Ju SAN: EL CAMINO A LA ALDEA OCULTA.

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Una vez más os informo que Rurouni Kenshin y todo lo que a ello concierne no es de mi pertenencia, y que solo soy una pirada que no encuentra nada mejor que hacer que gastar su tiempo escribiendo chorradas cuando debería estar escribiendo y publicando un libro como Diox manda, para ganar pasta en lugar de perderla.

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-¿Qué pasa con el hombre que consiguió escapar de la emboscada?- le preguntó Rodríguez a Sen.

-No está muy contento. Considera que fue un cobarde al huir del combate para avisarnos de lo que sucedía, me costó algo de tiempo convencerle de lo contrario- contestó la kunoichi-. He enviado a uno de mis hombres con él al pueblo para que traten sus heridas. Le dará un mensaje a uno de los policías para que se lo envíe a Date-san en cuanto les sea posible. No puedo prescindir de más hombres.

Mientras decía esto, la chica no paraba de moverse de un lado a otro.

-¿Y qué pasará con los hombres que cayeron en la emboscada?

-Si conozco a los Iga, y los conozco, estarán muertos y pudriéndose en el camino, y no me hace gracia que mis compañeros sean comida de los buitres, pero no puedo hacer nada al respecto. Si Hagane-sama estuviera aquí, yo misma iría a enterrarlos y luego a patear unos cuantos traseros, pero mientras esté al cargo, tengo cosas más importantes en las que pensar.

Rodríguez, que milagrosamente había seguido aquella frase tan larga, asintió con la cabeza. Esta chica tenía la cabeza en su sitio, al menos en lo que a él concernía. Hacía falta más gente como ella en el mundo.

-Aún así- dijo el español-, creo que deberíamos ir a investigar la ruta de abastecimiento. Si los Iga se han marchado, tal vez encontremos pistas. Y si no se han marchado, tal vez podamos hacer que huyan.

-No tenemos gente suficiente como para hacerlo, me temo. Necesitaríamos refuerzos, y mi clan no puede facilitarnos muchos más hombres.

-Iré yo.

Rodríguez observó, no sin cierto recochineo, como la pobre kunoichi se debatía al borde del infarto, pálida cual cadáver. Sen abrió la boca, la cerró, la volvió a abrir y a cerrar y, finalmente, decidió que aquello bien merecía un desahogo.

-¡¡¿¿Es que está loco o quiere suicidarse!

-No pretendo ir solo. Comprendo que es necesario que sus hombres permanezcan en el campamento a fin de mantenerlo seguro, pero no podemos dejar una posibilidad de que nos vuelvan a atacar. Pensaba en que el señor Himura y sus amigos me acompañaran en el trayecto.

-Mire... Puede que Himura-san sea una leyenda viva, que Sagara-san y Tsukioka-san sean unos supervivientes natos y que Kamiya-san sea una maestra de kendo, pero... ¡¡¡Es un suicidio!

-Bueno, pienso que seremos de mayor utilidad buscando pistas que quedándonos en el campamento.

Sen bufó. Rodríguez anotó mentalmente un punto a su favor en un marcador.

-¡Gaijin!- exclamó la kunoichi, como si eso explicara la cabezonería de su interlocutor-. Haga lo que quiera, pero no me hago responsable.

-No espero que lo haga- el hombre sonrió-. Señorita, el campamento es suyo. Cuídemelo bien.

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La visión del pueblo que recibió al sexteto que había partido de Tokyo el día anterior fue mucho mejor que la que tuvo el Kenshingumi. Los habitantes trabajaban en los campos de arroz, los niños correteaban por las calles, algún que otro policía hacía una ronda... Tal vez estaba demasiado activo, pensó Hikaru cuando lo vio, especialmente en lo que respectaba a los policías. Eran de Tokyo, no quedaba duda. Era más que probable que fueran de los hombres de Saito y Amemaru. Parecía mentira que unos días atrás hubiera un combate en aquella misma aldea. En parte, se alegraba de que no quedaran marcas exteriores de la misma.

-Bien, pasaremos el resto de la tarde aquí, y mañana haremos el resto del viaje- comentó Amemaru-. Tengo un par de asuntos pendientes.

-Me temo que yo también tengo que hacer un par de cosas- añadió Hagane-. Aunque creo que puedo confiar en Fuyuzuki-san y los demás para la elección del alojamiento.

-Tampoco es que sea muy difícil, solo hay una posada...

-Entonces nos encontraremos allí esta noche- asintió Amemaru.

Con unas pocas palabras más, el grupo se separó. Tanto Hagane como Amemaru se fueron cada uno por su camino, mientras Hikaru, Misao, Aoshi y Megumi se encaminaban al albergue del pequeño pueblo. No les fue difícil conseguir alojamiento, especialmente cuando el dueño de la posada reconoció a Hikaru de la anterior vez. Les habló del combate que se había librado en el pueblo. Aunque los tres ninja tenían una cierta idea de lo que había sucedido, por lo que habían hablado sus otros dos compañeros de viaje, no habían llegado a imaginar el alcance que tendría aquello. Para Megumi fue una nueva noticia, y no muy gratificante.

-Terrible, en serio fue terrible- les iba diciendo el hombre mientras les mostraba los sitios donde dormirían aquella noche-. Nos tenían a todos aterrados, a la mayoría los obligaron a huir a los campos, y a los que no los encerraron en sus casas, y no sabíamos que estaba ocurriendo. Cuando escuchamos las explosiones, nos temimos lo peor.

-¿Explosiones?- interrogó Misao.

-Sí. Sonaron horrible. Pero no fue tan tremendo como creímos. Al menos para el pueblo, esos malditos asesinos gaijin no salieron bien parados. El chico que preparó las bombas parecía un experto en el asunto...

-¿Un ninja?

-No- contestó Hikaru-. Ese era Tsunan-san.

-Ah, ¿lo conoce, señorita?- interrogó el posadero.

-¿El amigo de Sano?- preguntó a su vez Misao.

-Sí. Os hablé de él en Tokyo, ¿no?

-Tanto él como su amigo se quedaron en el pueblo hasta que vino la policía- añadió el posadero-. Muy buena gente, tanto ellos como sus compañeros.

-Bueno- repuso Megumi-. Me lo creo de Ken-san, e incluso de Tsunan, pero Sanosuke solo es bueno porque no tiene cerebro para otra cosa.

-Megumi-san- comentó la kunoichi pelirroja-, si no te conociera, diría que estás intentando ocultar que estás preocupada por él.

Megumi puso una cara rara.

"Pleno," pensaron al tiempo Misao y Hikaru.

-No sea usted cruel con ellos, señorita. Esos dos se ocuparon de que estuviéramos defendidos, es más de lo que podemos desear. Solo de pensar en lo que podría haber pasado si no vienen... Pero bueno, todo ha vuelto a la normalidad, dentro de lo que cabe, claro, hay que pensar en que...

El hombre siguió hablando mientras les enseñaba sus cuartos y luego les llevaba al comedor. La charla era bastante banal, y pronto los cuatro habían desconectado el flujo de sonidos que el posadero emitía sin más descanso que el necesario para tomar aire. Una vez les dejó acomodados, se alejó, todavía hablando, esta vez para sí mismo. Los cuatro se prepararon para la larga espera.

Que no fue tan larga, puesto que al poco tiempo, Amemaru regresó, aparentemente tranquilo pero con un aire molesto.

-Bueno, los hombres que fueron atrapados tras la pelea están todos a buen recaudo en Tokyo, lo cual me quita un peso de encima- dijo, sentándose junto a los demás-. Pero ha habido movimientos extraños. Creemos que la Hermandad prepara algo. El qué es algo que se me escapa.

-¿No tratarán de recatar a su gente?- preguntó Misao.

-Al principio eso pensamos, pero al parecer ni siquiera sus propios hombres les parecen importantes.

-¿Qué hay de la caravana?- quiso saber Aoshi.

-Atacada- Amemaru parecía bastante enfadado-. Dos ninja Fuma acababan de llegar al pueblo, uno de ellos herido. El policía que me dio la noticia iba a salir mañana con el mensaje.

-¿Dónde está el herido?- interrogó Megumi.

-Está en casa del doctor del pueblo, o eso me dijo este hombre. Pensé en ir a verlos, pero Fuma-san ya iba hacia allí, así que consideré que era mejor que él hablara con ellos.

-No te preocupes, Megumi-san, está en buenas manos. Ese fue el médico que trató a Yahiko cuando lo envenenaron.

-Muy bien, pero me gustaría ir a verle un poco más tarde. Ningún médico puede dejar de atender a alguien enfermo o herido.

-Esperemos a Fuma antes de cualquier cosa- dijo Misao-. Supongo que tendrá cosas que decirnos.

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-Así que va a investigar la ruta en la que fueron atacados los Fuma... Y quiere que vayamos con usted.

-Así es, señor Himura. No me siento cómodo aquí sin hacer nada, y en parte me siento responsable de lo que le está pasando a esta gente. Si le pido que me acompañe, es exclusivamente porque si dijera que voy solo, la señorita Fuma no me dejaría salir ni aunque su vida dependiera de ello.

Kenshin sonrió nerviosamente.

-No creo que sea conveniente que usted precisamente sea el que salga a investigar...

-Entiendo su preocupación, señor Himura, pero no puedo quedarme de brazos cruzados. La señorita Fuma no tiene posibilidades de ver que es lo que ha ocurrido con su gente ni de investigar lo sucedido, y me siento un estorbo aquí. Pensé que al menos podría ser útil en algo.

-Supongo entonces que tendremos que acompañarle...- musitó el samurai con resignación.

-Pensaba que tal vez su amigo, el señor Sagara, tendría también interés en venir.

"Que vista tiene" pensó Kenshin. Estaba más claro que el agua que Sano estaba DESESPERADO por salir del campamento y tener un mínimo de diversión.

-¿Lo ha hablado con Saito?

-Sí. Por supuesto que no ha estado de acuerdo, pero ha accedido a venir también.

"Increíble".

Por supuesto, todo lo que hacía Saito era porque a él en cierta medida le daba la gana (siempre y cuando no supusieran ordenes de sus superiores, pero eso era harina de otro costal). Que un hombre consiguiera convencerle de hacer algo que no le hacía la mínima gracia debía ser o bien un milagro, o bien un don especial para convencer a gente recalcitrante. Visto lo visto, Kenshin apostaba por lo segundo.

-¿Cuándo salimos?

-Mañana. La ruta, por lo que averiguó la señorita Sen, no es larga, y podemos estar de vuelta antes de la noche.

-Muy bien. Entonces es mejor que nos vayamos preparando.

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Fuma Hagane llegó una hora después que Date Amemaru, y a pesar de que la mitad de su rostro estaba oculto por la máscara, se notaba la ira en las facciones visibles. Hikaru había visto al ninja serio, alegre, divertido e incluso preocupado, pero jamás tan enfadado. En cierta medida, daba miedo.

El hombre se sentó a la misma mesa que los demás, entre Amemaru y Aoshi, y permaneció en silencio, rumiando las noticias que había recibido. Durante un largo rato, los demás intercambiaron miradas, la mayoría de ellas de sorpresa y desconocimiento de la situación. Al final, Amemaru reunió el valor, o la compostura, suficiente para preguntarle a su compañero de fatigas.

-¿Y bien? ¿Qué has averiguado?

-Esos malditos cerdos atacaron la tercera caravana, pero lo sabrás ya- respondió Hagane-. El único superviviente es el que llevó el mensaje a Sen-chan. Lo están atendiendo en la consulta del médico del pueblo. Está fuera de peligro, pero tardará mucho en recuperarse, y no lo podemos mover de aquí.

-Pero esa no es la causa de tu enfado, ¿verdad, Fuma-san?

-Me duele perder tanta gente. Si fuera en un enfrentamiento directo entre los dos clanes, no sería tan duro. Pero alguien desde dentro les están dando información, ni siquiera pueden defenderse... No quiero que mi gente muera de esa manera, como si fueran perros. Y no consigo localizar a ese malnacido...

Misao y Hikaru intercambiaron una mirada. En cierta medida, ambas tenían una ligera idea de lo que sentía Hagane.

-Fuma-san...- dijo la kunoichi pelirroja-. Tal vez podríamos investigar la ruta que atacaron mientras vamos de camino a mi aldea.

-No estoy seguro de que sea buena idea- interrumpió Amemaru-. Sería arriesgado para la misión principal, sería como meterse en la boca del lobo.

-Yo estoy de acuerdo con Hikaru- intercedió Misao-. Deberíamos investigar al respecto. ¡No podemos permitir que esos tipos se salgan con la suya!

-Es muy probable que el clan Iga esté informado de nuestra marcha- añadió Aoshi, y todos se volvieron hacia él, un efecto secundario de permanecer callado la mayor parte del tiempo-. Si han preparado algo, cualquier ruta será arriesgada.

-Si lo pone así...

-Tarde o temprano nos encontraremos con los Iga- dijo Hagane-, y quiero asegurarme de que la ruta está expedita. Lo que tenemos que hacer es ir con cuidado, y estar preparados para enfrentarnos a ellos. Además- y todos pudieron imaginarse una ligera sonrisa maligna bajo la máscara-, si aparece alguno de esos tipos, pienso enseñarles lo que es enfrentarse a un líder del clan Hojo.

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Shin observó a los dos hombres, los dos gaijin. Uno, el mayor, le recordaba a Bellaneda, sobre todo en la expresión de su cara, como si sintiera asco de estar con ellos. Al menos, pensó, Bellaneda tenía la buena educación de intentar mantener ocultas sus opiniones al respecto. Este, Mingo le parecía que se llamaba, no tenía reparo alguno en mostrar tanto su disgusto por estar trabajando con ellos como su estúpido sentimiento de superioridad. El más joven, Palacios, se mostraba bastante animado, y el respeto que destilaban sus palabras era sincero, o eso le parecía.

Por un momento recordó las palabras de Tohno Tsubaki. Su mirada se dirigió de soslayo hacia su padre, y se preguntó hasta que punto podría hacer algo por él y por su clan. Iga Mifune no era el tipo de hombre que acepta que necesita ayuda, incluso cuando las circunstancias eran graves. Shin temía que, si lo que la kunoichi le había contado era cierto, cuando llegara el momento en que todo se viniera abajo, su padre no fuera capaz de pedir auxilio. Sabía que, aunque lo intentara, no podría estar siempre con ojo avizor. Solo esperaba que su padre no fuera tan ciego como le creía Tsubaki.

-Hemos recibido una información de nuestro espía- dijo Mifune-. El cabeza de familia de los Fuma se ha marchado con la muchacha y unas cuantas personas más hacia la aldea oculta. Entre los miembros del grupo se encuentra ese perro del gobierno que hace de contacto de su adversario.

Palacios le tradujo a Mingo lo que Mifune había dicho. El otro hombre pareció olvidar por unos momentos donde se encontraba e hizo un gesto satisfecho de asentimiento. Palacios volvió su vista a Mifune.

-Esas son buenas noticias, señor Iga. Nos facilitará la recuperación de nuestros hombres.

-¿Necesitarán de nuestra ayuda?

-Ese es un tema que mi compañero, Bellaneda, tratará con ustedes.

Mifune asintió.

-En cuanto a la chica...- siguió el gaijin.

-Ya nos hemos puesto en movimiento. Esperamos que el líder Hojo no sea tan duro de roer como Battôsai.

Shin hizo un movimiento incómodo ante la mención de aquel nombre. Incluso para aquellos que se habían mantenido en cierta medida al margen en el Bakumatsu no Douran, el nombre del mejor asesino del Ishinshishi era legendario para aquellos mínimamente interesados en el tema. Aunque algunos se habían alegrado ante la posibilidad de enfrentarse a semejante guerrero, otros, entre los que el propio Shin se encontraba, hubieran preferido que Battôsai no hubiera entrado en la contienda. El riesgo que ello implicaba había sido demasiado grande, y ahora que habían apostado y perdido, su adversario había obtenido un aliado importante.

Por supuesto, eliminar a Fuma Hagane sería un adelanto importante. Si el clan Hojo perdía al más joven y activo de sus líderes, y el que les había arrastrado a esta arriesgada aventura, probablemente se desentendieran e intentaran purgar el problema interno, lo cual les llevaría mucho tiempo, antes de volver a la acción. Pero Shin reconocía en el ninja a un guerrero feroz y un digno adversario. Tal vez no fuera Battôsai, pero imponía respeto ya de por sí.

Palacios tradujo de nuevo la conversación a su compañero, y este mostró su opinión en su idioma materno. Se produjo una ligera discusión que terminó con una frase categórica del más joven de los dos hombres, que se volvió a Mifune.

-De acuerdo- dijo al fin-. Por ahora observaré, dado que no conozco sus métodos. Luego, si todo lo demás falla, tendremos que ponernos de acuerdo en lo que debemos hacer.

Shin reprimió un escalofrío. No le había gustado como había sonado eso.

"Tsubaki," pensó, "rezo para que te equivoques, pero creo que mis rezos no son escuchados."

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Habían comenzado el camino de buena mañana. El grupo estaba conformado por Rodríguez, Kenshin, Sanosuke, Saito y Katsu. Kaoru había optado por quedarse en el campamento base con Yahiko, a fin de recuperar el tiempo perdido en los entrenamientos de kendo. Por su parte, Yahiko habría preferido acompañarles, pero la maestra se mostró inflexible. Y tuvo que aceptar. Era aquello o una muerte lenta y dolorosa de manos de la maestra del Kamiya Kashin.

Sano había rezongado bastante por tener que levantarse antes del amanecer, pero no tardó mucho en mostrarse animado, contestando a grito pelado a las pullas de Saito. Katsu intentaba tranquilizarle sin mucho éxito, hasta que acabó por darse por vencido y, simplemente, decidió ignorarlos a los dos. Dejando a un lado este tema, que por otro lado casi se podía considerar habitual, el viaje estaba resultando tranquilo.

Demasiado tranquilo, se dijo Kenshin.

Era media mañana, y bajo la sombra de los árboles hacía bastante fresco. Las ramas se cernían sobre el camino casi invadido por la hierba, como garras dispuestas a atrapar al infortunado viandante. Reinaba un silencio casi espectral, el que uno esperaría encontrar en un lugar encantado. Nada parecía moverse, y el aire resultaba hasta pesado. El ambiente refrenó incluso el carácter impetuoso de Sanosuke, aunque Kenshin sabía perfectamente la razón. Los cinco lo sabían.

No se escuchaban pájaros, ni ningún animal, ni los sonidos de un bosque, por encantado que estuviera.

Eso denotaba una presencia humana importante en las cercanías.

No era de extrañar, debían estar acercándose al lugar donde había tenido lugar la emboscada. Casi podía olfatear el olor metálico de la sangre, un olor que no le era desconocido. Iba acompañado de otros aromas: el aroma de los carroñeros que acudían a dar cuenta de los cuerpos caídos y no enterrados, principalmente, y el de una matanza reciente, como el de un campo de batalla. Kenshin conocía los olores, y se figuraba la escena que encontrarían más adelante. Pero, además, había algo sutil en el aire. No sabía lo que era, oculto por las sensaciones tan fuertes que producía aquel lugar, pero tenía la suficiente experiencia como para notarlo y tenerlo en cuenta. Una mirada a Saito le dijo que este también tenía la misma impresión. Pero no era de extrañar. Tanto el Lobo de Mibu como el Battôsai eran veteranos en aquellas lides, y habría sido extraño que uno de los dos fallara en notar lo que el otro sí había descubierto.

-Este sitio apesta- expresó Sano, llevándose el brazo al rostro, como para escudar su nariz. En el silencio, su voz parecía resonar en la distancia, aún cuando apenas había sido algo más que un susurro.

-Es un poco más adelante- murmuró Kenshin. Aquellos olores le traían recuerdos poco gratos.

Sin embargo, no le prepararon realmente para lo que iba a ver unos pocos metros más adelante, donde el camino llegaba a un claro. Apenas puso un pie, le asaltó el hedor a muerte y corrupción típico de los cadáveres que empezaban a pudrirse. Cuerpo abiertos en canal yacían en charcos de sangre medio secos, entre carretas volcadas con provisiones echadas a perder. Muchos de los cuerpos llevaban ropas normales, aunque cerca de la mitad iban vestidos con ge negros. Los ninja Hojo habían cobrado caras sus vidas: todos los que parecían pueblerinos habían caído con las armas en sus manos, ahora agarrotadas.

Tras él, Rodríguez se santiguó.

-Esto es inhumano- musitó.

Saito se acercó a Kenshin.

-Los cortes de los cuerpos de los ninja Iga son rápidos y precisos. A los Hojo les corría prisa matarlos- dijo, en un tono de voz sin sentimiento alguno.

-En cambio- completó Kenshin-, las heridas de los Hojo son muchas, y parecen venir de todos los ángulos- el samurai se volvió hacia uno de los cuerpos vestidos como gente del pueblo; estaba rodeado de tres cuerpos de ninja-. Les superaban en número, y les sorprendieron en el claro.

-Aún así, se defendieron, y bastante bien.

No hacía falta señalar que eso venía a significar que la superioridad numérica había tenido que ser abrumante.

Sano, Katsu y Rodríguez se reunieron con ellos. Katsu lucía una tonalidad enfermiza, pero mantenía la compostura. Rodríguez, en cambio, apenas podía evitar que el sentimiento de rabia le encendiera las facciones.

-Me alegro de que la señorita Fuma no esté aquí- dijo, y el helado tono de voz contrastaba con la furia de su rostro.

-Aunque sean ninja, no creo que puedan moverse tantos tan rápido sin ser notados- musitó Katsu-. Debieron llegar poco a poco, desde antes de la primera caravana con provisiones.

-¿Eso que significa?- interrogó Sano.

-Significa que vamos a tener un encuentro con los Iga... Ahora mismo.

Apenas acabaron de pronunciarse esas palabras, un caos de cadenas, kunai y shuriken se abatió sobre el grupo.

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Antes del amanecer, el grupo de Hikaru había partido del pueblo por la ruta oculta. Caminaban en silencio y en guardia. Hagane y Aoshi abrían la marcha. Megumi, Misao y Hikaru iban detrás, las dos kunoichis a los lados de la doctora. Cerraba la marcha Amemaru. Seguían un sendero amplio entre árboles centenarios, medio cubierto de hierba, en una ligera cuesta arriba. Nadie decía una palabra. Incluso la usualmente parlanchina Misao parecía estar atenta a cualquier ruido o movimiento extraño. A medida que avanzaban, los sutiles cambios que indicaban problemas se hacían más patentes: los ruidos de animales, especialmente los trinos de los pájaros, se iban acallando hasta llegar a un silencio sepulcral; el ambiente se hacía cada vez más cargado y plomizo. A media mañana, les llegó el olor a sangre.

El grupo se detuvo un momento por orden de Hagane, y todos se agruparon en un círculo, atentos todavía a la posibilidad de ser atacados. Tras unos instantes de intenso silencio, Misao no lo pudo evitar más y habló en un susurro que se podía oír con la misma claridad que si hubiera hablado en voz alta.

-¿Qué demonios es lo que pasa?

Hagane le indicó con un gesto que se mantuviera en silencio, y escuchara en la dirección hacia la que marchaban.

Al principio les costó oír nada, pero finalmente llegaron sonidos apagados de lucha, el ruido del acero chocando contra acero, y los gritos y exclamaciones de batalla.

-¡Una pelea!- exclamó Hikaru.

-No están lejos de aquí- asintió Hagane-. ¡Démonos prisa!

El equipo se lanzó a la carrera en dirección al combate, incluso Megumi, a pesar de que tenía bastantes dificultades para perseguir al resto, que poseía mayor movilidad. Los primeros en llegar a la escena del combate fueron, precisamente, los cuatro ninjas, que irrumpieron en el claro con las armas dispuestas. Lo que vieron no les tranquilizó demasiado cuando descubrieron el grupo que era, y que estaban siendo sobrepasados numéricamente en una proporción de cinco a uno por los atacantes, ninjas Iga.

-¡Kenshin-san!- chilló Hikaru.

-¡Son Iga!- exclamó Misao reconociendo el estilo y las marcas características.

La batalla se detuvo un momento ante la llegada de los refuerzos. Amemaru se volvió hacia su amigo.

-Creo que tenías una cuenta pendiente con ellos, ¿no?

-¿Te importaría echarme una manita para saldarla?- se podía adivinar una sonrisa maligna en la expresión de Hagane.

-¿Importarme? ¿A mí? ¡Pero si estaré encantado de hacerlo!

-¡Hikaru-dono!- llamó Kenshin-. ¿Estás bien?

-¿Eh? ¡Ah! Ha-hai!

-¡Eso, y a nosotros que nos parta un rayo!- se quejó Misao.

-¿¿Se puede saber que hacéis ahí todos como pasmarotes?- interrogó un ninja Iga-. ¡Id a por el Hojo!

-¡Ah, cállate!- la exclamación vino acompañada de un puñetazo de Sanosuke que derribó al ninja.

Pero sus compañeros reaccionaron y se lanzaron en su gran mayoría hacia Hagane, Amemaru y el resto del grupo recién llegado.

-¿Pero qué...?

-¡Fuyuzuki-san, Makimachi-san! ¡Proteged a Takani-san!- ordenó Hagane, al tiempo que desenvainaba un nuevo ninjato. Amemaru y Aoshi se pusieron de inmediato a su lado, cada uno con las armas preparadas.

Antes siquiera de que se pudieran enzarzarse en combate cuerpo a cuerpo, sonaron dos disparos, uno proveniente del revolver de Rodríguez, y el otro del rifle que había conseguido Katsu, que derribaron a sendos enemigos. Katsu se apresuró a recargar mientras Rodríguez volvía a disparar. Kenshin, Sano y Saito tomaron la ofensiva, enfrentándose a los pocos ninjas que no habían actuado de inmediato a la orden de cazar al hombre con la máscara de tigre. Hikaru y Misao se giraron de inmediato, y cogiendo a Megumi, que acababa de llegar, cada una de un lado, la apartaron del combate y del camino, a la relativa seguridad de la fronda.

La primera fila de atacantes acabaron prácticamente rebotando del encontronazo con los dos ninjas y el joven policía. El trío se separó para cubrir más espacio y tener más libertad de movimientos, mientras la segunda fila se libraba de la primera y se lanzaba también al ataque. Pronto se les unieron los otros tres hombres dejando al grupo de ninjas en medio.

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Rodríguez se detuvo un momento en la recarga de su revolver, observando el desarrollo del combate.

-Si antes de hoy me hubieran dicho que seis hombres podían rodear a veinte, me habría reído de ellos.

Katsu se encogió de hombros, mientras acaba de recargar su rifle.

-Yo con esta gente ya me lo creo todo.

Ambos alzaron sus armas casi al mismo tiempo, apuntaron y dispararon.

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Saito se llevó por delante a un ninja en su carga, y recuperó su guardia con rapidez, preparado para cualquier ataque. Un par de miembros del clan Iga se volvieron hacia él, con las kusari-gama preparadas. El policía mostró una sonrisa lobuna, y se movió hacia un lado una décima de segundo antes de que la cadena de una de las armas de los ninjas atravesara el aire justo en el punto en el que había estado. Esquivó la segunda cadena con un paso de vuelta y se lanzó a través del espacio entre ambas armas, con la ninhotô paralela al suelo. El ninja se apartó, justo a tiempo para que la espada no le atravesara el abdomen, aunque le abrió una profunda herida en el costado. La inercia lo lanzó hacia atrás, haciéndole chocar contra uno de sus compañeros.

Sin preocuparse por ellos, se giró hacia el otro ninja, que alzaba ya la hoz de su kusari-gama, convencido de que a tan corta distancia su adversario no podría mover su espada a tiempo. Saito no mostró siquiera una sonrisa cuando echó atrás su cuerpo, los hombros atrasados. La ninhotô salió disparada desde abajo, atravesando prácticamente el esternón del ninja. Saito liberó la espada, y el cuerpo sin vida del Iga cayó al suelo como un fardo.

Se volvió al ninja herido y al compañero que había derribado. Este, que volvía a estar en pie, parecía estar dudando entre él y un punto a su espalda. Finalmente optó por hacerle frente a él.

-Ahou- musitó, en un tono que sonaba casi desganado.

El Iga se lanzó contra él. Saito movió con rapidez su espada con un tajo en diagonal. El ninja frenó súbitamente, y con un pequeño salto hacia atrás, esquivó por poco la cortante hoja. Con la misma inercia del aterrizaje, se agazapó y saltó de vuelta hacia delante, con la hoz de su kusari-gama preparada para golpear, mientras que con la mano izquierda lanzaba la cadena en una curva, en espera de que pudiera frenar un retroceso del policía.

Saito giró la muñeca en un movimiento tan discreto que casi parecía que no lo hubiera hecho, y cortó hacia abajo. El ninja Iga no pudo esquivar la espada esta vez, y la afilada hoja del arma se introdujo en su carne hasta tocar hueso. Saito liberó la espada, y el ninja cayó, inconsciente del dolor. Buscó un nuevo adversario frente a él y solo encontró la sonriente cara de Date Amemaru.

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Tras el primer rechazo, Amemaru había colocado su espada hacia atrás y apuntando ligeramente hacia abajo, una guardia típica para enfrentarse con adversarios de armas más cortas, aunque dudaba de la efectividad, dadas las cadenas de las kusari-gama. Se agazapó, observando, su cara mostrando una expresión de concentración.

Un ninja lanzó la cadena de su kusari-gama hacia el brazo, y otro hacia su cuello, mientras un tercero se lanzaba contra él con la hoz alzada, lista para golpear. Amemaru vio la estrategia de inmediato, y dio un rápido paso hacia un lado en el último instante, esquivando las cadenas, para dar otro paso, muy rápido, mientras lanzaba un tajo desde atrás y hacia el lado. Su katana encontró al tercer ninja en el camino y cortó tela, piel y músculo. Amemaru acabó el movimiento rápidamente, recuperó su guardia y se encaró a los otros dos ninjas.

Los dos shinobi optaron por atacar al mismo tiempo, con la hoz de la kusari-gama puesto que no habían tenido tiempo de recuperar la cadena. Amemaru esperó hasta el último momento para echarse a un lado con varios pasos, esquivando a los dos atacantes y colocándose a su lado. Tan rápido que casi no se podía ver el movimiento, lanzó un nuevo tajo que abrió una profunda herida en el costado de uno de sus adversarios, sin darle tiempo siquiera a recuperarse, y lanzó el cuerpo contra el tercer y último ninja. Este apartó a su compañero de un empujón y alzó de nuevo su arma.

Amemaru fue más rápido. Con un tajo cortó el arma en dos, y con otro abrió el vientre de su adversario, mientras pasaba a su lado. El samurai, con un giro de muñeca, golpeó con la katana hacia abajo para limpiarla de sangre, y se volvió hacia donde estaban el resto de los ninjas. Permitió que su rostro se pusiera su máscara sonriente antes de que Saito acabara con el último de sus adversarios y se quedara mirándole.

-¿Acabamos el trabajo ya?

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Sanosuke estaba bastante harto de aquel tema de los ninjas. No es que le disgustara tener de vez en cuando una pelea, más bien al contrario, lo encontraba bastante entretenido. Incluso gratificante, cuando el adversario era bueno, y no la morralla que se hacían llamar ninja y que últimamente no hacían más que molestar. La única peligrosidad que encontraba era que los tipos estaban armados, y que las cadenas les permitían atacar a distancia. Por lo demás, vencerles no tenía ningún misterio.

Pero la cuestión era que los ninjas, a sabiendas de que él peleaba con los puños, habían optado por atacar desde lejos. Así que Sanosuke se pasaba más tiempo esquivando las cadenas y soportando los golpes que le daban con los pesos de las mismas que peleando realmente. Y aquello le ponía aún más furioso si cabe. Tenía que encontrar la manera de deshacerse de aquellos tipos de forma rápida.

Y de repente, se le ocurrió una idea.

Se apartó de dos de las tres cadenas cuando los shinobi volvieron a atacarle, echándose a un lado, esquivó el golpe al cuerpo de la tercera cadena y la cogió con las dos manos. Los eslabones se enroscaron alrededor de sus brazos, pero lejos de molestarle le pareció bastante útil: durante un tiempo sería imposible que perdiera el agarre de la cadena. Con todas sus fuerzas, tiró y giró, y el movimiento hizo que el ninja que había sujetado aquel arma saliera volando disparado hacia sus dos compañeros. Los tres acabaron en un revoltijo de brazos, cuerpos y piernas, soltando las armas, bien fuera para no acabar heridos o por puro instinto. Sanosuke aprovechó aquello para liberar rápidamente sus brazos de las cadenas y acercarse a sus futuras víctimas.

El ninja que había salido volando se había golpeado la cabeza y estaba inconsciente, así que ese no era gran preocupación. Otro había quedado enredado con el primero, y se las veía y se las deseaba para salir de aquella posición. El tercero, sin embargo, se puso en pie de un salto, y se preparó para enfrentarse con su enemigo. Sano prácticamente le avasalló, obligándole a defenderse y a esquivar. El ninja colocaba de vez en cuando algún golpe, pero si este afectaba a Sano, era difícil de decir. Por fin, el luchador golpeó con tanta fuerza que rompió la guardia de su adversario, y le propinó tal golpe en la mandíbula que lo dejó fuera de juego. Se volvió entonces a su último contrincante, que había podido por fin liberarse de su propio compañero y se estaba poniendo en pie.

Antes siquiera de que pudiera ponerse en guardia, Sanosuke lo derribó.

El luchador se volvió en busca de adversarios. Delante de él no había que preocuparse, dado que los que quedaban estaban en manos de Shinomori, así que optó por dirigirse al grupo central. Aunque tampoco creía que Kenshin fuera a necesitar ayuda.

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Aoshi se estaba empezando a preguntar si aquellos tres ninjas le estaban preparando alguna clase de trampa, porque le estaba resultando demasiado fácil esquivar sus ataques. Avanzó hacia ellos a toda velocidad, apenas variando su trayectoria para esquivar las cadenas de las kusari-gama. Se lanzó contra el ninja más cercano, entre los otros dos. Un golpe de una de sus kodachi partió el mango de madera de la hoz, mientras la segunda cortaba a la altura del pecho, abriendo una profunda línea de sangre.

Saltó hacia atrás casi de inmediato, esquivando sendos ataques de los enemigos a los lados, uno con la cadena y otro con la hoz. Aprovechó la distancia que había tomado para lanzar una patada que quitó de en medio al primer ninja, y se encaró al que le había atacado de cerca. Antes de que pudiera reaccionar, con un simple giro cortó a dos altura, pecho y cuello. Sin embargo, antes de que el segundo cuerpo cayera y Aoshi se volviera al tercero de los ninjas, una cadena se enroscó en su brazo, y tiró. Aoshi hizo fuerza en dirección contraria, y dirigió sus ojos de hielo azul hacia el tercero, que sonreía nerviosamente.

Ni siquiera dudó por un momento de cual sería la mejor opción. Dejó de hacer fuerza para mantener tensa la cadena, al tiempo que daba un paso hacia delante, y casi de inmediato volvió a tirar, incluso con más fuerza que antes. El ninja, que al dejar de tener una fuerza enfrentada había perdido el equilibrio, se vio de pronto arrojado hacia delante al añadir a su impulso para equilibrarse la súbita fuerza que aplicaba su adversario. Aoshi solo tuvo que dejar que el hombre se clavara en su kodachi.

Con un tirón, liberó la espada, y se volvió hacia el resto, mientras se preguntaba en su interior como era posible que esa gente hubiera sido siquiera capaz de poner en aprietos a nadie del grupo.

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Hagane se vio enfrentado a cuatro shinobi. Tres de ellos llevaban, cómo los demás, kusari-gama, pero el cuarto, que se mantenía a una distancia prudencial, estaba armado con dos kama. Los tres adversarios con posibilidad de atacar a distancia lo hicieron, lanzando sus cadenas a la altura del cuello, el pecho y los tobillos. Con una pirueta, Hagane esquivó todos los ataques y con rapidez desenvainó su tanto, clavándolo en la tierra atrapando un eslabón de la cadena que había ido dirigida a sus piernas. Luego, le propinó una patada, de forma que el arma salió despedida de las manos de su adversario. Sin pensar siquiera en recoger su arma secundaria, se lanzó sobre el ninja desarmado y de un tajo le produjo una herida que le recorría todo el estómago. Con un empujón, envió el cuerpo contra sus dos compañeros.

De inmediato alzó su espada para detener la caída de las dos kama del ninja que se había quedado atrás. Mantuvieron aquella postura durante unos instantes, apenas dos segundos, hasta que el adversario levantó una de las dos armas con rapidez y le dirigió un golpe al estómago que Hagane esquivó por los pelos, apartándose y liberando su espada. El Iga se agachó justo a tiempo para que por encima pasaran las dos cadenas de las kusari-gama de sus compañeros. Hagane también se agachó para esquivar las armas, pero salió disparado hacia delante. Con un salto casi imposible, pasó por entre las cadenas y por encima del shinobi de las kamas, que le miró con una mezcla de admiración y respeto según le veía realizar la acrobacia, y siguió corriendo nada más aterrizar, para atravesar con su arma a uno de los otros dos shinobi. Con un rápido gesto, abrió un compartimento de la empuñadura de su ninjato, y arrojó una fina aguja contra el otro. Este levantó la mano, protegiéndose del en apariencia inocuo ataque.

Hagane no tuvo mucho tiempo para comprobar si su triquiñuela había tenido éxito, pues apenas recuperó su espada, se vio atacado por el ninja de las kama, al que pronto se unió su compañero. Hagane se defendió rápidamente, no dejando una sola rendija a sus atacantes, que no dejaban de atacar y buscar un solo resquicio por el que golpear. Pero pronto, los ataques del ninja de la kusari-gama empezaron a ser más lentos, mientras su cuerpo intentaba amoldarse al veneno que había llevado la aguja. Probablemente no le mataría, pero su cuerpo no podría luchar, tal como había planeado el Fuma. Aunque no pensaba darle tiempo para recuperarse. Lanzó un tajo...

El otro ninja detuvo el golpe dirigido a su compañero con el arma de la mano derecha, mientras que soltaba la de la mano izquierda para apartar al otro del peligro de un empellón. Con un rápido giro, le lanzó una patada que Hagane esquivó al punto. Este le lanzó un tajo de tentativa, que el otro ninja desvió, para contraatacar con un golpe de arriba abajo. Siguió a aquello un rápido intercambio de golpes, paradas y contragolpes que acabó con los dos enganchando sus armas y sin intención de ceder un solo metro.

Hasta que Hagane escuchó al otro ninja hablar con una voz femenina.

-Perdona, pero creo que debo irme.

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Una de las ventajas con las que contaba Kenshin desde el principio del combate, es que sus adversarios le tenían pánico. No es que a él le hiciera mucha gracia, pero tenía que admitir que ayudaba, especialmente ahora que se tenía que enfrentar contra cuatro ninja. También tenía una desventaja tácita, y esa era que los tipos estarían prevenidos y no sería tan fácil vencerles... Pero no creía que fuera a ser tan complicado como era antes.

Los cuatro Iga le miraron con aprensión. Finalmente, uno decidió actuar. Lanzó la cadena contra Kenshin, en espera de golpearle con el peso de la misma. Kenshin simplemente esquivó con un movimiento rápido y suave, y se lanzó hacia delante. Antes de que siquiera pudieran verle llegar, el samurai golpeó con la espada en el vientre de su adversario en un ataque ascendente, que lo alzó del suelo y lo hizo caer hacia atrás. Los compañeros del ninja caído optaron por atacar todos de cerca y a la vez, en espera de que no pudiera con los tres.

Con un giro, Kenshin derribó a dos de los restantes. El último del grupo había tenido la suficiente astucia y rapidez como para quitarse del camino de la sakabatô. Se lanzó de nuevo al ataque, a pesar de todo. Kenshin simplemente hizo un arco con la espada, cortando por la mitad el mango del arma de su adversario. Este retrocedió, mirando con incredulidad lo que quedaba de su kusari-gama. Kenshin esperó a que le mirara para volver a lanzarse contra él, y golpearle de nuevo con un ataque giratorio. El ninja cayó en el suelo, y si estaba consciente, prefirió fingir que no lo estaba.

El samurai se giró para observar al último ninja restante, enzarzado con Hagane.

-Perdona- dijo el último atacante con una voz femenina-, pero creo que debo irme.

Y antes de que nadie pudiera reaccionar, se separó del ninja Hojo de un salto, y lanzó un nagetepo al suelo, inundando la zona de un humo espeso y blanco.

-¡Ah, no, eso sí que no!- exclamó Hagane, saltando hacia la nube.

Hubo un grito de la voz femenina, el sonido de un golpe, y cuando el humo se despejó, Hagane estaba sentado en el suelo, con un jirón de tela en la mano y un ojo que se estaba poniendo morado de forma rápida y alarmante. De la kunoichi no quedaba ni rastro.

-Fuma-san, ¿estás bien?- preguntó Amemaru.

-¡Qué mala bestia! ¡Pega más fuerte que Sen y Miho juntas!- fue la respuesta de Hagane, mientras se ponía en pie.

Y en ese momento se escucharon más gritos, estos de la zona en la que las tres mujeres se habían escondido.

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NOTAS DE LA AUTORA: Por fiiiiiiiiin he acabado el capítulo 13. De hecho, he tenido que cortar una escena que ya saldrá en el siguiente capítulo. Pero es que esto estaba excediendo ya el número de páginas de Word aconsejables. Me he metido una buena panzada de combates, y más que me quedan. Ya veréis la verdadera razón tras el ojo morado de Hagane xDDDDD Es la primera vez que meto a Amemaru en una situación de combate, quería que su estilo fuera muy tradicional y fluido, eso de "ser como el agua" y cosas similares. Espero haberlo conseguido.

En este capítulo, no hablaré de nadie, que todavía tienen que salir más cosas para que pueda hablar de ellos. Aunque si dejo dicho que he hecho una reedición de los capítulos anteriores. He solventado algunos de los errores ortográficos provocados por mi ligera dislexia, así como un error de transcripción y pronunciación del apellido de Hikaru (el tsu pasa a zu cuando está detrás de una vocal).

Y en el próximo... ¡¡Por fin se sabrá qué demonios está buscando el Hacha Sangrante exactamente! ¿Será lo que esperan o será en realidad una broma de mal gusto? Ya sabéis, ¡en la misma bat-hora, en el mismo bat-canal! (Esto... creo que me he confundido de serie U).