N/A: Cambio de género y de tipo de fic. ¡Increíble pero cierto! Dejó (por una vez) de lado a Bellatrix para escribir este fic que tenga como pareja a Sirius y Tonks. En realidad éste era en un principio el fic que me tocaba proponer para los "retos por parejas" de los Story Weavers, para que mi pareja lo escribiese, pero me gustó tanto la idea (vale, me obsesioné con este fic) que he tenido que escribirlo yo (con la desventaja de tener que pensar otro argumento para la propuesta del reto T.T). Pero da igual, merece la pena, jejje. Será la típica comedia romántica (con pareja rara), o eso intentaré, porque hace un montón que no escribo un fic de este tipo. ¡Deseadme suerte! XDD Espero que os guste y que os riáis aunque sea un ratito.

Muxos beshitos! J. Distte

Dedico este fic a mis amigas de clase, porque puede que llegue el día en que podamos tomar churros con chocolate después de una fiesta, como planeamos siempre, aunque nunca lo hagamos (que si quitan el puesto, que si hace frío, que si hay que andar una hora...). ¡Algún día lo conseguiremos! No perdamos la esperanza.

Disclaimer: todo lo que leáis en este fic que os suene pertenece a la ricachona JK y WB. Lo mío es lo que no reconozcáis... como siempre.

PARTE I: DE ESCAPADAS Y MÉTODOS DE CAMUFLAJE

-¡TRAIDOR A LA SANGRE, SAL DE ESTA CASA! -bramaba el retrato de la señora Black, mientras Sirius se debatía por cerrar las cortinas que debían cubrirlo-. ERES UNA VERGÜENZA. ¡ENGENDRO, CANALLA!

-¡CÁLLATE YA! -gritó Sirius, dando un último y fuerte tirón, que terminó por cerrar las cortinas sucias y llenas de polvo.

Suspiró cansado, disfrutando del profundo silencio que se había instalado en el vestíbulo. Era así todos los días, la misma asquerosa rutina, y estaba harto. Quién hubiese dicho que el cuadro de su odiada madre iba a ser su única compañía durante semanas.

Cruzó silenciosamente la sala hasta llegar a las escaleras, que subió intentando no hacer ruido. Lo cierto es que ya casi no tenía que pensar en llevar cuidado dónde pisaba. Se había acostumbrado, y lo hacía inconscientemente.

Llegó hasta el desván, donde Buckbeak, el hipógrifo, se levantó al verlo. A él también parecía estar afectándole esa casa maldita. Sin dudarlo, prefería la cueva en la que había vivido durante meses, aunque tuviese que alimentarse de ratas. Al menos allí podía salir cuando quisiera, y caminar convertido en su forma animaga entre la gente. En esa casa estaba completamente solo. Era el cuartel secreto de la Orden del Fénix, pero debido a lo ocupados que estaban todos sus miembros, llevaban sin pasarse al menos dos semanas (lo cierto es que incluso había perdido el sentido del tiempo).

-La odio –masculló, acariciando las suaves plumas de la criatura, que inclinó la cabeza gustoso por las caricias-. Es como retroceder años atrás, cuando aún vivía aquí, y ella estaba viva... aunque no ha cambiado. Es igual de insoportable que siempre.

Buckbeak chasqueó el pico, pidiendo a Sirius que retomara sus cuidados, pues se había quedado pensativo y callado.

-Tampoco sus insultos han improvisado mucho, no creas. "Traidor, eres una vergüenza, tú no eres mi hijo, bla, bla, bla" -imitó Sirius la voz chillona y desagradable de su madre, esbozando a continuación una amarga sonrisa, la única en semanas-. Me dan ganas de prender fuego al cuadro... y con un poco de suerte arderá la casa entera. O no, mejor primero quemaría el tapiz, y le enseñaría las cenizas a mi querida madre. Se pondría histérica, ya me lo imagino. Puede que incluso en su arrebato inventase algún nuevo insulto. Eso sí sería divertido. Entonces luego quemaría la casa, y así se quemaría el cuadro. Ardería hasta el último mueble... Nosotros, obviamente, ya habríamos salido de la casa, y estaríamos escondidos cerca, para escuchar sus gritos. Y Kreacher... ¿qué crees que haría? -preguntó Sirius al hipógrifo, que se limitó a tragarse entero el trozo de pollo que el hombre le había traído-. Supongo que moriría también, pues no podría abandonar la casa sin permiso (y yo no se lo daría). Se escondería en su repugnante guarida con sus aún más repugnantes retratos, o puede que muriese abrasado mientras intenta descolgar el cuadro de mi madre. Esa sí sería una muerte añorada por él, de servil criatura junto a su idolatrada ama. Me da asco.

Sumido en sus deseados pensamientos, que contaba a su indiferente mascota, Sirius pegó un brinco al escuchar el estrepitoso timbre de la puerta de entrada. Se apresuró a bajar corriendo las escaleras, de dos en dos, a toda velocidad para llegar al cuadro de su madre antes de que comenzase a...

-TÚ ¿CÓMO TE ATREVES A PISAR ESTA CASA?

Intentando ignorar los gritos de su madre, abrió la puerta, preguntándose quién sería, y dándose cuenta de que era la primera vez que recibía una visita en semanas. Esperaba que no fuese Dumbledore, porque estaba furioso con él, por dejarlo ahí ordenándole no intervenir en nada de todo lo que estaba ocurriendo en el exterior.

Abrió la puerta, seguro de que era alguien de la Orden. Nadie más podía encontrar el lugar sino, al ser Albus el guardián.

Una anciana encantadora, de canoso cabello recogido en un desordenado moño y gafas que resbalaban hasta la punta de su puntiaguda nariz le sonrió desde la entrada. Ésta entró con rapidez, y Sirius cerró la puerta de golpe, yendo a encargarse de su madre. Para cuando consiguió cerrarlo, la anciana había desaparecido, y en su lugar estaba una joven agradable a la vista, de pelo cortado de forma rebelde y color rosa chicle.

-Hola -saludó, dando a Sirius un beso en la mejilla-. Siento lo del timbre... se me olvidó.

-Típico.

Tonks lo miró preocupada, y unas leves arrugas aparecieron en su frente.

-Estás enfadado -murmuró, con un leve sentimiento de culpa.

-Dos semanas.

Sirius gruñó después de su escueta respuesta. Estaba encantado de verla, eso era cierto, pero no podía evitar sentir un profundo rencor hacia todos ellos, que lo habían dejado tanto tiempo solo cuando sabían que no lo podía aguantar. Sólo a Remus se lo había confesado, pero es que la soledad que sentía por este "encierro" le recordaba enormemente a Azkaban.

-No pude venir antes, lo siento -se disculpó-. Hemos estado... uf, ni te lo imaginas. El Ministerio nos está volviendo locos, tanto control por todas partes, por Dumbledore y todo ese asunto. Fudge no se fía de nadie y...

-¿Y los demás? -cortó Sirius secamente-. ¿No han podido nadie pasarse ni cinco minutos para recordar que aquí hay alguien vivo?

-Te mandé una carta...

-Sí, me hizo una tremenda compañía.

Sirius miró una vez al cuadro ocultó por cortinas, y se dio cuenta de que estaban hablando (o, más bien, discutiendo) demasiado alto. Se volvió y comenzó a caminar hacia las escaleras, indicando a Tonks que le siguiese. Ésta obedeció, con la cabeza gacha, sabiendo que Sirius estaba enfadado y que tenía toda la razón del mundo para estarlo. Ella había intentado ponerse a veces en su situación, y la experiencia no le había gustado nada. No obstante, odiaba pelearse con él.

Sirius la llevó hasta el cuarto de estar, donde se dejó caer en un sillón viejo y estropeado. Tonks se fijó en el montón de cajas y bolsas que había por el suelo, y supuso que el hombre había estado haciendo limpieza en esa habitación.

-Quiero salir de aquí -susurró, haciendo que la joven se volviese a mirarlo.

-Pero Sirius, sabes que...

-¡Me dan igual Dumbledore y sus órdenes! -exclamó, frunciendo el entrecejo-. Como no salga de esta casa voy a volverme loco.

Tonks se quedó en silencio, conociendo la determinación del hombre... Le daba miedo. Había aguantado mucho en esa casa que odiaba, pero después de la soledad de esos largos días, no estaba dispuesto a estar más allí.

-Sólo una horas. Nadie se enterará -dijo Sirius, más para sí mismo-. ¿Verdad?

-No puedes, Sirius. ¿Qué pasa si te ven? -preguntó Tonks, ahora algo asustada.

-No me van a ver... me disfrazaré, eso es. Iremos a un sitio muggle, donde podemos huir rápidamente si pasa algo.

-¿Iremos? No me metas en tus locas aventuras, Sirius.

Éste la miró, ahora sí dolido.

¿Vas a volver a dejarme solo?

Tonks apartó la mirada del hombre, sintiéndose peor que nunca. ¿Por qué sabía darle donde más le dolía?

-Venga, nos lo pasaremos bien -la animó-. Podemos ir a algún bar muggle, donde con la música y la poca luz ni se fijarán en nosotros.

-No sé...

-Por favor, Tonks -suplicó Sirius, haciendo que la joven se mordiera el labio-. Necesito tu ayuda.

-¿Y si se entera Dumbledore? -soltó Tonks, cada vez más desesperada. Sentía que estaba cayendo, que acabaría ayudando a su primo, simplemente porque él se lo pedía.

-No se va a enterar. Ninguno de nosotros diremos nada... ni siquiera a Remus.

-¿Y si pasa algo? Si viene alguien y no te encuentra aquí...

Las excusas se le estaban acabando.

-Nadie ha venido en dos semanas, Tonks, ni siquiera para ver si seguía vivo.

-Te mandábamos cartas.

-Las cartas me dan igual. Nadie ha venido, y nadie va a venir. Serán sólo unas horas, esta noche.

La joven se revolvió en el sitio, incómoda, pasando el peso de su cuerpo de un pie a otro.

-¿Hace cuánto que no sales? -preguntó Sirius, con una leve sonrisa, animado por la perspectiva de irse-. Siempre con el trabajo de auror... Tomaremos copas, cenaremos algo rápido e iremos a dar vueltas por ahí. A bailar si quieres incluso, aunque no me guste.'

-No hace falta que bailemos -rió Tonks, contemplando al hombre entusiasmado como un niño pequeño.

-Bueno, pues no bailaremos -aceptó Sirius, ya de pie-. Me cambiaré rápido, y me disfrazaré... ¿qué puedo ponerme?

-Ya me ocupo yo de eso -dijo la joven, preguntándose cuándo diablos había aceptado la propuesta de Siriusde salir. ¿Se había vuelto loca? Si se enteraba alguien... Dumbledore se pondría furioso. Sintió un pinchazo de culpabilidad en el estómago, pero fue rápidamente sustituido por la emoción de salir en una de las famosas escaramuzas de su primo (le había contado tantas de Hogwarts...). Le escuchó tararear una canción desde su cuarto. Seguramente se había dejado la puerta entreabierta.

OoOoOoOoO

-Una cosa es que me espeses las cejas, y otra distinta que me cubras los ojos -protestó Sirius, cuando Tonks se pasó con la varita en la práctica de "la misión de camuflaje".

-No me culpes -replicó divertida la mujer, muriéndose de la risa cuando Sirius se abrió una cortinilla en las cejas para poder ver-. Ten en cuenta que no tengo necesidad de usar estas técnicas.

-Tenía que haber nacido metamorfomago -masculló el hombre, dando un golpe de varita a sus cejas de forma que volvieron a su longitud normal. Luego se detuvo, valorándose en el espejo-. Tal vez con unas gafas de sol...

-Ten -dijo Tonks, que había conjurado unas en ese mismo instante. Sirius fue a cogerlas, pero su mano se detuvo al ver cómo eran. Para empezar de plástico, de culo de vaso negras y sin cristales. Una enorme nariz estaba enganchada en la zona donde iría la suya original, y unas cejas negras que tenían toda la pinta de arder si le acercabas una llama estaban pegadas a la zona superior de la montura-. Son muy famosas en el mundo muggle.

-¡No pienso ponerme eso! -exclamó Sirius, horrorizado, retrocediendo como si estuviese ante la reecarnación del mismísimoSatán-. Te estás riendo de mí.

Efectivamente, Tonks se estaba riendo de él. Sin poder aguantar la risa al ver su reacción, estalló en carcajadas, apoyándose en el mueble para no perder el equilibrio.

-Para ya -dijo Sirius, fingiendo estar ofendido-. Esto es muy serio. Necesito un disfraz.

La joven miró a su primo, apartándose las lágrimas que la risa había provocado. Suspiró, intentando controlarla, mientras hacía desaparecer las horribles gafas y sacaba unas normales de sol de su bolso. Eran modernas, oscuras, de cristales bastante grandes. Sirius se las puso.

-Estas gafas son de mujer -musitó, haciendo una mueca-. Con esto sólo voy a conseguir llamar la atención.

-Tienes razón -aceptó Tonks, guardándolas de nuevo. Contempló a Sirius, y ésta la devolvió la mirada a través del espejo-. Creo que si te aclaramos el pelo, te lo podríamos cortar... y la barba...

-Ah, no, mi pelo ni tocarlo -replicó espantado Black, cubriéndose con las manos la cabeza-. Me gusta como está.

-Venga, Sirius, sino no podremos salir nunca. Te reconocerán en cualquier sitio al que vayamos.

-Pero...

-Si no te lo cortas, no iré contigo -dijo determinante Tonks, cruzándose de brazos-. No pienso correr riesgos.

OoOoOoOoO

Una media hora después, una joven salía del número 12 de Grimmauld Place. Miró a un lado y al otro, disimuladamente, asegurándose de que nadie andaba por allí. Se pasó una mano por el pelo rosa chicle, que a cualquier otra persona le hubiese sentado fatal, y luego se subió uno de los tirantes de la camiseta que llevaba. Era ligeramente ancha, sencilla y de color blanco, con dos botones en la zona de cuello que llevaba desabrochados, dejando ver su piel blanca debajo. Completando el conjunto, vestía una falda vaquera, por debajo de las rodillas y con vuelo. Sus pies iban adornados con sandalias de tela vaquera también, con algo de plataforma, y se ceñían con varias tiras a sus pies, una de ellas rodeando su delicado tobillo, en el que llevaba además una pulsera de plata.

Hizo otra seña a algún lugar del interior de la casa, pero nadie salió. Al final tuvo que entrar ella y sacar a un hombre de la mano, que se debatía aparentemente furioso.

-No seas idiota, Sirius. Te queda muy bien.

-Lo odio. Nunca más te dejaré ser mi peluquera.

Seguramente el hombre se refería a que poco antes tenía el pelo oscuro, casi negro, largo por los hombros; y que ahora lo llevaba corto, como nunca antes lo había llevado, y castaño. Lo cierto es que sólo ese toque hacía a Sirius casi irreconocible. La barba de dos días y unas cejas un poco más espesas y castañas también completaban su disfraz. Vestía unos vaqueros ligeramente anchos, oscuros, y una camiseta amarilla que él se había empeñado en llevar.

-Además, ya estás en la calle. ¿No es esto lo que querías? -argumentó Tonks, sonriente-. Ningún muggle te reconocerá. Podemos ir a donde queramos.

-¿Qué sitios conoces? -preguntó Sirius, cerrando la puerta de su casa y echando a andar. Prácticamente iba dando brincos de lo feliz que estaba. Giraba a menudo sobre sí mismo, admirando las calles que no había podido contemplar como esa vez en años. No sabía como no se le había ocurrido antes esa idea-. Démonos prisa. Hay muchas cosas que hacer.

Cogió a Tonks de la mano y echó a correr, sin tener ni idea de a dónde iba.

-Estamos llamando la atención, Sirius -susurró la joven, al ver que un hombre que segaba el césped se les había quedado mirando. No era muy normal ver a un hombre que, pasados los treinta, corría como un chiquillo por las calles cogida de la mano de una mujer que tenía diez años menos que él (y que, para más inri, aunque ella no lo admitía, llevaba el pelo rosa).

El hombre se detuvo de golpe cuando llegaron a una pequeña carretera, al ver que un coche cruzaba por delante suyo a toda velocidad.

-Está en rojo -advirtió Tonks, intentando recuperar el resuello.

-¿El qué?

-El semáforo -indicó, señalando a lo que a Sirius le pareció un poste con extrañas luces rojas. Otro coche volvió a cruzar delante de ellos sin disminuir su velocidad-. Hay que esperar a que se ponga verde. Yo te diré cuándo.

-Ah, vale -dijo Sirius, mirando con curiosidad el aparato muggle. Las cosas que llegaban a inventar... De repente escuchó el canto de un pajarito que sonaba demasiado cerca, y miró a todos lados. Sus ojos coincidieron con los de Tonks, que sonrió y le explicó que era el semáforo.

-¿El semáfoto canta?

-Semáforo, y no, no canta. Es una aviso para las personas ciegas, para que sepan cuando tienen que cruzar -dijo la joven, y cruzó la carretera, esperando a que Sirius la imitase. Éste se había quedado estudiando el semáforo, y le hizo señas desde allí.

-¡Ha dejado de cantar! -exclamó.

Tonks puso los ojos en blanco, y cuando volvió a ponerseen verde tuvo que volver a recoger a Sirius, que estaba dispuesto a quedarse toda la vida allí.

-Ahora es a la izquierda -dijo-. Justo detrás de ese cartel verde. Es una calle de bares a la que a veces voy.

-¿Y esa música? -preguntó de pronto Sirius, aguzando el oído-. Viene del otro lado.

La joven se volvió, mirando hacía donde decía el hombre.

-Ah, es una feria... Esas luces de allí son de la noria seguramente.

Se fijó en que a Sirius le brillaban los ojos de la emoción.

-¿Pero no íbamos a...? -preguntó Tonks, señalando los bares que ya estaban empezando a dejar atrás, pues Sirius tiraba de ella hacía la feria.

-Cambio de planes.

N/A¡CHANÁAAANNN! He decidido cortarlo en trocitos, me apetecía... no porque si hiciera largo (esto lo he escrito en dos horas), sino porque me apetecía poner distintos títulos. Ya veis, un capricho se puede decir, jeje.

Espero que por ahora os esté gustando. No sé si haré dos o tres partes, pero vamos, espero subir la próxima rápido. Echaba de menos escribir un fic tan poco trascendental, y estoy animada. Tengo ganas de terminarlo XD

Esta es la primera vez que manejo a Tonks... espero que no me haya salido muy OOC. Lo cierto es que en un principio pensaba releerme algunas de sus frases del quinto, para fijarme en cómo hablaba y eso, pero empecé a escribir y me salió todo de un tirón, así que lo dejé así.

Yo supongo, o por lo menos tengo eso pensado, que lo próximo sea más divertido... Sirius nunca ha estado en una feria muggle, y tiene muchas cosas por descubrir. Empezará además el romance... jiji. Aunque lo cierto es que no sé aún si haré R o no. Depende de cómo se desarrolle la trama, porque la verdad es que no tengo nada pensado aún. Si al final acaba con incesto, avisaré al principio del capítulo, por si alguien quiere dejar de leer.

Esto es horrible, debería estar estudiando, pero he decidido que no me apetece hoy. Lo cierto es que ayer dije lo mismo... Ahg, siempre igual. En fin, ya veré como apaño mi horario de exámenes. Los tengo el 8, 9 y 10, y luego ya LIBERTAD, así, en mayúsculas. Deseo suerte a todos los que estén de exámenes, que sé que son muchos.

Un besazo a todos, y plis, dejad reviews!

Joanne