Heridas abiertas

Capítulo 3. Recuerdos olvidados

Tenía que reconocer que Joe había acertado. La vivienda, de dos plantas, ya estaba amueblada, era elegante pero sobria y además estaba muy bien distribuida. Además el jardín que la rodeaba era lo bastante grande como para construir una cancha de baloncesto en la parte trasera. Definitivamente había hecho bien en pedirle a su compañero de equipo que se encargara de buscarle una nueva casa en su mismo barrio, además así se había ahorrado aguantar él a los vendedores.

- Dónde dejo esto, Kaede?

- Ahí mismo. Ya te he dicho que no hace falta que me ayudéis con la mudanza.

- No es molestia alguna.

Joe dejó la caja que portaba en el suelo de la habitación principal, donde se encontraba Rukawa sacando ropa de una maleta.

- Y Karen? – preguntó el chico de ojos azules.

- Subiendo la última caja – contestó Joe – Si puede con ella, claro – añadió riendo.

- Te he oído! – se oyó una fatigada voz desde las escaleras.

- Vamos hermanita, que tú puedes! – rió.

Karen era la hermana menor de Joe Perkins, el pívot afroamericano de los New York Knicks y único amigo de Rukawa en el equipo, pero no podía ser más diferente. Estudiante de derecho, bajita, menuda y responsable, poco tenía que ver con Joe, una imponente mole de dos metros de altura, extrovertido y alocado, lleno de tatuajes y de piercings, cuya única preocupación aparte del baloncesto era que su novia oficial, Linda, no se enterara de sus múltiples amoríos.

Sin embargo ambos hermanos eran inseparables. Joe cuidaba de ella como si de un tesoro se tratara, y era muy celoso cuando alguien del sexo masculino se le acercaba con intenciones que él calificaba como 'indecentes'. De hecho lo primero que le dijo a Rukawa cuando les presentó fue 'A mi hermana ni tocarla'.

Rukawa no tuvo dificultad alguna a la hora de cumplir la advertencia, pues Karen era de las pocas mujeres que no parecían interesadas en él. Karen, con tan sólo un año de edad más que Rukawa y veinticinco centímetros menos de altura, le trataba y quería como si fuera su hermano pequeño.

- Por fin! – exclamó apareciendo por la puerta tras una gran caja – Dónde la dejo?

- Trae.

Rukawa agarró la caja que sostenía Karen con visible dificultad y la dejó con cuidado encima de la cama. De sus pocas pertenencias, aquel cubo de cartón contenía una de sus más preciadas.

- Gracias chicos.

- De nada. Ya no quedaba nada más en el coche, verdad Karen?

- No.

- Un café? – ofreció Rukawa.

- Sí, pero lo hago yo, que a ti te sale horrible – dijo la chica riendo.

- Que simpática.

- Mira quien fue a hablar.

Karen le sacó la lengua divertida y Rukawa esbozó una leve sonrisa. Los tres bajaron a la cocina, y Karen se encargó de preparar el café mientras Rukawa y Joe charlaban sentados encima de la encimera.

- Has oído el rumor sobre tu compatriota? – preguntó Joe.

- No. Que compatriota?

- Un tal Hiroki Morisite o algo así.

- Hiroshi Morishige quieres decir?

- Ese mismo – Por qué los japoneses tenían nombres tan complicados? – Lo conoces?

- Sí. Me enfrenté con él en mi país. Creo que juega en los Tokyo Apache. Que pasa con él?

- Dicen que va a fichar por los Hornets. Si es así será el cuarto japonés en la liga.

- …

- No te interesa mucho veo.

- La verdad es que no.

- Ya… - Joe sonrió ampliamente – Entonces es porque ya le derrotaste. Y sólo te interesan los jugadores a los que aún no has derrotado. Como yo.

- Exactamente.

- Pero puede que ese tal Morisite o Morisoko o como se llame haya mejorado.

- Yo también he mejorado.

- Eso es cierto, pero…

- Aquí tenéis! – interrumpió Karen ofreciéndoles dos humeantes tazas de café.

- Gracias.

- Por cierto, Kae, que tal con tu chica? – preguntó mientras recogía su taza.

- No me llames Kae. Qué chica?

- Con la que te fuiste el sábado de la fiesta.

Rukawa dejó de soplar el café para enfriarlo un poco y levantó la vista, primero para mirar a Karen, y luego a Joe.

- Eres un bocas – se quejó.

- Oh, vamos… - rió Joe – Venga di, como te fue?

- Como siempre.

- O sea, que te la follaste por delante y por detrás y luego le diste puerta…

- Joe! – se escandalizó Karen.

- Pero si es la verdad! Para que preguntas entonces, hermanita?

- Sois unos cerdos! – murmuró - Los dos – añadió mientras dejaba su taza en el fregadero. Ella era la única de los tres que era capaz de beberse el café hirviendo.

- Y yo que he hecho ahora?

- Tú eres peor que él – afirmó la chica – Al menos Kaede no tiene novia.

- Eso que sepamos… a lo mejor la tiene en Japón. Es así, Kaede?

Se hizo un extraño silencio, y de pronto el ambiente se volvió algo tenso. Rukawa se quedó mirando el suelo sin decir nada, y los dos hermanos se miraron entre ellos interrogantes.

- Vas a volver este verano a Japón? – insistió Karen ignorando la mirada de advertencia de su hermano.

- No.

- Por qué no?

- Porque no.

Rukawa se terminó el café y bajó de la encimera de un salto, dando por terminada la conversación, y dejó la taza en el fregadero. Luego se dirigió al salón, cogió el mando del televisor y se dejó caer en el sofá. Sus amigos pillaron la indirecta.

- Bueno, nosotros nos vamos –dijo Joe imitando lo que había hecho Rukawa segundos antes.

- Si necesitas algo, ya sabes.

- Sí.

- Nos vemos mañana en el entrenamiento.

- Adiós.

Cuando oyó la puerta principal cerrarse dejó caer el mando en el suelo y se tumbó de espaldas en el sofá. De repente le había entrado mucho sueño. Cerró los ojos, pero no llevaba solo ni dos minutos solo cuando oyó sonar su móvil.

- Mierda… - murmuró levantándose de mala gana.

Volvió a la cocina, donde había dejado el aparato, y al ver el nombre que aparecía en la pantalla dejó escapar otro taco.

"Qué quiere ahora?"

- Diga?

- Hola Kaede, soy Jack.

- Hola…

- Qué tal la mudanza?

- Bien.

- Cuando me enseñarás la casa?

- Cuando quieras… - musitó Rukawa reprimiendo un bostezo.

- Pues mañana temprano me paso. Y así hablamos en persona sobre lo de tu guardaespaldas.

- Ya te he dicho que no quiero un guardaespaldas.

- Y yo que lo necesitas. Cada vez se te echan más fans encima. Y además ahora ganas dinero de verdad. Y si intentaran secuestrarte?

- Por favor, Jack… - "Quién pagaría mi rescate…?"

- Bueno, ya lo hablaremos. Ah, por cierto, sé que me vas a decir que no, pero ayer por la tarde me llamaron de una revista de…

- No.

- Pero…!

- Que no.

- Me quieres dejar explicar? Sólo quieren hacerte una entrevista de media hora, y con preguntas exclusivamente deportivas…

- Te he dicho que no.

- Ok, ok… Si no fuera porque eres mi mejor cliente…

- Soy tu único cliente, Jack.

- Haha es verdad… Bueno, mañana hablamos.

- Sí. Hasta mañana.

Rukawa colgó y en lugar de volver al salón subió las escaleras en dirección a su nueva habitación. Dejó el móvil en la mesilla y a continuación cogió la caja que había dejado encima de la cama y la depositó en el suelo. Luego se sentó y la abrió, y rebuscó en el interior hasta sacar el único objeto que guardaba de su época en el instituto. Lo contempló unos instantes; iba a dejarlo encima de la mesilla pero al final abrió un cajón y lo escondió ahí dentro. Después se tumbó en la cama dispuesto a dormir todo lo que quedaba de día.

xXx

En el coche, Joe y Karen discutían sobre el jugador nipón.

- Por qué crees tú que no quiere volver a Japón?

- No lo sé.

- Ahí debe tener a su familia, a sus amigos… Por qué no habría de querer ir a visitarlos?

- Te he dicho que no lo sé. Pero ni siquiera quiere jugar con su selección.

Karen bajó la ventanilla y dejó que el aire alborotara aún más sus rizados cabellos.

"Qué es, Kaede?

Qué dejaste en Japón que te tiene tan atormentado?"


N/A: Wenas! Qué tal? Les gustó el tercer capítulo? Qué les parecen Joe y Karen? Y como ven a Rukawa? En fin, como ya dije el próximo se volverá a centrar en Hanamichi. Y ya que esteha sido corto no me tardaré mucho, pero no olviden dejar sus reviews! Pliss!

Besos

Khira