Capítulo II

Inseparables

Kagome permanecía adormecida sobre su cama, el abrigo que llevaba al llegar desde la época antigua estaba apoyado sobre una silla cercana a su escritorio, la luz de un día gris que anunciaba la caída de más nieve en el lugar no la incentivaba demasiado a ponerse de pie, y comenzar a ayudar a su madre con lo que faltaba de la decoración, al día siguiente sería noche buena, y este año, a diferencia de los anteriores si se sentía completamente falta de ilusión y entusiasmo, al menos las dos navidades anteriores conservó la esperanza de que InuYasha apareciera a último momento con todo aquel desplante de arrogancia que poseía, que odiaba tanto, algunos días, pero a la vez lo hacía especial y completamente adorable… un profundo suspiro se escapó sin restricción desde su boca, estaba sola y nadie podía oírla, quizás por ello extrañaba tanto su habitación cuando estaba en el Sengoku, ahí no necesitaba disimular sus sentimientos, y aunque la atormentaban en su cuarto eran libres de llenar todo el lugar de los pensamientos más difíciles de digerir, al recordar a un InuYasha ansioso por ir a encuentro de Kikyo… aunque debía de reconocer que sus encuentros eran cada vez más distanciados, y la mayor parte de las veces la miraba como si estuviera pidiendo su autorización para alejarse… ¿qué sucedía en los momentos en que él se escapaba de su mirada?... no lo sabía, pero su mente había gestado muchas imágenes que le dolían en el alma y la quemaban como brasas a fuego vivo… un nuevo suspiro se le escapó, esta vez abiertamente mientras que giraba sobre la cama para quedar con la espalda apoyada y los ojos castaños soñadores, mientras que las imágenes que inicialmente tenían como protagonistas a InuYasha, junto a Kikyo, ahora cambiaban, haciendo de ella una mujer feliz… al menos en sus sueños…

-Kagome… Kagome…- llamó su madre, trayéndola de vuelta de aquella fantasía que se ejecutaba con un InuYasha apoyando la espalda en el tronco firme de un árbol, mientras que ella… un sonrojo adornó sus mejillas y respondió de forma mecánica a su madre.

-Ya voy mamá… - exclamó algo agitada ante su visión, y llevó ambas manos hasta las mejillas que ardían con un calor inusitado dado el frío exterior, se sonrió comprendiendo que se estaba convirtiendo en una chica de pensamientos maquiavélicos, como su amiga Yuca, que ya contaba con tres noviazgos y ella no tenía ni siquiera uno.

Se puso de pie y caminó hasta su armario, quería recoger algunas prendas gastadas que le sirvieran para ayudar con la limpieza y el resto del decorado, al día siguiente tendrían, después de mucho tiempo, invitados luego de la cena, la familia de Hitomi, la compañera de grado de su hermano Souta, que no había dejado de verse con él, desde que ella e InuYasha lograran que concretaran su "¿noviazgo?"… no estaba muy segura de cómo llamar a lo que su hermano tenía con esa muchacha, que ya contaba con cerca de doce años… no pudo evitar que una sonrisa orgullosa se instalara en sus labios, ya que su hermano estaba llevando de un modo muy formal sus salidas con aquella niñita, que por cierto ya era bastante hermosa a pesar de sus cortos años. En el armario encontró un par de jeans desgastados que incluso amenazaban con romperse en algunos lugares estratégicos, y un sweater sin cuello que le permitiría una mayor comodidad. Estaba a punto de cerrar el armario, cuando notó el envoltorio del vestido que había escogido para noche buena, recordó con algo de pesar, que mientras se lo estaba probando en la tienda y se observaba al espejo, lo único que sabía, era que el color parecía tan ambarino, como los ojos de InuYasha e intentaba imaginar el rostro que él pondría al verla… suspiro y cerró la puerta sabiendo que solo era un sueño.

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Permanecía en hanyou, incómodamente acostado en la rama del mismo carbol en el que se quedara cuando Kagome partió, se giraba de un lado para demasiado inquieto, el cielo ya estaba oscureciéndose, el día terminaba, y algunos delicados y suaves copos de nieve comenzaron a sumarse al ya blanco manto que cubría los verdores de otras estaciones, pero a InuYasha no le importaba en lo absoluto, lo único que sabía era que debía pasar al menos un par de horas más para que él pudiera siquiera pensar en cruzar el pozo para ver a Kagome dormida en su cama de ese apabullante color rosa… ¡y maldición, era el primer día!... se sentía defraudado de sí mismo, no podía estar lejos de esa "bruja" que se esmeraba en torturarlo cada vez que partía a su época… y es que la extrañaba… se incorporó y con el ceño apretado como si aquello impidiera que sus pensamientos se exteriorizaran saltó desde el árbol y caminó hasta el pozo, se quedó ahí de pie, mientras que la nieve que caía se hacía más abundante, comenzaba a humedecer sus ropas y su cabello, observó la oscuridad al interior de ese portal del tiempo que lo alejaba y unía a la muchacha que se había convertido en la dueña, para bien o para mal, de todos sus pensamientos…

-¿Estará nevando también en tu época?...- consultó con la voz suave, casi en un susurro, como si estuviera acariciando los oídos de Kagome con su tono, cerró los ojos, no quería pensar la razón de sus emociones, cada vez que se sentía cercano a reconocer la raíz de aquella necesidad se evadía a sí mismo pensando en que Kagome era una buena amiga para él y que se había acostumbrado a su presencia… pero ¿uno no se muere por besar a los amigos?... suspiro, cuánto más podría intentar engañarse… se giró e intentó caminar, con seriedad, las manos dentro de las mangas de haori y con aquella actitud, "no te acerques, soy peligroso" que adoptaba comúnmente cuando Kagome no se encontraba cerca, avanzó algunos pasos para alejarse, pero luego y de improviso se giró y se inclinó lo suficiente como ara impulsarse y dar un gran salto en dirección al pozo, y por lo tanto a Kagome.

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Había comenzado a nevar ya, y la noche se cernía sobre el templo Higurashi, el decorado, por completo obra de Kagome estaba excelente, su madre se sentía muy feliz cuando se asomó hasta la salita y contemplo la obra de su hija, pequeños arreglos obre los muebles, en el fondo de la habitación un decorado muy festivo con luces que hacían aún más alegre el lugar, algunas figuras de ángeles que ella misma había traído a pedido de Kagome, y al fondo el gran árbol de navidad que el abuelo había decidido comprar el año anterior, a sus pies se agrupaban una serie de paquetes, los regalos que "Santa" traía para ellos, y para algunos visitantes que este año pasarían por casa, de seguro Ayumi, Eri y Yuca, como siempre vendrían a dar sus felicitaciones… Kagome volvió a suspirar pensando en que habría deseado que el regalos que "Santa" tenía para InuYasha, fuese abierto a los pies de ese árbol este año, soñaba con ver el rostro del hanyou desenvolviendo con entusiasmo su presente… pero en fin… se giró ante la voz de su madre.

-Creo que falta esto…- mencionó la mujer de pie en el umbral de la sala con un hermoso arreglo, ciertamente artificial, que representaba a un hermoso muérdago, bastante grande y con hojas perfiladas y delicadas, aquello hizo soñar a Kagome, olvidando por un momento su nostalgia.

-Que hermoso mamá…- logró exclamar a viva voz, feliz de ver el hermoso detalle que su madre alzaba como indicándole el lugar perfecto para el adorno.

-¿Cierto que lo es?... creo que en este sitio quedará bien…- dijo mientras que lo sostenía en el aire - esperemos que Souta y Hitomi puedan aprovecharlo... – se rió cómplice su madre y Kagome la observó alegre también, seria ideal que alguien le sacara partido a un decorado tan hermoso, tanto que incluso parecía brillar.

-Incluso me los puedo imaginar, sonrojados hasta las orejas, pero imperturbables ante las miradas…- aquello lo decía Kagome con total conocimiento de causa, jamás podría olvidar la tarde en que ella e InuYasha presenciaron aquella unión entre su hermano y Hitomi… apretó los labios con molestia, otra vez InuYasha… ¿es que no se cansaría nunca de invadir sus pensamientos?... era estresante…

Sacudió su cabeza y acercó un apoyó de madera sobre el que había estado subiéndose para el decorado, tomó impulso y se subió, el apoyó se tambaleo un poco y se le heló la sangre de improviso al sentir que caería, pero se estabilizó de inmediato, sin riesgo, el corazón le latió fuerte en el pecho, pero ya se volvía a calmar, nada comparado con los latidos fieros que amenazaban con agujerearle el pecho cuando InuYasha la miraba del modo que lo hizo antes de dejarla partir… maldición, otra vez InuYasha…

En tanto una figura que no había logrado ser divisada, se cernía por la ventana de la sala en la que se encontraba Kagome, el corazón del hanyou también se disparó cuando la vio tambalear en aquel apoyo, quiso traspasar la pared y sostenerla, protegerla, evitar que ella cayera y se hiciera el menos rasguño, ya muchas veces había tenido que ver sangre sobre esa piel pálida que parecía tan acariciable… sintió que el calor le subía al rostro al pensar en eso, y en las pequeñas cicatrices que debía de tener ahora, particularmente una que se había hecho hacía como medio año, en la parte alta e interna del muslo derecho, muchas veces, desde que aquella herida fue hecha, se imaginó mitigando con caricias el dolor que podía sentir Kagome, y sin siquiera pensarlo, aquello había pasado a convertirse en una fantasía que anhelaba profundamente, lamer con delicadeza la piel en ese lugar, llevándose consigo el sabor a miel que debía de tener Kagome en la piel… se estremeció al comprender que su cuerpo estaba reaccionando nuevamente ante el solo pensamiento de Kagome, que acababa de bajar del apoyo contemplando su obra, aquel extraño adorno que ahora colgaba en medio de algunas ramas verdes en el umbral de la entrada a la sala.

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El día siguiente había pasado con relativa calma, Souta había parecido ausente la mayor parte del tiempo, y Kagome no sabía de que modo había podido llegar cargando aquel enorme envoltorio que llevaba el nombre de Hitomi, pero que ahora se apostaba con energía a los pies del árbol de navidad que ahora tenía incluso más presentes que el día anterior. La cena había transcurrido con total tranquilidad, los cuatro con su abuelo, su madre y Souta habían atacado la cena de navidad, sin embargo Kagome a pesar de encontrarse feliz de estar con su familia, sabía muy bien que el lugar vacío junto a ella no podría ser llenado con nada… era tanta su necesidad de InuYasha, que incluso había llegado a pensar en que se marcharía nada más se fueran los invitados, que al menos al modo del hanyou, podría pasar algo de la noche buena junto a él, llevarle el presente que "Santa" dejara para él, y observar su rostro cuando lo abriera.

Ahora estaba frente al espejo de su cuarto, había subido para estar un momento a solas, el traje de color ámbar que vestía se le ceñía a la cintura como una segunda piel, y era precisamente ese detalle el que más la sonrojaba y agradaba, habría querido en el alma que InuYasha la hubiese visto, ver en sus ojos doraos lo que llevaba tanto tiempo buscando, admiración, y amor…

-Kagome, hija… mira quienes están aquí…- anunció su madre, pero ella ya había escuchado el ajetreo.

-Ya bajo…- respondió llenando de aire sus pulmones y esperando que aquello le diera a su rostro un poco de placidez, quería estar completa ara los invitados, al fin… ¿qué culpa tenían ellos de que ella se enamorara de un terco hanyou?... pensó y se sonrió con sinceridad… se giró haciendo que los pliegues de la falda se alzaran un poco descubriendo sus piernas y agradeció a la bendición de la calefacción por permitirle lucir aquellas ropas, de pronto detuvo la mirada en la ventana de su habitación, el corazón se le subió a la garganta, pero luego de parpadear un par de veces se obligó a calmarse, por un momento creyó ver una roja figura tras el vidrió que por cierto cargaba bastante nieve de la noche anterior… negó con la cabeza y salió del cuarto, comprendiendo que sus ansias por el hanyou la estaban haciendo imaginar cosas… él jamás había venido, y esta vez tampoco lo haría…

Continuará…

Ha sido genial ver el recibimiento que ha tenido esta historia… "la magia de la navidad"… puede ser, es que he recibido reviews de personas que jamás me habían escrito y es hermoso, la verdad sueño con estas fechas, me encanta todo lo que motive el alma humana, buenas cosas obviamente y es que somos eso, esencia, debemos comprender que todo lo que portamos finalmente, son las cosa que cultivamos en nuestro espíritu… o ajustador del pensamiento, como dicen algunos… en fin… felicidades y nos encontramos mañana…

Siempre en amor… HO, HO, HO…

Anyara