Siempre cumplo mis promesas... aunque no lo crean o tarde en hacerlo Jijijiji ¡Disfruten la lectura!
Resumen Capítulo anterior: Luego de entregarse mutuamente y de reconocer su amor, Severus y Nindë se comprometen en matrimonio. Remus, sin poder evitarlo más, se entera de ello y... no lo toma muy bien que digamos. Ron, por fin, le pide a Hermione ser novios mientras que Harry y Ginny están saliendo en plan "más que amigos". El ojiverde se entera por sus amigos del estado anímico de Lupin... y tiene la horrible sospecha de que cierto profesor de Pociones es el culpable de todo lo que sucede. Decidido a conocer la verdad, deja la Sala Común de Gryffindor para hablar con su padrino...
CAPITULO 27: ACORRALADOS… EL COMIENZO DEL FIN
Sentados en una cómoda butaca de la sala común de Gryffindor, Ron y Hermione esperaban el pronto regreso de su amigo Harry. La morena mantenía apoyada su cabeza sobre el hombro izquierdo del pelirrojo, mientras éste jugueteaba distraídamente con un mechón de sus enmarañados cabellos castaños.
El varón menor de los Weasley consultó, una vez más, la hora en su reloj: no había transcurrido ni un minuto desde su último vistazo.
- Acaba de irse, Ron – le dijo Hermione, una tanto divertida, al notar la impaciencia de su novio. Mirándolo con dulzura, agregó – Y no creo que vuelva hasta dentro de un buen rato.
- ¿Eh? Ah sí, Harry… Claro, claro, tienes razón… - admitió el joven, consultando nuevamente su reloj.
- ¡Ron! – le regañó la chica, incorporándose de golpe - ¡Volviste a hacerlo! Te estoy diciendo que Harry demorará en volver. Además, no creo que debas preocuparte tanto por Remus… Él estará bien, seguro que lo que le pasa no es nada de importancia.
El pelirrojo forzó una sonrisa a la vez que revolvía su cabello con cierto nerviosismo. Hermione frunció el ceño, intrigada: su novio se estaba comportando de forma extraña… "demasiado" extraña, para su gusto.
- ¿Qué sucede, Ron? – preguntó la morena, entrecerrando sus ojos para detectar algún signo o actitud sospechosa en el chico – Cualquiera que te viera, diría que tienes una cita… Pero eso es imposible ¿verdad? Tú no puedes haber quedado con nadie porque antes me lo hubieras dicho ¿cierto?
- Esteeee… Bien, Hermione, verás… yo no… yo no quise… no es una cita realmente…
- ¡RONALD WEASLEY! – la bruja más inteligente de Hogwarts se había puesto de pie con tal agilidad, que hasta el mismo pelirrojo se sorprendió de verla frente a él, con las manos en la cintura, echando chispas por los ojos.
- Hermione, escucha, por favor…
- Si no es mucho trabajo para ti ¿podrías decirme con quién te vas a ver? Porque si de casualidad se trata de una chica, yo…
- ¡Ya, Herm! – exclamó el muchacho, poniéndose de pie también – Te estás comportando como mamá y… eso es espeluznante ¿sabes?
La joven se tuvo que morder la lengua para no contestar una estupidez: después de todo, estaban hablando de su futura… ¡UN MOMENTO ¿Qué había querido decir con eso de…?
- ¿Qué fue lo que dijiste, Ron?
- ¡Que te pareces a mamá cuando me haces estas escenas! Ahora comprendo cómo se siente papá al…
- ¡No me refiero a eso! – lo atajó la chica, con impaciencia – Sino a como… a como me llamaste.
Las mejillas de Hermione adquirieron un bonito tono rosa al pronunciar aquellas palabras. Ron la observó boquiabierto unos instantes, en lo que terminaba de comprender.
- ¿Q-Qué? Ah, b-bueno… yo… s-sí… - balbuceó, mientras sentía sus propias mejillas enrojecer – Te llamé… te llamé… Herm – terminó la frase casi en un susurro.
- ¿Herm?
- No te… ¿no te gusta?
Una tierna sonrisa se dibujó en los labios de la morena… sonrisa que intentó reprimir, casi al instante, cuando recordó el motivo por el que discutían.
- Ejem, ejem – carraspeó, nerviosa, intentando retomar el hilo de la "conversación" – No estamos hablando de eso ahora, Ron… Más bien, creo que estabas a punto de decirme con quién te ibas a ver esta mañana.
El pelirrojo volvió a desordenar su cabello en forma inconsciente. Hermione lo había puesto aun más nervioso y, la verdad, se sentía acorralado. Soltando un extraño suspiro, mezcla de frustración y resignación, se decidió por fin a "confesar".
- ¿Y bien? – lo apremió la bruja.
- ¡Está bien, está bien! Te lo diré… Pero primero¡prome que me dejarás explicarte!
- Se me está agotando la pacienc…
- ¡Prométemelo!
- ¡Sí, sí! Te lo prometo. ¿Contento?
- Pues… bien… - tragó saliva con dificultad – Yo… yo tengo… Yo voy a verme… con… Luna.
La gryffindor palideció de golpe. ¿Acaso… acaso había oído bien?... ¿SU NOVIO… con Lunática Lovegood? Tuvo que morderse la lengua por segunda vez para no decir una tontería.
Aprovechando el silencio de la muchacha, el pelirrojo agregó…
- Creo que no me comporté de la mejor manera con ella ¿sabes? Literalmente, la dejé plantada por… por salir corriendo tras de ti – se sonrojó levemente – Y siento que le debo una disculpa por ello. No te dije nada porque sabía cómo te pondrías si te…
Ron interrumpió su discurso abruptamente cuando Hermione le echó amorosamente las manos al cuello, mientras depositaba un tímido y cálido beso en sus labios.
- Eres único, Ronald Weasley – murmuró la morena – Y es por eso… que te quiero tanto – Acto seguido, se separó de su novio, tomó unos cuantos pergaminos de una mesa cercana y subió hacia su habitación más contenta y tranquila que nunca.
El guardián de Gryffindor la observó, en todo momento, atónito. Súbitamente, pareció recordar lo urgente e importante de su cita y decidió ponerse en marcha hacia los Invernaderos. Echando un último vistazo a su reloj, Ron salió por el agujero oculto tras el retrato de la Dama Gorda, murmurando algo para sí que sonó muy parecido a lo que sigue:
- Mujeres… ¡quién las entiende!
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- ¡Cómo es que se atrevió a tanto! – exclamó un Sirius furioso, en su incesante ir y venir por la habitación que compartía con su mejor amigo - Maldito cara de vela derretida... ¡Ese grasoso…!
- Insultándolo no vas a cambiar las cosas, Canuto – le advirtió Remus, con una extraña calma envolviendo sus palabras. Se había acostado sobre la cama y, con las manos entrelazadas debajo de su cabeza, miraba fijamente un punto indeterminado del techo.
- ¡Por supuesto que no! Pero no puedes negar que te hace sentir mejor – le replicó mordazmente.
El mago de los ojos dorados sonrió.
- ¡NO ME LO PUEDO CREER! – agregó el animago, frustrado, dejándose caer en la cama a un costado de su mejor amigo – La elfa y el bicho raro se van a casar… ¡y tú estás como si nada!
- ¿Y qué quieres que haga? – le preguntó Lupin en un suspiro.
- ¡No sé! Pero ¿cómo puedes estar tan tranquilo?
- ¿Tranquilo? Apuesto que los tulipanes de Tonks no opinan lo mismo.
Sirius clavó la vista en el jarrón que el hombre lobo rompiera minutos atrás… Y luego soltó una jovial y sincera carcajada. Remus se le unió.
- Supongo que así eres tú, Lunático – comentó el moreno, resignado.
El profesor de Defensa lo observó detenidamente y volvió a sonreír.
- Estaría mintiendo si dijera que en estos momentos no… - calló un momento mientras escogía las palabras indicadas para proseguir –… si dijera que no "detesto" a Severus… También mentiría si dijera que no duele, que no me siento engañado… Pero, de cierta forma, ya lo sabía, Sirius… Siempre se… atrajeron y yo de necio¡de terco, me negaba a creerlo… - suspiró – Oh, vamos, la verdad es que no quería aceptarlo.
- Es que es… irrisorio… ridículo… ¡ABSURDO! Remus, estamos hablando de… de… ¡de SNAPE! – e hizo un gesto de asco tan exagerado, que Lupin no pudo evitar el recordar a Ron.
- Justamente de eso se trata, Canuto…
El mago de los ojos dorados se incorporó con lentitud y se sentó cabizbajo junto al padrino de Harry.
- Si no hubiese sido Severus ¿dolería menos?... ¿Me sentiría mejor?... ¿O sería más fácil de aceptar?
- No lo sé… Quizás…
Remus sonrió por tercera vez. Todo permaneció en silencio unos instantes…
- No logro entender qué le ven las mujeres a ese murciélago – murmuró entre dientes el animago.
El hombre lobo supo con certeza que con la palabra "Mujeres", su amigo se estaba refiriendo a Nindë… y a Florence. Volvió a sentirse abatido.
- No lo sé, Canuto… La verdad que no lo sé.
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- ¿Com… comprometidos, dices? – si el profesor de Defensa no se hubiese aferrado oportunamente a su escritorio, se habría desplomado sobre la silla cuál largo era – No puedo… - fijó sus ojos como platos en la mano derecha de Nindë…Y aunque ella intentó ocultarla, la resplandeciente argolla de plata pareció restregarle en la cara que todo era verdad.
- Déniën – susurró la elfa, con el corazón encogido en su pecho.
- Yo también lo lamento – agregó el hombre, volteando hacia una de las ventanas del despacho.
- Lo sabías – Más que una pregunta era una afirmación.
- ¿Realmente importa eso ahora? – Empuñó con fuerza ambas manos.
- Remus... – la Princesa lo acarició con la mirada - El tiempo no hizo más que agudizar nuestro dolor…
- ¿Nuestro? – sonrió con ironía - ¿Nuestro dolor? - Algo inusual, muy dentro de su pecho, le estaba devolviendo las fuerzas - ¿Esperas que crea que estás sufriendo?... ¿Sufriendo, cuando vas a casarte con el hombre que... que tú…? – Aunque se esforzó por hacerlo, era inútil… no podía soportarlo ni negarlo más - ¿CON EL HOMBRE QUE AMAS? – había escupido la pregunta, elevado el tono de voz más de lo que hubiese querido… y Nindë no pudo dejar de sentirse más culpable por ello.
- Mi Remus… írimadi... – el mago la detuvo en seco, antes de que pudiera completar la palabra.
- ¡No puedo ser solo tu querido y amable amigo! – giró sobre sus talones para mirarla a los ojos por primera vez – No ahora… no después de lo que vivimos juntos.
Las sombras cubrieron los ojos de Nindë… Las lágrimas comenzaran a caer por sus mejillas.
- Vete… por favor – en vano trató de suavizar sus palabras.
Silencio.
- Quiero estar solo... – apretó los dientes.
Más silencio.
- ¡Necesito estar solo, por Merlín! – se volvió hacia la ventana una vez más, antes de perder totalmente la cordura.
Con una mano en el pomo de la puerta, ahora espalda contra espalda, la elfa murmuró lo que sería la despedida... su despedida.
- Déniën – repitió el Guardián – Déniën Vorondil.
"Lo lamento… Lo lamento, amigo fiel".
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Unos golpes en la puerta sobresaltaron a los amigos.
- ¿Esperas a alguien? – preguntó Lupin, tratando de recomponer su rostro.
- Tal vez sea Tonks… - le contestó Sirius encogiéndose de hombros - Y no quiero ni pensar cómo va a reaccionar cuando vea sus tulipanes en el piso.
Observó con detenimiento al hombre lobo antes de abrir… Volvieron a golpear.
- Ni una palabra - puntualizó – Lo prometo.
Lunático se lo agradeció con la mirada… Y susurró un Reparo justo al tiempo que la Auror entraba en la habitación, sin su habitual semblante risueño en el rostro.
- ¡Tonks! Qué… – la frase quedó suspendida en el aire cuando la joven se abalanzó sobre Remus y se aferró a sus brazos con desesperación.
- Ella va a enfrentarlos… - tragó saliva con dificultad - Aunque ahora estés dolido... ¡tenemos que evitar semejante locura!
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Tenía que saber, de una buena vez, lo que estaba sucediendo entre su Guardián y ese detestable, rencoroso y amargado profesor suyo… Había intentado mantenerse al margen pero no permitiría jamás que uno de los mejores amigos de su padre sufriera por culpa de Snape. Por ningún motivo se repetiría lo de su tercer año en Hogwarts, cuando el maestro de Pociones reveló por "casualidad" la licantropía de Lupin… y cuando éste tuvo que dejar de dar clases (y el colegio), anticipándose a la reacción de los padres de sus alumnos.
Aun le faltaba por recorrer un buen trecho hasta la habitación de su padrino, cuando la divisó al final de uno de los corredores. Su estómago dio una sacudida… Desde lo de la Profecía, tenía la certeza de que nada sucedía por azar o casualidad…
Detuvo sus pasos, respiró profundo y lentamente dejó ir ese aire de sus pulmones. En última instancia, tal y como estaban las cosas, daba igual si hablaba con ella, con Sirius o con Remus… Lo importante era saber qué le estaban ocultando… Se preguntó hasta cuándo lo excluirían… ¿Por qué se empeñaban siempre en tratarlo como a un niño?
- Buenos días, Nindë – saludó el ojiverde, un poco cortante, cuando la elfa llegó frente a él.
- Muy buenos días, Harry – le respondió ella, acomodando la capa sobre sus hombros. El Elegido la observó, intrigado.
- ¿Vas a…?
- Dar un paseo por el lago – apuntó, como si acabara de leerle la mente – Aunque empieza a hacer buen tiempo, el viento parece no querer retirarse del todo.
El muchacho se encogió de hombros.
- Supongo…
- ¿Qué es lo que sucede, Harry?
El aludido no se sorprendió de que su Guardián lo conociera tan bien. Y esta vez, no le molestó que fuera así.
- Me… Me enteré de lo de Remus… - aquello no era del todo cierto pero, quizás presionando, se enteraría antes de la verdad.
Nindë desvió la mirada. Suspiró.
Confirmadas sus sospechas, y sin detenerse a pensar siquiera, la pregunta escapó con reproche de sus labios.
- ¿Cómo pudiste dejarlo? El te quiere como a nadie, es ama…
- Harry – lo atajó - No necesito que me digas lo bueno que es Remus… Eso ya lo sé.
- ¡Entonces, por qué lo cambiaste por… Snape!
- ¿Por qué decidiste dejar a Cho por Ginny?
El chico se sonrojó.
- Eso no tiene que ver, Nindë – le replicó, algo molesto.
- Si aceptas comprometerte con una persona, es porque la am…
- ¿C-comprometerse? – la interrumpió nuevamente, horrorizado por el giro que había tomado la conversación - ¿Es acaso que… que vas a…?
La elfa asintió.
- ¿Con Snape?... ¡ES ABSURDO!
- Absurdo sería pretender ocultártelo… Menos cuando es posible que aquello nunca… - sacudió la cabeza antes de revelar más. Había olvidado que Harry compartía ciertos "poderes" con ella… Una palabra bastaría para darle sentido a sus visiones, las mismas que ella sufría noche tras noche… Pero eso era su responsabilidad… solo de ella, de nadie más. Miró con dulzura aquellos ojos verdes, idénticos a los suyos… Ya no había posibilidad de retorno – Aquí el único que esconde cosas a la gente que quiere, eres tú, Harry… No puedes culparme por no haber compartido mis sentimientos cuando tú tampoco lo haces.
- ¿Que yo qué? – el nuevo giro de la charla lo había desconcertado - ¿De qué hablas?
- De la profecía.
- ¡Por Merlín, Nindë! No intentes manipularme tú también… Estamos hablando de Remus, de que no puedo creer que lo dejaras para… para casarte con ese murciélago gra…
- Lo de la profecía no fue para cambiar de tema… Aun no entiendes lo importante que es el que Ron y Hermione sepan de tu boca lo que está sucediendo y lo que aun está por venir… Recuerda que yo no soy la única persona que te quiere - le dijo besándolo tiernamente en la frente - … ni la única dispuesta a protegerte llegado el momento.
El gryffindor la miró a los ojos, confundido… Y no supo explicar por qué se sintió tan extrañamente inquieto. Ella leyó, con claridad, la angustia y el temor agolpándose en su alma.
- Que la gracia de los Valar te proteja.
No fue más que un susurro, unas cuántas palabras que Harry no alcanzó a comprender del todo pero… ¿por qué aquello le pareció una despedida? La vio alejarse con rapidez por el pasillo… Y ahora fue su corazón el que dio un brinco dentro de su pecho.
Si Harry hubiera sabido, en ese momento, que Draco Malfoy también interpretó aquella frase como una de despedida, habría pensado que se había vuelto loco.
El slytherin, mudo espectador de la conversación por pura casualidad (a regañadientes estaba siguiendo a Nólatári, tal como se lo había pedido su padre), llevó su mano derecha a la barbilla, pensando, calculando… El cabeza rajada tenía que marcharse ya de allí… Solo así podría poner al tanto de todo a esa persona…
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Leyó la inscripción en frente de ella.
Florence Snape
1960 – 1980
"Amada esposa y fiel compañera…"
Visitar la tumba de la primera esposa de Severus, sin testigos, era algo sabía hace mucho tiempo tenía que hacer… A solas, casi como si se tratase de un sagrado ritual.
Recordó los celos que un principio sintiera por la mujer de lacios cabellos castaños… Lo afortunada que había sido al ser amada en forma tan ferviente y desesperada… La posibilidad actual que tenía como prometida del mago oscuro, de redimir su pasado…
Tenía que saber… Saber si Florence la reconocía como su igual, como su proyección, como su sucesora… Saber si bendecía su unión. Sus finos dedos recorrieron, en la piedra, el nombre grabado de la persona a quien el ex mortífago más había amado en su vida… Y entonces se vio arrastrada por los recuerdos, envuelta en una visión de tiempos lejanos que nunca imaginó conocer.
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El lugar estaba revuelto. Las "visitas" habían llegado de improviso y ella trató de defenderse como mejor pudo hacerlo… Nunca había sido una bruja poderosa y a la vista estaba la confirmación: Severus Snape la mantenía entre sus brazos, besaba sus labios ahora rojos de sangre, abrazaba su cuerpo hecho pedazos... Lo vio perderse en sus ojos verdes más vivos que nunca... y fue entonces cuando supo que partiría sin remedio… que no volvería a estar en sus brazos jamás… nunca más.
- Mi Severus… - murmuró, intentado acariciar la mejilla de su esposo. No pudo hacerlo… no encontró las fuerzas necesarias en su cuerpo – Mi Severus… – repitió - … siempre mío… solo mío.
Las lágrimas se acumularon de golpe en esos pozos negros que la observaban con fervor.
- ¿Vas a llorar ahora? – susurró. Era tal el daño provocado que ni siquiera podía hablar - ¿Qué te he hecho?
El mago de cabellos oscuros intentó sonreír con ironía.
- Me echaste a perder para el resto de las mujeres – contestó, con voz extremadamente ronca. Se estaba tragando los sollozos por su esposa.
Florence cerró los ojos, negando.
- Te equivocas… Te salvé para ellas.
El hombre la estrechó con más fuerza entre sus brazos… Algo se estaba desgarrando en su interior y dolía… ¡maldición, cómo dolía!
- Debes seguir adelante, Severus…
- Sabes que no puedo seguir sin ti – replicó entre dientes.
- Tienes mucho que dar…
Snape ya no pudo seguir hablando: fue consciente de cómo aquel par de esmeraldas, que ahora lo miraban fijamente, comenzaban a opacarse… a perder el brillo de la vida… Enmudeció de agonía.
- El camino correcto… lo sabes... Prométemelo… prométemelo…
En un segundo la oscuridad lo envolvió todo… Y lo último que Nindë pudo escuchar, antes de que la terrible visión cesase, fue el grito más doloroso que escuchara de hombre jamás... Un lamento tan desgarrador que hizo eco hasta en lo más profundo de su ser.
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Fue tan violento el recuerdo que la dejó sin fuerzas… Y apunto estuvo de caer desvanecida sino fuera por la ayuda de unos brazos fuertes que la sostuvieron.
- ¡QUE DEMONIOS ESTAS HACIENDO AQUÍ!
Reconoció enseguida la furia contenida en aquellas palabras… Tembló. La certeza de que algo andaba mal, la invadió.
- ¡Deberías estar en Hogwarts, a salvo de sus sirvientes!
- Seve… yo… tú… ¡tú eres el que no debería estar aquí!
- ¡Maldita irresp…! - se calló de golpe - ¿Que no…? – la chispa del entendimiento cruzó veloz por sus ojos negros – No puede ser cierto…
- ¡Por favor, vete! – suplicó la elfa, horrorizada.
- ¡Por Merlín, Nindë! – y la zarandeó con fuerza de los brazos - ¡Estuviste teniendo visiones!
La Princesa palideció.
- ¡Dime hace cuánto! – exigió con voz amenazadora - Qué es lo que sabes… ¡qué es lo que intentas evitar!
- Solo vete… ¡por favor, Severus, vete!
- Por qué no me dijiste nada… ¡por qué, maldita sea!
- ¡PORQUE ME ESTABA PROHIBIDO INTERVENIR! – le gritó, logrando zafarse de sus manos – Y aun así lo hice… y ahora… ahora tú…
Ocurrió demasiado rápido como para que el ex mortífago pudiera darse cuenta. Cuando vino a reaccionar, vio la varita mágica de Nindë en el suelo y a ésta, frente a él, herida en el mismo hombro que Lucius lastimara en la noche del Baile de Navidad.
- Malfoy – escupió Severus.
El rubio bajó la varita. Cínicamente inclinó su cabeza, en una especie de venia.
- Me pregunto cuándo adquiriste la mala costumbre de visitar la tumba de mi esposa...
- Lo hice cuando me di cuenta de tus propias malas costumbres… Ay, Severus – declaró con sorna – Te volviste a enamorar de la mujer equivocada… Y que conste que te lo advertí ¿eh?
El mago vestido de negro observó a su alrededor… quizás aun tenía algo de tiempo para salvarla… Se puso delante de ella, sirviéndole de escudo, y apuntó con su propia varita a Lucius.
- No te atrevas a hacerle nada – más que una amenaza, era una orden.
- ¿Yo? - preguntó el mago de los ojos grises, burlándose - ¿Me crees capaz de hacerle daño a una Princesa élfica? No, no, no… Me temo que nuevamente estás equivocado – Guardando la varita dentro de su túnica, agregó con parsimonia - Descuida, amigo mío, no le haré nada... Lástima que no pueda decir lo mismo del Lord. Él está impaciente… Esperándolos… ¿Verdad, muchachos?
No hizo falta que Snape se preguntara a quién se refería Malfoy con la palabra "muchachos", porque en un dos por tres, se vieron rodeados por un contingente más que numeroso de fieles mortífagos.
"Acorralados… estamos acorralados"
- Te lo advertí, Severus – prosiguió el mortífago de cabellos platinados, evidentemente satisfecho con el resultado de su misión - No debías enamorarte de esta… "princesita". Para lo único que te sirvió hacerlo, fue para demostrar tu poca lealtad hacia el Señor Oscuro… Y esta vez no te perdonará… no como lo hizo con lo de Florence.
El comentario fue como una bofetada para el profesor de Pociones. Parecía que iba a estallar de la furia, de la frustración de no poder hacer nada.
- Eres un…
- Por favor, no uses ese típico vocabulario tuyo delante de la realeza... – si las miradas matasen, Lucius hubiera caído fulminado a los pies del ex mortífago: el odio con que lo observaban fijamente esos ojos negros, solo eran comparables con la intensidad de la maldición asesina. Un leve temblor recorrió su espalda… pero decidió reprimirlo con terquedad. Nada podía salir mal esta vez… o no viviría para contarlo.
El grito no muy lejano de un Desmaius, rompió el contacto visual de ambos magos… Esa no podía haber sido nadie más que Bellatrix Lestrange. Pasó poco tiempo antes de que la vieran aparecer, radiante, por detrás de una tumba cercana.
- ¡Miren quién vino a visitarnos! – exclamó con júbilo, arrastrando a alguien con fuerza, por detrás de ella.
- ¡Suéltame! - gritó el chico, intentado liberar sus manos y pies de esa cuerda que lo asfixiaba al extremo.
- Oh, no… - murmuró Nindë. Qué caro iba a pagar el haber intervenido en el futuro de los magos - ¡Harry!
Severus tuvo la irremediable certeza de que todo estaba perdido…
Fin del Capítulo 27.
