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Capítulo II: Un fénix en el balcón
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Lily se sentó en uno de los grandes sillones de la sala, estaba tan aburrida de su papel de "buena ama de casa"; no era que no le gustara atender su hogar, a su esposo y a su pequeño hijo pero después de un tiempo de esa rutina se aburría a muerte. Ella quería aventuras, viajes y duelos mágicos y había accedido gustosa a dejar eso de lado por un tiempo y adoptar ese papel cuando se enteró que estaba esperando a Harry... pero ahora que sabía que ya nunca podría volver a esa vida… era como si algo se rompiera en su interior cuando pensaba en eso.
Distraídamente se fijo en el reloj, ya casi eran las once y debería ir comenzando a preparar el almuerzo. Una gran sonrisa se dibujo en sus labios, debería preparar algo verdaderamente exquisito porque James volvería del Ministerio más enfadado de lo que se había ido, después de que ella se negara a contarle su sueño.
Su sonrisa vaciló al recordar el sueño…
Sacudió su cabeza con violencia tratando de sacar esas imágenes de su cabeza, después se paró y dirigió al estudio. Una vez allí se sentó en el escritorio tomó un pergamino, lo desenrolló y lo colocó frente suyo, casi completamente inclinado. Soltó un leve suspiro al destapar el tintero y tomar la pluma, no le resultaba nada gracioso el escribir con pluma… ¡¡Siempre, SIEMPRE se manchaba todo el dorso de la mano! Así fue que cuando era estudiante en Hogwarts se acostumbro a escribir con la hoja inclinada y agarrando la pluma de bien atrás para que su mano no tuviera que pasar por la parte ya escrita.
Miró distraídamente por la ventana buscando las palabras exactas, después de unos instante respiró profundamente, como para conseguir fuerzas, y simplemente escribió:
¡NECESITO
HABLARTE!
¿Podría ser este
domingo a las cinco de la tarde?
¡Te veré en el lugar
de los día de campo!
Con amor, Lily
Ella sonrió satisfecha. Por lo menos ya nadie la podía acusar de no ser directa, como en la escuela.
Pensó un minuto mordiendo la pluma; sacó, de debajo de su túnica, una finísima cadenita de oro que sujetaba a su cuello un extraño dije de forma irregular; lo contemplo un largo rato con semblante preocupado. Luego, guardándolo de nuevo, agregó a la simple carta una posdata en la que únicamente decía, con letra mayúsculas ¡¡Es urgente .
Lily rasgó el pergamino sacando todo el pedazo que no había utilizado, lo doblo en cuatro y garabateó un nombre sobre el pequeño trozo de papel.
– Espero que resulte – murmuró para si misma al levantarse y dirigirse al balcón.
Una vez allí, se sentó en el suelo a contemplar el cielo pintado de un celeste inmaculado y con una nubes tan perfectas que parecían hechas por la mano del mejor pintor.
Ella cerró los ojos permitiendo que la fresca brisa golpeara su rostro directamente. Inconscientemente se llevó una mano al pecho, apoyándola justo sobre el medallón; una lagrima de un plateado muy brillante se escapo de sus ojos, corriendo veloz por su mejilla hasta caer de su rostro y destrozarse, sin remedio, en su pecho. …Mas tu alma me pertenece… recitó con una voz melodiosa similar a la de un fénix.
Lily abrió lo ojos de repente y tomó una bocanada de aire, como al que lo están por hundir en el agua. Su mano sujetaba con fuerza su pecho y en sus labio se dibujo una mueca de terrible dolor, aunque su ojos reflejaban el más profundo de los horrores. Sentía una terrible punzada en el pecho y una quemazón en las entrañas producida por las más ardientes llamas de infierno. Cerró los ojos con todas las fuerzas de que disponía para tratar de resistirlo. Lágrimas transparentes se escaparon de su ojos.
– ¡Mi bebé! – Exclamó un instante antes de que el llanto de Harry le llegara de la habitación contigua.
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– ¡Apelo¡Apelo! – Exclamaba Harry eufórico con su voz finita e ininteligible mezclada con un dulce y reconfortante canto.
Lily comenzó a abrir los ojos muy lentamente parpadeando mucho más de lo normal, como si fuera la tarea más difícil del mundo. Se encontraba recostada sobre su cama totalmente desorientada, no tenía ni la más remota idea de cómo había llegado hasta ahí, qué había pasado después de escribir la carta o cuánto tiempo había pasado de eso. De pronto el canto se calló, ella fijó sus mirada en la ventana donde aparecía un manchón rojizo dorado. Frotó sus ojos con los puños incorporándose un poco para ver mejor.
– ¡Fawkes! – Exclamó sorprendida al distinguir la figura del hermoso fénix que la miraba.
– ¡¡Lily!… – Dijo una voz divertida detrás de ella.
– ¿Albus? – Preguntó sorprendiéndose cada minuto más.
– ¡¡Mira! Me dice abuelo
Albus Dumbledore estaba sentado al pie de la cama jugando con Harry, mientras este le seguía llamando "apelo" y tirando de la larga barba blanca.
– Me tomó casi seis años que mi verdadero nieto me llamara así y él lo hace espontáneamente. ¡Me siento halagado!
La joven mujer se vio obligada a sonreír ante la sinceridad de la declaración pero después de un segundo su expresión se ensombreció y preguntó:
– ¿Qué pasó?
– Tú dímelo. Cuando llegué te encontré desmayada en el balcón y a Harry llorando – Explicó perdiendo su tono alegre, pero sin dejar de mirar al bebé con una sonrisa.
Ella meditó sobre eso un minuto en silencio pero la voz de Albus la interrumpió:
– ¿Las cosas ya están tal mal?
– ¿Mm?
– ¿Si las cosas están tal mal como para que no puedas quedarte sola por miedo a que te desmayes y algo malo te pase? – Preguntó el anciano mago mirándola con una expresión de pena en el rostro.
Ella pareció ofenderse con la pregunta y desvió la mirada a la ventana, donde se encontró con el ave. Una terrible sensación de angustia lleno su pecho y las lágrimas invadieron sus ojos sin derramarse. El fénix abrió el pico y dejo escapar unas cuantas notas, como quién dice algo en un canto, y, aparentemente, así fue porque Lily se molestó mucho más y le ordenó que se callara. El pájaro alzó sus alas con prepotencia y voló hasta el hombro de Albus de donde le mandó una mirada severa.
La muchacha sin prestar atención a la actitud casi humana del fénix se levantó muy lentamente y se dirigió a la venta, en donde se quedó un minuto en silencio contemplando su hermoso jardín de rosas a través de los ojos empañados. El sol brillaba desde lo más alto, ya debía ser más de mediodía. De pronto se sobresaltó.
– ¿Qué hora es? – Preguntó preocupada.
– Deben ser la una y algo. – Contestó el anciano distraído.
– ¿Y James todavía no volvió?
– ¡¡Sí, cierto! Llamó y dijo que no podría volver hasta la noche. Tu sabes cómo presiona Crouch a cuanto Auror incauto se atreva a aproximarse al Ministerio. – Explicó perezosamente.
Lily volvió su mirada a la ventana Auror – pensó – James el Auror. ¡¡Que raro suena eso . Así pretendía quedarse, meditando, por un largo rato hasta que, una vez más, la voz de Dumbledore la llamó de regreso a la realidad.
– Tu esposo me contó algo sobre un sueño… o algo así
Ella contempló al hombre sorprendida por unos segundo y luego tomando aires teatral exclamó trágicamente:
– ¡¡No puedo creerlo¡¡Me he casado con el rey del chisme!
– No empieces con eso, Lily – Ordenó Albus con voz firme y tomando un aire tan severo que consiguió que Harry se callara y le soltara la barba.
La muchacha suspiró tristemente. Estaba acorralada ante la furia del mago al que tantos temían y respetaban. Se lanzó sobre la cama y tomó a su hijo para sentarlo en su piernas. De verdad esperaba que él le diera fuerzas suficiente para soportar lo que se le avecinaba.
– ¿Tuviste otra premonición? – Demandó inexpresivamente.
– No – Respondió tajantemente. Una pregunta tan directa no merecía más que una respuesta igual. Esbozó una sonrisa sin levantar la mirada de su hijo. – ¡Aún peor!
– ¿A qué te refieres?
Ella le lanzó una mirada fría con esos ojos a los que todo mundo habían rehuido desde que tenía uso de razón y, sin borrar un solo segundo su sonrisa, simplemente explicó:
– Sólo un viejo recuerdo
– ¿"Un recuerdo"? – Repitió Albus extrañado. – James dijo que te levantaste gritando.
– ¿Crees que te miento? – Inquirió volviendo a mirar al bebé en su falda y perdiendo todo rastro de alegría.
– ¿De qué? – Preguntó el anciano mago apesadumbrado después de un breve silencio.
Ella articuló algo sin pronunciar palabra pero, al final, se levantó bruscamente diciendo Nada importante
– ¡Lily…! – Trató de volver a regañarla.
– ¡¡NO! – Espetó ella testarudamente, girando para mostrarle el enfado de su expresión y apretando con fuerza a su bebé contra el pecho.
El hombre no pudo más que soltar una pequeña risa ante la desafiante actitud de la niña. Esta muchacha era de las que nunca hacía nada que le ordenaran por más que ella así lo deseara y su obstinación era algo con lo que nadie podía lidiar. James, a pesar de su muy reconocida tozudez, en muchas ocasiones se veía apabullado ante ella y su insostenible mirada. En ese instante no pudo más que pensar lo linda pareja que hacían, con sus espíritus libres e indomables, sin importarle que dentro de unos diez años él sería el que tendría que soportar a su pequeño vástago, que seguramente sería la suma de los dos.
– ¿A qué venías? – Preguntó descortésmente la chica, con su bebé en los brazos y aún molesta.
– Quería hablar muy seriamente contigo y James – Respondió perdiendo la sonrisa.
– ¿Sobre qué?
– Prefiero decirlo cuando estén los dos – Albus se paró con gesto cortés y agregó: – Así que creo que no tengo nada más que hacer aquí. ¡Hasta luego, Lily!
– ¡¡No, espera¿Por qué no te quedas a comer conmigo? – Ofreció, sintiendo que él se marchaba ofendido y, en un intento para sacarle la expresión seria, agregó levantando al niño para que lo viera mejor: – Tu nuevo nieto arroja la comida pero espero que no te moleste.
