Capítulo III

Memorias de Navidad

Considerando que esta no había sido su mejor navidad, Kagome bajó las escaleras convenciéndose a sí misma de que cambiaría aquello, y que si sus amigos estaban ahí, ella disfrutaría con ellos la ocasión. Bajó las escaleras con calma, y escuchó las voces de las muchachas en la sala junto a su madre y su abuelo, la familia de Hitomi aún no llegaba, pero era temprano y faltaba para la hora de abrir los regalos.

Caminó intentando eliminar de su interior el deseo de salir corriendo hasta el pozo y cruzar a donde estaba InuYasha… era una lástima saber que no sería recibida con los brazos abiertos, lo más probable era que él preguntara…¿qué haces aquí?... y aquello, en este momento sería fatal para su corazón, lo sabía bien. Escuchó una voz masculina que no esperaba, pero reconocía, de todos modos no se apresuró en llegar, pero el pasillo no era demasiado extenso, así que se encontró en el umbral de la entrada a la sala en un dos por tres.

-Buenas noches…- saludo con la formalidad que su atuendo ameritaba, y entonces los rostros alegres de Ayumi, Eri y Yuca se giraron hacía ella, más de alguna se llevó las manos a la boca ahogando una exclamación de asombro, sabía bien que ese efecto sería el que causaría ese vestido ámbar, solo lamentaba que el hanyou para quien lo compró no llegara a apreciarlo.

-Estas hermosa…- se escuchó una de las voces e las muchachas, apoyada por las otras dos, sin embargo la voz masculina que había permanecido en silencio, sonó algo más grave, pero igualmente amable… como siempre…

-No te muevas Higurashi…- era Houjo, que no había venido a saludar las dos últimas navidades, luego de haber querido formalizar algo con ella, y Kagome le dijera que esa noche estaría acompañada… pudo ver la desilusión en los ojos del muchacho, que ahora chispeaban de un modo extraño, y entonces se dio cuenta de n donde estaba parada… justo bajo el muérdago…

No había nada que hacer, era la tradición y él estaba solicitando su derecho de "descubridor" si no hubiera cobrado tal derecho, ella e habría salvado en cuanto saliera de bajo aquella ramita traicionera. Houjo avanzó entre las sonrisas cómplices de sus amigas, su madre sonreía como si cualquier vivencia de juventud que tuviera su hija fuera aprobada por ella, Souta parecía demasiado nervioso como para detenerse en pensar que su hermana sería besada, y el abuelo… bueno el abuelo parecía ser el único fiel a InuYasha… ¡InuYasha!... de pronto el nombre de ese hanyou se apoderó de sus pensamientos inyectándole una dosis de pánico a su sangre, y es que no podía dejar que Houjo la besara si ella… bueno ella… soltó el aire casi derrotada… ella amaba a InuYasha…

No supo en que momento, cuando ella intentó besar al muchacho en la mejilla, este, con su porte gallardo y varonil, algo que se había acentuado con los años, había enmarcado su rostro entre las manos y la besó justo en la boca, nunca había besado, ni imaginado siquiera como sería besar a Houjo, pero debía de reconocer que el muchacho estaba poniendo su mayor empeño en que a ella le gustara… y aunque no le era nada desagradable, le faltaba algo, no pudo cerrar los ojos, mientras que él parecía apasionado y se comenzaba a acercar con su cuerpo demasiado a ella, n sabía bien que era lo que no tenía este beso de Houjo, era algo… algo que intentaba definir y perecía que el tiempo se había detenido mientras que ella analizaba de un modo demasiado científico lo que debía de ser completamente emocional, dispuesta a averiguar la carencia, y eso hacía de la caricia de sus labios algo más extenso de lo debido, escuchando a su alrededor las exclamaciones de victoria de sus amigas, la sonrisa alegre de su madre, y la protesta de su abuelo… y entonces comprendió… no era el sabor de InuYasha, ni la calidez irreemplazable de sus labios, los que había logrado probar solo una vez, un instante que en la peor de las circunstancias había decidido detener su transformación con un beso… uno de amor… que por un momento, demasiado corto, pero igualmente preciado para ella, él, InuYasha le había respondido, y aquello de alguna manera la había marcado como suya…

-Ya Houjo…- detuvo ella el ímpetu del muchacho, que por un momento pareció dejar en ese beso el ansia de mucho tiempo, y cuando su lengua comenzaba a buscar la entrada hasta la boca de Kagome, esta comprendió que era suficiente… lamentaba que su amigo no lo comprendiera aún, pero ella no podría corresponderle jamás…

-Claro… Kagome…- se atrevió a decir, mientras que las manos sostenían aún su cintura y la frente de él reposó sobre la de ella, pero solo los segundos necesarios para que Kagome se deslizara fuera del abrazo…

El resto de la velada paso en total tranquilidad, y Kagome se cuido muy bien de no volver a pasar bajo el muérdago al menos hasta que Houjo se retirara junto a sus otras tres amigas, que no dejaron de azuzarla con respecto a la hermosa pareja que hacían ella y Houjo, pero Kagome respondía con suaves sonrisas, no se pondría a discutir aquello ahora, menos aún cuando estaba tan emocionado Souta ante la mirada de Hitomi, que abría su regalos, aquel enorme envoltorio que Kagome no sabía como había podido cargar su hermano, que si bien era cierto estaba casi de su altura, de todos modos lo encontraba gigante.

-¡Un osito!...- exclamó la niña, aunque de osito no tenía nada, era un osaso, enorme y felpudo, y Kagome no pudo evitar sentir que las lagrimas se le asomaban a los ojos emocionada por el sentimiento de aquel regalo, no tanto por el tamaño, si no por el deseo de hacer lo mejor para la persona que amabas…

Hasta ahí la navidad para ella, fue llevable, pero tuvo que pedir permiso para ir a su habitación un momento, cuando sus amigos se retiraron y quedaban solo los padres de Hitomi , Souta, y un pequeño envoltorio oculto entre las ramas del pino que decía… "de Santa, para InuYasha"…ya que la tristeza de sentir que no lograría jamás compartir un intercambio de regalos tan hermoso y sentido como el de su hermano con su noviecita, le hirió el corazón… claro que entonces ella no sabía que había un hanyou en el templo junto al pozo, aturdido aún luego de ver como la hermosa muchacha que no dejaba en paz sus pensamientos, ejecutando en él un hechizo mucho mayor que el peor de los osuwaris que le diera, había aparecido ante sus ojos, de pie bajo aquel extraño adorno que pusiera el día anterior en la entrada a esa habitación, se veía tan hermosa con ese vestido que hacía brillar su piel pálida, y destacar su cabello azabache, los labios le brillaban con un carmín un poco más marcado que el natural que poseía, pero entonces ante su sorpresa, el estúpido ese que siempre andaba cerca de Kagome en su época, se había puesto de pie, indicando con su mano que ella no se moviera, y entonces Kagome observó el adorno que colgaba sobre su cabeza y pareció soltar el aire… ¿qué sucedía?... ¿sería peligroso?... se preguntó, se dispuso a entrar a través de lo que fuera con tal de alejar del peligro a Kagome, pero entonces todo en él se detuvo, incluso su respiración, el tipo que se había puesto de pie, estaba tomando a Kagome el rostro y…

-Le esta besando…- fueron las palabras sin fuerza que salían de la boca temblorosa del hanyou, que no podía creer lo que veía, y peor aún, ella no parecía rechazarlo, se tardaba demasiado a arrojarlo lejos y conjurar un osuwari para ese sujeto… bueno, ciertamente él no llevaba un rosario al cuello, pero de cualquier modo esperaba que ella no aceptara con tal tranquilidad sus besos…

No supo cuanto tiempo pasó, pero se quedó en silencio apoyando la espalda en la pared de la casa, justo bajo la misma ventana que le mostró aquella escena, y entonces escuchó como el hombre ese le entregaba algo… se sintió con deseos de volver a mirar, pero no sabía si lograría soportar ver alguna nueva situación amorosa entre ellos… ¿y si yo hubiera aceptado?... se preguntó… ¿habría sucedido algo de esto?... tuvo la certeza de que no… él jamás habría permitido que otro hombre pusiera una mano encima de Kagome… menos aún sus labios, gruño por lo bajo… ella era suya…

Se asomó fuera del templo, el paisaje se veía hermosamente iluminado por el reflejo de la luna en la nieve, las habitaciones de la casa de Kagome se encontraban completamente a oscuras, hacía ya bastante que todos debían de haberse dormido, solo unas luces tintineantes y de colores se podían ver a través de la ventana, InuYasha comprendió de inmediato que eran las que iluminaban aquel árbol decorados con infinitas cosas y que jamás había visto de cerca. Avanzó en la penumbra llegando hasta la sala que se encontraba iluminada tenuemente por el pino adornado, los regalos que antes estuvieran a los pies de éste completamente envueltos en papeles de colores, ahora parecían algo más desordenados, algunos no llevaban ya envoltorio, y otros simplemente intentaban parecer inmaculados, y en el centro de toda aquella parafernalia de festejos, se alzaban unas figuras pequeñas que asemejaban seres humanos, cubiertos con ricas vestimentas algunos, de seguro los que representaban a aquellos reyes que Kagome le explicara que habían regalado a ése que nació en esta fecha, además de algunos animales y en el centro un bebé acunado en medio de un lecho de paja natural, había junto a él dos figuritas que debían de representar a los padres, de pronto en su mente apareció la imagen de él siendo ese padre, y Kagome la madre, y en la cuna de paja, un pequeño hanyou con el cabello oscuro como el de su madre y unas suaves orejitas negras aún pegadas al cabello.

-Bruja… - exclamó casi desesperado, es que Kagome estaba logrando que él imaginara disparates, luego acarició con un sentimiento extraño, a la figura del bebé con una de sus garras, recordando lo que ella le dijera…" se celebra el nacimiento de un ser maravilloso que nos vino a regalar con su amor, y en su nombre nos entregamos obsequios preparados de forma especial para expresar nuestros sentimientos"…- yo no tengo un obsequio para ti…- susurró apenas, pensando en voz alta.

Un sonido lo alertó, haciéndolo girar hacía la entrada de la sala, alguien bajaba las escaleras, lo sabia perfectamente, y el corazón comenzó a retumbar en su pecho con insistencia cuando comenzó a percibir el aroma que se acercaba cada vez más, se obligó a tragar y sentía que las manos le sudaban, era ella, lo sabía perfectamente, y aún tenía tiempo de escabullirse, de esconderse y que Kagome jamás supiera que había estado ahí… peor no lo hizo, y en instantes se encontraba ella de pie en el umbral de la entrada, con el vestido ambarino algo arrugado en los pliegues de la falda, y el cabello enmarañado como si hubiese estado dormida, y sus ojos aletargados se lo confirmaban, pro inevitablemente le pareció lo más hermoso que había visto nunca. Ella se quedó de pie, sin pronunciar una sola palabra, sin expresión siquiera en el rostro, y es que InuYasha estaba ahí… ¿o era su imaginación?... parpadeo un par de veces, pero su visión seguía ahí, y ella sabía perfectamente que no era de andar imaginando cosas tan claramente… ¿quizás un sueño?... pero su sueño se había puesto de pie y avanzaba. InuYasha la vio de pie ahí con aquel vestido que le quedaba tan exquisitamente sensual… ¿sensual?... oh… definitivamente era una bruja… una bruja sensual y… ¿suya?... entonces observó sobre la cabeza de Kagome aquel extraño decorado que parecía haberle dado derecho a ese humano desagradable a besarla, se puso de pie, y decidió cobrar su derecho a sostenerla como lo había hecho ese Houjo…

-Deberías estar dormida…- la reprendió a modo de saludo cuando se encontraba de pie frente a ella, Kagome no se sorprendió en absoluto por aquella frase, sabía muy bien que InuYasha no conocía la palabra "tino", pero no le importaba demasiado.

-Me dormí sobre la cama…- respondió con naturalidad sin poder dejar de mirar esos ojos dorados que buscaban en ella algo que Kagome no comprendía, ya que notaba como recorría las formas de su rostro.

-Puedo notarlo…- continuó, esta vez alzando una mano, para ordenar un poco con sus garras el cabello azabache, luego observó hacía arriba, notando que estaban bajo el brillante adorno que Kagome instalara, ella siguió su mirada y abrió los ojos con asombro, ni siquiera se había acordado de que estaban bajo aquel muérdago, pero dado que jamás había mencionado a InuYasha su función, no esperó lo que él le dijera - ¿es una tradición?...

Kagome simplemente asintió mientras que notaba que la mano que antes ordenara su cabello, ahora descendía hasta su mejilla, ahuecándose en ella, y el calor de InuYasha la inundó cuando notó como él descendía sin cerrar los ojos, fijo en ella, esperando notar su reacción, y Kagome no pudo mantener más los suyos abiertos, se relajó entre el abrazo del que el hanyou la había hecho presa, y se dejó besar, sintiendo que nada le faltaba, sintiendo incluso que aquel recuerdo inocente de su primer beso, era nada comparado con la sensación de ser ahora besada por InuYasha… por su voluntad, y estar entre sus brazos era más de lo que podía desear, pero parecía justo lo que hubiese pedido a Santa.

InuYasha deslizó la mano de la mejilla hasta la nuca, enredando los dedos en las hebras azabaches inclinando un poco más la cabeza de Kagome, y besando más profundamente sintiéndose embriagado de una sensación desconocida y que lo hacía completamente vulnerable a los antojos de esta mujer, la liberó del beso solo para susurrar sobre sus labios una sola palabra que por el tenor con que fue emitida, difícilmente podría llegar a considerarse un insulto…

-Bruja…- murmuro perdido en un mar de olas suaves y envolventes que iban acrecentando su deseo de mantenerse siempre unido de este modo a Kagome… había un sentimiento en él arraigado desde hacía tanto, pero que no había sido debidamente bautizado, quizás por temor a que no fuera correspondido, quizás por temor a que ese mismo sentimiento le perteneciera a otro y no a él, en el corazón de Kagome… y el debate en su interior se iba gestando, mientras que sus labios acariciaban con fuerza y deseo los de ella, que permanecía tan mansa entre sus brazos, como no lo parecía entre los de ese humano… quizás se debía a que estaba presente entonces su familia, comenzó a besarle el mentón, y la garganta, la escuchaba suspirar despacio, casi desvanecida, las manos aferrándose a las mangas de su haori, sus besos húmedos comenzaron a lamer la unión entre el cuello y el hombro, un lugar ciertamente especial para los de su raza, y la voz de Kagome lo estremeció, como no lo había hecho nada en toda su vida… nada…

-Te amo…- le dijo con la voz desfallecida por el vaivén en el que se encontraban sus sentidos, adormilados y tan atentos que era una extraña mezcla.

Sintió como sus pies se despegaban del piso y la luz del árbol en la sala los iluminaba un poco más siendo lo único que les proporcionaba claridad, pero era suficiente. InuYasha la acunó entre sus brazos mientras que se sentaba sobre el tatami que cubría el piso, la besaba nuevamente de un modo hambriento, que debía de asustarla, pero que era todo con lo que había soñado ya tantas veces, que no le importó…

Los dedos inexpertos, pero ansioso del hanyou, comenzaron a acariciarla por sobre el vestido de tela, tan suave, que parecía sentir las caricias directas sobre la piel, sensibilizándola al punto de que perdía la conciencia del amor que estaban compartiendo y del modo que lo hacían.

Yacían sobre el tatami, completamente desnudos y acalorados a pesar de las bajas temperaturas de la estación, el cabello de Kagome se extendía tras su cabeza, formando una hermosa corona, InuYasha la cubría con su cuerpo acariciaba el rostro de Kagome con sus besos, buscando entrar poco a poco en ella, de compartir este amor tanto tiempo resguardado por tantos temores, pero del que no estaba dispuesto a renunciar, ni un solo día más… verla en brazos de ese humano, siendo besada y amada por él, pro que el amor a ese hombre se le salí por los poros, y que bien lo comprendía, fue como una bofetada a todas sus inseguridades, dándole un nombre a sus sentimientos… amor…

-Despacio…- le pidió ella casi en una suplica, estaba tan ansiosa como temerosa, sabía que este mar de sensaciones solo podrían ser aplacadas por la unión de un amor por demasiado tiempo reprimido.

-No podría dañarte… - le susurró mientras que se empujaba un poco más dentro de ella, retrocediendo la mitad de lo avanzado, para volver a intentar con delicadeza, con una que no sabía que podía tener, una que solo Kagome le provocaba.

Le besaba el rostro, los labios el cuello, y contenía el aire cuando avanzaba unos centímetros más dentro de ella, sintiendo como la humedad de su interior le abrazaba la carne con un calor apremiante que iba en ebullición cada vez más y más cercano a la desesperación… Kagome sentía que ya no resistiría más, el lento avance de InuYasha había hecho de esta primera experiencia algo carente de malestar, solo el temor a un dolor que pudiera desgarrarla le había hecho suplicar por clemencia, una que ya no deseaba, sentía que todo su cuerpo ardía en necesidad de tenerlo dentro de ella completamente, deslizó las manos desde la espalda hasta la parte baja de la columna del hanyou, que respiraba con dificultad sobre su hombro, haciendo acopio de toda su resistencia para no dañarla, pero ella ya no quería cautela… oprimió sus manos en la espalda de InuYasha y rodeo con sus piernas la cintura masculina…

-Por favor…- suplicó apenas, sintiendo que sus mejillas se sonrojaban abiertamente al pedir que la hiciera suya sin más preámbulo, InuYasha se incorporó en sus brazos y al observó con los ojos dorados líquidos de pasión, respirando profundamente al comprender la súplica en los de Kagome, y se empujó lo que le faltaba para completar la penetración, soltando el aire con fuerza al sentirse por completo en su interior, ella lo aferró con fuerza y se dejó llevar por el ritmo que InuYasha comenzó a implantar, moviéndose con suavidad en ella, acariciando con su miembro las paredes internas del sexo de su mujer, de la que había escogido su corazón mucho antes que su conciencia lo supiera… pero ya era un hecho… lamió su cuello en la medida que el ritmo aumentaba y los gemidos y jadeos ahogados morían en sus labios, contra el pecho masculino, contra el cabello femenino, evitando hacer demasiado ruido, hasta que finalmente ya no hubo más que un calor apremiante recorriendo sus cuerpos, atravesando distancias por entre sus venas que perecían bullir en una temperatura tan alta y asfixiante como arrebatadoramente embriagador… el sonido que los labios de Kagome liberaron en el momento de su orgasmo, fue tragado por la garganta de InuYasha que luego cerró sus colmillos sobre la piel sonrosada por la excitación de Kagome, justo en la unión del cuello y el hombro, un lugar visible para cualquiera humano o demonio, que deseara poner un solo dedos sobre su mujer…

-Te amo… bruja…- lo escuchó apenas musitar entre los jadeos de su propio éxtasis, y su segundo clímax físico afloró, acompañado del de su corazón…

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Oh, blanca navidad, sueños

Y con la nieve en derredor

Blanca es mi quimera

Y es mensajera de paz y de puro amor

Oh, blanca navidad, nieve

Un blanco sueño y un cantar

Recordar tu infancia podrás

Al llegar la blanca navidad

La casa de los Higurashi se encontraba ahora completamente decorada en espera de la navidad, una fecha que en los corazones de muchos significa la renovación de la esperanza, el momento justo para reafirmar los lazos afectivos con muchos a quienes amamos y de quienes jamás nos olvidamos, una fecha hermosa que nos ayuda a creer a algunos y a confirmar a otros, que la bondad existe y que estamos hechos de un sentimiento demasiado noble y maravilloso como es el amor…

-¡Senkai!...¡Takka!...- se agitaba el muchacho, con algo más de dieciocho años, el cabello oscuro como el de su hermana, y los ojos brillantes de la emoción, sus sobrinos corrían por entre la nieve hasta que se perdieron de su vista, eran un par de diablillos, con atributos y defectos de ambos padres, tercos, pero infinitamente bondadosos.

-¿Aún no los encuentras Souta?...- consultó la voz de una muchacha de una edad similar a la del joven, ya no recordaban cuanto tiempo llevaban siendo novios, pero eran felices, casarse estaba dentro de sus planes, pero ya sería pronto… - Kagome acabará contigo…- le advirtió.

En la cocina la madre de Kagome estaba preparando todo para la cena que ella y Hitomi preparaban para la familia que había aumentado bastante y al paso que iban seguiría haciéndolo, el abuelo había ido a traer algunas conservas extrañas de su almacén propio, creyendo que podrían ser útiles. Mientras que en la sala, Kagome se encontraba sobre un apoyo, acomodando luces y decorados por doquier, a su espalda y encargado del enorme árbol que tenían este año, se encontraba un hanyou, con sus orejas que se movían inquietas, buscando el sonido de sus hijos que ahora sonreían a varios metros de ahí, escondidos de su tío Souta.

-InuYasha… ¿crees que quede bien aquí este año?...- consultó la mujer con alegría mientras que sostenía entre sus dedos un arreglo con hojas rojas y verdes delicadamente perfiladas y que parecían incluso brillar entre sus dedos.

-Bruja…- susurró él, una vez que se giró y observó el muérdago, el causante de todo lo que llevaba sucediendo en su vida los últimos cinco años.

-Gracias…- respondió Kagome sonriendo mientras que ajustaba el decorado en el lugar indicado, bajó los brazos cuando estuvo listo, y sintió como las manos fuertes del hanyou le rodeaban la cintura para bajarla. Una vez que tocó el piso con los pies observó los ojos dorados, ya demasiado líquidos para esa hora del día…

-¿Vendrá ese Houjo esta noche?... – consultó con la voz profunda y ronca, observando los labios de su mujer, acariciando con suavidad la curvatura del cuello, el lugar donde su marca estaba desde que se unió a ella.

-Puede ser…- respondió sonriente Kagome…

-Entonces te quiero lejos de este umbral… a no ser que sea entre mis brazos… - susurró las últimas palabras sobre los labios de ella.

-¿Es una orden?...

-Por supuesto…- respondió mientras que la alzaba de tal forma que no quedó espacio entre ambos, mientras que la besaba tan apasionadamente que Kagome no pudo siquiera protestar… ¿y la bruja era ella?... brujo él que había encantado su corazón…

Fin

Quiero agradecer en el alma a todos lo que me acompañan siempre en cada uno de los proyectos que comienzo, no saben lo feliz que me hace saber que lo que escribo llega al corazón,… al fin esa es la idea de escribir, dejar algo en ustedes, la vida la mayor parte del tiempo parece dolorosa, pero realmente no lo es… son nuestras frustraciones por no tener lo que deseamos, lo que nos hace infelices… lo que en verdad nos hace feliz es absolutamente gratis…

Feliz Navidad a todos ustedes y recuerden los regalos son importantes, cuando los recibes de alguien que te los prepara sabiendo que los disfrutaras… son una forma de hacernos saber que alguien piensa en nosotros con amor… este es mi regalo para ustedes, mis amigos…

Siempre en amor… HO, HO, HO…

Anyara