Disclaimer: Los personajes no son míos. Sólo lo que he aportado de mi propia cosecha. Tampoco recibo a cambio retribución algunas más que vuestros reviews.

Advertencia: Esta historia es slash y contendrá lemmon. Si no os gustan este tipo de narraciones, no hace falta que sigáis.

Harry intenta dejar atrás su pasado con el Quidditch. Draco ha atravesado experiencias traumáticas y todavía es buscado y perseguido. Cuando la vida les ponga frente a frente de nuevo, tendrás que aprender a convivir.

Reviews

Alexee.- Si, más vale irse a trabajar con una sonrisa¿verdad? Muchas veces ya nos la quitan tan solo llegar. Besos.

Ladyelithabethblack.- Me alegro de que te haya gustado este capítulo tan... como lo diría... dulzón. Casi se me pegan los dedos a las teclas de tanto azúcar. ¡En fin! Tiene que haber de todo un poco¿verdad? Besos.

Undomiel de Vil.- Bueno, como verás por el capítulo que sigue, lo mío no son las ceremonias de enlace. Lo siento por las que esperaban una gran boda... Si, ya sé que queréis felicidad. Pero no creo poder asegurártela a partir de ahora. Por cierto, no me mandes maldiciones. Seguiré escribiendo igual, je, je... Besos.

Snuffle's girl.- Gracias guapa. No veo porque no pueden ser felices para siempre los dos juntos... en algún momento. Pero de momento no voy a prometer finales que no sé si voy a escribir, je, je. Besos.

Jade.- Tienes toda la razón. Sin crisis no hay progreso... ni reconciliaciones deliciosas. Gracias por leer. Besos.

Mirels.- Pues mira, ya sabes de mi. Espero que este capítulo te guste tanto o más que el anterior. Besos.

Audrey-ludlow.- Si, yo también necesito un tío que diga esas cosas. Tengo uno, si, pero no las dice. Que le voy a hacer. La felicidad nunca es completa. Y no, Draco no se va a enterar nunca de lo que pasó. Entre otras cosas, porque si lees entre líneas en el capítulo anterior mientras Harry habla con Remus y éste le acusa de tontear con Neal, él piensa que "a ese asunto ya había puesto llave y candado y desterrado a las tinieblas de la ignorancia". Eso reina mía, era un obliate como la copa de un pino, que el bueno de nuestro Gryffindor, muy Slytherin él, le había mandado al desmandado de Neal en previsión de futuros problemas. Y por cierto, mientras tú sigas dándome las gracias por escribir, cosa que hago muy a gusto, yo te las daré por leer. Así que gracias por seguir leyendo. Besos.

Serendipity.- Hola guapa. Me alegro de leerte por aquí otra vez. Y espero leerte pronto a ti también. Bueno, a partir de ahora tómatelo con calma, porque puede darte más de un ataque y no queremos eso ¿verdad? Así que relájate y tómatelo con filosofía. Leas lo que leas, piensa que lo solucionaré... en un momento u otro, je, je. Me alegro mucho de que estés por aquí otra vez, de verdad. Besitos.

Diabolik.- Me alegro de que te gustara, el arreglo. También espero que disfrutes con el capítulo de hoy. Besos.

JuliaSakura.- No, no tengo previsto que Draco se entere nunca de lo que ha pasado por culpa de un firewhisy de más. Y como ya le he comentado a Audrey, si lees entre líneas en el capítulo anterior mientras Harry habla con Remus y éste le acusa de tontear con Neal y él piensa que "a ese asunto ya había puesto llave y candado y desterrado a las tinieblas de la ignorancia", eso querida mía, era un obliate como la copa de un pino, que el bueno de nuestro Gryffindor, muy Slytherin él, le había mandado al desmandado de Neal en previsión de futuros problemas. Por lo tanto, Neal no se acuerda del episodio de las duchas y evidentemente Harry no va a hacerlo público, je, je. Besitos.

Gaby.- Bueno, en realidad si Harry, dejémoslo en medio engañó, a Draco también fue culpa del rubito. Espero que también disfrutes de este capítulo. Besos.

Akatsuki-Itachi.- Pues me alegro de que por fin te decidieras. En cuanto a si Draco se enterará algún día, lee un poco más arriba la respuesta a JuliaSakura y verás porque Draco nunca se enterará. Y no, siento decirte que todavía no están bien de una vez por todas. A partir del capítulo siguiente, no el de hoy, la cosa se va a complicar un poquillo... pero no adelantemos acontecimientos. Gracias por leer. Besos.

Gata89.- Pues en realidad no sé si Draco sería mayor o no. No tengo ni idea. Leía una vez, no se dónde, que el cumpleaños de Draco era en Septiembre. Pero tampoco sé si es verdad. Sencillamente he aprovechado ese dato. De todas formas, no es muy relevante. Gracias por leer. Besos.

Carito Black.- Si hiciera caso de todas las maldiciones y cruciatus que me habéis mandado o querido mandar, ya no habría historia... porque la autora habría estirado la pata, je, je... Bueno de todas formas, te ruego te reprimas si quieres que termine con este fic, porque a partir del próximo capítulo las cosas van a empezar a ponerse, digamos, feas. Y si a los tuyos uno los de todas las demás, pues no sé como voy a sobrevivir¡pobre de mí! Gracias por seguir leyendo. Besos.

Aclaración para todo el mundo: DRACO NUNCA VA A SABER DEL DESLIZ DE HARRY¿VALE? Pues vale.

Otra aclaración sobre el Mortífago que se hace pasar por Draco: TODAS LE CONOCÉIS. Y desde hace bastantes capítulos. Así que ya podéis ir elucubrando...

Aclarados estos dos puntos, espero que disfrutéis del capítulo.

CAPITULO XX

Miel y Hiel

Cuando aquel sábado por la mañana Draco llegó a su casa de Epson, encontró la nota y el pase para el partido. Suspiró. Había esperado que Harry jugara al día siguiente domingo, porque venía con una sola idea en la cabeza: clavarle en la cama tan pronto le pusiera la vista encima. Aun y en vísperas de partido. Había sido su primera separación larga después de tres meses y durante ese tiempo, verdaderamente le había encontrado la utilidad al móvil que le había regalado Harry, gemelo del que su ahora esposo jamás se separaba. Nunca hubiera creído que fuera capaz de susurrar tantas palabras subidas de tono por aquel pequeño aparatito muggle. Dejó la bolsa de viaje en la habitación y sonrió al ver la foto mágica que descansaba sobre la pequeña mesa camilla de la habitación y que ahora formaba parte del reducido grupo de recuerdos que ambos tenían de sus respectivas familias: la foto de los padres de Harry con él cuando debía tener nueve o diez meses, la de su madre con él mismo en brazos cuando no debía tener más de tres y la de su enlace, donde Harry y él sonreían a la cámara bajo una lenta lluvia de pétalos de rosa que les habían lanzado sus amigos y después se besaban. Hizo rodar el anillo de oro blanco que llevaba en el dedo anular de su mano izquierda, sin poder evitar la sensación de sublime tontería que todavía le afectaba después de tres meses. Se tumbó en la cama y suspiró con la sonrisa aún en los labios. Había sido todo tan... perfecto. Toda su vida volvía a ser perfecta. Después de la sorpresiva declaración de enlace de Harry, habían aparecido en su apartamento y no lo habían abandonado hasta tres días después, para desesperación de La Petit Etoile en pleno. Noah hizo lo que pudo con una sola mano, ayudado por la Sra. Bouchoir, que no se cansó de llamar a su apartamento a todas horas, sin obtener ninguna respuesta. Incluso trató de entrar con su llave maestra, pero no pudo. Inexplicablemente la llave no encajaba en la cerradura. Por primera vez, a Draco le importó un pimiento lo que estuviera pasando en su cocina, demasiado ocupado con lo que estaba pasando en su cama. La mañana del tercer día habían aparecido los dos tan campantes, eso sí, con unas ojeras dignas del mejor muerto viviente. Pero con tal sonrisa de felicidad en los labios y la expresión de estar subidos en una nube y no querer bajarse, que a ninguno de sus empleados se le ocurrió hacer comentario alguno. Ni tan siquiera Louanne preguntó. Sólo dos días antes de que volvieran a Inglaterra, la habían invitado junto a Marie a su apartamento y les habían dicho que iban a casarse, para no complicarles la vida con otros términos, y que en un par de días se irían a Londres para arreglar algunas cosas. Pero que volverían, porque querían celebrar la ceremonia en París, y que si prometían ser discretas, bajo amenaza de borrado inmediato de memoria, estaban invitadas. La Sra. Bouchoir casi se desmaya de la emoción. La lista de invitados no fue muy extensa: Severus, Remus, todos los Weasleys con sus respectivas parejas, los miembros de la Orden que no eran Weasleys y que estaban al tanto de la verdadera identidad de Philipee Masson, y también Neville y Luna, que no eran miembros activos pero si colaboradores. Y por supuesto Matt, a quien Draco jamás podría agradecer lo suficiente todo lo que había hecho por él. La elección de los padrinos fue fácil: Remus y Severus. Pero necesitaban cuatro testigos por parte de cada uno y eso creyeron que iba a ser un poco más complicado. Al menos por lo que se refería a Draco. Nada más lejos de la verdad. Ron y Hermione, por supuesto lo fueron por parte de Harry, junto a Charlie y Ginny. Inmediatamente Bill y Fleur se habían ofrecido para ser los de Draco y para sorpresa del rubio, Neville y Luna no tuvieron inconveniente en unirse a ellos. Nunca hubo duda sobre donde se celebraría el banquete. La Petite Etoile fue invadida por unos cuantos elfos capitaneados por Dobby un par de días antes, bajo la supervisión del cocinero titular, por supuesto, que trabajaron sin descanso esas dos noches siguiendo las instrucciones de Draco para la preparación de la cena que ofrecieron a sus invitados. La ceremonia se celebró finalmente en un bateau-chapelle, expreso deseo de Draco, quien había vuelto loco a Harry durante días hasta que éste logró encontrar el barco adecuado, hechizarlo (capitán incluido), transformarlo según sus necesidades, en lo que tuvo que agradecer la inestimable ayuda del Profesor Flitwick y así cumplir el capricho de su amado rubio de enlazarse al atardecer surcando las tranquilas aguas del Sena. Lo único que había entrañado cierta dificultad al principio, había sido dar con el celebrante adecuado. Era complicado encontrar a un mago con poderes para celebrar enlaces sin ir a parar al Ministerio, inglés o francés, tanto daba. Pero entonces el enlace de Harry Potter no hubiera tardado en aparecer en la portada de todos los periódicos. Y eso era lo último que deseaban. Así que el camino les llevaba irremediablemente hacia una sola persona: Albus Dumbledore. Como miembro del Wizangamot, tenía esas atribuciones y como cabeza de la Orden, la discreción necesaria. Así que Harry claudicó. Y Draco sospechaba que ese día el moreno había hecho las paces con el anciano. O al menos habían llegado a alguna especie de entendimiento. Y también para Draco ese había sido el día en que todas las barreras se habían derrumbado. O tal vez las hubiera derrumbado él, ya no estaba muy seguro. Harry le había gritado al pequeño mundo que les rodeaba que le amaba y que quería compartir su vida con un Malfoy hasta el fin de sus días, uniéndose a él para siempre. Y ese pequeño mundo había escuchado y entendido por fin.

Draco se desperezó y miró su reloj muggle. Quería llegar con tiempo. Una vez en el estadio, se dirigió sin prisas a la tribuna reservada para los familiares de los jugadores, devolviendo a su paso el saludo a algunos rostros vagamente conocidos. El entrenador y su ayudante fueron los primeros en saltar al campo. Draco no pudo evitar fruncir el ceño, siguiendo con la mirada la figura de la ex pareja de su esposo. No le había hecho ninguna gracia saber que ese bateador estaba otra vez en el equipo, aunque fuera como ayudante de Berton. Ambos se habían saludado con bastante frialdad después del primer partido al que Draco había asistido, de vuelta a Londres. Después se habían cruzado en un par de ocasiones, pero no se habían dirigido la palabra. Dejó de prestarle atención cuando el equipo salió al campo entre los gritos de la afición. Vio como Harry dirigía su mirada hacia la tribuna, buscándole y como sonreía al localizarle. Sin embargo, ninguno de los dos hizo ningún gesto. Draco solía ser bastante frío en público y saludarle con la mano estaba fuera de toda opción. Tampoco Harry podía permitirse el lujo de hacerlo sin levantar toda clase de murmuraciones sobre a quien estaría saludando Harry Potter. El partido fue reñido, y sin lugar a dudas lo más destacable, las prisas que parecía tener el buscador de los Chudley Cannons por acabarlo, contando con el total apoyo de un joven moreno de ojos color miel sentado en la segunda tribuna.

–¿Cómo va todo? –dijo una voz conocida a sus espaldas, unos veinte minutos después.

–Hola Matt –saludó Draco, contento de verle– Todo bien, gracias.

–¿Cuándo has llegado?

–Esta mañana. –respondió– Creí que jugaban el domingo.

–Tuvieron que adelantarlo. Los otros tienen un partido aplazado pendiente de jugar y el comité de competición decidió que lo harían mañana. Así que adelantaron el nuestro. Para disgusto de Berton, debo decir. –añadió Matt alzando las cejas en un gesto de entendimiento– ¿Cuánto llevabas fuera?

–Casi un mes –dijo Draco con un suspiro, sin perder de vista las evoluciones de su pareja en el aire– Tuve que arreglar algunas cosas.

Y antes de poder continuar, su voz se unió al grito unánime que emitió todo el estadio cuando una bludger, que se dirigía directamente a la cabeza del buscador de los Cannons, fue evitada hábilmente por éste, pero impactó en uno de sus bateadores que perdió el equilibrio y se quedó colgado de su escoba sujeto tan solo por una mano. Sus compañeros volaron rápidamente a auxiliarle.

–¡Dioses! Cada vez me gusta menos este juego –exclamó mientras volvía a sentarse con el corazón todavía desbocado. Por unos segundos había visto la cabeza de Harry partirse en dos bajo el impacto de la bludger.

–¿No jugaste nunca en el colegio? –preguntó Matt, dándole unos golpecitos en la espalda, sentándose también.

–¿Bromeas? También fui buscador y el capitán de mi equipo. –dijo con orgullo– Y hubiera dado lo que fuera por tirar a ese tipo de su escoba en esos días si hubiera podido. –añadió después con una sonrisa irónica.

Matt soltó una carcajada.

–¡Lo que hubiera dado por veros!

–Agradece no habernos visto –respondió Draco con sinceridad.

–¿Qué ibas a contarme, antes? –inquirió Matt.

–Oh, –dijo él recordando– le he prometido a Harry concentrarme en buscar un local aquí en Londres. Así que le hemos dado poderes a Marie para que lleve el restaurante en nuestro nombre. Ya sabes, presentar la contabilidad trimestral, pagar impuestos, a los proveedores o cualquier otra gestión que no tenga que ver con la cocina. Pero me dejaré caer por allí de vez en cuando. –acabó con un pequeño suspiro.

–Y te ha costado soltarlo¿verdad? –dijo Matt con una sonrisa comprensiva.

–Si –reconoció Draco muy a su pesar.

Sin embargo, volver a estar separados durante tanto tiempo no entraba en los planes de ninguno de los dos y Draco había dado por fin su brazo a torcer. Reconocía que Harry había sido muy hábil. Sabía de sobras que no le permitiría renunciar. No había duda de que el moreno podía ser mejor serpiente que él cuando se lo proponía. Los gritos del público en esos momentos eran ensordecedores y por unos momentos Draco se sintió transportado a Hogwarts, durante uno de aquellos reñidos partidos Slytherin/Gryffindor, en los que todas las casas se desgañitaban gritando todo lo que daban sus pulmones. En realidad no había vivido mucho del ambiente del Quidditch profesional la vez anterior Al principio, por mantenerse oculto y porque ellos dos no se llevaban. Después, aparentemente para evitar poner más cizaña en la relación que Harry mantenía con aquel tipo. Aunque en realidad fuera porque no le apetecía en absoluto verles juntos. Y al final, bueno, al final Harry había acabado haciendo de todo menos jugar al Quidditch, terminando en aquella decisión de abandonarlo todo. El presente le había descubierto que no era fácil convivir con un jugador. Ahora tenía que vigilar las calorías de todo lo que cocinaba, para que Harry se mantuviera en su peso. Cada dos semanas les tocaba jugar en el estadio del equipo rival, lo que conllevaba que su esposo se ausentara todo el fin de semana. Y cuando jugaban en casa, nada de placenteras pero extenuantes sesiones de sexo hasta que el cuerpo no diera para más. El buscador no podía agotarse en otra cosa que no fuera entrenar y jugar para atrapar la snitch. Pero lo que peor llevaba, lo que sin duda le sacaba de quicio y le hacía soltar tacos por lo bajini y reprimirse las ganas de mandar algún que otro hechizo mal intencionado era el soportar a los estúpidos seguidores del equipo. Mejor dicho, a los babosos admiradores de Harry. ¿Por qué no podían conformarse con un autógrafo como cualquier fan normal¿Por qué tenían que TOCARLE, ABRAZARLE o incluso intentar BESARLE?

–¡Vaya! A eso le llamo yo rapidez- –dijo el mediago aplaudiendo entusiasmado, sacando a Draco de sus pensamientos, mientras el estadio se venía abajo con el clamor de los seguidores de los Cannons. Su buscador acababa de atrapar la snitch– Creo que tiene prisa por verte. –le dijo con un guiño.

Draco no pudo evitar esbozar una sonrisa de complacencia.

–Mientras dan unas cuantas vueltas y saludan tienes tiempo de bajar al vestuario y esperarle –le propuso Matt.

Draco no se lo hizo repetir dos veces. Siguió al medimago hasta los vestuarios, mientras éste respondía divertido a sus preguntas de cómo podían salir del estadio sin ser vistos, ya que solo se podía aparecer en la zona habilitada para ello, frente a la puerta de acceso de las instalaciones. Al entrar, no reparó en el joven que se afanaba en doblar toallas sentado en uno de los bancos del amplio vestuario.

–Por cierto, todavía no te he agradecido que alimentases a este viejo completamente gratis todos esos días que me quedé en París. –mencionó Matt– Ya se lo he dicho a Harry.

–Tu jamás pagarás lo que está mano puede hacer gracias a ti, Matt –dijo Draco pasando el brazo por sus hombros en un gesto de agradecimiento– Y cuando abramos el restaurante aquí, tendrás una mesa especialmente reservada para ti hasta...

–¿Hasta que la palme? –le interrumpió el medimago con una carcajada.

En ese momento el joven sentado en el banco volvió el rostro hacia ellos. Draco se quedó clavado, como si le hubieran petrificado y la risa se perdió en su garganta.

–Es mi sobrino. –le presentó Matt– Ven Terry, ven a conocer al esposo de Harry.

El joven se levantó a toda prisa, derrumbando parte del montón de toallas que había estado doblando Este incidente pareció aturdirle bastante, hasta el punto que parecía que iba a echarse a llorar.

–No pasa nada, Terry. – le consoló su tío – No te preocupes, yo te ayudaré.

Matt y Draco recogieron las toallas y volvieron a doblarlas para dejarlas dispuestas encima del banco otra vez, con la torpe ayuda del joven. Draco no podía apartar los ojos de él y Matt malinterpretó su mirada.

–Terry no está bien –aclaró– Tiene casi vintiseis años, pero la mentalidad de un niño de diez.

–¿Qué pasó? –peguntó Draco, sin estar muy seguro de querer saber la respuesta.

Matt guardó un breve silencio y miró a Draco con la absoluta seguridad de que si alguien podía entenderlo era alguien que como él, provenía de una familia de magos oscuros.

–El chico estaba ya en este estado cuando mi hermana me lo trajo, a escondidas de su marido –explicó Matt con rabia– No sé cuanto tiempo llevaría en esta situación, pero desde luego ya era demasiado tarde para poder hacer nada contra las consecuencias de las maldiciones del degenerado de su padre. Aunque pude recuperar algo su brazo izquierdo. Tenía el hombro completamente destrozado, pero ahora puede al menos moverlo, aunque no alzarlo demasiado. Vive conmigo desde entonces.

Draco observó con un doloroso sentimiento de culpabilidad al joven. Terry les sonreía con expresión bobalicona e inocente, mientras ahora distribuía con sumo cuidado las toallas junto con las botellas de agua en las casillas de cada jugador.

–Entiendo –fue lo único que dijo Draco.

–Le encanta venir aquí. –siguió explicando su tío– Le encomendamos tareas sencillas, que le ayudan a entretenerse y el chico se siente feliz. Además, eso me permite tenerlo conmigo. No puedo dejarle solo mucho tiempo.

–Nunca le vi cuando íbamos a tu casa –dijo haciendo un ligero movimiento inconsciente con su mano.

–Porque entonces todavía no estaba conmigo. –dijo Mat con pesar.

Draco sentía un nudo en el estómago. Se preguntó cuanto tiempo habría pasado desde que el degenerado de McNair le hiciera aquello a su hijo, hasta que la madre del joven decidiera o pudiera entregárselo a su hermano. También se preguntó cómo se lo tomaría Matt si supiera que él era el culpable del castigo que había recibido su sobrino por dejarle escapar.

–Supongo que es irreversible –dijo con un deje de tristeza en su voz.

–Si, lo es... Terry, Harry no necesita dos botellas. Una es suficiente, ya los sabes –el joven sonrió avergonzado– Siente adoración por Harry –explicó Matt dirigiéndose nuevamente a Draco– Y es de agradecer la paciencia que tiene con él, porque a veces puede ser muy pesado...

El ruido de pasos, y griterío acercándose a la puerta interrumpió al medimago. Cogió a Draco del brazo y le introdujo en la enfermería.

–Será mejor que Berton no te vea. Por lo que vi la última vez, no seguís en muy buenas relaciones –Draco hizo una mueca, dejando entrever lo que pensaba del entrenador y guardándose lo que pensaba del ayudante– Sólo serán diez minutos. –Y cerró la puerta.

Los jugadores irrumpieron en el vestuario con gran alboroto.

–¡Ten más cuidado la próxima vez! Por poco me sacas un ojo con el mango de la escoba! –decía uno.

–Pues no te pongas en mi camino cuando estoy a punto de batear –contestó el aludido.

–Al menos yo no me quedo colgando de la escoba como si estuviera en el circo.

–¿Y a ti que mosca te ha picado hoy, Harry¡Ni que te persiguiera una banshee!

–¿Cuántos puntos llevamos ahora de ventaja? –preguntó alguien.

–Hablando de puntos... –intervino otro de los bateadores– Espero que en el próximo partido me dejes marcar unos cuantos más, Harry. Tanto entusiasmo en atrapar la snitch acaba con la moral de cualquiera. –dijo su compañero revolviéndole el pelo, a sabiendas de que eso le molestaba.

–Deja en paz mi pelo, Stu. Hoy me había peinado. –contestó Harry con sarcasmo, arrancando algunas carcajadas a su alrededor.

Estaba a medio desvestir cuando vio la seña de Matt en dirección a la puerta de la enfermería. Sus ojos se iluminaron con entendimiento y se encaminó con todo el disimulo del que fue capaz hacia allí, deslizándose silenciosamente por la puerta.

Fue recibido por unos brazos ansiosos y unos labios que no perdieron tiempo en devorar los suyos.

–Maldita sea, Harry¿por qué vienes medio desnudo? –gimió Draco acariciando la piel sudada de su espalda.

Harry soltó una pequeña carcajada, intentando desprenderse del apretado abrazo de su esposo.

–Te he echado de menos –susurró Draco, no muy dispuesto a dejarle escapar.

–También yo. –se debatía en seguir aceptando las cada vez más urgentes caricias de su pareja o detenerle y tomar la ducha que necesitaba– Estoy sudado, Draco. Necesito una buena ducha. –esgrimió al fin, algo incómodo.

–No me importa –Draco ya no podía esperar– Uno rápido. –jadeó.

–Mmmmm... Matt va a matarnos... –gimió perdiendo a pesar de todo sus pantalones, que quedaron colgando por encima de las rodilleras, al no poder deslizarse más abajo.

El cuerpo de Harry volvía a estar duro como una roca. Las gotitas de sudor se escurrían por su espalda como una pequeña lluvia dorada, deslizándose sinuosas allí donde ésta perdía el nombre. Draco separó los resbaladizos montículos que en esos momentos eran sus nalgas y se introdujo en él aprovechando aquel lubricante natural que su piel destilaba. No iba a durar mucho. Estaba demasiado excitado. Buscó el pene de su compañero, que apoyado contra la pared recibía sus embestidas tratando de no gritar su propia excitación. Las paredes de la enfermería no eran demasiado gruesas y al otro lado había un montón de jugadores. Y Harry no era precisamente discreto en esas circunstancias. Así que Draco acabó metiendo la manga de la camisa en su boca y Harry le regaló una bonita muestra de su dentadura, nítidamente marcada en su brazo.

–Eso te pasa por impaciente –sonrió divertido, viendo como Draco contemplaba dolorido su brazo– Voy a ducharme. No tardaré ni diez minutos. Te lo prometo.

–Cinco o entraré a buscarte –amenazó Draco con una sonrisa que era toda una promesa– Esto solo ha sido el precalentamiento.

Harry se deslizó por la puerta mientras le mandaba un provocador beso. Draco decidió esperarle en el pasillo. La posibilidad de volver a ver a Terry en aquel estado le revolvía el estómago al tiempo que la sensación de culpa volvía a él con intensidad. Así que salió discretamente aprovechando el barullo reinante y la complicidad de Matt. Aún desde allí le llegaron los gritos, risas y la voz de alguien que cantaba en el tono más desafinado que jamás hubiera oído, seguido del abucheo de sus compañeros. Llevaba apenas tres minutos apoyado en la pared, perdido en sus pensamientos, cuando oyó el griterío. Rodó sus ojos en dirección a la puerta que daba acceso al corredor, preguntándose si tendría que enfrentarse nuevamente a un enjambre de jovencitas y jovencitos histéricos, y no tan jovencitos, frenéticos por conseguir tocar a sus ídolos. La última vez que había tenido que salir por piernas con Harry no había sido nada divertido. Y él no estaba para perder el tiempo. Deseaba llegar cuanto antes a casa y proseguir con más tranquilidad y dedicación lo que habían empezado en la enfermería. Volvió a dirigir su mirada hacia la puerta, abandonando en un gesto inconsciente la postura relajada de su cuerpo contra la pared. Su mano se dirigió al interior de su cazadora, donde guardaba la varita. Aquellos gritos eran histéricos, si, pero ahora reconocía el terror en ellos, no las ansias de conseguir un autógrafo. Ya tenía su varita en la mano, expectante, la vista fija en la puerta al final del corredor, cuando ésta voló por los aires y entre el humo aparecieron las negras figuras con máscaras blancas que avanzaron con decisión en su dirección. No, no era posible. ¿Aquella pesadilla no iba a terminar nunca? Draco maldijo mentalmente mientras empujaba la puerta de la enfermería y tras poner un hechizo desilusionador en la misma, entraba por la otra puerta al vestuario, para encontrarse con el desolador panorama de hombres casi en cueros, desprevenidos y seguramente incapaces de utilizar su varita para otra cosa que no fuera acomodar sus cosas dentro de sus bolsas de deporte. La mayoría interrumpió sus alegres conversaciones para observar al joven que acababa de irrumpir en el vestuario con semblante preocupado y una varita en la mano.

–Mortífagos, Harry. –fue todo lo que dijo.

En aquel momento el silencio en el vestuario se hubiera podido cortar. Apenas pronunciadas aquellas palabras, vio que su pareja ya tenía su varita en la mano y que la expresión de su rostro se había vuelto indescifrable.

–Matt, Terry y tú encerraros en la enfermería –dijo con serenidad, pero en el tono más frío que jamás aquel vestuario le hubiera oído pronunciar– El que tenga aquí su varita y se vea capaz de utilizarla, detrás de mí. Los demás a la enfermería con Matt o manteneos a cubierto donde podáis.

Se había situado al lado de Draco y ambos enfrentaban la puerta, preparados para cuando ésta volara.

–Harry, solo llevas una toalla –le advirtió Draco.

–Lo sé. No te preocupes, no se caerá.

Draco dirigió una rápida mirada a su espalda. La mayoría de los jugadores estaban detrás de ellos empuñando sus varitas, y por lo que pudo leer en sus rostros, con más miedo que otra cosa. Sólo uno llevaba sus pantalones puestos. Si la situación hubiera sido otra, se hubiera reído con ganas. El ruido de los intentos de derribar la puerta desde el exterior devolvió su atención al frente.

–¿Has puesto algún hechizo en la puerta? –preguntó Harry.

–Si, pero me temo que no durará mucho. –respondió Draco sin apartar sus ojos de esa dirección.

Sus facciones se habían endurecido. Estaba tenso, la adrenalina circulando a toda velocidad por su cuerpo. Harry le miró en silencio, mientras conjuraba un escudo protector que envolvió a los presentes en el vestuario, rogando para que no hiciera ninguna locura. Dos segundos antes de que la puerta estallara entre gritos de angustia a sus espaldas. Casi inmediatamente varias maldiciones chocaron contra el escudo, sin apenas alterarlo para alivio de los que se encontraban detrás de los dos jóvenes que respondían al ataque con rapidez y destreza. Aunque todos sabían que su compañero había derrotado en su día al Señor Oscuro, pocos podían creer lo que en ese momento Harry estaba haciendo, demasiado acostumbrados tan solo a verle volar y atrapar la snitch dorada. Mantenía el escudo con la mano izquierda, la que empuñaba su varita, mientras que de su mano derecha salían los hechizos más potentes que jamás ninguno de ellos hubiera visto. Magia sin varita, pura y poderosa. Tampoco el joven a su lado se quedaba atrás. Después de diez minutos de duro enfrentamiento, la llegada de los aurores del Ministerio hizo correr la voz de retirada entre los Mortífagos, para evitar verse atrapados entre dos fuegos. De pronto Harry vio como Draco salía corriendo de detrás del escudo protector y atravesaba a la carrera el agujero donde había estado la puerta. Harry selló el escudo y salió corriendo detrás de él, ante la estupefacción de todos los que quedaban detrás. Iba descalzo y por un momento temió no poder alcanzarle. Recorrió el corredor, cruzándose con aurores y Mortífagos todavía enzarzados en duelo, esquivando maleficios sin detenerse, teniendo como único objetivo detener a Draco. Le vio correr en dirección al túnel de salida al campo.

–¡Philippe! – gritó, sin conseguir que le prestara la menor atención.

Al llegar a la boca del túnel, Draco se detuvo unos segundos, al parecer indeciso de si seguir ese camino o continuar por el corredor hacia el gimnasio. Esos segundos de indecisión fueron los que permitieron a Harry atraparle.

–¿Se puede saber que diablos haces?

Pero Draco parecía fuera de sí y se revolvió con furia intentando librarse de su agarre.

–¿Te has vuelto loco? –le increpó nuevamente.

Harry le sujetó con fuerza y le estampó contra la pared, evitando que un maleficio de los tantos que iban y venían en ese momento por el túnel que salía al campo de Quidditch les alcanzara a los dos. La mayoría de Mortífagos habían encontrado por allí su vía de escape.

–Es McNair –dio Draco por toda explicación, intentando apartarle– Sé que es él.

–¿Qué pretendes? –gritó Harry para hacerse oír por encima del griterío de la pelea y el zumbido de los hechizos.

–Suéltame, voy a matar a ese hijo de puta.

–No vas a moverte de aquí, Draco. –dijo Harry con firmeza, recibiendo una mirada furiosa de su esposo, que todavía trataba de soltarse– ¿Qué quieres¿Qué te alcance un maleficio y tu identidad quede al descubierto¿Quieres que te maten? Te recuerdo que para todo el mundo sigues siendo un asesino, Draco. Seguramente dirán que estabas entre los que han escapado hoy.

Draco forcejeó durante unos segundos más, hasta que Harry le amenazó con un hechizo aturdidor y comprendió por su expresión que estaba realmente resuelto a utilizarlo.

–¿Algún problema, Sr. Potter? –preguntó un auror.

La pelea a sus espaldas, parecía estar tocando a su fin.

–No, todo esta bien. –dijo sin apartar la mirada de Draco, quien asintió levemente y sólo entonces le soltó.

–No todo, Harry.

El mencionado volvió el rostro para encontrarse con la pecosa sonrisa de Ginny.

–Has dejado a la gente atrapada dentro del escudo y no podemos atravesarlo. –dijo– ¿Te importaría ...?

–Lo había olvidado –reconoció, todavía algo tenso, sin perder de vista a su esposo.

–¿Una nueva estrategia para derrotar Mortífagos, Harry? –preguntó la pelirroja en tono socarrón, señalando la toalla que envolvía la cintura de su amigo.

–¿Era tu último recurso por si todo lo demás fallaba? –inquirió Hestia a su vez en el mismo tono.

–Muy graciosas, chicas. Pero que muy graciosas.

Y se encaminaron de nuevo hacia los vestuarios.

El Mortífago protegido dentro de su hechizo desilusionador, que había permanecido pegado a la pared a escasos centímetros de la pareja casi sin atreverse a respirar, tuvo que esperar cerca de tres horas a que el estadio quedara definitivamente libre de aurores. Sólo entonces deshizo el hechizo y pudo desaparecer, para unirse al escamote que esa noche participaría en un nuevo ataque. Esta vez en el callejón Diagon.

Cuando por fin llegaron a casa tras pasar dos interminables horas con Fallon discutiendo sobre el ataque, la libido de ambos se había enfriado bastante. Los dos estaban cansados y Draco todavía algo resentido con Harry por no haberle dejado salirse con la suya. Se dejó caer en el sofá con un resoplido y cerró los ojos. Sintió que el sofá se hundía a su lado y que unos brazos le atrapaban.

–Lo siento, amor. Pero era una locura. –los labios se posaron sobre su frente con ternura.

Draco se limitó a asentir, todavía algo molesto y se deshizo del abrazo para alcanzar el mando de la televisión. Fue pasando canales hasta encontrar una película que llamó su atención. Harry sonrió. Las policíacas eran las preferidas de Draco.

–¿No has tenido suficiente de buenos y malos por hoy, cariño?

Draco se quitó los zapatos y se recostó cómodamente sobre las piernas de Harry, dirigiéndole una sonrisa burlona.

–Solo espero que en esta ganen los malos. –dijo.

El moreno se aflojó también y empezó a juguetear con las sedosas hebras plateadas que tenía en su regazo. Sabía que a Draco le relajaba.

–A veces me preocupas. –le dijo con ironía.

Al poco rato se dio cuenta de que Draco no dejaba de masajear su mano en un movimiento inconsciente y automático.

–¿Te duele? –preguntó.

Draco asintió, sin apartar los ojos de la pantalla. De momento, los malos iban ganando.

–¿Por qué no te tomas un poco de poción para el dolor?

–Porque se terminó. –respondió– Severus tenía que preparar más, pero todavía no he podido ir a buscarla.

–Yo iré.

–No importa Harry, solo me molesta un poco.

–Iré de todas formas –respondió él sabiendo que en palabras de Draco "solo me molesta un poco" podía significar me duele a rabiar.

No le costó más de diez minutos salir a la chimenea a las dependencias de ambos Profesores y recoger la poción que Remus le indicó Severus tenía preparada desde hacía días y había dejado encima del aparador a la espera de que Draco la recogiera.

–Aquí la tienes, cariño.

Draco le obsequió con un pequeño mordisquito en los labios.

–Prefiero comer algo primero. –dijo– Sino se me engancha en el estómago y es molesto. –dijo haciendo ademán de levantarse.

–Yo haré la cena. Sigue mirando tu película. ¿Qué te apetece?

Draco le miró, no muy convencido y Harry se sintió algo mortificado.

–Te recuerdo que hubo un tiempo que solo comías lo que yo cocinaba y sobreviviste.

–¿Por qué te crees que aprendía a cocinar? –respondió el rubio con una sonrisa angelical.

Con lo que se ganó un buen almohadonazo.

–Muy bien, muy bien. –dijo levantando las manos en señal de rendición– Te lo pondré fácil. Sólo ensalada y una tortilla.

–Yo puedo ponértelo más fácil todavía. –dijo Harry con malicia– Hay pizza en el congelador. Sólo hay que calentarla.

Draco le dirigió una mirada horrorizada antes de que el otro se perdiera camino de la cocina.

Unas horas más tarde, un molesto Profesor de Pociones entraba en la habitación donde su pareja ya estaba preparándose para acostarse.

–¿Has tocado las pociones que dejé preparadas encima del aparador para entregar mañana? –preguntó.

–Por supuesto que no. –respondió Remus.

Severus era demasiado tiquismiquis con sus amadas pociones como para que a él ni se le pasara por la cabeza moverlas de sitio. Y de pronto recordó.

–Oh, lo olvidé, Severus. Harry estuvo aquí y se llevó la poción para el dolor. Por lo visto la mano de Draco no tiene un buen día hoy.

Severus cerró los ojos y se masajeó el puente de la nariz antes de decir:

–¿Y podrías aclararme si Harry, a parte de ser una negación andante en Pociones, es también daltónico? –Remus le miró sin comprender– La poción para el dolor es azul y la que se ha llevado es más bien verdosa, como el resto de las que dejé preparadas encima del aparador.

–¡Oh Merlin! –exclamó Remus comprendiendo– Será mejor llamarles antes de que…

No había terminado la frase, cuando de Severus ya solo quedaba la estela de su túnica ondeando a través de la puerta. Volvió a los pocos minutos con cara de exasperación.

–Tienen la conexión cerrada –gruñó, sentándose con gesto hosco en la cama.

–Bueno, Draco ha estado fuera casi un mes… –insinuó Remus.

Ambos hombres se miraron. Remus esbozó una sonrisa, que inmediatamente se convirtió en una mucho más amplia. La primera carcajada sorprendió a Severus todavía con el ceño fruncido, pero a los pocos minutos ambos se encontraban tumbados en la cama, riendo como descosidos.

–Debería remordernos la conciencia –logró decir Remus, al cabo de unos minutos, todavía ahogando una carcajada.

–¿Por qué? No es culpa nuestra si han desconectado la red y que Potter sea una calamidad en cuanto a pociones se refiere.

–Bien –dijo Remus, logrando controlarse– pero de todas formas¿por quien apostarías?

Severus le dirigió una sonrisa maliciosa.

Tres días después del ataque al estadio de los Chudley Cannons y no demasiado lejos de Londres, tenía lugar una oscura reunión.

–Te digo que era tu sobrino, Rudolph. –insistió McNair.

Lestrange arqueó una ceja con escepticismo. Estaba convencido de que Draco no había podido sobrevivir mucho tiempo en su estado.

–¿Viste su mano? –preguntó.

McNair bufó molesto.

–Sus manos estaban bien. –reconoció– Pero hay medimagos¿sabes? Además, Potter le llamó por su nombre y le impidió seguirme porque dijo que el Ministerio podía descubrirle. ¿Quién más podía ser?

Rudolph guardó silencio, rumiando posibilidades. Si McNair estuviera en lo cierto, que Draco andara cerca de Potter no era nada bueno.

–Potter es poderoso. –prosiguió McNair interrumpiendo los pensamientos de Lestrange– Teníais que haberle visto. Si vuestro querido sobrino le ha entregado el libro, tenemos problemas.

–Nunca quedó claro que lo tuviera. Y, además¿por qué a Potter? –preguntó Rudolph sin dirigirse a nadie en particular– Según Lucius, Draco y Potter siempre fueron enemigos en la escuela. Se odiaban. ¿Por qué iba a acercase a él ahora?

–Para jodernos, amor mío –respondió su mujer con una mueca burlona– Acabamos con su familia y no fuimos precisamente cariñosos con él. –soltó una carcajada– El niñito busca venganza, cariño.

–Si tiene el libro, no entiendo porque no lo ha utilizado el mismo. – insistió Rudolph, sin acabar de dejarse convencer.

–Tal vez le sobrepase –especuló McNair– Tal vez no sea tan poderoso como su padre creía... Tan solo ha buscado a quien si podía sacarle partido. Los Malfoy siempre se han pegado al poder como lapas.

–Sin embargo, sigo preguntándome porque Potter aceptaría tener nada que ver con alguien a quien ha odiado gran parte de su vida. –insistió con tozudez Rudolph.

–¿No lo harías tú si te ofrecieran lo que Draco suponemos tiene en sus manos? –preguntó McNair.

–Potter puede ser poderoso, pero es idiota –intervino Bellatrix en un tono de desprecio– Demasiado decente como para dejarse convencer.

–El poder corrompe, Bella... –dijo su marido con lentitud.

–Sigo pensando que Potter es un pobre idiota.

–Un idiota que mató al mago oscuro más poderoso de todos los tiempos, no lo olvides. –gritó su marido, perdiendo al fin la paciencia.

–¡Lo que tu digas! –espetó su mujer, perdiendo también la suya.

El matrimonio se miró con ojos desafiantes, a punto de empezar una de sus memorables peleas. Al fin Rudolph pareció recuperar su autocontrol.

–Solo estamos haciendo suposiciones. –dijo– No tenemos ninguna prueba de que mi sobrino tenga el libro, ni de que ese tipo fuera él.

–¿Qué aspecto tenía ese al que Potter llamó Draco?

La cabellera platinada emergió a la luz desde las sombras que hasta entonces le habían cubierto en un rincón de la habitación. McNair rumió unos segundos.

–Pelo negro, atado en una coleta, alto, pero no demasiado corpulento; bigote y perilla…

–¡Me estás describiendo al esposo de Potter! –exclamó el joven de ojos grises con una carcajada– ¡Por Merlín¡Esto se pone interesante!

Los ojos de McNair se iluminaron con una conclusión.

–Eso explicaría porque no te mató hace cinco años, cuando tuvo oportunidad. Tú mismo lo dijiste. –McNair miró a la réplica de Draco con una sonrisa– Te necesitaba vivo para demostrar que no eras él.

–Y si en realidad tienen el libro, no ha sido utilizado. –dijo Rudolph, acariciando en un movimiento inconsciente el brazo donde tenía la marca– Hasta podría parecer que no es el ansia de poder lo que les ha unido… –después soltó una profunda carcajada– ¡No pueden estar poniéndonoslo tan fácil!

–Ya te dije que Potter es idiota. –masculló su mujer.

–Lo tengan o no, estaréis de acuerdo en que hay un obstáculo que tiene que ser neutralizado cuanto antes. –dijo el falso Draco, alzando una ceja al más puro estilo Malfoy– Y si lo tuvieran, hay que evitar que Potter llegue a tener la tentación de utilizarlo. Con él fuera de juego, estoy seguro que volver a llegar hasta tu sobrino nos resultará mucho más fácil y podremos averiguar de una vez por todas si fue tan hábil como para engañarnos la última vez, a pesar de toda tu persuasión, Rudolph. –el rubio esbozó una sonrisa pérfida.

–¿Hablaste con ese tipo del Ministerio? –preguntó entonces Lestrange dirigiéndose a McNair.

El Mortífago asintió con una sonrisa.

–¿Es de fiar? –preguntó Bella.

La sonrisa de McNair se ensanchó todavía más.

–No sé que le habrá hecho Potter a ese tipo –dijo– Pero sin duda pertenece al club de los que quieren verle muerto.

–¿Le conocemos? –siguió interrogando Rudolph.

–No hablé directamente con él –reconoció McNair, a lo que Lestrange le dirigió una mirada de preocupación –sino con un intermediario. Dijo que la persona a la cual representaba era demasiado conocida y con un cargo demasiado evidente como para dejarse involucrar directamente. Pero que recibiremos toda la ayuda que necesitemos para resolver "el problema".

–Por lo visto Potter tiene un enemigo poderoso. –se mofó el falso Draco.

–No me gusta. –dijo Lestrange– En estos asuntos prefiero saber con quien me la estoy jugando.

–Que su identidad quede en el anonimato es una de las condiciones que ha impuesto. –aclaró McNair– A cambio, nos facilitará todo lo que necesitemos.

–Sigue sin gustarme.

–¡Y que más da Rudolph! –espetó Bella– Nos cargamos a Potter y le hacemos un favor al tipo y de paso quitamos el estorbo que nos impide llegar a Draco y con muchas probabilidades al libro. El tipo no chistará, porque tampoco le conviene y nosotros conseguimos lo que queremos.

–Además, a Potter si sabemos donde encontrarle. –le recordó la réplica de Draco.

Una amplia sonrisa fue formándose en el rostro de Rudolph.

–Tienes toda la razón. A él si sabemos donde encontrarle.

–Entonces cariño –dijo Bella haciendo un arrumaco a su marido– Será mejor que nos aseguremos que Potter no toca ese libro. No soportaría tener que servirle a él.