Capítulo 2: Invocando al inframundo
- ¡Bravo, Paige, bravo!
- Déjame en paz, Phoebe.
- Debiste quedarte hasta asegurarte de que estaba bien, ¡o bajarle a su habitación!
- ¿Qué querías que hiciera? Esa anciana se acercaba y Leo ya nos ha avisado de que bajo NINGÚN concepto deben vernos.
- Ah, bueno, con Leo ya hablaré yo.
- ¡Además, no es mi protegido!¡Es el de Muriel!
- Pero ella estaba cuidando a Wyatt y además, estudiando.
- Sí, claro, y como yo no tengo ni trabajo ni vida social...¡pues qué más da, echémosle a Paige todo el trabajo!- dijo Paige sarcástica.
Las dos hermanas, Paige y Phoebe, discutían en la cocina de la Mansión Halliwell, en San Francisco. Paige había sentido el peligro que corría Harry, que desde hacía apenas una semana era la primera misión de Muriel.
Muriel era una hermana adoptiva, casi como Paige, que había llegado a la casa hacía casi dos años. Ella pasó a ser la protegida de Paige y les ayudó mucho en un periodo de crisis, cuando las tres no podían atender los ataques de los demonios, su vida normal, y además les ayudó mucho con los problemas de Wyatt para controlar su magia. A pesar de que al principio no se fiaron de ella, demostró con creces estar del lado bueno y seguía demostrándolo...o al menos hasta hacía dos días, cuando se puso a estudiar unos exámenes de la escuela, descuidando su tan ansiada misión en solitario que le habían encargado los mayores: proteger a un muchacho de una luz negra que le estaba incitando a suicidarse, como hacían habitualmente.
Sin embargo, Muriel se había quedado frita y no oyó las alarmas de que algo andaba mal, pero Paige sí, así que no tuvo más remedio que acudir en lugar de su hermanita adoptiva a solucionarle el problema.
A Paige no le importaba, pero le daba algo de miedo el que los mayores se enfadaran con Muriel por no haber cumplido con su parte y que no volvieran a confiarle ningún protegido. Paige sabía lo importante que era para su nueva hermana el que los mayores confiaran en ella.
- ¿Hablábais de mi?
Una muchacha, más bien una niña, de unos once años, con rasgos nórdicos y una larguísima cabellera rubia y ojos azules marinos había bajado somnolienta hasta la cocina para beber algo de agua. Había estado estudiando durante horas y horas su examen de matemáticas que tendría al día siguiente, sin apenas resultados.
- Sí, Muriel, querida...tu protegido se ha caído del tejado de su casa.- Paige.
Ante esto, pareció como si le echaran un cubo de agua fría. Abrió los ojos como platos y miró a su hermana mayor, sin creer lo que decía.
- Explícate.
- El Luz negra atacó por fin, iba a tirarse del tejado, pero como estabas tan dormida que parecía que estabas en coma profundo, pues no oíste que estaba en peligro y tuve que ir yo. Eliminé al luz negra, por cierto.
- ¡Me cago en...!
- Esa lengua, Muriel.- Phoebe.
- Esto me va a costar los años y años que llevo intentando que confíen en mi.- dijo abatida, sentándose en la mesa de golpe y dejando caer su cabeza sobre la superficie.- ¡Maldito examen!¡Para qué necesito matemáticas!
- Pues para poder trabajar cuando crezcas.- le respondió Phoebe, acercándose a ella y poniéndole una mano en el hombro para reconfortarla.
- ¡Puedo trabajar en lo que me de la gana, Phoebe!¡Por Dios!¡Si sé más de Historia que cualquier mortal de este mundo!¡Sé más de Economía y todo eso!
- Lo sé...lo sabemos, pero ahora necesitas un título, ¿sabes?- Paige
- El graduado escolar.
- Exacto.
En ese momento, unas luces blancas inundaron la habitación, anunciando la llegada de Leo.
Muriel levantó la cabeza y le miró temerosa de las noticias que pudiera traer.
- ¿Se han cabreado conmigo?- preguntó la niña.
- No, tranquila.- dijo Leo, Muriel suspiró profundamente de alivio.- Pero...quieren que hagas algo en compensación.
- Casi lo que sea.- respondió.
- Verás, alguie...sí, alguien vino a pedirnos ayuda hace un mes o así. Dijo que el chico al que te mandaron proteger estaba en peligro, y efectivamente comprobaste que un luz negra intentaba llevarle al suicidio.
- Sí.
- Pues bien, eso no es todo. Al chaval el amenazan casi tantos peligros como a nosotros a lo largo del año, hay una especie de mago oscuro que quiere matarle y demás y...bueno, la verdad es que los mayores dicen que si podrías encargarte de ayudar a quitar de en medio a ese mago.
- ¿Destruir un demonio?¿Me encargan eso a mi? No lo entiendo.
- No, Muriel, no es un demonio. Es un mago de varita, como los otros, sólo que es bastante más poderoso que el resto y está causando problemas en ese mundo.
- ¿Y cómo es que los mayores ahora se interesan por los magos de ese tipo?
Hubo un silencio, en el que tanto Muriel como Paige y Phoebe miraron interrogantes a Leo, mientras este se preparaba para lanzarles la noticia.
- Fue el susodicho mago tenebroso quien invocó a la Luz Negra...y...
- ¿Y?
Pero Leo no contestaba, se limitaba a rascarse la nuca.
- ¡Leo!¡Dilo ya!¡Nos tienes en ascuas!- Phoebe
- No es el único demonio al que ha invocado, uno de ellos aprovechó la ocasión para salir de nuevo del inframundo, y ahí es donde entra la colaboración de vosotras tres, Phoebe.
- ¿Y qué demonio es ese, Leo?- Paige.
- Han....en fin....han sacado a Barbas.
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Un terrible dolor se extendió por todo su cuerpo, durante lo que le pareció una eternidad había estado sumido en una completa oscuridad. No recordaba con exactitud los hechos que le habían llevado a ese estado, solamente sentimientos...sobretodo miedo y estupefacción, eso era lo que más sentía.
Abrió los ojos lentamente, temiendo por lo que podía ver a continuación...¿una sala blanca?
Acabó de abrirlos, comprobando que estaba tumbado en la cama de una habitación blanca, rodeado de unas cortinas verdes y tupidas que no dejaban ver lo que había tras ellas. Estaba en San Mungo.
Analizó un poco más sus alrededores y se encontró con que Lupin estaba dormido en un amplio sillón justo enfrente suya.
Al verle, recordó por qué estaba allí, vinieron a su mente todas aquellas frases que oía en su mente sobre que era un farsante y sintió un tremendo impulso de salir de allí corriendo, no quería ver a Lupin decepcionado...
Pero al seguir pensando sobre ello, recordó también los momentos previos a su caída del tejado de la casa de los Dursley. Recordó a aquel hombre...a aquella mujer, que le dijo que era una luz negra...¿pero qué era una luz negra?
- ¡Harry! Has despertado, ¿cómo te encuentras?
Lupin acababa de despertarse también, se estaba estirando en el sillón y miraba a Harry con una expresión de cariño que hizo que las dudas que tenía el chico y su miedo le apretaran el corazón, mientras pedía a gritos que Lupin dejara de mirarle así.
- Bien.- fue todo lo que atinó a contestar.
- ¿Recuerdas lo que pasó?
- Sí.
Hubo un silencio no muy prolongado, Harry no miraba a Lupin, a pesar de que él sabía que si ex profesor sí.
- Me gustaría hablar contigo sobre lo sucedido, ¿te molesta?
- No.
- Harry, sé que es un momento difícil, lo es para todos. Yo también quería mucho a Sirius, pero no porque se haya ido tengo que rendirme, tu vida no ha acabado, Harry, aún tienes mucho por hacer.
- ¿Qué pensáis que pasó?- preguntó Harry, ofendido aunque a la vez avergonzado por pensar que quería suicidarse.
- La señora Figg te encontró en el tejado y luego...caíste o te tiraste, eso no lo tenemos muy claro.
- Me caí.- aclaró Harry inmediatamente.- Ella me asustó.
- ¿Te ibas a tirar?
- ¿Qué opina Dumbledore?
- Pues...él cree que Voldemort utilizó su conexión contigo para deprimirte, pero lo hubiéramos notado, y nada nos alarmó. Solamente lo que tus tíos le decían a Arabella, que a veces te reías como un loco y que desde que llegaste apenas salías de tu habitación.
- Así que...si Voldemort me hubiese coaccionado, ¿vosotros lo habríais notado?
Lupin miró curioso a Harry, se estaba comportando de una manera extraña. Suponía que se echaría a llorar, o que se enfadaría, o cualquier otra reacción...menos esa. ¿Por qué le preguntaba por sus opiniones? Por su mirada sabía que estaba ocultando algo, algo que pasó en ese tejado y que se habían perdido.
- Sí, en cierto modo, sí. Lo habríamos notado.
- Ya veo.- contestó pensativo.
Harry ató cabos en su mente, había dos opciones: o bien Voldemort había enviado a ese "luz negra" a por él para que no detectaran la presencia del mago oscuro...o bien se trataba de una nueva criatura. ¿Y quién era la mujer que lo salvó de aquel luz negra?
Miró a Lupin, que le miraba a él como preguntándose por lo que pensaba. Decidió preguntarle:
- Remus, ¿sabes lo que es una luz negra?
- ¿Una qué?
- Luz negra.
- No, no lo sé. ¿Por qué lo preguntas?
- Es una larga historia, déjalo.
En ese momento, entró a la habitación la señora Weasley con Ron, que se alegraron mucho de que Harry estuviera por fin despierto.
- ¿Cómo estás, compañero?- le dijo Ron.
- Bien, gracias.- le dijo, y mientras Lupin y Molly hablaban al otro lado de la cortina verde, Harry le dijo en bajo.- Luego hablamos, hay algo que os tengo que contar.
- ¿Qué ha pasado?
- Tiene que ver con lo del tejado, ¿dónde está Hermione?
- Vendrá en un par de horas.
- Genial, pues cuando estemos los tres, y si quieren venir Ginny y tus hermanos también pueden, os lo contaré.
- ¿De qué va?
- Este año tenemos algo nuevo que investigar.
Los dos adultos volvieron a asomarse a la cama de Harry, e inmediatamente Ron y él comenzaron a disimular que se estaban contando el verano. Sin embargo, Harry notó que Lupin estaba muy serio, y se le quedó mirando esperando que le dijera qué pasaba.
- El Ministro quiere venir a verte, ¿sabes?
- ¡Qué dices!
- No me parece buena idea, ya se lo dijo Arthur.- dijo Molly.
- ¿Y qué pinta ese tío aquí?
- Publicidad, fijo.- dijo Ron
- Pues entonces que se vaya a la tele a anunciarse, ¡por su culpa esos mortífagos se fugaron de Azkaban!¿¡Y encima quiere venir a verme fingiendo preocuparse por mi!?¡Dile que se vaya lejos, pero muy lejos!
- Le diremos que no te encuentras en condiciones, aunque...- Molly.
- ¿Qué?
- Saldrás de aquí en apenas un día.
- Pero él no puede visitar Grimmaul Place, ¿verdad?
- Él no sabe de la existencia del cuartel, aún no.- Lupin.
- ¿Y vais a ocultarme allí o me vais a mandar a Privet Drive para que Don Me-molo-yo-solo se de aires?
- Más bien lo primero.- dijo Lupin conteniendo la risa, mientras Ron se partía con ganas.
Los dos adultos estuvieron un rato más, para luego irse y dejar a los dos amigos solos. Aunque no estuvieron mucho tiempo, porque alrededor de las cinco de la tarde, vinieron el resto de sus amigos.
Hermione, Ginny y Fred y George con un saco de bromas entraron saludando a Harry y preguntándole como estaba. Él notó que en Hermione había algo de artificial en su manera de actuar, y daría su cabeza si estaba equivocado: ella creía que quería suicidarse de verdad, aunque a cada hora que pasaba Harry estaba más convencido de que aquel hombre era el que había estado durante semanas entrando en su mente y diciéndole esas cosas.
- Eh...Harry, tenías que decirnos algo.- dijo Ron cuando ya se calmaron todos un poco, todos le miraron expectantes.
- Sí, veréis...pasó algo muy extraño allí arriba, en el tejado.- comenzó, nadie comentó nada, estaban esperando a escuchar su historia y se sentaron o en su cama o en el sillón donde había estado Lupin.- Estaba en el borde, apunto de saltar, cuando alguien me gritó "¡detrás de ti!". Yo me di la vuelta y...había un hombre vestido de negro, se sorprendió mucho de que le pudiera ver, ahora que lo pienso.- dijo, miró a sus amigos comprobando su reacción, todos se miraban los unos a los otros.- Luego la persona que me avisó disparó algo al hombre, que cayó por el tejado y se consumió en fuego. Yo sólo alcancé a ver las últimas cenizas...luego esa persona me preguntó que si estaba bien y luego me dijo que aquel hombre era...una luz negra.
- ¿Una qué?- Ginny.
- Ni Lupin sabe lo que es, me gustaría preguntárselo a Dumbledore.- Harry.
- Harry, yo...¿por qué querías saltar?
Todos se quedaron mirándole, con caras algo tristes y preocupadas. Él contestó lo que de verdad sentía:
- Resulta que creo que ese tipo me estuvo influenciando para que saltara, utilizó lo que pasó con Sirius para hacer que me subiera al tejado y saltara...me hizo sentir culpable.- dijo bajando la vista.
- ¿Quieres decir que...?
- ¡En condiciones normales no habría saltado!¡¿Realmente me crees tan débil como para querer suicidarme, Hermione?!- gritó enfadado.
- No, Harry...es que...
- No me crees, ¿verdad? Pues no es una excusa, ni os estoy mintiendo.
- Pues eso es grave, tal vez deberías contárselo a Dumbledore.- dijo Fred intentando desviar la atención de Harry para que no se cabreara más.
- Aún hay un detalle que no os he dicho.- Harry.- La persona que mató al hombre despareció...envuelta en luces blancas, y subiendo hacia el cielo.
Silencio.
- Ahí sí que ya no cuela, Harry. Eso es un canteo.- George.
- ¡Os lo juro!
- Sí, ¿así que vino un ángel a salvarte?- Gin
- Me da igual lo que fuera, lo que os digo es verdad. Tenemos que averiguar lo que es una luz negra y tal vez sepamos lo que era esa persona.
- Una luz blanca.- dijo Fred entre risas, todos se le quedaron mirando.- ¿Qué? Es lógico, ¿no? Si la luz negra desaparece en cenizas y la otra se va al cielo envuelta en cosas blancas, pues será una luz blanca, ¿no?
- Jamás he oído hablar de ninguna de las dos cosas.- dijo George, Hermione asintió en señal de que ella tampoco.
- Está bien, Harry. Yo te creo, sé que no inventarías esas cosas. Averiguaremos lo que pasó en ese tejado, ¿vale?- dijo Gin, los demás asintieron.
- Gracias por no pensar que estoy loco.
- ¿Después de lo que han estado diciendo el año pasado? Esos argumentos eran aún más descabellados que los que nos cuentas, tío.- dijo Ron.
De repente, unas voces sonaron desde afuera.
- ¡Le digo que quiero entrar!¡Déjeme pasar!
- No, no está en condiciones de verle ni creo que quiera, así que váyase Fudge.
- ¡Mierda!- exclamó Harry.- ¡El que faltaba!
- ¿Para qué viene?- Gin
Ni tuvieron tiempo de responder, pues el Ministro de magia entró como un vendaval por la puerta y se dirigió a la cama de Harry.
- ¿Y los fotógrafos?- dijo el chico mirando a la puerta de la habitación.- Pensé que querría una primera plana en El Profeta con una foto de usted y yo sonriendo y con un titular bien grande que dijera "Harry Potter y Cornelius Fudge olvidan sus diferencias y colaboran" o algo así.
- Potter, no estoy para bromas.- dijo, Harry miró a Fred y a George que se rieron por lo bajo.
- Pues dígame entonces a qué ha venido.
Fudge se quedó unos momentos mirando a los otros chicos con la intención de que captaran que quería que se fueran. Sin embargo, ninguno de ellos se movió; se cruzaron de brazos y se quedaron sentados donde estaban. Al ver que no iba a conseguir nada, Fudge habló.
- Usted estuvo hace más o menos un año en...bueno...en un lugar donde quien ya sabe reunió a sus mortífagos para su vuelta y...queríamos saber dónde está, por si resulta ser una base o algo por el estilo.- dijo, Harry alzó las cejas.
- Bueno, verá señor ministro, resulta que Voldemort no me dejó mucho tiempo para sacar el mapa que llevo siempre en mi bolsillo, ni para preguntarle dónde estaba, ni siquiera para admirar el bello paisaje de lápidas que me rodeaba.- dijo sarcástico.- Así que lo siento pero no puedo ayudarle.
- Algún detalle, Potter. Tal vez lo más mínimo nos lo haga saber...¿así que estuvo en un cementerio?
- Sí.
- ¿Se fijó en la vegetación?
- ¿Está bromeando?¿Tengo cara de biólogo o profesor de Herbología?¡En aquel momento lo que me interesaba es salir de allí para no ser asesinado!¡No ver si había algún sauce o algún olmo cerca!- gritó irritado.
- Está bien, está bien...ya sabe que si recuerda algo sólo tiene que decírselo a su director, sé que querrá colaborar.
- Eso seguro, lo que no es tan seguro es si quiero colaborar con usted.
Fudge echó una última mirada molesta a Harry antes de irse por donde había venido, los demás le miraron sorprendidos de lo que le había soltado al ministro en aquellos escasos cinco minutos.
- Como se le ocurra volver a mandar a algún incompetente como profesor de defensa le tiraré por la ventana de la clase de Trelawney...o mejor, hechizaré una bludger que le persiga hasta que le quite la cabeza.
Unas horas después, mientras Harry ya se preparaba para regresar a Grimmauld Place cuando el dieron el alta. Phoebe entraba en la mansión Halliwell después de haber ido a comprar algunos ingredientes. Leo había ido a averiguar dónde estaba Barbas, pues si aún no las había atacado significaba que en San Francisco desde luego no. Además, el luz blanca les habló de un extraño colegio al que iba Potter a estudiar y que trataría de que Muriel tuviera una plaza para poder vigilarle mejor.
- ¿Y Piper?¿Todavía no ha vuelto?- preguntó Phoebe
- Qué va, últimamente se tira horas en le parque con Wyatt. Y una de dos, o se acaba destrozando ella sola o acaba destrozando a Wyatt.
- Un pequeño subidón de energía, eso es lo que tiene.- Muriel.
- Así ha salido mi sobrino, que no hay quien le pare.- Phoebe.
- No me lo recuerdes porque me toca cuidarle esta noche mientras vosotras os largáis DE JUERGA.- Muriel.
- Pues para eso tendrías que haber aprobado Literatura.- dijo Paige, Muriel entornó los ojos.
- ¿Y qué autoridad tiene usted, jovencita, para castigarme?
- Resulta que soy tu luz blanca, así que no protestes.
- ¿Pero cómo quieres que pase esa materia con semejante profesora? Es una birria. ¡Además! Me dijo que estaba aprobada y ahora va y me da la puñalada por la espalda, es una mala persona.
- ¿Cómo puedes NO pasarla sabiendo todo lo que sabes? Es igual que historia, si la suspendieras sería para matarte.- Phoebe.
- Sí, sobretodo a partir del s. XVII.- Paige.
- Explotadoras, eso es lo que sois.
Las dos hermanas se rieron, mientras que Leo volvía a aparecer en la cocina, esta vez acompañado por Piper y Wyatt.
- ¡Me da igual, Leo!¡Sé conducir, ¿sabes?!- se quejaba Piper.
- ¿Has averiguado algo?
- ¡Ah! Hola, Phoebe, sí...eeeh...te han admitido, la persona que nos pidió ayuda te ha conseguido una plaza.- dijo ofreciéndole una carta, la de los materiales y libros necesarios para Hogwarts, Phoebe la cogió.
- ¡Bien!- Muriel.
- Ten cuidado, Potter está bien vigilado.
Muriel miró a Leo con expresión confusa, para luego preguntarle:
- Si está tan bien vigilado como dices, ¿qué pinto yo allí?
- Su vigilancia a veces no es del todo efectiva, usease, que se escapa.- dijo Piper.- Y creen que contigo en la escuela estará más seguro.
- ¿Seguro que no estaban borrachos?- dijo Muriel riéndose, los cuatro adultos la dirigieron una mirada seria y de advertencia.- Tranquilos, me comportaré.
- Más te vale.
- Te aviso de que tanto en la escuela como en casi todas partes estaréis vigilados por...eeh...¿cómo dijo?- Leo
- Aurores.- dijo Piper
- ¿Has ido con él?- Paige.
- Me ha arrastrado, sí.- contestó Piper molesta.
- ¿Qué son aurores?- Muriel
- Algo así como los luces blancas de su mundo, solo que ellos no orbitan. El caso es que los mayores han analizado la situación y...bueno, creen que con vosotras será suficiente y...pues...te han elegido a ti, Muriel, ya que has demostrado ser competente y además eres la protectora de Potter. Y a vosotras...bueno, las razones sobran.
- ¿Entonces nos tenemos que mudar?- Phoebe
- ¡Bueno!¡Si en tan alta estima tenéis a Muriel como que es capaz de derrotar a Barbas y a ese mago oscuro ella sola...!
- Vale, Leo. La cuestión es que cómo vamos a combatir contra él si no sabemos ni dónde está.- Phoebe.
- Eso no se sabe con exactitud, pero una vez allí ya lo averiguaremos.
- ¿Y TENEMOS que ir allí?- Piper
- ¿Acaso no tenéis ganas o qué?
- ¡Estoy preguntando, Leo!¡Qué insoportable estás!
- Una cosa, ¿dónde se supone que Muriel va a comprar todo esto?- dijo Phoebe mirando la carta de Hogwarts.
- En Londres, ya me han dado todas las indicaciones. Yo te llevaré orbitando.
- ¡Yo quiero ir!
- Phoebe...- Piper
- ¡Oh, vamos!, me han dado un par de días de vacaciones...me haría tanta ilusión ver ese sitio.
- Infantil.
- ¿Y qué pasa con San Francisco? Aquí también hay demonios.- Paige.
- Y más brujas aparte de vosotras.
Al final, no tuvieron más remedio que aceptar largarse a vivir una temporada a Inglaterra. Leo dijo que esa misteriosa persona que había pedido ayuda a las embrujadas les había dejado una casa donde vivir en el Suroeste de Escocia, así que todos se prepararon para hacer las maletas.
- Tendremos que tener cuidado, mucho cuidado.- le decía Phoebe a Muriel mientras recogían todo.
- ¿De verdad es tan terrible como dicen?
- Bueno, ya le hemos vencido en un par de ocasiones pero...nunca se sabe. Lo que hace es aprovecharse de tu mayor miedo para destruirte, así que más vale que me digas lo que te da más pánico, Muriel.
- Eeeh...bueno, odio las arañas.
- No es suficiente, algo más fuerte.
- Puesss...no lo sé.
- Piensa en ello, tenemos que estar preparadas para hacerle frente si llega el caso.
- De acuerdo.
- En cuanto lleguemos, según Leo tenemos que ir a un tal Callejón Diagon, y tendremos que comprar todo eso que venía en la carta.
- Oye Phoebe, ¿quién nos pidió ayuda?
- No lo sé, Leo no ha querido decírmelo.
- ¿Crees que Piper le ha visto?
- Tal vez, pero como no ha dicho nada seguramente que no lo haga.
- ¿Y por qué iban a ocultárnoslo?- preguntó, Phoebe se encogió de hombros.- Sólo espero que no sea una de esas trampas que se inventan los demonios para mataros.
- Sí, yo también lo espero.
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La luz de la luna creciente entraba por una ventana desvencijada, dando de lleno a un hombre de aspecto anciano pero con una cara que permanentemente tenía una expresión diabólica. Estaba pensando en su venganza, desde que fue mandado de vuelta al inframundo y destruido de una manera tan dolorosa...haría pagar a las Embrujadas por su atrevimiento, esta vez contaba con más medios que las veces anteriores.
Alguien entrando completamente fuera de si en la habitación le hizo dejar esos pensamientos a un lado, se quedó detrás de él y comenzó a gritarle.
- ¡Tu demonio ha fallado!¡Potter sigue vivo!
- Paciencia, Voldemort, paciencia...era previsible.
- ¡¿Sabías que iba a fracasar?!
Barbas sonrió y se dio la vuelta, quedando cara a cara con el mago tenebroso.
- Por supuesto, cada vez que una de las embrujadas se cruza en el camino de uno de nosotros, acabamos muertos...sin excepción alguna.
- ¿Y qué pintaban esas muggles defendiendo a Potter?
- Una de ellas al parecer debe ser su protectora, algo que nos pone en serias dificultades...pero ya hablamos de eso, ¿recuerdas? Yo mato a Potter y tú destruyes a las brujas.
- No entiendo cómo no puedes matarlas tú mismo.
- Ni yo pero...no puedo, el caso es que el chico no tiene defensas contra mi pero sí contra ti. Además de que las embrujadas están preparadas para ataques como el mío, no como los tuyos...es un cambio justo, ¿o acaso comienzas a dudar del trato que has hecho?
- Yo no dudo nunca...
- En ese caso, no tenemos más que comenzar...decenas de demonios esperan impacientes a vengarse de esas tres, no creo que ninguno de los del bando de ese anciano puedan detener un ataque del inframundo como este. Así que dile a tus mortífagos que comiencen con el ritual, iré enseguida.
Voldemort se retiró de la habitación del demonio, no confiaba en él pero de momento era su mejor arma contra Dumbledore y su estúpido mini-ejército de aurores. La invocación de Barbas fue simple...aunque en realidad estaban llamando a aquel extraño ser que se suponía debía matar a Potter usando su sentimiento de culpabilidad contra él mismo.
Sin embargo, abrir una puerta a algo tan peligroso como el Inframundo...ni siquiera él estaba seguro de que fuera buena idea hacerlo, pero en ese caso sí confiaba en que Barbas supiera controlar a los de su propia especie.
Llegó hasta el salón donde estaban sus más fieles y poderosos mortífagos, preparados para la invocación. Poco después de que llegara él, vino Barbas y por fin pudieron comenzar a preparar lo que, esperaba el demonio, fuera la gran pesadilla de las Halliwell.
