Aquella noche

En momentos como este era cuando James se lamentaba haberse dejado confiscar el Mapa de Merodeador por Filch. No era que no conociera de memoria los corredores y pasillos secretos de todo Hogwarts, pero le vendría bien saber la localización exacta de los adultos del colegio. La Sra. Norris tenía una increíble facilidad para escucharlo a pesar de estar usando la capa para hacerse invisible; el sigilo era parte del arte de Remus y Peter, a Sirius y a él les costaba horrores.

Decidió tomar el camino seguro hacia la Sala de Trofeos: un túnel que desembocaba justo frente a la puerta de la sala; del que estaba seguro que el conserje no sabía nada. No tenía ganas de arriesgarse o alargar más de la cuenta aquella peculiar aventura; si su mejor amigo se enteraba que había perdido el espejo mágico que usaban para comunicarse, lo mataría lenta y dolorosamente. Sabía que lo había usado durante el castigo de esa tarde y después no lo había vuelto a ver... ¡Tenía que estar ahí!

Se escuchó un fuerte chirrido cuando abrió demasiado rápido el cuadro que escondía el final del pasaje.

–¡Lumus! –murmuró alguien no muy lejos de donde él estaba.

La fuerte luz lo encandiló, impidiéndole ver la figura de quien sostenía la varita, pero reconoció con claridad la voz de la muchacha que tanto le gustaba.

–¿Quién anda ahí? –insistió Lily con la voz ligeramente tomada.

–Sólo soy yo –exclamó James arrancándose la capa de un tirón, sin siquiera pensar en lo que hacía–. ¿Qué haces aquí a esta hora, Evans?

La jovencita lo vio aparecer de la nada con estupefacción; fue en ese momento en el que él se dio cuenta de lo imprudente de su accionar. Si bien su relación ya no era tan mala como años anteriores, todavía no era lo que se podía llamar buena.

Un suave sollozo lo sacó de su reflexión. Aquellos hermosos ojos esmeraldas, que tanto le fascinaban, estaban siendo inundados por un mar de lágrimas.

Su reacción fue como en el Quidditch. Tan sólo le tomó una fracción de segundo decidir qué hacer cuando la chica se volteó y salió corriendo: ¡No la podía dejar irse así!

Escondido detrás de una esquina, Snape lo escuchó todo. Escuchó las pocas palabras, los sollozos de ella, el ruido de los apresurados pasos alejándose... la voz de James llamándola.

Miró el pedazo de pergamino en su mano. Debido a la oscuridad no distinguía las palabras pero las recordaba a la perfección: "Si todavía te importa lo nuestro, veme esta noche donde siempre. Lily"

–¡Así es mejor! –trató de convencer a su corazón mientras volvía a su Sala Común.