CAPITULO V
Una Cena Complicada

Harry esperaba a pie de escalera, mirando su reloj con impaciencia por tercera vez.

- ¡Malfoy! -gritó por fin exasperado- ¡Van a cerrar el centro comercial antes de que tú te decidas a bajar!

Al fin oyó el eco de una puerta al cerrarse y los pasos de Malfoy en la escalera. Resopló dirigiéndose hacia la puerta de entrada.

- ¿Estas listo por fin? -preguntó mientras buscaba las llaves del coche en el mueble del vestíbulo.

- Listo.

Fue entonces cuando Harry volvió la cabeza y se quedó sin habla.

- ¿Qué? -preguntó el joven que le miraba con una expresión algo insegura en el rostro.

Llevaba su ahora negro pelo recogido en una corta coleta y un flequillo desordenado caía sobre unos hermosos ojos color miel. Pero lo que más llamó su atención fue el fino bigote que adornaba su labio superior y seguía hasta acabar en una deliciosa perilla que contorneaba perfectamente la afilada barbilla de su dueño.

- Tienes un aspecto... bohemio. -concluyó Harry agradablemente sorprendido.

- ¿Bohemio? -repitió Draco frunciendo el ceño- ¿Eso es algo malo? -preguntó no muy seguro de su significado- Puedo buscar otro...

- ¡Ni se te ocurra! -dijo Harry tomándole del brazo y tirando de él hacia la puerta- Vamos, no tenemos toda la tarde.

Recorrieron el centro comercial bajo la mirada atenta y curiosa de Draco. Harry le observaba por el rabillo del ojo, sin perderse ninguna de las reacciones del otrora rubio. Realmente Malfoy no sabía demasiado del mundo muggle, pero absorbía cuanta información Harry iba desgranando a cada una de sus preguntas. Le vio revisar con más entusiasmado del que deseaba demostrar en realidad, las estanterías del supermercado en busca de los ingredientes que, según él, necesitaba para su próximo experimento culinario. Disfrutó su cara de desconcierto cuando una señora le preguntó por la sección de encurtidos y su nada despreciable expresión de pasmo cuando una descarada joven le guiñó un ojo después de pellizcar disimuladamente su culo.

- ¿Todas las muggles son así? -preguntó Draco con un enojo no exento de cierta vanidad.

Harry estalló en carcajadas para disgusto del ex Slytherin, consiguiendo que no le dirigiera la palabra durante un buen rato. Sin embargo, no le pasó desapercibida la mirada que Draco dirigió a varias tiendas de ropa cuando se dirigían al coche para guardar la compra.

- Creo que deberíamos hacer algo para acabar de redondear tu imagen. -decidió Harry mientras cerraba el maletero después de descargar en él todas las bolsas.

Volvieron al centro comercial y se dirigieron a una de las tiendas de ropa masculina en la que Malfoy había perdido su mirada durante más tiempo. Draco, que había seguido a su anfitrión sin saber muy bien lo que éste pretendía, le dirigió una mirada interrogante.

- Adelante. -le animó Harry.

Y le empujó dentro de la tienda. Una hora después se estaba arrepintiendo enormemente de su generosidad.

- ¡Malfoy, por favor! ¿Tanto cuesta elegir un par de pantalones? -preguntó irritado.

- Supongo que para alguien que como tú no tiene ni idea de lo que es vestir, no.

El dependiente confirmó que estaba completamente de acuerdo con tal declaración con un rotundo movimiento de cabeza y una mirada algo despectiva a los desgastados vaqueros que Harry vestía. Pero éste no se dio por aludido y se limitó a cambiar de postura en la dura silla en la que llevaba casi una hora sentado. Cuando por fin salieron de la tienda, Malfoy llevaba una expresión complacida en su nuevo rostro. Bastante parecida a la que paseaba por Hogwarts cuando lograba meterle en algún apuro.

- Te lo devolveré, Potter. En cuanto todo esto se arregle. -aseguró Draco cuando cruzaban las puertas del centro comercial.

- Puedo permitírmelo, Malfoy. No es necesario.

- Yo no acepto limosnas de nadie, Potter.

Ahí estaba. ¿Por qué tenía que ser siempre tan desagradable? No supo si habían sido las palabras en sí mismas o el tono en que habían sido dichas, pero Harry se detuvo en medio del aparcamiento y soltó la bolsa que llevaba para encararse con el ahora moreno Malfoy.

- Creo que no estás en condiciones de decidir lo que aceptas y lo que no, Malfoy. -iba a añadir algo poco agradable pero en su lugar decidió tocarle un poco más la moral al orgulloso joven- Considéralo un regalo de tu mejor enemigo.

Sostuvieron durante unos momentos sus miradas, sopesando donde podía acabar aquella discusión, hasta que una señora con un carrito lleno a rebosar y dos niños de poca edad agarrados a ambos lados del mismo, les recordó muy amablemente que estaban entorpeciendo el paso. Harry recogió la bolsa con un gesto malhumorado y se dirigió al automóvil sin mirar si Malfoy le seguía. El portazo de la puerta del acompañante le indicó que sí lo había hecho. Llegaron a casa sin que ninguno de los dos se hubiera vuelto a dirigir la palabra. Una vez en el garaje y a salvo de miradas muggles, Harry levitó la mitad de la compra hasta la cocina y Malfoy la otra mitad. Fueron colocando las cosas en sus respectivos armarios, en silencio, sin mirarse. Hasta que el sonido de alguien que estaba intentando acceder a su chimenea hizo que Harry saliera de la cocina para atender la llamada.

- ¡Hola Harry! -la cabeza del pelirrojo Weasley apareció entre las llamas esmeralda.

- Hola Ron. -saludó intentando que su tono de voz fuera más amable de lo que en realidad se sentía- ¿Qué te cuentas?

El pelirrojo hizo una mueca de fastidio.

- Hermione quiere saber si has preparado postre o lo traemos nosotros. O el vino. Lo que tú prefieras. Dime algo porque de lo contrario no me va a dejar en paz.

Harry se quedó estático delante de la chimenea, mirando a su amigo fijamente, mientras sentía una ola de sudor frío invadir todo su cuerpo. ¡Dios Santo! Era jueves y principios de mes. ¿Cómo había podido olvidarlo?

- ¿Harry? ¿Me has oído? -oyó que preguntaba la voz de Ron.

- Er... una botella de vino estará bien, Ron.

- De acuerdo. Hemos quedado con Neal a las siete. -Harry tuvo un nuevo sobresalto- ¿No crees que ya va siendo hora de que le des acceso para aparecerse? -preguntó su amigo con algo de fastidio.

¡Por todos los santos! Ron, Hermione, Neal y Malfoy sentados a una misma mesa. No, imposible. Aquello no estaba pasando.

- Ron, trae dos. Dos botellas. O tres. No sé. Las que tú quieras

A lo mejor si se emborrachaba podría afrontar la noche con un poco más de ánimo.

- Bueno, estaremos aquí sobre las siete, ¿de acuerdo?

- Siete y media Ron, voy un poco retrasado. -casi gimió.

- Como tú digas, amigo. Hasta luego.

Y el pecoso rostro de Ron desapareció. Harry miró su reloj. La cinco. Tenía que darse prisa. Irrumpió en la cocina como una exhalación y se quedó mirando a Malfoy con cara de desesperación.

- Tenemos un problema. -Draco le dirigió una mirada fría- Hoy es el primer jueves de principios de mes.

Draco alzó una ceja y le contempló como si de pronto Harry hubiera perdido el juicio.

- Y mañana el primer viernes. -le informó en tono distante.

- Todos los jueves de principios de mes, celebramos una cena con Ron y Hermione -Draco frunció el ceño a la mención de los nombres de sus amigos- Unas veces en su casa y otras en la mía.

- ¿Y el problema es...?

- Que esta noche toca en la mía. Y que en poco más de dos horas los tendremos aquí. Con Neal.

Harry se pasó la mano nerviosamente por su ya alborotado pelo. Draco le miró sin decir nada. Neal... Debía ser el fogoso amigo de aquella noche. La situación se estaba poniendo interesante. Potter, evidentemente no se sentía muy cómodo ante la perspectiva de la cena. Pero él le echaría gustosamente una mano... al cuello, si la ocasión se presentaba.

- No te atolondres, Potter. Nadie va a reconocerme. -dijo en tono tranquilo.

- Verás Malfoy. Esa no es exactamente la cuestión. -respondió él intentando mantener la calma- ¿Cómo diablos voy a explicar tu presencia aquí?

- Si estas pensando en que me quede encerrado en mi habitación como un buen chico, olvídalo. -Draco sonrió feliz- No me perdería esto por nada del mundo.

- Lo suponía. -murmuró Harry con aire derrotado- Tendremos que inventar algo...

- Yo puedo preparar la cena. - se ofreció Draco con amabilidad sospechosa.

- Tu voz suena demasiado a Malfoy. -refunfuñó Harry sin hacer demasiado caso a sus palabras- Deberías hacer algo con ella.

- ¿Me hago el mudo?

- Eso sería maravilloso.

- Ni lo sueñes, Potter.

Harry volvió a pasarse la mano por el pelo con un gesto de desesperación. Sabía que Malfoy estaba disfrutando de la situación.

- ¡Un momento! -dijo de pronto- ¿No es tu familia de ascendencia francesa, Malfoy?

- ¿Sí...?

- ¿Hablas francés?

- ¡Por supuesto! -contestó Draco ofendido.

- Pues desde este momento eres francés. Así que procura poner tu mejor acento.

Y dicho esto empezó a abrir armarios en busca de la fuente que usaba para asar. En el camino cayeron un par de sartenes y a punto estuvo de abrirse la cabeza con la puerta del armario que él mismo había dejado abierto. Draco le observó entretenido, disfrutando del estado de nervios en que el moreno parecía haber entrado. Tras verle esquivar por segunda vez la puerta del armario, decidió poner fin al atolondrado comportamiento del ex Gryffindor, antes de que acabara con la cabeza abierta y encima le culparan a él.

- Potter, YO prepararé la cena. -Harry le miró con cara de odio.

- Lo haremos los dos. -aceptó.

- Potter, -el tono no admitía réplica- SAL. DE. MI. COCINA.

Sin saber cómo, a pequeños empujones, Harry se encontró en el pasillo y con la puerta en las narices. ¿Su cocina?

- Cómo te atrevas a envenenar a alguien, ¡TE MATO MALFOY! -se quedó mirando la puerta cerrada con expresión estúpida. ¿Había dicho SU cocina?- Y Malfoy... coge la ropa que has dejado en el coche. ¡NO PIENSO DEVOLVERLA!

Y sintiéndose ya algo mejor, se dio media vuelta para dirigirse al comedor a preparar la mesa.

A las siete y media la cena estaba lista, la mesa puesta, y ambos jóvenes arreglados. Malfoy se había puesto su ropa nueva, que incluía un guante negro sin dedos que ocultaba su mano, y practicaba un delicioso acento francés que Harry le hizo repetir una y otra vez hasta convencerse de que era realmente bueno. A las ocho treinta y cinco sus invitados aparecían en el salón. A las ocho y treinta y cinco y dos segundos Harry ya estaba deseando morirse después de ver la cara de Neal cuando posó sus ojos sobre el sonriente y atractivo joven de la coleta. Cuando le besó y el bateador le mordió el labio inferior con algo de saña, supo que tenía problemas.

- Espero que hayas traído vino suficiente, Ron. Porque... tenemos un invitado... inesperado. -explicó no sin cierto apuro.

Harry les obsequió con la mejor de sus sonrisas, hasta que su estómago dio un vuelco. ¡Por Merlin! Con tanto ajetreo y su tácito pacto de no dirigirse la palabra no había preparado ninguna coartada.

- Es... Philippe... -casi tartamudeó con el primer nombre francés que le vino a la cabeza, en recuerdo de un mago que había hecho no recordaba exactamente qué en las guerras contra los gigantes. Después de todo no siempre había dormido en las clases del Binns...

- Philippe Masson -le interrumpió Draco- Madame... -Draco hizo una pequeña reverencia y besó con delicadeza la mano de Hermione, de lo que ésta pareció encantada- Monsieur... -y estrechó la mano de Ron.

- Son Ron y Hermione Weasley. Y él es Neal.

Draco se volvió y estrechó la mano de Neal, que le miró con desconfianza.

- Enchanté monsieur.

- Lo mismo digo. -fue la escueta respuesta del bateador.

- ¿Pasamos al comedor? -dijo Harry empujando suavemente a Neal en esa dirección.

Draco ofreció el brazo a Hermione, para asombro de Harry, y ambos entraron en el comedor al parecer manteniendo una entretenida charla. Nadie había mencionado la mano enguantada, aunque todas las miradas se habían dirigido a ella en uno u otro momento.

- ¿De dónde le has sacado? -susurró Ron al oído de su amigo, sacándole de su estupor- Chico, creo que estás en problemas. Neal tiene cara de querer despedazarte.

- Lo sé. -gimió Harry.

Ron le dirigió una sonrisa comprensiva. De todas formas, ¿desde cuando su amigo se había vuelto tan promiscuo? Habían llegado al comedor. Ron miró alucinado como el francés apartaba la silla para que Hermione se sentara y ella le dedicaba una sonrisa coqueta.

- O a lo peor los problemas los tengo yo. -gruñó acudiendo a sentarse rápidamente al lado de su mujer.

- Y bien, señor...

- Philippe, por favor.

- ... Philippe -dijo Neal- ¿A qué te dedicas?

Draco le dirigió una encantadora sonrisa a Harry, que estaba sentado a su lado, con una muda pregunta en su mirada: ¿quién se supone que soy? Harry le devolvió la sonrisa con otra muda respuesta: Ya eres mayorcito, usa tu imaginación. Y la sutil contestación: Tú eres quien tiene el problema, no yo.

- Philippe es... marchante de arte. -dijo Harry por fin.

Y le dirigió una sonrisa de "sal de esta si puedes", que Draco devolvió, aceptando el reto.

- Interesante profesión. -admiró Hermione salvando a Harry de dar más explicaciones- ¿Y que te ha traído a Londres?

- ¿Marchante? -interrumpió Neal.

- Compro y vendo obras de arte, entre otras cosas. -aclaró en tono condescendiente Draco.

Neal miró a Harry con interés.

- ¿Vas a comprar alguna obra de arte, Harry? ¿Una nueva afición que no me habías contado, cariño?

- Er... -Harry miró a Draco con aquella deliciosa sonrisa que no abandonaba sus labios esa noche ¿Qué voy a comprar? - ... en realidad...

- En realidad Harry no va a comprar, si no a vender. -dijo Draco poniendo un especial énfasis en todas las erres de la frase.

- ¿De veras? -preguntó el aludido, expresando más sorpresa de la que hubiera debido.

Draco deslizó una risa encantadora y acariciando con un gesto más que estudiado su perilla, se dirigió a Hermione, sentada a su otro lado, con un exagerado tono confidencial.

- Él todavía no lo sabe, pero lo hará. Por eso he viajado a Londres, para convencerle. -y dirigió una mirada insinuadora a Harry- Y puedo ser muy convincente.

Estaba equivocado, suspiró Ron con alivio, el que estaba en verdaderos problemas era Harry.

- ¿Y que vas a vender, Harry? -preguntó Neal, que estaba destrozando su tomate con el tenedor.

El aludido observó el pobre tomate con aversión, no muy seguro de si en ese momento Neal estaría pensando en Draco o en él. Después intentó recomponer una expresión determinada, como si el tono empleado por el bateador no le afectara. Estaba a punto de responder cuando Draco se le adelantó.

- Su snitch del 64. -respondió, cortando elegantemente el tomate en su plato, sosteniendo tan solo el tenedor y haciendo que el cuchillo trabajara solo- Tengo ya varios compradores interesados en ella.

Había tenido tiempo de sobras para recorrer, con sumo interés, las estanterías y vitrinas del salón donde Potter guardaba todas sus adquisiciones, durante los aburridos días en que no tenía otra cosa que hacer, mientras esperaba con impaciencia y desespero que su padrino le sacara de esa casa. A esas alturas, conocía cada pieza de la colección del ex Gryffindor tan bien como su propio dueño. Vio con satisfacción como Harry se atragantaba y tomaba la copa de vino para dar un largo trago. Ahí ha dolido, ¿eh Potter?

- ¿Tú snitch del 64? -repitió Neal incrédulo- ¡Te pasaste casi cinco meses intentando conseguirla!

- Er... lo sé. Sólo a cambio de que Philippe consiga una del campeonato del 56. Ya sabéis, la que atrapó Valosky. -improvisó Harry con rapidez.

- Naturalment, mon amie. -confirmó Draco poniendo suavemente su mano sobre el brazo de Harry, en un gesto cómplice que decía mucho más que sus palabras. Los ojos de Neal lanzaron amenazadoras chispas.

Harry deslizó su brazo con toda la discreción de la que fue capaz, intentando no ver la mirada acusadora de su pareja. Decidido. Iba a matarle. En cuanto sus invitados se marcharan no iba a quedar de Malfoy ni el recuerdo.

- Neal, por favor. -susurró- Contrólate, no es nada de lo que tú piensas.

- ¿De veras? ¿Y a qué tanta familiaridad?- preguntó su pareja entre dientes.

Harry suspiró y trató de poner atención a lo que Draco estaba diciendo en ese momento, por la cuenta que le traía.

- ... a cambio de una comisión. Aunque algunas veces cobro en especie. -admitió y dirigió a Harry una sonrisa provocadora, haciendo que la miel de sus ojos reluciera con diversión.

Harry trató de devolverle una mirada indiferente. Antes de matarle, tenía que recordar ponerle a hervir a fuego lento. Dolorosamente lento. Creía recordar que tenía un caldero del tamaño suficiente en el sótano que le serviría perfectamente.

- ¿Y a que acuerdo habéis llegado? -preguntó Neal con interés, en un tono un tanto agresivo -¿Una comisión? ¿En especie? ¿Qué?

- Bueno todavía tenemos que discutir los términos. N'est pas, Harry? -contestó Draco sin perder la sonrisa y añadió en un tono insinuador- Pero creo que a Harry le gustará lo que voy a proponerle.

Harry notó que Neal iba a levantarse de su silla y puso la mano en su pierna, apretando con fuerza para mantenerle sentado. Neal le miró con cara de pocos amigos, pero no se levantó. Una vez más Harry tomó su copa de vino, que Ron iba cuidando previsoramente de llenar y bebió el contenido de un trago. Después intentó contar hasta diez para no ser él mismo quien se levantara y cogiera a ese mal nacido de la coleta y... Bien, tal vez antes de escaldarle en el caldero, una buena sesión de Cruciatus le ayudaría a descargar tensión. Sí. Decidido. Cruciatus primero. El caldero después.

- ¿Me acompañas a la cocina, Neal? -preguntó sintiéndose algo mareado al haberse levantado tan bruscamente.

Tal vez beber no fuera tan buena idea.

- ¡Y ahora quiero una buena explicación! -explotó Neal tan pronto cruzaron la puerta.

- Cariño, tranquilízate, no hay nada que explicar. -bueno, allá iba- Se presentó de repente. Por lo visto es amigo de Fleur, la mujer de Bill Weasley, ya sabes. No pude negarme. -Harry no recordaba haber dicho tantas mentiras seguidas en toda su vida- Por lo visto ese tío es un buen marchante pero, como has podido comprobar, un imbécil integral.

- Ha estado insinuándosete toda la cena. -espetó Neal todavía furioso.

- Porque tú has entrado al trapo, Neal. Eso es todo. -dijo el moreno, intentando calmarlo.

- De todas formas dime, ¿por qué quieres vender tu snitch del 64?

- No, no creo que vaya a venderla...

- Entonces,...¿qué hace él todavía aquí? -preguntó Neal entrecerrando los ojos con aire amenazador.

Harry dejó el pastel de chocolate sobre la mesa y decidió tirar por el camino del medio. Agarró a Neal por la cintura y le besó con tanto entusiasmo que él mismo tuvo que echar el freno para que no acabaron los dos en el suelo de la cocina dando el espectáculo.

- Ahora, -dijo sacando los faldones de su camisa por fuera del pantalón y así ocultar cierta protuberancia sospechosa e incómoda- recuerda esto cuando salgas ahí afuera. -le dio un último beso y recogió el pastel de la mesa- Coge los platos y las cucharillas, por favor.

Cuando entraron nuevamente en el comedor, Draco mantenía una animada conversación con Hermione sobre los incunables del siglo XVI, mientras Ron les escuchaba con cara de aburrimiento. Harry frunció el ceño. Parecía que después de todo le había acertado con el tema al maldito Malfoy. Draco le dirigió una sonrisa burlona. No cabía duda de que Potter había arreglado las cosas en la cocina. Su amigo todavía le miraba con aire amenazador, pero estaba mucho más tranquilo. Así que poco le quedaba por hacer... o mejor dicho, deshacer. De todas formas, se moría por ver como Potter le explicaba al tal Neal que él también dormía en esa casa...

Y no debió ser fácil. Draco pudo escuchar perfectamente el tono airado del bateador desde su habitación. Sonrió satisfecho. El ex Gryffindor estaba en apuros con su amante. No podía oír la voz de Potter, que sin duda estaba tratando de calmar a su compañero. Y al final debió lograrlo, porque dejó de oírle. Cuando bajó a la cocina a la mañana siguiente sólo encontró a Snape, saboreando una taza de café.

- No te esperaba. -le dijo sorprendido- ¿Algún problema? -añadió al reparar en su mirada.

El Profesor se limitó a repasarle de arriba abajo. Entonces cayó en la cuenta de que su aspecto no era el de Draco si no el de Philippe. Había tomado esa precaución por si se topaba con el airado bateador.

- Un cambio radical. -fue lo único que dijo Snape.

- ¿No es lo que querías?

El Profesor asintió y dio otro sorbo a su café.

- ¿Cómo va todo? - preguntó cuando Draco también se sentó a la mesa con el suyo.

Su ahijado se encogió de hombros.

- Podría ir peor. ¿Algo nuevo?

- ¿Aparte de que has atacado a una escolta del Ministerio? -dijo Snape tendiéndole El Profeta- No, parece que se los haya tragado la tierra.

- No tendremos esa suerte. -masculló Draco- ¿Cuándo podré salir de aquí?

Su padrino entrecerró los ojos y le estudió con atención.

- ¿Algún incidente que yo deba conocer? -preguntó.

- No, estamos siendo tan civilizados como nuestros respectivos temperamentos nos lo permiten.

- Me alegro, porque de momento me temo que tendrás que seguir aquí.

Draco bufó contrariado.

- Nadie me reconocería ahora. -afirmó- Puedo buscar cualquier otro lugar para quedarme.

- Pero este es el más seguro de momento. -insistió Snape- Sé perfectamente lo que harías en cuanto te perdiera de vista. Y no estoy dispuesto a perderte otra vez.

- ¿Utilizas al maldito Gryffindor para vigilarme? -explotó Draco, enrojeciendo de ira ante ese solo pensamiento.

- Cuando el maldito Gryffindor te encontró, te estaban pisando los talones. Por eso te escondiste en ese sótano. -le recordó su padrino con algo de retintín- Tengo que irme. Mi clase empieza dentro de quince minutos.

Y desapareció dejando a Draco con la palabra en la boca.

Tampoco Harry fue muy comunicativo cuando volvió aquella tarde. Ni al día siguiente. Ni al otro. Parecía que había decidido ignorarle por completo. O eso, o Draco se había vuelto invisible de repente y Potter era incapaz de verle cuando se encontraban en la misma habitación.

- Esta bien Potter. -dijo al fin el domingo por la mañana, cuando le atrapó en el desayuno- Deja ya de comportarte como un crío.

Había decidido abordar el problema, ya que por lo visto el moreno no tenía la menor intención de hacerlo.

- ¿Me hablas a mí? -preguntó Harry arqueando una ceja.

- ¿Hay algún otro Potter en la cocina? -inquirió el otro, exasperado.

- No, aunque seguramente SI hay un Malfoy de más.

- Con mucho gusto me largaría de aquí si pudiera. -le recordó Draco, perdiendo ya toda intención de arreglar las cosas. En realidad preguntándose cómo se le había podido ocurrir que podía hacerlo.

- No seré yo quien te lo impida.

Harry le dirigió una mirada retadora que Draco le devolvió, pero sin recoger todavía el guante. ¿Quería conversación? ¡Pues la iban a tener!

- Una de las condiciones para que te quedaras en esta casa era que no te metieras en mi vida. Y no has hecho más que complicarme la existencia desde que estás aquí.

Harry tenía la expresión de estar conteniendo las ganas de agarrarle por la garganta y estrangularle.

- Por tu culpa he tenido problemas con Neal. Serios problemas.

Draco le miró con desdén, lo cual enfureció todavía más a Harry.

- Tal vez a ti te parezca entretenido, -dijo temblando de ira- pero yo no estoy dispuesto a que arruines mi vida por puro divertimento o simplemente porque te consideres ofendido por tener que aceptar un par de jodidos pantalones. No lo hice para avergonzarte, maldito imbécil. Aunque imagino que en tu elitista cabezota no puede entrar la idea de que alguien haga algo por ti por el simple hecho de querer hacerlo, sin esperar que TU se lo remuneres. -Harry necesitó tomar aire antes de continuar- No espero nada de ti, no quiero nada de ti y gracias a Dios tampoco necesito nada de ti. Así es que si tanto te avergüenza el tener que aceptar mi casa, comida, ropa y una cama, por mi puedes largarte ahora mismo, porque te aseguro que no voy a echarte de menos, estúpido hurón.

- ¿Has terminado? -preguntó Draco con la mirada fría como el hielo.

- Todavía no. -contestó Harry, encendido. Y le arrimó un derechazo que dejó a Draco sentando en el suelo- Ahora sí.

Y salió de la cocina dando un portazo.

o.o.O.o.o

Snape había necesitado desplegar toda su amenazadora persuasión para obligar a Potter a mantener a Malfoy en su casa y de todo el peso de su autoridad como padrino para obligar a Draco a quedarse. Durante la acalorada discusión había tenido que evitar que en un par de ocasiones llegaran a las manos, ya que previsoramente había despojado a ambos de sus varitas y no podían maldecirse; especialmente Draco que se había quedado con ganas de devolvérsela a Harry. Al final tuvo que optar por inmovilizarlos a los dos. Uno en cada esquina de la cocina, como si fuera un rin de boxeo.

- ¡Y ahora escúchenme los dos con mucha atención! -bramó el Profesor de Pociones después del último intento de agresión mutua- ¡Ya no son unos críos! Esto no es Hogwarts y no voy a permitir estas malditas escaramuzas a la altura de estudiantes de primer curso...

- Le quiero fuera de aquí ¡YA! -gritó Harry sin atender a razones.

- ... inútiles y malcriados, incapaces de dominarse...

- ¡Malditas las ganas que tengo yo de quedarme, POTTER!

- ... ¡SILENCIO! -aulló por fin Snape fuera de sí- ¡SILENCIO, HE DICHO!

Ambos reprimieron sus lenguas ante el tono amenazador del Profesor de Pociones, pero siguieron desafiándose furiosos con la mirada. Snape se sentó sintiéndose superado por las circunstancias y durante unos minutos no habló, intentando calmarse. Habían logrado sacarle de sus casillas como en sus mejores tiempos de estudiantes. Aunque en esas ocasiones solía favorecer siempre a Draco y lamentablemente, ahora no podía hacerlo. Entre otras cosas porque necesitaba a Potter.

- De acuerdo -dijo respirando profundamente- Tratemos esta situación como las personas pretendidamente adultas que son. -su mirada amenazadora cortó cualquier intento por parte de sus ex alumnos de intentar intervenir de nuevo- Sr. Potter, le doy mi palabra de mago que tan pronto encuentre un lugar seguro para esconder al Sr. Malfoy podrá recuperar su casa, su vida y su intimidad. -miró a Draco- Y tú Draco, a estas alturas deberías saber ya lo que te estás jugando para andar con juegos de infantil orgullo. Pero te prometo también que te sacaré de aquí lo antes posible. -miró a ambos- Las cosas no están fáciles. No ahora. Quien sea que pretendidamente actúa bajo la apariencia del Sr. Malfoy, lo está haciendo jodidamente bien. -continuó Snape, ahora de pie y empezando a pasear por la cocina, con la tranquilidad de que ninguno de los dos podía moverse- A ningún auror le cabría la menor duda de que eres tú quien está cometiendo todos estos desmanes, Draco. No durarías vivo ni dos segundos si salieras de aquí y por desgracia te localizaran. Ahora la consigna es matarte en cuanto te vean. El Wizengamot se reunió a principios de semana. -pudo reconocer por primera vez una expresión de inquietud en los ojos de su ahijado- Te ha condenado Draco. Nada de juicios ni Azkaban. No es algo frecuente, pero han desenterrado algunas de las antiguas leyes que se promulgaron durante la primera guerra. Entonces de poco sirvieron, porque los seguidores del Señor Oscuro siempre han actuado escondidos tras sus máscaras y ha habido que buscar pruebas para identificarlos. -Snape clavó la mirada en su ahijado- Pero tu doble es tan pendenciero que actúa a cara descubierta. Nadie tiene dudas sobre su identidad. Solo desean acabar con la plaga que significa Draco Malfoy y lo harán a cualquier precio, que te quede bien claro. La gente empieza a estar nerviosa y lo último que desea Fudge es tener una sublevación popular pidiendo su cabeza por no ser capaz de detener estos ataques. Y más con las elecciones tan cerca.

Observó satisfecho que ahora sí había conseguido la completa atención de su ahijado.

- Sr. Potter. Yo de usted estaría preparado para recibir en los próximos días alguna petición por parte del Ministerio. -añadió.

Harry frunció el ceño.

- ¿Con respecto a qué? - preguntó secamente.

- Algunos sectores están empezando a insinuar al Ministro que desean su intervención en este asunto. -Harry bufó- Se sentirían más tranquilos si usted dejara el Quidditch por una temporada y se dedicara en cuerpo y alma a acabar con el Sr. Malfoy y el resto de mortífagos que siguen... molestando.

- ¡No puedo creerlo! -gruñó Harry con irritación.

- Créalo. Si hasta ahora Fudge no ha contactado con usted, es porque el Profesor Dumbledore le ha detenido. Pero no creo que pueda hacerlo durante mucho más tiempo. El Ministro empieza a sentirse demasiado presionado.

Snape agitó su varita y ambos jóvenes notaron que podían volver a moverse. Pero en esos momentos ya ninguno de los dos sentía demasiados ánimos de echarse a la yugular del otro.

- ¿Comprendes por qué debes quedarte aquí, Draco? -dijo Snape clavando su penetrante mirada en su ahijado- Es el último sitio donde buscarían. -miró a Harry- ¿Sr. Potter?

Harry asintió en silencio, aunque sus ojos todavía destellaban su enojo. Snape dejó escapar el aire suavemente, liberando la tensión acumulada durante la última media hora.

- Bien. Y ahora si me lo permiten, tengo alumnos que suspender. -dirigió una mirada cargada de oscuras promesas a ambos- Espero que se comporten.

Continuará...