Heridas abiertas

Capítulo 13. Revelaciones y mentiras

Los chicos convencieron a Sakuragi de que esperara un par de días si de verdad quería ir a Nueva York para que al menos Rukawa ya hubiera salido del hospital. El pelirrojo fue a buscar su maleta al hotel el lunes como había previsto, y al día siguiente ya viajaba rumbo a la Gran Manzana.

Como su padrastro le pagaba el piso y las facturas y su madre se encargaba de que no le faltara comida Hanamichi no tenía necesidad de trabajar con regularidad, pero gracias a unos cuantos trabajillos temporales que había realizado a lo largo del año tenía el dinero suficiente para pagarse el billete de ida y vuelta. No se molestó en buscar un hotel porque su intención no era quedarse ni una noche: en cuanto diera con el zorro lo agarraría y lo traería de vuelta, a la fuerza si era necesario.

Durante esos tres días que tardó en marchar de Japón aparecieron muchas más noticias en los periódicos y en la televisión, y ninguna de ellas era esperanzadora. Unas decían que el jugador de los Knicks era consumidor habitual de cocaína desde hacía un año, otras decían que había intentado suicidarse, y esa mañana había escuchado por la radio un rumor de que el club ya había tomado medidas y que lo habían echado.

La imagen que más había conmocionado a Sakuragi fue la de Rukawa saliendo del hospital de Coney Island rodeado de unos cinco agentes de seguridad para ayudarle a atravesar la avalancha de periodistas que esperaban en todas las salidas del edificio, con sus inseparables gafas de sol, blanco como el papel pero con la cabeza bien alta, como si nada de lo que estaba pasando le importara.

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Eran casi las seis de la tarde en Nueva York cuando el taxi en el que iba Sakuragi se detuvo delante de una bonita casa de dos pisos. El taxista comprobó por última vez la dirección que le había pasado ese friki oriental pelirrojo en una etiqueta de aeropuerto y le indicó con un gesto que allí era. Sakuragi no es que no entendiera o hablara el inglés pero cuando estaba nervioso no le salían las palabras y en ese momento lo estaba bastante.

Bajó del taxi después de pagar y se dirigió a la entrada de la elegante vivienda. En realidad todas las casas de ese barrio residencial eran muy elegantes: le recordaban a los barrios pijos de las típicas películas americanas de adolescentes.

Respiró hondo para tranquilizarse y tocó el timbre. Mientras esperaba intentaba imaginar la cara que pondría Rukawa al verle ahí, pero no fue el zorro quien abrió la puerta, sino una chica hispana bajita y regordeta.

- Qué desea? – preguntó amablemente en inglés.

- Yo… quiero hablar con Kaede Rukawa – balbuceó en el mismo idioma - Vive aquí, no?

Sus instrucciones eran que si alguien que no conocía llegaba a la casa preguntando por él, que le dijera que se había equivocado de dirección, pues seguramente sería un periodista o un fan con muchos contactos o recursos. Y Rosa intuía que ese japonés que tenía enfrente no era ninguna de las dos cosas, pero aún así no podía desobedecer a su señor.

- Lo siento, se ha equivocado – replicó.

- Ah si? Yo no lo creo.

Y apartando a la chica de un pequeño empujón entró al interior de la casa.

- Qué hace, señor! No puede entrar! – gritaba Rosa persiguiéndole.

Sakuragi estaba ya en el salón cuando apareció Rukawa bajando por las escaleras que conducían a la planta piso.

- Qué son esos grit… - al ver en medio de su salón a Hanamichi Sakuragi se interrumpió y se detuvo en seco.

El pelirrojo contempló preocupado a Rukawa mientras él le miraba como si fuera una alucinación. El zorro se veía extremadamente pálido y delgado, iba vestido con unos simples pantalones grises de chándal y una camiseta negra, y aún así, seguía teniendo ese aura de elegancia que le había notado en la fiesta. Era curioso que a pesar de su evidente mal momento, le siguiera pareciendo… inalcanzable.

- Hola zorro… - musitó Sakuragi.

- No puede estar aquí! – continuaba gritando Rosa jalándole de un brazo – Lo siento señor, no he podido evitar que entrara…!

Rukawa reaccionó por fin y terminó de bajar las escaleras.

- Déjalo, Rosa… es un… conocido.

A Hanamichi le dolió que le clasificara como un simple conocido, pero qué esperaba? Era cierto que nunca llegaron a ser amigos del todo. Los amigos se lo cuentan todo… y la conversación más larga que tuvieron ellos dos en el instituto fue cuando discutieron la estrategia para vencer al Meihou.

- Ah… está bien… - murmuró Rosa.

- Rosa, ya son casi las seis, puedes irte – dijo Rukawa mirando su reloj.

- De acuerdo… gracias señor.

Rosa pensó que lo mejor ese día era cambiarse en su casa y se apresuró a dejar esos dos chicos solos.

En cuanto se oyó la puerta de la calle cerrarse, Sakuragi abrió la boca para empezar a hablar, pero la inesperada sonrisa de Rukawa le dejó sin palabras.

- Qué haces aquí, idiota? – preguntó el moreno. Al fijarse en lo que llevaba el pelirrojo en la mano añadió divertido – Has venido de tan lejos sólo para devolverme mi bolsa?

Sakuragi miró un momento la maleta y después la dejó encima de la mesa que tenía al lado.

- No, no he venido por eso. Aunque gracias a ella supe tu dirección.

- Entonces? Me echabas de menos?

- Tú sabes a lo que he venido – dijo el pelirrojo un poco aturdido por la actitud del zorro.

- No, no lo sé. A terminar lo que empezamos?

- De qué hablas?

- No te hagas el tonto – Rukawa se acercó un poco más a él sin perder la sonrisa – Te gustó el beso, verdad?

- Qué…?

- Te gustó… y has venido a que te folle…

El pelirrojo alucinaba mientras veía como el zorro continuaba caminando hacia él hasta quedar uno enfrente del otro, pero cuando Rukawa acercó su rostro, supuso que para besarle de nuevo, reaccionó y después de darle un empujón hacia atrás con ambas manos le cruzó la cara de una bofetada.

Rukawa se quedó inmóvil un segundo aún con la cara girada, y Sakuragi, aunque su segundo impulso fue gritarle que se dejara de gilipolleces, se arrepintió de haberle pegado. No quería empezar una pelea… al menos no tan pronto.

- Mira Rukawa… - empezó más tranquilo – Lo siento…

Rukawa giró la cara de nuevo, y para su sorpresa, rió suavemente.

- No sabía que te iba el sado… pero podemos probar…

"Pero qué demonios…?", se preguntó Sakuragi furioso.

Entonces un gesto de Rukawa pasándose la mano bajo la nariz como si estuviera resfriado, le dio la clave y Sakuragi comprendió lo que pasaba: Rukawa estaba colocado. No hacía ni cuatro días desde que ingresara en un hospital con sobredosis y ya había vuelto a drogarse…

- Joder Rukawa…

- Qué pasa, idiota?

- QUÉ COÑO TE PASA A TI! – explotó agitando los brazos – POR QUÉ TE METES ESA MIERDA?

Rukawa parpadeó y luego volvió a sonreír.

- Quieres un poco?

- GILIPOLLAS!

Sakuragi alzó su puño y lo estrelló en el ojo derecho del moreno, quien se tambaleó hacia atrás pero logró mantenerse de pie. El pelirrojo le cogió de la camiseta y le obligó a mirarle a la cara.

- El viejo ha sufrido otro infarto! – gritó mientras le zarandeaba.

- Eh?

- El señor Anzai! El señor Anzai ha sufrido otro infarto… por tu culpa!

Por un momento los ojos de Rukawa parecieron recobrar la serenidad que los caracterizaba, pero sólo fue eso: un segundo.

- Y? – preguntó como si la cosa no fuera con él.

Después de eso Sakuragi le propinó un fuerte cabezazo en la frente y lo dejó caer al suelo, donde Rukawa permaneció sin moverse. El pelirrojo, ya más calmado después de haber usado su técnica de lucha favorita, se agachó junto a él y comprobó algo preocupado que lo había dejado inconsciente.

"Mejor así…", se dijo a sí mismo, "Al menos que se le pase la tontería…"

Sakuragi pensó que hacer durante la 'siesta' de Rukawa, y decidió que lo mejor sería hacerle las maletas. Encontró una más grande que la bolsa que le había llevado de vuelta en el armario de su habitación y la llenó con la ropa que él consideró adecuada. Entró en el baño para recoger su cepillo de dientes y otros enseres y se encontró una desagradable sorpresa al abrir un cajón bajo la encimera del lavabo: dos bolsitas con polvo blanco en su interior que supuso no era bicarbonato. Tras un solo momento de duda, las abrió y las vació en el wáter.

xXx

Al principio no supo donde estaba, pues estaba demasiado duro para ser su cama… Con una mano se acarició la frente y palpó el doloroso chichón que estaba surgiendo en ella. Por fin reconoció la lámpara que había sobre él y se dio cuenta de que estaba tendido en medio del salón de su casa. Se incorporó hasta quedar sentado y entonces vio a Sakuragi también sentado en una silla junto a él, observándole.

- Idiota… - murmuró sobándose la frente de nuevo.

- No soy yo el idiota que esnifa cocaína, Rukawa – replicó Sakuragi tranquilamente.

El aludido se levantó en silencio y se dirigió al sofá, donde se dejó caer como si estuviera exhausto.

- Es cierto que el entrenador Anzai ha sufrido otro infarto? – preguntó secamente sin mirarle.

- Sí.

- Y como está?

- Está vivo.

- …

La preocupación de Sakuragi por el zorro aumentaba cada vez más mientras le observaba. Ya no sólo era físicamente, psíquicamente también se le notaba muy desmejorado… Sus ojos estaban apagados, sin brillo, sin vida. Pensó que quizás se debía al bajón…

- A qué has venido? – preguntó el moreno casi en un suspiro.

- A llevarte de vuelta a Japón – contestó Sakuragi.

El chico de ojos azules le miró como si hubiera dicho la mayor estupidez del mundo. Y entonces se fijó que el pelirrojo tenía al lado su maleta grande, y parecía muy llena.

- Ni hablar.

- Por supuesto que vamos a hablar – dijo el pelirrojo con severidad. Se levantó y fue a sentarse junto a él – Pero más adelante. De momento te vienes conmigo a Japón, a pedirle disculpas al viejo y a decirle que fue un error aislado… aunque no lo fuera…

- He dicho que no – Rukawa se inclinó hacia delante y escondió la cara entre las manos.

- Por qué no? Si de todas maneras no vas a poder jugar a baloncesto como mínimo en seis meses… tómatelo como unas vacaciones…

- No tengo nada en Japón.

- Tienes a tus padres…

- Mis padres me odian…

- Eh? Por qué dices eso?

- …

Sakuragi no quiso insistir pero decidió que algún día averiguaría de qué iba aquello.

- Bueno pues… me tienes a mí… - murmuró, y sin pensar muy bien lo que hacía apartó las manos de Rukawa de su cara y las mantuvo cogidas – Podríamos ser amigos de una vez…

Después de mirarle un momento a los ojos, Rukawa soltó sus manos de las de Sakuragi, y ese simple gesto provocó en el pelirrojo la horrible sensación de que lo estaba perdiendo para siempre.

- Tú sabes que yo no te quiero sólo como amigo… - musitó con la mirada perdida en algún rincón de la habitación – Estoy enamorado de ti…

Se hizo un silencio muy incómodo. Rukawa por fin había dejado sus sentimientos al descubierto, sentimientos que Hanamichi no correspondía.

"Qué puedo hacer?", se preguntó desesperado, "Qué puedo hacer para convencerle? No puede quedarse aquí… aquí lo tiene demasiado fácil para conseguir droga…"

Y de pronto se le ocurrió. Sería la mayor mentira que habría dicho en su vida, y cuando Rukawa lo descubriera las consecuencias podrían ser terribles. Pero en ese momento no se le ocurría otra manera.

- Rukawa… yo también… yo también siento algo por ti…

Decir que Rukawa se sorprendió al escucharle seria quedarse muy corta.

- C-cómo…? – balbuceó a duras penas.

- Pues que… - el pelirrojo se devanaba los sesos intentando encontrar palabras que sonaran convincentes – Que yo también… a mi también me gustaría que fuéramos más que amigos…

- P-pero si tú… cuando te besé…

- Me pilló por sorpresa, eso es todo… nunca he estado con un hombre…

- Pero tú nunca… Tú me odiabas…

- De eso hace ya mucho tiempo… Y estos dos años… estos dos años te he echado muchísimo de menos… y me he dado cuenta… de que tú me gustas… - era asombrosa la facilidad con que le estaba mintiendo. Y eso que siempre se le había dado mal mentir.

Rukawa no se lo podía creer. Pero necesitaba creer. Esbozó una pequeña sonrisa, y tímidamente intentó unir de nuevo sus bocas, pero el pelirrojo se lo impidió colocando suavemente un dedo en los pálidos labios del zorro.

- Qué…?

Su plan empezaba en ese momento.

- Primero cúrate.

- Eh?

- Regresa conmigo. Quédate en mi casa todo el tiempo que necesites. Y cuando me demuestres que has superado todo esto, entonces… entonces lo intentamos.

Los ojos azules estaban clavados en los castaños. Parecieron dudar por un momento, pero finalmente Rukawa los cerró y asintió.

xXx

- En serio? Está en tu casa? – Ryota no se podía creer que Hanamichi lo hubiera conseguido.

- Sí. Está durmiendo, para variar… - dijo Sakuragi.

- Cómo le has convencido?

- Ehm… soy un genio, recuerdas…– Ryota se pegó aún más el teléfono a la oreja, pues Hanamichi estaba hablando muy flojito.

- Y… es cierto que le han rescindido el contrato?

- Sí…

- Vaya… Bueno y que vas a hacer?

- Eh?

- Con Rukawa, qué vas a hacer?

- Pues… de momento no nos moveremos de aquí hasta que se le pase el mono… Iremos a ver al viejo cuando esté mejor… Es una suerte que todavía falte más de una semana para que empiecen las clases aunque igualmente yo…

- Pero qué dices, Hanamichi? – le interrumpió su amigo – Tiene que ir a hablar con un médico! Necesitará un tratamiento!

- Ya se lo he propuesto y no quiere… y de eso sí que no ha habido manera de convencerle…

- Hanamichi… ten cuidado… una persona cocainómana con síndrome de abstinencia puede ser muy peligrosa…


N/A: Hola! Por fin el esperado 'reencuentro 2' XD Espero que les haya gustado y cumplido expectativas. Este capítulo por supuestísimo está dedicado a Ran por su cumpleaños. Felicidades wapísima!

Besos

Khira