Mi sueño, sin saberlo, eres tú

Capítulo 7: Incomprensiones/Explicaciones

Kenshin permanecía sentado, cabizbajo, esperando a que los gemidos y las risas cómplices cesaran desde dentro de la habitación. Estos últimos días había estado paciente y sosegado en cuanto al comportamiento de Kaoru. Él sabía que estaba confundida. Que tan solo quería probar el sabor de la "libertad" en cuanto a probar a otros hombres. Bien. Él no se lo podía negar. Él había adquirido experiencia también.

No sería nada malo que jugasen un poco. Quizá anteriormente se había mostrado furioso, reacio, porque ella se empeñaba en querer amar a otro hombre que no era él.

Eso era muy distinto de un contacto humano. Él podía permitir que retozaran cuanto quisiesen, pero su corazón debía estar intacto. Era cierto, que si hubiese tenido una virgen, hubiese sido un aliciente la primera noche. Sin embargo, Kenshin se preocuparía de despojar de cualquier virginidad a Kaoru.

- ¿A que demonios juegas?- una voz en lo mas profundo de su ser inquirió.

Kenshin había cambiado. Para mejor, para peor, quien sabe. Se había despojado de su culpabilidad, y la había reemplazado por orgullo, obstinación… y egoísmo. Su amor por Kaoru era el mismo, con la misma fuerza e intensidad que antes, solo que ahora el delirio constante de quererla se había convertido en miedo. El miedo le llevó al odio hacia si mismo, el odio le llevó a la histeria por Kaoru y esa histeria le llevó a la locura. Quizá, en su interior, aún seguía el sonriente rurouni, pero ese rurouni era el incapaz de retener a Kaoru a su lado por las buenas. Así que ese nuevo hombre en el que se había convertido, la retendría por las malas.

Aunque había querido aplacar ese dolor, incluso pidiéndole consejo al doctor Genzai, era más fuerte que él. Quizá el tiempo calmaría a la bestia. Mientras tanto, la bestia necesitaba ser alimentada.


Los gemidos, las risas, los movimientos, todo había parado en la habitación. Hubo unos minutos de tranquilidad, y luego se abrió la puerta.

Kaoru estaba aún sonrojada, y Sanosuke le sonreía triunfalmente. Si Kenshin no hubiese hablado, ellos no habrían advertido su presencia.

- ¿Habéis acabado¿Si? Kaoru, entonces, tú ya no tienes nada que hacer aquí. Vámonos.

Ambos se quedaron estáticos. Con la sangre helada en las venas. Ya casi era normal que lo encontraran de ese modo. Parecía que estuviesen condenados a ser sorprendidos de mala manera.

- No. No, Kenshin- dijo Kaoru con un hilo de voz- No puedo irme. Quiero quedarme con Sano. – apartó la mirada pues la simple presencia de Kenshin la acotaba- No volveré contigo. En realidad, Kenshin… Nunca he estado contigo.

Kenshin la escuchó pronunciar sus palabras. Luego, se acercó a ella y la abofeteó, impasible.

Sanosuke, obviamente, se lanzó contra Kenshin en un vago intento de atacarle, de dañarle. Pero, aunque el aura del muchacho era infinita en esos momentos, era imposible alcanzar su objetivo.

Kenshin detuvo su golpe con una mano. Sin ni siquiera forcejear, lo apartó a un lado y le dijo:

- Quédate quieto ahora, chico. No compliques mas las cosas- Sano quedó inmovilizado por una gélida y cortante voz.

Kaoru no lograba a entender la situación. Con la cara girada por el golpe, su mano en la mejilla, intentaba dar crédito a la acción de Kenshin. Él jamás la había pegado. Quizá, el día anterior, había estado un poco violento, pero nada mas que un forcejeo que ni siquiera le dejó marca. Esta vez, le había pegado con ganas, como se le pega a esas personas que cargan con una rabieta de lágrimas y gritos, para calmarlas de una vez.

Ella seguía sin prestarle demasiada atención al mundo, hasta que Kenshin la agarró por la muñeca y la hizo mirarla.

- Kaoru, ya está bien. Ya te has divertido suficiente. Ahora es tiempo de volver a tus obligaciones. Tienes clases que dar en el dojo. Tienes responsabilidades. Y sobretodo, me tienes a mi. Deja de hacer tonterías con este niño.

-Suéltame Kenshin- dijo, con voz quebrada y los ojos desorbitados por la bofetada- no iré contigo. Me quedo con Sanosuke

-Si lo que quieres es un amante para tu habitación, yo se muy bien como darte lo que quieres para que quedes satisfecha.

-No Kenshin. Suéltame. Déjame ir – su voz sonó quebrada, aturdida por las ardientes palabras de un hombre que ya no conocía… y que deseó por encima de todo no tener que volver a verse reflejada en sus ojos.

Kenshin la abrazó, olvidando su alrededor. – No, Kaoru, no, jamás te voy a dejar ir. No otra vez. Comprendo tu desorientación, pero ya está, yo estoy aquí…

- Eso es Kenshin, por eso no quiero volver... porque tú estás ahí – dijo Kaoru, mirando a Sano, que estaba detrás de ellos, apretando sus puños, esperando por la reacción de ella.

-¡Si es necesario te ataré con cadenas¡Jamás dejaré a nadie que te vea¡Mía¿¡Lo has entendido¡Eres mía!- gritó Kenshin, al ver que con su abrazo, notaba aún mas rígida a Kaoru, y que su voz se hacía mas fría.

-Si haces eso, me mataré. Me tendrás, es cierto. Pero moriré. Porque se que no me quieres en realidad. Porque yo ya no te quiero. Y porque la persona que yo quiero, no está conmigo. ¿Es eso lo que quieres¿Matarme?

- ¿Cómo…¿Cómo puedes ser tan…? No te diste cuenta de lo que yo te amo. No te lo pude demostrar… pero ahora… ahora si! Llámame egoísta, llámame degenerado, llámame cobarde, llámame lo que quieras… pero no atrevas a decir que no te quiero en realidad… no te atrevas!-

Kaoru le miró a los ojos, y Kenshin no pudo soportar la realidad con la que lo miraban. El azul que refulgía en el fondo ya no tenía un brillo de adoración. Era una noche colmada de lágrimas. Causadas por él.

Kenshin la soltó y comenzó a mirar a su alrededor. Un pequeño mareo lo había alejado de la realidad. Estaba confundido. Atormentado por algo grande y doloroso. Su mujer, no lo quería. Ya no sentía amor por el.

- Déjala ir, Kenshin. No es tuya. No es de nadie. Así que deja que ella escoja su destino- dijo desde atrás Sanosuke. Se había calmado, y estaba caminando hacia él, para confortar al hombre desquiciado que tenía enfrente.

- ¡NO¡¡Jamás¡¡Tú¿¿Acaso te has olvidado de lo que te dije¿¿Que le puedes dar tú¿¿¡¡A que clase de futuro la vas a condenar?Ella se merece lo mejor. Y tú no eres ni siquiera algo digno de ella.- Un nuevo mareo lo tambaleó a su derecha, y se apoyó en la casa - Deberías alejarte mientras te quede algo de decencia.

- Quizá tengas razón, pero tú tampoco eres bueno para ella. – dijo midiendo sus palabras- Y ahora, ni tu sociedad, ni tus locuras, ni ese dolor que turba tu cabeza, me va a privar de vivir mi vida con ella.

Quizá eso fue demasiado para Kaoru. Había comprendido muchas cosas en poco tiempo. Y decidió dejarlo todo zanjado. No más dolor, no más pena, no más lágrimas.

- Kenshin.- dijo acercándose a él por la espalda, y apoyando su frente en el hombro- Te sigo queriendo. Siempre te querré, lo sabes, se que lo sabes. Pero no del modo que yo había pensado. Fuiste mi verdadero primer amor. Pero… tú eres el que debe llamarme egoísta, pues quería que un poco de ese amor me fuese correspondido. De cualquier modo podría haber soportado tus ausencias, tu tristeza, tu pesar para con el pasado. Pero Kenshin, tu correspondencia ha llegado demasiado tarde. No me pesa reconocerlo. Alguien me ha dado lo que tú querías darme, pero me lo ha dado sin tristeza, y sin causarme dolor. Kenshin. Contigo, todo era sufrimiento. Tú no puedes descansar. No quieres descansar. Una vez te dije, que tu pasado ya había sido perdonado. Porque la gente que te amaba lo había perdonado, y lo había olvidado. Kenshin, mi amado Kenshin Himura. Si no te perdonas a ti mismo y te das un poco de felicidad, jamás podrás hacer feliz a nadie. Y eso es lo que mas siento de todo.

Kaoru hablaba con hiriente sinceridad en sus palabras. La vida hasta ahora con Kenshin había sido dolorosa. Los momentos felices no compensaban todos los tristes.

Sanosuke la hacía sonreír sin motivo.

Él escuchaba todos sus problemas. La ayudaba. La seguía. La entendía. La amaba. Jamás la dejaría sola. Ese era el principal miedo que ella albergaba. La soledad. Y Sanosuke jamás la dejaría sola. Porque el también tenía miedo de la soledad. Porque en un mundo sin ella, no tenía cabida su vida.

- Kaoru.…- dijo Kenshin susurrando, mientras sin a penas moverse, alcanzó a prender con sus manos las de ella- no puedes hacerme esto. Sin ti¡¡yo moriré!

-No, no morirás. Sabes tan bien como yo que tú quieres seguir viviendo. Porque no estás completo. Te falta el perdón que buscas, que tu mismo te has de conceder. Y eso te llevará tiempo. Y si yo estoy contigo, lo único que haremos juntos será sufrir. El uno por el otro. Tú tienes derecho a ser feliz, Kenshin. Pero yo también.

Kenshin aumentó la presión de su mano en las de Kaoru, y de un empujón la apartó de su lado. Vio entonces de nuevo a Sanosuke, unos metros detrás de Kaoru. Entonces no supo donde ir, que hacer, como tapar la vergüenza que ahora le embargaba. Desenvainó su espada y dirigió su filo a Kaoru.

En su mente hubo una pelea que lo llevó desde el sendero nevado de los fantasmas de su pasado, hasta la orilla de un río, cercado por cerezos a punto de florecer. Su corazón tan pronto se encogía como se agrandaba hasta explotar. No se enfrentaron el vagabundo y el asesino, porque ahora eran una sola persona, solo que la fusión había mermado la personalidad de cada uno. Ahora solo estaba Kenshin. Ni siquiera Shinta, el niño de su pasado, que vio morir a sus hermanas.

¿Y quién era Kenshin Himura? Un hombre enamorado que había perdido la razón, y con ella, la mujer que amaba. Tan rápidamente, que no hubo manera de asimilarlo.

Había errado, lo sabía, y ese error había sido imposible de remediar. Se culpó por ello y no derramó más lágrimas que las suficientes. Enterró las lágrimas sobrantes con los resquicios de su pasado, y los confinó dentro de su pecho, sellado por una cicatriz.

Esa mujer... ni siquiera lo sabía y lo había salvado del peor de sus enemigos. Su pasado. Y el precio que tendría que pagar por no haberse dejado querer antes, era perderla. Y tendría que soportarlo, solo porque ella soportó el dolor de esperarlo.

Y fue en ese momento, que, por primera vez en largo tiempo, Kenshin Himura se sintió en paz. Por fin todo había pasado. La bestia se había calmado y dormía en un letargo que sería eterno. El vagabundo perdido en su dolor había encontrado su camino hacia la armonía y el sosiego. Ahora solo tenía que llegar.

Kenshin olvidó de nuevo el mundo a su alrededor, y pensó en el río rodeado de cerezos. Lo eligió como lugar de reposo para su corazón por unos instantes y emprendió su camino hacia él. Miró a Kaoru, solo a ella. Quizá habría perdido su amor, pero seguían compartiendo muchos sentimientos. Sabía que lo entendería. La amaba tanto, que dolía solo pensar en ello. Entornó los ojos grabando en su memoria la imagen de su adiós a la mujer. Y en lo que se tarda en parpadear… Kenshin había desaparecido.

La pareja que quedó en la calle seguía mirando a lo lejos, con la esperanza de verlo aparecer de nuevo, y poder hablar sin miedo. Pero no tuvieron esa suerte.

Pasaron en unos segundos, y Kaoru sentenció:

- Sólo espero, que no se marche sin despedirse.

Sanosuke la miró al principio sin comprender. Kaoru era muy ingenua, y ella siempre pensaría bien de Kenshin, aún después de todo lo que había pasado. Pero él era distinto. Desconfiaba hasta de su propia sombra. Y su mejor amigo le había erizado el vello solo sintiendo su presencia. Esperaba un gran final… sin tan solo una sonrisa.

De cualquier modo, ambos caminaron juntos y en silencio unos instantes hacia el dojo. Era tarde y el pequeño estaría extrañado de no ver a nadie en casa.

De pronto, Sano vio algo entre la gente, se puso tenso, besó a Kaoru en la frente, y antes de salir corriendo, dijo:

- Me reuniré contigo en el dojo esta noche. No te preocupes, todo saldrá bien.

Dicho esto comenzó a correr como alma que lleva un mal espíritu y se perdió entre las calles. Segundos después, toda la policía pasaba por el lado de ella siguiendo a Sanosuke.

- ¿Qué diantres habrá echo esta vez? – se preguntó Kaoru, pero siguió su camino porque estaba segura que esa noche, se volverían a encontrar en el dojo.


Kaoru ya estaba en el dojo, intentando preparar algo medianamente comestible. Estaba sola. Entendía la ausencia de Kenshin, y en parte, la agradecía.

Pero… ¿Yahiko? Era demasiado tarde como para que aún andase con Tsubame. Quizá había comido en el Akabeko, y seguía ayudando a Tae…

- ! Kaoru¿ Kenshin¡ Hay alguien?

La voz de Yahiko retumbó por las paredes de los pasillos e interrumpió indebidamente en la cabeza de Kaoru.

¡-Si, Yahiko, estoy en la cocina! Ven, por favor!

-¿Dónde has estado toda la mañana¿Y Kenshin?

-Verás, Yahiko- iba a ser realmente difícil hablar de esto con el muchacho- estos últimos días, han pasado muchas cosas, y quizá deberías estar al corriente de todo...

-Sí. Como por ejemplo que es lo que le pasa a Ken.

-Uhmm… esto va a ser difícil…

Kaoru se tomó su tiempo dándole a su discípulo las explicaciones necesarias para que comprendiese perfectamente la situación. En algunas partes, escatimó en detalles, y en otras, de tan profundo que era su interés para que el chico comprendiese, se le saltaban las lágrimas y tenía que parar con la labor de preparar todos los alimentos para recobrar el norte.

Cuando acabó, todo estaba listo para ser servido. Le dio una bandeja al chico y ella llevó otras dos hacia la sala de estar. Se sentaron y se prepararon para comer.

- ¿Y que va a pasar ahora? – preguntó Yahiko, una vez hubo salido de su sorpresa.

-Ahora mismo nada. Es decir, ni siquiera yo lo sé.

-¿No esperamos a Kenshin para comer?

-Aquí está su parte, pero dudo que venga. Tranquilo Yahiko. Todo irá bien. -

Comieron en silencio. Pero tan solo por no faltar el respeto a quien faltaba en la mesa.

Esa tarde, como todas, fue dedicada a entrenar, cosa que a Yahiko no le hacía falta, pues ya se había convertido casi en un maestro, y a los quehaceres del dojo. Kenshin no había vuelto aún. Sanosuke tampoco.

Un indescriptible vacío reinaba en el corazón de Kaoru. El dojo estaba incompleto sin sus chicos rondando por él. Pero pronto se solucionaría. Todos volverían, y vivirían en paz y tranquilidad. O con eso al menos se quiso consolar.

Unas horas mas tarde, cuando la luna aún no había salido, pero las estrellas le abrían el paso, Sanosuke apareció de la nada en el jardín. Yahiko lavaba los platos y andaba absorto en los pensamientos de su adolescencia prematura.

Kaoru, acababa de salir del baño, y se dirigía hacia su habitación con su obi puesto. Cuando vio a Sanosuke, sentado en el porche, mirando al cielo, sonrió de felicidad.

Pensó en asustarlo por detrás, sin hacer ruido, pero cuando estaba a punto de tocarlo, el se giró y la tomó en sus brazos.

- ¿Cómo te has dado cuenta?- dijo Kaoru, fingiendo enfadarse con él.

- Tu perfume. Desde que me impregnaste con él, no puedo pensar en otra cosa.

Kaoru se sonrojó. No había otra forma de reaccionar a su comentario. Ella había madurado sin duda, pero no tanto como para hablar de su relación sin tapujos. Aún seguía siendo una muchacha inexperta.

Pero Sanosuke la besó sin ninguna vergüenza a la luz de un farolillo. Ella estaba aún algo húmeda por el baño, y desprendía ese inconfundible aroma de la piel mojada mezclada con esencias de flores.

Él en anticipación acarició la espalda de la mujer. Aventuró una mano dentro del obi, subiendo por su pierna, pero ella lo detuvo.

- No, no ahora. No aquí. Yahiko nos puede ver. Kenshin puede venir.

-¿Nos tenemos que esconder de Yahiko?

- No... pero creo que es un poco joven para ver esto...

-Kaoru, él ya no es un chiquillo...

-¿Y que me dices de Kenshin?

-No vendrá esta noche. Realmente no creo que vuelva a este dojo. He estado hablando con él. Le he encontrado en el bosque de bambú.

Kaoru se quedó atónita. Esperó a que continuara el relato, aunque él se encontraba inmerso en la ensoñación de mirarla. Fue solo con un zarandeo cuando prosiguió.

- Está bien. Sereno. Creo que ha comprendido todo lo que le has dicho, pero… bueno, si fuese yo, tardaría en aceptar que he sido rechazado por alguien como tú.- Sano mintió. Kenshin no estaba bien. Es mas, parecía estar peor de cómo lo había visto en la mañana.

Su conversación había sido corta, pero intensa. Sanosuke había llegado corriendo al pequeño bosquecillo al lado de un camino apartado, escapando de la policía.

Lo cierto era que en todo el tiempo que había estado con sus compañeros, había cometido muchos delitos. No porque se los buscase, pero un revolucionario siempre es un objetivo nítido del país.

Encontró al hombre de casualidad, o es posible que Kenshin hubiese sentido su aura acercarse y le esperara. Pero Sano no lo esperó, y lo que encontró en repuesto de su gran amigo, era un desquiciado.

Kenshin estaba sentado sobre una gran piedra. Su pelo se había liberado de la coleta y caía libre por su espalda. Su gi estaba destrozado. La espada, clavada delante de él en el suelo. La mirada baja.

Sano reconoció el estado por la calidez del lugar. Kenshin había liberado su energía de tal manera que ni su ropa lo había resistido. Cuando iba a decir algo, Ken se le adelantó:

- Te lo advertí… maldito criajo consentido que tiene que tener lo que se le antoja.- dijo con voz susurrante- nunca te perdonaré esa ofensa…

- Kenshin…

- He pasado toda mi vida enmendando errores para que ahora sea ultrajado de esta manera…

- ¿De que estás…?

- Y no solo te conformas con ganar mi confianza y traicionarme después, sino que también me arrebatas a la mujer que había escogido… y la vuelves contra mí…

- Kenshin, de veras, esa no ha sido mi intención en ningún momento, tienes que creerme.

- Lo he intentado… durante todos estos años… he intentado enmendar el pasado. Para esto. Para que la felicidad que estaba cultivando me fuese arrebatada…

- Por favor, escúchame.

- He esperado tanto con Kaoru… no quería forzar la situación… no quería asustarla… no quería que todo sucediese tan rápido como la última vez… no quería… por eso esperé tanto…

- Ken…

- ¡Y tú con un simple beso, con una simple mirada te la has llevado de mi lado! Yo sabía que ella estaba impaciente, claro que lo sabía.

Sanosuke cayó, porque quiso el destino que se sintiese culpable, aun cuando no lo debía estar.

- Yo también he sufrido por ella en silencio, Sagara. Soy un hombre igual que tú, muchacho. Me ha costado muchísimo mas que a ti, llegar hasta aquí. Y me lo has quitado justo cuando yo estaba a punto de alargar la mano, donde ella se hubiese posado. Tú me la has quitado. Y por tu culpa he tenido que mostrar algo que llevaba mucho enterrado. Por tu culpa. Sagara. Por tu maldita culpa.

- Kenshin, yo no he hecho nada malo… no pretendía que esto pasara. Solo estuve allí cuando ella me necesitó. Y me aceptó. No pensé en ti…

- Cierra la boca por ahora, si no quieres que te la cierre yo para siempre.

Kenshin levantó entonces, y solo entonces la mirada. Y ahí estaba. El asesino. El villano. El hitokkiri. Battousai, el carnicero.

Sanosuke retrocedió aunque intentó seguir erguido, con semblante orgulloso. Pero las comisuras de sus labios temblaban. Era cierto. El asesino imponía terror con su sola presencia. La pregunta era… ¿había estado ahí esperando todo el tiempo? Si era así, en ese momento, menos que nunca, renunciaría a estar con Kaoru.

- Sabes perfectamente que a ella jamás le podría hacer daño. Pero he sido un asesino, Sagara. Puedo hacerte sufrir de mil maneras. Y ten por seguro que lo haré.

Y así había acabado su conversación. Las voces de los policías se habían adentrado en el bosquecillo, y habían alertado a Sanosuke. Se marchó corriendo. Dejando atrás a Kenshin, y a la sensación de temor que lo afligía.

Evitó contárselo a Kaoru para no alarmarla. Porque dentro de lo que cabía esperar de la situación, ella se mostraba tranquila.

- Y bien Kaoru… - empezó a decir Sanosuke de forma casual, para apartarla de otros pensamientos - … supongo que esta noche la pasaré en tu habitación…

- ¡Ni hablar de eso!- respondió Kaoru, y la respuesta lo dejó atónito- no puedo dejar que hagas lo que te apetezca cuando te apetezca. Por mucho que digas, no quiero que Yahiko piense cosas extrañas. Ha pasado todo demasiado deprisa. Tiene que acostumbrarse a la situación.

- Claro… claro… Kaoru… si la que necesita tiempo eres tú, solo tienes que decírmelo claramente.

Ella se sonrojó puesto que había adivinado sus pensamientos. Aunque no quisiera reconocerlo. Ella era una chica de su tiempo. No era nada honorable meter a un hombre en su habitación sin estar casados. Aunque después de lo de la choza de Sanosuke… quizá eso no importaba demasiado. Aún así. Ella prefería tomárselo con calma.

Y ante el silencio de ella, él se sonrió. Le dio un casto beso en la frente, y se levantó.

- En ese caso, iré a dormir con Yahiko. Hablaré con él de ciertos temas. Hasta mañana, mi amor.

Kaoru no dijo una palabra. Sonrió para nadie en particular, y se levantó para ir a su habitación. Miró fuera del dojo y el frío de la noche la hizo estremecer. Kenshin entró de nuevo en sus pensamientos, para salir sin siquiera un adiós. Mañana sería otro día.


Y así pasaron tres días. En el dojo la vida seguía igual. Solo que sin Kenshin todo parecía mas quieto. Kaoru se lamentaba de vez en cuando, pensando en que había echo algo mal, y que él había sido el perjudicado.

Sano venía un par de veces al día, siempre obteniendo la negativa de quedarse a dormir en la habitación de Kaoru. Pero igualmente sonreía y besaba a la chica con cariño. Comenzaba a ser como un cortejo oficial. A veces le traía flores, a veces solo venía a mendigar un poco de comida.

Siempre que se iba, lo hacía corriendo, por si la policía lo estaba buscando, y eso a Kaoru le preocupaba. Habían hablado un par de veces sobre los "delitos" que él había cometido, y que no podría quedarse mucho tiempo en el país si la cosa seguía así. Ella siempre se apenaba, puesto que la idea de marcharse con él era una opción, pero con esas tendría que abandonar el dojo, y su vida hasta ese momento.

Y eso era algo que no quería hacer. no le molestaba el marcharse realmente. Podía dejar la casa a Yahiko, pues era suficientemente responsable como para llevarlo, tanto como para dar clases, aunque algo prematuro. Pero lo que ella realmente temía, era la vida que Sanosuke le ofrecía. Podían moverse a otro país, a otro continente si quería, huyendo de la ley, pero la sangre del muchacho lo impulsaría a moverse de nuevo, a buscar peleas, a buscar oponentes más fuertes… y Kaoru no era una guerrera que pudiese acompañarle en todos esos viajes.

A veces en soledad pensaba que su destino era el de llorar y llorar. El de llevar una vida junto al hombre que amaba que consistiese en ir huyendo de alguien siempre, o el de esperar en casa, siempre a que la persona querida volviese a sus brazos.

- Kaoru, tu no lo crees así, pero yo puedo cambiar. Se que puedo tener una casa y una familia, aunque eso no me aparte de las peleas callejeras. – le había dicho Sanosuke en una ocasión.

Parecía sincero, y eso era lo que mas le dolía. Que si en realidad lo amaba, ambos debían de cambiar.


Con una inusual tranquilidad, llegó la tarde del cuarto día. Un ocaso lluvioso que a Sanosuke no le traía buenas vibraciones.

Había ido a comprar al pueblo algo que Kaoru le había encargado, más bien chantajeado con no darle mas de comer, si no iba. Salió del pueblo con una sonrisa en los labios, y nada mas entrar en el camino que en algo menos de una hora lo llevaría al dojo se dijo a si mismo que esa misma noche pediría a Kaoru su mano en matrimonio, como hacen los hombres formales, y se la llevaría al continente para comenzar allí una nueva vida.


Kaoru despidió a Sanosuke en la puerta, antes de que se marchara. Hizo algunas tareas atrasadas que tenía pendientes, y cuando salía de un trastero donde guardaba todo aquello que debía tirar por el viejo uso, la caja que sostenía se le cayó al suelo al ver a Kenshin en el jardín.

- Buenas tardes, Kaoru


Continuará


Lo sé, lo sé. No tengo vergüenza ni la he conocido. Pero hay una explicación por esto de tardar tanto en subir los capítulos.

Y es que esta historia ya estaba acabada. Pero la primera vez que la subí me dejó un mal sabor de boca, y es que no me gustaba nada el final. Kenshin se rendía muy fácilmente y Kaoru se marchaba con Sanosuke de una manera muy banal.

Por eso he decidido rescribirlo. Y alargarlo un poquito más. El final si que será en el próximo capítulo y esta vez pienso acabar tal y como quería, con ese final trágico que nadie quiere (y yo menos que nadie) pero es lo que me pide la historia!

Espero que os guste lo que os he dejado hasta aquí, y esperad un poquito para el próximo, espero que antes de que acabe el año!

Muchos besos y gracias a todos los que me habéis escrito! Me alegra muchísimo y me anima!

Hasta pronto