mismas ideas estorben sus planes. La verdad es que Bellaneda es un poco segundón. Todavía dará que hablar, espero.
En el próximo capítulo, es la hora del reencuentro entre el Kenshingumi y Hikaru, y aunque eso daría para una preciosa escena emotiva, esto no es un manga shojo, así que podéis imaginaros lo que habrá de por medio.
