Disclaimer: Los personajes no son míos. Sólo lo que he aportado de mi propia cosecha. Tampoco recibo a cambio retribución algunas más que vuestros reviews.

Advertencia: Esta historia es slash y contendrá lemmon. Si no os gustan este tipo de narraciones, no hace falta que sigáis.

Harry intenta dejar atrás su pasado con el Quidditch. Draco ha atravesado experiencias traumáticas y todavía es buscado y perseguido. Cuando la vida les ponga frente a frente de nuevo, tendrás que aprender a convivir.

Reviews

Alexlee.- No llores, que todo tiene solución. Tampoco odies tanto a Neal. El pobre sigue enamorado de Harry y volver a encontrarle ha sido demasiado pa su body. ¡La carne es débil! Gracias por seguir leyendo. Besos.

JuliaSakura.- Amenazas no¿eh? Vamos a llevarnos bien... Nada, que pensé que estaba todo demasiado tranquilo. No era un capítulo previsto, pero ya ves. La lié en un pis pas. Cosas de las musas. Gracias por seguir leyendo. Besos.

Caroline McManamn.- Muchas gracias Caroline, te prometo arreglarlo. Sin ir más lejos, un poco más abajo, donde dice Capitulo XIX... Y no sufras, Draco no se va a enterar. Top Secret. Gracias por seguir leyendo. Besos.

Angel-de.Luz.- Er... bueno. Vamos por partes que todavía estoy digiriendo su super-review. ¿A quién le dices lo de "I promise kill you!" exactamente? Lo digo por si me tengo que esconder yo, Harry o los dos. Aunque entonces ten en cuenta que ya no hay más fic... sin prota y sin escritora... Diamond, por favor, unas cuantas pastillitas más para la adorable Angel de Luz. Y no estaría de más que mientras tanto hicieras desaparecer las armas de destrucción masiva. Por el bien de todos. Como verás, lo he resuelto en menos de tres chaps, (todo previsto) y prometo ardientes escenas de amor entre H/D, pero no en este capítulo, sorry. Por cierto, el lemmon entre Neal y Harry me costó mi buen rato, podrías tener la gentileza de leerlo. No me frustes. Y Harry si lo disfrutó. Lo siento. Es que el pobrecito pensaba en Draco... Muchas gracias por leer, guapetona. Nos leemos pronto. Besos.

Sandra-sms.- Hola guapa, pues no, no creo que Harry se vaya a sentir demasiado mal. Ya sé que todo el mundo espera grandes dramas ahora. Sentimientos de culpabilidad y esas cosas. Pero no. Es que el niño ha madurado y ya sabe colocar cada cosa en su sitio. Gracias por leer. Besos.

Audrey-ludlow.- Ja, ja,... caja de sorpresas. Pues va a ser que si. Porque este capítulo no lo tenía previsto y mira. Así salió. Me cansé un poco de que se llevaran tan bien... Muchas gracias por tus comentarios y por seguir leyendo. Besos.

Daya.- ¿Sabes una cosa? Cuando escribo, no tengo conciencia. Ya tengo suficiente durante el resto del día, je, je. No te preocupes porque Draco haga barbaridades, porque mi rubito no se va a enterar nunca jamás del desliz. Es la falta de conciencia que le he contagiado al morenito. ¡Que se le va a hacer! No va a ir siempre de culpable por la vida. Gracias por leer. Besos.

Mirels.- Es que sigue enamorado el pobrecito. Harry es de los que deja huella... A mí me da pena el pobre Neal¡en fin! Que se conforme con el tal Steve del Minsterio y se olvide del pan de mesa ajena¿verdad? Gracias por leer. Besos.

Diabolik.- ¡Qué va a ser malo Harry! Es humano, como todos. ¿Cómo que si puedo conseguirle algo mejor? (supongo que te refieres para Draco) ¿Y que puede ser mejor que nuestro Harry? Aunque de vez en cuando tenga una embolia etílica que nos aclara. Gracias por seguir leyendo. Besos.

Ladyelizabethblack.- Chica, menos mal, una que lo entiende y no quiere matarme. Gracias. Gracias. Gracias. Son cosas que pasan¿verdad? Eso mismo digo yo. Gracias por seguir leyendo. Besos.

Anael-sumi.- Pues Draco tiene mucha culpa. Para empezar, no ser tan orgulloso y coger el teléfono de vez en cuando. Por el bien de tu salud, (no quiero que mis lectoras acaben con un ataque al corazón) ya tienes más abajo el siguiente capítulo. Gracias por leer. Besos.

Bueno, y después de muchas maldiciones y poca comprensión... aquí tenéis el siguiente capítulo. Creo que me ha quedado bastante arregladito, je, je. Besos.

CAPITULO XIX

... Y reencuentros.

Horas después, Neal permanecía en la cama todavía sin haber podido cerrar los ojos. Sentía la tibieza del cuerpo que abrazaba junto al suyo, su respiración rítmica y relajada. Extrañamente Harry no se había movido en toda la noche, cosa nada habitual por lo que podía recordar del inquieto moreno. Y él tampoco se había atrevido a moverse para no despertarle demasiado pronto. Sin haber tenido el tiempo suficiente para preparar una argumentación lo suficientemente sólida como para que Harry pudiera aceptarla. Lo que más le preocupaba es que sus ojos se abrieran preguntándose que hacía allí. Que realmente no recordara que habían hecho el amor y que lo había disfrutado. De todas formas, no le había quedado más remedio que llevarle a su apartamento ya que Harry había escurrido el bulto cada vez que había intentado queda con él en su casa, y no sabía donde vivía. Gracias a Merlín, Steve estaba de viaje con una comisión del Ministerio y no volvería hasta dentro de un par de días. Cuando a las 9.30 de la mañana Harry todavía no había dado señales de vida, comprendió que el sueño del moreno iba para largo y que cuando despertara la resaca sería de antología. Así que decidió levantarse y preparar café bien cargado. Y de paso averiguar si en el botiquín del baño todavía quedaba de esa poción que utilizaba para malos despertares tras una noche de juerga.

Harry abrió un ojo y después el otro. Pero se arrepintió inmediatamente de haberlo hecho. Después de unos segundos fue consciente del martillo dentro de su cabeza, golpeando sin piedad ni tregua. Aquel persistente y doloroso latido que abarcaba todo su cráneo tenía que ser la resaca más espantosa que jamás hubiera tenido nadie. Se movió lentamente hasta quedarse sentando, procurando mantener la cabeza tan quieta como le fue posible.

–¿Café?

La voz le sobresaltó haciendo que diera un respingo, tras lo cual emitió un doloroso gruñido.

–Pero antes será mejor que te tomes esto. –en ese momento reconoció la voz de Neal y por primera vez fue consciente de que no se encontraba en su cama– Te aconsejo que tragues de golpe, porque es tan mala como la propia resaca.

Harry siguió el consejo al pie de la letra, sin poder evitar después una mueca de asco. Neal puso la taza de café en su mano.

–¿Tienes hambre? Te apetece huevos o...

–¡Dios, no! –gimió– Puedo vomitar solo de pensarlo.

–Eso ya lo hiciste anoche. –dijo señalando lo que Harry reconoció como su ropa, amontonada en el suelo en un rincón de la habitación, sospechosamente manchada.

–Lo siento. –dijo algo avergonzado.

–Solo hazme un favor. –dijo Neal con una sonrisa– No vuelvas a beber. No sabes.

–Espero no haber dado el espectáculo en el vestuario... –suspiró Harry dando un sorbo de café, dirigiendo a Neal una mirada consternada.

El ex bateador se limitó a mantener su sonrisa, tratando de que su rostro no mostrara el desengaño que sentía en esos momentos al adivinar por sus palabras que Harry tenía la mente en blanco con respecto a lo ocurrido entre ellos la tarde anterior.

–Tengo la cabeza como si fuera a despegar del cuerpo en cualquier momento –se quejó el moreno sujetándosela con la mano que no sostenía la taza.

–Esa poción hace milagros –le animó Neal sentándose en la cama junto a él– Es cuestión de minutos, ya lo verás.

Harry esbozó una sonrisa de agradecimiento y siguió tomando su café a pequeños sorbos intentando evitar la, en ese momento, penetrante mirada de su ex compañero. Conocía esa mirada y sabía lo que estaba a punto de pasar. La había sorteado durante semanas y estaba dispuesto a seguir haciéndolo mientras pudiera. Neal palmeó nerviosamente sus rodillas, dándose tiempo para encontrar el valor que necesitaba para decir lo que tenía en mente.

–Me gustaría que habláramos de nosotros. –dijo al fin.

–Neal, por favor, no –Harry apartó con delicadeza la mano que se había posado en su mejilla.

–Tal vez si nos damos un poco de tiempo... –los ojos miel de Neal le miraron anhelantes, ansiosos por obtener aunque solo fuera un "déjame pensarlo".

–No, Neal. Dejémoslo como está. –dijo Harry, apesadumbrado por la expresión desolada en el rostro de su ex pareja– En este tiempo hemos sido capaces de borrar los recuerdos amargos de una separación que no fue muy buena. Y aprecio haber encontrado de nuevo tu amistad y espero que tú la mía. Amistad, Neal. Nada más.

Sin embargo, Neal no parecía dispuesto a darse por vencido tan pronto.

–Pero tú estás solo, Harry. Él no está aquí. He visto cada uno de los desplantes que te ha dado cuando le llamas. No intentes hacerme creer que todo es perfecto entre vosotros. –acabó en un tono teñido de sarcasmo.

Harry desvió la vista hacia la mesilla y localizó sus gafas. Se las puso y enfrentó nuevamente su mirada a la de Neal. Iba a ser difícil no herirle. Pero esta vez no pensaba sentirse culpable. Al fin y al cabo, su ex pareja había actuado de forma, podría decirse, poco caballerosa.

–Que Philippe y yo estemos atravesando un mal momento, no significa que no podamos arreglarlo. Y si no podemos... –tomó aire antes de continuar– ...bueno, si no podemos tampoco quiere decir que vaya a volver contigo, Neal. Me gustaría que lo entendieras.

–Harry...

Pero él le interrumpió.

–Lo nuestro tuvo su momento. Pero ya pasó. No te empeñes en recuperarlo porque es imposible.

Neal apretó las mandíbulas en un gesto de tozudez. Se levantó bruscamente de la cama y empezó a pasear nerviosamente. Después le miró y volvió a sentarse con la misma brusquedad, haciendo que Harry diera un pequeño saltito y el café amenazara con derramarse de la taza que sostenía.

–Pero hay algo que debes saber... –empezó a decir Neal, que a pesar de todo no podía dejar de tener un sentimiento de culpabilidad sobre todo lo sucedido la tarde anterior.

Harry levantó una mano, para impedirle continuar. Parecía que la poción empezaba a obrar el milagro y el martilleo dentro de su cabeza era cada vez más amortiguado. Podía pesar con más claridad. Había esperado poder sortear esa cuestión, pero como Neal parecía dispuesto a quemar este último cartucho, no tendría más remido que devolver el disparo.

–Olvida lo que fuera que pasara ayer. Seguramente no debió suceder. –dijo y a cambio recibió la mirada más que perpleja de Neal– Tú lo deseabas y yo no te lo impedí. Seguramente ambos somos igual de culpables.

–¿Cómo pretendes que lo olvide? –acertó a decir por fin el ex bateador, con la sospechosa sensación de que había estado haciendo el idiota.

Harry pasó la mano nerviosamente por su alborotado pelo, tratando de explicarle, de hecho explicarse también a si mismo lo que había sucedido.

–Porque yo no estaba haciendo el amor contigo, Neal. Lo que tú deseabas y lo que yo deseaba junto a la botella de firewhisky hicieron una mezcla confusa de deseos. Esa es la cruda realidad. Lo siento.

Cuando Harry dejó por fin el apartamento de Neal, tenía todavía el desagradable sabor de la poción en la boca, a pesar del café y la no menos desagradable sensación haber estado a un tris de perder las riendas de su vida otra vez. Jamás iba a volver a beber.

El comedor estaba vacío y se respiraba una atmósfera tranquila tras las horas de intensa actividad y bullicio. Draco había conseguido que la Sra. Bouchoir se fuera a casa sin hacer demasiadas preguntas. No más de las habituales al menos. Las luces apagadas, a excepción de la mesa donde Severus y él estaban sentados uno frente al otro, con sendas copas de coñac delante de cada uno, les envolvía en un acogedor halo de intimidad. Habían empezado hablando de cosas triviales. A Draco siempre le había molestado hablar de sus sentimientos y a Severus, poco dado a lo mismo, le estaba costando Merlín y ayuda lograr sacar el tema que le había llevado a París. En su fuero interno no dejaba de maldecir a Remus por haberle convencido. Aunque debía reconocer que también él tenía ganas de averiguar porque después de más de dos meses Draco seguía en la capital francesa y Harry en Londres. Tras media hora larga de fútil conversación, por fin Severus había logrado llegar al punto.

–Fue él quien decidió irse. –dijo Draco mirando fijamente su copa.

–Pero tú no intentaste detenerle…

–No podía impedírselo, padrino. Harry toma sus propias decisiones al igual que yo tomo las mías. –respondió secamente.

–¿Hablaste con él?

Draco dio un sorbo a su copa, pero no dijo nada. Severus tamborileó sus dedos en la mesa, en un gesto de impaciencia que su ahijado conocía bien.

–Así que de pronto decidís tirar por la borda cinco años de vuestra vida, sólo porque sois incapaces de mantener una conversación civilizada. –preguntó Severus con un gruñido.

Draco tan solo dejó escapar un resoplido de fastidio. No creía tener edad ya para sermones.

–Habéis pasado mucho juntos para dejarlo correr ahora¿no crees?

Severus le hizo sentir una de sus penetrantes miradas de día de examen, esa que decía os voy a suspender a todos sin piedad que incomodó a Draco, especialmente cuando se dio cuenta de que estaba dirigida a su mano.

–¡Merlín¡Jamás creí que llegaría a decir esto! –exclamó malhumorado el Profesor mirando a su ahijado con cara de pocos amigos, por lo que estaba a punto de obligarle a reconocer– Pero ese testarudo Gryffindor cabeza hueca con ínfulas de héroe y más corazón que cerebro es justamente tu otra mitad perfecta, Draco.

Draco hubiera estallado en carcajadas si su humor hubiera sido otro. Se limitó a mirar fijamente a su padrino, sin apenas parpadear. Tan sólo dijo:

–¿Sólo por eso tengo que salir corriendo detrás de él?

–No hay orgullo cuando se ama, Draco. –Severus suavizó su expresión en un gesto de comprensión– Aunque sea difícil de aceptar. Hablo por experiencia.

Permanecieron unos minutos en silencio, durante los cuales Severus observó concienzudamente a su ahijado, entretenido en hacer rodar la copa entre sus dedos.

–Porque, aún le amas… –se decidió a preguntar al fin.

Draco alzó los ojos y Severus pudo leer claramente la respuesta en el fondo gris de su mirada.

–Entonces¿qué haces aquí todavía? –preguntó– ¡Ve a reclamar lo que es tuyo!

Draco permaneció en un silencio tenso, apretando las mandíbulas con fuerza, procurando no cruzar su mirada con la de su padrino para no descubrirle la lucha interna que en esos momentos estaba librando contra si mismo.

–Ese ridículo orgullo Malfoy solo te ayudará a perderle. –Draco le miró de nuevo, sus ojos en plena tormenta de sentimientos encontrados– Por lo que tengo entendido, ese bateador vuelve a estar muy cerca de él. Demasiado si tenemos que hacer caso de las habladurías.

El gris se heló en las pupilas de su ahijado y Severus supo que había dado en el blanco.

–Creo que fue su primera relación seria. –continuó dispuesto a apretar un poco más el nudo– Tal vez al primero que amó de verdad y eso siempre deja huella, Draco. Ignoras cuan profunda pudo ser.

Draco intentó en ese momento recordar quien había sido su primero amor. Frustrado, tuvo que admitir que no lo recordaba. Nadie había dejado suficiente huella en él como para acordarse. Nadie a excepción de Harry. Muy bien. Lo admitiría. Harry había sido su primer, único y verdadero amor. Lo demás había sido sexo y placer.

–Bien, –dijo Severus ante la falta de respuesta en un falso tono vencido– al fin y al cabo, si lo meditas con cuidado, no le necesitas¿verdad? Aquí ya tienes todo lo que deseas. –señaló a su alrededor– Y conociéndote, tampoco te será difícil encontrar a alguien dispuesto a satisfacerte en la cama¿no es cierto?

En ese momento había auténtica furia en la mirada de Draco y Severus sonrió.

Unas cuantas millas de océano más allá…

–¿Cuántos? –preguntó una voz a sus espaldas, apenas en un susurro.

–Tres. –respondió Charlie en el mismo tono sin volver la cabeza.

–¿Algún conocido? –siguió susurrando la voz del recién llegado.

–Me temo que no –respondió él, esta vez dirigiendo la mirada hacia su interlocutor, comprendiendo a qué se refería– ¡Por Merlín, Harry! –exclamó procurando reprimir una carcajada al ver el aspecto que traía el moreno– ¿Una mala noche?

–¡Cállate Weasley! –gruñó éste dando un tirón a la tentadora coleta de su compañero.

–Bien, –dijo el pelirrojo con sarcasmo– no preguntaré.

Desde que Harry había vuelto, los dos formaban una de las parejas más letales con la que en esos momentos contaba la Orden. Charlie era rápido e intuitivo. De todos los hermanos Weasley, tal vez el que poseía un nivel de magia más elevado. Ágil y fuerte, como no puede ser menos en alguien acostumbrado a lidiar con dragones. Y se compenetraba a la perfección con Harry.

En ese momento Charlie asintió al pequeño gesto que le hizo Tonks desde el otro lado y al tiempo que ella y Kingsley avanzaban desde su posición, él y Harry lo hicieron desde la suya, rodeando con sigilo la pequeña cabaña.

–¿A la de tres y medio? –susurró Charlie con un pequeño guiño.

Harry asintió sin poder evitar una sonrisa, agradecido del siempre buen humor de su compañero. No como Kingsley, que siempre parecía venir del funeral de alguien. Se preguntó como Tonks le aguantaba. Aunque tener de compañera a la patosa magimórfica también tenía su miga. Harry dirigió su mano libre al tirador de la puerta, dispuesto a abrirla en cuanto Charlie llegara al consabido tres y medio y tan punto lo tocó supo que la había jodido.

–¡Principiante! –se burló Charlie en un susurro, mientras buscaba rápidamente algo que le ayudara a desenganchar a Harry del tirador sin tener que tocarle, so pena de petrificarse él también.

–¡Charlie! –le urgió Harry mientras veía como avanzaba la lenta pero implacable petrificación por su brazo– ¿Puedes darte prisa?

El pelirrojo se situó detrás de su compañero y Harry alzó el otro brazo para que éste pasara una gruesa rama por delante de él, situándola a poca distancia de su estómago y asía los dos extremos preparado para empujar.

–¿A la de tres y medio? –preguntó el pelirrojo con retintín.

–¡La madre que te parió! –gruñó el moreno– ¡Tira ya!

Un fuerte golpe de rama en su estómago y los dos cayeron al suelo.

–Eso era de libro de primero, Potter.

Charlie le ayudó a levantarse. Harry jadeó todavía sin resuello, sujetándose el estómago con el brazo sano.

–Creo que la fiesta ha empezado ahí dentro –dijo el pelirrojo sacando su varita nuevamente y sin más palabras entró en la pequeña cabaña.

Harry le siguió, intentando que el contrapeso de un brazo que a hora pesaba como piedra, no le venciera.

–Y eso, Weasley, era de primer año de duelo. –resolló lanzando un hechizo aturdidor al contendiente del pelirrojo tan pronto entró– Nunca le des la espalda a tu atacante... aunque esté en el suelo.

–Touchée. –admitió Charlie con una sonrisa.

Remus empujó la puerta abatible de la sala de urgencias. Harry estaba sentando en una camilla, mientras un medimago estaba acabando de poner un vendaje en su brazo, después de haberlo impregnado con una apestosa sustancia.

–¿Qué ha sido esta vez? –preguntó el licántropo con un suspiro.

–Un hechizo petrificante... en el pomo de la puerta. –y antes de que Remus pudiera decir nada añadió con una mueca– Si, ya sé, de libro de primero. Charlie todavía se está descojonando.

–Dos semanas –dijo el medimago sin poder reprimir una leve sonrisa– Y no intente acelerar el proceso, Sr. Potter. –le advirtió– Al menos si quiere que su mano vuelva a agarrar una escoba como es debido. Este año tenemos que ganar. –acabó con un guiño.

Harry se puso en pie y miró con incredulidad el grueso vendaje. Tenía que empezar a pensar en encontrar una buena excusa que darle a Berton. Esta vez había procurado mantener fuera del conocimiento del iracundo entrenador sus actividades extra deportivas.

–¿Pudisteis atraparlos al menos? –preguntó Remus.

–Si. Pero dos están muertos y por lo que sé, el tercero sigue inconsciente. –se encogió de hombros– Lo siento, se me fue la mano con el hechizo aturdidor.

–¿Tienes que volver a G.P. a dar tu informe?

Entonces Harry sonrió con malicia.

–No, Charlie ha estado encantado de hacerlo por los dos.

–Pues te invito a una taza de té –dijo Remus.

Y ambos desaparecieron de San Mungo en dirección a las habitaciones de Severus y Remus en Hogwarts.

Hora y media y cuatro tazas de té después, Remus y Harry seguían enzarzados en la misma conversación.

–Draco es posesivo, Harry. –le decía Remus– Tú mejor que nadie deberías saberlo.

Harry le dirigió una mirada enfurruñada.

–Lo que es, es un auténtico capullo. –respondió despechado.

Remus suspiró.

–¿Y tan capullo eres tú que no viste las señales?

Harry alzó las cejas, ofendido.

–¿Señales? –preguntó con sarcasmo– ¿Te refieres a que llevo más de dos meses enviándole pases para que asista a algún partido¿Qué no contesta a mis llamadas y tengo que contentarme con hablar con Louanne para saber de él¿O a que ese maldito restaurante parece ser más importante que cualquier otra cosa en el mundo, incluido yo?

Remus suspiró nuevamente. No iba a ser fácil. Sólo esperaba que Severus estuviera teniendo mejor suerte.

–Draco te necesita a su lado, pero es demasiado orgulloso para admitirlo. Tanto más cuando sabe que no puede exigirte que renuncies a tu sueño de volver a jugar, después de que tú pasaras cinco años ayudándole con el suyo. No te lo pedirá y lo sabes. Lo cual no significa que le guste.

–Se negó a hablar del tema con estúpidas excusas. –bufó Harry paseando nervioso arriba y abajo del estudio– Me obligó a decidir sin contar con él. Es más, NO me dejó que contara con él. ¿De qué otra forma podría después echarme la culpa de ser yo quien se marchó? –acabó con sarcasmo.

Remus esperó a que el joven se calmara un poco y después preguntó.

–Has manejado Draco durante cinco años, has sabido como tratarle y conseguido mantener una relación que cualquiera hubiera tachado de imposible. ¿Qué ha cambiado ahora, Harry?

El joven dejó escapar un suspiro y se sentó junto a Remus con aire derrotado.

–Discutimos. –dijo con amargura– Pero no como otras veces, Remus. Fue la peor bronca que jamás hayamos tenido, te lo aseguro. Supongo que ambos estábamos nerviosos y dijimos cosas que… –Harry dejó la frase en el aire durante unos instantes– … que no fueron muy agradables.

Remus palmeó levemente el hombro del joven, invitándole a seguir.

–Le sugerí que la posibilidad de vender La Petit Etoile en Paris y reabrila aquí , porque sabía que no querría ni oír hablar de aceptar mi dinero otra vez para abrir otro nuevo restaurante, pero se negó en redondo. Ante su rechazo, de todas formas lo intenté, argumentando que si dejaba a Noah en París tal como habíamos planeado en principio y él se hacía cargo de un restaurante aquí, podríamos pasar más tiempo juntos, aunque volviera a París para supervisar de vez en cuando. No voy a repetirte lo que me contestó. –recordó con enojo.

Sin embargo, la expresión de comprensión de Remus no sirvió de mucho para evitar una nueva explosión.

–Pero no, su maldito orgullo Malfoy le impide aceptar que sea yo quien facilite las cosas. Tiene que hacerlo él, aunque tarde cinco años más en conseguir el dinero. ¡Maldita sea, Remus! Sabe que todo lo que tengo es suyo. ¡Podría estar aquí si le diera la gana!

–Lo perdió todo, Harry…

–Si, todo menos su estúpido orgullo. –reiteró Harry con coraje.

–Ese estúpido orgullo, como tú lo llamas, fue lo que le sostuvo, lo único que le quedó. –dijo Remus suavemente– Y que yo sepa no le impidió amarte. O arriesgar su vida por ti. ¿Acaso ya no recuerdas quien te sacó de ese edificio en llamas en contra de toda posibilidad racional?

Harry le dirigió una mirada de contrariedad.

–Ese ha sido un golpe bajo, Remus.

–Considéralo como quieras. –dijo el licántropo, inflexible– Pero de lo que estoy seguro es de que será una verdadera estupidez que echéis por la borda vuestra relación solo por no haberos sentado a hablar con calma de todo esto.

–Permanecieron en silencio durante unos instantes. Remus observó con atención el rostro atormentado del joven, que parecía debatirse en una lucha interna.

–¿Todavía le quieres? –preguntó.

Harry le miró enojado.

–¿Qué clase de pregunta es esa? –preguntó a su vez, airado.

–Entonces deja de tontear con Neal. –dijo el licántropo tranquilamente.

–¡No tonteo con Neal! –gritó Harry exasperado.

Ese era un asunto al que ya había puesto llave y candado y desterrado a lasprofundiades de la ignorancia. Tenía que reconocer que en ese momento había dejado aflorar su parte más Slytherin. Pero no se arrepentía.

–Te recuerdo que mi sentido del oído está mucho más desarrollado de lo normal. Puedo oírte perfectamente sin que grites. –dijo con calma Remus– Al igual que el del olfato. –añadió alzando una ceja.

Harry solo bufó, dirigiéndole una mirada algo burlona.

–¡Pues Snape lo tiene crudo contigo!

–No preguntaré. –dijo Remus obviando el comentario– Pero espero que esté ya todo solucionado.

–Lo está. –fue la seca respuesta de Harry.

Remus observó atentamente al joven que quería como a un hijo, pasearse otra vez por el estudio como un león enjaulado.

–Escucha –dijo– ve a Paris y habla con él. Tomaros los dos unos días, sólo para vosotros. Aunque solo sea un fin de semana. Discutid lo que sea que tengáis que discutir con tranquilidad, sin que uno esté pensando en partidos y el otro en recetas de alta cocina. –Remus sonrió– Y si el problema es que Draco no quiere aceptar que toques tu patrimonio… tienes una solución muy fácil al alcance de la mano.

Y su sonrisa se ensanchó.

Después de más de dos meses no pudo evitar sentirse extraño cuando empujó la puerta. Sólo quedaban dos mesas ocupadas y unos comensales ya estaban con el café y los otros pagando la cuenta. Así que no tardarían mucho en cerrar. Cuando Marie le vio dio un pequeño gritito para lanzarse seguidamente a su cuello, sin tener en cuenta el grueso vendaje de su brazo izquierdo.

–Dime que vienes a quedarte, dime que si. –rogó ansiosa.

Harry sonrió, pero negó con la cabeza.

–¿Sabes que no hay quien le aguante desde que tú no estás? –le acusó con un mohín.

Juliette asintió en silencio, con su sonrisa tímida de siempre, mientras recogía los servicios de la mesa que se acababa de desocupar.

–¿Está en la cocina? –preguntó.

–¿Dónde sino? –contestó ella con expresión de obviedad.

Y cuando vio que él se dirigía hacía allí, le detuvo.

–Espera. –dijo con un guiño– Voy a sacar a mi madre de allí primero.

Harry no supo si agradecérselo. No estaba muy seguro de querer enfrentarse a Draco a solas de buenas a primeras. Tal vez alguien más deambulando por la cocina habría ayudado a bajar un poco la tensión que estaba seguro iba a producirse entre los dos. A los pocos segundos aparecía Louanne, seguida de Pierre. Algo más delgada según pudo notar. Alguna nueva dieta de las suyas.

–Virgen santa¿qué te ha pasado? –preguntó tras estrujarle y llenarle de besos.

–No es nada. Una pequeña lesión.

Y de pronto, la certera colleja sin previo aviso.

–¡Aughhh! –se quejó dolorido– ¿Y eso a que viene?

–Por lo que sea que le hayas hecho, –dijo Louanne con una repentina cara de enojo– cuyas consecuencias hemos pagado todos nosotros. –y empezó a empujarle con decisión en dirección a la cocina– Así que entra ahí y arregla lo que sea que tengas que arreglar.

Harry se encontró con la puerta de la cocina en las narices y no se la comió de puro milagro. Agradeció con la mirada a Marie que se llevara a su madre otra vez al comedor. Después respiró hondo y entró.

–Hola Draco.

El aludido se volvió sobresaltado al oír su voz y por unos segundos Harry pudo ver un brillo en sus ojos, que inmediatamente fue sustituido por el autodominio en el que el rubio era maestro.

–No contestabas a mis llamadas, así que decidí venir a comprobar si todavía tenías teléfono. –aclaró Harry.

–¿Qué te ha pasado? –preguntó el rubio volviendo a su tarea.

–Me lesioné. –respondió sin querer entrar en detalles– Voy a estar al menos un par de semanas sin poder jugar. Tal vez menos…

Draco esbozó una sonrisa irónica.

–Así que ese era el único modo de que encontraras tiempo para hacernos una visita.

Harry se mordió la lengua. No iba a discutir, se lo había jurado a Remus y a si mismo. Sólo quería hablar y aclarar las cosas.

–¿Cómo va todo? –preguntó.

–Como siempre. Con la salvedad de que ayer Noah se quemó una mano con aceite hirviendo. No sé que diablos hizo, la verdad. Pero también tiene para un par de semanas.

–¿Es grave?

–Pudo ser peor. –Draco volvió el rostro hacia él nuevamente– ¿Has comido?

Harry negó con la cabeza.

–Me han tenido más de una hora en el Ministerio.

–¿La red floo colapsada otra vez?

–Eso parece.

Draco depositó un plato de pasta en la mesa donde solían comer todos antes de abrir al público y Harry se sentó. No es que tuviera hambre. Por el contrario, dudaba que el nudo que tenía en el estómago le dejar tan siquiera intentarlo. Pero tampoco era cuestión de rechazar el gesto. Empezó a comer en silencio, buscando la manera de abrir la conversación. Draco, que seguía a lo suyo, no se lo estaba poniendo nada fácil.

–¿Por qué no te sientas? –dijo al fin, cansado de ser ignorado– Louanne puede hacer eso después. –apartó el plato casi lleno todavía– Tenemos que hablar.

Draco le dirigió una mirada fría y se sentó frente a él con la misma expresión impasible con la que le había recibido, pero con el corazón golpeando nervioso en su pecho. La idea de que Harry podía estar a punto de decirle que ahora que su mundo volvía a estar en el Quidditch, Neal volvía a ser mucho mejor opción que él, cruzó por su mente de forma dolorosa.

–¿De qué quieres hablar? –preguntó con voz firme.

–De lo que nos está pasando Draco. De porqué yo estoy en Inglaterra y tú sigues en París.

Draco esbozó una sonrisa irónica.

–Ese no es ningún misterio. –dijo con sorna– Tú querías jugar y tu equipo está en Londres. Yo quería seguir con el restaurante y está en París.

–En ningún momento te dije que tuvieras que dejar La Petit Etoile.

–¡No! –bufó Draco a punto de perder su fría calma– ¡Sólo me sugeriste venderla!

–Porque no te avenías a dejarla en manos de Noah y abrir otro en Londres. –dijo Harry procurando no perder la suya.

–No fue culpa de nadie que las cosas no salieran como esperábamos –habló Draco volviendo a retomar su tono moderado– Lo abriremos cuando tengamos dinero para hacerlo. No antes.

Harry empujó con el dedo sus gafas sin necesidad, en aquel gesto tan característico que denotaba que estaba nervioso.

–Tenemos dinero, Draco. –le rectificó– Te he repetido hasta la saciedad que todo lo que tengo es tuyo. –el Slythein resopló molesto– Vamos a ver¿por qué todo lo que sale de La Petit Etoile es de los dos y lo que yo tengo no puede ser tuyo también?

–Porque somos socios y tú has trabajado en La Petit Etoile tanto como yo, por lo tanto te corresponde. Lo demás es cosa tuya. –respondió Draco de forma pragmática.

–¡Oh, Dios! –exclamó Harry masajeando sus sienes con desesperación– No empecemos otra vez con eso¿quieres?

Harry sabía que si seguían por ese camino, iban a acabar en la misma discusión de dos meses antes y eso era lo que quería evitar a toda costa. Y hacer salir a Draco de ese círculo vicioso iba a ser complicado. Pero si quería las cosas difíciles, las tendría, porque iba a ponerle entre la espada y la pared.

–Muy bien –dijo en un tono autoritario poco habitual en él– Tienes quince minutos para ir a casa, cambiarte y llegar a la Torre Eiffiel. Te espero al pie de la taquilla 2.

Dicho eso se levantó y salió de la cocina, casi llevándose por delante a la Sra. Bouchoir, agazapada tras la puerta junto a los demás, intentando oír la conversación que tenía lugar al otro lado.

–Harry no traía muy buena cara. –murmuró Marie.

–¿Cree que es prudente entrar ahora en la cocina? –preguntó Pierre a la Sra. Bouchoir, que no tenía muchas ganas de recibir un rapapolvo del cocinero sin venir a cuento, cosa que sucedía con bastante frecuencia en los últimos tiempos.

Sin embargo, el cocinero les facilitó las cosas abandonando su santuario sin dar explicaciones a nadie.

Harry esperó al pie de la taquilla con el corazón en un puño por más de media hora. Y cuando ya dudaba que Draco hubiera decidido acudir, le vio aparecer avanzando con su porte erguido y elegante, abriéndose paso entre el gentío que llenaba la pequeña plaza.

–¿Y bien? –preguntó alzando una ceja desafiante cuando llegó junto a él.

–Subamos. –contestó Harry, decidiendo pasar por alto ese gesto.

Draco le siguió sin pronunciar una palabra. Permanecieron en silencio prácticamente hasta llegar al último piso, donde contemplaron un encapotado cielo de septiembre, que amenazaba lluvia.

–Bueno¿cuál es el plan? –preguntó por fin Draco sin poder contenerse– ¿Esperar a que llueva y pescar un resfriado?

Sus ojos, que a pesar de su color miel, Harry visualizó tan grises como en ese momento el cielo de París, miraron al moreno denotando una soterrada impaciencia.

–No sé cómo decirte esto. –empezó Harry nervioso.

Draco sostuvo su mirada unos segundos más, para después darse la vuelta y apoyarse en la barandilla con gesto indolente y fingir que el paisaje parisino era mucho más interesante que cualquier otra cosa en el mundo, mientras su corazón pegaba un salto hasta su garganta. Iba a dejarle. Definitivamente iba a hacerlo y no sabía como decírselo. Tal vez por eso le había llevado a un lugar público lleno de muggles, para que no tuviera más remedio que escucharle sin armar un escándalo. En ese momento se sintió sinceramente agradecido por la educación recibida de su familia, que le permitiría afrontar el trance con la suficiente sangre fría, sin darle el gusto de verle hundido. Aunque aquello le destrozara por dentro. Volvió el rostro y encaró con decisión la mirada de Harry, retándole a continuar.

–Verás, estos días que hemos estado separados, no han sido fáciles para mi. –reconoció el moreno– Te he echado mucho de menos.

Harry le miraba con tanta intensidad que Draco pensó que iba a ser bastante difícil mantenerse impasible bajo aquella mirada que conocía tan bien

–Confieso que me sentí dolido por la escasa atención que prestaste a todo el asunto de volver a jugar, pero también admito que no me molesté en averiguar por qué lo hacías.

Draco hizo intención de hablar, pero Harry se lo impidió.

–No, déjame terminar. –pidió, seguro de que si le interrumpía no sería capaz de seguir– Yo quería volver a jugar, Draco. Al menos intentarlo. Me enfadé porque pensé que no me estabas dando la oportunidad de hacerlo. Y reconozco que por conseguirlo, traté de deshacer todo lo que tú amabas para reconstruirlo a mi conveniencia. –Harry tomó aire. No le estaba resultando fácil decir todo aquello– La única excusa que tengo es que no quería separarme de ti. Y sólo trataba de buscar la forma de que siguiéramos juntos sin renunciar a la oportunidad que se me presentaba de nuevo. Siento… siento cada palabra que dije aquella tarde, Draco. Porque olvidé por quién estaba aquí en este momento, quien me había ayudado a seguir adelante y quien había aguantado todas y cada una de mis paranoias durante tanto tiempo, ayudándome a reconstruir mi vida cuando creí que ya no tenía sentido.

–Joder, Potter… –logró decir Draco intentando que su voz no se quebrara– ¿siempre tienes que cargar las culpas del mundo sobre tí?

Sabía que tenía los ojos vidriosos, por lo que siguió dándole la espalda, viendo sin ver el Palais de Chaillot que se erguía ante ellos bastantes metros más abajo. Ya no estaba muy seguro de lo que Harry pretendía. Lo último que había esperado era que se arrastrara y se humillara de aquella forma, logrando hacerle sentir más culpable de lo que reconocía que él también era. Draco sabía perfectamente que no le había prestado ni la atención ni el apoyo necesario cuando Harry se lo había pedido, dándole largas para evitar participar en una decisión que temía y que le había dejado tomar a él solo para así, muy Slytherin de su parte, poder recriminarle más adelante el no haber participado en ella. Tenía un nudo en la garganta, que todavía le impedía entonar su propia mea culpa, pero de momento no estaba dispuesto a permitirle ver ningún signo de debilidad. O eso pensaba él. Vio los brazos de Harry posarse en la barandilla, dejándole encerrado entre ellos y su cuerpo. Olió su fragancia cuando se acercó tanto como para hablarle junto al oído, haciendo que un escalofrío le recorriera de arriba abajo.

–Cuando vuelva Londres les diré que renuncio. Sólo tengo que darles tiempo para que encuentren a otro buscador.

Draco se volvió con una repentina furia hacia él, chocando con su cuerpo, quedando atrapado entre sus brazos. ¿Estaba intentando hacerle sentir culpable por tener que tomar esa decisión¿Cómo había hecho con él dejándole irse sin haberle ayudado a decidir¡Se suponía que el Slytherin era él y no Harry!

–¡No te atrevas a hacer semejante ridiculez! –dijo en un tono mucho más alto del que pretendía.

Un matrimonio de mediana edad que estaban justo al lado de ellos les miraron con mala cara y dos jovencitas no mucho más lejos empezaron a prestarles atención. No todos los días se veía a dos jóvenes tan atractivos en una actitud tan curiosa. Y no pudieron evitar dejar escapar una risita nerviosa cuando el joven moreno de las gafas tomó entre sus manos el rostro del otro joven y le plantó el beso más apasionado que jamás habían visto entre dos hombres. Bueno, de hecho el primero que veían entre dos hombres. El matrimonio de mediana edad se alejó de allí mirándoles con desprecio, murmurando cosas sobre descaro y actitudes vergonzosas.

E–stamos dando el espectáculo. –le advirtió Draco, sin que a pesar de todo hiciera nada por deshacerse del abrazo de su pareja– Y por lo que puedo recordar, es algo que te desagrada profundamente.

–Te lo debía. –dijo Harry por toda explicación.

Draco sonrió, algo más relajado. Había deseado tanto ese momento que, por él, Harry podía seguir pagando su deuda un rato más.

–¿Por qué no continuamos esta conversación en otro lugar? –sugirió.

–Porque todavía no he terminado de decirte todo lo que quiero decir.

Draco no pudo evitar volver a ponerse en tensión al notar el nerviosismo en la voz de Harry. No podía ser que después de todo, ahora fuera a decirle que… no, Harry jamás haría eso. No le hubiera llevado hasta allí para expresarle cuanto sentía todo lo que había pasado, besarle hasta dejarle sin aliento, para después clavarle la puñalada trapera de decirle que le dejaba por ese bastardo de bateador. No era su estilo. Sin embargo, notó que su corazón se aceleraba y que una molesta sensación de sequedad aparecía en su boca. Decidió que esta vez no podría aguantar su mirada, porque no estaba seguro de poder devolver la legendaria frialdad Malfoy en la suya. Sintió el pecho en que apoyaba su cabeza tomar aire y él esperó casi sin respirar sus palabras.

–Te amo Draco. Nunca he amado a nadie como a ti, ni podré amar a ningún otro. Quiero compartir cada día de mi vida contigo. Quiero verte despertar junto a mí. Necesito tenerte a mi lado para que me des la fuerza que necesito para seguir adelante. Quiero amarte… –Harry sonrió–…y pelearme contigo si no hay más remedio. Sin ti mi vida no tiene sentido, amor. Nadie, absolutamente nadie es capaz de llenar el vacío que tú dejas cuando no estás. –después tragó saliva con fuerza– Así que… si tu sientes algo parecido por mí… me gustaría que consideraras la posibilidad de… de celebrar una ceremonia de enlace.

Draco se había quedado sin palabras. Sus manos se cerraban con fuerza sobre la cazadora de Harry, estrujándola sin darse apenas cuenta. Daba gracias a la barandilla tras su espalda y a los brazos que todavía le rodeaban, porque sentía que el suelo había desaparecido bajo sus pies. Cerró los ojos unos instantes, con la sensación de que París giraba a su alrededor.

–Verás, he pensado en una ceremonia de enlace, porque un simple matrimonio iba a crearnos muchas dificultades. –trató de explicar Harry, más inquieto todavía ante la falta de reacción de Draco– Legalmente, tú no puedes utilizar tu nombre sin que descubran quien eres. –esbozó una sonrisa nerviosa– Aunque en ese caso podrías pedir el divorcio si un día decidieras librarte de mí. –sintió como Draco temblaba levemente entre sus brazos y se dio ánimos para continuar– Sin embargo, un enlace nos uniría a través de nuestras magias, con la salvedad de que sería para siempre. Además, me proporciona la posibilidad de seguir protegiéndote como hasta ahora, porque podría mantener la máscara mágica que cree para Philippe Masson. Si algún día todo se solucionara, solo tendría que deshacerla y Draco Malfoy seguiría tan enlazado a mí como Phillipe, con todas las obligaciones y derechos que él tenía. En realidad no cambiaría nada, … salvo que podrías volver a mostrar tu aspecto real en público…

Draco siguió abrazado a él, ahora con el rostro escondido sobre su pecho, sin que Harry pudiera averiguar lo que sentía con respecto a todo lo que él estaba diciendo. Aquella falta de respuesta le estaba matando. Pero se obligó a seguir con la parte que todavía faltaba por explicar.

–Hay otro aspecto que diferencia el enlace del matrimonio. –casi tartamudeó.

Ahora estaba seguro de que Draco SI iba a reaccionar y estaba preparado para que le mandara a tomar viento de un momento a otro.

–En un matrimonio, podríamos decidir que apellido prevalece sobre el otro y te juro Draco que no me importaría ser el Sr. Malfoy, créeme. Pero un enlace se rige por otras normas. –tomó aire nuevamente– En primer lugar, el apellido del mago de mayor edad prevalece sobre el de menor edad. En nuestro caso, tenemos la misma y la diferencia de dos meses a mi favor no es determinante. Por lo que hay que recurrir al segundo requerimiento, que es el poder mágico de los enlazantes y… bueno… en definitiva… –titubeó– …que si aceptaras tendrías que ser el Sr. Potter para el resto de tu vida.

Ya estaba dicho. Ahora solo cabía esperar que Draco no alargara más su agonía y respondiera, aunque fuera para preguntarle si se había vuelto loco. Sin embargo, su compañero permanecía quieto entre sus brazos, escondiendo todavía el rostro en su pecho, y notó por primera vez que en esa parte su camisa se sentía algo húmeda.

–¡Dios, Draco, dime algo! –imploró susurrando, al borde de un ataque de ansiedad– ¡Que si, que no, que lo pensarás¡Que me he vuelto loco¡Algo!

Levantó entonces Draco el rostro, y le dirigió una mirada aguada, la bronceada piel de Philippe surcada por una pequeña lluvia de lágrimas, que a Harry le pareció una de las imágenes más tiernas que jamás hubiera visto de su pareja.

–Odio que me hagas esto. –dijo al fin Draco muy bajito– Es la segunda vez que consigues hacerme llorar y no voy a perdonártelo.

Se irguió después entre sus brazos, separándose algo de Harry para poder dirigirle una mirada desafiante y orgullosa.

–Y voy a asegurarme que pagues por ello cada día de tu vida, Potter.

Durante unos segundos Draco pudo ver como la mirada de Harry se hundía, invadida por una profunda decepción.

–Porque no dejaré que ames a nadie que no sea yo. Porque es imposible que nadie pueda amarte como yo lo hago. Porque cada mañana me encontrarás a tu lado, para recordarte todo lo que significas para mí. Porque jamás permitiré que compartas tu vida con otro que no sea yo. Porque vas a tener que amarme y pelearte conmigo, no lo dudes, hasta el último día de tu vida. Y si alguna vez te ha preocupado que yo no sintiera todo esto por ti, es que eres un completo imbécil que no merece que un Malfoy lleve tu apellido.

Harry le estaba mirando con aquella intensa devoción que Draco siempre veía en sus ojos cada vez que hacían el amor.

–Vámonos de aquí o no respondo. –le susurró con voz ronca.

Y buscaron un rincón discreto desde el que pudieran aparecer en su apartamento. Una sonrisa divertida iluminaba el rostro de Draco antes de desaparecer, muriéndose por contemplar la cara que pondría Harry cuando viera su equipaje preparado encima de la cama, listo para irse a Londres al día siguiente.

Como cada mañana, la invasión de lechuzas asoló el Gran Comedor de Hogwarts. Una lechuza blanca voló directamente a la mesa de Profesores y aterrizó delicadamente en el brazo que Remus extendió al reconocerla. Desenrolló el pequeño papel que el ave llevaba en su pata y lo leyó bajo la también expectante mirada de Severus. Después se lo alargó a su compañero con una emocionada sonrisa. Severus lo tomó en sus manos para leer las únicas tres palabras que contenía aquel escueto mensaje: DRACO DIJO SI