CAPÍTULO 4: LA APUESTA
Ya se estaba empezando a impacientar. La había seguido la mayor parte del día y nada, ni una sola conducta impropia, ninguna actitud sospechosa, NADA. Snape estaba empezando a preguntarse si todo aquello valía la pena. Quizás se estaba volviendo tan paranoico como Ojoloco Moody… La sola idea de parecerse al auror, lo estremeció.
- ¡Qué patético! – se dijo en voz alta, camino a las mazmorras – Apenas puedo creer lo bajo que he llegado por una estúpida duda… Si ella pudiera leer las mentes, Dumbledore me lo hubiera dicho, ¿no? pues con ese don sería de gran utilidad a la Orden…
El dolor en el estómago le sobrevino de golpe. Se paró a mitad de camino y se apoyó ligeramente en una de las húmedas paredes del castillo. Trató de pensar desde cuándo no aborrecía tanto a alguien (obviamente descartando a James Potter y al grupito de Merodeadores). No pudo recordarlo. Usualmente era capaz de disfrazar su antipatía frente a otros siendo indiferente, pero por alguna razón, con Nólatári no podía serlo. Pensó, ahora, en los hechos del día anterior. ¡Qué facilidad tenía esa mujer para hacerlo explotar! Solo habían chocado por una tonta casualidad ¡pero él se había salido de sus casillas de inmediato! Recordó las miradas curiosas de los alumnos al verlos discutir tan airadamente.
- Qué patético… - se repitió, visiblemente malhumorado.
Estaba por reanudar la marcha cuando súbitamente una idea cruzó por su mente: tal vez… si lograse pisotear la arrogancia de Nólatári, se le acabarían las ganas de dejarlo siempre con la palabra en la boca… Sí, podría resultar… Así le demostraría quién era realmente el Maestro de Pociones.
Una mueca torcida se dibujó en su rostro y la malicia brilló en sus ojos. La idea de medir fuerzas con aquella Ravenclaw definitivamente lo había seducido. Nada podría hacerlo sentir mejor que verla humillada, derrotada y aborreciéndolo tanto como él a ella.
Tan ensimismado se encontraba maquinando su plan, que la dulce voz de la mujer lo sobresaltó. Se paró derecho frente a ella y miró fijamente aquellos ojos verdes. Su primer impulso fue comenzar a gritarle por el susto, pero se contuvo a duras penas pensando en lo que ganaría si su plan daba resultado. Entonces volvió a sonreír.
Nindë entrecerró sus ojos tratando de adivinar el origen de aquella horrible mueca, que muy de lejos, parecería ser una sonrisa.
- Bueno… - le dijo Nindë un tanto molesta con aquella reacción – Estoy esperando.
- ¿Perdón? – le preguntó Snape divertido ante la molestia en las palabras de la nueva profesora.
- Le pregunté si ya se había cansado de seguirme.
Snape se puso rígido. ¡A pesar de sus esfuerzos, ella lo había descubierto espiándola!
- Llegué a pensar que me seguiría hasta el baño – prosiguió Nindë en un claro tono burlón – pero gracias a Merlín no lo hizo. ¿Por qué desistió, profesor Snape? ¿Acaso sintió pánico de entrar al único lugar que desconoce de Hogwarts?
- Me parece que usted se tiene en muy alta estima, señorita Nólatári – le contestó el profesor de Pociones recuperando su habitual aire de superioridad – De otra manera, no me explico cómo pudo pensar que yo malgastaría mi precioso tiempo en seguirla – su voz sonó suave y melosa. Examinó su reacción y… ¡Bingo! Había conseguido descolocarla. "¿Quién es más astuto ahora?" – pensó.
- No niegue lo que resulta evidente, profesor – Nindë sonaba ahora más enojada - ¿O es acaso que me sigue porque le intereso?
- No más que el resto de los profesores – le contestó Snape con sorna, utilizando exactamente las mismas palabras que ella le había dicho en la sala de profesores.
- ¿Qué cree que está haciendo? – susurró peligrosamente Nindë, acercándose a él - ¿Intenta tomarme el pelo o lo que quiere es verme gritar como usted lo hace?
- Yo no persigo nada…
- ¿O es que intenta medir fuerzas conmigo? – prosiguió ella como si no lo hubiese escuchado – Le advierto que si intenta demostrar que es mejor que yo, pierde su tiempo porque claramente no es así.
- Si yo fuera usted, no estaría tan seguro de eso.
- ¿Qué? ¿Quiere que se lo demuestre?
- ¿Me propone una especie de… competencia? – "Cayó en la trampa" – pensó maliciosamente.
- ¿Y por qué no? Así, cuando le gane, no le quedara otra más que aceptarme.
Snape se rió burlonamente.
- Esto me parece mucho más interesante que nuestras discusiones diarias, señorita Nólatári – le dijo fríamente.
- A mí también me lo parece ,profesor Snape. Basta de malgastar energías: usted en tratar de detestarme y yo en simpatizarle. Seamos tal cual somos y veamos quien puede más.
- Está bien – le contestó decidido – Pero quiero que conste que fue usted la de la idea y no yo. Lo digo para que después no se queje.
- Despreocúpese que no lo haré. Entonces… escoja usted la "primera prueba".
- Quidditch – le respondió en forma escueta.
- ¿Quiere que juguemos Quidditch? – le preguntó algo extrañada.
- Me parecía más inteligente, señorita Nólatári, como es la Jefa de la casa Ravenclaw – y prosiguió casi inmediatamente al ver el odio en los ojos de ella – Se trata de una apuesta. El primer partido de la temporada se jugará dentro de unas semanas: Ravenclaw versus Slytherin. Si logra, por algún milagro, que el debilucho equipo de Ravenclaw le gane al mío, entonces no habrá dudas de que me supera en hacer magia – sin lugar a dudas, ahora sí que le estaba tomando el pelo.
- "Muy bien…" - pensó Nindë astutamente – "Si es así como quiere jugar…" - De acuerdo, profesor Snape, pero pongámosle un poco más de diversión. Si gana Ravenclaw, usted deberá preparar y servir un banquete completo para mí y los de mi equipo. Si es su equipo el que gana, entonces lo haré yo. ¿Qué le parece?
- "Obviamente me estaba burlando de ella pero veo que se lo ha tomado muy en serio…" – pensó el mago vestido de negro. Se mostró algo dubitativo… - Que sea un completo banquete y sin ayuda de la magia – agregó por fin – Solo para hacerlo más interesante.
- Estoy de acuerdo – y ambos estrecharon sus manos.
- Por cierto – le dijo Snape antes de que se retiraran a sus habitaciones – Como ahora estamos hablando de una competencia, no veo razón para que seamos enemigos. Le propongo un pacto de no agresión hasta que descubramos quién de los dos es el mejor.
- ¿No más gritos ni peleas sin sentido?
- Así es… Una competencia como ésta requiere solo de astucia e ingenio.
- Veremos cómo resulta entonces. Buenas ,profesor Snape.
- Buenas noches, señorita Nólatári – y agregó – Que descanse…
Esa noche, Snape se volvió a dormir pensando en ella, pero ahora lo hacía de una forma distinta. Ya no pensaba en cómo matarla sino en cuánto se divertiría poniéndola en su lugar, mientras el primer partido de Quidditch se realizaba.
- Solo astucia e ingenio… ya lo verás sabelotodo… - y se durmió profundamente con una ligera sonrisa en los labios.
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Era aún temprano cuando Nindë bajó al Gran Comedor para desayunar. Se sentó como siempre casi en el extremo de la mesa y tomó un sorbo de su jugo de calabazas. Miró atentamente a las mesa de Gryffindor… Allí estaba él, como siempre, con sus dos mejores amigos. Aún no tenía una explicación para sus extraños sueños pero sabía que, de algún modo, ella estaba vinculada con aquel muchacho. Desvió su mirada hacia las puertas principales del Comedor justo cuando Harry se la devolvía. Nindë no pudo evitar preguntarse por qué él parecía tenerle tanta desconfianza… Y esos ojos verdes tan iguales a los de ella…
Entraban al Comedor dos profesores más y Nindë los observó con interés. Los dos hombres se habían encontrado en la puerta, pero por la forma en que ambos se detuvieron al encontrarse, era obvio que no se llevaban bien. El hombre de ropas gastadas y aspecto enfermizo parecía haberle saludado, pero el mago vestido de negro se limitó solo a asentir y proseguir su camino.
Nindë tomó otro sorbo de su jugo. ¿Por qué todos en Hogwarts parecían tenerle tanto miedo al profesor Snape? Los únicos que se atrevían a enfrentarle eran la profesora McGonagall y Dumbledore. Pensándolo bien… ella tampoco le temía.
Cuando llegó a Hogwarts había pensado que se esforzaría por llevarse bien con todos, no en vano la estaban acogiendo, pero con él no podía hacerlo. Sabía que era mejor alejarse de aquel tipo de personas pero nuevamente NO PODÍA HACERLO. Y tenía que reconocer que la idea de competir con él le resultaba mucho más atractiva que tratar de ignorarlo. Detestaba que aquel profesor se creyera con el derecho a menospreciarla y tratarla tan duramente. Él no era mejor que ella ¡no era mejor que nadie de los que estaban allí!
Snape se sentó a su lado como todos los días. Nindë pensó que la ignoraría como siempre lo hacía pero se vio a sí misma, con la boca abierta, cuando él la saludó.
- Dije buenos días, señorita Nólatári – Snape la miraba fijamente y se notaba a leguas que estaba haciendo un gran esfuerzo por no gritarle.
- Bue… buenos días… profesor Snape – le contestó, aún un tanto asombrada. Mientras, el segundo profesor se acomodaba a su otro lado.
- Estuve pensando… en el menú del banquete que deberá prepararnos. No estoy seguro de si sabe cocinar – el tono burlón había vuelto a su voz.
- Me pregunto si usted no tiene algo mejor que hacer por las noches. Una pequeña dosis de asfódelo y ajenjo, le haría fácilmente conciliar el sueño.
- ¿Usted… usted sabe de pociones? – Snape parecía un tanto perplejo.
- Por supuesto profesor. Del lugar que yo vengo es lo primero que se nos enseña. El trabajo que hay detrás de una poción, la forma misteriosa en que cada uno de sus ingredientes se mezclan es un arte… un verdadero arte digno de amar.
Snape pareció atragantarse con esa respuesta. Él pensaba en forma parecida acerca de las pociones…
- "Uno – cero" – pensó el profesor de aspecto enfermizo sentado al lado de Nindë – "Apuesto que no te esperabas esa respuesta, Severus… si no te cuidas, ella puede terminar ocupando tu puesto"
- No sé por qué está tan seguro de ganar, profesor – prosiguió la joven mientras él comía una tostada.
- Seguramente no ha visto nunca como juega su equipo.
- Pero aún me quedan un par de semanas para arreglar eso – y le sonrió cándidamente.
- "Dos – cero" – volvió a pensar el joven profesor de cabello castaño claro veteado de gris. La confrontación verbal de los profesores le estaba resultando de lo más interesante.
- No tendrá ese optimismo cuando pierda inexorablemente – le dijo con una sonrisa desagradable en los labios, a punto de perder la poca paciencia que le quedaba.
- Cuidado profesor, no vaya a ser usted el que termine derrotado y… cocinando.
- "Tres – cero. Estás fuera Severus"
El mago vestido de negro no terminó de desayunar. De un humor más agrio con el que había amanecido, se levantó de la mesa y desapareció del Comedor, fulminando con su mirada a quien se atravesara en su camino.
- "Fiuuuuu…" – suspiró Nindë aliviada y volvió a su desayuno.
- ¡Vaya! ¿Qué fue todo eso? – preguntó el profesor de su otro extremo, con una voz muy amable.
- Supongo que eso fueron… "astucia e ingenio".
El mago la miró sin comprender del todo.
- Nindë Nólatári – y le ofreció su mano cordialmente.
- Remus Lupin – le contestó él, estrechando su mano con la suya – Creo que no habíamos tenido el placer de conversar antes.
- Es que he estado un tanto ocupada… Ya sabe, acomodando mis cosas, tratando de habituarme al castillo… ¡Ah! Y por supuesto ¡las clases! – ambos profesores se sonrieron. Fue Remus el que prosiguió con la conversación.
- Veo que mantiene una relación bastante… "especial" con el profesor Snape.
- Oh… entre nosotros podemos tutearlo, ¿no? – y le hizo un coqueto guiño – Snape es el tipo más desagradable que he conocido… Me… ¡exaspera!
- No le voy a rebatir eso… Sin embargo, hay algo que me llama la atención.
- ¿Qué cosa?
- El que Severus no la trate como al resto de nosotros… Me pareció que los dos tiene una especie de ¿duelo?
Nindë rió divertida.
- Algo así – agregó.
- Severus debe haber encontrado algo muy poderoso en usted como para desafiarla y terminar por "batirse". Le repito que al resto de nosotros simplemente nos ignora… Y le aseguro que prefiero eso antes que confrontarlo.
- O sencillamente es que me aborrece demasiado, más que a los demás.
- Oh, eso es poco probable, señorita Nólatári. Lo digo por experiencia.
- ¿Remus? Puedo tutearlo, ¿verdad?
- Si usted también me lo permite…
- Por supuesto… Entonces, Remus ¿sabes algo de Quidditch?
- Mmmmmm… algo, ¿por qué?
- Seguramente sabes más que yo… ¿No te gustaría ayudarme a entrenar un equipo?
- "¿Cómo negarse, si lo pides así, con tanta dulzura?" – pensó embelesado.
- ¿Sí? ¿Lo harás?
- Claro, conozco a alguien que nos puede ayudar.
- ¡Gracias! Eres encantador… - y lo besó en la mejilla – Bueno, te veo en el recreo para que nos pongamos de acuerdo ,¿sí? Ahora me tengo que ir porque sino llegó tarde a mi clase – y se levantó de la mesa presurosa, sin darse cuenta de lo impresionado que su colega quedaba con ella.
Remus no pudo evitar el sonrojarse. Nindë no solo era bonita sino que además muy agradable… y muy inteligente, claro está, ¡si hasta Severus se había quedado sin habla frente a ella!
Tomó un sorbo de su jugo de calabaza… El volver a Hogwarts no estaba resultando tan malo después de todo… Y sonrió complacido.
No muy lejos de aquella mesa, una chica morena, de largos y enmarañados cabellos castaños, lo observaba con atención. Y en sus labios, inevitablemente, también se dibujó una sonrisa.
Fin del Capítulo 4
