Hola de nuevo
Me alegro que sigáis ésta historia, pese a que es evidente que la pareja Sano/Kaoru no es de vuestro agrado. En principio, tampoco es del mío, pero... hay tantos fics dedicados a K/K!! Hay que darle vidilla a la imaginación ¿ne?
Kenshin, naturalmente, había escuchado todo lo que los chicos habían dicho en la puerta. Había sentido, incluso, como su aura se fortificaba con su beso. Y eso lo había enfurecido. En todos sus años como asesino, nunca había estado tan furioso. Y a la vez tan triste.
Sólo una vez había sufrido de una manera similar. Con la muerte de su esposa. Pero ni siquiera a ella la había amado como amaba a Kaoru. Los celos lo habían enloquecido. En eso tenía razón Sanosuke.
Kenshin había elegido una vida solitaria, alejada de todo contacto ajeno. Su destino era vagar por el mundo. Para enmendar su error de la juventud. Pero nada ni nadie controla el corazón humano. Y éste traicionó a Kenshin.
Su corazón estaba a disposición de Kaoru. Sólo había un pequeño problema. Kenshin había crecido y había aprendido con la vida de un asesino. Frío. Solitario. Y a su manera, egoísta.
Él quería tener a Kaoru. Suya, para siempre. Hasta ahora no lo había querido mostrar, porque sabía que la sombra de su pasado podría oscurecer sus pensamientos tarde o temprano. Y no quería hacer daño a la mujer que amaba. Pero se lo estaba haciendo de todas maneras.
Y, en esos momentos. Después de ese día. Sabía que sería imposible recuperar a la mujer. La había asustado. Le había echo daño. Y ella se había dado cuenta que Sanosuke, su amigo, también la amaba. Y ella lo amaba a él.
Y Kenshin no podía permitirlo. No quería estar solo. No otra vez. Después de haber probado el cielo, su infierno sería que se lo hubiesen negado.
Así que si no podía tener a Kaoru por las buenas, la tendría por las malas.
Ahora estaba frente la puerta de su habitación. Podía escuchar su respiración lenta y pesada. Estaba durmiendo. Sabía que Sanosuke andaba cerca. Por eso no se podía aventurar a despertar a Kaoru, a asustarla. Ella gritaría. Sanosuke aparecería. Se enzarzarían en una pelea. Y en el estado en que se encontraba Kenshin, no tenía las de ganar. Esa herida en el pecho…
Entonces Kenshin cayó en la cuenta de lo que Kaoru le había echo. Una cicatriz. Eso es lo que quedaría después que se curase el tajo sobre el pecho.
Una cicatriz sobre su corazón. Pasó sus dedos por encima de las vendas, recorriendo el corte. Suavemente. Era como si el destino se hubiese marcado en su pecho. Rió amargamente. En su cara llevaba la imagen del pasado. La cicatriz en forma de cruz. Sobre el pecho, el futuro. Kaoru "partiría" su corazón.
De alguna forma, ya lo sabía. Sabía que no importaba lo que hiciese. Su vida estaba llena de errores. Y cuanto mas intentaba enmendarlos, mas daño hacía a la gente que amaba. Entonces se sintió vencido. Se dejó caer al suelo. Con la cabeza baja, recostado en la puerta de la habitación de Kaoru. Su vida era un error.
Pero recordó lo que él mismo le había dicho a Kaoru antes. Todos cometemos errores. Elegimos seguir viviendo para enmendarlos, para aprender de ellos. Y la luz de la esperanza llenó el alma de Kenshin. Otra vez.
Aún así, seguía cegado por el deseo de poseer el cuerpo de su amada. Había estado cerca, esa misma tarde. Pero había sido brusco. Ahora era el momento de verdaderamente, amar a Kaoru.
Entró en la habitación sigilosamente. Y se maravilló por encontrar a Kaoru dormida. Estaba sobre su espalda. Hacía calor. Un calor seco, ese que no permite ni siquiera sudar. Por eso el futón estaba a un lado de su cuerpo, y parte de la ropa que llevaba encima empezaba a resbalarle por los hombros y el pecho. La respiración de Kaoru ahogaba el ambiente, e intoxicaba sensualmente a Kenshin. El escote que dormida mostraba dejaba poco a la imaginación, y había adoptado un color gris mortecino. Bello al igual que fantasmal.
Sus piernas estaban descubiertas al calor de la noche. Kenshin gruñó guturalmente. Casi con frustración. Tan cerca y tan lejos. Podía haber sido suya un día antes, y se habría ahorrado todo lo que le estaba pasando.
Quiso seguir deleitándose con su figura más de cerca, y se arrodilló a su lado. Puso sus manos una a cada lado de la figura durmiente, y se acercó a su boca. Sintió en su cara la respiración de ella. Puso su mano a escasos milímetros de su rostro. No la tocó en ningún momento. Descendió por su cuello, dibujando con sus dedos, los mechones de pelo que se habían escapado de la trenza que siempre se hacía cuando iba a dormir. Llegó a sus pechos, y puso la palma a la distancia que, si hubiese estado consciente, Kaoru hubiese notado su calor. Siguió por su estómago, evitó la tentación y recorrió sus piernas, siempre sin tocarlas. Admiró su cuerpo y murmuró su nombre.
Y entonces lágrimas cayeron de sus ojos, resbalaron hasta su barbilla, y fueron a parar a las mejillas de Kaoru. Ella no se inmutó. Estaba en un profundo sueño, y parecía que sonreía. Después de el día que había pasado, tan largo, sin descanso, sin sonrisas, sin ni siquiera probar bocado, ahora, alguien la estaba haciendo feliz en el sueño. Y Kenshin mucho se temía que no era él.
- Kaoru… .mi Kaoru… – intentó no sollozar como un crío, así que solo fueron sus lágrimas, que caían sin cesar.
Tan sólo le dio un beso en la frente, y se marchó de la habitación. Pero el deseo seguía acumulado en su cuerpo. Sin mas remedio que el obvio, fue a su habitación a desquitarse consigo mismo.
Mientras tanto, el sueño de Kaoru la habría echo sentirse culpable si hubiese sido consciente de lo que ella misma estaba haciendo.
Ajeno el mismo sueño a la situación en la vida real, había situado a Kaoru en una habitación. Muy extraña, de la que sólo había oído hablar. Gustos occidentales, según había escuchado en el mercado, cuando iba a comprar.
La habitación tenía paredes cubiertas de terciopelo rojo. No había puertas, tan solo ventanales, protegidos por cortinas blancas, amarradas al costado de la pared. Afuera, había un bosque nevado, y era de noche, con ese aspecto que la luz de la luna da a la nieve en la calle, casi doloroso. Pero dentro había una sensación de calidez. Encima de una de las paredes, había otra ventana. Redonda, con símbolos que la Kaoru del sueño, desconocía. En medio de la habitación, una cama. Bastante alta, pegada a la pared. Sábanas y mantas eran de color blanco, adornadas con flores rojas. Unas cuantas sillas y una mesa baja en una esquina, terminaban de complementar esa habitación cerrada. Kaoru, se vio a ella misma dirigirse a esa mesa. Llevaba un obi blanco y rojo, mas parecido a una bata que a un kimono. Su pelo estaba suelto y caía libremente sobre su pecho, medio descubierto, ya que el obi no cubría gran cosa de si misma. Entonces, cogió de la mesa una copa de vino, y bebió. Cuando lo hubo echo, se giró, y al otro lado de la habitación, estaba Sanosuke.
Dejó caer la copa de vino y corrió hacia él. Sanosuke la acogió en un amoroso abrazo. Ella cayó en la cuenta que estaba mojado, y diferente a lo que siempre había visto en él. Su pelo caía sobre sus ojos, libre de la cinta roja que siempre llevaba atada a la frente, y no llevaba vendas. Tan sólo conservaba los pantalones blancos. Nada más.
- Estoy helado- dijo Sanosuke, sonriendo.- He caminado toda mi vida por la nieve para encontrarte.
- ¿Pero cómo has entrado? En esta habitación no hay puertas.- Dijo Kaoru extrañada.
- Haré cualquier cosa para defenderte- dijo Sano, imitando palabras que una vez dijo Kenshin.
-¿Qué?¿Defenderme de qué?
-De mi. De él. Haré cualquier cosa para estar contigo. Así he entrado.- Acabó Sanosuke, y la besó.
Entonces Kaoru olvidó todo a su alrededor, tan solo cayó en la cuenta que el hombre estaba helado. Abrió su obi delante de él, revelando su cuerpo desnudo, y envolvió el cuerpo del muchacho empapado que tenía delante, con la escasa tela que daba de si la bata.
Y entonces el sueño de Kaoru se desbocó, porque las manos de Sanosuke acariciaron la espalda de ella, lanzando escalofríos por todo su cuerpo. Ella se había centrado en su pecho, mientas besaba su cuello. Pero el Sanosuke del sueño obligó a las manos de Kaoru a explorar mas abajo del pantalón, lo que el desnudo cuerpo hacía en él.
Escuchó un gruñido ahogado y se asustó. Se separó de él con miedo en los ojos. Pero Sanosuke la volvió a besar, y esta vez la condujo a la cama. La estiró en ella y agarrando sus brazos, observó con detenimiento su cuerpo.
- Kaoru........ mi Kaoru......... – dijo Sanosuke. Gotas de agua que aún quedaban en el pelo del luchador resbalaban hasta las mejillas de la chica.
Se volvieron a besar y cerraron sus cuerpos en un protector abrazo. Sanosuke la acariciaba, aun con manos mojadas, daba calor a su cuerpo. Su boca y su lengua encontraron el camino para saborear el dulce de la otra lengua. Entonces se escaparon hacia su cuello, donde, los dientes de él, se apoyaron en la vena del cuello de ella, sintiendo su pulso acelerado en la boca.
Sus manos se habían cerrado en sus caderas, y su boca siguió bajando hasta encontrarse con sus pechos. Mientras disfrutaba de ellos, las manos bajaron a sus piernas, e intentaron separarlas con brusquedad.
Kaoru emitió un gemido de desagrado. Las manos de Sanosuke se habían convertido en garras clavadas en su carne. Ella miró hacia abajo, y descubrió que Sano tenía el pelo mucho mas largo.
Gritaba que parase, y Sanosuke se levantó. Ella sacó de ningún lado una espada y… Kenshin yacía ahora en la cama. Boca arriba, sangrando.
Kaoru se despertó con un grito en su garganta. Sudando.
Entonces vio que se había echo de día. Oyó la voz de Yahiko, llamándola desde fuera. Diciéndole que el almuerzo ya estaba servido. Que luego tenían que entrenar.
A ella le pareció muy raro. Todo parecía normal.
Se levantó un poco mareada y se vistió. Salió de la habitación y sintió olor a comida. Su estómago entonces reaccionó y empezó a gruñir.
Fue hacia la sala central, y encontró a Kenshin, Sanosuke y Yahiko, esperando por ella para empezar el desayuno.
Ella se sentó delante de sus platos, al lado de Kenshin, como siempre. Todos le dieron los buenos días. Yahiko comentó a desgana que había dormido muy poco. Sanosuke se reía de él. Kenshin le dedicó una sonrisa a Kaoru y empezaron a comer.
Pese a lo extraño de la situación, ella no dijo nada. Pensó, como otra disparatada idea, que todo lo que había sucedido el día anterior había sido parte del sueño que había tenido.
Los ojos de Sanosuke, mirándola con cariño, y la pregunta de Yahiko hicieron que su mundo feliz se desvaneciese.
- Kenshin, ¿qué te ha pasado en el pecho? Lo tienes vendado- dijo Yahiko, con la insultante inocencia de un niño.
-No ha sido nada. Solo un pequeño error. Luego iré a ver al médico.- Kaoru, me acompañarás??
Kaoru no sabía que decir. No sabía que hacer. Había sido culpa suya esa herida. Era responsable. Pero... pero.… miró a Sanosuke, y éste le hizo una señal para que dijese que si.
Ella balbuceó una respuesta en afirmación.
En el aire se respiraba tensión, y así acabaron el desayuno. En silencio.
Kaoru intentó encontrar un segundo a solas para estar con Sanosuke y que le explicase lo que había sucedido esa mañana. Pero entre la vigilancia casi casual que ejercía Kenshin, y los entrenamientos de Yahiko, fue imposible. Acabó por encomendarle unos ejercicios y se puso en marcha con Kenshin hacia la clínica. En un breve segundo, antes que saliesen por la puerta, cuando Yahiko estaba distraído y Kenshin hablaba con un vecino, nada mas lejos que los saludos de cortesía, Sano aprovechó para darle un beso en la mejilla a Kaoru. Le guiñó un ojo y se marchó para volver a hacer rabiar al pequeño, no sin antes decirle:
- Todo irá bien, Jo-chan.
Ella entonces sonrió y se tranquilizó un poco. Luego salió del dojo y siguió a Kenshin, que la había estado esperando, de espaldas.
No hablaron mucho por el camino de camino a la clínica. Conversaciones triviales sobre el tiempo. Lo máximo que se acercaron a lo sucedido el día anterior, fue:
- ¿Te duele mucho?
- Mucho mas de lo que te crees.
- Lo siento.
- Tranquila. Como te dije, quedará una cicatriz. Una cicatriz que tú te ocuparás de curar.
Ella calló, por miedo. Él calló. También por miedo. Ella, por que se cumpliese lo que él decía. Él, por lo contrario.
Cuando llegaron a la clínica, echaron de menos a Megumi. Ella había partido ya en busca de su familia. Después de lo de Enishi, todos habían decidido seguir con su vida, de la mejor forma que podían. Kaoru agradeció en silencio que Sanosuke no se hubiese marchado, ni nada por el estilo, aunque la policía lo había estado persiguiendo. La verdad es que él había seguido con su vida normal. Y le gustaba pensar que no se había marchado por ella.
El doctor estaba con otros pacientes, así que Kenshin y Kaoru esperaron en una habitación. Kaoru tenía su mirada clavada en el suelo, intentando recordar tiempos mejores. Kenshin tenía la suya clavada en ella.
Una tensión insoportable se cargó de nuevo en el ambiente, hasta que llegó el doctor. Se había echo bastante tarde. Casi era la hora de la comida cuando abrió la puerta el doctor. Genzai pidió disculpas, achacando todos los enfermos a una epidemia que esos días había llegado al pueblo.
Kenshin, como si nada pasara, le dijo a Kaoru que fuese a comprar algo de comida y que fuese directamente al dojo, para dejarla preparada para cuando él llegase. Ella no entendió al principio porque quería en ese momento que se fuera. Quizá quería comentarle algo al doctor sin ella allí. Pero aceptó la propuesta. Quería marcharse de allí lo antes posible.
Salió por la puerta como alma que lleva un mal espíritu y se topó de bruces con Sanosuke. Los había seguido porque estaba preocupado.
La acompañó hasta el mercado para comprar cuatro cosas para preparar la comida. Muy rápido. Y se la llevó hacia su casa, como sitio privado para poder hablar con tranquilidad.
- ¿Qué ha pasado?- preguntó Kaoru, refiriéndose a esa mañana.
-No tengo ni idea. He llegado y me lo he encontrado cuando estaba acabando de hacer una colada. Y me ha saludado sin más.
-¿Y no te ha dicho nada?
-En principio se estaba comportando como siempre. Sonreía y hablaba tranquilamente hasta que yo le he preguntado por ti.
Alrededor de las siete de la mañana, Sanosuke entraba en el dojo Kamiya. No había ni un alma por el jardín. Y escuchó el sonido de la ropa en el agua. En una esquina, estaba Kenshin lavando.
- Es muy temprano para que estés aquí, Sano. Ni siquiera he hecho el desayuno- dijo Kenshin alegremente.
-¿Qué?
- Que no he hecho el desayuno aún. Espero a que Yahiko llegue de un momento a otro. Entonces lo haré.
-¿Dónde está Kaoru?
Fue ahí donde la dulce sonrisa desapareció. Y un hombre serio, aparentemente carente de sentimientos hizo su aparición.
-Será mejor que te olvides de ella. Su destino está ligado al mío. Ella me lo ha dicho más de una vez. Y yo voy a estar con ella. A pesar de los errores que ambos hallamos cometido.
-Ella no es un juguete, Kenshin. Ella, como cualquier otra persona, tiene sentimientos. Y pueden cambiar. Tu antes ambas a otra mujer. Ahora ella ha cambiado sus preferencias. No puedes culparla de ello.
-Insolente. No la culpo de nada. Ella, es una mujer. Sí, es cierto, tiene sentimientos, y puede cambiar la opinión de lo que quiera. Pero creo que olvidas dónde está esta mujer.
- Y tu me vas a ilustrar, ¿verdad?
- Eres un joven insolente que no tiene ni idea de lo que es la vida. Mira chico. En esta sociedad, por muy fuerte que sea el amor, por encima, está el deber. El deber de las mujeres en esta era, es casarse, procrear y adorar al marido. Y el marido, a quien debe seguir, es el que la reclama.
-¡Ella no es un trofeo! – gritó Sanosuke, lleno de ira.
-Lo se, yo la adoro y la considero muchísimo mas que eso. Pero yo no he hecho ni las leyes, ni las normas, ni las creencias de estos días. Pero la sociedad es mas fuerte. Yo intenté ir en contra de ella. Dejé mi vida de asesino. Pero ella me hace volver al camino.
- Yo puedo ir en contra de toda la sociedad. ¿No lo ves? Tengo tras mi huella a toda la policía de la ciudad. Y no pienso dar mi brazo a torcer, solo porque –la sociedad- quiera eso de mí.- dijo Sanosuke, escupiendo las últimas palabras.
- ¿Y esa es la vida que pretendes darle a Kaoru? ¿Eso es lo único a lo que puede acceder? Ella se merece lo mejor. Y yo se que puedo dárselo. Y es por eso que la reclamo como mi mujer.- acabó Kenshin, desafiante.
Sanosuke iba a responder cuando Yahiko apareció por la puerta, soñoliento y mascullando maldiciones al calor de la mañana.
- Fue entonces cuando volvió a sonreír y a comportarse como si nada hubiese pasado. – acabó Sanosuke.
-Me….me….¿va a reclamar como su mujer? – dijo Kaoru sonrojada, por la ira y la vergüenza- ¡¡¿¿Cómo se atreve!!??
- Kaoru… por mucho que ahora lo neguemos, él tiene razón. Quién te reclame… será el que te tenga. Pero yo no dejaré que ocurra eso. No. Jamás.
Kaoru y Sanosuke se miraron. Y cayeron en la cuenta, que realmente estaban solos. Tenían un par de horas, para volver al dojo.
Continuará
¿Interesante? A mi me lo parece!
Un
pequeño adelanto del siguiente capítulo : lemon.... o más bien lime �
Si hay alguien en contra de contenido erótico en los fics, o le repugna de sobremanera imaginar a ésta pareja en ésta situación, porfavor, que se abstenga siquiera de leerlo. Prefiero ahorrarme críticas sobre éste tema, que realmente ... tampoco me importan, porque voy a seguir haciendo lo que me de la gana y tal...
De todas maneras, hasta pronto, y muchas gracias a los que me dejáis reviews, me alegran el día!! : )
