24hours OPEN

(será un table famacéutico o qué?)

Capítulo 1- Sólo por un par de días.

—¿Reparaciones en los últimos templos?

Aioros sonrió, nervioso, mientras asentía a la mirada inquisitiva de Aioria, de pie frente a la entrada a la casa de Leo. Llevaba consigo una valija grande con algunas piezas primordiales de su ropa y demás artículos básicos, un arco y un carcaj lleno de flechas pendiendo de uno de sus hombros y, cómo no, la caja con la armadura dorada de Sagitario a la espalda.

—No quisiera molestarte, pero de verdad no sabía adónde más ir... tú sabes... además de ti sólo me llevo con Saga, pero dudo mucho que le quede algún espacio en su templo con Kanon pululando por ahí.

El león cabeceó, ligeramente indeciso, aunque no pudo evitar que una sonrisa irónica se dibujara en sus labios: el día en que Kanon había llegado al Santuario para ocupar oficialmente su papel como Santo Dorado de Géminis (nota: partieron la armadura o algo así ¬¬), Aioros y él habían presenciado por accidente la calurosa bienvenida que Saga le había ofrecido... y vaya que cuando se dice calurosa, es porque fue calurosa.

Pero de todos modos, aquello no acababa de convencerle del todo. Es decir, los derrumbamientos tras las últimas batallas habían sido monumentales en algunas de las Casas (la de Virgo era un ejemplo tremendo, aunque claro está que Shaka no había puesto ninguna clase de objeción cuando Mü, con una sonrisa, le ofreció hospedaje en el primer templo) y dudaba estuviesen listas al menos dentro de un par de semanas, considerando que Athena aplicara a varios de sus sirvientes más competentes... Y bueno, realmente no es que le incomodase mucho abrir la puerta para su hermano mayor, pero sin embargo...

—Te prometo que no serán más de un par de días.- aseguró Sagitario, poniendo una mano sobre el hombro de Aioria, alegremente, mientras éste dedicaba una mirada insegura hacia un costado. –Shura y yo no te daremos problemas.

...y es que él no había venido solo.

De pie a un costado suyo, sin ningún equipaje consigo, estaba el guardián de la décima casa, con la cabeza inclinada y las mejillas ruborizadas en un gesto que Aioria identificó correctamente como azoramiento: seguramente Aioros le había insistido hasta que aceptó ir con él.

Aún así, luego de un par de segundos, y tras ver la mirada de cachorrito extraviado que acababa de lanzarle su hermano, no pudo hacer nada salvo sonreír, encogerse de hombros y entrar al templo con un suspiro de resignación, indicando a los otros dos que le siguieran y sabiendo de antemano que los dos días durarían por lo menos dos semanas.

×××××××××××××××××××××××××××

Por su parte, Shura no se sentía muy cómodo que digamos, conforme los tres entraban en la casa del león, en completo silencio y no escuchando nada más que los pasos suaves de sus pies sobre el concreto y la lluvia allá afuera, que se había soltado a medio recorrido escaleras abajo y era la razón por la que tanto Aioros como él estuviesen completamente empapados en aquél momento.

Y hablando de Aioros, él le había insistido muchas veces en que a Aioria no iba a molestarle si le pedían pasar algunos días ahí. Después de todo, además de Aioros, los únicos amigos cercanos a Shura solían ser Aphrodite y Camus, que en todo caso venían a ser algo así como sus vecinos, pero dado que dichas casas también se encontraban en reparaciones, pues dudaba mucho poder quedarse ahí mientras los encargados de mantenimiento que había conseguido Saori terminasen sus labores. Además de que lo más probable era que Milo tuviese lugar en el templo del escorpión para Camus del mismo modo que Aphrodite encontraría lugar en la casa de Cáncer.

Suspiró ligeramente. A veces solía ser un problema eso de ser medio antisocial...

—Verán...- habló entonces el león, rompiendo abruptamente el silencio que reinaba en el viejo templo y consiguiendo la atención de ambos. –Normalmente, los templos se edifican para sostener a un solo guardián... y está bien, incluso se puede hacer espacio para uno más, pero cuando se trata de tres...- arqueó sus cejas. No quería sonar grosero con Shura, pero es que viendo bien la única habitación que había en toda la casa, cuya puerta acababa de abrir Aioria para ellos, pues sinceramente no era muy factible que los tres cupieran en la única cama que había por ahí.

—Ya veo...- murmuró Aioros, llevándose una mano al mentón en actitud pensativa, pero fue interrumpido por Shura, que tiró de su manga repentinamente, atrayendo su mirada.

—Te dije que sería un inconveniente si yo...

—¿Qué?

—Tal vez pueda preguntar a Aldebarán... quiero decir, no somos muy buenos amigos, pero sé que no le molestaría mucho si...

—¿De qué estás hablando? Aquí hay espacio suficiente.- sonrió Sagitario, depositando en el suelo la caja de Pandora e ignorando las miradas confundidas que los dos más jóvenes le dedicaron. –A mi hermano no le molestaría compartir su cama contigo¿verdad, Lia?

Las mejillas de Leo y Capricornio se ruborizaron de golpe, como prueba de su sorpresa, y Aioria se apresuró a negar con su cabeza de forma mecánica.

—Bien, y ya arreglado eso, yo duermo en el piso y taa-dáa n.n!

—¿E-en el piso?

Aioros ya estaba colocando su equipaje en una esquina de la habitación, cuando Shura, aún ruborizado, volvió a hablar.

—¡N-no! En todo caso yo puedo dormir en el piso, pero tú...

—Olvídate de eso.- rió Sagitario. –Aioria y yo somos hermanos, por lo que no puede considerárseme como un invitado, y por eso debemos demostrar nuestra educación dejándote dormir en la cama.- lanzó una mirada al león, que estaba sonriendo disimuladamente. –Y como de todos modos no pretendo quitarle la cama a él, lo mejor será que duerman juntos.

Hubo un momento de silencio. Shura había inclinado la cabeza, sabiendo que una discusión contra Aioros jamás iba a ganarla, y Aioria había levantado la suya, dándose cuenta de que a pesar de ser esa su casa, sus decisiones habían quedado obsoletas.

—¿Y tus cosas?- preguntó finalmente al español, de pie a un costado suyo.

—E-en mi templo...

—¿Puedes creer que no quiso traer nada porque pensó que no le querrías dar hospedaje?- inquirió Aioros, levantando su voz y mezclándola con una risita.

Aioria giró sus ojos.

'Bueno, pudo haber sido...'

—Vamos, te acompañaré por ellas.- dijo, girándose ligeramente para verlo.

Shura lo miró, extrañado.

—N-no te molestes... yo puedo...

Sonriendo, el león le empujó fuera de la habitación.

—Vamos, o Aioros se pondrá como loco (más).- luego volvió el rostro para ver a su hermano, que estaba entretenido revisando que las cosas de Aioria estuviesen debidamente ordenadas. –Iremos a buscar lo que necesitará. Ahora regresamos.

—¡Sí, sí!- respondió el otro, sin darle mucha importancia.

Y Aioria y Shura se fueron, dejándole ahí adentro y cerrando la puerta al salir.

Una vez más el silencio que se formaba en torno a ambos cuando estaban solos se cernió entre ellos, acompañado de sus respiraciones, sus pasos y las gotas de lluvia que les abrazaron apenas pusieron un pie fuera de Leo.

—Creo que lloverá toda la noche.- comentó Aioria, casualmente, y Shura asintió con su cabeza. –Debieron haber bajado más temprano para evitar estarnos mojando.

Esta vez la cabra no respondió, dedicándose a mirar sus pies subiendo las escaleras entre el agua que escurría hacia abajo formando pequeñas cascadas de fango y lluvia revuelta.

—No quiero molestarte...- dijo por fin, apenas pasado el deteriorado templo de Virgo al que no pudo ver sin sentirse culpable: habían sido él y sus compañeros quienes habían medio destrozado la casa y dado muerte a Shaka en aquella ocasión. –Es sólo que Aioros...

—Mi hermano Aioros te tiene mucha estima.- interrumpió Aioria, suspirando. –Si te hubiese dejado solo no se hubiera sentido tranquilo nunca.

—Pero... tu casa...

—No te preocupes, está bien. Sabremos acomodarnos.

Shura volvió a guardar silencio.

Sabía bien que aunque Aioria pretendiese estar siendo amable con él, la idea de tenerle en casa no le agradaba mucho que digamos. Y él lo entendía bien. Es decir, nunca habían sido grandes amigos, sobre todo porque cuando eran pequeños éste le había dejado bien claro que no iba a permitir que le arrebatase el amor de su hermano (y eso no lo había comprendido hasta varios años después), ni siquiera ahora, tiempo después, su relación era una de las más bonitas del Santuario. E incluso llegó a pensar que si estaba accediendo a tenerlo consigo, era porque a) Era Aioros quien le estaba pidiendo ese favor, y b) Luego de lo sucedido con el asunto de Hades, lo más probable era que Aioria se sintiese culpable de algún modo por no haber creído en él (Milo había demostrado su arrepentimiento abrazando a Camus delante de todos cuando pudo volver a verlo, Dohko yendo detrás del Patriarca a todos lados, y Kanon y Saga se habían perdonado mutuamente de un modo que hubiese asustado a cualquiera) y los demás en su momento...

Y comprendía. Él se había sentido del mismo modo tras enterarse de que Aioros no había sido nunca el traidor que Ares había tratado de pintar ante los demás y que precisamente fue él quien le había arrebatado la vida con sus propias manos... Incluso ahora no podía dejar de pagar su culpa, aunque Aioros, con una sonrisa, le había dicho que le había perdonado incluso antes de que lo hiciera, y era por esto que cualquier cosa que él le pidiera iba a ser siempre acatada al pie de la letra.

Ir con él hasta la casa de Leo era una de estas pequeñas órdenes que había recibido.

—De todos modos...- continuó, en voz baja. –Si te molesto, no dudes en decírmelo... Sé que vosotros sois hermanos, así que siempre os ayudáis... pero no quiero incomodaros de algún modo...

Los ojos verdes de Aioria le miraron.

Shura era un par de años mayor, aunque apenas si lo aparentaba. Y aún así, siempre se había comportado montones de veces más maduro que él, incluso desde que eran pequeños e iba a buscarle para armar pelea (no le gustaba que Aioros pasara más tiempo con él), él solamente le miraba, tranquilo, argumentando que él no le pedía a Sagitario nada y que su última intención era la de separarles... además de que estaba casi siempre acompañado por Aphrodite y DeathMask, que si bien no se veían muy imponentes, hubiesen sido perfectamente capaces de asustar a cualquiera en su sano juicio.

Y ahora, diciéndole todo eso¿era sólo para demostrarle que Aioros seguía prefiriéndole por encima de él, o porque realmente no deseaba molestarle?

Sonrió, inquieto.

¿Qué diablos era lo que atraía tanto a su hermano de esa cabra?

¿Esa supuesta madurez¿Su extraño acento peninsular¿¿Algo en su complexión física?

No. Era algo más. Algo que seguramente tendría tiempo de averiguar en aquellos días, si es que soportaba tenerle cerca sin verle siendo aplastado por las atenciones de Aioros...

Aunque eso era probablemente lo más seguro.

—No te preocupes.- repuso, sonriendo. –Yo te lo diré.

Eso ni dudarlo.

×××××××××××××××××××××××××××