Cierro los ojos.
Al menos tú tienes el derecho de odiarme, puedes recurrir a ello y... olvidarme.
Así de simple.
¿Sabes cuánto daría por poder odiarte¿Aunque sea un poco, eh?
suspiro
Pero tú no has fallado, tú nunca has fallado, y no hay nada que odiar.
- ¿Qué es lo que sientes por mí? -
Así, sin rodeos: es lo mejor. Sin alternativa a escapes, sin salida. Estábamos a solas, no era tan tarde.
Me tenía... con el corazón en la mano. No es que haya hecho algo, sino, precisamente todo lo contrario, no hacía mucho: Me le acercaba, huía; rozaba sus labios, esquivaba; le esperaba, me echaba.
No es normal, no es aceptable, no... no era soportable, no para mí, a lo menos.
Y no respondía, giraba la vista hacia su izquierda, huyendo de la mía.
Si es necesario terminar con esto, que sea ahora: estoy involucrando demasiado contigo, y quiero creer que aún puedo salvar mi corazón, que aún hay vuelta atrás.
Quiero creer eso.
- Yo... - comienzas, o eso intentas.- Te quiero mucho, Ron¡porque antes de ser mi enamorado fuiste mi amigo y...! Te quiero mucho, pero... - no, no, me estás mirando directamente: esto es malo. - No estoy enamorada de ti.
Sí, directamente es mejor... O eso pensaba. ¿Aún sigo creyendo eso?
- ¿Tú acaso estás enamorado de mí? - me abofeteas luego de tirarme al suelo.
- Yo te he dicho ya que sí, que te amo. - después de lo que me has dicho¿quieres que te lo vuelva a repetir? Por ti lo haré: - Ya te he dicho que no prometo amarte para siempre, pero - me llevo la mano al pecho, juro que sin querer, sólo nació - en verdad estoy completamente enamorado de ti.-
Me miras, detenidamente, disminuyendo la luz de tus ojos, entrecerrándolos, tratando de buscar algo en los míos.
- P-pero... ¿Cómo puede ser? - y no te falta la voz, lo dices con convicción.- Ron, no soy la típica chica bonita: no soy delgada, no uso ropas apretadas, no... ¿Qué me ves?
Eres... para mí eres bonita. Pero no fue eso lo que me atrajo de ti. ¿Qué te digo?
- N-no lo sé. - piensa, piensa.- Tu forma de ver las cosas, a las personas: las estimas por quienes son en realidad, no por cuánto tienen, o cuánto te ofrecen. Cómo me soportas, y me haces entrar en razón tan fácilmente. Cómo te enojas, cómo te desesperas... Es... No lo sé, muchas cosas.- ¿qué más le puedo decir? Se me va¡se me va, Merlín! Y no hago más que decir estupideces¿la forma en que te enojas¡Eso fue tan...! Cierto.
Derrotado mi mirada cae a la carpeta.
Hay algo en ella, cuando frunce el ceño, cuando pone las manos a las caderas y golpea el zapato contra el suelo, cuando se pone roja de rabia, que... Me encanta.
Esto es raro: lo acepto.
- ¿Quieres que te de un tiempo? - una forma suave de decir: termina conmigo.
- ¿T-tiempo? - preguntas, asustada.- No, no. No quiero perderte. - me besas, sorpresivamente.
- ¿Entonces? – pregunto, al finalizarlo. Estoy a tu disposición, dime qué hago.
Te alzas de hombro, con la mirada perdida.
- Al menos quiero saber si tienes la intención de enamorarte de mí. - tus ojos son míos, automáticamente; pierdo tus ojos, al siguiente instante.
- Yo... No... - suspiras -Sé lo qué es pasar por eso y... -
- ¿Ya te has enamorado alguna vez? - pregunto.
- ¿Tú no? -
Niego.
- Es la 1° vez que me pasa, contigo. -
- No sé si esa vez me enamoré, pero... Dolió mucho y... Tengo miedo de... -
- No tiene que ser siempre así. -
- Lo sé¡lo sé! - interrumpe.- Pero... De todas maneras.
- Si deseas tiempo puedo dart... -
- No¡no! - respondes, automáticamente, parece que la idea te asusta.- Yo... voy a intentarlo, prometo intentarlo. Voy a dejar que todo fluya.
Y me sonríes. Y te acercas. Y me encantas.
No siempre tiene que ser así... Pero otra vez saliste dañada: No me lo perdono.
Puedo ver esa mirada nueva, esa fluidez de tus actos, esa entrega. Te lo pedí: me lo diste; pero te costó, vaya que sí. No sabía que te ibas a entregar de ese modo, me sorprendió todo lo que tenías por darme: tenías tanto, tanto.
No siempre tiene que ser así, pero de nuevo terminaste con el corazón en la mano. Sola. Herida. Por mí.
Cierro los ojos... Sólo eso, no puedo hacer más: cierro los ojos, por ti.
No puedo, llevamos tiempo así, y no puedo. Tengo que... probarte, sólo un poco, despacio, pero tengo qué. Porque no puedo ya. Un suspiro, diminuto, pequeño, pequeño, pero una delicia para mí. Te yergues y apartas de mí. -Déjame.- y voy de nuevo hacia ese lugar. Otros suspiro, igual de insonoro, pero aún más delicioso. -No...- me empujas. Estás dudando, lo sé, porque no te alejas del todo, porque me vuelves a besar. -¿Porqué?- enfadado, sí, enfadado. No puedo, tus labios lo son todo, pero necesito probar más. -Porque me haces estremecer...- un suspiro, pequeño, pequeño, que me volvió loco. Sólo quisiste decirlo, no detenerme: tu mentón se eleva, se apoya en mi hombro. Merlín, vaya invitación. No es otro sabor (sigues siendo tú), no es otra textura (sigue siendo suave), no es otro color (lo he vuelto tan rojo como tus labios). Es ese gemido que te hago expulsar, es tu respiración que se incrementa más y más, es mi nombre el que acabas de pronunciar.Porqué, si tenía lo que quería, quise más. No debí tomar tanto...
-¿Quieres que te acaricie?- expectante, ansioso, temblando. Asientes, mirándome directamente, mordiéndote el labio inferior. Tengo que tomar fuerzas, para ir despacio. Mi mano baja, de tu rostro a tu vientre, y comienza a reptar, ascendiendo, por debajo de tus 3 capas (de las cuáles sólo tomé conciencia de 2). Desde el instante que cualquiera de mis fríos dedos se posaron sobre tu tibieza, cerraste los ojos, y me hablaste con el rostro y oraciones sin palabras. Me aterra tener tanto control¡tienes que limitarme! Yo sólo no puedo... Pero mis manos siguen su camino, y no se detienen a pensarlo cuando la tela blanca los detiene. En el centro hay un arco¡arriba¡abajo¡al centro! Vaya estrategia, ni Napoleón. La única duda es si a la derecha o a la izquierda. Esta última está más accesible. He gemido: largo, bajo, apagado. Mirando por sobre tu chompa, como si pudiera distinguir claramente mi mano y tu piel. A la derecha ahora, algo dificultoso, pero hay que ser equitativos. No te beso, te ahogas, lo sé (lo he intentado). Respira, preciosa, respira, que, literalmente, si tú no respiras, yo tampoco puedo. Ya estás: marcada, sólo mi nombre, sólo mis manos. Esa es mi huella.Sí, tu piel lleva mi nombre, como una zanja profunda que no podrás borrar. Ahora, que estás libre de mí, qué vas a hacer, siempre mirarás esa huella en ti, cómo olvidar.
Debí detenerme a pensar, en algún punto de nuestra relación, en qué depararía cuando todo llegue a su fin; debí recordar, a cada segundo, no volverme tu mundo, dejarte aprender respirar fuera de aquí.
Pero lo soñé tanto, tener todo de ti, cada punto, que no pude ver cómo acababa con tu entorno, cómo dependías más y más de mí.
No quiero verte, no tengo el valor hoy para soportar tu indiferencia y esconder mi dolor, despreocupándote. No quiero herirte (aunque sí), mejor lo dejó ahí y me voy. - Ron. - estás aquí, atrapándome en medio de las escaleras, esperando que vire a responderte. Cosa que no hago.- Ron. - me detengo, a tu insistencia, ni te das cuenta que no tuve intención de hacerlo en un principio. - Henry me dijo que te pidiera la información que obtuvieron en el hospital San Mungo.- tus ojos firmes, tranquilos sobre los míos, me tomaste la mano esperando respuesta¿pero qué no ves! Fuimos al hospital para obtener información y basar en ellos un trabajo grupal de Herbología (sobre hierbas medicamentosas y sus efectos restauradores), pero, diantres, Henry oyó lo mismo que yo¿qué no puede decirte? - No sé, no sé, no nos dijeron casi nada, que Henry te diga. - No lo vas a olvidar, empujé tu mano en un gesto hosco y seguí mi camino abajo sin siquiera mirarte, con el ceño algo fruncido. No, no lo vas a olvidar, me consta porque me contaste al día siguiente, entre sollozos el resto de tu día producto de mi cobardía. No pudiste sin mí, ese día; el hecho de que haya discutido con mis padres, mi mal día, no justificó por nada tu dolor. - No me dejes. - te supliqué, cuando me abrazaste el verme destruido. -No... - recuerdo, tu siguiente frase, a perfección: Tu voz neutra, segura, mística y con un sabor a dolor. -Tú no me dejes a mí. - Siempre lo supiste¿verdad? Que sería yo el que termine con esto. Porqué, entonces, me diste tanto a tal punto de quedarte sin nada propio; porqué, si lo presentías, te negaste a esa voz vaticinadora y me escuchaste a mí, creyéndome. El momento que quise crear fue mi excusa obteniendo tu perdón; el momento que me ofreciste fue la reafirmación de tus sentimientos con tu petición por los míos a cambio: - ¿Estás bien? - te alejas un poco de este abrazo, para ver mi rostro, sólo. Las lágrimas aún no escapan de mí, el estar a punto se refleja. Me escondo en ti de nuevo. - Sólo abrázame fuerte, como hasta ahora, y estaré bien. - Y lo haces, y te estrujo, y me dices: - Te quiero, bonito, te quiero... Prometo intentar no dañarte jamás.- Tomaste mi disculpa y la convertiste en tuya.¿En qué te convertí?
La pareja de mi enfrente, en este pasillo que me dirige a las afueras de este gran colegio, detiene mi mirada. Los observo atentamente, llegando a la conclusión que tú eras especial. Si te rodeaba por la cintura, reías de cosquillas; si estábamos por una pared, intentabas que sea yo el que esté contra ella; cuando te besaba, llegaba un momento en que me detenías y dominabas.
-No. Yo, yo. - ordenabas, con una voz cómplice. Llegaba tu momento, mis labios permanecían inmóviles, con los tuyos los entreabrías. Sé tus ojos abiertos, capturando cada gesto mío y comienzas: La cara dorsal anterior de te lengua ha asomado y llegado a mi labio superior. Breve, tan breve que es eterno; tibio, tan tibio que quema. Estoy cayendo, lo notas cuando te capturo más hacia mí, inclinando la cabeza un poco para caer limpio sobre tus labios. - No, no. Yo. - explicas, mientras te me alejas con tus brazos en mi pecho como palanca. ¿Porque eres tan cruel? Pero, por sobre todo¿porqué me encanta esa malicia tan tuya, tan sana y tan perversa? Vuelvo a ladear mi cabeza, intentando desesperadamente tomar ya tus labios. Mas no me dejas, juegas conmigo, te divierten mis intentos fallidos, mi deseo, tu supuesto poder. - Déjame... - sí, te suplico. Tu negativa junto a esa sonrisa va aniquilando mi orgullo. Volveré a intentar. Hacia donde incline mi rostro, tú lo viras, dejándonos siempre paralelos, e inaccesible a tus besos; estando tan cerca, con tus labios abiertos, suspirando, acrecentando mis ansias, vuelves a humedecerme los labios con tu lengua. - Déjame. - es una orden, lo sabes. - No... - sí, me suplicas. No podrás mantener este juego por demasiado tiempo¿lo sabes? Además, si no te alejas, si sigues rozando, es porque el deseo es común. Es todo. Tomo tus muñecas fuertemente entre mis manos, te separo y con un giro ágil cambiamos posiciones: tú, entre un muro y mi deseo. No te ofrezco si quiera una sonrisa maliciosa, molesto, tomaré lo que quiero: tus labios. Luego tu cuello, voy arrimando tu ropa de esa zona. Hay algo mal... No estás... 'reaccionando'. Te enfoco: Estás tensa. Me ofreces libre albedrío sobre ti, pero si no lo disfrutas no... No puedo. - ¿No quieres? - temo. - No debemos. - excusas. - Está bien. - miento, molesto. Mientras te libero llego a saber que estos momentos-detalles son importantes, abren mi mente: Teniendo noción que me importas más de lo que imaginas e imagino.He llegado a las afueras. Hace tanto frío. Nada con qué cubrirme. Camino despacio sin importarme. Sigo pensando:
En algún momento te convertiste en quien repartía los besos y yo en quien los esquivaba. ¿Porqué no me decías nada? Cómo podías soportarme tanto. Y caía, volvía a ti como loco, por momentos, a respiros, para volver a huir y dañarte con mi indiferencia. Lo sentías, lo sé, sentía tu miedo y tu valor. Tu careta, pretendiendo que todo estaba bien, que yo no he hecho nada malo.
Estabas radiante sentada a mi lado, casi al borde, para poder observarme mejor, ya que yo estaba perfectamente apoyado en aquella banca. Te acercas, apoyando tu mano izquierda en mi pecho, me besas. Me yergo, apartándote con esto, terminando aquel beso. Continúo con la conversación con una frase intrascendental, final, y creo otro nuevo.
¿Podrías ser más discreta? Logro ver por 5 segundos arquear tus cejas tristemente, por otros 5 segundos más, te sumes en una lucha de pensamientos, analizando, rehusando. Cuando tomas una decisión, me observas y va naciendo de la nada una enorme sonrisa, enfrascándote en la conversación que sosteníamos.
No te trato mal, simplemente no me acerco, te lo impido, callo mucho, caminamos en silencio, salvo cuando intentas rescatar la situación.
Por el rabillo del ojo veo que vas perdiendo la lucha, vas cayendo: tu carita preocupada. No voy a ceder, no voy a abrazarte fuerte ni disipar tus dudas con un te amo.
Estás a punto de echarte a llorar, viras hacia mí, intentas sonreír mientras te acercas a mí. Es tu último esfuerzo, puedo verlo, me suplicas con los ojos no te aparte. Aún no caen tu lágrimas y ya las siento. Tenías que mirarme de esa manera, tenías que besarme de aquella forma... Te dejo ser, voy... voy a besarte. Cuando detienes tus labios, para que yo guíe el movimiento esta vez, despierto, abro los ojos y vuelvo a erguirme.
¿Te he destruido tanto? Tu cabeza da a mi hombro, tus ojos al suelo, tu mano presiona la mía, toda tú me estás empapando. No puedo rescatarte esta vez, aunque con tan poco lo lograría. Un te amo que está dentro, que cabe perfectamente en tu corazón, que aprisiono y no libero. Mi brazo sobre tus hombros no significa nada, sólo un peso más.
Este silencio que yo he originado me duele porque te duele. . Sigues esperando de mí durante todo el camino.
Hemos llegado a la sala común, a la bifurcación en las escaleras hacia el cuarto de los chicos y las chicas.
- La he pasado bien hoy contigo. – mi hipócrita sonrisa supera a las palabras que eché.
Sonríes, costándote tanto, intentando tomar mis últimas palabras para borrar-justificar todo aquel día.
- Yo también. Gracias. – no puedes hacerlo, te has dado cuenta.
Bajas tu mirada, presionas tus manitos una con la otra, miras hacia un lado, suspiras largamente mientras frunces el entrecejo, como decidiéndote. Buscas algo en tu túnica, lo sacas, lo pones en mis manos.
- Feliz Navidad. – de puntitas me das un tan pequeño beso, viras y te apresuras escaleras arriba. En ningún momento, desde que bajaste tu mirada, volviste a mirarme. En ningún momento.
La escalera tan vacía, mis manos tan llenas: Un muñeco de nieve, de trapo, rústico, opaco.
Saboreando nuestro último beso, sin saberlo, puedo jurar que tu sí. Es tan cierto cuando digo que he adivinado esa última lágrima tuya escaleras arriba.
¿Qué te he dejado¿Cómo he terminado todo? No lo sé, no lo sé. Ya está hecho. Me limito a seguir, rodeado de todos nuestros lugares, nuestros momentos. Como aquella banca frente al lago, que guarda confesiones, 2 perdones, algunas promesas, unas lágrimas y unas caricias entre pequeños gemidos.
Sé, si me siento, nada volverá, pero pudo fingir que sí, que estás aquí: Vienes a saltitos, risueña, sentándote al otro extremo, esperando que yo te acerque, te seduzca, mirada cándida, ojos rendidos ante mis deseos. Eras mía, tan mía.
Me siento, usando como respaldar el lateral derecho, subo mis piernas, las abrazo, apoyo mi mejilla izquierda en las rodillas, observando al lago. Cierro los ojos, lanzo un gran suspiro: 'Mione. Vuelvo a abrirlos, y si bajo un poquito la vista, veo unos ojos marrones que casi no logro reconocer por lo apagados que ahora están. Abiertos de par en par, como los míos.
-----------------------------------------------------------------------------------------
Dedicado a: Mep, por sus 16 años cumplidos, mas por siempre serás, ya te lo he dicho, mi pequeña y dulce Mep. Disculpa si no ha salido gran cosa, pero casi me he obligado a sentarme frente al ordenador y teclear algo, por ti. Me ha costado unas cuantas lágrimas y casi-casi me ha vuelto a tumbar en la cama, pero ha sido breve, mucho más que antes.
Notas de la autora: Discúlpenme si no he escrito casi nada durante este año, si este escrito no les satisface. La carrera me absorbe, mi léxico se limita a términos ininteligibles, mi modo de escapar y sobrevivir se escapa de mis manos. Voy muriendo, si a alguien le interesa, si a alguien le afecta: mis disculpas.
† —(• K a r l a •)— †
