24hours OPEN

Capítulo 2- Juego de manos.

No fue gran cosa lo que Shura llevó consigo, salvo su armadura, un par de cambios de ropa (había alegado que su casa estaría en reconstrucción, no que iban a echarla abajo, así que podía volver por más si es que la necesitaba) y dinero suficiente para lo que pudiera ofrecerse... y de todos modos fue él mismo quien cargó con todo, así que Aioria se sintió un poco estúpido al ir caminando con él bajo la lluvia (con toda la ropa limpia de Shura mojándose, dicho sea de paso) sin decirse nada.

—Ya volvimos.- dijo, en voz alta, una vez entraron ambos en la casa de Leo, sacudiéndose y exprimiendo su ropa todo lo posible para no hacer un desastre allá adentro.

—¡Bien!- respondió a su vez Aioros, saliendo de la habitación con una pila de ropa entre las manos a la que Aioria reconoció de inmediato como suya.

—¿Qué estás haciendo con...?

—Toda esta ropa está sucia ¬¬- interrumpió el arquero, frunciendo el cejo. –Voy a dejarla en donde no se vea tan mal al menos hasta que pueda lavarla...

Ruborizándose, el león miró disimuladamente a Shura, quien sonreía débilmente.

Era común que Aioros hiciera eso cada vez que iba a visitarle, pero una cosa era tener una pequeña disputa por la ropa y los trastes sucios entre hermanos, y otra ser reprimido delante de un invitado: el mejor amigo de Aioros, para rematar.

—P-pero...

Aioros sonrió ligeramente a su hermano menor, suavizando sus gestos.

—No te preocupes. Yo me haré cargo después.

—Pero...- también era común que terminase haciendo él mismo los deberes que daban pereza a Aioria, pero... otra vez, Shura estaba ahí.

—Cállate y mejor ve a la cocina, que ya hace hambre ¬¬

—Eh... s-sí...

Y apenas estaba girándose para ir a la cocina, todavía con la ropa mojada, cuando Aioros volvió a llamarle.

—Pero primero cámbiate de ropa, y lleva a Shura contigo, para que vea donde están las cosas, no ¬0¬?

Tal vez resultaría un poco más irritante tener a su hermano mayor viviendo ahí, que al mismo santo de Capricornio.

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—Discúlpame...- soltó, en voz baja, mientras se cambiaba la camiseta de espaldas a un silencioso Shura, que supuso estaría haciendo lo suyo.

—¿Eh¿Por qué?

—Lo de hace rato...- aclaró, sintiendo que se ruborizaba. –No recordaba haber dejado la ropa sucia por aquí...

Sonriendo, el español terminó de desabotonar su camisa y la dejó caer con un suave flop sobre el piso.

—Está bien... es tu casa, y puedes dejar las cosas donde gustes...

No era esa la respuesta que Aioria se esperaba, así que se volvió para poder verle.

—Sí, pero no resulta igual cuando tu hermano mayor te pone en vergüenza delante de...- las palabras se ahogaron repentinamente dentro de la boca de Aioria, cuando tras girarse se encontró a Shura metiendo la cabeza dentro de una camiseta negra de manga larga.

Ay por todos los dioses...

¿Se había ruborizado¡¡¡NO, todo menos eso!

Pero la vista del agua resbalando por el torso semidesnudo y remojando el borde de los jeans secos que la cabra se acababa de vestir tomó repentinamente su aire, haciendo que comenzara a preguntarse si era realmente el físico de Shura lo que robaba tanto la atención de su hermano mayor.

—Da igual,- murmuró éste, tras haber conseguido ponerse correctamente la camisa y sacudiendo con sus dedos su cabello mojado y aplastado por la lluvia. Los mechones remojados le caían hasta un poco más abajo la nuca, dándole a simple vista una apariencia completamente diferente. Un poco más formal... más... sensual...

Aioria giró el rostro y cerró su boca, al percatarse de que hacía un par de minutos que la tenía abierta.

—A mí siempre me regaña por dejar mi colección de espadas regada por toda la casa.- declaró, sonriendo y volviéndose para ver a su interlocutor. –Supongo que ser ordenado forma parte de su propia naturaleza...

No hubo respuesta, y Shura arqueó una ceja al verle ahí de pie frente a él, observando el techo como si fuese lo más interesante del mundo.

—¿Aioria?

—¿Qué?

Suspirando, el décimo custodio se inclinó para tomar su ropa mojada entre sus manos.

—Nada... ¿En dónde puedo dejar esto para que se seque?

—Dámelas.- extendiendo su mano, Aioria se giró levemente para verle. Shura ya se había vestido, pero su cabello y su cuerpo aún goteaban ligeramente. –L-las llevaré al baño.

—Ah... pero...

—No te preocupes por eso, mi hermano debe estar ordenando mis jabones por gama de colores en estos momentos, así que se molestaría si te ve haciendo algo que puedo hacer yo.

No lo había dicho con mala intención, pero notó que Shura inclinó el rostro cuando le quitó la ropa de las manos.

—Es decir...

—No, está bien... ya te dije que si te incomodo de alguna forma, sólo me lo digas...

—Pues terminará incomodándome que te sientas incómodo tú.

—Eh...

El rostro de Capricornio enrojeció levemente, y Aioria pudo notar que por primera vez el gesto de indiferencia que le caracterizaba parecía desmoronarse.

Tal vez a Aioros le gustaba por eso...

'Ah¿pero en qué estás pensando?' se preguntó, sonriendo y caminando fuera de la habitación seguido muy de cerca por el otro.

—Bueno, vamos los dos, para que veas de una vez en dónde está todo...

Y en silencio, Shura le siguió.

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—¿Aioros?

—¡No entren!

El grito de Sagitario los desconcertó a ambos, pero no más que la puerta del baño cerrándose de golpe frente a sus caras. Adentro podían escuchar el sonido de los pies del mayor yendo de un lado al otro, apresuradamente, entre murmullos malhumorados.

Mira que dejar la ropa interior regada por todo el piso...

Aioria no recordaba haberse ruborizado tanto en toda su vida, ante la disimulada sonrisa que Shura había dibujado en sus labios.

Estaba sonriendo mucho aquella noche...

—Bien, al menos sé que sirvo para hacerte sonreír...- susurró, más para sí mismo y sin darse cuenta de que los sorprendidos ojos de Capricornio le miraban, de reojo. -¡Hermano, ya deja mis cosas¡Soy perfectamente capaz de...!

—¡Noooooo, pienso permitir que Shurita entre a un baño tan antihigiénico como éste!

Ahora fue el español quien se sonrojó, ante la mirada incrédula de Aioria.

—¿'Shurita'?

—A-así me ha llamado desde que tenía 9 años...

—Ah, ya veo...

Claro, del mismo modo en que él había sido siempre Lia para el arquero. Pero no pensó que Aioros se tomase la confianza suficiente como para poner un sobrenombre cariñoso para alguien que no fuese él...

Celos.

La puerta se abrió finalmente, y Aioros apareció por la puerta, apartándose un mechón de cabello húmedo del rostro con una mano y sonriendo a ambos jóvenes de pie frente a él.

—Yap. Al menos no hay papel higiénico tirado alrededor de..

—¡No tienes que contarle nada!- chilló Leo, sonrojándose todavía más.

—¿Qué? Ah, vamos, pero si Shura no se reirá de ti¿verdad?

El otro no respondió, limitándose a mirar el piso de forma abstraída.

—De todos modosss... mejor vamos a cenar, que seguramente ustedes también ya tienen hambre n.n

—Eh... sí, pero...

—¿Ropa mojada?

—Es la que trajo Shura de su casa.- aclaró Aioria, extendiendo hacia su hermano mayor el brazo en que cargaba las mudas de Capricornio. –Pretendía dejarla secar esta noche.

—Ah, entonces yo me encargo.- repuso Aioros, arrebatándole la ropa de entre las manos al felino y sin molestarse en disimular la mirada que había lanzado a su amigo.

Estaba vistiendo ropa de Aioria.

—Creo que a ti se te ve mejor eso.- dijo, sonriendo con descaro ante el rostro ofendido que había adoptado el quinto custodio y el completo sonrojo de las mejillas de la cabra, quien giró el rostro hacia un costado, pretendiendo no haber escuchado el tono meloso en la voz de su mejor amigo.

—¡Pues gracias por el halago!- tomando a Shura por una mano, Aioros se dio la media vuelta y se alejó del baño, arrastrando detrás de sí a un ahora aturdido invitado. –Y apúrate con eso, mientras yo preparo la cena.

Aioros le sonrió en respuesta.

Tal vez estaba un poco enfermo, pero de algún modo le gustaba verlos juntos...

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Aioria bufó, fuertemente.

Acababa de entrar en la cocina, tropezando con todo y sin haberse acordado de encender las velas.

—¿Qué se cree?- gruñó, en voz alta. -¡Todavía de que lo estoy dejando quedarse a dormir aquí, tiene que avergonzarme delante de su amiguito!- al decir la última palabra, había puesto en su voz el mismo tono –meloso- que Aioros momentos antes, pero de un modo mucho más sarcástico que le incomodó incluso a él. –Pero si será...

—L-lo siento...

La voz de Shura, a su espalda, le sobresaltó, haciéndole voltear el rostro y recordar que aún llevaba empuñada entre los dedos de su mano derecha la muñeca del otro.

Ay.

Se ruborizó una vez más, pensando irónicamente en que tal vez debería llevar la cuenta de las veces en que aquél maldito hispano le había hecho enrojecer en una sola noche.

—N-no... discúlpame tú a mí...- se apresuró a decir, con voz atropellada. –Es sólo que no estoy acostumbrado a recibir visitas... salvo de Milo, ya sabes...- rió, entrecortadamente. –Pero él es igual de desordenado que yo, así que no me había preocupado mucho por tratar de mantener mi templo limpio... es decir... estoy seguro de que tú tendrás tu casa en mejores condiciones que la mía, pero de verdad, yo...

—Es sólo porque Aioros siempre está ahí.- interrumpió Shura, en voz baja y ligeramente fastidiado de la perorata del más joven. –Pero de todos modos... ésta es tu casa, y no necesitas pedirme disculpas por el modo en que quieras tener tus cosas en ella...

—¡Eso lo dices sólo para quedar bien!- exclamó el león, repentinamente enfadado ante la primera afirmación de la cabra: Aioros siempre está con él. -¡Pero estoy seguro de que si Aioros no estuviese inmiscuido, probablemente ni siquiera estarías aquí!

Shura se quedó callado, con sus ojos oscuros fijos en los de Aioria, quien de un momento a otro comenzó a sentirse cada vez más como un idiota.

Después de todo, él no había ido hasta Leo por pie propio, si cabía mencionarse.

—Probablemente...- fue todo lo que dijo el décimo custodio, apartando finalmente su mirada. –Sí, es lo más seguro.

Como un imbécil completo. Así se sentía Aioria.

¿Pero por qué? No le había dirigido nunca la palabra a Shura, salvo para asuntos relacionados con el Santuario o buscar pelea, y sin embargo ahora, en menos de una hora, estaba sintiéndose mal por haberle gritado.

¿Era porque tal vez Aioros se enfadaría con él si se enterase de lo mal que le había tratado? No... había algo más. Se reprendió mentalmente una vez más, haciendo nota de pensar más detalladamente en el asunto después.

—P..perdóname...- le había costado dejarlo salir. –No quería hablarte así... es sólo que de pronto sentí que... no sé...

—Ya te dije que no me pidas disculpas...

—Bien... sólo... sólo olvídate de que dije eso... y...

Los ojos verdes de Aioria se concentraron en un punto cualquiera del piso, por algunos minutos interminables. Rodeados ambos de la oscuridad de la noche, del silencio roto sólo por el sonido de la lluvia allá afuera y sus propias respiraciones, y la tensión que se había vuelto tan densa como para cortarse con un cuchillo.

—Aioria...

Leo no supo por qué se ruborizó al escuchar la calmada voz de Shura susurrando tan cerca de él.

—¿S-si?

Haciendo una pausa tan melodramática para el gusto del joven felino, Shura removió su muñeca dentro del agarre de los dedos del más pequeño.

—Mi mano...

La cara de Aioria, en el momento en que arrojó su mano de forma brusca y se apartó de él con un salto, hubiera bastado para iluminar toda la casa de Leo sin necesidad de ninguna vela.

Y por alguna extraña razón, sin importar la violenta forma en que sus manos se habían apartado, Shura no pudo evitar sentirse bien.

Notas: Está un poco corto, pero bueno -.-U en realidad el capítulo ni se iba a tratar de esto xPP... como sea... 9o9... se lo vuelvo a dedicar a Yagi, que me dijo que me daría un dibujo y lo sigo esperando ;O;! y bueno, yap o.Ou Ojalá les haya gustado n.n dejen reviews, que me alimento de ellos... y si no como, no me inspiro o.o y si no me inspiro, pues no hay fanfic n-n Así que ya saben. Nos vemos en el cap que viene.