¡¡Hi!! ¿Cómo han estado? Espero que muy bien. Vamos a las malas noticias de inmediato… Lamento informarles que esta semana tampoco habrá contestación de reviews como lo había prometido (¡¡no me peguen!!) porque me inspiré y salió un capitulillo bastante largo. Y hablando del cap, tengo que explicarles que hoy es la primera parte del Baile de Navidad… (¡¡Qué de cosas pueden pasar en una noche!! Jijijiji) Como en el cap anterior salió poquito Severus, decidí centrarme más en él esta vez, por lo que es probable que echen de menos a Harry y compañía pero… No desesperen, que la próxima semana salen ellos y sus peripecias en este dichoso baile (espero jijiji)

Muchas gracias por su constante apoyo (y por dejarme siempre sus impresiones) a Elanor Black, Amsp14, Nocrala, Alexms, Paula Moonlight, Isengard, Amanda Beicker, Hermiginny13, Caris, Jany, Indira de Snape y BarbiBlack. ¡¡Son lo máximo, amigas!!

Bien… no me queda más que desearles una buena lectura. ¡¡Disfruten!!


CAPITULO 20: EL BAILE DE NAVIDAD

Nindë despertó temprano el día de Navidad. Parpadeó repetidas veces, tardando unos instantes en acostumbrarse a la claridad que se extendía por toda la habitación. Al mirar por la ventana, pudo darse cuenta de que estaba nevando copiosamente. Suspiró. Hasta hacía poco tiempo, ésta era su época favorita del año pero ahora… Suspiró por segunda vez. Su padre estaba muerto, su pueblo disperso y ese no era su hogar. "¿Cómo mantener la fortaleza cuando todo alrededor te grita que te rindas?..." Forzó una sonrisa. "Nada logras con pensar en ello. Vamos, levántate ya… Aun quedan muchas cosas que preparar para el baile".

Se levantó sin prisa, tomó la bata de los pies de su cama y… un grito de súbita alegría escapó de sus labios.

- ¡Regalos! – exclamó al tiempo que se sentaba en el suelo, junto a la pequeña montaña de presentes que allí se erigía – Pero… pero… ¿por qué?

- "Porque ellos te aprecian" – le contestó su imagen, con voz silbante, desde el centro del espejo ovalado – "Porque te consideran parte de su familia y… porque Hogwarts es ahora tu hogar".

La elfa sonrió, sintiéndose repentinamente feliz. En pocos minutos desenvolvió la mayoría de los paquetes, cubriendo todo a su alrededor con los papeles de regalo. Hermione le había obsequiado una preciosa novela romántica muggle que se titulaba Persuasión; Ron, una caja rebosante con los mejores chocolates y bombones de Hogsmeade; Harry, una hermosa flauta tallada en madera (por lo cual supuso que el chico había recordado el gusto de los Elfos Altos por la música); Tonks, un cepillo de plata para el cabello; Remus y Sirius, un despampanante arreglo de lirios blancos (la flor preferida de la joven y muy difícil de conseguir en el mundo mágico); y Albus, un sensacional vestido color celeste, confeccionado en una fina tela de origen élfico (la tarjeta decía que Masala había escogido el diseño y modelo por él y que estaba seguro, hallaría una oportunidad perfecta para estrenarlo). "Podría ser hoy, en el Baile de Navidad, ¿no?", pensó automáticamente, pero recordó que debía utilizar túnica de gala para la ocasión. Sin embargo, por alguna extraña razón, no descartó del todo aquella posibilidad.

Pronto, el montón de paquetes a los pies de su cama, se vio reducido a uno solo. Lo observó detenidamente: no tenía tarjeta. Aquello no hizo más que aumentar su curiosidad. Ahogó una exclamación de sorpresa cuando descubrió que se trataba de una estupenda colección de libros titulada Magia defensiva práctica y cómo utilizarla contra las Artes Oscuras. Cada ejemplar contenía increíbles ilustraciones móviles en color de todos los maleficios y contraembrujos que describía. Nindë hojeó el primer volumen con avidez, encantada porque iba a resultarle muy útil para las clases particulares que estaba recibiendo.

Volvió a resurgir la curiosidad en su interior. ¿Quién podría haber gastado tanto dinero en semejante regalo? ¿Quién podría estimarla a tal punto? "Severus…" – pensó emocionada – "No… por Merlín, la sola idea resulta absurda. Es imposible que él haya pensado en ti… no existe ni una gota de amor en su corazón. ¿Habrá sido Remus, entonces? Pero si hubiese sido él, ¿por qué no poner su nombre en la tarjeta?"

Suspiró, sintiéndose frustrada. Aun con la incógnita dando vueltas en su mente, se puso de pie y tomó la colección de libros en sus manos, dispuesta a colocarlos sobre su cama para que no se arruinasen. Una pequeña bolsita de terciopelo negro que cayó del último ejemplar, detuvo en seco sus movimientos.

- ¿Qué…? – murmuró.

Todos los presentes que había recibido esa mañana pasaron a segundo plano cuando la bolsita de terciopelo reveló en su interior, una antiquísima cadena con un dije en forma de flor. El colgante estaba confeccionado con oro de hilo blanco y en el centro, justo donde los cuatro aros de la flor se entrecruzaban, una piedra preciosa que la elfa reconoció como Aguamarina (Nota de la Autora: Para ver la joya en cuestión, dirígete a Mi Perfil y haz clic en la dirección correspondiente).

Nuevas preguntas invadieron su mente. ¿Por qué alguien le regalaba una alhaja tan especial? ¿Y cómo podría ella agradecer tal gesto de amor, si no sabía quién lo había enviado?

Una triste sonrisa se dibujó en su rostro. Sabía que el mago oscuro no pensaba en ella (como ella sí lo hacía en él) y, sin embargo… ¡qué no daría porque ese precioso regalo lo hubiese comprado y enviado el ex mortífago! Sí… Eso no sería más que un sueño, ¿no? Un doloroso y dulce sueño pero… ¿Acaso ella no tenía derecho a soñar? Después de todo… ¡hoy era Navidad!

o o o o o o O O O O o o o o o o

- ¿Aun te sientes mal, Ron? – le preguntó Harry a su mejor amigo, al ver que ni los regalos ni la tradicional guerra de bolas de nieve habían logrado subirle el ánimo.

- Por qué lo hice… ¡por qué lo hice! – exclamó el pelirrojo, como ido.

- ¡Ya basta! – le gritó el ojiverde, encarándolo por fin – Llevas cinco días repitiéndote lo mismo y aun no eres capaz de aceptarlo. ¡Invitaste a Hermione al baile simplemente porque querías ir con ella! Yo pensé que después que aceptaras que te gustaba pues…

- Lo que me atormenta ¡es que Hermione no siente lo mismo por mí! Ella sí me quiere pero… como amigo. Si aceptó mi invitación fue solo… ¡solo por culpa de ese estúpido rumor!

- ¡Argh, Ron! No voy a permitir que sigas compadeciéndote. Y aparte de todo, eres tan ciego… Dime, ¿dónde está el gryffindor que se supone vive en ti?

- Para ti es muy fácil decirlo, ¿no? – le espetó con un dejo de resentimiento en su voz – Como todo se te está dando a las mil maravillas con Cho…

Harry suspiró hondamente.

- Si supieras que no me importa tanto como pensaba…

- ¡¿Qué?! – le preguntó, visiblemente interesado – Harry, ¿estás tratando de decirme que tú…?

El ojiverde se sonrojó.

- ¡Chispas! ¿Te gusta otra chica? ¿Es eso?

Harry asintió.

- ¡Vaya! – fue todo lo que Ron pudo exclamar por la sorpresa que la confesión de su amigo le provocó. Meditó unos instantes el asunto para luego añadir - ¡Cómo me gustaría que esa otra chica fuese mi hermana! Sí, sí, ya sé que eso es imposible pero… - se encogió de hombros – sabes lo bien recibido que serías en mi familia, ¿no? Aunque Ginny parece haberte… olvidado.

- ¿En… en serio piensas eso? ¿Por… por qué lo dices?

El pelirrojo alzó una ceja.

- Sí, bueno… Todo parece indicar que se trató solo de un enamoramiento sin importancia. No pretenderías que Ginny siguiera pensando en ti si tú no le prestabas ni la más mínima atención.

Harry guardó silencio mientras se mordía el labio inferior, preocupado. Ron lo observó unos instantes detenidamente. Alzó ambas cejas esta vez y sonrió complacido.

- ¿No crees que ya deberíamos ir arreglándonos? Esta vez tengo una túnica de gala decente que usar, ¿sabes? No sé de dónde sacaron el dinero los gemelos ni por qué lo hicieron pero lo cierto es que me compraron una túnica nueva este verano y… ¡no es de segunda mano!

El chico del pelo azabache lo observó desconcertado.

- ¿Tan pronto olvidaste tus preocupaciones? – le preguntó con cierto sarcasmo.

- No… Sencillamente me acabo de dar cuenta que existen hombres más ciegos que yo – y le sonrió en forma inocente.

Harry lo miró, frunciendo el entrecejo. No supo qué contestarle.

o o o o o o O O O O o o o o o o

- Aun sigo pensando que es arriesgado, Canuto.

- ¡Vamos, Lunático! Nadie me va a reconocer. Además, solo quiero echar un vistazo. He escuchado que la decoración del Gran Comedor este año está realmente soberbia.

- Es posible – le contestó Remus, echándose la última mirada en el espejo – Pero aun así es peligroso. A estas alturas, todo Slytherin debe estar enterado de que eres un animago.

- Para lo que me importa – le contestó con total desfachatez – Esos mocosos no tienen a sus queridos papitos mortífagos aquí y con Dumbledore en el castillo, no se atreverán a hacerme nada. Además, Lunático, no salí del encierro de Grimmauld Place para venir a hacer lo mismo en Hogwarts.

Remus frunció el ceño pero decidió que era mejor no seguir rebatiendo. Ya se le hacía tarde para reunirse con Nindë.

- Se ve muy bien, profesor Lupin – agregó Sirius en un claro tono burlón – La elfa tiene suerte, ¿sabes? Eres un gran tipo.

- El de la suerte soy yo, Canuto. Gracias a Merlín me aceptó como su acompañante después de… haberla presionado con lo del noviazgo.

- Pero te tocó ir desmintiendo por todo el castillo que no eran pareja.

- Sí pero… - sonrió satisfecho -… nadie me creyó. Creo que no fui lo suficientemente convincente.

El animago rió con ganas.

- Hay cosas que nunca cambiarán en este lugar… ¿Recuerdas que James y Lily pasaron por algo parecido?

La mirada del licántropo se ensombreció.

- ¿Cómo olvidarlo? Los años que pasé en Hogwarts fueron, sin lugar a dudas, los mejores años de mi vida.

- Y los míos – añadió Sirius con una cuota de reproche en su voz – Ellos no merecían morir así… Pero todos los culpables van a pagar caro su muerte… muy caro…

- Canuto, no pienses más en ello, te hace mal… Ahora tienes a Harry a tu cuidado… debes ser prudente por él.

Sirius no le contestó. Tenía la mirada fija en algún punto del muro de la habitación. Remus suspiró, sintiendo compasión por su amigo. Por fin se decidió a buscar su varita y a guardarla dentro de su túnica nueva. Las últimas palabras dichas por el animago le daban vueltas en la cabeza, preocupándolo sobremanera. Dada las circunstancias, quizás no fuera tan mala idea el dejar que disfrutara un instante del Baile de Navidad.

- Está bien, Canuto, me convenc… - se calló de golpe y la sonrisa se esfumó de sus labios. Sirius ya no estaba sentado en la cama. En su lugar, un gran perro negro y lanudo rasguñaba la puerta, desesperado por salir del cuarto. Remus lo miró desconcertado unos instantes, tras los cuales se echó a reír con ganas.

- Definitivamente no has cambiado nada, Hocicos. Una vez más lograste engañarme. ¡Y conseguiste lo que querías! ¡¡Y yo preocupándome!! Está bien, vamos a ir pero… prométeme que te cuidarás.

El perro ladró con fuerza y movió la cola reiteradas veces, en señal de que lo prometía. Ni siquiera él podía imaginar lo rápido que incumpliría su palabra esta vez.

o o o o o o O O O O o o o o o o

Al igual que las Salas Comunes de cada Casa, también el vestíbulo del castillo estaba abarrotado de estudiantes, que se arremolinaban en espera de que dieran las ocho en punto (hora a la que se abrirían las puertas del Gran Comedor). Del mismo modo, resultaba extraño ver a tanta gente vestida de diferentes colores en lugar del usual negro de las túnicas escolares. Los que habían quedado con parejas pertenecientes a diferentes casas, las buscaban entre la multitud. Harry divisó a Cho y la condujo hasta donde estaba Ron.

- Hola, Ron – lo saludó con jovialidad la buscadora de Ravenclaw. La chica estaba realmente guapísima: llevaba una túnica de satén de color azul marino, un cintillo del mismo color en su perfecto pelo liso y un par de pulseras de plata que le brillaban en las muñecas.

- Estás… muy linda – le dijo Harry algo cohibido. Él llevaba la misma túnica verde botella que el año anterior. Cuando Cho le dijo que aquel color resaltaba aun más el verde de sus ojos, recordó que la señora Weasley había elegido la túnica por él. La próxima vez que la viera, se lo agradecería profundamente.

- Esperamos a…

- Hermione, Cho – se apresuró a añadir Harry – Es la pareja de Ron y nos pidió que la esperáramos aquí.

- ¿Y por qué no se juntaron en la Sala Común? – la chica se estaba dirigiendo a Ron esta vez – O es que… ¿pretende repetir la misma entrada triunfal del año pasado? – sonrió sarcástica – Parece que ha olvidado que Víktor Krum no está ahora para adularla. Deberías aconsejarle no ser tan ambiciosa, ¿sabes?

El pelirrojo la fulminó con la mirada.

- No me digas que tú también formabas parte del grupito de fans de Krum. ¡Y yo que pensaba que andabas loquita por Cedric Diggory, el perfecto!

Las mejillas de Cho ardieron de furia y sus ojos se llenaron de lágrimas de impotencia. Harry miró duramente a su amigo.

- Lo siento – masculló el pelirrojo entre dientes. Al ojiverde le dio la impresión de que la buscadora iba a rebatirle algo, pero no tuvo tiempo para hacerlo. En ese momento, Hermione hacía acto de presencia en el vestíbulo, acaparando las miradas de todos los presentes.

La morena llevaba la parte superior del cabello recogido en un elegante moño, mientras que el resto caía en vaporosos rizos sobre sus hombros y su espalda. Estaba claro que no había empleado la poción alisadora como en el baile anterior pero, sin duda, el cabello ondulado le venía y lucía más. La túnica que llevaba puesta era de un hermoso terciopelo rojo (el cual resaltaba magníficamente su color de piel natural) y volvía a lucir ese imponente porte que resaltaba a la vista cuando no cargaba esa veintena de libros. Estaba realmente preciosa y le sonreía a Ron en forma encantadora. El pelirrojo no fue capaz de articular palabra. Estaba embobado.

- Ron… ¡Ron! – exclamó Hermione, divertida – Han abierto las puertas. ¿Entramos?

- ¿Eh? ¿Cómo dices?... ¡Ah, sí! Claro… Vamos – y galantemente le ofreció su brazo derecho, el cual la morena aceptó complacida. Entraron al Comedor justo detrás de Harry y Cho, luciendo orgullosos.

o o o o o o O O O O o o o o o o

- Es absurdo, Severus. ¿Cómo pretendes irte a tus habitaciones si ni siquiera he dado inicio al banquete?

- Albus… Sabes cuánto detesto las celebraciones y nunca estuve de acuerdo en que este… "dichoso" baile se llevase a cabo. Así que si me disculpas…

- Esta vez no, Severus – lo interrumpió el director secamente. Lo miró en forma dura unos instantes para luego ponerse en marcha hacia la salida del Gran Comedor. El profesor de Pociones lo siguió con paso firme a través del vestíbulo – Es necesario que lo afrontes. Si llevo años pidiéndote que dejes de acumular tanto rencor, es porque me preocupo por tu bienestar. Me duele verte tan solo, Severus… ¿por qué no tratas de confiar más en la gente que te rodea? Te sorprenderías de todo lo que los demás están dispuestos a entregarte.

- Albus…

- ¡Oh! ¡Pero qué bien se ven todos! Buenas noches, Remus… Tonks… Nindë… - el director fue realizando una leve inclinación a medida que iba nombrando a cada uno de sus profesores – Debo elogiar el buen gusto de Masala porque veo que el vestido que me envió te quedó perfecto. Princesa, se ve muy hermosa. ¿No estás de acuerdo conmigo, Severus?

El mago vestido de negro no respondió. Tal parecía que ni siquiera había oído la pregunta del director… Y es que se había quedado de piedra al ver a la elfa más bella que nunca.

Nindë no estaba usando la túnica de gala de rigor, sino que llevaba un elegante vestido celeste, de hombros descubiertos y mangas anchas. Parecía confeccionado en una suave y finísima tela (semejante a la seda muggle) que se ceñía de modo perfecto a su figura, dejando a la vista el esbelto porte del que era dueña. En el escote, las mangas y el ruedo del vestido estaban bordados en plata unas pequeñísimas inscripciones, las cuales Severus reconoció como antiguos símbolos élficos. Llevaba la parte superior del cabello sujeto de tal forma, que ocultaba las orejas puntiagudas características de su raza. En su mano derecha, un delicado lirio blanco había sido hechizado para que adquiriera el tamaño justo de un brazalete y para que no se marchitase a mitad de la fiesta. Completaba su atuendo una cadenita de diseño sencillo, la que llamó poderosamente la atención de Dumbledore.

- Veo que ocupas el Colgante de la Amada, Nindë.

- ¿Perdón?

- Me refiero a ese dije que luces en tu cuello. Así se llama. ¿Puedo preguntar dónde lo conseguiste?

- Lo recibí como regalo esta mañana – le contestó la joven mientras llevaba inconscientemente su mano hacia la alhaja – Lamentablemente no traía tarjeta. Albus, ¿tú sabes a quién podría haber pertenecido?

Severus carraspeó, visiblemente nervioso.

- ¡Hocicos! – exclamó algo sorprendido el director – Veo que tú también decidiste venir al baile.

El perro negro movió la cola con entusiasmo pero enseguida fijó su atención en el dije que Nindë llevaba puesto. Esa joya era exactamente igual a la de… ¡Eso quería decir que…! Miró al profesor de Pociones, receloso.

- Te lo repito, Nindë, es hermoso – añadió Tonks, admirando también el anónimo regalo que su amiga había recibido. Aquella noche la Auror llevaba una túnica de color gris perla, el que combinaba a la perfección con su cabello rubio y ojos azules – Es muy elegante y no se por qué su forma me recuerda a los pétalos de una flor.

- Eso es porque es una flor – agregó Albus – y la Aguamarinaen su centro es de las piedras más preciadas por su rareza y belleza. El Colgante de la Amada es símbolo de la felicidad y el amor, por lo que me atrevería a inferir que la persona que te lo regaló, siente un cariño muy especial y profundo por ti. ¿Qué crees tú, Severus?

El aludido volvió a carraspear antes de contestar a la pregunta de Dumbledore.

- Albus, ¿no crees que ya llevamos demasiado tiempo alabando la joya de la señorita? Por si lo olvidaste, tenemos una conversación pendiente.

- La que podemos concluir en cualquier otra ocasión. Ahora, si me disculpan, necesito conversar en privado con Nindë. Remus, sé que ella es tu pareja esta noche por lo que te ruego me permitas robártela unos instantes.

- No hay problema, Albus.

- Creo que Tonks estará encantada que la conduzcas hacia la mesa de los profesores. Por favor, díganle a Minerva que de comienzo al banquete y que espero no tardar demasiado. Nindë, ¿me acompañas a mi despacho?

Severus, Tonks y Remus se quedaron mirando unos minutos, visiblemente incómodos con la situación. El tenso silencio que se hizo patente apenas el director los abandonó, solo se vio roto cuando los gruñidos de Hocicos los sobresaltaron a los tres. El perro negro tenía los pelos del lomo erizados y mostraba amenazadoramente sus colmillos al mago oscuro.

- ¿Qué te pasa, Black? ¿Dónde quedaron tus buenos modales?

El animago gruñó con más fuerza. Después de todo… ¡Remus tenía razón!

- ¿Qué bicho raro le picó a "tu perro", Lupin? – preguntó sarcástico.

- Creo que hoy amaneció "de malas pulgas", Severus – contestó el hombre lobo, utilizando el mismo sarcasmo.

El profesor de Pociones le dirigió a Remus y a Sirius una de sus peores miradas de odio para finalmente regresar al Gran Comedor.

- Recuerda lo que prometiste, Hocicos – le advirtió. Dirigiéndose luego a Tonks, añadió con una encantadora sonrisa – Entonces, ¿vamos? – y le ofreció su brazo.

- Esteeeee… sí, claro – le contestó la Auror mientras sus mejillas se sonrojaban.

o o o o o o O O O O o o o o o o

Los muros del Gran Comedor habían sido recubiertos de escarcha con destellos de plata, y cientos de guirnaldas de muérdago y hiedra cruzaban el techo negro de estrellas. Al igual que el año anterior, en lugar de las habituales mesas de las casas había un centenar de mesas más pequeñas (alumbradas con farolitos) cada una con capacidad para unas doce personas.

El banquete fue colosal. A nadie asombró que la comida apareciera en los brillantes platos de oro con solo pedir lo que deseaban, de acuerdo a las pequeñas minutas que se encontraban en cada mesa.

Cuando se acabó la cena, Dumbledore se levantó y dirigió a sus alumnos unas cuantas palabras. Sus ojos azules brillaban como nunca.

- Sé que todos esperan a las Brujas de Macbeth pero antes, quisiera regalarles una hermosa canción. Ella nos habla de los lazos de amistad y mutua confianza que debemos presentar para que la discordia y la enemistad no se extiendan entre nosotros, y menos en estos tiempos tan difíciles que estamos viviendo. Es por ello que quiero que recibamos, con un fuerte aplauso, a nuestra profesora de Encantamientos... Nindë Nólatári.

Mientras los alumnos aplaudían y la elfa aparecía sobre un pequeño escenario acomodado a un costado del Gran Comedor, Albus conjuró un arpa para que la acompañara durante toda la melodía.

Severus volvió a observar a la Princesa detenidamente. Aun no podía creer lo bella que se veía esa noche… Apenas ella comenzó a tocar la flauta de madera que llevaba en sus manos, sintió cómo un dolor agudo le atravesaba el pecho impidiéndole respirar con normalidad. Y cuando entonó las primeras notas de la canción, supo con certeza que su corazón ya no le pertenecía, que se lo había entregado hacía mucho tiempo y… en forma irremediable.

El recuerdo de aquella fatídica noche finalmente consiguió salir a flote. Si en esa ocasión él hubiese escogido la opción correcta, ¿sería posible que hoy no fuese el hombre amargado y hosco que era?... Si no hubiese errado el camino, ¡maldita sea!, tendría ahora una oportunidad para estar junto a su Nindë… ¡su amada y odiada Nindë!

- Qué perdida de tiempo… Como si un estúpido Baile de Navidad pudiese hacernos olvidar lo que ya es evidente. Definitivamente Rosier, Wilkes, Avery y Lestrange tienen razón: este viejo está cada día más loco… Pero a cada uno de nosotros nos espera un futuro diferente, ¡la recompensa será grande si servimos al Señor Oscuro!... Por primera vez en la vida alguien me necesita, alguien me valora… ¡Para ellos no soy un empalagoso de pelo grasiento! Ya experimentarán todos su poder… ¡teman, enemigos del Heredero, por los tiempos que se avecinan! – una sonrisa iluminó el pálido rostro de un joven Severus Snape, que no aparentaba tener más de 16 o 17 años.

El muchacho atravesaba con rapidez uno de los caminos que zigzagueaba entre los rosales especialmente conjurados para la ocasión, en la explanada que rodeaba el frontis del castillo. Consultó la hora en su reloj una vez más. Tenía 10 minutos de retraso y eso lo sacaba de quicio. Ella no tenía por qué esperarlo y menos esta noche.

Se maldijo por ser tan débil pero tenía que reconocer que estaba nervioso… muy nervioso. ¿Cómo tomaría ella la noticia? Llevaba más de un año tratando de persuadirlo para que no aceptara aquella oferta. Ahora que él había decidido seguirlo… ¿permanecería ella a su lado? ¿O lo abandonaría como todos terminaban haciéndolo?

- ¿Qué más le pides? Ella es una Hufflepuff, así que no se rendiría tan fácilmente… ¡era cuestión de honor el que tratara de convencerte!... Si fuera por eso, también debería mantenerse fiel y leal hasta el final, ¿no? Pero, ¿tienes derecho a arrastrarla a un destino que quizás no le convenga?

Había recorrido un buen trecho cuando la divisó sentada en un diminuto banco labrado.

- Florence Henstridge – la chica de lacios cabellos castaños y rostro pecoso se sobresaltó al oír su nombre. Sin duda, estaba nerviosa - ¿Cómo es que todavía estás aquí, esperándome?

- ¡Severus! – exclamó Florence, tirándose "literalmente" a los brazos del muchacho. Snape pareció sorprendido por aquella repentina demostración de afecto, pero terminó abrazándola con fuerza. Posó sus labios sobre los de ella, besándola en forma dulce, delicada… Y consiguió tranquilizarla. Se sentaron juntos en el banco.

- Antes… antes de saber qué decidiste esta noche, Severus, quiero agradecer el bonito regalo de Navidad que me enviaste… - entonces, tomó con su mano derecha el dije que exhibía en su pecho y añadió – Sabías que este colgante me fascinó desde que lo vimos en Hogsmeade pero… no tendrías que haber gastado tant…

Snape puso su dedo índice en los labios de Florence.

- Lo compré para ti porque simboliza todo lo que representas en mi vida. Eres la persona que más amo y a la que quiero que el Colgante de la Amada haga feliz.

Los ojos verdes de la muchacha se llenaron de lágrimas.

- Siempre supe que lo romántico no se me daba pero… ¿tan mal lo hago como para que te pongas a llorar?

Florence se colgó del cuello de Severus una vez más a lo que él correspondió con otro abrazo. Susurrándole al oído, la joven por fin se atrevió a preguntar lo que tanto la atormentaba.

- Severus… ¿qué decidiste?

El mago se tensó de golpe, temiendo su reacción.

- Decidí… unirme.

Florence lo abrazó con mayor fuerza. Luego de un instante, lo besó en los labios tiernamente para terminar perdiéndose en lo profundo de sus pequeños ojos negros.

- Entonces… me uno también. Donde tú vayas… yo voy contigo.

Él la miró sonriente. Con su varita cortó una rosa blanca y se la obsequió, sellando con un nuevo beso aquel pacto de amor.

Por aquel entonces, Severus Snape no tenía cómo saber que con su decisión estaba condenando a muerte a la única persona que lo había amado incondicionalmente.

- ¡Maldita sea mi suerte! – gruñó el mago oscuro, a la vez que golpeaba con su varita un rosal cercano. El arbusto profirió un chillido cuando una forma oscura surgió de su interior - ¡Veinte puntos menos para Hufflepuff, Abbott y MacMillan! La fiesta está dentro, ¿qué creen que hacen aquí? Lárguense… ¡ahora!

No hizo falta repetirlo dos veces. La mirada cargada de odio que les propinó, era suficiente motivo para salir corriendo.

El profesor de Pociones siguió caminando por entre los rosales, golpeándolos con su varita, con una expresión más que malvada. Había recorrido un corto trecho cuando un leve movimiento detrás de una estatua lo alertó.

- ¡Quién quiera que sea, salga inmediatamente de allí! De todas formas, ya ha perdido 10 puntos para su casa.

Severus podría haber pasado por una estatua más porque se quedó de piedra cuando Nindë se plantó desafiante frente a él.

- ¿Qué haces aquí? – le preguntó secamente.

- Dirás que soy una estúpida (y probablemente tienes toda la razón) pero… estaba preocupada por ti. Te vi salir del Comedor algo descompuesto y…

- Y nuevamente te provoqué lástima, ¿no? Ya te dije que no necesito eso de ti… ¡¡no es eso lo que quiero de ti!!

- ¿Y qué es lo que quieres, Severus Snape? ¡DIME QUE DIABLOS QUIERES DE MI! ¡Dímelo ya y así me devuelves la libertad!

Severus llevaba una doble vida hacía tanto tiempo, que no le resultó difícil el encontrar el verdadero significado de esas últimas palabras. Se abalanzó sobre Nindë y la aprisionó contra la estatua del lugar. Cuando por fin le habló, lo hizo con una voz suave y peligrosa.

- No quiero… ¡no quiero liberarte! Quiero mantenerte atada a mi lado, quiero que me odies, quiero… - el beso apasionado que depositó en los labios de la elfa fue la única manera que encontró para demostrarle lo que en verdad necesitaba y quería de ella. Nindë se resistió a aquel beso con todas las fuerzas que pudo reunir dentro de su cuerpo, sin embargo… terminó rindiéndose a lo que todo su ser demandaba: la pasión en su mirar, la furia de sus besos, ¡el fuego de su toque!

El beso de ambos profesores se fue haciendo cada vez más profundo, más intenso… Severus pensó haberla convencido de lo que sentía cuando…

- ¡Suficiente! – exclamó la joven a la vez que propinaba al mago oscuro una fuerte cachetada – No voy a permitir que sigas jugando conmigo… ¡¡No me atormentes más!! ¿Es que acaso no te das cuenta de todo lo que me lastimas? ¡Aun no entiendes que yo…! – y antes de decir eso (que seguramente lamentaría haber dicho por el resto de su vida) escapó de él, corriendo en dirección al Bosque Prohibido.

- ¡Nindë! ¡¡Vuelve acá, Nindë!! ¡DEMONIOS, YO TE A…! – se calló de golpe. ¿Había estado a punto de gritarle que la amaba? "¡Al diablo con todo! ¡¡Si esa es la verdad!!". Claro pero… ¿tienes derecho de arrastrarla a ella también, a un destino que no merece?

Unas cuantas maldiciones desgarraron el frío aire invernal mientras la Princesa se alejaba cada vez más del lugar… y de él.

Fin del Capítulo 20.


Les deseo una semana estupenda. Mucha suerte a los que están de exámenes y ánimos para los que trabajan. Cuídense y… ¡¡beshitos!!

Clau de Snape

Miembro de las Ron4Ever

Miembro de la Orden Severusiana