CAPITULO IV
Dos Bajo el Mismo Techo

Harry voló con tanta rabia aquella mañana durante el último entrenamiento antes del partido, que en más de una ocasión estuvo a punto de hacer caer a alguno de sus propios compañeros de la escoba.

─ ¿Puede saberse que te pasa? -preguntó Neal, que había sido el último afectado y había tenido que esquivar a Harry y a una bludger al mismo tiempo.

─ ¡Buena finta Adams! -gritó Berton desde su posición- Y tú, Potter, ¡te recuerdo que este es tu equipo, no los malditos Bloody Canine de esta tarde! ¿Me has oído Potter? ¡HAZ EL FAVOR DE BAJAR!

Harry obedeció de mala gana y aterrizó sobre el césped del campo. Berton lo hizo segundos después.

─ ¿Qué has estado tomando, Potter? -preguntó preocupado por tanta hiperactividad- Espero que ninguna de esas pociones antigripales que contienen hechizos prohibidos por la Federación de Quidditch.

Harry titubeó y Berton le miró con inquietud al percibir la expresión, de pronto asustada, de su jugador.

─ No me jodas, Potter. ¡No me jodas!

En ese momento Harry cayó en la cuenta de que no sabía que le había dado Snape para reponerle de la gripe en un solo día. Esperaba que el cabrón de su ex Profesor no hubiera sido capaz de prepararle algo prohibido para un jugador de Quidditch. Aunque viniendo de Snape... Sería mejor que Matt le revisara en cuanto terminara el entrenamiento.

─ No, señor. -contestó procurando aparentar una seguridad que no sentía.

─ Bien, vuelve arriba pero contrólate o me obligarás a sustituirte esta tarde.

Harry dio una fuerte patada y se elevó otra vez antes de que Berton siguiera con su discurso. Sabía que no le sustituiría. Y él tenía todavía demasiada adrenalina que descargar. Demasiada furia contenida por culpa del maldito Malfoy. Lo sentía por los pobres Canine, pero alguien tenía que pagar su mal humor.

Sin embargo, los Bloody Canine no era conocidos precisamente por sus buenos modales en el campo y el juego fue algo más que rudo. Después de varios encontronazos con el buscador del equipo contrario, la habilidad de Harry hizo que atrapara la snitch cuando el partido estaba prácticamente igualado y ayudó a acabar el partido con más golpes, moretones y alguna que otra ceja partida de toda la temporada. A pesar de todo, no evitó que el mal perder de su homónimo del otro equipo acabara clavándole el palo de su escoba entre las costillas, con una maniobra rápida y hábil, justo en el momento en que Harry alzaba sonriente su brazo mostrando la snitch al público. El golpe fue tan seco e inesperado, que le hizo perder el equilibrio y por poco es él quien acaba cayéndose de su propia escoba. Dos de sus compañeros tuvieron que asistirle para descender y ayudarle a tomar tierra, para seguidamente llevarle al vestuario. Aquel acto de mal fe por parte del buscador del los Bloody Canine no hizo más que desatar una verdadera batalla campal en el aire, en un ir y venir de escobas tratando de dar al contrario con lo que fuera, mango o cola. Los más peligrosos eran los bateadores, blandiendo amenazadoramente sus bates, tratando de alcanzar cabezas en lugar de bludgers. El árbitro se veía impotente para dominar la situación y acabó por descender y convertirse en un mero espectador desde el césped, tras casi perder la cabeza entre dos bateadores furiosos. Los entrenadores de los dos equipos se estaban desgañitando gritando a sus jugadores, intentando imponer calma, para acabar después de unos minutos chillándose el uno al otro. Al final, los jugadores de ambos equipos fueron descendiendo, sólo para continuar sobre el césped lo que habían dejado a medias en el aire. Por fin, la intervención de los guardas del estadio logró acabar con la encarnizada riña y escoltar a los jugadores hasta sus respectivos vestuarios, donde se quedaron montando guardia, para impedir que empezarán allí otra vez con la pelea.

Mientras el medimago examinaba a Harry, Berton paseaba arriba y abajo con impaciencia, de bastante mal humor. A pesar de haber ganado, estaba por ver la decisión que tomaría ahora el árbitro tras la inoportuna pelea. También él había tenido cuatro palabritas con el entrenador contrario.

─ Matt, dime que podrá jugar la semana que viene -gruñó- Los Flying Broomsticks nos están pisando los talones en la clasificación. Y después de lo de hoy...

El medimago prosiguió con su examen sin hacerle mucho caso. Llevaban años juntos y sabía que cuando Berton tenía ese humor de perros era preferible ignorarle.

─ Le ha roto una costilla y fisurado otra. -informó con tranquilidad- Nada que no podamos arreglar en un par de horas, ¿verdad Harry?

El joven solo gruñó.

─ Bien, es todo lo que quería saber. Y ahora, si me disculpáis, tengo que poner una denuncia ante el comité de competición.

Y Berton desapareció de la enfermería todavía hecho una furia.

─ ¡Me encanta su preocupación! -bufó Harry- Aghhh, ¡eso dolió Matt!

─ No seas quejica. -le amonestó el medimago con una sonrisa- Ni que fuera la primera costilla que te rompen.

─ Y seguramente no será la última. Pero es esta la que ahora me duele. -protestó él.

─ Me alegra saber que estás dispuesto a asegurar mi trabajo, muchacho. Con un par más como tú y no tendría que preocuparme de mi jubilación.

En ese momento una cabeza de pelo castaño y rizado, con el labio partido y un pómulo algo maltrecho, hizo su aparición por la puerta de la enfermería.

─ ¿Se ha ido? -preguntó Neal en evidente referencia a Berton antes de decidirese a entrar.

Matt sonrió e hizo un gesto con la mano para que pasara. Se había estado preguntando cuánto tiempo iba a tardar en aparecer. Se suponía que era la única persona que sabía que aquellos dos eran pareja. Y si no hubiera sido porque Harry una vez había tenido un "pequeño" problema con una parte bastante intima de su anatomía, que amenazaba con impedirle poder volar en su escoba para el partido que tendría lugar al día siguiente, probablemente tampoco se hubiera enterado. Después, sólo había tenido que ver la cara de culpabilidad de Neal a la mañana siguiente cada vez que miraba a Harry, cuando creía que no era observado, para deducir quien había sido el causante.

─ ¿Cómo está el paciente? -preguntó dándole un cariñoso beso.

─ Neal, aquí no. -le reprochó Harry, algo huraño.

─ Sólo está Matt... -los grandes ojos castaños le dirigieron una mirada herida. Harry la ignoró.

─ No está de buen humor. -le advirtió el medimago alzando una ceja.

─ Lo sé. Esta mañana por poco tira a medio equipo de su escoba, ¿verdad cariño?

Harry dejó escapar un bufido, del que inmediatamente se arrepintió.

- ¡Aggghhh!

Matt suspiró con paciencia.

- Neal, ¿por qué no esperas fuera? -sugirió- De lo contrario voy a tener que amarrar a mi paciente a la camilla para lograr que se esté quieto.

- Bien, no tardes. -esta vez Neal se conformó con acariciar la enmarañada cabellera.

- ¡Dos horas Neal, voy a tardar dos horas! -bramó Harry tratando de incorporarse otra vez- ¡Me han roto dos costillas! ¿Lo sabias?

- No exageres, sólo una. -le corrigió el medimago.

Matt le empujó ya sin muchas contemplaciones sobre la camilla, ignorando su quejido, mientras hacia gesto al otro para que se largara de una vez.

- ¿Qué te pasa hoy?

- ¡Nada!

- Pues te noto algo alterado, muchacho.

Nuevo bufido y nuevo gemido.

- Te agradecería que no te movieras. No haces más que dificultar mi trabajo.

- ¡Pues lo siento!

- Más lo vas a sentir si decido soldar esta costilla al estilo muggle. -amenazó.

La perspectiva pareció surtir efecto y calmar a Harry, que por fin se quedó quieto en la camilla, dejando a Matt trabajar con tranquilidad. Ambos guardaron silencio durante unos minutos, hasta que el medimago lo rompió.

- Ese chico te quiere, Harry.

Matt notó que su paciente se removía otra vez, inquieto y una expresión molesta aparecía nuevamente en su rostro.

- Pero nunca te he visto demostrarle tu cariño con la misma intensidad que él te lo demuestra a ti.

- Cada uno es como es. -fue la lacónica respuesta.

El medimago soltó otro suspiro.

- ¿Por qué sigues escondiéndote?

- ¡Yo no me escondo! -protestó Harry, airado- ¡Aughhh!

- Sí, lo haces. Sigues haciéndolo, muchacho. Lo haces desde el momento que no eres capaz de mostrar abiertamente vuestra relación.

- ¿Y poner a Neal en el punto de mira de todo posible desgraciado que sigue guardándomela porque maté a su Señor? No, gracias. -refunfuñó Harry.

- Entonces, ¿simplemente le estás protegiendo.

- Eso es. -afirmó el joven con convencimiento.

- No digo que no. -continuó Matt- Sé que lo haces y lo entiendo. Lo que no acabo de comprender es lo que he visto antes.

Harry frunció el ceño, algo desconcertado.

- Me refiero al beso. -aclaró Matt- ¿Por qué te ha molestado? Estabais solos. Nadie podía veros, a parte de mí, claro. Pero a estas alturas no creo ser un impedimento.

Podía notar las barreras que levantaba el joven mago tendido en la camilla, incluso con él, cuando intentaba ahondar demasiado.

- Me he pasado la vida perdiendo a la gente que se ha acercado demasiado a mí, Matt. Lo sabes.

- Ya no estamos en guerra, Harry. El Señor Oscuro ya no está. Tú te encargaste de ello.

A Harry no le gustaba el rumbo que estaba tomando la conversación. Era cierto que Matt le conocía. Demasiado para su gusto. Y en ese momento sus costillas estaban en sus manos. ¡Cómo para llevarle la contraria!

- ¿Cuándo vas a dejar todo eso atrás? -prosiguió el medimago- Han pasado tres largos años.

- Ya lo he hecho. -contestó Harry con una mueca de asco después de tragar la poción.

- No, crees que lo has hecho. Pero no es así. Tu relación con Neal no hace más que demostrarlo. Y créeme, vas a herir a ese muchacho si no cambias de actitud. -por fin la costilla estaba en su sitio- Date una oportunidad Harry. Y si Neal no es lo que estas buscando, déjale antes de que le hagas daño.

- Llevamos casi dos años juntos. Supongo que lo es. -razonó el joven.

- ¿Supones? -el medimago bufó con disgusto- Creo que deberías replantearte seriamente algunas cosas, Harry. Muy seriamente.

Sabía que Matt tenía razón. No le había prestado demasiada atención a Neal desde que Malfoy había aparecido otra vez en su vida. Y no pudo evitar que le remordiera la conciencia. Le pondría solución esa misma noche. Con Malfoy o sin Malfoy.

o.o.O.o.o

Después de su conversación con Severus, Draco estaba nervioso. Visto que parecía que no iba a dejar de dar vueltas en la cama esa noche, resolvió bajar a la cocina y beber un vaso de leche, si lograba encontrarla, con la esperanza de serenarse y poder dormir. Salió silenciosamente de la habitación y al cruzar por delante de la habitación de Potter, creyó oír un murmullo de voces. La puerta estaba entreabierta así que, tras dudar unos instantes, decidió echar un discreto vistazo. Aunque la habitación estaba en penumbra, las cortinas abiertas dejaban entrar los pálidos rayos de luna que permitían distinguir claramente las dos figuras que se movían sensualmente sobre la cama. Después de superar la sorpresa inicial, descubrió que no podía dejar de mirar, casi hipnotizado, la voluptuosa evolución de los dos cuerpos que se daban placer mutuamente. El joven de pelo castaño y rizado, recorría con sus labios el cuerpo que jadeaba bajo el suyo, arrancando pequeños gemidos que entrecortaban las palabras que salían roncas de los labios de Potter. Un pequeño grito ahogado escapó de su boca cuando el castaño alcanzó su miembro y lo introdujo lenta y sinuosamente en su boca. Draco vio a Potter arquearse y empujar con desespero, mientras sus manos se cerraban sobre los espesos rizos del otro joven. Sin embargo, cuando el bateador abandonó algo bruscamente aquellas placenteras caricias y se situó sobre él, estrechando su cuerpo contra el suyo al tiempo que le incitaba a abrirse, el quejido que arrancó de Potter no fue precisamente de placer.

- ¡Dios Neal, mis costillas! -se quejó abandonando el murmullo que hasta entonces había sido su voz.

- Lo siento, lo había olvidado. -se disculpó su compañero, apartándose ágilmente de un pequeño salto- Lo siento, cariño.

Durante unos minutos sólo se oyó la respiración irregular de Potter y el ruidito de los besos que su compañero repartía por su pecho para hacerse perdonar. Al final Harry sonrió y tomó el rostro de Neal entre sus manos. Bordeó sus labios con los suyos, al principio apenas rozándolos, para después morderlos levemente, estirando con suavidad, soltándolos lentamente después. El beso que siguió se inició sin prisas, dulcemente, saboreando los otros labios plenamente, para después profundizarse poco a poco, mientras su mano se escurría despacio entre las rizadas hebras de pelo de su compañero.

- Tendrás que ponerte abajo. -susurró.

Draco había tenido que apoyarse en la pared tras la visión de lo que le pareció el beso más erótico que jamás hubiera contemplado, mientras una punzante necesidad hacía acto de presencia en su entrepierna. Pero cuando Potter se irguió lentamente hasta situarse entre las piernas de su compañero y Draco pudo contemplar aquel cuerpo en todo su esplendor, tuvo que tragar saliva con fuerza para reprimir cualquier sonido que fuera a salir de su garganta. El maldito ex Gryffindor siempre vestía tan holgado, que era imposible adivinar lo que escondía debajo de túnicas y amplias camisetas. Regresó a su habitación. En ese momento más que un vaso de leche lo que necesitaba era una ducha fría.

A la mañana siguiente encontró a Potter en la cocina desayunando con Snape. Pero no había rastro de su amigo. Tuvo la impresión de que los dos hombres habían estado hablando. Sobre él. Draco frunció el ceño ante este pensamiento, pero aceptó con un ligero movimiento de cabeza la taza de café que Potter le ofreció. Le observó cuando éste se volvió de espaldas, pareciéndole todavía increíble que el Potter de esa mañana fuera el mismo de la pasada noche.

- El Sr. Potter y yo hemos estado hablando, Draco.

El Slytherin alzó una ceja en señal de alarma, pero la mirada de su padrino le tranquilizó. Por lo visto no se lo había contado todo.

- Está dispuesto a acogerte en su casa con ciertas condiciones.

El rubio volvió a alzar la ceja, esta vez en dirección a Harry y éste se limitó a sonreírle con aire algo fastidiado. Parecía que la idea tampoco le entusiasmaba demasiado.

- Partiendo de la base de que nunca habéis sido precisamente amigos y de que es algo imposible de imaginar que tú puedas esconderte en su casa, hemos considerado que a nadie se le ocurriría buscarte aquí. Al menos hasta que encuentre un sitio más seguro para ti.

- ¿Y por qué razón San Potter tendría que sentirse tan generoso? -preguntó en tono irónico.

Harry iba a contestar, por su expresión no de muy buen talante, pero antes de que pudiera hacerlo Snape se adelantó.

- Te agradeceré Draco que dejes las ironías para mejor momento. -le advirtió en un tono que dejaba poco margen a la réplica.

Snape suspiró. Iba a ser difícil. Ya le había costado lo suyo convencer al ex león. Sabía que Potter y Malfoy bajo un mismo techo eran como una bomba de relojería que podía explotar en cualquier momento. Pero no había otro remedio. Así que dirigió una mirada severa a su ahijado y prosiguió.

- Tendrás que inhibir algo de tu magia, Draco. -la boca del rubio volvió a abrirse para protestar pero la mirada de su padrino le detuvo- Eres un mago poderoso y no conviene que seas localizado fácilmente a través de tu magia. A parte de ponerte en peligro a ti mismo, pondrías en peligro al Sr. Potter. Los mismos que van detrás de ti, probablemente estarían encantado de poner sus manos sobre él.

Draco tan sólo apretó los labios, pero no dijo nada.

- Hay otro punto que tampoco admite discusión y es el cambio de tu aspecto.

- ¿Mi aspecto? - preguntó Draco alarmado.

- Todo el mundo te conoce, Malfoy. -intervino Harry- No podrías asomar la nariz por la puerta sin que alguien te señalara.

- Me temo que el Sr. Potter tiene razón. -afirmó Snape- Elígelo tú mismo, pero procura que no tenga nada que ver con tu imagen actual.

Draco dejó escapar un bufido de disgusto. Sabía que tenían razón, pero renunciar a su imagen... ¿Qué le quedaba aparte de su imagen? Por muy deteriorada que se encontrara en esos momentos.

- Está bien. - accedió - ¿Algo más?

- Te mantendrás tranquilo y quieto hasta que logre averiguar algo más sobre todo este asunto. -Draco clavó unos airados ojos grises en su padrino- Supongo que tardará un tiempo, ya que no es algo que pueda hacerse si no con suma discreción. Así que tendrás paciencia y no intentarás ninguna locura.

El joven asintió con cara de cordero que llevan al matadero.

- Mis condiciones son muy sencillas. - habló entonces Harry

Draco le miró con resentimiento, con la sensación de que lo peor estaba todavía por venir.

- Habrás notado que tengo mi vida perfectamente encaminada y después de todo lo que me ha costado lograrlo, no pienso dejar que nadie me la estropee. Ni siquiera tú. - clavó con saña los ojos en su enemigo- No quiero que te inmiscuyas en mi vida, no quiero oír tus comentarios sarcásticos sobre cualquier aspecto de la misma o tener que aguantar tu desprecio porque pienses que algo en ella no está a tu altura. Yo no me meteré en tus cosas y tú no lo harás en las mías ¿queda claro?

Draco asintió con desgana.

- Sin embargo, ya que vamos a compartir techo, creo que será justo compartir también todo lo que eso implica -Harry hizo una breve pausa, sintiendo la furia de los ojos de Draco sobre él- Te habrás dado cuenta de que aquí no hay sirvientes, criados, elfos domésticos ni nada que se le parezca. Así que vas a tener que aprender algunas cosas Malfoy. Y espero por tu bien que aprendas rápido, porque no voy a tener mucha paciencia.

- ¿Acaso la estrella de los Chudley Cannons no está bien pagada, Potter? -preguntó Draco con desdén.

- Más de lo que necesito, si tengo que serte sincero Malfoy. Pero me gusta mi intimidad.

- Además, ahora mismo aparte de los que estamos aquí, no conviene que nadie fisgonee en esta casa. -intervino Snape.

- ¿Incluye eso a las visitas nocturnas? -preguntó Draco con malicia.

Harry le dirigió una mirada glacial. Un tenso silencio se apoderó de la cocina tras esas palabras y Snape creyó llegado el momento de despedirse y dejarles solos para que pudiera empezar la difícil adaptación de vivir el uno junto al otro sin maldecirse.

- Les haré saber cualquier cosa que averigüe. -dijo antes de desaparecer.

Los dos jóvenes se quedaron en la cocina en silencio, mirándose sin demasiada simpatía.

- Bien. -dijo por fin Harry- Tengo planes para hoy. La nevera está llena, así que tú mismo.

Potter también desapareció por la puerta de la cocina y Draco se quedó sentado mirado fijamente el electrodoméstico muggle que Harry había señalado y que debía ser la tal nevera. Se levantó y se acercó al aparato sin mucho convencimiento. Si era muggle, no podía ser bueno. Abrió la puerta y no pudo menos que soltar una exclamación de disgusto ante la visión de su contenido. ¡Todo estaba crudo!

o.o.O.o.o

La semana pasó lenta y bastante hambrienta para Draco. Harry apenas se dejaba ver, paraba poco en casa y cuando regresaba la mayoría de las noches se iba directamente a su habitación, agotado por los entrenamientos y por Neal. Pero no se le habían escapado los restos de los desesperados intentos de Draco por hacer algo con la comida, así que supuso que lo único decente que el rubio ingería durante todo el día era el desayuno que él dejaba preparado todas las mañanas antes de irse. Dedujo que el orgullo de Draco superaba todavía su hambre, pero a pesar de todo decidió concederle una pequeña ayuda. El lunes siguiente, junto a su desayuno, Draco encontró un libro con una pequeña nota. "Cocina para Principiantes" -anunciaba la portada. Y la nota - "Malfoy, esto es como hacer pociones. Sólo hay que combinar los ingredientes de la forma adecuada". Draco empezó a hojearlo, al principio sin mucho interés y sí una buena dosis de menosprecio. Para su sorpresa, al poco rato se encontraba sumergido en la lectura de cómo empanar un filete de pollo o cómo elaborar una salsa mayonesa. Potter había logrado picar su amor propio. Aquel libro era una clara insinuación a su incapacidad para hacer algo que hasta el maldito Gryffindor, negado en pociones, podía hacer. No iba a dejar que Potter se saliera con la suya.

A partir de ese momento Harry supuso que el arrogante Malfoy se las debía estar apañando bastante bien, porque dejó de encontrar carne calcinada o restos de algo que ya no se sabía lo que había podido ser. El domingo por la mañana el dueño de la casa se levantó tarde. Había tenido una noche intensa en el apartamento de Neal y regresó de madrugada. Parecía que las cosas volvían a marchar bastante bien entre él y su pareja y estaba dispuesto a que siguieran así. Cuando entró en la cocina encontró el desayuno preparado y a Malfoy muy atareado, rodeado de cazuelas, sartenes y de un pollo destripado frente a él.

- Buenos días. -saludó mirándole con curiosidad.

- Buenos días, Potter -contestó Malfoy sin volverse.

Harry se sirvió un café y observó con atención la traza que el rubio se daba troceando verduras, a pesar de que cortaba con la mano izquierda. Percibió la incomodidad del joven al ser observado y decidió sentarse. Se había dado perfecta cuenta de que Malfoy siempre trataba de esconder la mano lisiada, como si le avergonzara.

- ¿Has pensado ya en tu nuevo aspecto? -preguntó mientras untaba su tostada- Algún día tendrás que salir de aquí.

- Estoy en ello. - contestó el rubio sin mucho entusiasmo- ¿Vas a quedarte a comer?

- Hoy no pienso salir. -aunque en ningún momento Malfoy había dejado de darle la espalda, al parecer muy atareado en lo que hacía, Harry pensó que aquella era la conversación más civilizada que recordaba haber tenido jamás con el ex Slytherin- Así que dejaré que me utilices de conejillo de indias. -añadió con sorna.

Entonces Draco volvió el rostro y le miró con expresión retadora.

- No subestimes jamás a un Malfoy, Potter.

Harry tan solo sonrió con escepticismo. Que las tostadas no estuvieran quemadas, no significaba que tanto ajetreo por parte del rubio acabara en algo comestible.

Draco no volvió a verle hasta la hora de comer, cuando Harry se sentó a la mesa con aire resignado. Sin embargo, tras la primera cucharada de la crema de verduras, Draco sonrió con satisfacción ante la expresión sorprendida de Potter, que engulló su plato sin una queja y después dio buena cuenta del pollo, sin dejar de dirigirle miradas de soslayada incredulidad. Cuando terminaron de comer Draco se levantó de la mesa con una amplia sonrisa.

- Yo he cocinado, Potter. Así que tú recoges.

Y diciendo esto salió de la cocina dejando a Harry digiriendo la comida junto al hecho de que fuera Draco Malfoy quien la había cocinado.

Cuando terminó con el último cacharro, se dirigió al salón para continuar con la limpieza del juego de pelotas que por fin había encontrado. Draco estaba allí, sentado cómodamente en un sillón, con la varita en su mano izquierda y haciendo levitar precisamente una de las quaffles que tenía a medio restaurar.

- ¿Podrías entretenerte jugando con otra cosa, Malfoy?

Draco le dedicó una sonrisa burlona y la quaffle cayó al suelo.

- ¡Ten cuidado, imbécil! Es muy antigua.

Durante un rato no se dirigieron la palabra. Draco estaba ahora entretenido en hacer volar libros que siempre acababan pasando bajo las narices de Harry y éste intentaba concentrarse en seguir reparando la pelota y no prestarle atención.

- ¿No quedamos en que ibas a inhibir tu magia? -preguntó al fin, harto, después del último libro que había golpeado "sin querer" su nariz.

- Necesito practicar, Potter. Además, esto no requiere un gran despliegue de magia.

- Pero está acabando con mi paciencia. - gruñó amenazador.

- ¿De veras? - Draco le dirigió una mirada divertida.

Harry dejó la quaffle encima de la mesa y le miró con un brillo poco tranquilizador en sus ojos.

- Así que quieres practicar, ¿eh Malfoy?

- Me temo que no soy tan hábil con mi mano izquierda. -dijo con voz afectada.

- Pero sí lo suficiente como para tocarme las narices. -replicó el moreno levantándose.

- Si lo quieres expresar así...

- Levanta Malfoy. Si práctica es lo que quieres, eso es lo que vas a tener.

Draco siguió a Harry con curiosidad. Bajaron hasta el sótano de la casa. Harry apartó algunos trastos de mala manera hasta dejar el suficiente espacio para un duelo.

- Bien Malfoy, te voy a conceder el honor de que practiques conmigo. -Draco no pudo decir en qué momento la varita había aparecido en su mano- Intenta desarmarme.

Draco sonrió con suficiencia.

- ¡Expelliarmus!

- ¡Protego! -Draco voló contra la pared del fondo- Un poco más de concentración, por favor. Si no esto va a ser muy aburrido.

Draco le dirigió una mirada fría mientras se levantaba y Harry sonrió burlón.

- ¡Rictusempra!

- ¡Protego! Malfoy, Malfoy, aunque sea con la izquierda, sé que puedes hacerlo algo mejor. Concéntrate por favor.

Durante los diez minutos siguientes, toda clase de hechizos salieron de la varita de Draco, sin que ninguno lograra alcanzar a Harry. El rubio acabó en el suelo o volando contra la pared en la mayoría de las ocasiones, sintiendo que su malhumor aumentaba por momentos.

- Creo que tenías razón. Necesitas practicar. -concluyó Harry con una sonrisa complacida.

Draco jadeaba sentado en el suelo, intentando recuperar su respiración, mientras Harry le miraba divertido, tan fresco como si no hubiera hecho el más mínimo esfuerzo. Para el asombro de Draco, se había limitado a mover imperceptiblemente su varita y mandarle en cada ocasión a besar el polvoriento suelo.

- Si tu maltrecho orgullo te lo permite, -continuó el moreno- podemos practicar cada tarde en este sótano. -sonrió nuevamente- Sólo hasta que logres hacer algo más... concluyente.

Draco apretó las mandíbulas con rabia. Tendría que tragarse su orgullo si quería lograr, como el maldito Gryffindor había expresado, algo más concluyente.

- De acuerdo. -dijo- Pero prepárate en cuanto lo consiga.

Harry soltó una carcajada, mientras se dirigía hacia la puerta.

- Me gustará verlo, Malfoy. -dijo- Te aseguro que me gustará verlo.

Morder el polvo no era algo a lo que un Malfoy estuviera acostumbrado. Ni a lo que pudiera acostumbrarse fácilmente. Si con sencillos hechizos defensivos le había hecho volar por los aires sin esfuerzo, cuando empezó con los de ataque y Draco a intentar defenderse, acabó aplastado contra las cuatro paredes del sótano. Alternativamente. Empezaba a tener una ligera idea de por qué el Señor Oscuro había caído. Además, tenía la deprimente sensación de que el moreno no se estaba esforzando demasiado, de que los hechizos que le mandaban no contenían toda la potencia que en realidad Potter era capaz de convocar.

- Dime algo... Potter -jadeó levantándose del suelo por enésima vez- ¿Qué haces perdiendo el tiempo con el Quidditch? -Harry enarcó una ceja- Quiero decir,... ¿cómo es que el Ministerio no te tiene en la elite de los malditos Aurores?

Harry esbozó una sonrisa, no exenta de cierta tristeza.

- Porque al contrario de otros, yo quiero olvidar Malfoy. Quiero una vida tranquila, sin sobresaltos. No quiero recordar. Aunque haya quien no pueda entenderlo.

Draco le miró en silencio, como si le estuviera evaluando y Harry se sintió incómodo.

- Suficiente por hoy. -dijo.

Y desapareció escaleras arriba. Draco se dirigió algo dolorido a su habitación y tomó una ducha. Parecía que había tocado un punto sensible. Había sido bastante evidente que a Potter no le gustaba recordar que había sido el salvador del mundo mágico. Y no acababa de entender el porqué. Otro en su lugar estaría aprovechándose de ello y no perdiendo el tiempo jugando al Quidditch. Eso estaba bien para el colegio. Aquella última semana había podido darse cuenta del poder que había en él. Estaba seguro de que Potter había estado inhibiendo más magia de la que él se vería obligado a inhibir jamás. Y por voluntad propia.

Cuando terminó lo encontró en la cocina, preparando la comida. Tenía una expresión taciturna, como si su mente estuviera perdida en pensamientos que no le causaran demasiada alegría. Volvió el rostro cuando oyó la puerta cerrarse y su expresión cambió.

- ¿Has logrado decidirte ya por el nuevo aspecto que deseas tener? - preguntó.

- ¿Por?

- Porque deberíamos acercarnos al centro comercial. Necesitamos llenar la nevera. Sería un buen momento para probarlo, ¿no crees

Draco se encogió de hombros. Ir a un lugar lleno de muggles no le entusiasmaba demasiado. Sin embargo, ya llevaba demasiado tiempo encerrado en aquella casa. La perspectiva de pisar la calle le produjo una mezcla de excitación y temor al mismo tiempo.

- ¿Crees que estarás preparado después de comer? -preguntó Harry.

- Lo estaré.

- Bien. Nos iremos a las dos.

Continuará...