Capítulo 3: Una visita inesperada

La llegada de Harry a Grimmauld Place no fue como él esperaba, ya de por si le había extrañado que Dumbledore no hubiera ido a verle a San Mungo, aunque intentó imaginar que estaría solucionando algún asunto importante para la Orden y que, de todas formas, tampoco había sido tan grave. Pero ni siquiera estaba en la casa, lo que le decepcionó.

Allí solamente estaba Mundungus, Bill y Charlie, que salieron a darle la bienvenida a Harry desde la cocina.

- ¿No está Kreacher?- preguntó Harry con un tono que revelaba sus intenciones.

- ¡Harry! No serías capaz de hacerle daño, ¿verdad?- dijo Hermione.

- No...daño no...MUCHO daño, que es distinto.

- Eres un sádico.- siguió protestando su amiga, él sólo se rió.

- Kreacher se fue con el familiar más cercano, como la otra vez.- dijo Arthur lo más natural posible.

- Pues que le vaya mal.

- Vamos arriba, Ron.- dijo Hermione molesta y arrastrando a Ron a los dormitorios.

- ¿Y Dumbledore?- preguntó mirando atentamente a los adultos, sabía que mirando su reacción averiguaría más cosas que preguntando.

- No lo sabemos, recibió una lechuza urgente y se fue con Moody hacia donde fuera que le llamaron.

Se fijó en las caras, lo que estaban diciendo era pura verdad, lo que extrañó mucho a Harry, ¿qué la Orden no supiera lo que Dumbledore estaba haciendo? Le dio mala espina nada más pensarlo.

- ¿Y cuando fue eso?

- Hace unos tres días, pero no te preocupes, está bien.

Sin decir ni mirar nada más, subió las escaleras. Se fijó entonces en que el cuadro de la madre de Sirius ya no estaba, las cabezas de elfos habían desaparecido...parecía que por fin la destartalada casa comenzaba a ser un hogar, justo ahora que su propietario no podía disfrutarlo.

Sacudió la cabeza intentando quitarse los pensamientos negativos, no le serviría de nada lamentarse, eso no le devolvería a Sirius...lo mejor que podía hacer era demostrar que no murió por nada.

Entró en la habitación que había ocupado el año pasado junto a Ron y Hermione, que entraron tras él. Mientras dejaban sus cosas en el suelo, Harry les contó lo de Dumbledore. Al acabar, Hermione les preguntó:

- ¿Qué puede estar haciendo Dumbledore que le lleve tanto tiempo?

- Seguro que es muuuuuuy importante, y cómo no, supersecreto.

- Alomejor este año sí que te cuentan cosas, Harry.- Ron.

- No creo que sirvan de mucho, pero alomejor así me hacen la tarde más entretenida con sus batallitas.- dijo con voz resentida.

- No puedes seguir toda la vida enfadado, ¿sabes?

- Cierto, Hermione, pero mientras pueda seguiré así.- dijo, sus amigos iban a hablar pero él les interrumpió.- Escuchad, estoy hasta arriba de ser un muñegote yendo de aquí para allá. Si alguien quiere manejarme que se haga un peluche con mi careto y que sea feliz, pero a mi que me dejen tranquilo. Ahora si me disculpáis...- dijo cogiendo unas cosas de su baúl.- me voy al baño.

Cerró la puerta tras él, dejando a Hermione y Ron mirándose con la misma expresión y con el mismo pensamiento en la cabeza: a Harry le estaba pasando algo muy raro.

.··..··..··..··..··..··..··..··..··..··..··..··..··..··..··..··.

La familia Halliwell al completo estaba ya llegando con todas sus cosas a su nueva residencia en Inglaterra, un caserón más grande que el de San Francisco, pero bastante más escondido y apartado. La primera impresión que tuvieron, al aparecer orbitando ante la puerta principal, es que les habían estafado.

El caserón presentaba un aspecto bastante sombrío, con una fachada que antaño fue blanca y que ahora era gris piedra; unas ventanas completamente llenas de suciedad y con unas contraventanas de madera verde despintada y carcomida, así estaban las que al menos aún estaban en su sitio.

Chris y Muriel se adelantaron a todos y se acercaron a la puerta principal para abrirla y comprobar el estado del interior de la vivienda. En principio estaba atascada, pero Muriel hizo un movimiento de manos y se abrió al instante.

- ¿Habitable o mejor que nos volvamos a San Francisco?- dijo Paige desde fuera.

Los dos que estaban dentro exploraron un poco más a fondo, se veía que todo estaba muy sucio, olía a cerrado y habría que tirar algunas cosas, pero nada que ver con el exterior.

- Bah, con una pasada esto estará listo.

- Lo que queremos es que esté limpio DE VERDAD, Muriel, no que sea una ilusión.- dijo Chris.

- Pues vas a coger tú la fregona, bonito, por bocazas.- dijo molesta ante la negativa a que usara su magia para agilizar el proceso, luego se volvió hacia la puerta y gritó a los otros.- ¡Podéis entrar, no está mal del todo!

Las tres Halliwell junto con Leo y Wyatt entraron al interior del caserón, exclamando de admiración por el tamaño de la casa.

Piper dejó a su hijo en manos de Leo y entró con Phoebe en una de las salas que había a ambos lados al entrar, tras una puerta acristalada blanca muy bonita pero que necesitaba a gritos una buena mano de pintura. En dicha sala, que parecía ser una especie de salón recibidor, todos los muebles estaban tapados bajo sábanas y ambas hermanas se dedicaron a destaparlos.

- ¡Fíjate, qué bonitos!

Todos los enseres que había por allí tenían un claro estilo antiguo, ninguna de las piezas parecía bajar de los 75 años más o menos y algunas, por lo que Piper pudo aprender de Prue y su amplio conocimiento de las antigüedades, podían tener hasta dos siglos.

El resto del grupo también se dedicó a explorar las habitaciones, abrir ventanas y ventilar un poco la casa...el primer paso de los muchos que tendrían que dar para acondicionarla.

- ¡Piper!¡Ven, corre!¡Mira qué cocina!

Ante el grito de Muriel, Piper acudió inmediatamente a ver uno de sus lugares favoritos, donde pondrían en práctica pociones y, sobretodo, cocinaría sus platos preferidos.

Ella y Phoebe bajaron las escaleras, pues habían estado destapando muebles en los dormitorios, y entraron a la enorme sala que constituía la cocina.

Ésta también estaba decorada a un modo más o menos de los años cincuenta, también con muchos signos de llevar décadas abandonada. En la cocina había una puerta que daba acceso al jardín, Paige y Muriel junto con Chris fueron a explorarlo, parecía ser enorme.

- Lo raro es que no nos haya recibido nadie ni nada.- comentó Phoebe.

- El que nos cedió la casa nos pidió disculpas, que tendríamos que arreglarla nosotros.- dijo Leo apareciendo por la puerta con Wyatt, que miraba a todas partes curioso.

- No es por nada, ¿pero qué clase de persona nos pide ayuda y ni siquiera nos da más información que la dirección de esta casa, la del callejón, la escuela y a quién tenemos que proteger y de qué?

- Es lo que necesitamos, Phoebe.- dijo Piper.

- Tú lo sabes pero no quieres decirlo.

- No puedo, lo siento.

- ¡Piper, que soy tu hermana!

- No insistas.- dijo con una sonrisa que crispó aún más los nervios de Phoebe

- ¡Ha! Algún día me lo dirás.

- No tendrás que esperar demasiado...- respondió misteriosa.- ¿Podrás aguantar hasta entonces?

Phoebe asintió, pero sin dejar de mirar interrogante a su hermana, ¿por qué le estaba ocultando la identidad de esa persona? Intentó usar su poder de empatía, pero recordó que hacía un buen tiempo que, para prevenir situaciones incómodas, había enseñado a todos a protegerse contra eso, así que no podía saber lo que estaba pensando ni sintiendo en ese momento, porque hubiera apostado cualquier cosa que estaba gritando el nombre para sus adentros.

Durante el resto del día, estuvieron como locos ordenando todo lo que había en aquel caserón. Wyatt no hizo las cosas más fáciles, pues continuamente se divertía viendo a sus tías o a su madre buscando una bayeta, o dónde estaba la escoba...mientras él lo escondía todo.

Sólo Muriel parecía aguantar de buena gana el extraño sentido del humor del pequeño, que ya por esas fechas iba a contar con cinco años. Por eso la rubia se había convertido en la niñera oficial de Wyatt, porque era la única con la que se portaba "bien". Claro, que si por "bien" se interpreta el practicar sus poderes a base de dejar la habitación donde se encuentre hecha un cisco...

- ¡Wyaaaaaaaaaat!¡Devuélveme el cubo!

Paige venía malhumorada por las escaleras, era la segunda vez que su sobrino se llevaba, o más bien hacía orbitar hacia él, el cubo con agua que estaba usando para limpiar los cristales. Muriel, que ya sabía dónde lo había colocado, esperó pacientemente que su luz blanca entrara en la habitación donde estaban ambos.

No hubo que esperar mucho, nada más Paige abrió un poquito la puerta, el cubo entero cayó sobre su cabeza. Wyatt se reía con ganas mientras Muriel hacía auténticos malabares con su cara para que no apareciera ningún signo de sonrisa.

- Tú lo sabías.- dijo Paige enfadada desde la puerta señalando a Muriel.

- No sé de qué me hablas, Paige, llevo toda la tarde aquí arreglando estas contraventanas.- contestó ella con voz seca aunque comenzaba a notarse que se reía.

- Wyatt, ya es hora de que empieces a crecer un poquito.- le replicó ahora a su sobrino, que la ignoró por completo.

Muriel salía por la ventana para quitar los oxidados soportes de las contraventanas y cambiarlos por otros cuando vio que tres personas se acercaban por el camino hacia la puerta de la casa. Sin decir nada, salió de la habitación y se dirigió a la puerta para ver quien era, seguida por una Paige intrigada por la repentina salida de Muriel.

- ¡Leo, Piper!¡Tenemos visita!- les llamó Muriel

- ¡Chris, Phoebe!¡Todos al hall!- Paige

Mientras todos acudían al sitio, la niña abrió la puerta poco antes que aquellas personas llegaran al pequeño porche.

- ¡Esto es propiedad privada!- saltó con voz autoritaria.

Las tres figuras, encapuchadas, se detuvieron donde estaban. Luego se miraron y después una de ellas, un hombre, preguntó:

- ¿Son ustedes las Halliwell?

- ¿Y quiénes sois vosotros?- preguntó Muriel sin responder directamente al hombre.

- Traemos información sobre Potter, creemos que podría interesarles.- respondió.

Detrás de la muchacha aparecieron en ese momento el resto de la familia, luego la otra persona encapuchada, una mujer, pidió permiso para pasar. Piper accedió aunque desconfiaba, todos se pusieron alerta y les hicieron pasar a aquel recibidor al que Phoebe y Piper entraron primero, que ahora estaba más o menos decente.

- Disculpen pero acabamos de llegar y no tenemos nada que ofrecerles.- dijo Muriel, poniendo un tono algo intimidante en la voz para dejar a raya a los desconocidos.- ¿Qué decían antes sobre Potter?

- Le conocemos y nos preocupa su presencia aquí.- dijo la mujer, Phoebe soltó una carcajada y los demás la miraron intentando adivinar si había sentido algo malo.

- Hemos venido a protegerle, si es por eso por lo que se quejan.- saltó Paige.

- ¿Quién les envía?

- ¡¿Y nosotros qué sabemos?!- Chris

Sin embargo, el silencio de Piper y Leo atrajo la atención de todos, pues evitaban meterse en la conversación.

- Bien, es hora de que pongamos algunos puntos en orden antes de empezar.- dijo el hombre.

- Sí, es lo mejor.- dijo un segundo hombre que hasta ahora no había hablado.

Hubo un silencio momentáneo, sólo roto a los pocos segundos por Phoebe y Piper, que se llevaban las manos a la boca mientras susurraba "¡Dios mío!".

- ¿Os pasa algo?- le preguntó Paige.

- ¡¿Qué estás haciendo aquí, papá?!

Las tres personas encapuchadas se descubrieron en aquel instante, sorprendiendo a todo el mundo por la presencia del padre de las Halliwell pero sin acabar de saber quiénes eran sus dos acompañantes.

- Veréis, ellos...

- Digamos que somos...parientes lejanos.- dijo la mujer.

- Así que mejor que colaboremos entre todos, cuanto más unidos menos posibilidades tendrá el enemigo de vencer.- dijo el hombre sacando una varita, Muriel abrió los ojos asombrada.- Compartiremos nuestra información con ustedes y así lo harán con nosotros, ¿están de acuerdo?

- Sí, pero aquí hay un par de cosas que nos tienes que contar, ¿verdad papá?- dijo Phoebe.

El padre asintió, comenzando entonces a relatar en qué estaban emparentados y cómo había contactado ni más ni menos que con magos de varita, que viva la casualidad, estaban relacionados con Harry Potter.

.··..··..··..··..··..··..··..··..··..··..··..··..··..··..··..··..··..··.

Los gemelos aparecieron una tarde con los bolsillos cargados de nuevas bromas, le contaron a Harry todos sus planes y algún que otro cotilleo sobre Voldemort que habían logrado escuchar con los nuevos modelos de orejas extensibles, consistentes en un pequeño pegote de algo parecido a masilla de color "camaleón" (usease, que se adaptaba a cualquier color o superficie) que se pegaba al lugar del cual se quería escuchar.

Aquel día, poco antes de la hora de la cena, hubo otra reunión de la Orden en la cocina. Como siempre, no les dejaron pasar ni escuchar. Hermione y Ron esperaron un numerito por parte de Harry, pero se quedaron con las ganas porque él decidió que, primero, no merecía la pena exaltarse si no iba a conseguir nada más que información a medias. Segundo, porque le importaba un rábano y tercero porque si no querían que se enterara...allá ellos, ya se buscaría él la vida como fuera.

Había estado hablando del verano que habían pasado Gin, Ron, Hermione y los gemelos cuando Harry fue un momento al baño. Al salir, Dumbledore le esperaba en la puerta de la habitación.

- ¿Qué pasa?

- Ven, Harry.

No hizo falta más para saber adónde le llevaba, a la cocina...iba a dejarle estar en una reunión. Sorprendente y a la vez suficiente, aunque sabía que la parte más importante ya la habían tratado. Bajó con Dumbledore rápidamente hasta la cocina y entraron dentro, donde estaban todos los miembros de la Orden incluido Snape, que no se libró de una mirada llena de desprecio por parte de Harry.

Dumbledore puso un encantamiento en la puerta para que no se pudiera oír nada desde fuera, para luego invitar a Harry a que se sentara.

- Bien, dado lo que pasó el curso anterior hemos aprendido la lección.- comenzó Dumbledore, Harry prefirió no comentar nada.- Así que vamos a contarte los planes que tiene Voldemort...al menos para ti.

- ¿Aún se preocupa por matarme? Qué raro...- dijo con una sonrisa malévola en la cara, ninguno de los presentes entendió su reacción.

- Pues sí, Harry, y sabes que lo seguirá haciendo hasta que lo consiga. El caso es...que hemos preparado un programa para que entrenes, sobretodo oclumencia.

El sobresalto que pegó Harry no fue por el hecho de que por fin abrieran los ojos y le hicieran aprender algo útil para enfrentar a Voldemort, sino...tenía la sensación de haber vivido aquello antes, como si de forma latente pudiera repetir exactamente lo que iba a decir Dumbledore.

- Pero tranquilo, la estudiarás conmigo.- continuó el director.- He hablado con varios profesores de Hogwarts que te van a dar clases extra, ¿estás de acuerdo?

- McGonagall...¿Flitwick?...eeeh...bueno, Snape también, supongo.- dijo Harry con un especial tono de fastidio en el último nombre, ignorando la presencia del aludido.

- Profesor Snape, Harry. Pero sí, cada uno te enseñará cosas propias de la materia, pero un nivel más avanzado. En cuando a defensa...aún no sabemos nada.

- ¿No hay profesor?

- No, aún no.

- Harry, sé que va a ser mucho pero...si pudieras...- comenzó Lupin.

- Seguir con la AD, no te preocupes, lo haré.- contestó inmediatamente.- El caso es que no voy a dar yo a todos los cursos, yo no puedo ser el profesor.- dijo, Snape soltó una carcajada.- Aunque ya me gustaría poder dar en las narices a los que dudan.

Ahora fue Lupin y otros, como Bill, Charlie o el sr. Weasley los que se taparon la boca ocultando la sonrisa.

- El caso es, que en el caso de que no hubiera profesor hasta cierta altura del curso, sería...eeh...el profesor Snape, quien te diera esas clases extra.- dijo Dumbledore mirando expectante la reacción del muchacho.

Harry miró con los ojos muy abiertos a Dumbledore, ¿acaso no le había dejado bien claro que no quería ni agua de ese profesor el año pasado? Pues nada, jódete y baila, Harry...

- Pues vale.- fue todo lo que dijo, si total, no iba a servir de nada quejarse.

- Cuando llegue el día de ir al callejón, vendrás con nosotros.- saltó de repente la señora Weasley.- En fin, es mejor que quedarte aquí encerrado y...de todas formas irás con escolta.

- Bien.

Toda la sala se quedó callada, intercambiando miradas. Harry ni se inmutó, le parecía más interesante mirar sus uñas que observar una reacción que ya esperaba, su conformismo dejaba sorprendidos a todos. No importaba, ya le llegaría la hora de imponer su criterio, y vaya si lo iba a hacer...siempre y cuando fuera necesario, claro, no fuera a ser que metiera la pata de nuevo.

Estudiar defensa con Snape...desagradable y molesto, pero por otro lado su mentalidad cambiaba a otro punto de vista. No tenía que ser tan orgulloso, tenía que pensar más en lo útil, ¿y por qué no? Snape había sido un mortífago, sabía toneladas de Artes Oscuras de seguro. Dependiendo del profesor de defensa que cayera, casi le parecía la mejor opción que tenía. Con Dumbledore seguramente mejoraría en oclumencia, pero esta vez tenía unos esquemas en la cabeza de preguntas y métodos medio aprendidos durante el fiasco de las clases del año pasado.

¿Podrás con todo eso, Harry?, se preguntaba a sí mismo, bueno...todo era verlo. Si Hermione pudo (aunque acabara hasta el gorro) con todo lo que tuvo en cuarto y tercer curso, él podría hacer el menos el intento de abarcar todo eso. Con un día de descanso que le dejaran y unas horas para los deberes y preparar exámenes sería suficiente.

- ¿Se ha sabido algo de Malfoy y compañía?- preguntó para romper el silencio.

- Al final les han enviado a la cárcel.- dijo Tonks

- ¿A Azkaban?

- Sí, de momento por unos diez años, pero aún están pendientes de un nuevo juicio.

- No me lo digas, ¿crisis política?- dijo Harry.

- Fudge tiene bastantes problemas con todo este tema de la vuelta de quien sabes, pero pronto se solucionará.- dijo el sr. Weasley.

- Eso depende.- dijo cogiendo un vaso y sirviéndose algo de agua.

- ¿De qué?- Bill.

- De si sigue siendo igual de lerdo o se ha vuelto a golpear en la cabeza y ha empeorado, si cabe.- bebió un trago de agua observando las caras de los presentes, que no paraban de mirarse.

- En fin, ¿alguna pregunta más?- Lupin.

Harry se lo pensó, sí que tenía una pregunta más, pero no quería hacerla delante de todos...es más, no estaba realmente seguro de querer preguntárselo a Dumbledore, de querer que se enterara de lo que había pasado en el tejado...¿que lo sabía? Pues qué bien por él, pero decidió que no se lo preguntaría, no por ahora al menos.

- Sí, ¿hay algo más de lo que deba enterarme?

- No, de momento no.- contestó Dumbledore algo cortante.

- Bien, pues en ese caso os dejo con vuestros asuntos.

Se levantó y se fue de la cocina, al cerrar la puerta a medias se quedó a una distancia prudente y suficientemente oculto como para poder escuchar algo por la rendija que había dejado sin que se dieran, al parecer, cuenta de ello.

- No puedes seguir así, Dumbledore.- dijo Moody.

- Lo sé, Alastor, pero es que no sé cómo decírselo.

"Ya empezamos con los misterios, me juego el cuello a que tiene que ver con lo de mi conexión con Voldemort", pensó Harry.

- Ser directo es lo que más le hace falta, después de todo lo que ha pasado ese chico se merece la verdad.

- Aún es muy pronto para comenzar a comentar nada, deja que pase un poco de tiempo y se confirmen los rumores.

- No te pongo en duda, Dumbledore, sólo espero que sepas bien lo que haces.

Unas sillas se movieron y Harry notó que iban a salir de la cocina, así que subió con rapidez las escaleras hacia el dormitorio. Se quedó unos segundos en la puerta, pensando...ahora sí que no sabía por dónde tirar, ¿rumores sobre qué? Porque por poder, podía ser cualquier cosa. Entró a la habitación y Hermione, Ron, Fred, George y Gin se le quedaron mirando implorando información, así que Harry se la contó con aburrimiento, nada era realmente interesante, salvo tal vez la última parte.

Cuando hubo acabado de contar todo, cada uno elaboraba su propia teoría.

- Voldemort ha adquirido más poder.- dijo Hermione muy seria.- Algo nuevo o alomejor algún instrumento mágico.

- ¿Y si es sobre Peter Pettigrew?- Ron

- O sobre Lestrange.- Gin.

- Tal vez prepara un gran ataque y...va dirigido a alguien cercano a ti, Harry.- le dijo George apenado.- Después de todo, sabe que la mejor forma de hacerte daño es de esa manera.

- ¡No seas catastrofista!- se quejó Gin.

- Es realista, que es distinto.- admitió Harry.- ¿Se lo habéis advertido a Dumbledore?

- ¿Advertirle?

- ¡Pues claro! No es una tesis estúpida, es una posibilidad y tendrían que tenerla en cuenta.

- Tranquilo, siendo ellos seguro que la tienen presente.- Ron.

- Sí, lo demostraron muy bien hace unos meses.- respondió Harry sarcástico.

- Precisamente porque metieron la pata, por eso creo que ya saben cómo actuar.- Gin

- Lo que me molesta es que haya sido precisamente a costa de Sirius.

- Sigues enfadado...- dijo Hermione, Harry la miró con mala cara.- Lo siento, ha sido una pregunta estúpida.

¿Cómo no seguir enfadado, pensaba Harry, después de todo lo que le habían dicho y hecho? No dudaba de que también estaba mosqueado consigo mismo, había sido un imbécil y muchas veces a lo largo de un mismo día se lo repetía, pero esta vez no, ya había pillado los trucos de Voldemort.

- Si nos queda tiempo...me gustaría saber también qué es ese velo, ¿alguien se apunta a investigar?- dijo distraídamente, esperando claramente un no por respuesta.

- No lo sé, si nos lo permiten te ayudaremos.- dijo Hermione.

- Y si nosotros conseguimos averiguar algo te lo diremos.- Fred.

- Pero prométenos que no irás al departamento de misterios a verlo de cerca, porque esta vez no creo que queramos acompañarte.- dijo Gin casi sin darse cuenta, todos la miraron con reproche porque sabían que ahora Harry se cabrearía.

Pero no, comenzó a reírse, primero por lo bajo y luego con más ganas.

- Tomo nota.- dijo.

El resto de los chavales pareció respirar tranquilo al no haber numerito, así que pasaron mejor las siguientes horas antes de acostarse. Fred y George volvieron a La Madriguera con Bill y Charlie, de Percy les comentaron que dentro de poco iría a la casa de los Weasley para disculparse, pero que seguiría independiente en su apartamento de Londres.

Cuando se hubieron despedido de todos, volvieron a sus habitaciones y se acostaron Ron y Hermione, Harry miró con recelo la cama, temiendo volver a soñar con más obsesiones de Voldemort. Pero no había más huevos que arriesgarse a dormir, así que se acostó también pero tardó, como siempre, un par de horas en dormirse.

Mientras, abajo en la cocina solamente se habían quedado Molly y Arthur. Acababan de enterarse de lo que había estado investigando Dumbledore, un rumor sobre una nueva profecía. Discutían sobre la salida de Harry al día siguiente y por unos acontecimientos recientes.

- ¿Estarán allí?- preguntó Arthur refiriéndose al callejón Diagon.

- Claro, si atacaran no tendrían muchas posibilidades.

- Aún no puedo creérmelo, Molly, de verdad que es...

- Lo sé, en fin, sospechaba que ellos no eran algo normal, pero hasta ese punto...

- Y nosotros tomándole por un simple muggle.- dijo él riendo.- Ojalá los demás pudieran enterarse.

- De momento no es conveniente, querido. Pero ya oíste a aquel hombre, tarde o temprano lo sabrán. El caso es que no lo hagan los muggles.

- Cierto, eso no será un problema.

- ¡Oh, Arthur!¡Estoy tan orgullosa y emocionada! Con toda la experiencia que tienen...

- Me encantaría ver la cara de quien tú sabes cuando se entere.

El matrimonio concluyó entre risas la conversación, en secreto acababan de conseguir una alianza antaño abandonada pero latente, que seguía ahí esperando a ser llamada y que, por alguna razón que de momento desconocían, había despertado.

Luego del cumpleaños de Harry, acontecimiento que se negó a celebrar y que hizo lo posible por hacer que los demás olvidaran, se fue acercando el día de ir al callejón Diagon, justo cuando recibieron las habituales cartas de Hogwarts en Grimmauld Place. Aquella vez, como dijo la señora Weasley, dejarían ir a Harry; iría muy bien escoltado, pero al menos podría estar al aire libre un rato.

Esperando que fueran los cuatro que le escoltaron desde Privet Drive, Harry pensó que no estaría nada mal pero...

- ¿Dónde vais todos?- preguntó a los que se encontraban en la puerta.

- A acompañarte.- dijo Lupin.

Todo lo bueno que hubiera podido tener aquel día prácticamente se esfumó para él, eran por lo menos 20 personas...puso los ojos en blanco y se reunió con los demás en el hall de la casa.

- No te pongas así, Harry. Sabes que...

- Es muy importante, si me pasara algo...¡oh! No quiero ni pensarlo.- dijo dramatizando.

Salió de la casa tras Kingsley y Arthur Weasley, no miró ninguna de las caras de, ya no disgusto, sino molestia que acababa de dejar tras de sí. Cierto que se estaba pasando, y lo sabía, pero cada vez se sentía más encerrado, sensación que no mejoró nada cuando salió a la calle, al contrario, el saber que sería sólo por un momento hizo que su rabia interior creciera más y más...¡sólo quería salir!¡Alejarse de todo, a miles de kilómetros, por un día!¿Sería demasiado pedir?¿Veinticuatro horas sin tener que preocuparse de cómo sobrevivir un día más?

No tardaron demasiado en llegar, cogieron un traslador escondido en un callejón cercano a Grimmauld Place, que al parecer había sido preparado a conciencia y no se qué historias más, según Tonks. Aparecieron ya en pleno callejón, en una zona más o menos despejada cerca de Gringotts.

El callejón estaba a rebosar de gente, todas con caras de preocupación. Notó que en la entrada al callejón Knockturn había un par de hombres que tenían toda la pinta de ser aurores, de seguro que estaban controlando las entradas y salidas del nefastamente famoso callejón.

Harry pensó que su "compañía" se dispersaría por el callejón una vez llegaran y se quedaría tal vez solamente con el sr. Weasley y los hermanos mayores, pero no, su escolta permaneció concentrada salvo cuando entraban, por ejemplo, a Flourish y Blotts o cuando Harry tuvo que ir a Madame Malkin para arreglarse las túnicas, que ya le estaban bastante pesqueras. Ron y Hermione también se hicieron unas nuevas, pero lo que molestó al muchacho de ojos verdes fue que ni más ni menos que seis aurores se quedaran a su alrededor con los ojos bien abiertos y escudriñando todos los rincones de la tienda.

Al salir de Malkin, todos se fueron a la heladería para tomar algo y descansar, pero a Harry no le apetecía para nada tener que sentarse en una mesa con mil personas que observasen cada movimiento que hiciera, así que en cuanto tuvo la oportunidad, se coló por entre la gente alejándose de todos.

Entró a la tienda de varitas huyendo de su agobiante escolta y tal vez para hablar un rato aunque fuera con el señor Ollivanders. El tema de las varitas no es que fuera muy atractivo, pero al menos él no estaría agobiándole ni respirándole encima de la nuca todo el tiempo.

Dentro había una niña de seguramente primer año, rubia platino y de piel blanca con una mujer joven, de pelo corto y negro rodeadas ambas por una enorme pila de cajas de varitas. La chiquilla probó una más y, tras volar en pedazos un jarrón, cosa que le recordó mucho a Harry el día que vino a por su varita, la dejó violentamente sobre el mostrador y el señor Ollivanders se metió de nuevo por entre las estanterías a sacar otras.

Harry, que hasta entonces seguía pasando desapercibido para ambas, se quedó escuchando lo que decían:

- ¡Esto es ridículo, Phoebe!

- Tranquilízate, Muriel, ya has oído al hombre: "La varita elige al mago", sólo hay que esperar a que una de esas cosaste elija y podremos irnos.

- ¡Oh!¡Tranquilizador!- la niña hizo una pausa y echó un vistazo al local.- El único pero es...¡¡Que aquí hay por lo menos diez mil palotes!!

- ¡¡Shhhh!!¡Cálmate!

- ¡Cómo quieres que me calme, Phoebe!- cogió una de las varitas que había por el mostrador.- ¡Esto es un insulto a mi persona!¡Pasarme dos malditas horas cogiendo y agitando varitas!¡¿Dónde se ha visto que alguien como YO necesite de esta cosa de madera?!¿Y qué hay de todos esos libros de hechizos?¿Y la lechuza?¡Por favor!¡¿Qué clase de gente es esta?!

- No es la primera vez que vemos a un mago que necesite del "palito de madera", querida.- dijo la mujer entre dientes, Harry las miró con curiosidad.

- Perdona pero yo todavía no había visto...hasta ahora.- dejó la varita en su sitio.- Un insulto...eso es lo que es.

- ¡Basta ya, Muriel!¡Si en esta carta dice que necesitas una varita, libros y bichejos extraños eso es lo que vamos a comprar!- dijo agitando la lista de materiales de Hogwarts.- Además, no estabas tan disconforme cuando recibiste la carta, y ten en cuenta que DEBES ir a esa escuela a cambio de tu siesta que casi le cuesta la vida a una persona.

- ¿Vas a restregármelo durante toda mi vida?

- Descuida.

- De nada.- dijo sarcástica.- Es sólo que me imaginé que sería de otra manera esa escuela...no sé...

- Ni me atrevo a preguntar qué clase de colegio se te pasó por la cabeza.- dijo Phoebe, Muriel agitó una mano y soltó un silbido como diciendo "¡Fuf! Ni te lo imaginas" para luego sonreír con malicia.

En ese momento apareció el señor Ollivanders por uno de los pasillos con unas quince cajas en las manos. En ese momento se dio cuenta de que Harry estaba allí y le saludó, llamando la atención también de las otras dos, que pegaron un salto al verle. Harry se molestó al pensar que ahora empezarían a decirle lo "héroe" que era y demás... pero por suerte, simplemente le miraron unos segundos más y luego volvieron a lo suyo.

- El señor Potter, qué gran honor tenerle aquí de nuevo. ¿Algún problema con su varita?

- No, no señor Ollivanders, yo sólo...venía a...cambiar un poco de aires, por decirlo de alguna manera.

- Ah, bien. En ese caso puede ver cómo la señorita Fawn adquiere su varita, porque si me permite la observación, ella es la cliente más difícil que he tenido jamás.

- Ya me había dado cuenta.- dijo observando todas las cajas.

- Prueba esta.- dijo él entregándole otra de color blanco amarillento.

La niña llamada Muriel cogió la varita, la agitó y de nuevo una pila de papeles y cajones salió disparada. Ella suspiró cansada y la volvió a poner en el mostrador; Ollivanders entonces cogió otra y se la puso en las manos: nada.

Harry observó que las quince cajas que había traído quedaban de nuevo en la pila de las que no valían.

- Oiga, en serio, no necesito esta cosa para estudiar magia...ya me las apañaré.- dijo Muriel.

- No, espera...tal vez....sí, tengo una que tal vez pueda ser para ti. Lleva siglos guardada en el almacén, esperando a su dueño...no perdemos nada por intentarlo, ¿no?- dijo Ollivanders, las dos se encogieron de hombros.

De nuevo desapareció en las estanterías para aparecer poco después con una caja negra con grabados extraños en ella, tenía un seguro pequeño y dorado que Ollivanders levantó y sacó entonces una varita negra con vetas rojizas en espiral alrededor de ella que estaba depositada en una buena pieza de terciopelo granate. Se la ofreció a Muriel y, para su alivio y el de Phoebe, aquella vez funcionó.

- Vaya, vaya...le aseguro, señorita Fawn, que esa varita lleva exactamente 386 años sin salir de esta tienda.- dijo, la niña pareció impresionarse muchísimo.- Es la más antigua de todas las que puede ver y...muy especial. ¿Sabe de qué está hecha?

- No sé si es prudente preguntar.- contestó ella mordaz, Phoebe le dio un codazo.

- La madera es de Drago milenario y...su contenido...- dijo mirando a la niña.- es parcialmente desconocido, pero se sabe que uno de sus principales ingredientes es la sangre de dementor.

Harry abrió los ojos como platos mientras miraba la varita de Muriel con algo de recelo, miró a Ollivanders que le respondió el gesto lanzándole una mirada fugaz.

-Conozcoel Drago pero...¿qué leñes es un dementor?- Phoebe.

Harry las miró confuso, si le conocían, quería decir que pertenecían al mundo de los magos y no al muggle pero...¿acaso había algún mago en el mundo que no conociera a los dementores?

- Es una criatura horrible, guardianes de la prisión de magos, Azkaban. Absorben tu felicidad con sólo una respiración y si te han echado el ojo...te dan el "Beso". Y si eso sucede...significa que han absorbido tu alma.

Phoebe se llevó una mano a la boca, sin embargo, Muriel se quedó unos segundos parada hasta que por fin dijo:

- ¿Demonios absorbe-almas? Suena interesante.- dijo, Phoebe la pellizcó en el brazo a modo de advertencia.

- No...no son demonios, pero no están lejos de serlo, créame...no le gustaría toparse con uno de ellos.

- Bien, bien, de acuerdo...¿cuánto es?- Phoebe.

Cuando hubieron pagado, las dos saludaron brevemente a Harry y se fueron, para encontrarse con un hombre rubillo y de ojos azules.

- Una varita curiosa...- dijo el sr. Ollivanders, Harry se dio la vuelta y le miró.

- ¿Tanto como la mía?

- No, no en ese sentido, quien posee esa varita tiene que tener unas cualidades mágicas muy especiales, sobretodo temple para dominarla...aunque esa niña se veía que tenía fuerte carácter.- dijo, Harry asintió.

- ¿Cómo qué características?- pregunt

- Oh, pues...un gran potencial, para empezar.

- Seguro que también podemos esperar grandes cosas de ella.- dijo Harry irónico, sobretodo haciendo alusión a lo que le dijo a él y ridiculizándolo, cada vez se creía menos que él pudiera hacer algo.

- No lo dudo, pocas personas han dejado de esta guisa este martillo mágico del siglo XV que tengo como recuerdo de un viaje.

Ollivanders le mostró entonces el martillo en cuestión, lo que debía ser una fuerte masa de hierro, era ahora una escultura abstracta, como si hubiera venido alguien con una escopeta potentísima y le hubiera pegado un tiro al mazo...dejándolo destrozado. El anciano sacó su varita y con un movimiento lo volvió a reparar, colocándolo de nuevo en su sitio, en la parte izquierda del establecimiento. Luego advirtió que Harry se había quedado muy callado y con la mirada perdida.

- ¿Potter?¿Hay algo que quisieras compartir?

Unos golpes en los cristales de la tienda le distrajeron, eran Arthur y Lupin con Tonks, Kingsley, Moody...etc, etc. Harry suspiró de exasperación y se dirigió a la puerta.

- Sí, ayúdeme a librarme de semejante carga...- dijo con voz cansada.- Hasta la próxima, se. Ollivanders.

- Adiós, joven Potter.

Harry salió de la tienda, lo primero que le cayó encima fueron las broncas de los aurores diciendo que si habían estado muy preocupados buscándolo, que si cómo podía ser tan irresponsable, que si...él se limitó a oírles, pero no a escucharles, aquel sería un día muuuuuy largo.

Mientras, en otra parte del callejón:

- No sé si esto de ir a esa escuela es buena idea, Leo.

- ¿Por qué lo dices?

- ¡Mírame!¿Acaso crees que ellos serán diferentes de vosotros? Me imagino la cara de los estudiantes si supieran lo que soy. Es la misma en todos los mundos, épocas y lugares...

Phoebe y Leo detuvieron a Muriel y la llevaron a un rincón apartado del callejón.

- ¡Ah, ah! No, ni hablar, no usarás tu magia en ese sitio a menos que sea absolutamente necesario, ¿entendido? Ya oíste lo que ha dicho Leo con respecto a esta clase de magos, nuestros mundos llevan separados desde el año de la polka por una buena razón, así que lo último que nos conviene es que andes por ahí...en fin, tú ya sabes cómo.- Phoebe.

- Si resulta que no podemos juntarnos por esa tan poderosa razón que tú, oh todopoderoso y, a todo esto, medio desparecido y escurridizo Leo, dices que hay- dijo dirigiéndose al aludido.-, cosa que pongo en duda por nuestra reciente y, a todo esto, interesante visita de vuestros queridos parientes lejanos...¿por qué ahora me mandan a MI a una escuela de magos de varita?- dijo, pero ni Phoebe ni Leo contestó.- En fin, sé que tengo que proteger a ese Harry Potter, pero es que...Chris por ejemplo no hubiera estado mal como protector, en fin, él es un luz blanca y tal pero es que yo...

- De Chris ni me hables.- dijo Leo con cara de enfado.- Bastante tengo con tener que tenerle en la casa.

- Vamos, Muriel. Potter es tu protegido y si los mayores te lo han confiado es porque puedes hacerlo, ¿vale?

- Bueno...no tengo nada que perder, además, si no funciona me curro la expulsión, matamos a Barbas y al otro y volvemos a San Francisco para seguir pateando juntas más culos demoníacos.

- No vas a cambiar, ¿eh Ani?- le dijo Phoebe cariñosamente y abrazándola.

- ¿Os gustaría?- contestó ella mirándoles con picardía, los tres se echaron a reír.

Salieron del callejón y se dirigieron de vuelta al nuevo caserón, dentro de unos días estaba concertado que se encontrarían hacia las once menos diez entre los andenes nueve y diez.

Una vez en la escuela, la protección de Harry iba a estar, por el momento, a cargo sólo de Muriel mientras las embrujadas se ocupaban de Barbas.