Capítulo 4: Something Wicca this way comes

Harry y su interminable comitiva llegó a Grimmauld Place entre caras de enfado y caras largas. El chico acababa de discutir con Moody e incluso con Lupin, que sólo intentaban concienciarle de que era importante que estuviera bien, pero Harry les había salido por mil y un sitios contradiciendo sus ofertas sobreprotectoras.

- Hablaremos en la cena.- le dijo Lupin secamente mientras veía cómo Harry subía las escaleras.

- ¿A esto lo llamas hablar?¡Pues empezamos bien!

Hermione y Ron se ofrecieron con unos gestos para intentar tranquilizarle, si bien sabían que en aquellos momentos tal vez con mirarle se pondría hecho una furia. Los tres se encerraron de nuevo en la habitación tras un sonoro portazo.

- No te pongas así, Remus, ya se le pasará.- le dijo Molly para apoyarle, se le veía abatido.

- Ya no sé cómo tratarle.

- Te diré algo, creo que no necesita estar tan agobiado. Le protegemos igualmente bien tanto si estamos pegados a él como si le observamos desde la distancia, y es preferible para él que le dejemos su espacio.- continuó Arthur, Lupin iba a protestar pero él continuó.- A veces, cuando hacemos algo que creemos que es totalmente bueno, trae algo malo como consecuencia...el comportamiento de Harry hoy ha sido sólo un aviso, no dejes que se convierta en algo real.

Remus asintió y se fue hacia la cocina, el matrimonio Weasley se miró, en ese momento parecían los únicos mediadores en una guerra que abarcaba mucho más que batallas entre mortífagos y aurores.

Entre tanto, en la habitación Harry no había parado de protestar. Prácticamente le tenían como un muñeco de cristal que se pudiera romper a la primera de cambio y que había costado una fortuna, y sentirse un objeto no era algo que le sentara muy bien.

Ron, al mismo tiempo, intentaba calmarle, algo que se había empezado a convertir en una rutina bastante molesta.

- Al menos has ido al callejón esta vez. Según Moody, ni siquiera deberías ir en el tren de Hogwarts tal y como están las cosas,- Harry ya iba a protestar enérgicamente contra la opinión del auror, pero Ron continuó.- pero eso a Dumbledore le pareció excesivo aunque...no ha negado que en el tren va a haber un dispositivo especial.

- Qué honor...si parezco una superestrella de cine o del fútbol, seguro que Beckham sabe muy bien cómo me siento con respecto a los guardaespaldas.

- No es sólo para ti, tranquilo.

- Hermione, sé lo que vas a decir, pero permíteme que te corrija. Están en ese tren por mi, pero de paso aprovechan y protegen a todos.

- Te pasaste en el callejón, creo que deberías pensar mejor lo que haces o dices.

- Cuando ellos se decidan a sacarme de mi jaula de oro, créeme que lo haré. Mientras ya pueden ir acostumbrándose.

En ese momento entró a la habitación Ginny, que venía a estar con ellos un rato mientras leían la carta que Luna había mandado desde Suecia hablándoles de su expedición de búsqueda de Snorkacks de cuernos arrugados.

A Ginny, Hermione, Ron, Harry y cualquier otro que esté leyendo la carta:

¡Ha sido increíble! Hemos visto un Snorkack enorme en un bosque perdido en el centro del país, ojalá hayan salido las fotos. En ese caso las veréis pronto en "El Sofista", estoy impaciente por volver y contároslo en persona.

El clima ha sido bastante bueno, excepto este último fin de semana en el cual ha hecho un frío de mil demonios. Además hemos estado recopilando historias populares, algunas también las vamos a publicar, una de ellas me pareció especialmente interesante....¡pero no os voy a desvelar nada!¡Tendréis que leerlo!

Espero que os lo estéis pasando lo mejor posible (dentro de lo que cabe), nos veremos en el tren el día uno.

Besos

o0Luna0o

- Aún no me creo que de verdad exista algo de eso.- dijo Hermione.

- Deja de tratarla como si fuera un bicho raro...- se quejó Ginny, pero los otros tres la miraron como diciendo "es que lo es".- Lo que pasa es que no la comprendéis.- dijo, Harry se rió.

- Sí, ya. ¿Un genio incomprendido? Bueno, aún queda que demuestre lo de genio...- ante sus palabras, todos se le quedaron mirando con la boca abierta.- ¿Qué?

- Estás muy amable últimamente, ¿sabes?- dijo Gin sarcástica, Harry le sonrió de la misma manera y dijo.

- Gracias, igualmente.

Borró su sonrisa al instante y se largó de la habitación dando un portazo. Se dirigió a la habitación de Buckbeack con la intención de quedarse allí hasta la hora de la cena.

Se pasó las horas pensando en Sirius, reproduciendo en su mente una y otra vez el momento en que cayó a través del velo... se le saltaron las lágrimas al recordarlo, sintiéndose tremendamente culpable por lo sucedido. Le daba igual lo que le dijo Dumbledore o lo que de ahí en adelante le dijera cualquiera con respecto a que él no había tenido nada que ver. Él no lo pensaba así, pero también sabía que lamentándose y llorando como un gilipollas no iba a solucionar nada...

Poco antes de la cena, se hizo una promesa. Haría todo lo posible por volver a ver a Sirius, pasase lo que pasase, intentaría traerle de vuelta... sabía que eso segundo era muy improbable, pero algo en él le decía que podría volver a verle si daba los pasos necesarios, y fueran los que fueran, él los iba a dar.

La señora Weasley tocó a la puerta avisándole para que bajara. Acarició un par de minutos más a Buckbeack, que había estado disfrutando de unas reconfortantes cosquillas en el cuello, y bajó a la cocina. Entró con semblante serio, pues Lupin estaba sentado a la mesa mirándole con expresión severa.

Se sentó a la mesa sin decir nada, echó una mirada rápida a los rostros de los que estaban allí. Sólo los Weasley, Tonks y Lupin, los demás debían de estar bastante ocupados con sus ridículos asuntos súper-secretos... cosa que agradeció, si iba a hablar con Lupin, no quería tener mucho público delante.

La cena se sirvió en silencio, Harry notó que Lupin le miraba continuamente, buscando el momento oportuno para hablar. El chico comenzó a contar hacia atrás, cuando todos hubieran casi acabado de comer, Lupin se pondría hablar.

Efectivamente, cuando ya todos los platos se retiraron y algunos cogían fruta o algún dulce de postre, Lupin se volvió hacia Harry, que sonrió levemente para sí.

"Son tan predecibles" rió, "Si son iguales en batalla, no sé si servirá de mucho que mate a Voldemort".

- Oye, Harry, yo...

- Al grano, Remus, es un poco tarde.- le interrumpió Harry dando un bostezo al acabar.

- Pues hombre, en ese caso me gustaría que me dijeras qué es lo que te pasa.- contestó Remus enfadado, Harry puso los ojos en blanco y suspiró.

- Vamos a ver, si te encerrara en una casucha como Privet Drive o incluso esta y luego te pusiera a cuarenta personas que van tras tu culo, sin contar por supuesto a Voldemort, además de que la única persona que se parecía en algo a una familia propia ha muerto y todo el resto de la parafernalia que me rodea, ¿tú estarías de buen humor?

- No te hemos hecho nada para que te pongas así.

- Perdona, pero aquí la única persona que no tuvo la culpa de absolutamente nada es Sirius, así que viéndolo por ese lado, absolutamente todos nosotros somos culpables.

- Harry, sólo quiero que seas consciente de...

- ¿De lo importante que soy?¿De la cacho mierda de misión que me toca debido a lo que tú y yo sabemos? Si pensáis mantenerme así de alejado, ya que estáis podéis cargaros a Voldemort por mi, "no vaya a ser que me rompa una uña".- dijo con tono de burla.- Con esa actitud, ¿se puede saber de qué me van a dar clases extra?¿De costura?- dijo, Lupin soltó una carcajada.- No me hace gracia, ni soy una niña ni una princesita...

- No te tenemos en tan alta estima, no te preocupes.- contestó Remus siguiéndole la ironía, comprobando con infinita satisfacción que Harry sonreía.- Venga, di que es lo que te molesta y acabemos con esto rápidamente.

- Me molesta que me quiten el aire para respirar, así que si no os importa, alejaos de mi.

Les guiñó un ojo y se marchó de la cocina sin ni siquiera despedirse ni tomar postre para encerrarse en su cuarto. Lupin se quedó un buen rato mirando la puerta con cara de abatimiento.

- Lleva así toda la tarde, no te preocupes.- dijo Gin

- Lo que me preocupa es que vaya a peor.- contestó Lupin más para sí mismo.

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En la nueva Mansión Halliwell, las chicas escuchaban las noticias que Leo traía desde arriba. Poco alentadoras, pero tampoco sorprendentes. Al parecer los demonios estaban dejando de actuar en sus lugares habituales y varias brujas y sus luces blancas afirmaban haberlos visto operando cerca de sus casas...y todas esas brujas eran del Reino Unido, con lo cual alguien (seguramente Barbas) estaba reuniendo fuerzas del mal junto a las de su nuevo enemigo Voldemort para luchar contra ellas.

- Oh, genial... sólo nos faltaba darnos contra todo el inframundo.- se quejó Paige.

- Lo que me extraña es cómo ha conseguido Barbas reunir a tantos demonios, tampoco es lo más poderoso del mundo que digamos.- dijo Muriel, los demás la miraron dudosos.- Vale, es bastante poderoso, ¿pero lo suficiente como para reunir un ejército demoníaco?

- No hacen falta demasiados demonios para hacer mucho daño en el mundo de los magos, Muriel, y eso es lo que me preocupa. Están demasiado desprotegidos, nuestros mundos han estado demasiado tiempo separados y ahora ellos apenas saben que existimos.

- ¿Y seguro que los mayores no están preocupados también por nuestra repentina unión?- preguntó Piper, Leo suspiró.

- Pues sí, porque igual que se van a beneficiar los buenos de esto, también lo harán los malos.

- Pero siempre estaremos nosotros para eliminar lo sobrante.- dijo Muriel con una sonrisa pícara.- ¿No te ha dicho nada mi jefe?

- Sí, ha sido de los primeros en decirle a los mayores lo que me acabas de decir tú.- contestó Leo, Muriel sacó la lengua.- ¿Acaso se os ha agotado vuestra "fuente"?

- Un poco...y con esos magos hay todo un nuevo yacimiento a explotar, sobretodo por parte de ese tal Voldemort.- soltó una carcajada.- ¡Sólo con él casi tendríamos suficiente!

- En fin.- dijo Phoebe dando un suspiro.- ¿Estás preparada para mañana?- le preguntó a Muriel.

- Totalmente.

- Recuerda, discreción absoluta. Seguramente aprovecharán cualquier momento para atacaros, así que procura no usar tus poderes donde la gente pueda verte.- le aconsejó Leo.

- Pues ya que estamos, podría venir Piper, porque en la escuela vale. Pero en el tren a ver quién es el guapo que disimula.

- Sé que sabrás cómo hacerlo.- le dijo Leo para luego coger de la muñeca a Piper y orbitar hasta el piso de arriba, donde estaba Chris con el pequeño Wyatt.

- Algunas veces me molesta lo que el llama "confianza".- dijo.

- Deja de malinterpretar y acuéstate, mañana te espera un día largo.- le dijo Paige orbitando también hacia al piso de arriba.

- Yo subiré andando.- dijo Phoebe.- Hasta mañana, Muriel.

Ella se despidió con la mano, Phoebe desapareció por las escaleras y Muriel oyó cómo la puerta de su habitación se cerraba. A Chris despedirse de Piper y Leo y encerrarse también en su habitación a dormir. Ella sin embargo, apagó todas las luces y se quedó en el salón, alerta a cualquier presencia demoníaca.

Barbas no tenía muchas posibilidades contra ella, aunque era vulnerable a su poder sobre los miedos, él a su vez lo era a los suyos. Estaban en una posición más o menos de tablas, si no fuera porque Muriel contaba con las Embrujadas... y además con su jefe, un ser que desde hacía siglos tenía inmensas ganas de cazar a Barbas, así que visto de esa forma el demonio llevaba las de perder. Pero no se fiaba, al no haber fuente, muchos demonios poderosos acapararían más y más dones para usarlos contra el bien, haciéndose cada vez más peligrosos.

Salió afuera, al jardín de la casa, y lo examinó a conciencia. Cuando estuvo segura de que no había ningún intruso ni dentro de la casa ni fuera, hizo un encantamiento-alarma para que en caso de que una vez ella no estuviera algún demonio atacara, las chicas se enteraran con tiempo para eliminarle.

Una vez hubo hecho eso, se concentró y se apareció en la oscura plaza de Grimmauld Place, allí sí notaba bastante peligro en el aire... y a demonios observando. Por suerte consiguió hacerse invisible, se subió al tejado del número once y observó desde su posición a los posibles atacantes.

Agudizó la vista, se trataba de una panda de demonios-rata que hacían de espías, muy útiles en un sitio como aquel, una plaza marginal llena de basuras. Además otro demonio que no logró identificar que llevaba una ballesta en sus manos observaba el hueco entre el número once y el trece con atención desde el otro lado de la plaza.

Al parecer, el susodicho demonio se había dado cuenta de que allí había alguien más y se acercó a la única farola que iluminaba el lugar. Observó a su alrededor y Muriel sonrió divertida, aquella noche podría jugar un rato con uno de sus enemigos. Se relamió y buscó con la mirada a uno de los demonios-rata que pululaban por la plaza.

Mientras, el demonio llamado Ahmad seguía escudriñando la oscuridad bajo el escaso charco de luz que arrojaba la farola. Había oído que alguien aparecía en aquel lugar, y aunque parecía un demonio, no se había dignado a presentarse ni delatar su presencia, lo que le había puesto sobre alerta. Se adelantó un poco hacia la casa donde se encontraba aquel chico llamado Harry Potter y, de repente, algo se abalanzó sobre él.

Ahmad disparó un par de flechas a aquel objeto, que cayó a sus pies. Él le dio la vuelta con el pié y se encontró con que era una de las ratas que lo había acompañado para vigilar el número doce. Hizo una mueca de asco al ver que tenía el cuello desgarrado por fieras mordeduras, la cara estaba blanca como la cal, salvo los ojos y los labios, que se presentaban morados. Tenía los ojos desorbitados y ni una gota de sangre en el cuerpo.

Alzó la ballesta hacia la oscuridad, agudizando el oído al máximo y sintiendo los histéricos latidos de su corazón. A pesar de que oía más a su órgano vital que al resto de su entorno, alcanzó a percibir un chillido de otro de los demonios-rata, seguido de otro prácticamente un minuto después.

- ¿Quién va?¡Muéstrate o te arrepentirás!- gritó Ahmad.

Pero la única respuesta que tuvo fue el lanzamiento hacia él de los otros dos cadáveres de los demonios, en el mismo estado que el primero.

Por fin distinguió una figura que pasaba delante de él corriendo hacia la izquierda, así que disparó varias flechas desesperado. Luego se dio la vuelta al sentir que había pasado por detrás y volvió a disparar... acto seguido, unas risas le helaron la sangre.

- ¡Muéstrate, seas quien seas!

Delante de él, un ser de piel azabache y cabello blanco nácar, alado y con ojos rojos se acercó dejando que la poca luz de la farola le iluminara. Ahmad alzó de nuevo la ballesta, paralizado, temblando y tragando saliva.

- ¿Qué hacéis aquí, miserables ratas?- le preguntó Muriel a Ahmad.- ¿Vigilar al chico Potter?

- ¡S...sí!¡Y vosotros....vosotros no seréis un obstáculo!¡Nunca más!

Muriel se rió con ganas de la cobardía del demonio, Ahmad volvió a disparar varias flechas pero ella desapareció y apareció tras él y, en menos de un segundo, le arrebató la ballesta y le inmovilizó, dejando su cuello bien al descubierto.

- Te equivocas, los que dejarán de ser un obstáculo seréis vosotros.

El último grito de ayuda de Ahmad quedó ahogado por el repentino ataque de Muriel, que de un salvaje mordisco en el cuello con sus cuatro colmillos a ambos lados de la tráquea, le absorbió la vida con gran rapidez.

Cuando hubo acabado, se limpió los labios con el brazo y miró a su alrededor. Oyó ruidos que pudo distinguir perfectamente que venían del número doce, así que se apresuró a recoger los cadáveres para llevárselos al lugar acostumbrado, a los pies del árbol muerto donde se reunían siempre ella y los de su raza.

A los dos minutos, Tonks y Remus se asomaban con las varitas en alto y muy alertas para detectar la fuente del grito que les había despertado. Se habían quedado dormidos en la cocina esperando noticias de Dumbledore cuando oyeron jaleo en la plaza, y al poco un grito que acalló de repente. Encendieron sus varitas y recorrieron la plaza en busca de posibles intrusos.

- ¿Ves algo?- dijo Tonks.

- Nada...- contestó Remus yendo por el centro, llegó hasta la farola y vio algo en el suelo, se agachó para verlo de cerca.- Espera, parece que aquí ha habido una pelea.

- ¿En serio?

- Sí, y hay restos de sangre.

- ¿Debía venir alguien a la casa hoy?

- No, no esperaba a nadie...

Un viento frío les revolvió las capas y dio escalofríos a Tonks, que agarró con más fuerza su varita y se acercó a Remus.

- Será mejor que entremos, tal vez fue una pelea entre borrachos muggles.- le dijo.

Remus asintió, se levantó y fue con Tonks de nuevo hacia la casa. Ella entró pero él se quedó un segundo mirando a los oscuros tejados de las casas, y le pareció ver una figura alada de ojos rojos que le sonreía, parpadeó y comprobó que no había nada, así que sacudió la cabeza y entró en la casa.

"Camino despejado, mañana podrán ir al andén tranquilos" pensó Muriel, que acababa de volver a aparecer en la casa Halliwell para echarse a dormir.

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A la mañana siguiente, Harry se levantó de mejor humor. Incluso con un ligero remordimiento por haberle hablado mal la noche anterior a Lupin, pero decidió no decir nada... pensó que preocupándoles un poco se darían cuenta de que necesitaba espacio.

"Ya llegará el momento de las disculpas" se dijo.

Salió al pasillo y bajó a la cocina, por el camino se encontró con la señora Weasley, que iba muy sonriente y saludó a Harry con cierta solemnidad. Él se quedó parado en medio del hall con cara extrañada y el ceño fruncido, sacudió la cabeza y entró la cocina para desayunar. Allí ya estaban todos, desde Hermione a los gemelos Weasley, todos a medio arreglar y con cara de sueño.

Harry se sentó al lado de Ron y cogió unas tostadas, un cuchillo y empezó a untarse un poco de mermelada de moras.

- Últimamente mi madre está de un raro...- dijo Ron.

- ¿Por qué? Yo no noto nada.- contestó Ginny.

- No sé, si de repente le hubiera entrado una mezcla de preocupación y algo así como orgullo.

- Qué dices, Ron.- dijo Harry.

- ¡Es verdad! En cuanto llegó de casa esta mañana tenía una mirada como si en ese momento estuviera dispuesta a lanzarse contra cien mortífagos.

- Si me lo permites, tu madre siempre ha tenido fuerte carácter, Ron. Es normal que la veas con esa cara, todo el mundo tiene que arrimar el hombro, seguro que los mortífagos han metido la pata en algo y esa ventaja le da más seguridad.- dijo Hermione.

- Pues ya ha podido ser gorda esa ventaja, parecía Percy con el premio anual.

- Sí...ahora me la he encontrado en la escalera y me ha saludado de una manera un poco extraña.- comentó Harry.

- ¿Lo veis?

- Paranoias tuyas, Ron.- le dijo Ginny.

- Estáis muy callados, chicos.- le dijo Harry de repente a los gemelos.- ¿Tramáis algo?

- ¿Nosotros? No, ¿por qué lo preguntas?- dijo Fred poniendo la cara más diabólicamente inocente que pudo, Harry sonrió.

- Por naaaaada, tranquilos.

- No seguiréis con esa tontería de los sortilegios Weasley, ¿verdad?.- les dijo Hermione.

- No es ninguna tontería, y lo que pasa es que ya no tendremos estudiantes en los que probar nuestros inventos.- dijo Fred.

- Sí, necesitamos un distribuidor.- dijo George, vio que Harry sonreía.- ¿Te apuntas?

- ¡Ni se te ocurra!- le saltó Hermione.

- No es que se me haya ocurrido, es que voy a hacerlo.- dijo, Hermione le dedicó una mirada sombría.- ¿De qué me encargaría?

- Sólo de dárselos como hacíamos nosotros.

- Podríamos darte comisión, si quieres.- dijo Fred, con un tono que le dio a entender a Harry que se referían a los mil galeones que les regaló en cuarto.

- No, con que me garanticéis que no son letales vuestros inventos, me conformo.

- ¡Harry!¿Dudas de nuestra calidad y fiabilidad?- saltó George, pero la mirada de Harry le hizo borrar su sonrisa.- No te preocupes.

Arthur entró en la cocina como un vendaval a por una taza de café y les dijo sobre la marcha que tenían media hora para prepararse e ir al andén. Todos miraron sus relojes y se percataron de que era tardísimo, casi las diez y cuarto, así que salieron en masa hacia las habitaciones, algunos con el desayuno en la mano, para acabar de prepararse.

Estaban llegando a la barrera del andén, cuando vieron que en él había una muchacha rubia que buscaba como loca dónde podría estar el 9 y ¾. Se puso a tocar las columnas, pero al ver que eran sólidas y que apenas quedaban diez minutos para que saliera el tren se ponía cada vez más nerviosa.

Molly fue hacia ella adelantándose a todos, seguido de Harry, que ya sabía que aquella chica era la de la varita de dementor tan extraña.

- Perdona, ¿te ayudamos?

Se dio la vuelta, sobresaltándose al ver a Harry como hizo en la tienda de Ollivanders.

- Sí, eeeh...no logro llegar al andén.

- Bien, dejemos que él pase primero, ¿vale?- dijo señalando a Harry.- Así verás cómo se hace.

- Vale.

Harry se preparó para pasar la barrera con Tonks, una lástima no quedarse a ver la cara que pondría al verlos atravesar la columna. Ambos se precipitaron hacia ella corriendo y al segundo siguiente ya estaban en el andén.

Tras ellos salieron Ron y Hermione, después los gemelos Weasley, Remus y Kingsley, Arthur y Gin, y por fin Muriel con Molly. La chiquilla traía una cara de alucine impresionante, se quedó mirando la columna unos segundos, hasta que le llamó la atención el expreso de Hogwarts.

- Creía que ya no quedaban trenes como estos.- dijo con un ligero tono nostálgico.

- No creo que queden, de hecho.- le respondió Lupin.- Tu primer año, ¿verdad?

- Sí, y es bastante sorprendente todo. Un gran truco lo de la barrera.

- ¡Hey!¿Quieres venir con nosotros?- le dijo Ginny, que se había acercado hasta ellos.

- ¡Claro! Nos vemos, señora Weasley.- contestó la rubia despidiéndose.

- Adiós.

Ambas chicas se adelantaron a todos, iban a saludar a Luna, que estaba unos metros más adelante, mientras que los otros iban a coger un vagón vacío para todos.

Los magos y brujas que había por allí estaban preocupados, muchos hablaban de salir del país mientras que otros, más exagerados, optaban por montar barricadas y no se qué más y empezar a disparar maldiciones a saco.

Pero todos, absolutamente todos, se le quedaban mirando y le saludaban con una sonrisa. Algunos le gritaron a los lejos lo valiente que había sido, que siguiera así, que llegaría la hora en que pelearían todos juntos, y no se qué cosas más que hicieron que a Harry se le subieran los colores y bajara la cabeza, evitando todas las miradas de admiración.

Siguió así hasta cuando subió al tren, seguido de todo el coro de gente que no empezaba de gritar: "Harry, Harry, Harry es cojonudo..." que había sido empezado por los gemelos Weasley, que les acompañarían a Hogwarts para ver en qué quedaban debido a su magistral escapada el año pasado.

- Son unos payasos, no les hagas caso.- le dijo Hermione

- Que lo hagan Fred y George no me importa, pero que pongan a todo el andén a saltar...- dijo avergonzado.

Siguieron por el pasillo hasta su ya habitual vagón del final. Tuvieron suerte de que estuviera vacío, así que se sentaron a esperar que se pusiera el tren en marcha.

- ¿Qué tal hoy, Harry?- le preguntó Ron.

- Todo bien.

- ¿Vas a decirle a Dumbledore lo de...ya sabes?- Fred.

- Sí, bueno...me gustaría saber qué pretendía atacarme.- dijo aunque dudaba de que Dumbledore supiera algo sobre el asunto, y también sobre si confiar en él.

- ¿Cómo creéis que reaccionará cuando se entere de que no fue quien tú sabes?- Ron

- Alomejor ya lo sabe.- Hermione.

- O se sorprende.- George.

Neville apareció al segundo siguiente, saludando a todos y sentándose para contar lo que había hecho en verano: estar en casa y salir al jardín, dado que su abuela no le dejaba salir por el peligro que había por esas fechas.

"Parece que ninguno de nosotros ha tenido buen verano", pensó Harry.

- ...Y entonces mi padre vio uno escondido entre unos abetos y ¡flash!, le sacó una foto.

- ¿Salió bien?

- Eeeeeh...no, se estropeó la cámara.

- ¡Qué lástima!

- ¡Hola chicos!

Gin, Luna y Muriel venían hablando de las vacaciones de Luna, ésta parecía muy contenta de ver cómo alguien se tomaba en serio sus rarezas, pues Muriel parecía muy interesada en sus peripecias.

Al entrar, la rubia fue presentada a todos y se sentaron como pudieron en el compartimento, cerraron la puerta y continuaron hablando.

- Vamos a confiarte información que no debe salir de aquí, ¿vale?- le dijo Gin a Muriel, ella asintió.

- Soy una tumba.- dijo.

- Bien, estamos intentando averiguar qué es una luz negra.- dijo Harry.

- Oh.- dijo ella mirando a todos.

- Sí, al parecer a Harry le atacó una y un "ángel" o lo que fuera le salvó.- dijo Fred divertido ganándose una mirada asesina de Harry.

- ¿Tú has oído hablar de eso?- le preguntó Luna.

Muriel se quedó callada unos momentos, mirando hacia el techo y pensando. Estaba decidiendo qué hacer o decir...si dejar que acabaran descubriendo quién era o por el contrario dejar ese secreto velado para siempre...

Cuando hubo decidido, miró a Harry a los ojos y dijo:

- Me suena.

- ¿Qué?¿En serio?- saltó Ron.

- Aha.

- ¿Y sabes lo que es?

- Algo así como...ángeles negros, gente que se dedica a matar luces blancas y a...buenas personas.

- ¡Lo veis!¡Os dije que existían esas cosas blancas!- saltó Fred.

- ¿Cómo sabes eso si no eres de familia mágica?- preguntó Hermione mirándola con desconfianza.

- Los que no son magos tienen su propia tradición, las Banshees también las conocemos los que no tenemos magia.

- Muggles.- dijo Neville.

- ¿Qué?

- La gente no mágica, se llaman muggles.

- Ah, gracias por el apunte.

- Lo raro es que no tengamos nosotros esa...tradición, como dices tú.- continuó Hermione.

- Alomejor la tenéis pero se os ha olvidado.- contestó Muriel, Harry comprendió que era una especie de indirecta.

De repente, mientras ellos hablaban y le contaban cómo era Hogwarts a Muriel, quien de paso se enteraba mejor del funcionamiento de la extraña escuela, alguien abrió la puerta del compartimiento de golpe. Ninguno de los presentes necesitó volver la vista para ver quién era.

- Potter, ¿todavía aquí?

- Qué quieres, Malfoy, ya me aburres.

- Esto no quedará así, este año te arrepentirás...¿y tú qué miras?- le dijo a Muriel.

- ¿Quién eres tú?

- Draco Malfoy.- dijeron todos al unísono.

- Y tú, supongo, otra que va a escoger el bando equivocado.

- No entiendo nada, ¿de qué leñes habla este tío?

- Así que otra nacida de muggles, ¿eh? Una sangre sucia más que caerá como todos los demás.

Harry, Ron, Hermione, Neville y Gin sacaron sus varitas amenazando a Draco mientras Muriel les miraba a todos con los ojos muy abiertos y Luna seguía a su rollo leyendo El Sofista del revés, aunque mirando por encima de ella con disimulo lo que pasaba.

- No te atrevas a abrir la boca una sola vez más, Malfoy.

- ¡Bajad esas cosas!¡Sois unos flipaos!- dijo Muriel bajándoles los brazos a todos, señaló a Malfoy.- Tú, sangre sucia tu abuela. Vosotros, sentáos y los otros dos que andan detrás de Mafloy o Maryfloy o cómo sea, largáos también.

- ¿Cómo me has llamado?- dijo Draco indignado mientras el resto del compartimiento se partía de la risa.

- ¿Qué pasa?¿Además de tonto eres sordo?¡¡He dicho que te largues, Maryfloy!!

- ¡Te voy a...!

-¿Algún problema, señores?

Harry se acordó entonces de que había vigilancia extra en el tren, y ni más ni menos que McGonagall era una de los profesores que se habían montado en el tren para vigilar. Ahora miraba alrededor de ella, donde se podía ver a un Malfoy rojo de ira, a una AD secándose lagrimones de la risa y a un Crabbe y Goyle que seguían estando en otro mundo.

- Malfoy, vuelva a su compartimento.

Él miró a McGonagall con desprecio y le dirigió unas últimas palabras en bajo a Muriel para luego largarse seguido de sus dos gorilas.

- Nos veremos las caras, sangre sucia.

- Será un placer.- respondió ella con el mismo tono de voz.

- Ustedes no deberían meterse en problemas.

- Profesora, es él el que viene siempre buscando camorra, no tenemos la culpa de que sea un culo de mal asiento.- dijo Harry, que seguía aún riéndose a ratos por lo que había dicho Muriel.

La profesora se marchó sin más comentarios, pero con una cara bastante seria que hizo que Harry dejara de reír, sospechaba que el tren estaba amenazado seriamente para que alguien como ella estuviera así de nerviosa.

- Bonito nombre le has puesto, Muriel.- se reía Ginny.

- En serio oí algo de Maryfloy.- dijo algo roja por la vergüenza.- Pero cuando se lo he oído a ella...¡ups!

- ¿Cómo alguien va a llamarse así?- Ron

- He oído nombres peores, créeme.

- ¡JA! Pobre, no se va a librar de ese mote en su vida.- dijo Fred mirando con picardía a su gemelo.

- ¿Te pasa algo, Harry?- le preguntó Hermione de repente.

- No me ha gustado la cara de McGonagall.- dijo volviéndose hacia ella.- ¿Vosotros no tenéis que ir con los prefectos, ahora que caigo?

- Ah, pueeeessss....bueno, es que...estoooo

- ¡No me digas que os han dicho que os quedéis conmigo!- exclamó fastidiado, Hermione sólo miró para otro lado.- Tócate los pies.

Se cruzó de brazos y durante buena parte del viaje no hizo más que escuchar a los demás explicarle a Muriel cosas sobre Quidditch. Descubrieron que prefería deportes de invierno, sobretodo el hockey, y dado que la mayoría de los que estaban en el vagón no tenía ni idea sobre aquel juego, Muriel se puso a explicarlo y de paso añadir un par de ideas para transformar el deporte en algo más mágico y proponer al director jugar a algo así en Navidades.

A medida que seguían más y más hacia el norte, el cielo se iba tornando más y más gris. Pronto se meterían por una tormenta de finales verano, que ya desde allí se veía fuerte. Harry se arrebujó en su sudadera y metió las manos en los bolsillos, el recuerdo de la mirada de McGonagall y lo tupido de aquellas nubes le ponía nervioso. Sentía como si algo o alguien estuviera observando el tren desde la espesura de los bosques... algo no precisamente bueno.

Fueron pasando las horas y Harry vio pasar varias veces a McGonagall y con ella a varios desconocidos que pudo identificar como aurores del Ministerio. Los demás también se dieron cuenta del detalle y lo comentaron, interrumpidos de vez en cuando por algún trueno.

- Es evidente, el tren está amenazado.- dijo Neville bastante nervioso.

- No creo que se atrevan a atacarlo...¿verdad?... Quiero decir, un ataque mortal y cosas así.- dijo Ron con el mismo tono de voz que Neville.

- Por poder, creo que hasta volarían las vías a nuestro paso para que descarriláramos.

- Harry, gracias por tus ánimos, pero ya tenemos suficiente, gracias.- dijo Ginny con el ceño fruncido, Harry se encogió de hombros.

- Sólo digo lo que hay.

Desvió la vista hacia la ventana y pudo comprobar que Muriel estaba absorta observando a través de ella, escudriñando la oscuridad, como si buscara algo entre los árboles. Varias veces vio cómo entornaba los ojos e incluso que olía el aire, o cerraba los ojos, como si quisiera escuchar los sonidos de afuera.

- ¿Te pasa algo?- le dijo Harry en bajo.

- No, es sólo que me da mal rollo este viaje...y me mareo con facilidad.- mintió.

- Creo que ya queda poco.

- No me gusta eso de llegar por la noche... somos blanco fácil.- dijo, Harry le miró con los ojos abiertos como platos.

- ¿Qué has dicho?

- No creas que no he oído los comentarios del resto de alumnos, por no hablar de que me enteré de cosas en el callejón Diagon... no es que esté acostumbrada a esto, pero cuando se trata de malos, son todos iguales.

- ¿Ah, sí?- Muriel asintió.- ¿Y qué crees que harán?¿Atacar el tren?

- Exacto, aunque si yo fuera ellos no lo tocaría... o bien no dejaría alma con vida.- Harry alzó una ceja.- Depende de lo que quisiera provocar en la opinión pública.

De repente, el tren dio una fuerte sacudida y se paró en seco, tirando un montón de baúles al suelo.

- ¿Y ahora qué?- dijo Neville asomándose a la ventanilla.

Hermione se asomó al pasillo y se quedó blanca.

- ¿Qué pasa?

- ¡Las luces!¡Se apagan!

Apenas hubo acabado de decir eso, se quedaron completamente a oscuras. Harry sacó su varita y con él el resto del compartimento menos Muriel, que aparte de no necesitar la luz para ver, no tenía ni idea de cómo hacer funcionar su varita.

- ¡Lumos!- dijeron todos.

- ¿Pero qué pasa?

- No se oye absolutamente nada.

Y era verdad, en el tren no se oía ni a McGonagall, ni los gritos de los estudiantes... nada. Harry tragó saliva, mientras apartaba a todos de la puerta y apuntaba hacia ella con su varita.

- ¡Que nadie se mueva!- dijo en voz baja.- Nos quedaremos quietos hasta que veamos u oigamos algo.

Pensó en lo que acababa de hablar con Muriel, la verdad es que él pensaba lo mismo, o dejaba el tren intacto para ver que no había tanto peligro como Dumbledore predicaba, o bien masacraba a todos para atemorizar a la comunidad mágica... aunque él dudó de que los magos sintieran miedo ante la muerte de sus hijos, más bien se les echarían encima.

Pero, entonces, si aquello era un ataque...¿qué iban a hacerles?¿Irían sólo a por él?¿Sería un término medio entre la masacre y salir intactos? Sí, seguramente una amenaza, eso infundiría más miedo que cualquiera de las otras opciones. Lo malo es lo que harían para hacer valer esa amenaza. Asió más fuertemente la varita y se quedó escuchando el pasillo con mucha atención.

Muriel mientras tanto usó su fino olfato para detectar a quien sea que se estuviese acercando. No podía localizarle ni saber lo que era, pero estaba preparada para atacarle sin contemplaciones de ninguna clase, aunque procurando no ser vista por el resto de los alumnos o los profesores. De pronto oyó unos pasos que delataron la presencia del intruso para ella, justo al principio del tren. Sentía cómo se acercaba y pudo ver también que lo más seguro fuese que estuviera buscando a Harry. Sin hacer caso de las advertencias de Gin o Hermione de que no se acercara a la puerta, la abrió y se asomó al pasillo.

- ¡Muriel, no!¡No sabemos qué es!¡Podría ser un dementor!

La puerta se cerró tras ella mientras se adentraba en la oscuridad del pasillo. Al asomarse había visto al demonio en cuestión, y éste se dirigía hacia ella con la intención de matarla.

Muriel, en su camino hacia el demonio, comprobó que había dormido a todo el tren, con lo cual sólo podía ser un demonio Morpheus, capaz de matar con una alta dosis de su poder somnífero y que causaba el sueño inmediato a cualquiera que se le acercara demasiado...o, al menos, a cualquier mortal.

El demonio se preparó para lanzar una bola somnífera de energía tan característica de su especie, cuando Muriel le habló.

- ¿Te envía Barbas?- preguntó con una voz tan fría que hizo que el demonio se pusiera aún más en guardia y se le erizaran los pelos de la nuca.

- A matar a Harry Potter. ¿Y tú quién eres?

- Me envían las Embrujadas, y me suelen reconocer como La Necromante.

Al oír su nombre, el demonio abrió los ojos como platos y atacó desesperado. Muriel esquivó la bola de sueño desapareciendo y apareciendo detrás del Morpheus.

- Uno menos.- dijo Muriel

En un segundo, le lanzó una gran bola de energía que le hizo consumirse en fuego mientras emitía un fuerte chillido. Grito que oyeron perfectamente en el compartimento de Harry, , además de ver el resplandor, quedándose completamente petrificados. Él, Ron y Hermione se lanzaron al pasillo para ayudar a Muriel, pero cuando llegaron se encontraron con que las luces volvían, había un círculo de ceniza en el pasillo y todo el mundo estaba dormido, incluida Muriel, aunque ella sólo actuaba.

- ¿Qué ha pasado aquí?

De repente, McGonagall salió de uno de los compartimentos con el sombrero torcido y los ojos medio cerrados. Se encontró con Muriel en el suelo y se agachó para comprobar que estuviera bien.

- Tranquilos, sólo duerme.- dijo cuando un montón de cabezas curiosas se asomaron al pasillo.- ¡Enervate!

El hechizo, dado que estaba despierta, produjo que pegara un salto impresionante y se quedara sin respiración por unos momentos. McGonagall la ayudó a levantarse y se recuperó a los pocos minutos, pero con ganas de pegarle un par de gritos a la profesora.

- ¿Estás bien?- le preguntó McGonagall, ella asintió.- ¿Viste lo que te atacó?

- S..sólo vi a un hombre, su aspecto era normal y...sentí un profundo sueño pero antes de dormirme me pareció ver un resplandor dorado o algo así.

- ¿Viste si llevaba una máscara?- preguntó Harry con brusquedad, todo a su alrededor se quedó en silencio y todos se le quedaron mirando.- ¡Venga ya!¡Todo el mundo sabe que Voldemort ha vuelto!¡Dejad de poner esas caras de asombro como si la cosa no fuera con vosotros!¡No os hagáis los tontos! Todos sabéis las ganas que tendría ese maldito mago de atacar este tren.

Hubo un silencio incómodo, en el cual algunos se quedaron mirando a Harry y otros volvieron a sus compartimentos. Muriel habló un par de minutos después.

- No, Harry, no llevaba máscara puesta, pero no me fijé si la llevaba en algún lado.

Hubo un momento más de silencio, en el cual Muriel miró a Harry con expresión extrañada. Le habían contado la situación del chico cuando tuvieron la reunión con los parientes de las Halliwell, sabía que por eso debía estar bastante abatido, pero nadie le habló de que tuviera tan mala leche. Podía sentir una creciente oscuridad en su interior, la oscuridad que proporcionaba la sed de venganza, la que ella desgraciadamente conocía muy bien...

- Vuelvan a sus asientos, ¡todo el mundo!- dijo McGonagall, inmediatamente todos entraron en los compartimentos y cerraron las puertas, luego se volvió hacia los chicos.- Y ustedes también. Y señorita Granger y Weasley, cuando lleguemos a Hogsmeade se encargarán de vigilar que ningún estudiante se quede atrás y todos suban a los carruajes, incluidos los de primero.

- ¿No van a ir por el lago?- preguntó Neville extrañado.

- No, me temo que este año va a ser imposible.- contestó McGonagall algo triste.

Se alejó hacia la sala del maquinista para hablar con él, seguramente para acelerar la marcha. Luego todos se volvieron al compartimento en el que habían estado, menos Muriel y Harry, que ambos se detuvieron a la vez.

- Habla tú primero.- le dijo Muriel.

- ¿Por qué saliste?¡Pudieron haberte matado!

- No vi nada peligroso en el pasillo, pensé que sería buena idea ir a avisar a la profesora. A preguntarle qué estaba pasando.

- ¡Claro que no viste nada! Estaba oscuro a más no poder.- dijo, pero Muriel se encogió de hombros y Harry se asombró del poco miedo o nerviosismo que tenía a pesar del peligro que acababa de pasar.- ¿Y tú qué querías decirme?

- ¿Te pasa algo?

- ¿Qué?

- Pareces enfadado.

- Sí, lo estoy.- dijo dando un suspiro.- Pero no me preguntes por qué, ¿vale? No quiero hablar de eso.

- Como quieras, pero te daré un consejo, si me permites. No malgastes tus fuerzas cagándote en cada bicho viviente y su familia que se te cruza por tu camino, acabarás peor tú que el motivo de tu enfado... y veo que Hermione y los demás han sido uno de esos bichos vivientes.

- ¿Y a ti qué te importa?- contestó enfadado, dándose la vuelta para volver al compartimento.

- Ellos son tus amigos, Harry, no lo olvides.

Un gran rayo lo iluminó todo y dejó a oscuras por momentos el tren. Harry sacó su varita de nuevo hasta que la luz volvió, miró hacia donde estaba Muriel y se sorprendió de que se hubiera largado tan rápido. Se volvió al oír la puerta de un compartimiento cerrarse, ella acababa de entrar con los demás.

No hubo más incidentes en el resto del viaje a Hogwarts, salvo resbalones y caídas por doquier debido a la gran cantidad de barro que había en el camino al llegar a Hogsmeade. Todos dieron gracias porque no tuvieran que llevar los baúles, porque entonces habría sido imposible llegar hasta los carruajes. Harry se mantuvo callado, pensando en lo que le había dicho Muriel durante todo el trayecto. Ninguno de sus amigos intentó hablarle, cosa que él agradeció, aunque sí le miraban de vez en cuando.

Las puertas del Gran Comedor se abrieron para dar paso a los de primer año, Muriel venía más o menos en medio hablando con una chica morena sobre el techo encantado del Salón. Llegaron al pie de la Mesa Alta y McGonagall apareció con el Sombrero Seleccionador, luego se apartó un poco para dejar que éste recitara su nueva canción anual.

Un simple sombrero os pudiera parecer

Viejo, raído y a punto de desaparecer

Pero las apariencias engañan.

Un ángel, un buen hombre,

Cuyas hazañas a todo el mundo asombre

Y en cuyo corazón el demonio se esconde.

Pues las apariencias engañan.

Un ermitaño, arisco y solitario

Nunca sonríe, poco hospitalario

Pero creed lo que os digo,

En su interior se esconde vuestro mejor amigo.

Y es que las apariencias engañan.

No os fiéis de lo que vean vuestros ojos

No os fiéis de lo que oigan vuestros oídos

Dejad que vuestro corazón

Actúe como el mejor de vuestros sentidos.

No temáis cuando una sombra os rodee,

Pues una amenaza no siempre son

Os protegerán del peligro tal vez

Y a vuestro lado lucharán con decisión.

Cuidad de los cirios que os guían,

No todos serán amigos,

Pues a veces sólo están para descubriros

Ante los ojos enemigos.

Porque las apariencias engañan.

¡Llegado es el momento,

De la elección del futuro vuestro!

Y se preguntan con emoción y contento,

¿Será bueno, será siniestro?

Para eso no tengo respuesta,

Ni nadie la tendrá,

Pues es cosa vuestra,

Decidir lo que vendrá.

Yo os serviré de guía,

Podéis fiaros o no,

Pero como antes decía,

Todo depende de vuestra elección.

¡Gryffindor!¡Hufflepuff!

¡Slytherin!¡Ravenclaw!

Piezas de un puzzle,

Que algún día se tendrá que juntar.

No es un plato dulce,

Ni a muchos les va a agradar.

Y nada más he de decir

¡el final ha llegado!,

la guerra se habrá de decidir

¡Infierno, Cielo y Magia!

En este día se han reencontrado.

Hubo aplausos por todo el gran comedor, Draco y los suyos aplaudían burlándose del sombrero, haciendo el payaso para no variar. Harry puso los ojos en blanco y centró su atención en la fila de estudiantes de primero. McGonagall se acercó de nuevo al sombrero y dijo:

- Cuando diga vuestro nombre, os sentaréis en el taburete y yo os pondré el sombrero para que os seleccione a una casa. ¡Úrsula Acorn!

Una chica de pelo corto y castaño subió hasta el taburete y pusieron el sombrero sobre ella.

- ¡Hufflepuff!

La mesa de al lado de Gryffindor estalló en aplausos para recibir a la nueva alumna.

- ¡Lorraine Ark!

- ¡Gryffindor!

- ¡Stuart Beret!

- ¡Ravenclaw!

- ¡Horace Bonfire!

- ¡Hufflepuff!

- ¡Archibald Crow!

- ¡Slytherin!

- ¡Daniel Crown!

- ¡Slytherin!

- ¡Phillippa Eyrie!

- ¡Slytherin!

- Madre mía, Slytherin se está llevando a casi todos.- comentó Ginny.

- ¡Olivia Falcon!

- ¡Gryffindor!

- ¡Muriel Fawn!

La rubia se subió al taburete y McGonagall le puso el sombrero, éste se sobresaltó ligeramente al posarse sobre la cabeza de Muriel y luego quedó en un profundo y sepulcral silencio.

Los chicos miraron expectantes hacia donde estaba ella. Todo el comedor quedó por un par de minutos en silencio, esperando a que el sombrero se decidiera, pero parecía tener dificultades. Agudizando la vista, Harry pudo ver que Muriel murmuraba cosas, pero no sabía qué. McGonagall miró al sombrero, que pareció hacer un gesto de "espera que todavía no me decido".

Finalmente, el sombrero habló:

- ¡Gryffindor!

La mesa aplaudió con fuerza, Muriel se acercó hasta donde estaban Harry y los demás y se sentó. Todo el grupo le felicitó por haber caído en Gryffindor mientras ella sonreía, aún nerviosa.

- ¿Qué te ha dicho?- preguntó Hermione con curiosidad.

- No sabía si enviarme a Ravenclaw o a Gryffindor, así que, ya que os conocía, dije que prefería aquí.

- Ha sido muy extraña la reacción del sombrero.- Harry.

- ¿Por qué lo dices?.- dijo disimulando con algo de nerviosismo, lo del sombrero había sido un descuido por su parte.

- Se ha quedado muy... callado, ha sido extraño.

- Bah, recuerdo que mi padre me contó que en su segundo año le ocurrió lo mismo a un chaval. El sombrero se quedó mudo y muy serio.- dijo Luna.

Harry se quedó mirando a Muriel, que ahora hablaba con Ginny sobre las clases. Notaba que había algo extraño en esa niña, primero la elige una varita con casi 400 años de antigüedad y que está hecha de dementor y más tarde el sombrero la recibe como si de algo malo se tratara...aunque ella no parecía saber nada de su mundo, le conocía. Sacudió la cabeza, no había manera de ordenar los hechos e interrelacionarlos, todo era de lo más contradictorio.

Mientras, el sombrero estaba acabando de seleccionar a los estudiantes. Acabó con un chico, que subió muy decidido hacia el estrado. Harry casi pudo adivinar dónde iba a caer, y acertó:

- ¡Robin Willows!

- ¡Slytherin!

Luego de la selección, McGonagall retiró el sombrero y el taburete. A la vez que salía por la puerta tras la Mesa Alta, Hagrid entraba algo jadeante pero con cara de alivio. Harry supuso que había estado vigilando los límites del colegio buscando intrusos y que afortunadamente no los había encontrado.

Hagrid se sentó junto a Dumbledore esta vez, luego se inclinó hacia el director para decirle algo al oído y éste asintió. Luego se levantó para dar su discurso inicial.

- Bienvenidos un año más a Hogwarts, esta vez me temo que no sean los mejores tiempos, pero son los que nos han tocado vivir y los afrontaremos.- el comedor permaneció en silencio, salvo por algunos murmullos.- El incidente en el tren ha sido sólo un aviso, y por ello han aumentado nuestras medidas de seguridad. Este curso habrá sólo tres salidas al pueblo de Hogsmeade, una en Navidades, otra en Pascua y la última a finales de curso. Los partidos serán supervisados personalmente por mí y los entrenamientos se harán en un aula habilitada para dicho fin.

Harry alzó las cejas extrañado, él y el resto de sus amigos se miraron sorprendidos, ¿sería posible agrandar una sala hasta que fuera parecida a un campo de Quidditch?

- Dada la poca fiabilidad de los dementores en estos días, y mi desaprobación para que vigilen esta escuela, se han dispuesto grupos de aurores del Ministerio. Éstos no os intentarán matar si intentáis salir de la escuela.- dijo risueño, Harry también soltó una carcajada silenciosa pero comprobó que los demás estaban serios como en un funeral, así que carraspeó y volvió a centrar su atención en el director.- Pero sí están autorizados a usar hechizos paralizantes en caso necesario, y por supuesto os devolverán a vuestra sala común. Quien se atreva a transgredir las reglas y normas de seguridad y vuelva junto a los aurores, que sepa que perderá cien puntos de su casa, además de un castigo especial que impondrá cada jefe de la casa. Y mientras llega el nuevo profesor o profesora de Defensa, uno de nosotros se irá turnando para dar clases teórico-prácticas con normalidad.

Una vez hubo acabado el discurso, el banquete comenzó. Los platos se llenaron de las habituales cenas de Hogwarts y los estudiantes no tardaron en empezar a comer, Ron el primero. Mientras, Harry especulaba por el nuevo profesor de defensa... realmente le daban escalofríos sólo con pensar en una nueva Umbridge, en un nuevo Lockhart o en un falso profesor como Barty Crouch Jr. Pero siguiendo el esquema de profesores, que iba así: Malo, Malo, Bueno, Malo, Malo....este año tocaba uno bueno, o esa era la esperanza que tenía.

- ¿Y tú no comes, Harry?- le preguntó Hermione mientras se servía un poco de pollo.

- ¿Qué?- dijo volviendo a la realidad.

- Estás en otra dimensión, tío.- le dijo Ron.

- Sólo pensaba.

- ¿En el profesor que falta?- dijo Hermione, Harry asintió.- Pues tengo una nueva noticia, ni Trelawney ni Firence van a dar clases de adivinación este año.

- ¿También cambian de profesor en Adivinación?- preguntó Ginny.

- Miedo me da.- Harry.

- ¿Por?- preguntó Muriel.

- El puesto de Defensa está gafado, por si no te lo habían dicho. Y el de Adivinación...sin comentarios.- Le contestó Harry.

- ¿Y están libres?- volvió a preguntar la rubia, todos asintieron y ella se quedó el resto de la cena pensativa.

Aquella noche, Muriel aprovechó el paseo hasta el retrato de la señora gorda para estudiar en lo posible y memorizar los pasillos y caminos. Se sintió más que decepcionada de ver que aquello era un laberinto de pisos y pisos, perdió la cuenta de los rincones en los que podría esconderse un demonio de todo tipo y casi cualquier tamaño. Sabía que el director tenía fuertes dispositivos de seguridad contra apariciones, y estaba segura que los magos tenían el mismo método que los demonios para aparecerse... sólo quedaba saber si se podía fluctuar, algo ligeramente diferente a las apariciones.

De repente, se pararon delante del retrato, y Hermione hizo su advertencia a los nuevos alumnos de que no debían olvidar la contraseña, ni apuntarla (tras el comentario, Neville se puso rojo) ni decirla a nadie que no fuera de Gyffindor. Pasaron a la sala común y aquella vez poco tardaron en irse a dormir y dejar la sala desierta.

Ya eran casi las doce de la noche, cuando Muriel salió de su dormitorio, asegurándose de que no hubiera nadie levantado, y bajó a la sala común. Una vez allí inició sus intentos de fluctuar, pero notó una barrera invisible que le impedía salir de la sala. Se hacía invisible pero a los pocos segundos volvía de nuevo...

- Menos mal, al menos esos demonios lo tendrán difícil para llegar aquí.- se dijo.

Sólo quedaba un método de aparecerse por probar, y aunque ella no podía hacerlo, llamó en bajo al que sí podía.

- Leo...¡Leo!....¡¡Leo!!

Unas luces blancas iluminaron la sala común, y el susodicho apareció con cara cansada pero con signos evidentes de que no iba a acostarse todavía.

- ¿Ha pasado algo?- le preguntó Muriel.

- Hemos estado a punto de encontrarles. A Voldemort y a Barbas.

- ¿No funciona el péndulo?- Leo negó con la cabeza.- Esta vez sí que se lo han currado.

- ¿Y tú qué?¿Alguna novedad?

- Sí, un par de ellas.

- Dispara.

- Bien, para empezar, espero que a los mayores no les importe que enseñe al chavalín a canalizar ese """""""leve cabreo"""""""" que tiene.

- ¿A qué te refieres?

- En el tren casi podía decirse que echaba fuego y de todo, como el Balrog de Moria pero en pequeño.

- ¿Y qué le enseñarías?

- No en plan profesor, claro, sino como amiga. Creo que sé mejor que muchos sobre esas cosas...- se acercó más a Leo y le habló al oído.- Es mejor actuar ahora antes de que... pase algo peor.

- Bien, pero ten cuidado. ¿Y la segunda cosa?

Muriel sonrió de oreja a oreja, Leo se quedó esperando y algo extrañado.

- ¿No decías que os hubiera gustado estar más cerca de lo que tenemos que proteger?- Leo asintió.- ¿Os parecería suficientemente cerca ser sus profesoras de Adivinación y Defensa?

- Vaya...- contestó desviando la mirada hacia otro lado.- Sí, será interesante.

Una vez llegaron al acuerdo, Leo orbitó de nuevo hacia la casa y Muriel subió de nuevo a su habitación para dormir. Pero mientras tanto, una pequeña figura salía de la sala común de Gryffindor tras haber observado involuntariamente aquella curiosa conversación.