Nota: Quisiera, antes de empezar con el próximo capítulo, dar mi más profundo agradecimiento a clhoe–black–potter, por ser la primera persona que me manda un RR, y a IrEpElIyElOwInXuesVaNs, por dejarme otros dos preciosos.

PD.: Espero haber escrito bien sus nombres! Y mis más sinceras disculpas por ser tan desordenada para actualizar.

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Capítulo IV: Mensajes importantes

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Afuera la lluvia seguía cayendo en tempestad, golpeando fuertemente contra los cristales. Dumbledore se encontraba sentado en un sillón junto al fuego, con los ojos cerrados y respirando profundamente, como si se encontrara dormido. Lily, por otro lado, paseaba intranquila de la sala a la cocina o, de cuanto en cuanto, subía la escalera para asegurarse de que Harry todavía durmiera. En una de esas ocasiones en que entró a la sala, dando grandes zancadas, se detuvo a observar al anciano mago impertérrito en el sofá. Cuando se disponía a volver a su intranquilo recorrido se llevó inconscientemente una mano al bolsillo y en él encontró un pedazo de papel, la pequeña nota que había escrito esa misma mañana y que no había llegado a enviar. Volvió a mirar a Albus, que no pareció inmutarse, preguntándose si le podría pedir que él la entregara sin tener que explicarle todo el asunto.

– ¿Albus, duermes? – Preguntó en un leve susurro, sin demasiado deseo de hacerse oír, y cuando no obtuvo respuesta se dirigió a la puerta del jardín trasero.

Lily se alejó bastante de la casa bajo la lluvia antes de llevarse los dedos a la boca y silbar lo más fuerte que pudo, para que el sonido pasara sobre el del agua. Al instante acudió una pequeña lechuza blanca con manchar marrones, de unos quince centímetros de altura y unos grandes ojos dorados, que se posó en su hombro y ululó algo molesta.

– ¡Sí, ya sé! – Dijo Lily acariciándole la cabeza. – Pero te aseguro que esto es urgente. ¡¡Llévale esto a esta persona! – Ordenó mostrándole el pequeño papel a la lechuza pero cubriéndolo lo mejor posible con sus manos para que no se mojara. Rápida y ágilmente ató el papelito a la pata del animal – ¡¡Buena suerte, Colín! – Le deseó en cuanto este remontó vuelo.

Ella volvió a entrar apresuradamente en la casa en cuanto la lechuza se perdió de vista, sacó su varita y se disponía a aplicarse un hechizo secante cuando…

– ¡No, estoy despierto! – Dijo la voz de Dumbledore a sus espaldas. – ¿Me puedes decir qué significó todo eso?

La joven mujer dio un leve respingo y se volteó tan rápido que su rojo trenza salpicó agua hacia todos lados.

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Sirius Black lanzó una risa estridente e, increíblemente, sincera. – No puedo creer que tú, James Potter – Dijo con un tono jovial que no había usado desde hace años –, me acabes de confesar que pudiste ser amigo de Patrick Finch–Fletchley, siendo que pasaste los primeros cinco años de conocerlo afirmando que era un completo cabezahueca y los siguientes cinco jurando que lo odiarías por el resto de tu vida. ¡¡¡Ahora no me puedes salir con esto!

James también rió ante aquel recuerdo pero cuando continuó hablando seguía teniendo una nota triste en la voz. – Tienes que admitir que siempre fue medio idiota… ¡Pero nunca lo odie! Admitiré, eso sí, que estaba celoso pero… fueron cosas de niños.

– ¡Ni tan de niño! – Aseguró su amigo con sorna – Seguiste teniendo celos de Patt hasta que contrajo matrimonio, mucho después de que tú lo hicieras con tu bella pelirroja.

– Pero no eran celos porque pensara que Lily podría llegar a enamorarse de él... ¡Claro que al principio sí! – Atajo James antes de que su amigo pudiera reprocharlo – Y es cierto que me hubiera alejado de ella y todas sus estrafalarias en cuanto terminamos la escuela si no hubiera sido porque de verdad creía que tenía competencia.

Sirius volvió a reír y pensó en cuanta verdad había en esas palabras. James Potter era una de esas personas que no podían perder en nada… igual a Lily… ¿¡Qué, diablos, lo había hecho pensar en la adolescencia que podrían hacer una buena pareja?

– ¡¡Y se lo agradezco! – Continuó sin prestar atención a la mueca de ironía que tenía su acompañante – Porque, a pesar de nuestras múltiples discusiones y desacuerdos, yo amo mucho a mi esposa y el perderla sería algo de lo que me hubiera arrepentido por el resto de mi vida. – Concluyó bebiéndose de un trago el poco de cerveza que aún quedaba en su jarra y parándose para apremiar a su amigo a que lo imitara. – Anótalo en mi cuenta – Le dijo a Dina antes de que se marcharan.

El profundo silencio sólo era interrumpido por el sonido de sus paso en la calle llena de charcos. James había dicho todo lo que tenía que decir en el bar y, por alguna razón, su acompañante parecía distante, como en otro mundo. Quizás esa distancia que mantenía Sirius de aquel lugar era lo único que impedía que ese mutismo entre ellos se volviera en algo incómodo, ya que se prolongó hasta salir de ese pequeño pueblo y llegar a una casa no demasiado apartada, rodeada de una pares de setos, con un cartel que anunciaba: Valle Godric .

James rápidamente se refugió bajo el pórtico y se disponía a abrir la puerta cuando volteó a ver a su amigo. Sirius seguía parado bajo la lluvia, mirándolo con expresión preocupada y de… ¿lástima?.

– ¿Qué ocurre? – Preguntó preocupado, acercándose un poco.

Un relámpago iluminó a los dos hombre y él pudo notar que su compañero se mordía el labio, por un segundo, cuando abrió la boca para contestar, aparento que diría que no era nada pero…

– Dime, James… – Comenzó dubitativo – ¿Qué harás cuando… Lily…?

El joven de cabello alborotado y apariencia gentil tenía en esos momentos una mirada asesina tan feroz que resultaba más que aterradora.

– ¡¡Mi esposa – afirmó lentamente y recalcando cada palabra (sobre todo los posesivos) –, como mi hijo, no van a morir! – Y antes de que lo pudieran refutar agregó severamente: – Escucha, yo mejor que nadie sé cuantos peligros nos asechan pero no viviré angustiándome por algo que, estoy seguro, no pasará hasta dentro de muchos años.

En ese momento el joven Black se preguntó si las últimas palabras de su amigo eran una afirmación o una suplica. Lo que estaba claro era que ese tema no debería ser tocado por el momento, así que bajo la cabeza y se disculpó, con el nudo en la garganta que le produjo el descubrimiento que acababa de realizar. James Potter, su amigo y confidente de la infancia, el que siempre lo ayudó cuando tenía problemas, la persona que siempre respondía con bromas hasta en las situaciones más triste (mejor dicho, sobre todo en estas situaciones, ya que era la única manera en que combatía el dolor), estaba siendo consumida por la difícil situación que se veía obligado a vivir. Le estaban robando la alegría, su júbilo, sus fuerzas, sus ganas de luchar y hacerle frente a los problemas… estaba destruyendo a James Potter y él no podía hacer nada para ayudarlo.

– ¡No, yo lo lamentó… – Comenzó a decir James con una expresión mucho más suave y el mismo tono triste que había usado en el bar cuando se detuvo de golpe, como escuchando.

– ¿Qué pa…

– ¡Sh! – Él se llevó un dedo a la boca y dirigió una mirada perdida a la casa – ¿Escuchas?

– ¿Qué?

– ¡¡Harry! – Exclamó un segundo antes de salir corriendo hacia la casa.

Sirius, a pesar de la sorpresa, inmediatamente corrió tras él. A penas cruzar la puerta vio a Lily en un sillón mirando el fuego con los codos apoyados sobre las rodillas y las manos juntas como quien reza. Su amigo no pareció percatarse de ella, ya que se dirigió directamente a la planta alta, subiendo la escalera de tres en tres. Así que era eso – pensó cuando a sus oídos llegó el llanto del bebé – ¿Cómo, diablos, pudo escucharlo con esta tormenta? .

Volvió a fijar su vista en la joven que no se movía en lo más mínimo de su lugar, se dirigió a ella con pasos sigilosos y, cuando estaba a un par de metros, la llamó por su nombre con voz cuidadosa; a lo que la muchacha no reaccionó. Se arrodilló frente a ella para conseguir que lo mirara sin ningún resultado, en ese momento se percató de la extraña mirada que tenía. Sus pupilas estaban tan contraídas que parecía no tenerlas, sus ojos estaban llenos de lágimas y las llamas se reflejaban en forma curiosa sobre aquella superficie, causando un extraño juego de colores. Esa mirada ya la había visto, Lily estaba en una especie de trance… "conversando con las llamas" como ella misma lo llamaba. Eso explicaba el que no hubiera acudido al llanto del niño.

– ¿Lily? – Volvió a llamar Sirius tomando las manos de la joven entre las suyas.

– No es que lo escuchara. – Dijo la muchacha cerrando los ojos algo deprimida, para dar por terminado su "conversación con el fuego", y obligándose a dedicárle a su amigo una de sus mejores sonrisas. – Lo intuyó.

– ¡Ah! Te refieres a mi pregunta – Cayó en cuenta, después de unos instantes en silencio. La sonrisa de la chica se pronunció mucho más y asintió entusiastamente mientras se paraba. – ¿Cómo pudo intuirlo?

– ¡Oh, vamos, Sirius! ¡Tu también eres padre! ¿Me vas a decir que nunca sentiste una angustia inexplicable o unas repentinas ganas de ver a tu hija con la sensación de que te necesita desesperadamente?

– Sí, siempre que la dejo bajo el cuida de Remus pero… ¿qué tiene que ver?

Lily se rió con más ganas que nunca. – No me refería a eso. Lo que pasa es que tu eres demasiado "celoso". Me muero por ver qué harás cuando sea adolescente y empiece a tener novios. – Cuando se logró controlar un poco volvió a interrogar: – ¿Tu te despertabas cuando de bebé lloraba no es verdad?

– No, su llanto nunca me despertó. ¡Sabes que duermo muy profundo!

– ¡Pobre de tu esposa! – Volvió a reír la muchacha. – Y yo me quejo de James.

Él la dejaba reír cuando calló en cuenta ¿Había formulado la pregunta en vos alta? Estaba casi seguro que solamente la había pensado pero entonces cómo… – ¿¡Desde cuándo lees los pensamientos? – Demandó de pronto.

Ella lo miró con su sonrisa más inocente y, volteando a la escalera, dijo: – ¡Es más o menos su hora de comer!.

Sirius no se había dado cuenta de que James bajaba las escaleras, seguido muy de cerca por Dumbledore con Harry en brazos. El pequeño todavía estaba sollozando, la mujer rápidamente se dirigió hasta ellos y lo tomó para llevarlo a la cocina.

– ¡Bue–buenas noches! – Saludó Sirius extrañado ante la presencia del anciano en la casa.

– ¡Buenas noches, Sirius! – Respondió demasiado formal para el gusto del cualquiera de los dos jóvenes.

– ¿Qué te trajo por aquí, Albus? – Preguntó James tratando de alivianar la tensión del ambiente.

– Nada realmente importante, tan sólo quería ver cómo se encontraban.

– ¡¡Disculpen! – Intervino (oportunamente) Lily desde la puerta de la cocina – Me olvide de preguntarte, Sirius, si te vas a quedar a cenar.

– ¡Ah! ¡No! – Contestó aliviado ante la salida que le acababan de abrir. – ¡No, muchas gracias! Prometí llegar temprano y ya me he retrasado bastante… ¡Ya me voy! – Agregó volteándose a ver a los dos hombres y estrechando sus manos. – ¡Adiós… James… Albus! ¡Hasta pronto! – Concluyó dándole un beso en la mejilla a la joven y luego al pequeño en la frente.

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– ¿Qué significó todo eso? – Interrogó James a Sirius cuando ambos estuvieron en la entrada del Jardín delantero, demasiado lejos de la casa para ser escuchados.

– No lo sé. Albus se comporta extraño conmigo últimamente pero tal vez se deba a que a estado bajo mucho estrés; sólo está cansado. Pero es cierto que tengo que llegar a casa ¡Después me contarás que pasó! ¡Hasta mañana, Prongs!

– ¡Hasta mañana! – Se despidió esbozando una sonrisa maligna – ¡Y saluda a Moony de mi parte!

En ese momento Sirius agradeció que la noche estuviera tan oscura que su amigo no llegó a notar el leve tono rosa que se pintaba en sus mejillas. Tal vez se había adelantado al pensar que su amigo había perdido la habilidad de hacer esos insoportables chistes negros.

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– Yo tampoco me voy a quedar a cenar, Lily, querida – Dijo Dumbledore asomándose a la ventana para ver a los dos hombre que se despedían en la puerta del jardín (más bien parecían apunto de una pelea) como un policía que vigila a una familia mafiosa.

– ¿Por qué?

– Ya me he ausentado bastante. No son tiempos seguros y mi deber principal está en Hogwarts. Sólo viene a comunicarles algo urgente.

– Eso ya me lo dijiste esta mañana, lo que no me dijiste es que era eso tan urgente.

Albus apartó la vista de la ventana y le dirigió una mirada particularmente seria a la joven que acababa de entrar a la sala dándole un biberón con jugo al pequeño Harry, con la mano le hizo un ademán de que se sentara. Eso no tenía pinta de nada bueno.

En cuanto James entró a la casa se topó con la seria expresión del anciano mago, el cual le indicó con señas que se sentara junto a la muchacha. Hubo un minuto de profundo e incomodo silencio antes de que comenzara.

– James… Lily…

– Ustedes saben lo mucho que los estimo y me preocupo por ustedes. – Interrumpió el joven, con la mirada baja y una sonrisa melancólica.

– ¿Qué?

– Lo que pasa es que siempre comienzas así cuando sabes que estás apunto de lanzar una bomba. – Explicó ella con una sonrisa resignada.