DISCLAIMER: Harry, Ron, Hermione, Severus, Remus y cada uno de los personajes relacionados, no me pertenecen. Los derechos sobre ellos recaen exclusivamente sobre la escritora JK Rowling; yo solo los utilizo con fines de entretenimiento. El resto de los personajes que aparecen en este fic, son de mi invención y, por lo tanto, si me pertenecen. Esta advertencia es válida tanto para el presente capítulo como para todos los que le sigan.


CAPÍTULO 1: UNA NUEVA PROFESORA EN HOGWARTS

Es una noche fría y oscura, solo hace pocos momentos ha dejado de llover. Ningún alma se atrevería a salir con la amenaza de un nuevo aguacero encima, sin embargo, existe una persona que no tiene miedo alguno. Monta diestramente a un unicornio adulto, mientras la capa verde oscuro (casi negra) que lleva puesta se alborota al paso del viento.

Desciende sigilosamente de la criatura mágica en las afueras del Bosque Prohibido, bosque cercano al colegio de Magia y Hechicería Hogwarts. Allí, un hombre de una extensa barba plateada, le esperaba ansioso.

- ¡Gracias a Merlín que llegaste! – le dijo el hombre de barba dándole un fuerte abrazo de bienvenida – Ya estaba preocupado… sabes que sus seguidores pueden estar espiándote.

- No se preocupe tanto por mí, Albus – le contestó. Se trataba de una dulce voz femenina – Después de mi hogar, el castillo Hogwarts es el lugar más seguro de la tierra. Yo sé que nada malo podría ocurrirme mientras esté bajo su protección.

Dumbledore le sonrió.

- Será mejor que nos demos prisa en entrar al castillo… parece que volverá a llover – prosiguió Albus mirando al cielo amenazante.

Sin hacer ruido y procurando no levantar sospecha alguna, lograron llegar al despacho del Director, donde Fawkes dormía plácidamente con la cabeza bajo una de sus alas. Dumbledore la invitó a tomar asiento, mientras que con un toque de su varita prendía el fuego en la chimenea.

- Realmente es una suerte que no nos hayamos topado con Peeves. ¡Hubiera despertado a todo el mundo! – bromeó Dumbledore tratando de romper el hielo.

- ¿Los profesores ya están aquí? – preguntó la mujer, sin retirar la capucha de su cabeza.

- ¡Por supuesto mi niña! – le respondió el Director con una cálida sonrisa en los labios – Las clases comienzan mañana.

- Y usted… ¿qué les dirá acerca de mi presencia en Hogwarts?

- La verdad es que llegas en el momento preciso. Tu padre me ha dicho que sabes innumerables encantamientos y que eres diestra en el uso de la varita.

- Así es – le contestó orgullosa – Aunque debo confesar que él no estuvo muy de acuerdo cuando quise aprender… Nadie podía imaginar, en ese entonces, cuán útil me sería saber utilizar magia con varita.

- Todo sucedió como si hubiese estado escrito… - pensó Dumbledore en voz alta – En fin, puedo ofrecerte el puesto de profesora de Encantamientos. El profesor Flitwick, que era el encargado de dar aquella materia hasta el año pasado, tuvo que salir de Hogwarts para cumplir con una orden mía, así es que… ¡el puesto está vacante!

- ¿Cómo es que no consiguió un profesor antes?

- La verdad… tenía la pequeña corazonada de que el reemplazante llegaría a mí sin necesidad de buscar.

- Todo esto me parece tan misterioso…

- Son los designios de la magia, querida. No debes temer, lo harás bien – y nuevamente le sonrió.

- Eso espero… No quiero causarle problemas y mucho menos poner en peligro a todo el estudiantado. Ya ha hecho suficiente con aceptarme aquí.

- Ya verás que todo te irá bien – y la instó a ponerse de pie – Lo mejor que puedes hacer ahora es descansar. Un buen sueño te hará recobrar las fuerzas y también los ánimos. Te llevaré a tu habitación.

- ¿Usted cree que sea verdad que ellos… - y tragó saliva con dificultad – que ellos se hayan aliado con el Señor Oscuro?

- No lo sé hija – el rostro del Director ahora reflejaba una terrible preocupación – Pero más vale que estemos prevenidos. Sin lugar a dudas, venir a Hogwarts fue la mejor decisión que pudieron tomar.

Y apagando las luces, salieron del despacho cerrando la puerta con precaución.

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Severus Snape caminaba visiblemente malhumorado por los pasillos del castillo. No le gustaban las sorpresas, y menos cuando el inicio del año escolar estaba tan próximo.

- "Necesito que todos los profesores vayan al Gran Comedor" – habló en voz alta Snape, repitiendo las palabras de Dumbledore y simulando su voz – "Tengo algo muy importante que decirles. Y no quiero excusas Severus, esto les incumbe a todos, inclusive a ti…" ¡Bah! Como si no fuera suficiente el hecho de tener que soportar a ese Potter por un año más, para más encima venirnos a estas alturas con sorpresitas… Solo espero que no se trate de un nuevo profesor porque ya tengo bastante con la presencia de Lupin aquí ¡y ocupando el puesto que me corresponde!

Entró en el Gran Comedor, mientras su capa hacía un sonoro frú frú tras su paso molesto. Todos ya estaban allí: el pelmazo del profesor Binns contándole animadamente una de sus historias de la magia a Madam Hooch, la profesora McGonagall junto a Remus Lupin, obviamente encantada de tener a ese hombre lobo de vuelta, y las profesoras Sprout de Herbología y Grubbly-Plank de Cuidado de Criaturas Mágicas, conversando cómplices en un rincón. Una sonrisa torcida se dibujó en su rostro: "Pobre Hagrid… Años anhelando ser profesor, y cuando por fin lo logra, tiene que dejarlo todo para ir a hablar con los gigantes… jajaja" – pensó divertido.

Estaba aún perdido entre sus pensamientos cuando Albus Dumbledore entró. Para su sorpresa, no iba solo.

- Profesores – habló el director y al momento captó la atención de todos los presentes – Tengo el agrado de presentarles a la señorita Nindë Nólatári. Ella reemplazará al profesor Flitwick en Encantamientos y será la Jefa de la Casa de Ravenclaw.

- Mucho gusto – dijo ella, realizando una pequeña venia frente al resto de los profesores.

Snape la miró detenidamente mientras Dumbledore explicaba un montón de cosas acerca de la procedencia de la chica. Y aquella fue la primera vez que sintió ese extraño punzazo en el estómago. La primera vez, pero no la última…

Nindë Nólatári era una mujer de gran belleza, de apariencia frágil y delicada. Bordeando los 25 años, alta, delgada, de tez blanca (casi pálida) y cabellos largos de un castaño muy claro, era capaz de provocar ese agudo dolor en Snape con solo mirarla. Sus ojos eran de un intenso color verde, el mismo color de la fina túnica que ahora traía puesta. Complementaban su atuendo un anillo y una diadema en su frente, fabricados de algún tipo de piedra preciosa.

- "Quizás sean esmeraldas" – pensó Snape – "Que mujer más extraña… ¿Y por qué provoca esta intensa molestia en mi cuerpo?... ¡Tonterías! Este dolor debe ser a causa de mi mal humor. Así es que lo tan importante era esto, una nueva profesora en Hogwarts… Seguramente será igual que el resto: siempre buscando la manera de apañar a los de su casa y a esos estúpidos Gryffindor, mientras pisotean a los de Slytherin… Decididamente este será un año muy difícil… demasiado, para mi gusto".

En esos momentos, Severus Snape no podía imaginar cuán ciertas resultarían ser sus palabras…

Fin del Capítulo 1.