Disclaimer: siento desilusionaros, pero no soy Rowling. Vamos, que nada es mío.
Para los que estéis leyendo mi otro fict, deciros que ha habido un pequeño problema con el nuevo capi de Objetivo. Pensaba actualizarlo esta semana pero mañana empiezo los exámenes y me va a ser imposible acabar el capi, por lo que hasta el fin de semana del 17 no podré actualizar.
Pero mientras tanto, voy subiendo este mini fict que ya tenía escrito. Antes de nada, las respuestas a los reviews:
- Nancy Miller: jeje, a mí Cho tampoco me cae muy bien. Besos y espero que te guste el capi.
- sir-elendil: muchas gracias, me alegra que te gustara el primer capi y también me alegra que te decidieras a dejarme un review Besotes.
- Ginny84: a mí también me encanta H/G, pero no encontraba un buen argumento para escribir con esta pareja. Un besote.
- kika dlc: que bueno que te gustara Besines.
- Nayades: vaya, tú si que odias a Cho, jeje. Bueno, a ver si Harry se da cuenta de quien es mejor de las dos. Un abrazo.
- GINNY-LUNALLENA: ya veremos al final si Ginny se va a vivir a América o qué pasa. Besotes.
- Mary Potter: me alegra que consideres interesante este H/G. Un besote.
- gin-ynia: por regla general Harry suele tardar en darse cuenta de lo que es bueno A ver si en este fict lo consigue. Besos.
- YOGINNY: aquí tienes el nuevo capi, espero que también te guste. Un abrazo.
- Mury Wesley: me alegra que te gustara el primer capi. Besines.
- Srita-Lunatica: yo creo que Cho no le cae bien a nadie, jeje. Un besazo y espero que este capi también te guste.
Muchísisisisissisimas gracias por todos los reviews, de verdad que no me esperaba tantos en el primer capítulo. Y ahora sí, ya podéis leer el segundo capítulo. Que lo disfrutéis.
Capítulo 2. Regalos bajo el árbol
A la mañana siguiente, Ginny no pudo esperar a que Hermione se despertara para contarle su gran hazaña.
- Hermione, Hermione – susurró la pelirroja, zarandeando suavemente a su amiga para que abriera los ojos.
- Mmm… no Fred… quédate un poquito más – murmuró Hermione en sueños y extendiendo los brazos tratando de abrazar el aire.
Ginny sonrió con picardía al comprobar que sus sospechas eran ciertas. Desde que Hermione había llegado a su casa para pasar la Navidad, Fred había dado un cambio radical… ¡si hasta se peinaba por las mañanas! De lo que Ginny no estaba segura era de que a Hermione también le gustara su hermano. Información que, por cierto, la castaña le acababa de confesar inconscientemente.
- Hermione – susurró de nuevo Ginny.
- ¡Ay, Fred!… - Hermione abrió los ojos súbitamente para encontrarse con los marrones de su amiga – Digo… ¡ay, Ginny!
- Así que Fred… - comentó la otra joven entrecerrando los ojos con malicia.
- No tengas la mente sucia. ¡Y no pienses cosas que no son!
- Ya – dijo Ginny, como queriendo decir que tenía la mente muy sucia y que iba a pensar cosas que no eran – Ya nos ocuparemos de eso más tarde, pero ahora tengo que contarte algo súper fuerte.
- ¿Sobre qué? – fingió la castaña interesarse; conocía de sobra esos cotilleos "súper fuertes" de su amiga.
- Sobre Harry.
Al oír el nombre de su amigo de boca de la pelirroja, Hermione levantó los ojos esta vez sí con interés verdadero. A saber la que había liado Ginny.
- ¿Sobre Harry?
- Ajá.
- ¿Qué pasó esta vez¿Te sonrió¿Te pidió por favor que le pasaras la sal?
- No – contestó Ginny enfadada, para luego recuperar la sonrisa radiante con la que se había levantado – Algo mucho mejor. Me besó.
- ¿Qué te qué? – se asombró Hermione. Eso sí que era súper fuerte.
- Bueno, técnicamente habría que decir que yo le besé a él – al ver la mirada acusadora de Hermione, la chica se intentó defender - ¡Pero él no se quitó! De hecho respondió. Y no veas cómo – añadió Ginny sonriendo pícaramente.
Hermione la miró como diciendo "ahórrame los detalles".
- Ginny – empezó a decir su amiga con tono suave, como si le fuera a explicar que los bebés no venían de París – Harry tiene novia.
- ¿Y? – preguntó Ginny, como si eso no fuera inconveniente y los magos aprobaran la bigamia.
- No está libre… no puedes insinuarte por ahí, no puedes besarle como si fuera un ligue más. Por favor¡es Harry! Y tiene novia.
- Tú lo has dicho, él tiene novia – replicó la pelirroja, remarcando la palabra "él" – No yo. Él es el que debería sentirse culpable. No yo.
Hermione suspiró con desesperación. Cuando a su amiga se le metía una idea en la cabeza, no había quien la apeara de la burra.
- Voy a conseguir a Harry – dijo Ginny con determinación. Luego miró a la castaña con malicia y añadió – Y luego si quieres, te ayudo con Fred.
La chica iba a replicar que a ella no le gustaba Fred, que de hecho había perdido la fe en todo ser, mago o muggle, que llevara un cromosoma Y en su ADN, pero Ginny ya había salido de la habitación.
- Esto va a acabar muy mal – vaticinó Hermione.
ooooooooooo
Al contrario de lo que Ginny había dicho, Harry estaba todavía demasiado inmerso en el estado de shock como para sentirse culpable por lo que había hecho la noche anterior.
- Y entonces se acercó y… y me besó – terminó el moreno de relatarle a Ron su experiencia.
- ¿Así sin más?
- Así de directa.
- Joder, mi hermana sí que sabe – rió Ron.
- Se supone que deberías darme apoyo moral, no reírte de mí – le reprochó un Harry malhumorado.
- No me río de ti, me río contigo – puntualizó su amigo, todavía con una sonrisa socarrona en la cara – Si es que lo que no te pase a ti…
Harry se levantó de la cama del pelirrojo en la que estaba sentado, no muy seguro de haber hecho bien al contarle lo del beso a Ron. Era su mejor amigo, sí, pero en temas amorosos era un poco… cómo decirlo… cabra loca. Y con poco tacto. Quizás ése era el motivo por el que a sus 25 años todavía no había sido capaz de fijarse en alguien de una manera más seria, no solo como algo esporádico.
- ¿Vas a darme consejo o piensas seguir riéndote de mí toda la mañana? – preguntó Harry con enfado.
- No sé chico, pero la verdad es que me gusta la idea de tenerte como cuñado.
El moreno puso los ojos en blanco. ¿Ese era el concepto que tenía Ron por consejo?
- Cho no te cae bien¿verdad?
- Digamos que es… difícil de tratar – fue el intento de Ron de suavizar la respuesta, aunque le hubiera encantado decir que Cho era la persona más pedante y snob que había conocido en su vida.
- ¿Por qué todo el mundo piensa lo mismo? – suspiró Harry dejándose caer de nuevo la cama del pelirrojo.
- ¿Quizás porque es verdad?
- ¡No es verdad! – exclamó el moreno reincorporándose – Cho es… vale, quizás a simple vista puede parecer un poco desagradable…
"Desagradable, antipática, clasista y gilipollas profunda" pensó Ron, pero decidió no interrumpir a su amigo.
- … pero si la conoces, en el fondo es buena persona. Y puede llegar a ser muy dulce y divertida.
- Si tú lo dices… - fue lo único que dijo Ron, quien no tenía intención alguna de discutir con Harry y menos por culpa de una chica. Y aún menos si esa chica era Cho.
- Entonces¿qué me dices sobre Ginny? – preguntó Harry retomando el tema inicial de la conversación.
- Primero deberías decidir quién de las dos te gusta.
- ¡Ginny no me gusta! – exclamó Harry rápidamente. Demasiado rápidamente.
- Primero deberías decidir quién de las dos te gusta más – corrigió Ron.
- Te he dicho que…
- Si Ginny no te gustara, no habrías correspondido al beso.
Harry iba a replicar, pero se calló al darse cuenta de que por una vez, Ron tenía razón sobre un problema amoroso.
- Y luego, te quedas con la mejor – aconsejó Ron resueltamente – Si quieres mi opinión…
- Ya sé que para ti Ginny es la mejor – le cortó el moreno, no muy satisfecho con el consejo de su amigo.
Harry se despidió del pelirrojo y salió de la habitación. Era temprano y había dejado a Cho durmiendo, pero quería que cuando la chica se despertase, le encontrara allí. Por nada del mundo desearía que su novia empezar a sospechar. Y la verdad es que Cho era de las que empezaba a sospechar por cualquier detalle.
ooooooooooo
El día siguiente era uno de los más atareados del año para todo/a buen/a amo/a de casa que se precie. No en vano era Nochebuena. Molly Weasley se consideraba una buena ama de casa, por lo que desde primera hora de la mañana no hacía más que ir de aquí para allá, como una pequeña hormiguita con multitud de comida que acarrear.
Y si Molly quería hacer todo el trabajo tranquila, la palabra hombres no podía entrar en su vocabulario de ese día. Por lo menos hasta la cena. Así que sin pensárselo dos veces, la mujer plantó a su marido, a sus hijos e incluso al propio Harry fuera de la casa.
- Id a hacer las compras de Navidad.
Con esas palabras y un portazo, Molly despidió al sector masculino de la casa.
- ¿Qué le has hecho? – preguntaron automáticamente todos los hijos Weasley a su padre, tratando de encontrar al culpable del estado de ánimo de Molly.
- Yo nada – se defendió el hombre levantando ambas manos en señal de inocencia.
- Es Nochebuena. En Nochebuena todas las mujeres están atareadas – les recordó sabiamente Harry.
¿Y qué hacían siete hombres, solos, en Nochebuena, con todo el día por delante y sin ningún buen partido de Quiddicth que ver? Pues como bien había dicho Molly, hacer las compras de Navidad. El Londres muggle no era suficientemente interesante para comprar regalos navideños (excepto para Arthur, claro), así que los ocho se aparecieron en el Callejón Diagon, tan abarrotado que parecía que iba a estallar. ¿Pero qué lugar no estaba abarrotado el día de Nochebuena?
Arthur y Charlie (recién introducido en el apasionante mundo muggle según su padre, o en proceso de contaminación según su madre), dieron una vuelta por todas las tiendas pero en seguida se cansaron, por lo que decidieron internarse en la selva, en el Londres muggle. Bill tampoco tardó mucho en desaparecer alegando haber quedado con unos amigos, por lo que los únicos supervivientes del grupo inicial fueron los gemelos, Ron y Harry. Los cuatro se internaron, no sin esfuerzo, en el barullo de gente, bolsas y sombreros de copas que llenaba el Callejón Diagon en esos momentos.
- ¿Qué creéis que le gustaría a Hermione? – preguntó Fred, intentando hacerse oír por encima del griterío.
- ¿A Hermione? – se extrañó Harry.
- A Fred le gusta Hermione – le aclaró Ron por lo bajo.
Harry se sorprendió, no tanto por lo de Fred como por el hecho de que Ron hubiera superado del todo lo de Hermione. Por lo visto, después del… bueno, después de ese algo indefinido pero con carácter romántico que habían mantenido sus dos amigos años atrás y que había acabado en desastre amoroso total, Hermione dejó de creer en el género masculino en general y en las relaciones amorosas con los amigos de toda la vida en particular. Ron por su parte también dejó de creer, pero no en el amor, sino en las relaciones a largo plazo. Por lo menos los dos jóvenes habían conservado la amistad intacta.
- ¿Y para qué quieres regalarle algo a Hermione? – la pregunta de George fue más que intencionada, fue a mala leche.
- Oh… ya sabes… - intentó disimular su hermano – es nuestra invitada y seguro que le alegrará tener un regalo bajo el árbol.
Ron y George se dirigieron miradas cómplices, pero ambos decidieron callarse. Valía más una acción que una palabra.
- ¿Por qué no habéis abierto vuestra tienda hoy? – cambió Harry bruscamente de tema.
- Después de cinco años seguidos abriendo el día de Nochebuena creo que nos merecíamos un descanso¿no, Fred? – dijo George, dirigiéndose a su hermano gemelo.
Pero Fred en esos momentos estaba ausente. Bastante tenía con encontrar el regalo perfecto para Hermione: original pero no extravagante, personal pero no íntimo, económico pero no una baratija.
- Un libro está muy visto – divagaba el pelirrojo en voz alta – Una colonia también. Mmm… ¿una escoba quizás?
- Hermione odia volar – le recordó Ron.
Fred torció el gesto… ¿de verdad era tan difícil encontrar el regalo perfecto? Bueno, si quería que fuera perfecto era lógico que fuera difícil de encontrar. El pelirrojo se internó en busca de ese regalo arrastrando a su hermano George al maravilloso mundo de los escaparates.
- Nos han dejado solos – suspiró Ron al ver como sus hermanos gemelos se alejaban.
- Solos ante el peligro – completó Harry al ver como la cantidad ingente de magos no paraba de moverse.
- ¿Qué te parece si primero vamos a comer y luego compramos los regalos? – propuso su amigo, intentando posponer lo máximo posible el fatídico momento de hacer las compras de Navidad y dirigiéndose al Caldero Chorreante.
- Me parece perfecto – aprobó Harry, al que la idea de pasarse toda la tarde rompiéndose la cabeza para encontrar un buen regalo no le seducía en absoluto.
Varias horas más tarde, con unas cuantas bolsas de más y bastante dinero de menos, Harry y Ron regresaban al Caldero Chorreante, exhaustos como si acabaran de correr una maratón.
- ¿Para quién son todos esos regalos? – preguntó George al ver la cantidad de bolsas que llevaban los recién llegados.
- No preguntes, ni siquiera sé para quién es cada regalo – refunfuñó Harry.
- Deberíamos ir yendo – opinó Arthur mirando su reloj de pulsera – Son casi las ocho y ya sabéis que Molly odia la impuntualidad.
Por nada del mundo querían que Molly montara en cólera en día de Nochebuena (bueno, ni en Nochebuena ni ningún otro día), así que los siete hombres se aparecieron inmediatamente en la Madriguera, esperando encontrar la mesa preparada y un suculento menú con el que celebrar la Nochebuena.
oooooooooo
Cho se había resignado a pasar el día entre aquellas tres mujeres que carecían por completo de glamour. Todavía no entendía como Harry se había atrevido a dejarla allí, sola ante aquella panda de amas de casa frustradas.
- El truco está en el relleno – le explicaba Molly a Hermione con entusiasmo – Aunque claro, si no sabes como rellenarlo no hay nada que hacer – la mujer se dirigió a su invitada - Cho¿por qué no lo intentas tú?
La oriental posó sus rasgados ojos sobre el pavo. La verdad es que la idea meterle la mano por el culo a un animal muerto no la entusiasmaba lo más mínimo, así que intentó rechazar la invitación de la manera más amable posible.
- No, gracias. No soy muy experta y no quisiera que el plato principal resultara un completo desastre.
Cho acompañó la frase con una de sus más adorables sonrisas. Pero para su desgracia, Molly no pareció darse por vencida.
- Pues entonces ayuda a Ginny a preparar las entradas. Para eso no se necesita mucha experiencia – añadió Molly con una sonrisa indulgente.
Sabía que decir de nuevo que no iba a sonar descortés, por lo que Cho se acercó hasta Ginny con la intención de ayudar.
- ¿Qué haces? – preguntó la morena.
- Melocotones con caviar – contestó Ginny – No es muy difícil. Partes el melocotón a la mitad, echas una cucharadita de caviar encima y listo. ¿Crees que podrás hacerlo? – añadió la joven con malicia.
Pero Cho no notó el tono burlón e intencionado de su rival, ya que estaba absorta en el bote de caviar. "Huevas de esturión", leyó en la etiqueta. Qué asco. ¿A quién le podrían gustar las huevas de un pez?
- El caviar es un plato muy refinado – aclaró Ginny, adivinando los pensamientos de la oriental.
Al oír la palabra refinado, pareció como si un resorte hubiera saltado en la mente de Cho.
- Seguro que es exquisito – comentó, tomando el tarro entre sus manos.
- Seguro – murmuró Ginny por lo bajo, pensando en lo predecible que podía llegar a resultar la mujer.
Ginny puso todo su empeño en no discutir con Cho, tarea que se le hacía más cuesta arriba cada vez que veía lo torpe que era la oriental. Sería una modelo de gran prestigio, pero como ama de casa era peor que Victoria Beckham. Sin embargo era Nochebuena, así que la pelirroja decidió que era un buen momento para conceder una pequeña tregua a la joven.
A las cuatro mujeres la tarde se les pasó volando, y de repente se encontraron con que los hombres habían vuelto a casa y ni la cena estaba a punto, ni habían preparado la mesa.
- ¿Pero ya estáis aquí? – fue el "cálido" recibimiento de Molly.
- Feliz Nochebuena para ti también – refunfuñó su marido, posando un beso sobre la mejilla de Molly y pasando al interior de la casa.
- Haced algo útil y poned la mesa – ordenó la mujer volviendo de nuevo a la cocina.
Las quejas de los recién llegado no se hicieron esperar. Después de un duro día de compras lo que menos se esperaban era llegar a casa y tener que trabajar.
- ¡Ahora! – gritó Molly asomando la cabeza desde la cocina, al ver que ninguno de ellos estaba por la labor de mover un dedo.
Cuando Molly Weasley decía ahora quería decir ahora, no dentro de dos minutos. Tanto sus hijos, como su marido, como Harry lo sabían, así que se apresuraron por cumplir las órdenes de la mujer.
oooooooooooo
- Mmm… esto estaba delicioso – comentó Arthur con una gran sonrisa, dándose unas palmadas en el estómago.
- Pues espera a que traiga el pavo. Te vas a chupar los dedos – aseguró su mujer con orgullo.
Molly se levantó de la silla y desapareció durante unos minutos para volver cargada con una gran bandeja.
- ¿Quién hace los honores¿Arthur? – preguntó Molly posando la bandeja delante del cabeza de familia y pasándole el cuchillo para cortar el pavo.
- ¿Y por qué no los hace la invitada? – propuso el hombre a su vez, ofreciéndole el cuchillo a Cho.
La joven oriental resopló con disimulo; la particular cruzada de los Weasley por hacerla participar en las actividades familiares cada vez se le hacía más pesada e inaguantable. Sin embargo, al notar un ligero golpe en la pierna por parte de su novio, Cho sonrió con fingida amabilidad y tomó el cuchillo.
- Encantada de hacer los honores.
Cho miró el pavo tratando de disimular una mueca de asco. Era pensar en la cantidad de calorías que tenía, y sentía como los ojos se le nublaban y la cabeza se le iba. Luego posó sus ojos rasgados en el cuchillo, largo y afilado. Si la idea de rellenar el pavo le parecía repulsiva, la de cortarlo por la mitad tampoco era de su agrado. Además en su vida lo había hecho. Sin embargo, Cho echó mano de un truco que siempre le había funcionado: actuar como si fuera una experta aunque en realidad no tuviera ni idea. Y así lo hizo. La joven agarró el cuchillo con firmeza y, ante la atenta mirada de todos los comensales, lo ensartó en el pavo con tanta fuerza y tan mala fortuna, que el animal se resbaló de la bandeja salpicando a la persona de enfrente.
- ¡Joder! – exclamó George limpiándose la salsa que se había esparcido por toda su cara.
Unas risitas mal disimuladas resonaron por toda la mesa, pero Cho no se dio por vencida. Levantó de nuevo el cuchillo y… la cena habría terminado en desastre de no ser por el hábil brazo de Arthur que la detuvo a tiempo.
- Déjalo – dijo el hombre con tono indulgente – Ya lo hago yo.
En cuanto Arthur le quitó a Cho el cuchillo de las manos, toda la mesa resopló con alivio. Cho esbozó una sonrisita y comentó:
- No se puede ser perfecta en todo.
La oriental se volvió a sentar, recibiendo una extraña mirada entre divertida y avergonzada por parte de Harry. Ella le sonrió con más fuerzas pero no comentó nada, limitándose a mirar como Arthur cortaba el pavo con maestría.
ooooooooooooo
- Ha sido una cena estupenda – le susurró Arthur a su mujer al oído.
- Como todas las cenas de Nochebuena – contestó ella.
Arthur sonrió, sintiendo un enorme bienestar al ver a todos sus hijos congregados en su casa. Hacía años que no conseguía reunir a sus siete hijos; incluso Percy se había acercado con su mujer después de la cena a tomar un café. Y el hecho de que Harry y Hermione hubieran aceptado a pasar la Navidad con ellos le alegraba aún más.
- Aún es pronto, pero el puesto de Ministro tampoco está tan lejos – comentaba Percy a todo aquel que quisiera escucharle; el grupo se reducía a su mujer Penélope que le atendía por cortesía y a Hermione, siempre interesada en temas políticos.
- ¿No crees que eres un poco joven? – preguntó Hermione.
- ¿Un poco? – murmuró su mujer poniendo los ojos en blanco.
- Para las mentes brillantes la edad no importa. Por ejemplo, Mozart fue un niño prodigio…
En la otra punta de la mesa, George, Bill, Charlie y Ron (Fred se encontraba muy disperso esa noche) discutían acaloradamente sobre la liga inglesa de Quiddicth.
- Los Chudley Cannons son una mierda – decía George más por enfurecer a Ron que porque de verdad lo pensara.
- Si fueran una mierda no irían terceros – rebatió Bill, seguidor también de los Chudley.
- Eso es pura suerte – metió Charlie baza – No ganan la liga desde 1892¿qué te hace pensar que la ganarán este año?
- Solamente han pasado un mal momento, pero ya están remontando – defendió Ron a su equipo del alma.
- ¿Un mal momento que les dura más de un siglo? – se burló su hermano George – Las Holyhead Harpies son las mejores actualmente.
- ¿Esas¡Pero si solo fichan brujas! – se rió Bill.
- Pero están todas muy buenas – zanjó George la discusión, dejando claro porqué no se perdía ni un partido de las Holyhead Harpies.
Al mismo tiempo, Harry miraba la escena con expresión aburrida. De nuevo Cho se encontraba arisca y no sabía porqué. No podía entablar conversación con ella porque la oriental solo le contestaba con monosílabos, pero como intentara meterse en la charla de otros, su novia le miraba con rencor. ¿Quién entendía a las mujeres? O mejor dicho¿quién entendía a Cho?
Ginny, que se había levantado con su madre para recoger la mesa, no pudo evitar posar sus ojos sobre Harry.
- ¿Aburrido? – preguntó la pelirroja con una sonrisa mientras le retiraba el plato.
- Cansado – puntualizó Harry devolviéndole la sonrisa.
Desde el beso dos noches atrás, ninguno de los dos sabía exactamente cómo comportarse. Ginny estaba decidida a conquistar a Harry y el hecho de que el chico le hubiera correspondido el beso era señal de que iba en la buena dirección, pero ahora no sabía si lanzarse al cuello de Harry (literalmente) o ser más sutil. El joven por su parte tenía un problema mucho mayor ya que directamente no sabía quien le gustaba más: Ginny o Cho.
Ginny abrió la boca para comentar algo más, pero por la mirada que les dirigió Cho decidió callarse. Le sonrió una vez más a Harry y marchó hacia la cocina.
- ¿Qué? – preguntó Harry ante la mirada rencorosa que mantenía su novia.
Cho no dijo nada. Tan solo apretó los labios y frunció el ceño. Igual se creían que por ser modelo era tonta, pero sabía que algo pasaba. Las miraditas y las sonrisas que se prodigaban su novio y Ginny eran señal de que algo había pasado o iba a pasar.
- Vamos al árbol a abrir los regalos – anunció Molly una vez que la mesa estuvo recogida, rompiendo la tensión entre la pareja.
En cuanto Molly pronunció la frase mágica, todos se levantaron en estampida y corrieron a sentarse en la mejor posición, como si en vez de adultos fueran niños que todavía creían en Papá Noel.
- Esas manos, George – le riñó Molly al ver que el pelirrojo intentaba coger un regalo a su nombre.
En cuanto Arthur se sentó en su sillón de toda la vida, todos entendieron que esa era la señal que estaban esperando. Así que de nuevo y en manada, se abalanzaron sobre los regalos.
- ¡Un bate nuevo! – exclamaron Fred y George a la vez.
- ¡Lo nuevo de Celestina Warbeck! – gritó Molly sosteniendo entre sus manos el nuevo disco de su cantante preferida.
- ¡"Volando con los Cannons"! – vociferó Ron, teniendo por fin en su poder el libro que tanto tiempo llevaba buscando.
Pero entre tanta algarabía y tanto papel de regalo tirado por el suelo, el momento más esperado fue el turno de que Fred le diera su regalo a Hermione. Todo el mundo esperaba que fuera un libro del tipo "Psicología Hipogrífica" o "Historia de la magia moderna", pero en cuanto Hermione abrió la caja…
- ¡Un puffskein! – exclamó la joven abriendo los ojos con incredulidad.
Todos posaron sus ojos sobre la pequeña criatura que sostenía Hermione: redonda y cubierta por un suave pelaje del color de las natillas. Hermione acarició suavemente a su nueva mascota, la cual emitió un pequeño ronroneo.
- ¿Te gusta? – preguntó Fred, ansioso por saber si había encontrado el regalo perfecto o no.
- Claro que sí – dijo ella con una pequeña sonrisa – Lo importante es que le guste a Crookshanks… espero que se lleven bien.
- ¿Y por qué a ella le regalas un puffskein y a mí no? Te recuerdo que yo tenía uno y lo utilizaste como bludger – intervino Ron con tono dolorido.
El comentario fuera de lugar de Ron le valió unas cuantas miradas silenciadoras.
- Deja que disfruten de su momento romántico – susurró George dando un codazo a su hermano.
Por otro lado, a Cho no se le escapó el intercambio de regalos de Harry y Ginny; fueron tan solo simples detalles por cortesía, pero o ella tenía la mente sucia o allí había visto algo más. Sin embargo, Cho pensó con regocijo que todo intento de infidelidad quedaría reducido a nada esa misma noche.
- Todavía queda un regalo – observó Molly cogiendo un pequeño paquete – Es para ti Harry.
Harry tomó el regalo entre sus manos con curiosidad. Al desenvolverlo vio que se trataba de una cajita cuadrada, sin ningún adorno ni floritura. Pero su sorpresa fue mayúscula al descubrir lo que contenía.
- ¿Una alianza? – susurró Hermione ahogadamente a sus espaldas.
- Un anillo de compromiso – corrigió Cho con una nota de orgullo mal contenido en su voz.
Harry volvió la vista hacia su novia con una rapidez pasmosa. Luego volvió a posar sus ojos verdes sobre el anillo. ¿Significaba eso lo que él creía que significaba?
- ¿Quieres casarte conmigo?
La pregunta de Cho disipó todas sus dudas.
Ahora ya sí que la hemos liado. O mejor dicho, ahora sí que Cho la ha liado. En el próximo capi tendréis la respuesta de Harry.
Y ya como última petición, pues lo de siempre: reviews. No sabéis la ilusión que me hacen, y más ahora que estoy estresadísima con los exámenes Que me dais un alegrón cada vez que veo un review nuevo.
Besos para todos.
bars9
